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DESAFÍOS ÉTICOS DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

DR. ANTONIO VALLÉS COPEIRO DEL VILLAR (ESPAÑA)


Profesor de Derecho de la Información
Universidad Cardenal Herrera – CEU

El tema propuesto presenta, por lo demás, un especial interés para un jurista por diversas razones. En
primer lugar, porque el derecho implica la plasmación en términos coercitivos de los principios y
valores vigentes en cada momento en la sociedad en la que se aplican. En realidad, tales principios y
valores constituyen la materia prima intelectual del Derecho. En todo caso, el Derecho positivo
refleja el sistema de valores prevalente en la sociedad. Esta imbricación entre Ética y Derecho es
especialmente intensa en el campo del Derecho de la Comunicación Social, lo cual origina que
muchas veces sea difícil cuando no imposible separar la dimensión ética de la jurídica en las
cuestiones examinadas. Y, en segundo lugar, el interés del tema se debe a su carácter poliédrico dada
la multiplicidad y variedad de situaciones comprendidas
En todo caso, el tratamiento de cuestiones éticas de la comunicación social por un jurista de la
comunicación social no sólo es una muestra de la capilaridad de las ciencias humanas y sociales, sino
también una coherente aplicación del leit motiv de un congreso sobre Ética y Derecho de la
información.
Las consideraciones anteriores no me evitan reclamar de antemano su benevolencia, tanto por la
inevitable parquedad de mi intervención en relación con la extensión y profundidad que el tema
requiere, como por la carencia de una mayor especialización en el terreno específico de la Ética.

LA LIBERTAD DE COMUNICACIÓN Y SUS LÍMITE


La capacidad de la persona para expresar sus percepciones, ideas y sentimientos y para comunicarlos
a los demás no es sólo una característica diferencial de la especie humana sino también una exigencia
ineludible para el desarrollo personal y para el despliegue de las capacidades y aptitudes de quienes
la componen. El régimen de aislamiento comunicativo impide la maduración personal de los
individuos y anula su natural sociabilidad atentando contra su dignidad como seres humanos. El
desarrollo de la personalidad de los individuos requiere que exista un clima de libertad para que
puedan expresar sus ideas y transmitirlas a los demás. Cuanto más rigurosa es una sociedad en el
reconocimiento de los derechos que conlleva la comunicación humana más posibilidades de
desarrollo personal tendrán los individuos que la integran.

Las nuevas tecnologías aplicadas a la comunicación han conseguido suprimir las tradicionales
fronteras geográficas, políticas y comunicativas dando lugar al fenómeno de la globalización
comunicativa.

La globalización propiamente dicha, es decir, la globalización económica no sería posible sin la


existencia previa de una globalización comunicativa, que no sólo genera efectos en el mundo de los
medios de comunicación convencionales, mejorando sus prestaciones y rendimientos, sino que
también afecta a otras formas de comunicación interpersonal o interinstitucional aplicables a
múltiples campos de la actividad humana. Ahora bien, al mismo tiempo que los modernos medios de
comunicación individual o colectiva presentan grandes ventajas respecto a la situación anterior,
suponen también mayores posibilidades de utilización inadecuada de sus prestaciones originando
daños y perjuicios de diversa naturaleza. Por ello, en la Sociedad de la Información se produce la
paradoja que supone, por un lado, el notable incremento de las posibilidades de la comunicación
entre las personas con todos los efectos positivos que ello conlleva; y, por otro lado, la mayor
facilidad para generar perjuicios a las personas.

DEMOCRACIA Y AUDIENCIAS: EL LUGAR DE LA ÉTICA EN LA COMUNICACIÓN


SOCIAL
HUGO AZNAR
Universidad Cardenal Herrera – CEU

1. SINERGIAS ENTRE DEMOCRACIA Y TELEVISIÓN


En los últimos tiempos venimos asistiendo al éxito de algunos discursos simplistas que asimilan
los modos de justificar decisiones en dos ámbitos bien distintos de nuestra sociedad: el de la
televisión y el del sistema democrático. Obviamente estos discursos no se refieren al
funcionamiento institucional del sistema democrático como régimen político, pero sí –y estos
mismos discursos contribuyen a ello– a la percepción popular de lo que puede significar la toma
de decisiones en una sociedad democrática. Los paralelismos entre dos ámbitos sirven para
justificar préstamos mutuos de legitimidad, así como para establecer sinergias crecientes. No es de
extrañar que se haya llegado a hablar de una creciente colonización mutua entre ambos
subsistemas.

2. DEMOCRACIA DE AUDIENCIAS
Los estudiosos de la política y de los medios de comunicación han acuñado toda una serie de
términos para llamar la atención y, en la mayoría de casos, denunciar esta situación de crecientes
sinergias entre este concepto empobrecido de democracia y la televisión. Así, el Consejo de
Europa ha hablado de “mediocracia”; Lawrence Grossman, antiguo periodista y directivo de la
televisión estadounidense, de “república electrónica”; Giovanni Sartori de “videopolítica” y
“sondeocracia”; etc. Es difícil poder negar algo a lo que ya tantos le han puesto incluso nombre.
Me voy a detener a comentar muy brevemente dos de ellos, especialmente adecuados para lo
que aquí planteamos.

Uno de ellos es el término “democracia de audiencias” propuesto por el teórico político Bernard
Manin (1998). Manin estudia la evolución de la democracia representativa moderna y cómo
habría pasado por tres fases diferentes: el parlamentarismo propio del siglo XIX, el sistema de
partidos de masas dominante en el siglo XX y la democracia de audiencias, nacida a finales del
siglo pasado y con tendencia a marcar el que ahora comienza. Con este nombre el autor quiere
reflejar la creciente interrelación entre el sistema político democrático y el modelo de las audiencias
televisivas.
3. DEMOCRACIA SEMIÓTICA
El concepto de democracia semiótica fue un producto de las posiciones revisionistas de
izquierdas propias de los cultural studies, generalizados sobre todo en Gran Bretaña a finales de
los años 70 y principios de los 80.

Edenunciando su carácter adocenante y demandando una cultura alternativa, ajena a los


imperativos del capital y a los entramados de la sociedad industrial avanzada y capaz de
promover la emancipación del público. Sin embargo, los planteamientos de cultural studies,
reclamándose igualmente de izquierdas y progresistas, adoptan un planteamiento que juzgan
menos elitista: insisten en el carácter activo de la audiencia y consiguientemente en su
capacidad para reinterpretar los mensajes de los medios adaptándolos a sus propias
coordenadas vitales. No hay necesidad por tanto de promover intencionalmente la autonomía
de la audiencia ya que ésta lo es por sí misma, conclusión que parecía seguirse de los estudios
de recepción de series televisivas ‘de ricos’ en los suburbios industriales de algunas ciudades
británicas. Sean cuales sean los contenidos e incluso las supuestas pretensiones manipuladoras
de los emisores, los receptores manifestarían cierta independencia al reinterpretar a su medida
los mensajes recibidos.

4. “TELEBASURA Y DEMOCRACIA”
Este es el título de una obra de Gustavo Bueno aparecida hace apenas un año en el mercado editorial
español. Sin entrar a valorar lo que una obra así representa en la trayectoria de su autor, lo cierto
es que la misma defiende abiertamente el vínculo entre mercado, telebasura y democracia, y considera
ese mismo vínculo incontestable a partir de la legitimidad de la que goza la última. La telebasura
no es objetable porque es democrática: “En una democracia hay que aceptar sin duda, como un
postulado (…) que el pueblo tiene siempre juicio al elegir.
En la posición de Bueno parecen implícitos los reduccionismos que indicábamos antes: el de la
democracia política reducida a una democracia preferentista, a una democracia de audiencias; y el de
la crítica cualitativa de contenidos sustituida por una democracia del mando a distancia, por una
democracia semiótica. Ambas parecen conjugarse para hacer incontestable el reinado vulgar de la
tele basura. Con ello el vínculo entre democracia y televisión o, peor aún, entre democracia y
telebasura no sólo se hace común entre quienes sacan pingües beneficios de él –como los empresarios
o los personajes y los profesionales que viven de este tipo de programas basura– sino que se
escucha además en boca de dirigentes políticos2 y de intelectuales, al parecer, con muy poco
sentido de la responsabilidad.
Resulta necesario y urgente contestar a estos reduccionismos que hacen un gran daño a la cultura
de la sociedad (especialmente a la de quienes carecen de alternativas a la televisión generalista) y
que podrían hacerlo aún más a la política.

5. MIDIENDO PREFERENCIAS
A la hora de extrapolar la legitimidad del sistema democrático (por supuesto en su versión
reducida) al campo de la medición de audiencias conviene tener presentes algunas exigencias
que darían validez a dicha extrapolación.4
Respecto a la primera de estas exigencias –que requeriría un tratamiento técnico más exhaustivo,
nos limitaremos a dejar planteadas algunas dudas. Se trata de la exigencia de que las
preferencias computadas sean realmente las de cada uno de los individuos. Esta exigencia
procedimental (la de una persona / un voto) es uno de los requisitos inexcusables para la validez
de un proceso democrático.

6. PREFERENCIAS INFORMADAS

Concedamos ahora que el margen de manipulación de los datos de medición de audiencias fuera
reducido y que los resultados reflejaran aproximadamente la realidad. Sería el momento de
plantear una segunda exigencia normativa: que las preferencias de la gente fueran realmente sus
preferencias. Sería absurdo considerar válida o verdaderamente democrática una decisión colectiva
que no fuera el resultado de la libre decisión de sus miembros.

7. EXIGENCIAS NORMATIVAS DE LA COMUNICACIÓN

Supongamos, pese a todo lo dicho, que un público consciente y bien informado siguiera
eligiendo ver los programas de mal gusto y peor calidad. En una sociedad democrática y
abierta habría muy poco que objetar a dicha elección, sobre todo desde un punto de vista
puramente estético o cultural. Pero esto tampoco significa que pueda emitirse cualquier cosa y
que todo valga igual. Incluso en un escenario como éste habría que recordar que existen
claros límites a lo que puede emitirse y que estos límites no tienen nada de subjetivo ni son
mera cuestión de ‘gustos’.
LA IMAGEN DEL DOLOR. LA REPRESENTACIÓN DEL SUFRIMIENTO Y
LA MUERTE EN LA INFORMACIÓN AUDIOVISUAL
MIGUEL CATALÁN GONZÁLEZ
Universidad Cardenal Herrera - CEU

1. ÁMBITO DE ANÁLISIS Y VALORACIÓN

Me propongo en esta contribución examinar, desde el punto de vista de la deontología profesional


y en relación con el problema de la verdad y la responsabilidad informativas, en qué casos y en
qué grado resulta aconsejable emitir las imágenes explícitas del dolor y el sufrimiento
personales, incluido el de la muerte, en los informativos audiovisuales.
Quedan fuera de nuestro campo de análisis y valoración los llamados “informativos de realidad-
espectáculo”, es decir, aquellos espacios de entretenimiento compuestos por reportajes de caídas,
golpes y situaciones límite grabados en buena parte por videocámaras domésticas. Nuestro
objeto se centra por el contrario en los informativos generales de las grandes cadenas de
televisión, incluyendo las de carácter público, emitidos para todos los públicos, incluyendo el
infantil.

2. EXPOSICIÓN Y DISCUSIÓN DE LOS ARGUMENTOS.

Los informativos españoles han seguido ofreciendo en los últimos tiempos imágenes atroces: el
primer plano de dos niñas enterradas a toda prisa tras unas inundaciones devastadoras, una
entre las piernas de la otra y ambas con el rostro desfigurado; el cuerpo deshecho y
semidesnudo de una víctima del terrorismo.

3. SOBRE LA COMPASIÓN Y SUS LÍMITES


En términos generales, sabemos que la compasión es tanto más intensa cuanto mayor es el
grado de identificación que establece el sujeto por medio de los sentidos entre el objeto digno de
lástima y él mismo. No nos causa la misma lástima una mosca moribunda que un oso panda
moribundo; ni tampoco la savia de un árbol que la sangre de un chimpancé; y la ordenación básica
de las preferencias se lleva a cabo a partir del hecho de que los segundos términos son en ambos
casos más parecidos a nosotros, los humanos, que los primeros. Tal parecido permite, por tanto,
una mayor identificación con el ser sufriente. Ya se deja ver que el dolor vicario sentido por
un ser muy semejante o muy cercano a nosotros se asemeja al dolor causado por una desgracia
personal.

4. CONCLUSIONES Y PROPUESTA FINAL


Hemos abolido con la televisión la distancia entre las comunidades y las personas, pero
principalmente de una manera imaginaria, y moralmente ilusoria, pues los extraños siguen
siendo extraños, aunque los veamos desfilar un momento por la pantalla. La diferencia entre
la moral intragrupal, la que llevamos a cabo con las personas de nuestro entorno, y la
extragrupal, esa otra moral mucho más distante que llevamos a cabo con los desconocidos que
aparecen en efigie, sigue siendo considerable. Como decía aceradamente La Rochefoucauld,
fustigando a quienes afirman “sobrellevar” la desgracia de los meros conocidos: «Todos
tenemos fuerzas para soportar las desgracias ajenas»9. Que los espectadores contemplemos la
imagen del muerto en un charco de sangre no significa que vayamos a velarlo o vengarlo: de
hecho, todos seguimos comiendo o cenando con apetito en una especie de ceremonia macabra
con dividendos de publicidad generada por las altas audiencias que se reproduce cada mediodía o
cada noche en todo hogar bien surtido. Un espectáculo reforzado por la competencia
económica de las empresas informativas con el que debiéramos ir pensando en acabar
mediante el autocontrol de los programadores y periodistas, la administración de información
de los servicios de urgencia en las catástrofes ciudadanas, la regulación deontológica y la
regulación externa tutelada por un Consejo del Audiovisual que cumpliera con sus funciones
sociales básicas.

Hasta ese momento, es el respeto y el tacto de los informadores el que debe circunscribir las
imágenes de la aflicción personal, por respeto a las personas que lo sufren y por respeto a la
sensibilidad del propio telespectador, a aquellos casos en que la imagen:
1) Sea de interés público
2) Resulte de utilidad para la comprensión de la noticia
3) Resulte de utilidad para la toma de conciencia de una situación susceptible de mejora
4) No dañe la dignidad, la intimidad o el derecho a la propia imagen de las personas
representadas o sus allegados.

LA ÉTICA COMO BASE


DEL DERECHO DE LA INFORMACIÓN

MANUEL FERNÁNDEZ AREAL


Catedrático Emérito de Periodismo (Universidad de Vigo)

Pertenezco a una generación de juristas -recientemente hemos celebrado mi promoción las Bodas
de Oro de la licenciatura en Derecho por la Universidad compostelana- para la que la formulación
del enunciado de este trabajo hubiera podido ser considerada como una petición de principio.
Para nosotros era evidente que el Derecho tiene que estar fundamentado en la Moral, que un
Derecho sin base ética no es Derecho, aunque tenga algunas de las características o notas propias
del Derecho, como la coercitividad de las normas vigentes, pero carente de auténtico contenido
jurídico, porque el Derecho no puede ser identificado, sin más, con la norma positiva vigente.
Y, sin embargo, el tema es de “rabiosa” actualidad por varias razones, la primera de ellas y quizá la
más importante, el desprestigio del Derecho como sistema de garantía de la Justicia, lo cual
repercute muy vivamente en el desprestigio del Derecho de la Información como conjunto o
sistema de normas y costumbres asentadas en principios de Derecho Natural.
TODO ES COMUNICACIÓN

Una vez más, he de manifestar mi convicción de que la Comunicación sigue siendo un fenómeno
omnicomprensivo que, desde el punto de vista de la comunicación más o menos masiva pero entre
varios, que es la que nos interesa a los técnicos, expertos profesionales y profesores de la
materia, puede ser vista desde tres posiciones o, por mejor decir, puede ejercerse de tres modos:
comunicación informativa, comunicación publicitaria, comunicación propagandística, y no
solamente por la intencionalidad manifestada u oculta en cada uno de estos tres modos, sino
por sus características configuradoras, que incluso requieren estilos distintos para elaborar los
mensajes en cada uno de los casos. No es lo mismo una noticia que un anuncio o que un
comunicado político.
Cuando los comunicadores profesionales tienden, en algunos casos, a la mixtificación y a
hacer pasar, por ejemplo, por información lo que todo el mundo que pueda conocer el contenido
podría calificar de mensaje interesado, están incumpliendo una elemental regla ética de su
profesión, es decir, se están comportando deontológicamente mal al no perseguir la verdad
en cada caso, y la Comunicación necesita de esa exigencia de verdad para que sea humana,
racional, conveniente, útil para vivir en sociedad.

COMUNICACIÓN

Si para KRIPPENDORF comunicación es “todo mensaje intercambiado entre interlocutores”,


COSTA pone el acento en la importancia no del emisor del mensaje, sino del receptor.5
Tal y como hoy se entiende, la Comunicación social consiste en la emisión de mensajes desde
un emisor a un receptor más o menos amplio, a través de unos medios que permiten esa difusión
simultánea masiva, por lo que se fundamenta en un derecho del público, constitucionalmente
reconocido en prácticamente todas las constituciones del mundo civilizado. Un derecho, en
definitiva, del ciudadano en cuanto ser humano dotado de derechos y obligaciones por el hecho de
haber nacido. Se trata de reconocer y proteger y garantizar el ejercicio de un derecho natural de
la persona, uno de esos derechos que no tienen su origen en la naturaleza concreta e histórica de
éste o de aquel hombre, sino en la naturaleza en cuanto tal, aquello que, como dice HÖFFNER en
su Manual de Doctrina Social Cristiana, en todos los tiempos y culturas define metafísicamente
al hombre en cuanto hombre.

INFORMACIÓN

DESANTES, por su parte, y refiriéndose exclusivamente a la comunicación informativa, habla del


informador, el profesional de la información, como “núcleo

personal en que coinciden derecho y deber” de informar. Y el deber de informar “implica


valores éticos, deontológicos y jurídicos. El hombre “tiene derecho a la información, porque
ésta le es imprescindible para vivir en la comunidad a la que también tiene derecho y que
constituye el ámbito de la comunicación.

PRINCIPIOS MORALES

No es el momento de distinguir ahora con más precisión entre la Ética o moral natural y la Moral
propiamente dicha, con un contenido digamos más sobrenatural. Sí me gustaría, sin embargo, dejar
sentado que entiendo por Ética o Filosofía Moral la ciencia que estudia el comportamiento humano a
la luz de la razón natural, y recordemos que ya Cicerón llamaba “verdadera ley” a la recta razón, en
concordancia con la naturaleza, difundida entre todos los hombres, estable y eterna. Baste decir que la
Ética o la Moral como conjunto de principios básicos inspiradores de conducta es fuente a la que
acude el Derecho para sancionar determinadas conductas, castigando las que considera nocivas,
según un criterio previo ético o moral.

FORMACIÓN ACADÉMICA DE LOS NUEVOS COMUNICADORES

Todos cuantos de alguna manera intervenimos en la formación de profesionales de la Comunicación,


estamos de acuerdo en la necesidad de una formación completa, que abarque los aspectos éticos de la
profesión. No todos, por el contrario, partimos de la misma base en cuanto a la amplitud y
características de esa formación ética.

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