Está en la página 1de 4

Asignatura: FILOSOFÍA POLÍTICA II

Grado: Filosofía
Alumna: M. Mar Márquez Ibáñez
PEC

Un comentario sobre una comparativa de los siguientes textos:


”The problem with French society (and, I would argue, many similarly situated societies) is not that it is too
republican to accommodate cultural and religious minorities. It is, rather, that it is not republican enough. As
the Marquis de Sade provocatively urged his compatriots as early as 1795, ‘Français, encore un effort si
vous voulez être républicains’” (C. Laborde: Critical Republicanism. The Hijab Controversy and Political
Philosophy, Oxford, Oxford University Press, 2008, p. 257).
“Cabe contestar, por el contrario, que el laicismo republicano es más necesario que nunca, pero que no
pervivirá si sigue deteriorándose el modelo social europeo, si la desigualdad sigue aumentando, si la
exclusión social permite que crezca el islamismo radical, mientras a la par cerramos los ojos ante la política
extremista en Oriente Medio” (Antonio García-Santesmases, “Agnósticos, laicistas y cristianos: entre la
confrontación y el diálogo”, Iglesia viva 261(2015), pp. 87-100, p. 100)

El primer texto pertenece a Cécile Laborde, politóloga y Doctora por la Universidad de


Oxford, cuya investigación se ha centrado en la historia de las ideas políticas y en la
filosofía política contemporánea, trabajando especialmente nociones como el
nacionalismo, el republicanismo, el multiculturalismo y la justicia global. El texto propone
que el problema de la sociedad francesa para integrar a las minorías es que no es
“suficientemente republicana”, aspecto que ya identificó Sade en 1795.

El segundo texto es de Antonio García-Santesmases, Doctor en Filosofía y catedrático


de Filosofía Moral y Política en la UNED y sus investigaciones se han dirigido al estudio
del marxismo y el Estado, el laicismo y el agnosticismo, entre otros temas. Argumenta en
el texto que el laicismo republicano es “más necesario que nunca”, pero corre peligro de
no sobrevivir si el modelo social europeo no acomete el problema de la desigualdad, los
fundamentalismos islámicos, etc.

Si entendemos la “república” en su etimología original como “res publica”, se podría


considerar que su mejor concepción genérica es aquella que la define como el “conjunto
de las cosas de interés común para todos los ciudadanos de una nación”, aunque luego la
ampliemos como nación organizada políticamente o forma de gobierno en que el poder
supremo es ejercido por el llamado “presidente de la república”, elegido por los
ciudadanos, tanto en su vertiente parlamentaria como presidencialista1 Pero sin duda,
atender el interés común del conjunto de la ciudadanía debería ser el objetivo central de

1 Moliner, María (1999) Diccionario de uso del español (Editorial Gredos) Pág. 932
cualquier república moderna o, como dice P. Petit “la clase de republicanismo que vamos
a desarrollar es característicamente moderna e incluyente: comparte con el liberalismo
engendrado por los pareceres de Bentham y Paley el supuesto de que todos los seres
humanos son iguales y que cualquier ideal político plausible debe ser un ideal para
todos”2.
En este sentido, el caso francés de déficit de asunción republicana planteado por Laborde
en el primer texto cobra un significado pleno, puesto que la falta de inclusión o bien la
admisión de las demandas comunitaristas de las minorías culturales, ideológicas y
religiosas en la sociedad francesa (la presencia de determinadas formas de vida, de
costumbres particulares, de concepciones compartidas del bien moral que podrían
considerarse como privilegios en relación al resto de la sociedad) pueden llevar a o
acrecentar los problemas de desigualdad o de radicalismo islámico que plantea García-
Santesmases en el segundo texto, y que nos alejan de los ideales republicanos de
igualdad, libertad, legalidad, participación ciudadana, laicismo, deliberación, tolerancia.

Los dos autores plantean un difícil equilibrio que el republicanismo laicista tiene que
encarar para intentar combinar los principios de igualdad y libertad con la complejidad
cotidiana de la diversidad cultural y el multiconfesionalismo, sin pecar de exceso ni de
defecto entre los ideales políticos y las demandas sociales.

Si en la defensa de las libertades ciudadanas acudimos a la ley, el artículo 1 de la


Constitución francesa del 4 de octubre de 1958 afirma que Francia es una República
indivisible, laica, democrática y social que garantiza la igualdad ante la ley de todos los
ciudadanos sin distinción de origen, raza o religión y que respeta todas las creencias. De
este artículo de la Constitución se desprende que el Estado, separándose de las iglesias,
2 Philip Petit (1997) La no-dominación como ideal político, página 132
las creencias y las confesiones religiosas, no las excluye de la sociedad, las integra y las
respeta fomentando su inclusión y participación en la comunidad. Pero ¿qué debe hacer
el republicanismo de estado cuando el velo islámico entra en las escuelas, cuando la
ablación se esconde en prácticas clandestinas, cuando Claude Sinké comete un ataque a
la mezquita de Bayona o cuando la muerte del profesor Samuel Paty (decapitado tras
haber mostrado a sus alumnos caricaturas de Mahoma) revive las inquietudes sociales
acerca del lugar de la religión y la libertad de expresión en el país? Ante el radicalismo
islámico, surge en Francia el radicalismo laico3 con influencias de la extrema derecha y
tendencia atea, una polarización de posturas que conllevan, ambas, múltiples peligros
incluso para el republicanismo laicista, como comenta García-Santesmases, y el bienestar
general de cualquier sociedad moderna.

"El surgimiento de un islam radical ha generado tensiones y fomentado otras corrientes


radicales: es una especie de efecto espejo. En toda sociedad se da este tipo de efectos y
no olvidemos que Francia es un país en el que alrededor del 10% de la población se
considera musulmana"4.

Militantes del grupo 'Riposte laïque' protestando en contra del "fascismo islamista”

El republicanismo, explica Petit, es una teoría que asume como criterio fundamental el
principio de la libertad concebida como ausencia de dominación o ausencia de
dependencia, y entiende por dominación o dependencia la condición del individuo sujeto a
la voluntad arbitraria de otros individuos. Esta exigencia republicana de no arbitrariedad

3 Sylvie Pierre, profesora de información y comunicación de la Universidad de Lorraine, estima que el


laicismo radical es simplemente una mala interpretación del secularismo.
4 Guylain Chevrier, en el artículo Qué es el laicismo radical que está creciendo en Francia, UAM Cuajimalpa
(http://www.cua.uam.mx/news/miscelanea/que-es-el-laicismo-radical-que-esta-creciendo-en-francia)
sólo puede ser atendida desde las leyes y la intervención del Estado para regular los
espacios de convivencia. Quizás esta sea una de las claves para abordar las cuestiones
de radicalidad polarizada que se están dando en Francia y en otros países (desde el
fundamentalismo islámico hasta la islamofobia): seguir regulando las nuevas realidades
desde los principios de igualdad, libertad, legalidad y tolerancia, republicanos y seculares,
que han permitido, a través de la educación, progresar a la sociedad moderna en sus
diversas vertientes. Y educarlas y regularlas para dejarlas saldadas, integradas y
asimiladas en la sociedad y, así, que los gobiernos puedan ocuparse de otras cuestiones
de Estado, como dice Jean Jaurès:

“Ya es hora de que el gran, pero obsesivo problema de las relaciones entre Iglesia y
Estado se resuelva por fin, con el fin de que la democracia , desembarazada de él, pueda
dedicarse enteramente a la inmensa y difícil tarea de la reforma social y de la solidaridad
humana que el proletariado exige”.

Quizás la propia ciudadanía observe el peligro que ve García-Santesmases de estas


realidades radicadas, que diría Ortega, pero también hace notar un cansancio histórico
ante un tema abierto, el de Estado-Iglesias, desde hace demasiados siglos. Sólo las
palabras de Spinoza pueden acompañar a las de Jean Jaurès y complentar lo que nos
sugieren los textos de Laborde y García-Santesmases:

“Solo diré brevemente que hay que obedecer a Dios por encima de todo cuando tenemos
una revelación cierta e indubitable. Ahora bien, la experiencia muestra más que
sobradamente que los hombres se equivocan muchísimo acerca de la religión y que
parecen rivalizar en fabricar ficciones según el ingenio de cada uno. Está, pues, claro,
que, si nadie estuviera obligado por derecho a obedecer a la potestad suprema en lo que
cada uno cree pertenecer a la religión, el derecho de la ciudad dependería de la
diversidad de juicios y sentimientos de cada uno. Nadie, en efecto, que estimara que ese
derecho iba contra su fe y superstición, estaría obligado a acatarlo, y, con ese pretexto,
todo el mundo podría permitírselo todo.5”

5 Spinoza (1670) Tratado Teológico-Político (Editor digital: BigBang 951) Página 200

También podría gustarte