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Reseña sobre el libro

“Cesarismo Democrático” de Laureano Vallenilla Lanz.


Consideramos como uno de los textos más representativos de la ideología que
marcó el devenir histórico-político de Venezuela en la primera mitad del siglo
XX, el positivismo, el escrito por uno de los máximos exponentes venezolanos
de la ideología, Laureano Vallenilla Lanz, titulado el “Cesarismo Democrático”.
Es por este motivo que a lo largo de la siguiente reseña analizaremos como y
en torno a cuales principios se estructuró tan
importante libro de la historiografíavenezolana para, posteriormente, delinear un
breve panorama de la sociedad venezolana de la época y el impacto del libro en
la misma. Encontramos en 1919 (fecha de la publicación de la primera edición
del “Cesarismo Democrático”) a una Venezuela que parecía disfrutar de los
beneficios del ideal imperante en la sociedad, el positivismo. A través del
gobierno del General Juan Vicente Gómez (aún cuando en Caracas gobernaba
el Presidente Provisional Victorino M. Bustillos) se había finalmente logrado
aplicar la máxima de orden por progreso social y, así, las guerras de caudillos
por el poder político habían encontrado punto final cuando el Caudillo Mayor
tomó las riendas de la sociedad .Son muchos los avances que se realizan bajo
el lema positivista, sin embargo consideramos que el costo para la sociedad fue
muy alto. Usando como escudo la necesidad de establecer orden en pro de
conquistar avances de carácter técnicos se da la instauración y consolidación
de gobiernos autoritarios. Poder y control total a cambio de orden y progreso
parece ser la ecuación más común en los gobiernos latinoamericanos de finales
de siglo XIX, y el caso de Venezuela no es la excepción, ya que, según
Vallenilla Lanz, sólo un gobierno que logre establecer orden (sin importar los
métodos) en una sociedad anárquica como la venezolana, podrá lograr que la
misma avance. Según V. Lanz, por lo tanto, “el cudillo constituye la única
fuerza de conservación social" (citado en Eloy Martínez, Junio de 2009) en una
sociedad como la venezolana. Sin embargo, no nos adelantemos a los hechos.
Antes de estudiar a profundidad por qué Vallenilla Lanz hace una afirmación tan
controversial como la presentada anteriormente, consideramos pertinente
revisar brevemente cuáles fueron los factores biográficos que marcaron el
pensamiento de nuestro autor, y por lo tanto, cuáles de sus ideales resulta
posible identificar en su obra “Cesarismo Democrático”. Laureano Vallenilla
Lanz nació en Barcelona en 1870 y se destacó a lo largo de su vida por ser uno
de los investigadores históricos más relevantes de su época (en parte por sus
mismo ideales positivistas que lo impulsaron a una revisión exhaustiva de los
cimientos sobre los que se erigía nuestra historiografía tradicional para
proveerla de un verdadero trasfondo científico ycomprobable). De igual
manera, resulta posible afirmar que Vallenilla Lanz se destacó, no sólo
como historiador,sino también como sociólogo, periodista y político.Sinembargo,
comomencionado anteriormente, Lanz destaca en nuestro acervo cultural como
uno de los más fervientes defensores y promotores de los ideales positivista en
la vida social de la Venezuela de principios de siglo XX (Pino Iturrieta, 1997).Su
estudio de la historia venezolana no escapa a esta visión. Según Méndez-Reyes
y Mora-Beltrán, Lanz consideraba imperante la necesidad de utilizar en la
historiografía venezolana “(…) los fecundos métodos positivos, a fin de que el
pasado tan oscurecido por los viejos conceptos, por la literatura épica y por las
pasiones banderizas, se transformen (…) en fuente de saludables y fecundas
enseñanzas
”(Noviembre de 2007).Esta visión positivista de la historia de Venezuela, encaja
perfectamente con lo evidenciado a lo largo de la obra “Cesarismo
Democrático”, ya que mediante una profunda revisión de los textos escritos (o
discursos vociferados y luego transcritos) por los protagonistas de los eventos
que se dispone a revisar, Lanz conduce su investigación y, posteriormente, se
siente en la capacidad de realizar afirmaciones sobre cómo se sucedieron los
hechos más importantes que marcaron nuestra
historia (ej. la “Guerra de Independencia”). En sus propias palabras “
Yo creo – y me baso para ello en el estudio circunstancial que he hecho de
nuestra historia – (…)” (Vallenilla Lanz, 1919; 3). De igual manera, insiste en
que debemos de sustraer “
El espíritu a los prejuicios y guiados siquiera por la tendencia analítica de
nuestra época, busquemos los orígenes, los antecedentes histórico
”(V.Lanz, 1919; 31). Su intención es la de descubrir lo que verdaderamente
acaeció entre nuestro pasado, para conocer la historia sin velos utópicos, ni
disfraces que engañen y para esto, su investigación se verá repetidamente
reforzada por la utilización de fuentes bibliográficas directas. Consideramos
importante destacar que, a nuestro juicio, Vallenilla Lanz realiza esta revisión
histórica de los sucesos que marcaron el devenir de nuestra sociedad para
justificar uno de los principios básicos del movimiento positivista: el orden
es condición de progreso. Bajo esta premisa se esconde el verdadero objetivo
del autor al estructurar el texto en cuestión: por las mismas condiciones
históricas de un pueblo como el venezolano, resulta imperante la consolidación
de un gobernante/caudillo que imponga su fuerza y carácter como fuente de
donde emana el poder mismo. Un gobernante como el General Juan Vicente
Gómez, con el cual Vallenilla Lanz se encontraba estrechamente relacionado. El
caudillo se presenta, por tanto, según Vallenilla Lanz como el “corolario natural
de la evolución colectiva de sociedad venezolana” (Pino Iturrieta, 1997). La
consecuencia normal de una sociedad donde la anarquía y el desorden han
imperado desde el inicio de la “Guerra de
Independencia”.La obra de Vallenilla Lanz se enmarca en el contexto histórico-
político previamentemencionado: a mediados de lo que sería el gobierno más
largo de nuestra historia republicana, el del General Gómez (recordemos que
Juan V. Gómez gobernó de manera interrumpida desde 1908 hasta su muerte en
1935), por lo que el “Cesarismo Democrático” sirve de justificativo histórico del
gobierno que se venía manifestando desde hace casi 11 años: sólo la fuerza y
el control ordenado pueden controlar con la sociedad anárquica y “salvaje” que
puebla Venezuela. A nuestro juicio,
eltexto sirve de igual manera como panfleto propagandístico de una forma de go
bierno nodemocrática: la forma de gobierno que más respeta los ideales bajo
los cuales el autor se rige, el positivismo. Mediante la narración de la historia
republicana venezolana, el autor pretende realizar una justificación irrevocable
de lo beneficioso que resulta la aplicación de los principios positivista mediante
la consolidación en el poder de un “Gendarme necesario” (título de uno de los
capítulos en el que el libro se encuentra dividido) que logre controlar el caos
que ha caracterizado el pueblo venezolano. El texto se encuentra dividido en
dos grandes grupos temáticos: la versión histórica y la versión histórico-jurídica
de lo que ha sido nuestro desarrollo como república.
El primer grupo temático se desarrolla a partir de la revisión de los sucesos y lo
s protagonistas que marcaron el desenvolvimiento de nuestra sociedad. Esta
sección cuenta con un total de 6 capítulos entre los que destacan: “Fue una
Guerra Civil”; “Psicología de la Masa Popular” y el más importante y el último,
“El Gendarme Necesario.” A su vez, cada capítulo se encuentra subdividido en
subtítulos donde el autor va desarrollando distintos temas que se deslindan
del principal. De esta manera resultará más fácil el encontrar un concepto
específico, ya que en la introducción de cada subtítulo se da a entender
claramente de que trata el mismo y cómo se llevará a cabo el discurso
teórico.El segundo grupo temático (titulado “Los principios Constitucionales del
Libertador”) encuentran una relación directa con el primero, ya que mediante
argumentos de índole jurídico-histórica se busca respaldar la teoría de la
necesariedad de un caudillo que gobierne a la nación. Este segundo grupo se
encuentra compuesto por un total de 2 capítulos: “La Ley Boliviana” y “Los
Partidos Históricos”. Cada capítulo se encuentra, al igual que la primera
parte del libro, dividido en subtítulos temáticos, donde el autor busca ahondar
en las distintas visiones del tema a tratar. Hecha una revisión general de cómo
se estructura el texto “Cesarismo Democrático”; cuáles fueron las intenciones
del autor al realizarlo y en qué contexto histórico-político y social resulta posible
enmarcarlo, a continuación comenzaremos a delinear sobre cuáles argumentos
centrales nuestro autor delineó su tan aclamada
obra.El libro “Cesarismo Democrático” comienza con la afirmación no poco men
os quecontroversial que la Guerra que se luchó en territorio latinoamericano a
principios del siglo XIX y que, históricamente, ha sido promocionada como una
guerra independentista, no fue más que una Guerra Civil (titulo del
primer capítulo: “Fue una Guerra Civil”).Vallenilla Lanz realiza esta afirmación
basándose en un concepto más profundo que el esgrimido por Victor Hugo – “
Toda guerra entre hombres, es una guerra entre hermanos, la única distinción
que puede hacerse es la de guerra justa y guerra injusta
” (en V. Lanz, 1919; 1-2) –.Para Lanz, la guerra que se libró entre venezolanos
patriotas y españoles no fue más que una guerra entre venezolanos que decían
perseguir el ideal democrático y que conllevó a la destrucción de cualquier
vestigio de civilización que había podido vislumbrarse alguna vez en Caracas. “
(…) todo había sido arrasado, todo había sido destruido (…)
” (V. Lanz, 1919; 12).Vallenilla Lanz afirma que, debido a la inclemencia de la
topografía y del clima de los llanos venezolanos, los peninsulares dirigidos por
Morillo no soportaron la lucha contra los criollos. Morillo, por tanto, se vio en la
necesidad de continuar la batalla pero con criollos que veían en la batalla una
respuesta a sus ansias por codicia y prestigio (recordemos el diálogo entre el
Negro Primero y Bolívar destacado en las páginas 15 y 16 del texto). Juan
Germán Roscio, uno de los más celebres personajes civiles de la época, en
algún momento destacó que “
(…) la España nos ha hecho la guerra con hombre criollos, con dinero criollo,
con provisiones criollas, con frailes y clérigos criollos, con caballos criollos y
con casi todo criollo (…)
” (en V. Lanz, 1919; 18). Por tanto, aún cuando tradicionalmente se concibe que
la lucha independentista había sido conducida por los patriotas en contra de los
peninsulares, en realidad no había sido más que un combate de
unsector de la población pro-Independencia y otro sector de la población pro-
Español (independientemente de cuáles hayan sido las motivaciones que los
impulsaron a defender la causa española). Fue, según V. Lanz, sin duda alguna
una representación más de las tantas batallas que habían caracterizado el
devenir histórico de nuestra sociedad. Consideramos pertinente destacar que ya
desde el primer capítulo se va perfilando el carácter positivista del autor y su
deseo de justificar la necesidad de un gobernante fuerte que logre mantener el
orden en la sociedad. Según V. Lanz, es mérito de los realistas la instauración
de un gobierno que demostró las graves consecuencias que comporta la
colocación al poder de un civil como José María Vargas (en contraposición a la
figura fuerte de José A. Páez, caudillo por excelencia). En una nación donde las
revoluciones y los tumultos estaban a la orden del día, un civil no lograría
controlar el desorden. En una nación como esta, sólo un caudillo, un militar está
capacitado, según V. Lanz, para gobernar. El segundo capítulo, “Los Iniciadores
de la Revolución”, inicia con la clara afirmación
quela revolución independentista provino, no de las clases bajas y trabajadoras
que buscabanreivindicaciones (en una concepción casi Marxista de lo que
una revolución debiera de ser), sino de las “clases elevadas de la Colonia” (V.
Lanz, 1919; 31). De igual manera, fue esta clase la que dispuso la lucha para la
proclamación de los derechos civiles de los hombres (y por lo tanto, se buscaba
poner punto final a todas aquellas restricciones que cercenaban de una u otra
manera los principios de cada venezolano), con la única intención de estructurar
los cimientos sobre los cuales debía de erigirse la República por la que estaba
luchando. Aún cuando históricamente había sido esta la clase que más había
protegido la manutención de las diferencias entre los distintos componentes de
la sociedad colonial, cuando el espíritu democrático los abarca a principios del
siglo XIX serán los primeros en “invitar a aquella misma
‘clase de viles’ a compartir con ellos, los honores y preeminencias de la soñada
Repúblicademocrático-federativa
”(V. Lanz, 1919; 36). Por tanto, alejados los prejuicios, la lucha por la
democracia debía de ser de todos los venezolanos sin las distinciones que
históricamente habían marcado el desarrollo de Venezuela. Vallenilla Lanz
afirma que para principios del siglo XIX (antes de propagación de los ideales
democráticos antes mencionados) las discriminaciones raciales por parte de la
aristocracia mandante habían llegado a tal punto que “ para servir el más
humilde
empleo, el de portero, por ejemplo, en cualquiera de las corporaciones se reque
ría aún ser ‘hombre blanco y honrado’
” (V. Lanz, 1919; 41).Hasta el momento que comienza la revolución,
consecuentemente, la sociedad venezolana contaba con un sistema clasista y
racial que podía compararse a una visión estamentada de la sociedad. Sin
embargo, como bien afirma V. Lanz, una vez los ideales democráticos
comienzan a propagarse por una aristocracia criolla que, cansada del dominio
político y económico de la Corona Española, decide llevar a cabo la Revolución
que podrá fin a siglos de dominación imperial sobre el Nuevo Continente, pero
especialmente sobre Venezuela. Vallenilla Lanz prosigue en su revisión
historiográfica de los sucesos que marcaron el devenir republicano de nuestra
nación, aproximándose a una temática delicada: “Los Prejuicios delas
Castas” .Como buen positivista, V. Lanz, se propone estudiar los fundamentos
sobre los cuales se estructuran las diferencias raciales que caracterizan
la estructuración de la sociedad de siglo XIX. Con este fin, el autor resalta una
de las más grandes paradojas históricas de los Españoles, es decir, aún cuando
ellos fueron los promotores de la instauración de sistema diferenciador que
separara categóricamente una raza de otra en la escala social (haciendo
especial énfasis en clasificar aquellas producto de la unión mestiza), ellos
mismos fueron producto de la mezcla entre “
moros y judíos”
(V. Lanz, 1919; 57) con españoles. Por tanto, cuando la Inquisición Española
comenzó a exigir “pruebas más o menos rigurosas de su pureza de sangre
” (V. Lanz, 1919; 61) a las sociedades, en realidad estaba exigiendo pruebas de
algo que ni ellos mismos podían alcanzar. Recordemos que, por la misma
estructura social de Venezuela, lograr alcanzar los estándares de pureza de
sangre resulta todo menos fácil. Por lo tanto, Vallenilla Lanz afirma que en
nuestra sociedad se procedió a establecer las distinciones sólo a partir del “
color de la piel (…) y la jerarquización de las clases fue la consagración social
de la escala etnográfica
” (Lambroso en V.Lanz, 1919; 65).Siempre manteniéndose dentro de
los principios defendidos por los positivista, nuestro autor afirma, por lo tanto,
que medio de la heterogeneidad que caracterizó nuestro nacimiento como
república, sólo el color de la piel fue prueba fehaciente de cómo un ciudadano
se diferenciaba del otro. Sin embargo, al momento de luchar por la formación de
una sociedad democrática, ¿hasta qué punto puede pesar que un combatiente
sea mantuano, mientras otro blanco de orilla o mulato?
La revisión histórica llevada a cabo por Vallenilla Lanz a lo largo del “Cesarismo
Democrático” prosigue, mientras se adentra en la investigación/argumentación
de cómo el carácter mismo de la población determina el tipo de gobierno en la
que cada sociedad se encuentra. V. Lanz comienza su argumentación
centrándose en la creencia que impulsó a los franceses a la Revolución de
1789, afirmando que la conceptualización inicial fue errada ya que partió de un
error de conceptualización, es decir, en creer que el hombre es por naturaleza
“(…)
Esencialmente razonable y bueno, depravado accidentalmente por una
organización social defectuosa (…)
”(V.Lanz, 1919; 75). Por lo contrario, para Vallenilla Lanz, es la misma
característica desbordada y pasional del hombre que lo conduce a un futuro
poco brillante. La organización social, el Estado se vuelve más que una
posibilidad de agrupar a hombres civilizados, una necesidad, una condición
decivilidad.Según nuestro autor, los revolucionarios de Francia no concibieron q
ue existierandiferencias entre los individuos, por lo que en su búsqueda de
promover los derechos individuales
ylos principios/ideales de libertad, fraternidad e igualdad que caracterizaron la r
evolución,sacrificaron el orden (pieza clave en el desarrollo de una sociedad
civilizada) Situación similar sucedió en Venezuela, donde los revolucionarios
“no pensaron, no vieron que al alterar el orden, al romper el equilibrio colonial,
al elevar a todos los hombres libres a la dignidad de ciudadanos, destruían la
jerarquización social (…)
” (V. Lanz, 1919; 77), y como consecuencia llevaban a la desaparición del
principio fundacional de una sociedad: el orden de la misma.La maximización y
exaltación del orden en las comunidades (principio institucional del positivismo
del siglo XX) se va lentamente delineando como objetivo primordial que, según
nuestro autor, debe de caracterizar cualquier sociedad que se presuma
mínimamente avanzada. Como destacado en anterioridad, para los positivistas,
sin orden no existe posibilidad de progreso alguno, por lo tanto, al iniciar el
proceso de Revolución contra la Corona por la Independencia, se rompió el
status quo de la comunidad, cayendo en una fase donde lo que imperaba era la
anarquía y eldesorden. Vallenilla Lanz prosigue en su investigación sobre
que conllevó a “La Insurrección Popular”(título del capítulo 4) adentrándose en
la psicología de los personajes que lideraron las batallas para conocer qué es lo
que verdaderamente los impulsó. Consideramos pertinente resaltar nuevamente
que para realizar estas y otras afirmaciones, el autor busca respaldo en fuentes
bibliográficas directas y no en cuentos e historias que han sido comunicadas
entre generaciones. V. Lanz afirma, por tanto, que uno de los errores más
graves ha sido estudiar nuestra historia desde una perspectiva neutral. Luego
de adentrarse en la psique de una de las figuras más controversiales de
nuestro pasado (Boves) señala que “la psicología de aquel ‘hombre pavoroso’
no ha sido estudiada aún con criterio libre de prejuicios, ya por el empeño
que han tenido nuestros historiadores en adulterar el verdadero carácter de
guerra civil que tuvo la revolución (…)
”(V. Lanz, 1919; 83)Sin embargo, la revolución no fue obra única de las grandes
figuras como Bolívar o Páez, por lo que al estudiar el porqué se afirma que lo se
sucedió durante en esos años en Venezuela no fue más que otra expresión de
una guerra civil, Vallenilla Lanz procede a conocer que caracterizó al
contingente de llaneros venezolanos que se lanzaron en una lucha intestina.
Una de los primeros adjetivos con los que nuestro autor se atreverá a delinear
el carácter de los llaneros venezolanos es que los mismos no son más que
“ gente belicosa”
(V. Lanz, 1919; 85), por lo que resulta imprescindible la existencia de una figura
de mando fuerte que pueda dominar ese carácter salvaje típico de los llaneros.
Ese será el carácter que determinará el devenir de llamada Guerra de
Independencia, la cual se distinguió por continuas luchas, rapiñas, masacres,
saqueos, robos, etc. La historia tradicional, sin embargo, ha intentado borrar las
páginas negras de nuestra época independentistas, tratando de crear una
imagen mitificada de los sucesos y de sus protagonistas. Olvidando que, sin la
presencia de un verdadero líder, aquella “gente belicosa” no hubiera podido
alcanzar el tan anhelado triunfo“
Ya veremos cómo aquellos hombres se convierten de “degolladores” en “héroesl
eyendarios”; y cómo al servicio de los caudillos patriotas (…) contribuirán a la
noble empresa de crear naciones (…)”
(V. Lanz, 1919; 93).En su afán por desmitificar la tradición histórica que había
caracterizado el devenir de la sociedad venezolana hasta ese momento,
Laureano Vallenilla Lanz prosigue en su revisión de los actores que
protagonizaron la Guerra de Independencia para desechar nuevamente otra
creencia popular: aquellos que no apoyaban a la causa revolucionaran
pertenecían única y exclusivamente ala masa popular (“
los fanáticos, los ignorantes, los serviles, los degradados (…)
[V. Lanz, 1919;95]).”, mientras que aquellos que si apoyaron la Revolución eran
“los más ilustrados, los más inteligentes, los más libres, los más ilustrados
” (V. Lanz, 1919; 95). La condición cultural y social parece ser determinante en
el rol de la comunidad. Sin embargo, luego de realizar un estudio sobre la
procedencia socio-cultural de la mayoría de los héroes de la Independencia, el
autor nos hace notar que fue la masa popular, que es comúnmente desdeñada
por la historiografía tradicional, una de las piezas claves la que compuso el
rompecabezas que llevó a nuestro pueblo hacia la libertad. Es de ese “sector”
de la sociedad de donde surgen los grandes protagonistas y luchadores de
nuestra Independencia. Sin embargo, resulta importante señalar que al destacar
el protagonismo de la masa en las luchas de independencia, no se está
afirmando que la suya fue una lucha de ideales. Recordemos que, bajo el
análisis positivista, el hombre es por naturaleza salvaje (especialmente el
llanero), por lo que sólo bajo un mando fuerte es que el espíritu de los llaneros
se podrá verdaderamente domar. Y ese es el rol que debe de desarrollar el
verdadero caudillo. Ejemplo máximo: José Antonio Páez. Para Vallenilla Lanz,
Páez representa la caracterización típica del caudillo máximo, ya que con
atrevimiento, fuerza y valor supo transformar a los llaneros de Boves
(desconfiados, salvajes, suspicaces, acostumbrados a obtener todo a la fuerza
y por el combate, interesados en las ganancias personales) en luchadores de la
Patria (aún cuando los mismos contaban con más convencimiento monetario
que ideológico).Una vez finalizada la revolución (o Guerra Civil) el carácter
de estos llaneros representó una seria amenaza al mantenimiento del orden y
de la tranquilidad de la sociedad, por lo que Vallenilla Lanz se adentra
a delinear claramente lo que será su tesis más polémica y popular: sociedades
como la nuestras necesitan de un Gendarme/Caudillo que las gobierne.“
(…) el Caudillo ha constituido la única fuerza de conservación social,
realizándose aún el fenómeno que los hombres de la ciencia señalan en las
primeras etapas de integración de las sociedades: los jefes no se eligen sino se
imponen
” (V. Lanz, 1919; 119).De esta manera comienza el último capítulo del primer
grupo temático que caracteriza la obra de Laureano Vallenilla Lanz, y de esta
manera comienza igual la dura sentencia en torno a la cual se delinea
completamente la obra: en naciones caracterizadas por la continua pugna, la
vida social será sólo posible cuando la comunidad entera se subordine al mando
de un Jefe natural. Al mando del Caudillo. El caso de Venezuela no escapa a
esta generalización, ya que V. Lanz afirma que luego de la Independencia, la
única manera en la que se logró mantener el orden y los principios de
civilización en la sociedad fue mediante el sometimiento a los caudillos y no
gracias a la institución de leyes. Al revisar el desarrollo historiográfico de
Venezuela desde la Independencia hasta el momento en el que nuestro autor
redacta el texto, pareciera que la teoría de V. Lanz encuentra justificación
empírica ya que durante este período solo 1 existió un gobernante de carácter
civil: José María Vargas (su gobierno duró pocos meses debido, en gran parte, a
su mismo carácter de civil y por tanto su incapacidad de controlar la pugna que
se encontraba desatada por la obtención del poder político).Páez fue el primero
y Vicente Gómez la última expresión de lo que parecía más que una condición,
una necesidad sine qua non se podía manejar las riendas del poder político de
nuestra nación. “la tranquilidad de que ha disfrutado Venezuela desde que la
ocuparon nuestras armas se ha debido al General Páez, y también lo es, que si
él se alejase de su suelo, quedaría expuesto a que se hiciese la explosión”
(Fernando Peñalver en V. Lanz, 1919; 120).Debemos de recordar que, aún
cuando se logró la victoria sobre la Corona Española y se instauró un gobierno
nacional dentro de nuestras fronteras, la pugna por quien manejaría ese
poder continuó entre los caudillos llaneros quienes sentían justificadas
sus pretensiones políticas luego de que gracias a su aporte se había logrado
alcanzar tan importante hito en nuestra historia. Es por estoque se necesitaba
del gobierno del Caudillo máximo que pudiera de una u otra manera (la
mayor parte de las veces con la fuerza y la determinación) calmar el ánimo de
los antiguos luchadores de la patria. “
Páez, Bermúdez, Monagas, Urdaneta, tenían que cumplir el deber supremo de
amparar, con su autoridad, el renaciente orden social contra aquellas bandas
que asolaban los campos, saqueaban e incendiaban las poblaciones, vejaban a
las autoridades y asesinaban a los blancos(…)
” (V. Lanz, 1919; 123)La Venezuela que Vallenilla Lanz nos describe como
justificación de la aparición del Gendarme Necesario es una asolada por las
luchas y la destrucción, donde lo que imperaba un profundo sentimiento de
anarquía generalizada. Sin embargo, para V. Lanz, las guerras por el poder no
fueron la causa única que llevaron a que nuestra sociedad se sumiera en tan
profundo desorden. Según Vallenilla Lanz, la situación económica del principio
de nuestra época republicana era todo menos floreciente, por lo que lo
caracterizó este periodo fue la miseria y la pobreza. “
El gran mal que tenemos aquí es la miseria. No puede describirse el estado del
país. Nadie tiene nada y poco ha faltado para que el hambre se haya convertido
en peste
” (Briceño Méndez en V. Lanz, 1919; 124).Guerra y miseria se convertían, por
tanto, en el contexto donde debía de erigirse el Caudillo que, naturalmente (por
imposición), debía re-direccionar nuestra sociedad hacia el avance y
el progreso. Y bajo esta pre-concepción, Bolívar comenzará a delinear una idea
de una nueva política más represiva hacia todos aquellos que atentara contra el
orden y la sociedad. Para nuestro Libertador “
era necesario desplegar una ‘energía cruel, para entonar el Gobierno’ no se
detenía en las medidas de represión y castigo, por más duras que fuesen (…)”
(en V. Lanz, 1919; 128) que lograra replegar la anarquía. Luego de obtenida la
Independencia los líderes militares al poder se dieron cuenta que la idea de
violencia y lucha había penetrado excesivamente en la psicología de las
poblaciones, por lo que era necesario “(
…) refrenar la anarquía, (…) restablecer el orden, (…) imponer el respeto a la
autoridad (…)
” (V. Lanz, 1919; 132). Era necesario un líder que impusieran los principios
sobre los cuales la nueva sociedad debía de formarse. Un líder como
el Gendarme Necesario. Una de las características más relevantes del tan
mencionado Gendarme Necesario es su naturalidad en el cargo, ya que según
Vallenilla Lanz, para ser líder no existe un “entrenamiento previo” que logre
explicarle al futuro gobernante como conducirse y como conducir la nación: “ se
nace hombre de gobierno como se nace poeta” (V. Lanz, 1919; 136), por lo
tanto la imposición del mismo no es más que consecuencia natural de su
carácter de líder natural. ¿Qué herramienta puede ser más eficaz que la
Constitución para el ejercicio práctico del poder político que debe de realizar
nuestro Gendarme? Ninguna, y es por esto que otro de los grandes positivistas
de la época (el Dr. Gil Fortoul) afirma que la misma no es sino la máxima
expresión del “instinto político de cada pueblo en un momento dado de su
evolución” (en V. Lanz,1919; 145).Vallenilla Lanz comienza este nuevo tema a
partir de lo dictado en una conferencia de derecho constitucionalista dictada
por el Dr. Gil Fortoul. Retomando el principio de la necesidad dela revisión de la
historia como condición para formular una nueva teoría política positivista,
Vallenilla Lanz se adentra a explorar las intenciones legislativas del Libertador,
Simón Bolívar. Según V. Lanz, Bolívar percibió que la misma naturaleza de la
sociedad venezolana hacía imposible extrapolar sistemas políticos y legislativos
aprehendidos de otras culturas occidentales que habían alcanzado el éxito y el
orden mediante la implementación del mismo. El Libertador, por lo tanto,
parecía haber comprendido desde un primer momento (ya evidente desde el
Manifiesto de Cartagena de 1812) que “la excelencia de un Gobierno no
consiste en su teoría, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la
naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye” ” (V. Lanz, 1919;
146)
Mediante las ideas descritas por el Libertador en el Discurso de Angostura (“
No somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los
aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por
derechos ” [Bolívar; 1819; 23]), se busca dar soporte histórico a las teorías
cientificistas propuestas por los positivistas como Vallenilla Lanz:
todo proyecto político debe ajustarse a las condiciones sociales, étnicas, cultura
les, geográficas;religiosas y económicas de la sociedad en cuestión. La
existencia de un código legal que se ajuste alas verdaderas necesidades de
nuestra sociedad se revela necesaria para la verdadera consagración del orden
en la comunidad. Sin embargo, reprocha V. Lanz, nuestros juristas han
continuado empeñándose en buscar copiar modelos occidentales que no se
ajustan a nuestra vida diaria. Consideramos, no obstante destacar, que esta
situación se repitió a lo largo y ancho de lo que fue la América Española. El
cubano José Martí reflexionó en algún momento diciendo, “la incapacidad no
está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden (…), sino en los
que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con
leyes heredadas de cuatro siglos (…)
” (en V. Lanz, 1919; 148)Bolívar prosiguió en su teoría legislativa y afirmó la
necesidad de la instauración de un Presidente que no estuviera sujeto a los
principios de alternabilidad y que, por lo tanto, gobernar a las naciones sin
restricciones temporales (sin embargo, con este no se pretende afirmar que
elcaudillo no contará con el apoyo de la población). Principio sobre el cual se d
elineará, posteriormente, la teoría de V. Lanz del Cesar Democrático. Para
Vallenilla Lanz, esta teoría bolivariana del Presidente confirma la necesidad de
una figura de gobierno que ejerza su poder mediante la imposición, ya que de
esta manera se logrará hacer, “prevalecer con provecho (…) la estabilidad
política, el desarrollo social y económico y la consolidación
del sentimiento nacional (…)
” (1919; 151), sin embargo, por el mismo carácter rebelde de los venezolanos,
lo que ha predominado es la revolución que conlleva únicamente a la anarquía y
el desorden. Para lograr mantener la República debe figurar al poder un
“hombre prestigioso, consciente de las necesidades de su pueblo, fundando la
paz en el asentamiento general y sostenido por la voluntad de la mayoría a
despecho del principio de alternabilidad
” (V.Lanz, 1919; 165). Se necesita de un “dictador” que logre dominar los
instintos de los pobladores bajo su ala de poder. Nuestro autor concluye el
capítulo pertinente a la “Ley Boliviana” afirmando que resulta posible trazar un
paralelismo a partir de la historia de las naciones latinoamericanas y la historia
de los grandes caudillos que han gobernado las mismas, dando a entender de
esta manera que sólo gracias a sus acciones es posible estudiar la historia de
esos Estados. “
Si no se estudia a Páez, a Castilla, a Santa Cruz, a Lavalleja, es de todo
imposible explicarse la evolución de Venezuela, del Perú, de Bolivia, del
Uruguay
”(García Calderón en V. Lanz, 1919; 177).El “Cesarismo Democrático” concluye
con un estudio cronológico del desenvolvimiento de los dos “Partidos
Históricos” que caracterizaron a la Venezuela republicana: los godos (o
conservadores) y los liberales.
A lo largo de toda nuestra historia, ambas facciones de la sociedad venezolana
hancaracterizado una larga serie de desencuentros y enfrentamientos que no
vieron su conclusión ni con la consagración de la Independencia de la nación.
El resentimiento que se había acumulado entre
ambos hacía imposible que olvidaran “ sus odios profundos por el simple hecho
de una transformación política; y la lucha continuó formidable (…)
” (V. Lanz, 1919; 182).
La confrontación entre ambos venía a justificar nuevamente la necesidad del
establecimiento de una figura fuerte que pudiera controlar los instintos
belicosos de los pobladores en un intento por mantener los principios de orden
y civilidad. Se vuelve, de esta manera, a justificar, la teoría del Gendarme
Necesario con la ejemplificación de una cita repetida por segunda vez en el
texto: “Es una verdad que nadie podría negar, que la tranquilidad de que ha
disfrutado Venezuela desde que
la ocuparon nuestras armas, se ha debido exclusivamente al General Páez
”. Don FernandoPeñalver prosigue y sentencia que “ si se alejase [Páez] de su
suelo, quedaría expuesto a que se hiciese la explosión, pues sólo falta para que
suceda esta desgracia
” (V. Lanz, 1919; 187) Pero, ¿por qué Páez lograba ejemplificar la figura del
Gendarme que Venezuela necesitaba? Según V. Lanz, José Antonio Páez
representaba la máxima autoridad del caudillo ya que no sólo hacía uso de la
fuerza y del poder para controlar el desorden que imperaba en nuestra
sociedad, sino que lograba fundar su poderío a partir de la sugestión
inconsciente. Debido a la inestabilidad que imperaba en el seno de Venezuela,
los pobladores sentían la necesidad de buscar protección y dirección “alrededor
del más fuerte, del más valiente, del más sagaz (…)
” (V. Lanz, 1919; 188). Su leyenda lo rendía competente para gobernar una
nación afligida por los continuos combates y desentendimientos. Por último,
Vallenilla Lanz, señala que debido a la misma situación de nuestro pueblo y la
condición legendaria de los Caudillos que gobiernan y gobernaron Venezuela,
las leyes no deben de ser fuente de limitaciones para el ejercicio de su poder
político, ya que sólo mediante el ejercicio pleno de sus facultades de caudillo es
que la nación podrá verdaderamente avanzar hacia la consagración del orden y
del progreso. Vallenilla Lanz finaliza su revisión histórica afirmando que aún
cuando son los ideales democráticos los que impulsan a la sociedad
venezolana, la misma reconoce que la supremacía de un individuo apoyado por
el pueblo es la única vía para la consagración de la misma. La figura del Cesar
Democrático “es la democracia personificada, la nación hecha hombre”
(Laboulaye en V.Lanz, 1919; 203)De esta manera finaliza el largo recorrido
histórico que Laureano Vallenilla Lanz se propone con el único objetivo de
conseguir fundamentación científica que valide la teoría fundamental que
despunta del texto: en sociedades como las latinoamericanas, donde las
Guerras de Independencia fueron en realidad Guerras Civiles y donde el
conflicto resulta parte inherente de la sociedad, la única forma de mantener el
orden social es mediante la consolidación en el poder de un “dictador” que el
pueblo apoye. Mediante la consolidación de un Cesar Democrático (aún cuando
esa palabra provoque ciertas consideraciones en la sociedad en general).Según
el teórico marxista, Antonio Gramsci “
el cesarismo expresa siempre la solución arbitraria, confiada a una gran
personalidad, de una situación histórico-política caracterizada por un equilibrio
de fuerzas de perspectivas catastróficas
" (en Martínez, Junio de 2009). De esta breve explicación de lo que el concepto
cesarismo implica, resulta posible inferir que, en sociedades donde las fuerzas
que la componen se encuentran en constante pugna, será posible obtener una
solución sólo mediante la existencia de un líder con gran presencia que logre
dirimir todo conflicto mediante su decisión arbitraria. Si procedemos a hacer una
breve revisión de cómo se ha desarrollado nuestro devenir como sociedad nos
daremos cuenta que, en cierto sentido, la visión que nos presenta Vallenilla
Lanz no se aleja tanto de la realidad.
Nuestra sociedad se ha caracterizado siempre por la eterna lucha por la
obtención del poder político que representa la victoria máxima sobre todos los
otros contrincantes que se proponían el mismo objetivo (podría hasta llegar a
considerarse que muchas veces, los caudillos luchaban por la obtención del
poder, más por la emoción del combate que por el mismo premio. Recordemos
lo sucedido con Juan C. Falcón). Sólo recientemente esa pugna se ha
trasladado a un verdadero ámbito político: las urnas. Sin embargo, si
intentamos comprender el momento histórico en el que Vallenilla Lanz redacta
su obra más importante (“El Cesarismo Democrático”) entenderemos como
lógico que, desde la visión de un positivista que busca hacer una revisión de la
historia de manera neutral para intentar comprender el porqué del problema
social que se cierne sobre Venezuela, proponer una
teoría como la del Gendarme Necesario resulta la opción más lógica y fundame
ntada.Históricamente había sido esa la solución, por lo que no había modo
alguno de negar que el gobierno del General Juan Vicente Gómez fuera el más
justo y correcto para el contexto socio- político y económico de la Venezuela de
principios del siglo XX
.Como señalado anteriormente, esta obra podría considerarse más como un pan
fleto propagandístico del gobierno del General Gómez que como una verdadera
obra política, ya que mediante la investigación histórica se busca justificar el
momento político que caracterizaba la Venezuela de la época. Era la
justificación de que en el Gobierno hay lugar sólo para los más sagaces, los
más inteligentes, los más aptos, pero sobretodo, los más fuertes. Era
la consagración de la idea tecnócrata de una sociedad (en su acepción militar)
donde los que gobierna son los técnicos y sólo los técnicos, por lo que no
resulta necesaria la existencia de votaciones que convaliden la acción
gubernamental ya que sólo los que gobiernan están verdaderamente
capacitados para hacer comentarios sobre el gobierno.
Actualmente Venezuela se encuentra en una situación política complicada ya qu
e: la inseguridad se ha convertido una amenaza para todos los sectores de la
población; las políticas públicas del Gobierno parecen vagar sin rumbo (entre
decisiones y contra-decisiones) en un intento desesperado por mantener
el apoyo electoral y la sociedad cada vez más repudia las decisiones
gubernamentales. Mucho se ha hablado de cuál será el camino que solucionará
todos los problemas que aquejan actualmente a nuestra comunidad. Cuál será
el camino que nos devolverá hacia el orden soñado. Y algunos vuelven a
proponer, desde una visión cuasi-positivista, de la necesidad de un líder con
mano dura. Pero, vale la pena preguntarse… ¿Será que retrocedimos al mismo
contexto histórico del que nos habla Vallenilla Lanz y que justifica la existencia
de un caudillo que calme las fuerzas políticas en pugna y que controle a una
sociedad desbocada a la violencia y el desorden?

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