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Que soy muy duro y no guardo las formas en expresar esto, es posible;
pero bastaría con leer los discursos de José Gil Fortoul en el Congreso o
las crónicas destempladas e hirientes que le dirigió Laureano Vallenilla
Lanz en El Nuevo Diario a los opositores del régimen gomecista, o el
opúsculo Leprosería Moral de César Zumeta, para reparar en que estos
ilustres pensadores fueron los cancerberos muy serviles del tirano de
turno.
*Lea también: Apertura, negociación, nuevo CNE, por Gonzalo
González
«Este es Don Laureano Vallenilla Lanz, libelista consumado, corrosivo
polemista quién desde la tribuna de El Nuevo Diario destruye a los
enemigos de Gómez o a quienes osen lanzar críticas al régimen de cuya
integridad ideológica es el celador, y cancerbero de su trascendencia
histórica». (Luis Salamanca)
Con esto no estoy desdeñando el valor inconmensurable de obras
como Historia constitucional de Venezuela (1907) de José Gil Fortoul,
publicada en Berlín y bajo una influencia ideológica progomecista apenas
visible, que no es el caso del otro monumento bibliográfico atribuido a
Laureano Vallenilla Lanz: Cesarismo democrático (1919) en que asume al
tirano como el jefe de la paz en Venezuela: el «gendarme necesario». A la
disgregación antepuso el orden y este se debía garantizar a través de
«Unión, paz y trabajo», aunque suprimiendo a los opositores y disidentes.
Toda la cultura en el gomecismo —que la hubo y fue pujante—, si hemos
de creer en el buen trabajo de la investigadora de la UCV Yolanda Segnini,
en su indispensable estudio: Las luces del gomecismo (1987), quedó
reducida solo al 25% de toda la población en Venezuela, que no llegaba a
los tres millones de habitantes en el año 1926. Ese 25% vivía en las
ciudades del eje costero norte venezolano, mientras que el 75% restante
—analfabeto, palúdico y extremadamente pobre— lo hizo en las
realidades del mundo rural en quiebra de la llamada Venezuela profunda
y desértica.
«Por otra parte, es necesario hacer notar que el pensamiento positivista
es la expresión de un determinado sujeto social: la élite terrateniente,
europeizada, propiciadora de un progreso del cual será la principal
beneficiada. En esa comprensión del proceso histórico el conjunto del
pueblo venezolano es concebido como un sujeto pasivo, como la masa a
ser transformada por la acción civilizadora de esa élite. El poder político y
social está y permanece en manos de esa élite. Por eso es un tipo de
pensamiento inadecuado para quienes conciben la participación de la
masa popular en el proceso de modernización de otra manera». (Arturo
Sosa).
Este no es el mismo José Gil Fortoul que incluso se atrevió a censurar las
actuaciones del mismo Simón Bolívar en los tormentosos tiempos de la
Guerra a Muerte en Venezuela, en los terribles años del horror: 1813-
1814. No es lo mismo tratar con los muertos que con los vivos. De esto los
historiadores se cuidan mucho en resguardo de su tranquilidad.
Ángel Rafael Lombardi Boscán es Historiador, Profesor de la Universidad del Zulia. Director
del Centro de Estudios Históricos de LUZ. Premio Nacional de Historia.