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LAS TIC COMO HERRAMIENTA PARA LA

TRANSFORMACION SOCIAL Y LA
EMANCIPACION DEL SER HUMANO
Enviado por hillary2011  •  2 de Agosto de 2012  •  1.098 Palabras (5 Páginas)  •  8.304
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LUIS DURAN UNES

trabajos de investigacion

viernes, 9 de junio de 2017

Las TIC como herramienta para la democratización del conocimiento

Las TIC como herramienta para la democratización del conocimiento, la trasformación social y la
emancipación del ser humano

Las TIC hacen referencia a las Tecnologías de la Información y la Comunicación, sin embargo para
acercarnos a lo que este término abarca, se citan a las siguientes definiciones: Según el PNUD
(2002) en el Informe sobre Desarrollo Humano en Venezuela: "La TIC se conciben como el universo
de dos conjuntos, representados por las tradicionales Tecnologías de la Comunicación (TC) -
constituidas principalmente por la radio, la televisión y la telefonía convencional - y por las
Tecnologías de la información (TI) caracterizadas por la digitalización de las tecnologías de
registros de contenidos (informática, de las comunicaciones, telemática y de las interfaces)".
Miratia (2005) en el artículo "La Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Educación"
publicado en la revista nº4 de Infobit. p 12 y 13, hace referencia a Garcias (1996), Bartolomé
(1989) y Cabero (1996), quienes agrupan a las TIC en tres grandes sistemas de comunicación: el
video, la informática y la telecomunicación, los cuales abarcan los siguiente medios: el video
interactivo, el videotexto, el teletexto, la televisión por cable y satélite, la web con sus
hiperdocumentos, el CDROM, los sistema multimedia, la teleconferencia en sus distintos formatos
(audio conferencia, videoconferencia, conferencia audiográfica, conferencia por computadora y
teleconferencia desktop), los sistemas expertos, la realidad virtual, la telemática y la telepresencia.

Las TIC constituyen nuevas formas de conocimiento que se convierten en herramientas para
formar las redes de comunicación y favorecer la incorporación masiva de saberes desde una
perspectiva de soberanía de Estado e Independencia Tecnológica. Invertir en Tecnologías de la
Información y Comunicación (TIC) es un componente transversal que afecta y potencia todo el
esfuerzo continental para que la ciencia, la tecnología y la educación se incorporen como
herramientas poderosas para avanzar hacia la Sociedad del Conocimiento, contribuyendo a
mejorar la educación, la salud, el nivel de vida, el bienestar, la seguridad y la gestión de los
servicios públicos. Se enfatiza la importancia de las TIC como una herramienta transversal que
contribuye al desarrollo sostenible y equitativo, al fortalecimiento de la gobernabilidad y la
promoción de los derechos humanos, así como a la necesidad de trabajar intensamente para
asegurar que cada persona en las Américas, particularmente los que se encuentran en situación
vulnerable, en desventaja y con necesidades especiales, puedan participar de los beneficios
potenciales generados por las nuevas tecnologías. Las TIC también pueden ser un elemento
central para asegurar la colaboración en ciencia, tecnología e innovación en el Continente. Al día
de hoy, no se concibe la ciencia de frontera sin TIC. Los centros científicos de referencia regionales,
muy limitados por cierto, pueden fortalecerse y así construir condiciones para que los nuevos sean
compartidos por todos los científicos de la región. Existe la necesidad de contar con herramientas
y mecanismos efectivos que logren informar de manera masiva a la población. El uso y acceso a
nuevas tecnologías de información deben de formar parte de una estrategia de desarrollo integral.
De la misma forma, las TIC deben ajustarse a las necesidades locales. El proceso de inclusión social
requiere el desarrollo local de instrumentos de TIC adecuados culturalmente a cada región. Es
esencial considerar la sostenibilidad de dichas estrategias, tanto en términos financieros como en
la creación de una cultura ciudadana, a través de la educación y entrenamiento. Las TIC pueden
implementarse exitosamente como resultado de un proceso de empoderamiento de la
comunidad; es decir, cuando se desarrollan en el marco de un proceso sostenido de
involucramiento social.

El uso adecuado de las TIC brinda posibilidades para la democratización de las comunicaciones y la
creación de opinión pública en el debate de ideas, creencias y conocimientos. La utilización de
tecnologías de la información y de la comunicación de bajo costo, combinadas con regulaciones,
políticas públicas propicias y modelos de desarrollo basados en las comunidades, permiten
proporcionar mayores beneficios a las personas, las organizaciones y a sus comunidades y
aprovechar las TIC para usos estratégicos.

Software Libre

El software libre (en inglés free software, esta denominación también se confunde a veces con
gratis por la ambigüedad del término en el idioma inglés) es la denominación del software que
respeta la libertad de los usuarios sobre su producto adquirido y, por tanto, una vez obtenido
puede ser usado, copiado, estudiado, cambiado y redistribuido libremente. Según la Free Software
Foundation, el software libre se refiere a la libertad de los usuarios para ejecutar, copiar, distribuir,
estudiar, modificar el software y distribuirlo modificado.

El software libre suele estar disponible gratuitamente, o al precio de costo de la distribución a


través de otros medios; sin embargo no es obligatorio que sea así, por lo tanto no hay que asociar
software libre a "software gratuito" (denominado usualmente freeware), ya que, conservando su
carácter de libre, puede ser distribuido comercialmente ("software comercial"). Análogamente, el
"software gratis" o "gratuito" incluye en ocasiones el código fuente; no obstante, este tipo de
software no es libre en el mismo sentido que el software libre, a menos que se garanticen los
derechos de modificación y redistribución de dichas versiones modificadas del programa.

Tampoco debe confundirse software libre con "software de dominio público". Éste último es aquel
software que no requiere de licencia, pues sus derechos de explotación son para toda la
humanidad, porque pertenece a todos por igual. Cualquiera puede hacer uso de él, siempre con
fines legales y consignando su autoría original. Este software sería aquel cuyo autor lo dona a la
humanidad o cuyos derechos de autor han expirado, tras un plazo contado desde la muerte de
este, habitualmente 70 años. Si un autor condiciona su uso bajo una licencia, por muy débil que
sea, ya no es del dominio público.

Libertades del software libre:

La libertad de usar el programa, con cualquier propósito.

La libertad de estudiar cómo funciona el programa y modificarlo, adaptándolo a tus necesidades.

La libertad de distribuir copias del programa, con lo cual puedes ayudar a tu prójimo.

La libertad de mejorar el programa y hacer públicas esas mejoras a los demás, de modo que toda
la comunidad se beneficie.

Las libertades 2 y 4 requieren acceso al código fuente porque estudiar y modificar software sin su
código fuente es muy poco viable.

Ventajas del software libre:

Bajo costo de adquisición: Se trata de un software económico ya que permite un ahorro de


grandes cantidades en la adquisición de las licencias.

Innovación tecnológica: Esto se debe a que cada usuario puede aportar sus conocimientos y su
experiencia y así decidir de manera conjunta hacia donde se debe dirigir la evolución y el
desarrollo del software. Este es un gran avance en la tecnología mundial.

Independencia del proveedor: Al disponer del código fuente, se garantiza una independencia del
proveedor que hace que cada empresa o particular pueda seguir contribuyendo al desarrollo y los
servicios del software.

Escrutinio público: Esto hace que la corrección de errores y la mejora del producto se lleven a cabo
de manera rápida y eficaz por cada uno de los usuarios que lleguen a utilizar el producto.

Adaptación del software: Esta cualidad resulta de gran utilidad para empresas e industrias
específicas que necesitan un software personalizado para realizar un trabajo específico y con el
software libre se puede realizar y con costes mucho más razonables.

Lenguas: Aunque el software se cree y salga al mercado en una sola lengua, el hecho de ser
software libre facilita en gran medida su traducción y localización para que usuarios de diferentes
partes del mundo puedan aprovechar estos beneficios.

Impacto del software libre:


Los impactos del software libre, y las principales nuevas perspectivas que permite, son los
siguientes:

Aprovechamiento más adecuado de los recursos: Muchas aplicaciones utilizadas o promovidas por
las administraciones públicas son también utilizadas por otros sectores de la sociedad.

Fomento de la industria local: Una de las mayores ventajas del software libre es la posibilidad de
desarrollar industria local de software.

Independencia del proveedor: Es obvio que una organización preferirá depender de un mercado
en régimen de competencia que de un solo proveedor que puede imponer las condiciones en que
proporciona su producto.

Adaptación a las necesidades exactas: En el caso del software libre, la adaptación puede hacerse
con mucha mayor facilidad, y lo que es más importante, sirviéndose de un mercado con
competencia, si hace falta contratarla.

Escrutinio público de seguridad: Para una administración pública poder garantizar que sus
sistemas informáticos hacen sólo lo que está previsto que hagan es un requisito fundamental y, en
muchos estados, un requisito legal.

Disponibilidad a largo plazo: Muchos datos que manejan las administraciones y los programas que
sirven para calcularlos han de estar disponibles dentro de decenas de años.

Copyleft

Es una característica de algunas licencias utilizadas para regular las restricciones impuestas por el
derecho de autor de obras o trabajos, tales como programas informáticos, arte, cultura y ciencia,
es decir prácticamente casi cualquier tipo de producción creativa.

El nombre surge como oposición al copyright tradicional. Se considera que una licencia es Copyleft
cuando además de otorgar permisos de copia, modificación y redistribución de la obra protegida,
contiene una cláusula que impone la misma licencia a las copias y a las obras derivadas.

Sus partidarios la proponen como alternativa a las restricciones que imponen las normas
planteadas en los derechos de autor, a la hora de hacer, modificar y distribuir copias de una obra
determinada. Se pretende garantizar así una mayor libertad para que cada receptor de una copia,
o una versión derivada de un trabajo, pueda, a su vez, usar, modificar y redistribuir tanto el propio
trabajo como las versiones derivadas del mismo.

Métodos de aplicación:

La práctica habitual para conseguir este objetivo de explotación sin trabas, copia y distribución de
una creación o de un trabajo (y sus derivados) es la de ofrecerlo junto con una licencia o contrato.
Esta debería estipular que cada propietario de una copia del trabajo pudiera:

Usarla sin ninguna limitación.

Libertad de estudio (ver cómo está hecho el trabajo).

(re)distribuir cuantas copias desee.


Modificarla de la manera que crea conveniente.

Estas tres libertades básicas, sin embargo, no son suficientes aún para asegurar que una obra
derivada sea distribuida bajo las mismas condiciones no restrictivas: con este fin, la licencia debe
asegurar que el propietario del trabajo derivado lo distribuirá bajo el mismo tipo de licencia.

Otras condiciones de licencia adicionales que podrían evitar posibles impedimentos a las tres
libertades básicas anteriores son:

Las condiciones de la licencia copyleft no pueden ser revocadas;

El trabajo y sus derivados son siempre puestos a disposición de manera que se facilite su
modificación. Por ejemplo, en el software, esta facilidad suele asociarse a la disponibilidad del
código fuente, donde incluso la compilación de dicho código debería permitirse sin ninguna clase
de impedimento.

Idear un sistema más o menos obligatorio para documentar adecuadamente la creación y sus
modificaciones, por medio de manuales de usuario, descripciones, etc.

En la práctica, para que estas licencias copyleft tuvieran algún tipo de efecto, necesitarían hacer un
uso creativo de las reglas y leyes que rigen los derechos de autor, p.e., cuando nos referimos a las
leyes del copyright (que es el caso más común), todas las personas que de alguna manera han
contribuido al trabajo con copyleft se convertirían en (co) titulares de los derechos de autor, pero,
al mismo tiempo, si nos atenemos a la licencia, también renunciarían deliberadamente a algunos
de los derechos que normalmente se derivan de los derechos de autor, por ejemplo, el derecho a
ser el único distribuidor de las copias del trabajo.

Aunque depende de las leyes que rigen los derechos de autor, que pueden ser diferentes de un
país a otro, la licencia final, que no es más que un método para alcanzar los objetivos del copyleft,
también puede diferir de un país a otro. Por ejemplo, en algunos países puede ser aceptable
vender un producto software sin ninguna garantía, al estilo de la licencia GPL (véanse los artículos
11 y 12 de la versión 2 de la licencia GPL), mientras que en la mayoría de países europeos no es
posible que un distribuidor de software se desentienda de todas las garantías vinculadas a un
producto vendido, razón por la cual el alcance de dichas garantías es descrito explícitamente en la
mayoría de licencias copyleft europeas (la licencia CeCILL, permite usar la GPL - artículo 5.3.4 de
CeCILL - en combinación con una garantía limitada - artículo 9).

Decreto 3390

El referido decreto, nos habla de los planes y acciones que toma el gobierno de la República
Bolivariana de Venezuela, para la implementación de software libre en los sistemas de la
administración pública y en la sociedad, a través de la capacitación de los funcionarios públicos y
usuarios, para el manejo y uso de estos mediante acciones conjuntas del Ministerio de Educación y
Deporte y el Ministerio de Ciencia y Tecnología, promoviendo la cooperación internacional en
asuntos que refiere la materia. Así como también, de fomentar y dar apoyo al desarrollo de
software libre con estándares abiertos bajo incentivos especiales a los desarrolladores de los
mismos.

Conclusión
Según lo observado en el desarrollo de este informe, podríamos resumir que La alfabetización
tecnológica es una manera de incluir y hacer más participativa a la sociedad, en cuanto a avances
tecnológicos se refiere, cuyo objetivo fundamental es del de garantizar la igualdad y equidad,
dando herramientas que permitan el desarrollo profesional y personal de cada individuo

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos82/alfabetizacion-tecnologica-


venezuela/alfabetizacion-tecnologica-venezuela2.shtml#ixzz4g3NWWhhg

Objetivo 3

Moodle (pronunciación AFI /ˈmuːd(ə)l/) es una aplicación web de tipo Ambiente Educativo Virtual,
un sistema de gestión de cursos, de distribución libre, que ayuda a los educadores a crear
comunidades de aprendizaje en línea. Este tipo de plataformas tecnológicas también se conoce
como LCMS (Learning Content Management System). La versión más reciente es la 2.9

Moodle fue creado por Martin Dougiamas, quien fue administrador de WebCT en la Universidad
Tecnológica de Curtin. Basó su diseño en las ideas del constructivismo en pedagogía que afirman
que el conocimiento se construye en la mente del estudiante en lugar de ser transmitido sin
cambios a partir de libros o enseñanzas, y en el aprendizaje cooperativo. Un profesor que opera
desde este punto de vista crea un ambiente centrado en el estudiante que le ayuda a construir ese
conocimiento con base en sus habilidades y conocimientos propios en lugar de simplemente
publicar y transmitir la información que se considera que los estudiantes deben conocer.

La primera versión de la herramienta apareció el 20 de agosto de 2002, a partir de allí han


aparecido nuevas versiones de forma regular. Hasta julio de 2008, la base de usuarios registrados
incluye más de 21 millones, distribuidos en 46.000 sitios en todo el mundo y está traducido a
alrededor de 91 idiomas.1

Estas herramientas son de gran utilidad en el ámbito educativo, ya que permiten a los profesores
la gestión de cursos virtuales para sus alumnos (educación a distancia, educación en línea o e-
learning), o la utilización de un espacio en línea que dé apoyo a la presencialidad (aprendizaje
semipresencial, blended learning o b-learning).

Una de las ventajas es que respaldan la interacción grupal, al mismo tiempo que permite la
conversación privada entre los estudiantes. Este medio es ideal para llevar a cabo evaluaciones del
curso; en este caso el docente prepara una serie de preguntas y las plantea durante la realización
del encuentro con sus estudiantes. Todos los participantes responden y, al mismo tiempo, pueden
hacer observaciones sobre los comentarios expresados por los demás compañeros. Todos los
participantes pueden contribuir simultáneamente mientras el sistema los identifica
automáticamente y al finalizar aparece una transcripción del encuentro. No obstante, es necesario
resaltar que estas herramientas sólo pueden ser utilizadas conectados a Internet.
Uso y manejo de la Plataforma Moodle

Es un software diseñado para ayudar a los educadores a crear cursos en línea de alta calidad y
entornos de aprendizaje virtuales. Tales sistemas de aprendizaje en línea son algunas veces
llamados vles (virtual learning environments) o entornos virtuales de aprendizaje. Características
Moodle es un sistema para el Manejo del Aprendizaje en línea gratuito, que les permite a los
educadores la creación de sus propios sitios web privados, llenos de cursos dinámicos que
extienden el aprendizaje, en cualquier momento, en cualquier sitio. Ya sea que Usted sea un
profesor, estudiante o administrador, Moodle puede cumplir sus necesidades. El núcleo de
Moodle, extremadamente personalizable, viene con muchas características estándar. Eche un
vistazo a las características principales del núcleo de Moodle debajo.

Slide 2

Tipos de foros en Moodle En Moodle existen cuatro tipos de configuración para el foro: Debate
sencillo: el profesor pone un tema y los participantes pueden intervenir. Uso general: todos
pueden abrir temas de discusión y responder, lo cual requiere disciplina y organización en el
manejo de esta estrategia. Cada persona plantea un tema: es similar al foro para uso general, la
diferencia es que cada participante puede proponer sólo un tema. P y R (Pregunta y Respuesta):
todos los participantes pueden plantear preguntas y los estudiantes no pueden visualizar las
respuestas de sus compañeros hasta después de haber contestado.

Objetivo 4 lo del trabajo

El procesador de texto es un tipo de aplicación informática para la creación, edición, modificación


y procesamiento de documentos de texto con formato (tal como el tipo y tamaño de la tipografía,
adición de gráficos, etcétera), a diferencia de los editores de texto, que manejan solo texto simple.

Los procesadores de textos son una clase de software con múltiples funcionalidades para la
redacción, con diferentes tipografías, tamaños de letras o caracteres, colores, tipos de párrafos,
efectos artísticos y otras opciones.

Representa una alternativa moderna a las antiguas máquinas de escribir, siendo mucho más
potente y versátil.

Índice

1 Funciones

2 Tipos

3 Véase también

4 Enlaces externos

Funciones

Archivo:LibreOffice-Headings-Uk.ogvReproducir contenido multimedia


Screencast mostrando el manejo de encabezados en Libreoffice Writer, un procesador de tipo
WYSIWYG.

Los procesadores de textos brindan una amplia gama de funcionalidades, ya sean tipográficas,
semánticas, organizativas o estéticas; con algunas variantes según el programa informático de que
se disponga.

Como ocurre con la mayoría de las herramientas informáticas, los trabajos realizados en un
procesador de textos pueden ser guardados en forma de archivos, usualmente llamados
documentos, así como impresos a través de diferentes medios.

Los procesadores de texto también incorporan correctores de ortografía y gramática, así como
diccionarios multilingües y de sinónimos o tesauros, que facilitan en gran medida la labor de
redacción.

Tipos

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/4/42/LyX1.6.3.png/220px-LyX1.6.3.png

Captura de pantalla de LyX con varios documentos abiertos.

La mayoría de los procesadores de texto más utilizados en la actualidad se basan en el concepto


WYSIWYG (del inglés What You See Is What You Get, que significa ‘lo que ves es lo que obtienes’),
en el que el aspecto final del documento es el que el usuario ve mientras lo edita. Este tipo de
programas utilizan formatos de archivo propios o estándares, tales como OpenDocument (.odt) u
Office Open XML (.docx). Algunos procesadores de texto bastante reconocidos que pertenecen a
esta categoría son Apache OpenOffice Writer, LibreOffice Writer, Microsoft Word, AbiWord,
KWord.

Una aproximación diferente a la edición de textos es la que hacen los editores de TeX (y sus
derivados como LaTeX), que usan código fuente (texto plano) que es procesado para crear
archivos de texto con formato en forma de un archivo de impresión, tal como PDF o PostScript.
Entre este tipo de programas se encuentran Kile, Texmaker, TeXstudio, TeXworks, entre otros.

Otro tipo son los procesadores WYSIWYM (del inglés What You See Is What You Mean, que
significa ‘lo que ves es lo que quieres decir’). Estos integran las características de los editores de
TeX con las características de los procesadores WYSIWYG. Dentro de esta categoría se destaca el
programa LyX.

Un procesador de texto

es una aplicación informática que permite crear y editar documentos de texto en una
computadora. Se trata de un software de múltiples funcionalidades para la redacción, con
diferentes tipografías, tamaños de letra, colores, tipos de párrafos, efectos artísticos y otras
opciones.
Procesador de texto

Los procesadores de texto cumplen con una función similar a la que cumplían las máquinas de
escribir hace algunas décadas, aunque mucho más completa y compleja. En la máquina de escribir,
por ejemplo, cada letra tipeada por el usuario era impresa de forma inmediata en el papel, lo que
imposibilitaba la posibilidad de borrar.

Con un procesador de texto, en cambio, es posible borrar y editar el contenido en todo momento
ya que su funcionalidad básica se realiza sobre la pantalla. Una vez que la tarea de redacción ya
está completada, el usuario tiene la opción de guardar el documento en un soporte informático
(ya sea en el disco rígido de su computadora, en Internet o en CD) o de imprimir el material.

Pero este tipo de programas informáticos presentan además otro importante número de
posibilidades que son las que han hecho que pasen a ser piezas imprescindibles tanto en nuestra
vida personal como en el ámbito laboral.

En concreto, nos permiten editar por completo un texto y hacerlo lo más atractivo posible. Eso
supone, entre otras, el dotarle de una tipografía concreta, un tamaño de letra determinado así
como proceder a utilizar herramientas para resaltar determinadas palabras o frases. Es decir, nos
da la oportunidad de usar recursos tales como la negrita, la cursiva o el subrayado.

Tampoco hay que olvidarse del conjunto de posibilidades que nos da en cuanto a alineación del
texto, a espaciado entre párrafos, a las sangrías, al color de las letras e incluso a la inclusión de
listas numeradas.

Más herramientas puestas a disposición de los usuarios de los procesadores de texto son la
creación de tablas o la incorporación de elementos tales como cuadros de texto, hipervínculos,
saltos de página, encabezados y pies de página.

Con todo ello, y haciendo empleo también de las diferencias herramientas de diseño de página se
consiguen unos resultados espectaculares y unos documentos muy atractivos.

Otra opción que brindan los procesadores de texto es la utilización de un corrector ortográfico
(una aplicación que detecta las faltas ortográficas y sugiere las correcciones necesarias) o de un
diccionario de sinónimos (que recomienda palabras alternativas a las escritas sin que se altere el
significado del texto).

Los procesadores de texto también permiten intercalar imágenes y distintos tipos de gráficos
dentro del texto, lo que permite crear documentos más avanzados al no limitarse a las palabras
escritas.

Historia del procesador de texto

Los procesadores de texto brindan unas u otras posibilidades según la aplicación de que se
disponga.
Como regla general básica, todos los procesadores de texto pueden trabajar con distintos
formatos de párrafo, tamaño y orientación de las fuentes, efectos de formato, además de contar
con las propiedades de poder cortar y copiar texto, fijar espacio entre líneas y entre párrafos,
alinear párrafos, establecer sangrías y tabulados, crear y modificar estilos, activar presentaciones
preliminares antes de la impresión o visualizar las páginas editadas.

Los procesadores de texto incorporan desde hace algunos años también correctores automáticos
de ortografía y gramática así como diccionarios multilingües y de sinónimos que facilitan
sobremanera la labor de redacción.

Qué es un procesador de texto

Los procesadores de textos son uno de los primeros tipos de aplicaciones que se crearon para las
computadoras personales.

Originalmente, los procesadores sólo producían texto, actualmente los formatos que emplean
(DOC, RTF, etc.) permiten incorporar imágenes, sonidos, videos, etc.

Los procesadores de texto más conocidos son NotePad, WordPad y Word de Microsoft.

También son destacables el OpenOffice, WordPerfect, KWord, etc.

Actualmente la mayoría de los procesadores de texto son del tipo WYSIWYG (por ejemplo, los
editores web).

Los componentes o funciones habituales que forman parte de los procesadores de textos son: el
cursor, editar, cortar, pegar, copiar, borrar, insertar, buscar, reemplazar, seleccionar e imprimir.

En tanto, en procesadores de textos más avanzados, en general, cuentan con los elementos:
justificar, las plantillas, la herramienta de ortografía, la selección, el formato de texto, márgenes,
tablas, gráficos, hojas de estilos, fuentes, espaciados, etc.

Procesadores de texto - Evolución

El procesamiento de textos no nación de la tecnología informática. Se desarrolló de las


necesidades de escritores más bien que de las de matemáticos, aunque más adelante se
combinara con el campo de las computadoras.

La historia del procesamiento de textos es la historia de la automatización gradual de los aspectos


físicos de la escritura y la edición, y el refinamiento de la tecnología para ponerla a disposición los
usuarios individuales y corporativos.

La invención de la imprenta y de los tipos móviles en el final de la edad media fue el paso inicial en
esta automatización.

Pero el mayor avance desde la escritura manual lo fue la máquina de escribir. Henry Mill, ingeniero
inglés de principios del siglo XVII, es considerado su inventor. El hecho de que hoy casi no se sabe
nada sobre su invento es evidencia de su carencia del éxito.
Christopher Latham Sholes, con la ayuda de dos colegas, inventó la primera máquina de escribir
aceptada, en 1867.

Comenzó a comercializarse en 1874, por una compañía de fabricación de armas, llamada


Remington & Sons, aunque esta información es todavía improbable.

La desventaja principal de este modelo era que imprimía en la superficie inferior del rodillo, de
modo que el mecanógrafo no podía ver su trabajo hasta que había acabado.

La aceptación de la máquina de escribir fue lenta al principio, pero se facilitó durante los años
próximos gracias a varias mejoras. Éstas incluían: la tecla de mayúsculas, que permitió
mecanografiar letras capitales y minúsculas con las mismas teclas (1878); impresión en el lado
superior del rodillo (1880); y el tabulador, permitiendo el ajuste de los márgenes (1897).

Thomas Edison patentó una máquina de escribir eléctrica en 1872, pero el primer modelo
realizable no fue introducido hasta los años 20. En los años 30, IBM introdujo una versión más
refinada, la IBM Electromatic. "Aumentó grandemente las velocidades de escritura y ganó
rápidamente la aceptación en la comunidad de negocios."

En 1964 IBM desarrolló la MT/ST (máquina de escribir magnética de Tape/Selectric), que combinó
las características del Selectric (una bola con los tipos imresos) con una de cinta magnética. La
cinta magnética era el primer medio de almacenaje reutilizable para la información
mecanografiada. Con esto, por primera vez, el material mecanografiado podía ser corregido sin
tener que escribir de nuevo el texto entero a máquina.

En la cinta, la información se podía almacenar, y usar de nuevo, corregir, reimprimir tantas veces
como fueran necesarias, y después borrar y reutilizar para otros proyectos. Este desarrollo marcó
el principio del procesamiento de textos como se conoce hoy.

También introdujo el procesamiento de textos como una idea y concepto definidos. El término
primero fue utilizado en la comercialización de la IBM del MT/ST como "máquina de
procesamiento" de textos. Era una traducción del término alemán textverabeitung, acuñado a
finales de los años 50 por Ulrich Steinhilper, ingeniero de la IBM. Que lo utilizó como término más
exacto para referirse al acto de mecanografiar.

La IBM lo redefinió "para describir maneras electrónicas de manejar un sistema estándar de


actividades de la oficina -- componiendo, revisando, imprimiendo, y archivando un documento
escrito."

En 1969 IBM introdujo la MagCards, tarjetas magnéticas que se insertaban en una caja unida a la
máquina de escribir y grababan el texto mientras que era mecanografiado. Las tarjetas se podían
entonces utilizar para buscar y reimprimir el texto.

Éstos eran útiles sobre todo a las compañías que tenían que enviar gran cantidad de cartas. Sin
embargo, solamente se podía almacenar un valor aproximado de una página en cada tarjeta.

En 1972 Lexitron y Linolex desarrollaron un sistema similar de procesamiento de textos, pero


incluyeron las pantallas de visualización y los cassettes de cinta para el almacenaje.
Con la pantalla, el texto podría ser incorporado y ser corregido sin tener que producir una copia
dura. La impresión podría ser retrasada hasta que el escritor estuviese satisfecho con el material.

El disquete marcó una nueva etapa en la evolución de los medios de almacenaje. Desarrollado por
IBM a principios de los años 70 para el uso en la informática, pronto fue adoptada por la industria
del procesamiento de textos. Vydec, en 1973, parece haber sido el primer fabricante que
produjera un sistema de procesamiento de textos usando los disquetes para el almacenamiento.

Los medios de almacenamiento anteriores podían guardar solamente una o dos páginas de texto,
pero los primeros discos eran capaces de almacenar 80 a 100 páginas. Este aumento de la
capacidad de memoria permitió la fácil creación y edición de documentos de páginas múltiples sin
la necesidad de cambiar el medio en que se almacenaban los datos.

Durante los diez años próximos muchas nuevas características fueron introducidas en el campo.
Una innovación importante era el desarrollo de los programas del chequeo de la ortografía y de las
listas de correo. Otro avance, introducido por Xerox en su Sistema de Información Estrella (Star
Information System), permitieron el trabajar en más de un documento a la vez en la misma
pantalla.

Algunos programas ahora incluso incorporan las funciones de contabilidad y de inventario,


combinando el procesamiento de textos con la informática y terminar así la unión del procesador
de textos a la computadora. El campo combinado se conoce como tratamiento de la información.

El WORDSTAR, desarrollado por Micropro International, emergió como el estándar de la industria


en paquetes de software, aunque otros, actualmente, lo sobrepasan en muchísimas
características.

Hay más de sesenta sistemas completos del procesamiento de textos en el mercado, y más de
treinta paquetes de software para el uso en computadoras, todos con diversas capacidades y
demandas sobre su eficacia.

en junio 09, 2017

http://luisduranvenezuela.blogspot.com/2017/06/las-tic-como-herramienta-para-la.html?m=0

Importacia De las TIC Como Herramienta Para La Democratizacion Del


Conocimiento, La Transformacion Social y La  Emancipacion Del Ser
Humano
Las TIC hacen referencia a las Tecnologías de la Información y la Comunicación.
Las TIC constituyen nuevas formas de conocimiento que se convierten en herramientas
para formar las redes de comunicación y favorecer la incorporación masiva de saberes
desde una perspectiva de soberanía de Estado e Independencia Tecnológica. Invertir en
Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) es un componente transversal que
afecta y potencia todo el esfuerzo continental para que la ciencia, la tecnología y la
educación se incorporen como herramientas poderosas para avanzar hacia la Sociedad del
Conocimiento, contribuyendo a mejorar la educación, la salud, el nivel de vida, el
bienestar, la seguridad y la gestión de los servicios públicos.
                                           

Se enfatiza la importancia de las TIC como una herramienta transversal que contribuye al
desarrollo sostenible y equitativo, al fortalecimiento de la gobernabilidad y la promoción de
los derechos humanos, así como a la necesidad de trabajar intensamente para asegurar
que , particularmente los que se encuentran en situación vulnerable, en desventaja y con
necesidades especiales, puedan participar de los beneficios potenciales generados por
las nuevas tecnologías. Estas también pueden ser un elemento central para asegurar la
colaboración en ciencia, tecnología e innovación en el Continente. Existe la necesidad de
contar con herramientas y mecanismos efectivos que logren informar de manera masiva a
la población, el uso y acceso a nuevas tecnologías de información deben de formar parte
de una estrategia de desarrollo integral. De la misma forma, las TIC deben ajustarse a las
necesidades locales.

                

El proceso de inclusión social requiere el desarrollo local de instrumentos de TIC


adecuados culturalmente a cada región. Es esencial considerar la sostenibilidad de dichas
estrategias, tanto en términos financieros como en la creación de una cultura ciudadana, a
través de la educación y entrenamiento. Las TIC pueden implementarse exitosamente
como resultado de un proceso de empoderamiento de la comunidad; es decir, cuando se
desarrollan en el marco de un proceso sostenido de involucramiento social.

El uso adecuado de las TIC brinda posibilidades para la democratización de las


comunicaciones y la creación de opinión pública en el debate de ideas, creencias y
conocimientos. La utilización de tecnologías de la información y de la comunicación de
bajo costo, combinadas con regulaciones, políticas públicas propicias y modelos de
desarrollo basados en las comunidades, permiten proporcionar mayores beneficios a las
personas, las organizaciones y a sus comunidades y aprovechar las TIC para usos
estratégicos.

  
http://lasticsylatransformacionsocial.blogspot.com/
Introducción La crisis de las democracias representativas es un hecho incuestionable.
Latinoamérica, y por supuesto la América Central, afrontan con matices la erosión de la confianza
en las instituciones políticas, en especial los partidos políticos y asambleas legislativas. El sistema
político de corte tradicional, por una serie de razones, ha sido incapaz de agregar, procesar y
resolver las demandas de los sectores más excluidos y vulnerabilizados. Por el contrario, tiende a
invisibilizar y a estigmatizar las demandas que ponen en cuestión la autoreferencia de las elites y la
desmesurada concentración de la riqueza en una minoría. Frente a esa evidencia, el proceso
democrático debe ser repensado para incorporar mecanismos de participación ciudadana que
bajo pautas de transparencia y credibilidad faciliten el acceso de los sujetos colectivos a la toma de
decisiones sobre los asuntos públicos. Mientras tanto, la efervescencia social sigue tiñendo el
mapa regional, a pesar de los bloqueos de la política formal. La esperanza en un cambio social
trascendente que altere la matriz de inequidad social está latente en el plural y heterogéneo tejido
social latinoamericano. Las coyunturas actuales han acelerado la maduración de la conciencia
emancipadora en varias franjas poblacionales que antes consideraban como natural la condición
excluyente del sistema social. El cambio social no es automático ni lineal, pero sería iluso no
percatarse de las variables que hoy día condicionan la emergencia de sujetos colectivos, que
aceptando su diversidad, tratan de combatir su fragmentación, para asumirse en proyectos
comunes hacia un desarrollo incluyente. Los movimientos sociales son actores privilegiados para
pensar y perseguir nuevas formas societales a tono con los desafíos contemporáneos de la región.
No se trata de sustituir a los partidos políticos y a otras entidades, se trata de que ante la inercia
paralizante de las instituciones políticas tradicionales, los movimientos sociales se conviertan en
portadores de cambio, para presionar al sistema social hacia una nueva configuración del poder,
bajo relaciones más horizontales y participativas. Este documento trata de aproximarse a los
condicionantes del cambio social como categoría de análisis que debe ser revalorada por las
fuerzas progresistas y, para ello, concentra su mirada en la acción colectiva de los movimientos
sociales, mostrando de manera apretada una síntesis de las principales discusiones teóricas acerca
de su origen, caracterización y potencialidad liberadora. 4 Capítulo I. Cambio social, conciencia y
emancipación Hombres y mujeres a lo largo de la historia han vivido en contextos donde la
injusticia, la desigualdad y la explotación han sido siempre amenazas y realidades para una
mayoría de la población. Cada forma de organización social, cada ideología ha planteado la
búsqueda de un orden y una idea de justicia, que en general adversa a la forma de organización e
ideología precedente. Así la sociedad feudal sustituyó a la esclavista, la ideología capitalista
confrontó a la estructura feudal; el socialismo criticó los círculos de exclusión de la sociedad
burguesa. Es parte pues de la dialéctica humana la confrontación entre viejos y nuevas esquemas
de ordenamiento societal. Cuando más parece consolidarse una ideología y su reflejo social, más
temprano que tarde, al amparo de utopías movilizadoras, se fraguan las fuerzas que promoverán
una nueva época. Por tal razón es un contrasentido señalar -como algunos se han aventurado a
decir- que con el triunfo coyuntural de la democracia liberal y el capitalismo de mercado, se ha
llegado ya al Fin de la Historia. Si bien la trayectoria de la humanidad no puede graficarse de
manera lineal, como un asenso inevitable y sin cortapisas hacia mejores niveles de vida, al menos
se observa una tendencia en espiral abierto, con retrocesos, estancamientos, pero siempre
apuntando a la posibilidad de cambio social pese a la resistencia del poder(es) hegemónico(s). Se
puede por medios coactivos o persuasivos detener la fuerza emancipadora de las masas excluidas,
pero no de forma definitiva ni permanente. Por supuesto, también hay evidencia de procesos de
cambio que desembocan en experiencias frustrantes, que pasado unos años, retroceden al a un
estadio inferior, pero no significa que tales yerros, fosilizarán para siempre las energías sociales.
Los procesos de cambio social se configuran por regla general en derredor de las tensiones o
conflictos. La privación material de muchos frente a la riqueza de pocos es en sí mismo un
conflicto, pero téngase cautela, esta condición objetiva no supone necesariamente vehicular un
proceso de cambio. Solo cuando los sujetos interiorizan su condición de exclusión y equilibran sus
expectativas racionales hacia el sistema social vis a vis con sus expectativas de una vida buena, es
que están en condiciones de llegar a convertirse en sujetos y actores colectivos que demanden al
sistema un correctivo a las injusticias. Se pasa entonces de la expresión objetiva de la injusticia a la
expresión subjetiva en la conciencia como requisito para la expresión política del conflicto. La
dialéctica de la lucha social es capaz de ir arrojando equilibrios que disipen la esencia de algunas
tensiones, fomentando cohesión e integración social1 . 5 Con el tiempo o simultáneamente, otros
antagonismos irán emergiendo y consolidándose en su expresión política, dando lugar a nuevos
actores con nuevas o renovadas luchas. Por tanto, el conflicto como la cooperación son dos caras
de la sociedad humana. En nombre de una artificial y monolítica armonía, querer anular o negar la
existencia de las tensiones sociales es siempre un craso error, es preferible invertir en las
capacidades de la sociedad para procesar los conflictos, especialmente aquellos de índole
estructural, por la vía de mecanismos transparentes, plurales y efectivos que desemboquen en
acuerdos equitativos con responsabilidades compartidas, pero fijados a partir del reconocimiento
de la desigual ubicación que unos y otros sujetos ocupan en la estructura social. En la medida en
que los sistemas sociales sean incapaces de procesar sus contradicciones (sea porque las nieguen
o las mediaticen), la violencia estará cada vez más cerca de ser usada como un recurso de los
actores, tanto de los que están bloqueando la inclusión (que es en sí ya una forma de violencia)
como de una parte de aquellos que se saben marginados, invisibilizados y rechazados por el
sistema. A. Los roles y actitudes ante el cambio social En las colectividades humanas,
tendencialmente, han podido advertirse tres tipos de papeles: 1) los conservadores del sistema, 2)
los reformistas, 3) los que apelan al cambio radical. De la correlación de fuerzas (poder) que
obtengan los defensores de cada una de estas tres opciones, junto a la presencia de otros factores
estructurales y coyunturales dependerá la continuidad, modificación o ruptura del sistema social.
1. Los conservadores En principio se esperaría que aquellos que defiendan a pie juntillas el orden
imperante sean las elites directamente beneficiadas de los privilegios que otorga su situación de
poder. Esta defensa material del statu quo puede revestirse también de convicciones éticas,
morales y políticas. Pues bien, en virtud de que la mayoría de las formaciones sociales han sido
excluyentes, las elites han interiorizado que no solo con la fuerza pueden imponerse, ya que es
importante también contar con franjas de población subalternas que posean la convicción de que
tal sistema es el más conveniente – aunque su posición social no sea necesariamente decorosa-, y
de que vale mejor oponerse a quienes promuevan cambios profundos. Es decir, frente a la
naturaleza dinámica de la sociedad, aunque a veces se atasque o ralentice, los seres humanos 6
tienden a resistirse al cambio, como un reflejo del temor a la incertidumbre, a la pérdida de las
rutinas que en apariencia dan sentido a sus vidas. Tampoco conviene oponer una posición
maniquea en contra de los que asumen el papel de conservadores, de hecho, es parte de la
condición humana defender ideas, costumbres, estructuras, sistemas. La pregunta crítica que cada
cual debería hacerse, como imperativo ético, es si lo que se defiende vale la pena desde el punto
de vista de una justicia incluyente, de una sociedad más plural y tolerante. Los conservadores que
copan las prebendas del sistema, como medio para asegurar la permanencia de las cosas,
procurarán cada vez que les sea posible desactivar los dispositivos críticos que pudiesen hacer
surgir en los sujetos preguntas claves que pongan en duda sus convicciones y prácticas. Si antes la
religión fue tergiversada y erigida como medio predilecto (en contra de los principios de
emancipación que plantea por ejemplo el núcleo sustancial del cristianismo), hoy la seudo religión
se acompaña de la domesticación del pensamiento que protagonizan los medios de comunicación
de masas como correas de transmisión de los grupos concentradores de las decisiones y los
recursos. No, de ninguna manera se puede condenar las actitudes conservadoras, tarde o
temprano en una u otras circunstancias todas y todos las sacan a flote, para defender incluso las
conquistas sociales logradas en el pasado. Se reitera, el problema estriba cuando la resistencia al
cambio se basa en una mera protección de privilegios individuales o de grupo (a costa del
bienestar del otro (a), o si se basa en una convicción acrítica, que demoniza toda idea de cambio
que escape de las coordenadas toleradas por la ideología y la moral dominante. Se tiene el
derecho de pensar de la manera que sea, pero cierto es también que se tiene el deber ético de
reflexionar sobre las propias creencias, tanto para afirmarlas como para modificarlas: he ahí uno
de los principios orientadores de la libertad humana. 2. Los reformistas Se piensa que esta
posición de común es asumida por quienes tienen un pie en los patios del sistema de privilegios y
otro cerca de la incertidumbre: la clase media dirían muchos, si lo trasvasan a la clasificación de
clases y estratos sociales. Pero como suele suceder, en el campo empírico siempre aparecen
sorpresas. Además, ícono del gatopardismo, algunos de los que degustan las mieles del poder,
pueden intuir que la sociedad necesita cambios y, que mejor que ellas, las elites, maniobren las
palancas del cambio hasta donde sea conveniente sin poner en riesgo la dominación. 7 Adaptación
en lugar de cambio trascendental o lo que es lo mismo: “Cambiar para que todo siga igual”, como
refiere el dicho. Sin embargo, tampoco se trata de dar un tono peyorativo a la reforma, porque
ésta cuando viene precedida de pactos sociales incluyentes, de procesos de cohesión social, es la
mejor alternativa para adaptarse virtuosamente a las necesidades de la época, sin la externalidad
de sociedades fracturadas por el odio y el resentimiento. En otras palabras, las reformas son
idóneas para lubricar formaciones sociales que antes definieron reglas de juego, prácticas
institucionales y hábitos de ciudadanía integradores. Por supuesto no es el caso de la mayoría de
las sociedades latinoamericanas y centroamericanas, por lo que las reformas en estos países,
normalmente, lubrican sí, pero al statu quo, con leve incidencia sobre las causas que explican la
brecha entre la riqueza de unos pocos y la miseria de muchos. Peor aún es la situación cuando los
reformistas sociales se auto adjudican la etiqueta de actores exclusivos del cambio social, pese a
que sus circunstancias materiales – aunque lejos de aquellas que ostentan los más privilegiados-
se sitúan a varias lunas de distancia de los parias. En efecto, hablan en nombre de los excluidos, les
gestionan proyectos y ayudas, pero refunfuñan si éstos osan levantar su propia voz y hacerlos a un
lado para representarse ellos mismos, sin mediaciones de oropel. Subrayando de nuevo el
comentario hecho respecto de los conservadores, aquí también es importante que cada cual
reflexione sobre la dirección y magnitud de las reformas que necesita una sociedad para propiciar
crecimiento adecuado, equidad social en un contexto progresivo de libertad, responsabilidad y
autonomía del sujeto. Cuando las reformas se quedan en la orillas de la corriente, es casi
inevitable que estemos en presencia de fachadas institucionales que poco o nada resistirán a los
primeros embates económicos o políticos. 3. Los que apelan por el cambio profundo Siempre
habrá una franja de población que asumirá la necesidad de un cambio de raíz en las estructuras
del sistema social. ¿De qué depende la expansión o contracción del pensamiento revolucionario?
De antemano se sabe que la respuesta tiene que ver, como cualquier fenómeno complejo, con una
serie de variables intervinientes y, al respecto, es aconsejable mencionar al menos tres factores
cruciales:  El nivel de desigualdad al que ha llegado una sociedad determinada 8  El nivel de
conciencia de las personas y grupos sobre su condición y ubicación dentro de la sociedad  El nivel
de organización social que pudiese alterar la correlación de fuerzas del sistema dominante o
hegemónico En sociedades con altos niveles de exclusión, digamos con coeficientes GINI iguales o
superiores a 0.50, la polarización social, aunque no tenga expresión política, está activada desde el
mismo momento en que un puñado de individuos, familias y grupos ostentan una riqueza y un
nivel de consumo ofensivo para el resto de la población. En este escenario las clases medias
tienden a ser poco significativas a nivel porcentual, porque la marginación suele abarcar a la
mayoría de los habitantes. Cualquiera, guiado por el sentido común, diría que ante tales
condiciones objetivas debería prosperar una apelación por el cambio radical. Sin embargo, si ese
factor no se encuentra conectado con una condición subjetiva -un alto nivel de conciencia
colectiva sobre las razones que explican la ubicación de las personas en la estructura
socioeconómica- se está en presencia de una dosis alta de alienación de la conciencias que
provoca, entre otros efectos, que las personas asuman las injusticias como naturales e insalvables,
atribuyendo la explicación de su realidad a motivos de índole mágico o metafísico. Caso contario
es cuando la marginación es verificable y, superada la alienación, se complementa con un
desarrollo de la conciencia crítica, acompañado por un proceso de organización social que vehicule
la insatisfacción hacia estrategias políticas para acceder a la conducción societal. El cambio
profundo o radical no debería necesariamente implicar un cambio violento, pero está claro que en
la medida en que el statu quo se oponga a desbloquear la movilidad social de los excluidos – lo
cual generalmente sucede- las tensiones sociales sólo tenderán a crecer, peor aún si la clase
dominante recurre a la represión como mecanismo privilegiado de contención de las demandas,
pues en ese caso se amplían las posibilidades de una radicalización de los medios de acción de los
movimientos que abanderan el cambio. Como escribiera Bertold Brecht: Las revoluciones nacen en
un callejón sin salida. O como también dijera el propio JFK: Quien le cierra el camino a las
revoluciones pacíficas le abre camino a las revoluciones violentas. 9 B. Dos enfoques
complementarios para el cambio social Para alcanzar un desarrollo incluyente es menester la
concurrencia de dos orientaciones racionales, pero la una sin la otra, anularía de manera
sustancial el impacto de cada una de ellas. La primera racionalidad tiene que ver con el enfoque
del orden y la eficiencia, la segunda atiende al enfoque de la justicia distributiva. Ambas
perspectivas se necesitan y refuerzan la una a la otra, pero, de manera lamentable, en realidad
suelen ser confrontadas de manera irreconciliable. 1. El enfoque del orden y la eficiencia Se refiere
a la capacidad de un sistema determinado de organizar rutinas y procedimientos para cumplir de
manera satisfactoria los objetivos de las normas y las instituciones, mediante la aceptación y
cumplimiento de los roles asignados a cada cual. Un grado de orden será siempre deseable para
echar a andar los sistemas, tanto en el nivel macro, meso y micro. Este enfoque presenta
problemas cuando suele ser defendido como la única racionalidad necesaria para generar
desarrollo y cohesión social. En efecto, desde una postura conservadora se suele alegar que para
solventar los problemas de la sociedad basta y sobra con que se aplique la ley, se contrate y se
respete una carrera meritocrática, se optimice el gasto estatal y se combata con firmeza al crimen
en general y la corrupción en particular. Está de más defender la importancia de observar los
aspectos anteriores pero, sin lugar a dudas, son reprochables las posturas que se atrincheran de
manera exclusiva en esta racionalidad, rechazando la legitimidad y pertinencia de la acción política
de aquellos sujetos que más allá de una idea de orden (limitado al funcionamiento de lo actual)
promueven ampliar y romper los límites de compatibilidad del sistema para alcanzar una sociedad
más equitativa, en la que el Estado y el conjunto de instituciones de la sociedad propendan a
desarrollar las energías creativas de las personas pero actuando a su vez, para evitar que las
capacidades y oportunidades se concentren en una minoría. La mera apelación a la idea de orden
y eficiencia puede aplicarse a Wall Street, a una organización criminal, a un ejército, a un sistema
tributario, pero no por ello -por ser debidamente ordenados desde una determinada lógica- estas
entidades cumplirían necesariamente una función comprometida con la equidad. Orden para qué,
es la 10 pregunta, y la respuesta no es aquel tipo de orden comprometido únicamente al mero
crecimiento económico o la previsión de rutinas, no, más bien interesa y se requiere una lógica de
orden subordinada a la idea de justicia social. 2. El enfoque de la justicia distributiva2 Alude a la
capacidad del sistema de contrarrestar las tendencias hacia la desigualdad que en menor o mayor
medida siempre se proyectan en una sociedad determinada. Por supuesto que los niveles de
justicia distributiva están en estrecha relación con los grados de desigualdad socialmente tolerada.
Esta racionalidad para ser efectiva, se sobreentiende, requiere de un aceptable nivel de orden y
eficiencia, pero en función de unos objetivos sociales que se contraponen al mantenimiento de
elites concentradoras de la riqueza. En un Estado moderno, según los niveles de desigualdad,
estado de la conciencia colectiva y nivel de correlación de fuerzas, este enfoque puede aplicar
intervenciones en al menos tres campos de acción: a) Sobre la propiedad y distribución de los
activos, bienes y servicios Se reconoce que este es el nivel de desigualdad donde suele ser más
difícil incidir, pues solo una correlación de fuerzas favorable puede llevar a que se afecten en
forma satisfactoria los parámetros legales e institucionales que eviten la concentración de la tierra
y recursos naturales, el acceso al crédito, el conocimiento científico y técnico, la renta personal, el
espectro radioeléctrico, así como el conjunto de bienes y servicios necesarios para el desarrollo de
las potencialidades humanas. Se puede argumentar que aquellas sociedades que logran definir
parámetros que eviten la concentración escandalosa de los recursos son las que están en mejores
condiciones de sostener sociedades más cohesionadas. b) Sobre el sistema tributario Aquí el
énfasis estriba en adecuar la estructura y base tributaria para que las personas naturales y
jurídicas que obtienen mayores ingresos (ya sea por 11 salarios, utilidades e intereses) paguen
proporcionalmente más impuesto al Estado. Esta orientación del tributo es lo que se conoce como
principio de progresividad fiscal, que se antepone al principio de regresividad fiscal que prevalece
en regiones como Latinoamérica, en la que los ricos en general, en términos porcentuales sobre su
ingreso, pagan menos que las clases medias y los pobres. Aquellos países occidentales que
después de la segunda guerra mundial, con matices, privilegiaron los impuestos directos, como el
de la renta, sobre una base progresiva, lograron por esta vía no solo aumentar la presión tributaria
sobre el PIB sino que mejoraron los niveles de equidad. Son particularmente reconocidos los
pactos fiscales que sostienen la estructura tributaria en los países escandinavos, considerados, por
cierto, como los países que en general han alcanzado mayores niveles de desarrollo humano
sostenible. Es irrisorio que la mayoría de los países latinoamericanos, a pesar de exhibir los más
altos niveles de desigualdad en el mundo, muestren escasos esfuerzos por aumentar la presión
tributaria o por reducir la regresividad fiscal; bien al contrario la mayoría de sus recaudaciones de
impuestos provienen de impuestos indirectos como el IVA (o su equivalente en cada país). Más
lamentable es que en esta región, y Centroamérica no es la excepción, la propuesta política por
una reforma fiscal progresiva, que aumente la presión tributaria para financiar las brechas
sociales, es un tema de escaso o nula concurrencia en la agenda social y política. A los sumo, las
reformas fiscales se fundamentan en objetivos de mejorar la recaudación (lógica de orden y
eficiencia) o de aplicar algunos tributos aislados que no repercutirán sustancialmente en la
disminución de la inequidad. Es valiosa toda propuesta para mejorar la recaudación por la vía del
fortalecimiento de los sistemas de información, control y sanción, pero en definitiva para países
tan desiguales como los latinoamericanos que muestran una carga tributaria en promedio dos
veces menor que de los países europeos, esos esfuerzos distan de ser suficientes; sin embargo, el
bloqueo a la discusión pública sobre este tema -y no digamos el bloqueo a su incorporación en la
agenda política- pronostica pocas probabilidades de reducir la diferencia abismal de la riqueza
entre los diferentes estratos. 12 Como un apunte adicional conviene cautelar que en todo caso
deben fijarse límites a los rangos impositivos, en el sentido de que no perjudiquen la
competitividad económica. Pero la evidencia muestra que en nuestra región ése no es el
problema, pues los rangos de impuesto directo pueden considerarse bajos. Peor aún las reformas
neoliberales que desde los años ochenta se aplicaron en la mayoría de los países de la región
postulaban que la baja de los techos tributarios motivaría a las empresas a reinvertir esos
excedentes en el sistema productivo; sin embargo, hay evidencia de que esas rebajas fomentaron
más el capital especulatorio en lugar del productivo. Finalmente, para el caso centroamericano, la
reforma fiscal neoliberal acarreó en la mayoría de países un sistema de exoneraciones para atraer
ciertas inversiones (maquila textil principalmente), que pese a que contribuyeron a generar varios
miles de empleos (muchas veces en condiciones laborales de explotación), también dejaron al
Estado al margen de obtener ingresos fiscales directos por el enriquecimiento que esas empresas
hacían en nuestro suelo, y con nuestra mano de obra barata. Tales exoneraciones también deben
ser revisadas a la luz de un sistema tributario más robusto basado en la idea de justicia social y no
solo de crecimiento económico. c) Sobre la asignación del gasto público Esta es una estrategia de
justicia redistributiva con menor impacto que las primeras dos, pero no por ello carece de utilidad.
Trata sobre los criterios de equidad que motivan a elevar el porciento de gasto social en rubros
como la educación, la salud, la vivienda, el saneamiento, la seguridad social y la protección social.
En Centroamérica consta que los países han venido manteniendo esfuerzos para elevar el gasto
social per cápita, aunque todavía, exceptuando el caso de Costa Rica y Panamá, se mantienen muy
por debajo del promedio latinoamericano, para mencionar una referencia inmediata. Es notable el
caso de Honduras que desde hace un lustro ha logrado asignar al sector educación
aproximadamente un 10% sobre el PIB, colocándose entre los primeros dos países
latinoamericanos que encabezan la lista en este indicador. 13 No obstante estos esfuerzos, los
países centroamericanos, sobre todo los que conforman el triangulo norte, ven competir los
recursos asignados al gasto social con las presiones por aumentar otros rubros del gasto público
tales como seguridad y defensa. La conflictividad de esta subregión, que lejos de ser enfrentada en
clave de reducción de inequidad y aumento de la convivencia cívica, es aprovechada por políticos
decantados por la racionalidad represiva, que además suele dar réditos electorales ante la
desesperación de la ciudadanía por el aumento de la delincuencia. Por otra parte, no siempre el
gasto social llega proporcionalmente a los más necesitados, pues existe evidencia de que algunos
rubros en salud y en educación, e incluso en vivienda, y no digamos en seguridad social, no llegan
a beneficiar en justa medida a los estratos más pobres de la sociedad. Es decir, el propio gasto
social se convierte en algunos campos en regresivo. Luego, la propia asignación social está
afectada por los bajos niveles de asignación para inversiones (pues dado el tamaño limitado de los
recursos asignados estos en su mayoría son absorbidos por el gasto corriente, (en especial:
salarios). En adición, se registra que en varios países de Centroamérica los montos de inversión
social provienen en buena medida de la cooperación internacional, especialmente bajo la forma
de préstamos blandos, ante la incapacidad o escasa voluntad política de los gobiernos para
sufragarlos con gastos propios. Deplorable es también la baja capacidad de ejecución estatal para
realizar esas inversiones en los tiempos previstos, con lo que la ratio endeudamiento- eficiencia de
la inversión suele mostrar niveles magros. La capacidad de optimizar el gasto social asignado, tiene
que ver más con el enfoque de orden y eficiencia, pero una vez más se muestra la
complementariedad de ambos enfoques, ya que de poco serviría aumentar los porcentajes del
gasto social (enfoque de justicia distributiva) si no se mejora también la capacidad de ejecución del
mismo: de manera transparente, proba y oportuna (enfoque del orden y eficiencia). Al principio de
este inciso se mencionó que la asignación del gasto social era una estrategia de menor impacto
que los primeros dos antes expuestos, esto, hay que aclararlo, se debe sobre todo a que si no se
mejora la recaudación fiscal- tanto en la progresividad como en la eficiencia recaudadora- el pastel
de 14 recursos para financiar el gasto público y en particular el gasto social, poco podrá incidir en
alterar la ecuación de desigualdad que caracteriza a nuestros países. C. Estrategias para el control
y sometimiento de las masas a un orden de cosas desigual Las energías sociales que se van
acumulando como resultado de la inconformidad con el orden existente, en especial si éste es
escandalosamente injusto, no se canalizan automáticamente hacia un proyecto de cambio social,
ya sea reformista o radical. Dependiendo de varios factores las elites de un sistema social
inequitativo alternaran al menos el empleo de tres estrategias de control de las masas. 1. La
alienación Este concepto cobró notoriedad con las referencias que tanto Hegel como Marx
hicieron sobre él. A veces se usa en forma indistinta con el vocablo enajenación. Pero en este
apartado no se empleará la noción de autoconciencia de Hegel ni la de objetivación de la
conciencia misma que plantease Marx. Así, el Diccionario de la RAE la define a la alineación como
el proceso mediante el cual el individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta
hacerla contradictoria con lo que debía esperarse de su condición. El mismo diccionario da, entre
otras acepciones, una para el campo de la sicología: Estado mental caracterizado por una pérdida
del sentimiento de la propia identidad. De manera que la alienación es un proceso inducido que
altera las facultades sicológicas de las personas para comprender e identificarse con su realidad.
Siempre tiene que ver con el extrañamiento de la conciencia, ya sea que la manipulación de ésta
se realice en campos como la política, el mercado y la religión. No se trata de satanizar ni a la
política ni al mercado ni a la religión, pero es menester señalar el peligro cuando desde estas
esferas se intenta manipular para colonizar el pensamiento y la acción de las personas y grupos,
anulando la capacidad crítica de la condición humana. 15 Cuando un individuo es vaciado de su
autonomía y capacidad de pensamiento crítico puede ser influenciado fácilmente a aceptar como
naturales una ideología o régimen político, una determinada ubicación injusta en la estructura
económica, una propensión consumista a los productos que le ofrece el mercado, o bien, una
explicación acrítica de la condición espiritual. La alienación, al desactivar el potencial cuestionador
de la mente, conquista el núcleo de razonamiento individual y grupal, planteando una proyección
ilusoria que se eleva a la categoría de natural, inalterable e, incluso, deseable. En otra valencia
opera, para complementar, o quizás como producto de la alienación, el temor a todo cambio que
signifique alterar las premisas sobre las que se configura la rutina, por muy sórdida que ésta sea. El
temor al cambio influye a su vez para que los sujetos alienados reaccionen incluso con agresividad
contra aquellos que promueven nuevos planteamientos que desafíen moderada o radicalmente
un orden de cosas. Habitualmente la alienación provocará en las personas una renuncia a
argumentar dialécticamente sobre las ideas rechazadas, decantándose mejor por prejuicios
descalificatorios o seudo explicaciones mágico-míticas. Por ejemplo, a Francisco Morazán, el
prócer liberal centroamericano del siglo XIX, desde los círculos más oscurantistas se le rechazaba
simple y llanamente, descalificándolo de toda legitimidad, al endosarle, desde el mundo de la
superstición, el epíteto de “brujo”, con el objeto de cercenar la argumentación racional sobre la
necesidad de transformar una sociedad postcolonial anclada en la ignorancia, el desmesurado
poder de las cúpulas eclesiales sobre el Estado, la discriminación y la esterilidad de las fuerzas
productivas. De la misma manera que en sucede en la política, un sistema alienante también
puede presionar mediante la persuasión de la publicidad y la presión social para que la gente
“desee” indefectiblemente consumir tal o cual producto que ofrece el mercado. Vemos así,
muchas veces en nuestra época personas que optan por adquirir un móvil del última generación
antes que destinar sus apretados ingresos en necesidades auténticas de su hogar. Prácticamente,
ha operado un lavado de cerebro al calor de la saturación publicitaria y propagandística. Otra
variante de la alienación puede observarse en cómo los medios de comunicación pueden lograr,
consiente o inconscientemente, que una población pueda consternarse por los sucesos trágicos
ocurridos a algún sujeto de la farándula, pero mostrarse indiferentes o incluso 16 endurecidos
frente a las injusticias cotidianas que suceden delante de su arco visual. No digamos la actitud
pasiva, espectadora, ante las guerras camuflajeadas como juegos pirotécnicos en la TV, y el sutil
manto que desaparece por artilugio a las víctimas, eufemizados como simples y necesarios
“efectos colaterales”. Cierto es que en cada época de la humanidad han existido siempre
dispositivos de alienación, pero ahora es evidente el efecto amplificador que al respecto provoca
la orientación predominante en los medios de comunicación, sin que el debate sobre la
democratización haya concedido suficiente atención a este tema. Los medios de comunicación
pueden, claro está, ser una herramienta útil para el desarrollo del pensamiento reflexivo, pero
también pueden, y de hecho lo hacen, jugar un rol crucial en la dominación, domesticación y
anulación del pensamiento crítico trascendente. Qué se come, qué se viste y cómo se opina hoy
día tiene mucho que ver con el lente selectivo que despliegan los medios para informar, vender o
entretener. 2. La represión Entendida como el conjunto de actos, ordinariamente desde el poder
para contener, detener o castigar con violencia determinadas actuaciones sociales o políticas. La
represión se emplea mediante la fuerza física o la coerción sicológica. Las sociedades humanas
tienden a conferirle a la represión un papel no marginal en el control de la población, de ahí por
ejemplo la orientación penal de los sistemas de justicia para contener los comportamientos
transgresores antes que invertir en sistemas de prevención social y situacional. Pero en lo que
concierne a este apartado, la represión es una estrategia recurrente para intimidar, aislar, alejar o
eliminar a los sujetos que promueven cambios sociales no tolerados por el establishment. Son
famosas y funestas las policías políticas en los países de la Europa del Este durante la hegemonía
de la URSS, como también son de triste recuerdo las guardias civiles y ejércitos de no pocos países
latinoamericanos, que en nombre de la doctrina de la seguridad nacional, torturaron, asesinaron o
exiliaron a miles de ciudadanos (as) por asumir posturas políticas juzgadas como exóticas y
peligrosas a criterio del pensamiento convencional. No debe de soslayarse tampoco que detrás de
las estructuras represivas normalmente se advierten sectores poblacionales mimetizados en un
imaginario social que legitima el uso de la violencia como recurso privilegiado para solventar los
conflictos, tanto sociales como políticos. Los procesos de 17 democratización en la región,
incluyendo la América Central, con pocas excepciones, revelan aún grandes desafíos para
minimizar los resabios de una cultura que apela y justifica la fuerza contra el que adversa nuestras
ideas, (al que se le tilda de “enemigo”) o, incluso, en contra del desconocido que luce
“sospechoso”. Los altos montos presupuestarios concedidos a las áreas de seguridad y defensa, en
desmedro de la educación, la salud y la protección social, han sido indicadores notables en
nuestros países, sin perjuicio de reconocer que tras el cese de la guerra fría y el advenimiento de
acuerdos de paz en Centroamérica, se observó una tendencia a reducir estos gastos, pero que por
la impronta de los climas de inseguridad ciudadana y el crimen organizado (y otras razones), las
elites políticas se vieron nuevamente tentadas a ofrecer el dispositivo policial (y militar también)
como “gran alternativa” para enfrentar el problema, por supuesto, sin resultados satisfactorios. Y
hoy día, que se ha reactivado de nuevo la protesta y la movilización social para plantear demandas
que el sistema político formal no quiere o no puede procesar, se ve como los dirigentes políticos
oponen a los demandantes el brazo armado, bajo una racionalidad que criminaliza la protesta,
antes que incorporar y empoderar a los actores excluidos que se sienten defraudados con las
partidocracias. De modo que la lógica policial-militar se erige como el gran dispositivo estabilizador
de sociedades desiguales, excluyentes y con vastos remanentes de una cultura autoritaria. Se ha
instalado en el imaginario una supuesta contradicción insalvable entre el actuar de policías y
militares y el respeto a los derechos humanos, poniendo a estos derechos como un obstáculo
insalvable para que el orden prevalezca en la sociedad. Así, la violación permanente a los derechos
y garantías individuales, apenas pueden ser neutralizadas por el sistema de justicia, sistema que
por si fuese poco, suele disponer de capacidades limitadas para la investigación profesional de los
casos. Véase entonces que la criminalización de la pobreza (los marginales como sospechosos
antisociales, en especial si son jóvenes urbanos con poca escolaridad) y la criminalización de la
protesta, son dos caras de la misma moneda: exclusión social y, por ende, escasez de
oportunidades de integración. Sin dejar de mencionar la doble moral de la valoración social y
actuación de la justicia que puede estigmatizar de por vida a un pobre que delinca o
potencialmente pueda hacerlo, pero se rinde complaciente y/o impotente ante las redes de la
corrupción de cuello blanco o ante las redes del crimen organizado que por lo alto manejan el
trafico de drogas, armas y 18 el lavado de activos. Y como telón de fondo, los grandes medios
corporativos bendicen con la centella de sus cámaras, plumas y micrófonos, los grandes operativos
en los barrios marginales o los despliegues represivos contra las manifestaciones populares,
inflando el ego de mariscales y políticos manoduristas que ven subir como la espuma sus índices
de popularidad no por inaugurar parques o casas de la juventud o por emprender políticas
integrales de integración social sino por encabezar razias urbanas en contra de los previamente
señalados como “enemigos públicos”, casualmente casi siempre pobres o indigentes. Bajo ciertos
contextos, en definitiva, la represión ofrece “réditos” a sus promotores, pero utilizada de forma
continua va arrojando decrecimientos en la utilidad marginal que reporta en comparación a los
primeros momentos o cuando se usa de manera selectiva. Tarde o temprano la gente se cansa y,
en adición, el uso indiscriminado de la fuerza oficial termina rebasando los límites de corrupción y
abuso de la fuerza socialmente tolerada, convirtiéndose en dolores de cabeza para la imagen de
los dirigentes políticos de turno. Por ello es que las elites más sofisticadas alternan la represión
con la alienación para esconder el garrote y sacarlo sólo cuando sea necesario, especialmente en
épocas de crisis. O bien delegan la acción violenta en sicarios y mercenarios contratados
subrepticiamente para ejecutar ciertos trabajos de “limpieza social”. 3. La cooptación Tiene que
ver con las estrategias de penetración del statu quo en los liderazgos de las organizaciones sociales
y políticas, mediante –literalmente- la compra de voluntades a través de canonjías, pagos y
cualquier tipo de componenda, normalmente encubierta, para asegurar que estos dirigentes y/o
líderes actúen en consonancia a directrices establecidas. La cooptación así entendida puede
operar en todas las esferas públicas y privadas en las que se identifiquen liderazgos formales e
informales, pero interesa enfatizar aquélla que tiene como propósito penetrar las organizaciones
sociales o políticas relacionadas directa o indirectamente con los procesos de cambio social. En la
medida en que la probidad y la transparencia sean monedas de raro curso en las interacciones de
los actores sociales, más fácil y aceptado socialmente será permear sus estructuras. Sobrepagos,
obtención de becas, otorgamiento de premios y otros reconocimientos, regalos cuantiosos, son
algunos de los bienes o servicios que el cooptado recibe a cambio de disciplinar su postura, aún y
sea a costa de traicionar los 19 lineamientos de la base social a la que supuestamente representa.
No es entonces fortuita la gran oferta que existe sobre las dirigencias sindicales, campesinas, y en
general de los movimientos sociales para ceder al control de los grupos dominantes, y por
desgracia, no pocos han caído en estas redes, debilitando la acción reivindicativa y transformadora
del movimiento. En síntesis, la alienación, la represión y la cooptación son tres estrategias usadas
por el establishment en forma balanceada, según la coyuntura, para desactivar las energías
sociales que potencialmente pudiesen ser portadoras de un cambio social sustantivo, es decir
emancipatorio. Desde una óptica progresista se debe renunciar a estos mecanismos
estabilizadores de la injusticia, y en lugar de ellos se debería ampliar las perspectivas de la
democracia como construcción de consensos y de poder controlable, a fin de que las decisiones
gocen de legitimidad -no solo de una supuesta legalidad. D. La emancipación como leitmotiv de las
fuerzas progresistas Por mucho tiempo se ha dicho que la principal línea de separación entre la
derecha e izquierda es la concepción de la igualdad. N. Bobbio, en su conocido libro “Derecha e
Izquierda. Razones y significados de una distinción política”, publicado en 1995, defiende esa
distinción, arguyendo que la derecha normalmente se preocupa por una limitada concepción de la
libertad, formal si se quiere, y que a la izquierda lo que más le ha preocupado es la igualdad. Para
Bobbio (2005), la izquierda se puede dividir en gradaciones no por si se plantea o no la búsqueda
de la igualdad, sino en el alcance de la misma y los medios para lograrla, así se entretejen dos
polos: la izquierda radical y la izquierda moderada (que es la que Bobbio privilegia y a la que se
muestra más afín). Posiciones sino antagónicas, pero cuando menos distintas a la de Bobbio con
respecto al planteamiento de la igualdad como factor distintivo entre los polos ideológicos pueden
apreciarse, desde posturas diferenciadas: en el moderado A. Giddens (1994), como también en
pensadores latinoamericanos del talante de E. Gallardo (2005). 3 Estos y otros autores desde
distintos parapetos, tácitamente coinciden en señalar que si bien se reconoce la preocupación de
la izquierda por la igualdad, la distinción no puede reducirse a ese campo. Y no puede reducirse a
la igualdad porque ésta, en mayor o menor grado, puede lograrse mediante ciertos tipos de
repartición, pero la 20 mera repartición no es en si misma una acción liberadora, ya que en ciertos
casos puede producir la anulación del sujeto ante un todopoderoso Estado que dice repartir la
riqueza existente bajo una discrecionalidad extrema en la gestión de lo público, a favor de los altos
rangos de las burocracias, en perjuicio de la mayoría de la población. De manera que se propone
distinguir a la izquierda, ayer, hoy y siempre, por su carácter emancipador, el cual se acumula y
renueva históricamente, es decir por la existencia de un proyecto liberador del ser humano. La
emancipación tiene que ver más con facilitar condiciones de autonomía y solidaridad en el sujeto,
enfrentando los factores que enajenan y despersonalizan al ser (Ej. superstición, fundamentalismo
de mercado o religioso, populismo y totalitarismo de Estado). Por supuesto que la emancipación
requiere condiciones materiales de bienestar, pero también condiciones de libertad política y
cultural, acompañados de niveles correlativos de responsabilidad individual y social. En suma, el
desarrollo actual del pensamiento progresista supone que la izquierda debe buscar la liberación
del ser humano, esto pasa por la igualdad y la equidad, pero va más allá: la emancipación,
entendida como la identificación y superación progresiva de los factores que alienan y oprimen la
autonomía del sujeto y que deterioran las estructuras de solidaridad, es decir factores que
impiden al ser humano tomar sus propias decisiones y contar con las capacidades y oportunidades
para concretar esas elecciones por sí y con el concurso de sus pares. No se entienda que cualquier
elección es factible o deseable, por supuesto que siempre existen restricciones, las cuales deberían
ser acordadas mediante un pacto social, para asegurar la convivencia y la vigencia de parámetros
ético-morales que permitan la existencia y evolución de la sociedad. El problema es cuando las
restricciones se imponen desde una elite que busca preservar sus privilegios, cuando su aplicación
es parcializada, y por ende, cuando los parámetros de comportamiento esperado legitiman la
exclusión social y la anulación del sujeto no adherido a la red. Aquí vale la pena hacer un
comentario sobre el tema de la individualidad y del individualismo. Hay quienes todavía
confrontan la dialéctica izquierda y derecha en paralelo a la tensión entre individualismo y
colectivismo, pero, afortunadamente existe una sólida crítica para desentrañar la concepción del
individualismo que tiene mayor peso en la nueva derecha. Dentro del pensamiento neoliberal, el
individualismo, aunque se intente maquillar de otra manera, en el fondo tiende a equivalerse a
una conducta egoísta en función del mercado. Ciudadano consumidor… Maximización de 21 los
beneficios de los agentes económicos, y que llevado al plano de la política tiene su correlato en la
teoría del “rational choice”. Ese es el individualismo que pregona el mercado, que propaga la
corriente dominante del pensamiento reaccionario. El mercado, si bien es cierto es una fuerza
integradora, produce una integración limitada. Muy limitada. El individualismo posesivo a tono
con esta propuesta no genera un salto cualitativo en la capacidad reflexiva integral del individuo,
más bien tiende a alienarlo. Este tipo de comportamiento no provoca un aumento de la capacidad
social de reflexión, y cercena el cuestionamiento sobre ciertos aspectos sistémicos, al calificarlos
como naturales. El proyecto de las izquierdas reivindicaría, a estas alturas del tiempo, un
individualismo reflexivo, libertario, que lleve a la autonomía del ser, con reciprocidad, solidaridad
e interdependencia con los otros(as). Esto es quizás lo que debería identificar a las fuerzas
progresistas, el proyecto emancipador y solidario frente a la anulación del sujeto del viejo
conservadurismo - que exacerbaba sin cuestionamiento la lealtad, la tradición y la autoridad,
aunque se sostuviera sobre estructuras injustas, de opresión y exclusión- y frente al individualismo
consumidor de la corriente económica dominante. En síntesis, el cambio social sustantivo requiere
la emancipación del sujeto, liberado – pero no desvinculado- de al menos tres esferas: el Estado, el
mercado y la comunidad. Cada persona se liga con cada una de estas esferas, pero si no median
bases de conciencia crítica, mecanismos de control y de ejercicio de la libertad, aquellas
propenden a dominar al sujeto. Hay razones para temerle a:  Un Estado que sin una verdadera
conexión democrática con la base social determine lo que es conveniente para cada uno, al antojo
de vanguardias o de autoreferidas tecnocracias.  Un Mercado que basado en la racionalidad del
lucro y la acumulación a toda costa, subordine o reduzca a las personas al perfil de consumidores,
con desprecio a la responsabilidad medioambiental y a la regulación estatal para controlar los
excesos del mercado que acrecientan la desigualdad y la exclusión; y en general, un notable
rechazo a modelos alternativos al mercado capitalista, 22  Una Comunidad en la que sus
instituciones (tales como la familia, el grupo de referencia identitaria, la escuela, la iglesia, el
medio de comunicación, entre otras) ejerzan un nivel de presión social negativa sobre el individuo
que anule su creatividad e impida su reflexión crítica sobre las pautas sociales (escritas en piedra)
esperadas. La presión social de la comunidad que vemos en otras latitudes (especialmente en
estados teocráticos) tienen, desde otro diseño, un correlato en las sociedades occidentales menos
desarrolladas. La autonomía del sujeto es clave para emprender procesos emancipatorios
sostenibles y virtuosos, es el poder del individuo frente a las fuerzas que pretenden colonizar su
voluntad y energías. No se trata, se subraya, del aislamiento del sujeto sino de que cuente con la
información, conocimiento, actitud y mecanismos sociales que permitan establecer los límites del
Estado, el mercado y la comunidad. Este planteamiento puede propiciar verdaderos procesos de
solidaridad, integración, versus la alienación y la seudointegración por la fuerza o la domesticación
del pensamiento. Se trata de buscar integración no asimilación. E. ¿Qué tipo de conciencia
requerimos para el cambio social? ¿Por qué los seres humanos comprenden y reaccionan de
manera desigual frente a los mismos estímulos y hechos?, sin duda intervienen una serie de
factores incidentes, desde la edad, el nivel educativo, la situación familiar, la escala valórica, entre
otros. La combinación de estos factores conforma para cada persona formas de la conciencia, las
cuales pueden, si se estimula adecuadamente, ir evolucionando desde la ignorancia no asumida
ante el medio social hasta la capacidad de adaptación creativa e integradora en la sociedad. Puede
entenderse la conciencia como aquella propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus
atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta, o incluso,
llanamente entendida como el conocimiento reflexivo de las cosas (Diccionario de la Real
Academia). La conciencia está estrechamente ligada a la comprensión (facultad o capacidad) para
entender y penetrar las cosas). Por lo tanto, la conciencia no es en modo alguno una propiedad
estática, sino más bien susceptible de cambio, de ampliación, de crecer en complejidad. Empero,
los saltos cualitativos de la conciencia no operan de manera auto referida, sino que precisan de
estímulos mediados por el conocimiento y la socialización. 23 La vida en sociedad, y
particularmente la vida en democracia, amerita el desarrollo sostenido de las formas de la
conciencia en la ciudadanía, en tanto sujetos que hacen posible la democracia (como régimen
político y, esencialmente, como estilo de vida). La democracia, contrario, a otras formas políticas
de gobierno no se nutre de súbditos, alienados de su propia capacidad de pensamiento y decisión.
La autonomía y solidaridad de los sujetos, aspiración del ideal de ciudadanía en la lógica
progresista, duramente será alcanzado mientras la persona humana no se asuma reflexivamente y
mientras no transforme su nueva condición cognitiva en actitudes y comportamientos
emancipadores. De manera que educar en y para la democracia lleva implícita la tarea de facilitar
procesos que den como fruto mejores capacidades de comprensión de la realidad, como un paso
sine qua non para que el individuo se inserte virtuosamente en el difícil equilibrio que supone la
tensión entre preservar lo que haya que preservar y cambiar lo que tenga que ser cambiado.
Desde esta perspectiva, se advierten cuatro formas de la conciencia humana que repercuten
sensiblemente en la calidad de la convivencia democrática4 . A saber: 1. Conciencia ingenua Se
puede definir como la ignorancia no asumida ante el entorno social. Nadie puede atribuirse en
buena lid la propiedad de no ser ignorante, pero si puede identificarse la actitud de búsqueda de
aquellos elementos que permitan una mejor comprensión de los fenómenos. En realidad, se logra
comprender algunos matices sobre ciertas situaciones pero en otras esferas del conocimiento se
continúa siendo ingenuo. Ese conocimiento y desconocimiento tiene que ser asumido por el
sujeto. Sin embargo, en los asuntos de la democracia se requiere que cada ciudadano (a)
desarrolle competencias analíticas básicas para que aquélla no se vacíe en una mera abstracción
jurídica sin sustento cívico. Una persona que se mantiene en la conciencia ingenua, debido a sus
limitaciones reflexivas, no tendrá mayor comprensión y valoración sobre aspectos tales como la
importancia de los valores democráticos y de la participación política, o de la necesidad específica
de controlar los actos de las autoridades públicas. Ante la falta de motivaciones y capacidades
analíticas, las explicaciones del sujeto sobre lo que sucede a su alrededor tienden a concentrarse
en respuestas simplistas, míticas, mágicas, casuísticas o meramente intuitivas que la mayoría de
las veces lleva a actitudes de resignación o de evasión. Así, se aceptaría un 24 nivel alto de
autoritarismo político o de corrupción como algo inmanente de la política, que no puede ni vale la
pena ser transformado. A la larga esta aceptación del orden de cosas injusto, puede ser un
aliciente para que la persona se pliegue a reproducir las desviaciones éticas del sistema en el
espacio y tiempo al que tenga oportunidad. 2. Conciencia Crítica Se le puede enunciar como la
apropiación de competencias analíticas por parte del sujeto que le permiten interpretar y
formarse juicios sobre la realidad. Estas propiedades se obtienen mediante el desarrollo cognitivo,
y se concretan en una mayor posibilidad de distinguir y separar las partes de un todo hasta llegar a
conocer sus principios y elementos. Es decir, partiendo de una aceptación de la propia ignorancia,
el individuo rechaza las explicaciones mágicas o exclusivamente intuitivas, y se interesa por
conocer herramientas intelectuales que le permitan descubrir, al menos de manera aproximativa,
las propiedades de un fenómeno. Para un ciudadano (a) la conciencia crítica es un despertar,
representa la posibilidad de entender, por ejemplo, las implicaciones de las distintas formas de
gobierno, la valoración de la libertad con responsabilidad, la relación de respeto pero no de
sumisión hacia las autoridades públicas, y no menos importante, darse cuenta de las
consecuencias que provocan a la sociedad las desviaciones éticas en la gestión de los asuntos
públicos. 3. Conciencia organizativa Es el tipo de conciencia que interioriza el compromiso con la
acción social y, por ende, el ejercicio de la responsabilidad individual para con la sociedad. Los
elementos de análisis aprehendidos en el paso de la conciencia ingenua a la crítica despejan el
panorama sociopolítico y la posición individual que el ciudadano (a) juega en la sociedad y, puede
entonces suceder que con el debido refuerzo actitudinal y de herramientas organizativas, se pase
a un comportamiento proactivo, propositivo, que mueve al individuo al campo de la asociatividad
formal e informal para buscar soluciones a los problemas que percibe como prioritarios. Así,
pierden fuerza los esquemas sociopolíticos que privilegian la aparición de caudillos de los que se
espera tengan que hacerlo todos frente a la mirada pasiva y sumisa de los seguidores. Los
liderazgos carismáticos son valiosos en la medida en que existan un adecuado balance 25 (frenos y
contrapesos) entre el papel del liderazgo personal y la capacidad colectiva de los individuos para
deliberar sobre el proceso de cambio social. Indagar y estimular los factores que motivan a una
persona pasar de la conciencia crítica a la conciencia organizativa es tarea permanente del sistema
educativo. Cuando se logra este propósito, la persona traspasa el umbral analítico y se articula
para reivindicar y preservar sus derechos, así como para cumplir sus deberes. Se encuentra con
otras(os) y acuerda o se adhiere a formas organizativas, mediante códigos de reciprocidad, que
permitan vehicular sus intereses individuales y de grupo. Integrar o formar parte activa de
organizaciones comunales, partidos políticos, organizaciones funcionales, desarrollar proyectos e
iniciativas son los resultados obtenidos por el avance hacia este tercer tipo de conciencia. A priori,
las principales virtudes aquí son la merma de la indiferencia, el interés por cambiar o mejorar la
realidad circundante y la aceptación de reglas de juego organizacionales que permiten el logro
colectivo sin sacrificar la autonomía y libertad básica del sujeto. 4. Conciencia Integradora
Representa un grado ulterior de comprensión social. Se identifica con la solidaridad y la empatía.
Si bien la conciencia organizativa es un salto cualitativo relevante, la conciencia humana puede
escalar a un peldaño más alto que permite reconocer las diferencias de conciencia entre sujetos
de un determinado grupo social. Sí únicamente los que han llegado a niveles aceptables de
conciencia crítica y luego organizativa se consideraran aptos para participar y decidir plenamente
sobre los asuntos públicos, la democracia quedaría, limitada al arbitrio de una minoría activa que
piensa y actúa por una mayoría ingenua y/o indiferente. La conciencia integradora plantea la
comprensión de individuos diferentes, pero con el mismo valor, ubicados en diferentes niveles de
conciencia frente a fenómenos determinados. Esta perspectiva facilita la asunción de una
responsabilidad compartida de la ciudadanía y motiva a que los más activos en un momento
determinado tiendan puentes y faciliten procesos de evolución de conciencia en personas y
grupos hasta ahora limitados a una percepción ingenua o estrictamente crítica de la realidad. 26
En el plano concreto de la democracia, la conciencia integradora tendría que ver con actitudes
menos autoritarias, menos elitistas, sin prejuicios acerca de las potencialidades participativas de la
ciudadanía, bajo la premisa de que todos y todas, bajo ciertos estímulos, puedan dar lo mejor de sí
en pos de su desarrollo individual y colectivo. Esta actitud favorece la preocupación por los
obstáculos que merman la participación ciudadana y a la larga puede producir sociedades con
mayor cohesión, más capaces de enfrentar el conflicto, con menor segregación y discriminación.
27 Capítulo 2. La acción colectiva y los movimientos sociales A. De la conciencia a la acción
colectiva Se asume que la conciencia crítica es un paso importante para avanzar a la construcción
de una conciencia colectiva que se fundamente en una percepción más o menos equivalente sobre
ciertos fenómenos sociales que afectan al sujeto y al grupo. La conciencia colectiva se refleja en
los imaginarios sociales, y puede ser a la vez factor de conservación del sistema o, a contracara, un
factor de cambio del mismo. Tal tipo de conciencia precisa de una memoria colectiva en dos
direcciones diacrónica (temporal) y sincrónica (espacial). La memoria se refiere a las nociones que
tienen los sujetos sobre los acontecimientos. Uno tendría que preguntarse qué tipo de sucesos o
hechos sociales son los que usualmente las personas almacenan y recuerdan. Qué veracidad hay
en las informaciones que reciben, quién jerarquiza en definitiva el tipo de informaciones y
opiniones registradas en la memoria. Se parte de la premisa de que el individuo, si bien tiene una
potencial capacidad autónoma para seleccionar los datos e interpretaciones que más le
convengan, se ve a la vez condicionado por el tipo de información provista (cantidad, veracidad,
importancia estratégica para el cambio o para conservar el orden de cosas). Con la actual
saturación mediática hay indicios suficientes para señalar que amplios sectores de la población
mundial reciben una cantidad y tipo de información que más bien desmoviliza la acción colectiva.
La propia historia oficial resulta muchas veces cuestionable a la luz de indagaciones más rigurosas.
Peor aún, en el caso latinoamericano se ha observado la tendencia a que el sistema educativo
formal privilegie muchas veces el dato desproblematizado, la fecha como ícono, sin una inmersión
suficiente en la conflictividad de la época y en las motivaciones estratégicas de los actores.
Imagínese, a glosa de ejemplo, el recuerdo promedio que estaría primando en la mente de los
latinoamericanos sobre el acontecimiento del descubrimiento, colonización e hitos de
independencia decimonónica en nuestro continente. Quizás aparecerían fechas, incluso exactas,
pero tal vez vaciadas de contexto crítico, de comprensión estructural y coyuntural de los
fenómenos. De la misma manera podríamos cuestionar cómo y cuál es la información disponible
para el individuo sobre lo que sucede actualmente en el mundo. A qué hechos se les presta
atención y con qué intención ideológica los principales centros de noticias del mundo occidental
informan a las audiencias. 28 Bien, la conciencia colectiva respaldada por una memoria
trascendente de los principales acontecimientos que explican la trayectoria de la sociedad y mi
ubicación particular en ella, se vuelve condición favorable para la emergencia de un nosotros (en
realidad múltiples nosotros), es decir, una identidad colectiva que supere las meras identidades
triviales (basadas en motivos tales como la simpatía por un equipo de futbol, un nacionalismo o
localismo obtuso, entre otros) y que dote de subjetividad y sentido a una colectividad. Conciencia,
memoria e identidad colectiva es una triada de conceptos que facilitan el camino para un proceso
organizativo hacia las transformaciones societales que alteren los ámbitos de injusticia,
desigualdad y explotación. 1. De las diferencias entre el comportamiento colectivo y la acción
colectiva para el cambio social Para evitar generalizaciones conviene reconocer que no todos los
comportamientos colectivos pueden ser encasillados en una acción colectiva consiente y orientada
al cambio social. Según Melucci solo una teoría de la acción colectiva puede dar cuenta de la
dinámica y orientación de los actores colectivos, especialmente de aquellos que caben dentro de
la categoría de movimientos sociales. Melucci señala tres tipos de comportamiento colectivo que
no van orientados a cambiar las estructuras, sistemas o subsistemas de la sociedad (Giménez,
1995): a) Los comportamientos de agregado: se refiere a las acciones que aunque realizadas por
un conjunto de individuos no implican referencia alguna a un grupo (un nosotros). Este tipo de
comportamiento es en realidad una agregación de acciones de individuos no comprometidos
entre sí. Dos ejemplos de este tipo de conducta se hallan en la reacción de los individuos frente a
la sensación de pánico y en la moda. En efecto, si una multitud que coincide como público en un
espectáculo deportivo, de repente es alertada sobre un peligro, por ejemplo, un incendio en el
edificio donde se congregan, lo normal será que todas las personas traten de escapar para ponerse
a salvo. Resguardarse se convertiría en una conducta repetitiva de múltiples personas que no
necesariamente tendría que ver con la acción consiente como grupo de actuar de esa manera para
buscar un sentido y un objetivo socialmente consensuado. De igual manera, los comportamientos
repetitivos de un conjunto de personas con respecto a la adquisición y uso de un producto o
costumbre que se ponga 29 de moda no hacen referencia necesariamente a la idea de un grupo
que comparte una conciencia, intereses y objetivos comunes. Distinto es el caso si la moda tiene
lugar dentro de un grupo ya constituido, que utiliza tal o cual símbolo, como un ícono para
reforzar la identidad preexistente. b) Las conductas desviadas de las pautas generalmente
aceptadas: en este caso se advierte una identidad colectiva (referida a un nosotros), que incluso
podría estar criticando con su comportamiento ciertas normas sociales, pero más que desafiarlas
frontalmente opta por asumir una conducta colectiva que se ubica en la marginalidad respecto al
sistema de normas cuestionado. Se suele mencionar dentro de esta categoría a los hippies de la
década del sesenta, colectivos anarquistas y a los menonitas que viven en colonias aisladas. Aquí el
comportamiento no es un mero agregado sino que tiene un sentido y un objetivo determinado,
pero su constitución como sujeto colectivo no entraña constituirse como un movimiento que
enfrentará con alcance universal las normas sociales por ellos rechazadas, sino que tomarán el
camino de retirarse y defender su derecho a vivir sin tales pautas o normas, con independencia de
lo que el resto de la sociedad establezca como pautas dominantes. c) La acción meramente
conflictual o reivindicativa: este tipo de acción colectiva se reviste de un nosotros que lleva no solo
a tomar una postura determinada sino que además identifica un adversario y define estrategias de
lucha. La acción meramente conflictual plantea una competencia entre actores sociales dentro de
parámetros normativos reconocidos por las diferentes partes en el conflicto. Es el caso por
ejemplo de una movilización colectiva para exigir que se cumpla lo pactado en un contrato
colectivo de trabajo, o de un grupo ecologista que exige se cumplan los requerimientos legales
establecidos para otorgar concesiones mineras. No se trata entonces de un colectivo obrero
exigiendo nuevas formas de distribución sobre los recursos asociados al trabajo y la producción,
sino que se reivindica lo ya pactado. De igual manera el grupo ecologista que se moviliza por el
cumplimiento de la ley vigente no está planteando una posición incompatible con el sistema
normativo, exige simplemente que se cumpla lo ya legislado. Este tipo de acción, como veremos
enseguida, es muy parecida a la que desarrollan los movimientos sociales (acción colectiva para el
cambio social). La 30 diferencia fundamental es que la acción meramente reivindicativa, contrario
a los movimientos sociales propiamente dichos, no supone una ruptura parcial o total a los límites
de compatibilidad de sistema (ya sea en su dimensión económica, política, social o cultural). B. La
definición de los movimientos sociales En los apartados anteriores del documento se ha descrito
las relaciones entre el cambio social, el desarrollo de la conciencia y las diversas manifestaciones
del comportamiento y la acción colectiva. Ahora corresponde enfocarse en un tipo particular de
acción colectiva: la que realizan los llamados movimientos sociales. La característica esencial de los
movimientos sociales estriba en que el propósito de la acción colectiva que ejercen tiene siempre
como horizonte el cambio social. Con lo que se desprende que no toda acción colectiva busca
necesariamente el cambio de los sistemas y subsistemas societales. De igual manera, el juego de
palabras se complementa al decir que los movimientos sociales son un tipo de acción colectiva.
Pero cómo identificar a un movimiento social, si por su naturaleza son siempre fenómenos
complejos difíciles de asir dentro de categorías teóricas rígidas. Bien, la identificación dependerá
de los criterios teóricos y empíricos que se formulen para capturar el objeto de estudio.
Obviamente, entre más elementos sean incorporados a la conceptualización y operacionalización
más exclusivo resultará el objeto de estudio; y viceversa, entre más laxo y genérico sea el
dispositivo teóricoempírico, mayor inclusividad de fenómenos podrían ser considerados como
movimientos sociales. Para Melucci los movimientos sociales responden a dos condiciones: a) Ser
la expresión de un conflicto social que opone a dos o más actores por el control de recursos
altamente valorados por cada parte en disputa 31 b) Que tiendan a la ruptura de los límites de
compatibilidad del sistema en el que se hayan situados. La primera condición es compartida por
los movimientos sociales con las acciones meramente conflictuales o reivindicativas, en tanto que
la segunda pueden también compartirse con las conductas colectivas desviadas de las normas
sociales generalmente aceptadas. Pero sólo los movimientos sociales cumplen las dos condiciones
a su vez, y he ahí la especificidad de su campo de estudio: conflicto y tendencia a la ruptura. La
tendencia a la ruptura se analiza con relación a los sistemas de referencia en la que interactúan los
movimientos sociales. Según Touraine (citado por Giménez, 1995), existen tres sistemas
fundamentales de referencia de la acción colectiva: a) El modo de producción: implicaría aquí
observar las relaciones antagónicas condicionadas por las formas de producción, apropiación y
asignación de los recursos fundamentales de la sociedad. b) El sistema político: corresponde en
este sistema analizar la dinámica de las decisiones que una determinada correlación de fuerzas
conlleva temporalmente en una sociedad (ya sea a nivel en el nivel supranacional, nacional o
subnacional. c) La organización social: alude al sistema de relaciones que permite el equilibrio de
la sociedad, su adaptación al entorno, los roles y expectativas recíprocas de los actores, las
imaginarios colectivos dominantes y emergentes. Tiene que ver con lo económico y lo político
pero excede a esos ámbitos en cuanto a su dimensión formal, pues tiene que ver con lo cotidiano,
con el transito de lo espontáneo a la institucionalización de pautas, reglas, roles, valores y
creencias. 1. Definición El movimiento social como acción colectiva conflictiva y tendiente a la
ruptura, plantearía, en cada uno o en todos de los sistemas de referencia, objetivos que 32
transgreden la normalidad asumida por el sistema social. Así en el sistema de referencia del modo
de producción, un movimiento social podría promover, ahí donde no exista reconocimiento de
esas demandas, formas de participación del obrero en la dirección de las empresas, en la
distribución de las utilidades. Lo mismo que un movimiento de mujeres podrá desafiar los límites
de compatibilidad del sistema político exigiendo una participación igualitaria en los cargos de
elección popular. Y en el sistema de referencia de la organización social podría aparecer un
movimiento que ejerciera presión para que la publicidad comercial sea restringida a fin de
proteger la intimidad y autonomía individual. Las precisiones anteriores despejan el camino para
esbozar que el movimiento social es un actor colectivo que interviene en el proceso del cambio
social (Raschke, 1994). Esta definición es más bien laxa y permite apuntar a la comprensión
genérica de estas entidades: a) es un actor colectivo, y b) participa en el cambio social. Para Revilla
(1994), el movimiento social es un proceso de (re) constitución de una identidad colectiva, fuera
del ámbito de la política institucional, por el cual se dota de sentido a la acción individual y
colectiva en la articulación de un proyecto de orden social. En esta definición se rescata como
elementos cruciales la identidad colectiva que da sentido a la acción y el reconocimiento de que
los movimientos sociales se desplazan en el ámbito no institucionalizado de la política (pueden
relacionarse con la política formal pero no echan sus raíces en ella). Incorporando algunas
precisiones, un concepto más exclusivo de Raschke (1994) define al movimiento social como un
actor colectivo movilizador que, con cierta continuidad y sobre las bases de una alta integración
simbólica y una escasa diferenciación de su papel, persigue una meta consistente en llevar a cabo
cambios sociales fundamentales, utilizando para ello formas organizativas y de acción variables. 5
Con base a este autor, se mencionan a continuación algunas precisiones sobre los elementos
principales de la definición anterior:  Movilización: los movimientos sociales son en sí mismos
precarios, ya que no tienen asegurada de manera permanente la asignación de recursos
materiales, financieros, así como tampoco suelen contar en general con un personal estable y
especializado. Esto explica el porqué se dice que los movimientos sociales no son entidades
institucionalizadas, aunque tampoco son meras expresiones espontáneas (ni meras corrientes de
ideas o de opinión pública). 33 En realidad navegan entre las aguas de la institucionalización y la
espontaneidad, situándose en un lugar particular que las distingue por una parte de las
organizaciones formales (como un partido político, sindicato u ONG) y, por el otro, de los episodios
de estallido social (como el Caracazo 1989 o la reacción ante el corralito financiero en la Argentina
de 2001). Esta condición de precariedad los lleva a la movilización para buscar apoyo de manera
permanente.  Cierta continuidad: precisamente para deslindarlos de los episodios colectivos de
estallido o de protesta espontánea, los movimientos sociales solo pueden ser vistos en función de
su continuidad en el tiempo, sin perjuicio que disminuya o aumente, según la coyuntura, la
intensidad de su acción. Un movimiento social puede surgir de una protesta social o de un
estallido social, incluso entre sus medios de acción puede apelar a la protesta continuada, pero no
es esa circunstancia la que los convierte en movimientos sociales, pues solo la continuidad en el
tiempo, junto con la definición de objetivos de lucha, les confiere la condición de actores
colectivos que participan en el proceso de cambio social.  Alta integración simbólica: La
constitución de un movimiento social alude a la necesaria presencia de un “sentimiento de
nosotros” (identidad colectiva), como aspecto resultante de una conciencia de pertenencia interna
y de diferenciación con aquellos grupos que antagonizan los intereses del movimiento.  Escasa
especificación del papel: los movimientos sociales siempre deberán exceder a la organización
permanente que absorbe una parte del movimiento. De ahí que, y en conformidad con su
precariedad, muestran, en comparación con las organizaciones formales, una escasa
diferenciación, determinación y especificación de los papeles. Si bien la especificación de
funciones aumenta al irse consolidando el movimiento, siempre habrá una parte importante y
mayoritaria parte de éste que se comporte bajo los rasgos de la movilización permanente. Al
respecto, cabe señalar que los movimientos, según se vayan consolidando, tendrán que afrontar
probables conflictos de poder entre su componente más formalizado (permanente, incluso
asalariado) y la base social. El nivel de madurez de la entidad, la horizontalidad democrática y la
capacidad 34 de trabajo en red será una variable crucial para superar potenciales problemas de
esta índole.  Metas: La demarcación de propósitos de cambio social es uno de los aspectos que
ofrece especificidad a un determinado movimiento social6 . Las metas pueden perseguir un
cambio en el conjunto del sistema social, pero no ineludiblemente, ya que también pueden
pretender cambios parciales, al promover la ruptura de compatibilidad de una parte del sistema
(alguno de sus componentes o subsistemas). 2. Orientación del cambio social y su influencia en la
caracterización de los movimientos En el capítulo anterior se hizo una referencia al cambio social y
su relación con el conflicto y las tensiones que, de manera dialéctica, permiten superar la
inmovilidad de cualquier sistema social. Se aludió sobre todo al cambio sustantivo, orientado a la
emancipación de los sujetos individuales y colectivos. Pero debe reconocerse que no todo cambio
puede considerarse positivo -según el ángulo ideológico o ético moral de cada cual. Es decir: la
valoración positiva o negativa del cambio propuesto por un actor depende más bien de criterios
subjetivos para definir si se está frente a un movimiento social o no. Aunque choque con nuestras
convicciones, un actor colectivo que se moviliza de manera continua en las arenas de la política no
institucionalizada para promover la pena de muerte en un país que la prohíbe, parece encajar en
las características de un movimiento social, igual que lo haría uno que de la misma manera se
movilice para que el Estado reconozca y asigne una renta básica a las franjas poblacionales más
excluidas. Vaya problema epistemológico y axiológico. Al menos se presentan dos salidas a esta
disyuntiva. La primera pasaría por aceptar que el concepto de movimiento social no es un término
positivo en términos valóricos, sino que es apenas una construcción teórica para atrapar
fenómenos constitutivos de cambio, pues identifica acciones colectivas que de manera conflictiva
desafían los límites de compatibilidad de un sistema determinado. Si en una sociedad la pena de
muerte está proscrita y un actor se moviliza para cambiar esa situación jurídica y cultural, se ésta
ante un fenómeno que de nuevo, reitero, cumple las condiciones anteriores. Entonces, esta
primera alternativa de 35 solución plantearía no asignar categorías éticas a un movimiento social a
la hora de definirlo, para observarlo únicamente en su dimensión descriptiva y analítica. La
segunda opción conlleva agregar a los requisitos teóricos que deben cumplirse para catalogar una
u otra acción colectiva como movimiento social, la condición de que el cambio social propuesto
por el actor lleve implícito la emancipación del ser humano y el respeto a los derechos
fundamentales reconocidos por convenciones y tratados internacionales. Y así, desde ningún
punto de vista emancipador ni comprometido con la doctrina de los derechos humanos, podría la
pena de muerte ser considerada como una propuesta de cambio positivo para la sociedad, caso
contrario de la asignación de una renta básica a los indigentes (aunque para los conservadores y
neoliberales, esta suele ser una medida deplorable, de ahí su continuo ataque al Estado de
Bienestar). Más allá de la opción que cada cual adoptase, huelga decir que las fuerzas progresistas
para el cambio social deben renunciar a potenciar acciones colectivas lesivas al acumulado
civilizatorio, que aunque muchas veces opera más a nivel nominal –en las convenciones
internacionales, constituciones nacionales y otras leyes- protege la libertad, la integridad, la
autonomía de individuo y el grupo frente a amenazas externas de un poder (de la comunidad y sus
instituciones, del Estado y del mercado). En suma, el carácter positivo o negativo del cambio
planteado por un movimiento social no necesariamente afirma o niega su existencia, pero si
condiciona la valoración que se le conferirá en la lucha por la emancipación y transformación del
ser humano. Por otra parte, tampoco deben confundirse los movimientos sociales con los
llamados contra o anti movimientos, que son actores colectivos cuya acción pretende contener o
anular los intentos de cambio social en una sociedad. En concordancia con lo antes descrito para
los movimientos, lo que denota a los contra o anti movimientos no es la valoración positiva o
negativa de la defensa que hagan del orden existente (pues se podría acordar que en ocasiones es
conveniente defender pautas o estructuras sociales deseables para la vida en convivencia
solidaria, frente a actores colectivos que pueden promover su disolución). De manera que su
caracterización dependerá del hecho de ser actores que se movilizan para defender o conservar el
sistema en su conjunto o en alguno de sus componentes. Al margen de las precisiones anteriores,
no cabe duda de que los movimientos comprometidos con la emancipación juegan un papel
central en las transformaciones societales, y por lo mismo, tenderán, sobre todo en sus inicios, a
ser descalificados, estigmatizados y reprimidos por aquellos que defienden o legitiman
expresiones de 36 dominación o explotación. Sin duda alguna, los movimientos sociales son
históricamente importantes para visualizar y emprender luchas contra la injusticia. 3. De la
institucionalización de los movimientos Se dice que los movimientos se institucionalizan cuando
cumplen cualquiera de las siguientes condiciones: a) Han logrado que sus objetivos de lucha sean
aceptados y regulados por el sistema de referencia (político, económico, social). Al conseguir que
sus metas alcancen aceptación, reconocimiento y regulación societal, el movimiento como tal no
tendría razón de ser ya que su nuevo rol, o la de otro actor interesado, sería darle seguimiento a
los logros conquistados, velando por su cumplimiento con apoyo en las leyes e instituciones para
ese fin creadas. Al cumplir su cometido el movimiento social ya no tiende a romper la
compatibilidad del sistema, pues justamente su acción colectiva alteró los límites del mismo. Más
bien, frente a amenazas de actores que quisieran disminuir o eliminar esas conquistas sociales,
económicas, políticas o culturales, el movimiento puede transformarse en un actor social que
luche por conservar el nuevo orden de cosas. A glosa de ejemplo, supóngase un actor colectivo: un
movimiento obrero, que luche por el reconocimiento jurídico-institucional de una jornada de
trabajo de ocho horas, en un país, región o sector laboral en el que no se ha aceptado esa
disposición. Resulta claro que está promoviendo un cambio social que entra en conflicto con la
racionalidad dominante y por, supuesto, supone modificar los límites del mundo del trabajo en esa
zona geográfica. Si después de un proceso de movilización la instancia obrera logra el cometido (se
reconoce la jornada de trabajo de ocho horas), su acción ya no se concibe como movimiento
social, aunque sí puede transformarse en una instancia sindical que vele por la vigencia y
acatamiento de la nueva disposición. Si en algún momento se presentasen tensiones o conflictos
para el cumplimiento de la norma por parte del sector empresarial, la entidad obrera se vería en la
necesidad de ejercer acciones colectivas de carácter meramente reivindicativas para defender los
derechos alcanzados. Esto último no es algo deplorable, es simplemente, la nueva circunstancia de
la lucha, pero ya no es por esa vía un movimiento social. 37 Considérese también la posibilidad de
que el movimiento social que alcanza el reconocimiento de su demanda, de inmediato o en un
futuro disponga asumir una nueva demanda no aceptada aún por el sistema de referencia, con lo
que el cambio de objetivos permite la continuación del movimiento social. b) Los roles se han
especializado y estructurado en rutinas organizativas que agotan la acción movilizadora en busca
de apoyos. Cuando se agota la movilización del actor colectivo, digamos que porque tiene
aseguradas las dotaciones de personal, recursos económicos y de cualquier otra índole, pierde
sentido la búsqueda de apoyos y, entonces, el componente informal o espontáneo queda
subordinado a la estructura formalizada. La institucionalización por esta vía resta frescura y
fortaleza a la expansión del movimiento, que recordemos, por ser tal, está planteando demandas
no reconocidas por el poder formal en una sociedad determinada. No es deseable la formalización
del movimiento sin antes haber logrado el cumplimiento de sus objetivos y metas de lucha; en
efecto, una institucionalización prematura conlleva riesgos de fosilizar o asfixiar las energías
sociales que motorizan la lucha frente al orden existente. Un movimiento social sin estas energías
y bases sociales más o menos espontáneas, no tiene razón de ser, y a lo sumo se convertirá en un
grupo de presión. Es por esto que se da como un hecho aceptado que la absorción de un
movimiento social por un partido político, un sindicato, una ONG, o cualquier expresión
organizativa similar, es un ancla para la acción colectiva que caracteriza a los movimientos. Como
sostiene Raschke, la organización no es equivalente a la institucionalización, pero en la medida que
existan núcleos organizativos formalizados y fuertes, existe igualmente una alta probabilidad de
institucionalización. Para el movimiento es un desafío prioritario encontrar en cada etapa de su
lucha el equilibrio necesario entre organización y espontaneidad. Se sabe que, en general, los
movimientos sociales no existen sin organización, pero ésta no es lo decisivo en el movimiento. La
organización provee, entre otros aspectos, continuidad, coordinación, e incluso iniciativa, empero
sin la espontaneidad de la acción fuera de la organización, el movimiento prácticamente deja de
serlo. La organización debe de estar en función de aglutinar, apoyar, facilitar y coordinar la base
militante. 38 Otra precisión necesaria es que un movimiento social puede estar integrado por
organizaciones formales (como partidos, sindicatos, ONG, entre otras); en este caso tales
organizaciones formales poseen un doble carácter: son entidades estructuradas en sí mismas (y
cumplen las funciones previamente asignadas), pero se desdoblan, y cumplen un papel dentro de
un entramado de mayor calado: el movimiento social, no para absorberlo sino para ensanchar el
radio de acción de las acciones. Así, un partido político, que tiene muy claro sus objetivos de
alcanzar el poder formal, puede unirse a un movimiento social -emergente o consolidado- para
fortalecer el caudal de energía social de éste, sin que por tal razón el partido necesariamente
tenga que abandonar sus rutinas partidarias. No se descarta tampoco que el partido pueda ceder a
un consenso en el que se plantee la fusión o desaparición del partido para crear una nueva entidad
política, pero esto no es un acto automático ni predeterminado, sino que debería obedecer a un
proceso de deliberación. A contracara, tampoco el movimiento social debe de ser absorbido por
los intereses del partido, pues con esta acción se desnaturaliza la acción colectiva radical y
autónoma del movimiento. Por lo tanto, cuando instancias formales se suman a un movimiento
social, es importante fijar los parámetros de la alianza, que en todo caso deberán basarse en una
lógica de horizontalidad, antes que de vanguardia o de cooptación. C. Las teorías sobre los
movimientos sociales7 Como la mayoría de los términos utilizados en las ciencias sociales, el de
movimiento social ha sido objeto de numerosos debates teóricos que han dado lugar a diferentes
conceptualizaciones según el enfoque utilizado para describirlos y explicarlos. Es incontrastable
que las principales teorías provienen de Europa y de las escuelas sociológicas de los EE.UU., con un
aporte relativamente escaso –pese a la vitalidad de la acción colectiva- desde el pensamiento
latinoamericano. En general, se advierten dos grandes tendencias en los esfuerzos por teorizar en
torno a los movimientos sociales (Durand, 1999): a) la que da centralidad a los sistemas sociales, y
b) la que enfatiza el papel de los sujetos sociales. 39 Hasta antes de la primara mitad de los años
sesenta del siglo XX el estudio de los movimientos sociales se entendía preferentemente como un
producto de las condiciones estructurales de la sociedad, en las que el sujeto obrero era la unidad
de análisis por antonomasia; sin embargo, con el surgimiento de acciones colectivas atípicas en la
segunda mitad del siglo pasado, como el mayo francés (1968) y las movilizaciones en contra del
armamentismo nuclear, los cientistas sociales se vieron conminados a explorar y desarrollar otras
explicaciones que dieran cuenta de tales fenómenos. De manera sintética, a nivel de enfoques
teóricos pueden identificarse al menos tres grandes vetas de pensamiento para estudiar a los
movimientos sociales. 1. El enfoque basado en la ubicación estructural del actor colectivo Este
enfoque fue el primero que se empleó para analizar la orientación y dinámica de los llamados
viejos movimientos sociales, con especial atención al caso del movimiento obrero. El origen de
este lente teórico proviene de la noción que Marx tenía sobre el movimiento de las sociedades,
entendido como un proceso histórico-natural regido por leyes que no son solo independientes de
la voluntad, conciencia e intención de los hombre, sino que además determinan su voluntad,
conciencia e intenciones (Marx, 1873, citado por Massetti (2004), antes Marx (1848) había
planteado que la historia no se reduce a un movimiento sino a varios que conforman al
movimiento histórico, pero observando que hay un movimiento que se destaca por ser el portador
de la misión histórica de revolucionar la época, papel que asignaba al movimiento proletario (en la
tarea de relevar a la sociedad burguesa (Massetti, 2004). Desde esta perspectiva importaba
identificar al sujeto histórico que indefectiblemente tendría que cumplir la misión de provocar y
conducir el cambio revolucionario. Así, el movimiento obrero, por su condición de clase social
explotada, fue el centro de la mirada para analizar los procesos de cambio social que se insinuaban
en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX y los que se concretaron en la primera mitad del
siglo XX. Si bien los obreros organizados eran en realidad el sujeto social contestatario mejor
preparado para vanguardizar las luchas contra la explotación del capitalismo industrial (en virtud
de su concentración en las grandes fábricas, la generación de conciencia e identidad sobre su
ubicación y función en las relaciones de producción), no se verificó históricamente que este actor
protagonizara el cambio revolucionario, partiendo del mismo hecho de que la revolución rusa tuvo
lugar en una sociedad 40 agraria con nula industrialización y de que otros episodios
revolucionarios no tuvieron lugar en los centros urbanos desarrollados del mundo occidental sino
en países periféricos como Cuba (1959) distantes de un modelo de capitalismo desarrollado. Pero
esta inobservancia del sujeto revolucionario cumpliendo su misión no impidió que el movimiento
obrero jugara un papel decisivo en las países más desarrollados a finales del S. XIX y primera mitad
del S.XX. En efecto, los trabajadores organizados lucharon tanto porque se les reconociera su
derecho a la sindicación como por la mejora sustantiva en las condiciones laborales directas y por
el reconocimiento de derechos ligados a la ciudadanía social exigidos al Estado. La concreción de
estas luchas se tradujo en un arco de Estados de Bienestar (Welfare State) con distintos matices
según la correlación de fuerzas y el tipo de Estado (socialdemócrata o liberal) que prevalecía en
cada país del llamado mundo desarrollado. Las elites capitalistas aceptaron de alguna manera que
antes que sucumbir al fuego revolucionario (que la inconformidad social hacia vaticinar), era mejor
ceder en un pacto social que otorgaba a los trabajadores ciertas condiciones de vida digna, aunque
no se cambiase a fondo la matriz inequitativa en la apropiación y distribución de los medios de
producción. Por su parte los obreros de estos países, en medio de profundos debates, tensiones y
disidencias, tendieron a asumir en sus vanguardias que las condiciones para una lucha radical
presentaba mayores riesgos que presionar a una elite -que por mero cálculo estaba en la
disposición de humanizar algunos ámbitos del mundo laboral y social en general. Asimismo estos
obreros organizados se fueron aglutinando en partidos políticos que, sobre todo, bajo el
membrete socialdemócrata alcanzaron el poder en buena parte de los países de la Europa
occidental, con lo que se selló un cierto equilibrio entre el capital y el trabajo que en general
perduró saludable hasta principios de la década del setenta. En la propia América Latina,
especialmente en las décadas del cincuenta y los sesenta, también se cometió el error de asumir
que de manera casi automática un sujeto obrero, cumpliría la misión histórica de protagonizar el
cambio revolucionario. Bien, el principal problema de esta pretensión es que las relaciones
formales de trabajo (asalariadas) constituían porcentajes bajos de la población económicamente
activa (con excepción de algunos países del Cono Sur que bajo el modelo de sustitución de
importaciones lograron incrementar, aunque lejos de las cifras europeas y norteamericanas, la
proporción de empleo formal. Otras variables contribuyen a explicar el fracaso de esta
expectativa. En general en Latinoamérica prevalecían relaciones de trabajo en el mundo rural con
bajos niveles de formalización y una 41 escasa conciencia de clase y organización social
contestataria, por lo que más que un cambio revolucionario lo que se observó, en contextos de
sociedades con fuertes resabios coloniales, fueron episodios nacional populares bajo la guía de
liderazgos carismáticos (como Getulio Vargas en Brasil y Domingo Perón en Argentina) que
apelaron no tanto al sujeto obrero sino a una masa pauperizada que encontraba sentido bajo el
difuso apelativo de pueblo8 . Y ahora, en los inicios del siglo XXI es cierto que ha cambiado la
composición del mundo del trabajo en Latinoamérica, pero tampoco se advierten condiciones que
hagan pensar en la coyuntura propicia para que el sujeto obrero sea considerado como el sujeto
histórico exclusivo para vanguardizar la emancipación de los sectores subalternos. Aunque es un
hecho de que la población latinoamericana cada vez se aloja en los centros urbanos, la región no
alcanzó niveles satisfactorios de industrialización, y ahora el mundo del trabajo se reparte entre la
economía campesina, el obrero industrial, el flexibilizado y fragmentado mundo de la economía de
los servicios y qué decir de las anchas franjas que se baten por la supervivencia en la economía
informal precarizada. La disolución de las premisas que sostenían este enfoque, al tenor de la
evidencia empírica, han mutado los planteamientos, tamizados por la revisión histórica, para
sostener que las formas organizativas adecuadas para cada forma de lucha social es un asunto que
corresponde a la dialéctica observable en cada contexto espacial temporal específico, de manera
que los sujetos y las formas organizativas no se consideran predeterminados sino que obedecen
las restricciones, ritmos y posibilidades de la época y lugar en que tiene lugar la lucha social
(Gallegos, 2006). 2. Los enfoques basados en la intencionalidad de los actores Este bloque teórico
corresponde a la perspectiva estadounidense que soslaya las relaciones de clase y, en su lugar,
privilegió el análisis de las funciones de un sistema social, las conductas del individuo para buscar
nuevos equilibrios ante las disfunciones del sistema y, posteriormente, dio paso a las explicaciones
que intentaban profundizar en las estrategias de los individuos y los grupos. Tres variantes de la
escuela norteamericana se destacan en este enfoque, tres ángulos teóricos para observar el
comportamiento colectivo, relacionados pero a su vez 42 diferenciables en el tiempo: a) el
interaccionismo (mirada microsociológica), b) el funcionalismo (mirada macrosociológica); y c) el
individualismo metodológico (el cálculo y las estrategias del individuo y los grupos). Desde el
interaccionismo social: se relaciona con la Escuela de Chicago y su enfoque del comportamiento
colectivo que data de los años veinte del siglo pasado y que predominó en EE.UU. para analizar la
acción colectiva hasta finales de los años sesenta. Concebía las conductas colectivas en íntima
relación con el funcionamiento de la sociedad, al definirlas como conductas que no logran ser
controladas por las normas ni tradiciones del orden imperante. Se les tomó en un inicio como
comportamientos desviados, irracionales que son una expresión de las disfunciones en el sistema
y que, a su vez, amenazan el equilibrio social. Sin indicar ningún vínculo con la situación de clase ni
la manera en cómo los recursos son producidos o distribuidos, desde esta perspectiva teórica es
clave analizar la motivación individual para actuar, ya que la acción colectiva desplegada por los
individuos se asumía como una reacción en contra de los mecanismos funcionales de un sistema,
empero sin buscar una ruptura, sino como un intento del actor para adaptarse al sistema,
promoviendo cambios en las pautas sociales que lleven a modificar el orden existente. Así, este
enfoque fue mutando de considerar la acción colectiva como fruto de una conducta irracional a
valorarla como acciones que resultan de los conflictos entre integración, orden y cambio. Pone
además en el mismo saco analítico conductas colectivas ocasionales que se dan entre las masas
con las que llevan a cabo los movimientos sociales y los actores que promueven las revoluciones
políticas. Desde el funcionalismo: si bien esta teoría sociológica no analiza de manera específica y
sistemática la acción colectiva ni los movimientos sociales, contiene en los aportes de T. Parsons, y
luego de R. Merton, un intento de explicación de los comportamientos colectivos. Para Parsons las
conductas colectivas, consideradas como conductas desviadas, deben ser entendidas como
disfunciones en los procesos institucionales, a causa de una débil interiorización de las normas
(por causas de índole patológica) y que, como resultado, da lugar a desequilibrios en la integración
social. Según este autor las conductas colectivas siempre obedecen a una situación de
inestabilidad y de escasa funcionalidad en los procesos de integración del sistema social y, desde
una mirada macrosociológica, las transformaciones sociales causadas por la modernización 43 y la
racionalización se dan a espaldas del individuo, pero al afectarlos (de manera diferenciada) los
obligan a adoptar una posición y a ejercer acciones ante los cambios. Merton, profundizando en
los hallazgos de su antecesor, intentó dar cuenta de los factores que provocan disfuncionalidad al
interior de los sistemas sociales (fallas en la integración) así como de los factores que están detrás
de una inadecuada interiorización de las normas, para tal efecto desarrollo el concepto de anomía.
La anomía (sin normas o fuera de las normas) explica que las acciones colectivas no obedecen
únicamente a desviaciones patológicas -como señalaba Parsons- sino que también pueden
deberse a expresiones de inconformidad con el sistema social (o uno de sus subsistemas). Para
Merton, en el primer caso, la disfunción anómica tenía que ver con los desajustes del individuo por
no disponer de los medios que le podrían llevar a alcanzar fines socialmente aceptados. En el
segundo caso, el de la inconformidad, el actor pretende sustituir valores y, además, pone en
cuestión los fines convencionalmente aceptados como legítimos. Así, Merton, contrario a Parsons,
no resta legitimidad al comportamiento desviado ni mucho menos al comportamiento
inconforme, al señalar que la acción colectiva no puede ser reducida a una disfunción sistémica,
por cuanto es preciso distinguir entre los procesos colectivos desencadenados a raíz de la
disgregación del sistema y los procesos que propenden a la transformación de las bases del
sistema. En realidad, la mirada interaccionista y la funcionalista, respecto a la acción colectiva,
tienen mucho en común como para amalgamarlas en un solo enfoque común: el del
comportamiento colectivo. Mientras la indagación microsociológica fue emprendida por el
interaccionismo, el abordaje macrosociológico fue suplido por el funcionalismo. Visto así, se ve la
obra de Smelser como el engranaje de una teoría general y sistémica del comportamiento
colectivo que se basa en ambas miradas. Para Smelser (1963), a la base de la acción colectiva se
advierte un arco de factores que van desde las disfunciones del orden social, tensiones,
permisividad del orden social, fractura de los controles sociales, entre otras. Por manera que la
acción colectiva, según este autor, es más una conducta reactiva ante la crisis y transformaciones
sociales, distanciándose así de la posición de Parsons, quien las concebía como una reacción ante
las normas y valores. Clasificaba las acciones colectivas en cinco tipos: a) pánico, b) los boom, las
modas y manías colectivas, c) tumultos y movimientos violentos de carácter agresivo, d)
movimientos reformistas y e) movimientos revolucionarios. 44 Más allá de los aportes sintéticos
de Smelser para problematizar y relacionar el enfoque interaccionista y el funcionalista, su
desarrollo teórico no alcanzaba para analizar la planificación temporal, el carácter cognoscitivo, la
conducta o los objetivos de los actores al conformarse en movimientos sociales y otras formas de
acción colectiva. Al constatarse que los movimientos de los años sesenta y setenta no podían
reducirse a meras respuestas a crisis económicas o colapsos sistémicos, se hizo evidente que éstos
contenían objetivos precisos, valores e intereses articulados así como estrategias de acción; por lo
que era preciso contar con un cuerpo teórico que fuera capaz de analizar por separado ciertos
tipos de acción colectiva y, en especial, la de los movimientos sociales. Desde el individualismo
metodológico: en aras de tomar distancia de explicaciones sobre la acción colectiva que la
reducían a una mera reacción frente a las transformaciones sociales, este ángulo teórico pone el
acento en las motivaciones y el cálculo de los individuos para emprender acciones comunes junto
con otros individuos. Planteado desde la mitad de la década del setenta del S.XX, este enfoque
contiene dos perspectivas de análisis: a) desde la teoría de la elección racional, y b) la teoría de la
movilización de recursos. El principal argumento que la teoría de la elección racional añade al
estudio de la acción colectiva en la perspectiva norteamericana consiste en argumentar que ni los
sentimientos individuales de privación ni la preocupación por objetivos comunes explicarían las
revoluciones ni los movimientos sociales (ni cualquier otra acción colectiva), ya que para los
promotores de esta teoría es la expectativa de conseguir beneficios privados lo que motiva la
participación de los individuos o grupos. Por consiguiente, la indagación tendría que ir encaminada
a explorar los vínculos entre los intereses individuales y la acción colectiva. Un autor
representativo de este cuerpo analítico es M. Olson, quien en la década de los noventa aportó un
modelo de elección racional en el que sostiene que los individuos participan en acciones colectivas
solo si los beneficios esperados superan los costos de la acción. En el modelo de Olson los
individuos son siempre seres egoístas que buscan maximizar sus beneficios privados, donde no
tienen lugar los ideales ni la utopía. Como se intuirá, la principal crítica a este propuesta es que
deja de explicar aquellos comportamientos en los que la solidaridad va más allá de la relación
costo-beneficio, es decir, aquellos casos en los que los individuos se movilizan aunque sospechen
de antemano que los esfuerzos de su acción difícilmente bastará para cambiar una determinada
situación de injusticia. 45 Por su parte, la teoría de la movilización de recursos, en respuesta al
débil valor explicativo de la teoría de la elección racional para analizar ciertas acciones colectivas,
es el parapeto desde el que un conjunto de autores entre los que sobresale C. Tilly, cambian la
unidad de análisis del individuo a las organizaciones. No se preocupa entonces esta teoría por las
motivaciones de los individuos, mucho menos le interesa si las conductas son desviadas,
irracionales o racionales, ya que fija su atención en cómo los grupos organizados obtienen
recursos, los controlan y los canalizan para lograr transformaciones sociales. Da por sentado que
en cualquier sociedad ha existido insatisfacción y conflictos, lo cual se convierte en una constante
en lugar de una variable explicativa; por lo tanto, esta teoría indaga cómo las organizaciones
movilizan el conflicto: cómo se forman, cómo movilizan los apoyos, cómo deciden las estrategias y
tácticas políticas. De manera que el conflicto es visto aquí como la disputa por el control de
recursos escasos al interior de la sociedad. Dos aportes significativos de la teoría de movilización
de recursos son: reconocer el conflicto como algo habitual en la sociedad (en lugar de asociarlo a
patologías); e interesarse por las formas organizativas y sus implicaciones en la obtención y
asignación de los recursos). En la otra cara de la moneda se le cuestiona por: identificar de manera
absoluta a la acción colectiva con la organización (pasando por alto que un movimiento o una
acción colectiva, en general, excede a la organización que la configura). Asimismo, igual que el
enfoque de la elección racional, sobrepone la racionalidad instrumental, al encasillar a la acción
colectiva como una lucha que tiene como fin exclusivo la apropiación de recursos; y, en adición,
supone que la lucha por la apropiación de los recursos para la movilización es equitativa, sin
considerar la presencia de la dominación política (es decir, se convierte en una teoría que concibe
la acción colectiva como un fenómeno apolítico). 3. Los enfoques basados en la identidad colectiva
Corresponde a la perspectiva europea que, como se sabe, privilegia el estudio de los movimientos
sociales dentro del conjunto de las acciones colectivas. Agrupa a un conjunto de autores entre los
que existen visibles contrastes analíticos. Melluci y Touraine destacan entre aquellos que desde
este enfoque se han ocupado de los movimientos sociales. 46 Esta perspectiva pone el lente sobre
los idearios y el proyecto histórico de los movimientos sociales, en tanto sujetos y, asumen, que el
núcleo actual del conflicto social es distinto al de la sociedad industrial clásica. Es por ello que
concentran su mirada en los llamados nuevos movimientos sociales, por ser estas entidades las
que, a su juicio, pueden dar cuenta de las transformaciones sociales contemporáneas (Jiménez,
2006). Así como en la vertiente norteamericana del individualismo metodológico se cuestionaban
las premisas de la teoría del comportamiento colectivo (que fundía posiciones del funcionalismo y
del interaccionismo social), la perspectiva europea, que cobra auge a partir de los años setenta del
S.XX, cuestiona lo que a su juicio consideran el reduccionismo de la ortodoxia marxista (que
plantea la explicación de toda acción a partir de la ubicación de clase social de los individuos y
grupos). Sin negar la importancia de las condiciones socioeconómicas estructurales, tratadas en la
perspectiva marxista, los teóricos de los nuevos movimientos sociales, con matices, fueron dando
forma a una teoría de la acción que argüía que los nuevos movimientos sociales surgen a partir de
los años sesenta en el contexto de nuevas fuentes de conflicto y protesta que están íntimamente
ligadas a las transformaciones estructurales y los cambios políticos y culturales del capitalismo
tardío (Véliz, 2007). Ante la pérdida de capacidad de representar las demandas populares que
mostraban las entidades de mediación tradicional (partidos políticos, sindicatos y grupos de
interés), distintos sectores de la sociedad van diferenciándose y movilizándose menos por el
impulso de las ideologías convencionales que por motivaciones culturales basadas en la cuestión
identitaria, lo que no significa necesariamente una renuncia a la política, sino el hecho de que
configuran la acción en una mezcla de racionalidad instrumental (obtención de poder) con un alta
dosis de integración simbólica. 9 El interés de clase pierde centralidad bajo este panorama a la
hora de explicar la acción colectiva en la Europa Occidental, dando paso a una diversidad de
temas, entre los que sobresalen el género, la sensibilidad hacia el medio ambiente, la etnicidad, la
condenas al armamentismo y a las guerras, entre otros. Desde la teoría de la acción se observa un
desplazamiento en el estudio de la acción colectiva desde su comprensión en el núcleo de la
estructura socioeconómica (al que se orientaban los llamados viejos movimientos sociales) a la
indagación de las pretensiones de ciertos actores interesados en generar cambios más bien
específicos en uno o varios componentes del 47 sistema social (orientación de los llamados nuevos
movimientos sociales). En esta perspectiva lo estructural está ligado con la acción pero no la
determina. Pese a las diferencias de apreciación entre los teóricos europeos de la acción colectiva,
existe el consenso de que la sociedad es capaz de transformarse y reproducirse a sí misma
(historicidad). Y en la medida en que la sociedad se vuelve más compleja surgen más áreas de
incertidumbre, ante lo cual la disidencia y la innovación cobran notable relieve. Según este
enfoque el objeto particular de la sociología no es el estudio de la estructura social (instituciones y
organizaciones) sino que es la acción social, como sistema de relaciones sociales, por lo que toma
distancia tanto de las teorías que reducen la acción a mecanismos de control, represión e
integración como de aquellas que la explican exclusivamente en función de mecanismos de
aprendizaje y reforzamiento de formas de conducta y organización. Touraine sostiene que afincar
la mirada en las relaciones sociales (análisis de la construcción de sentido y de la lucha por la
reproducción de la sociedad, según el concepto de historicidad) antes que en el sistema, no
significa que se tenga que desechar el análisis de la estructura social (entendida como el análisis
de la lucha por el acceso y distribución de los medios de producción). En suma, plantea que es
menester buscar las articulaciones entre las relaciones sociales y las variables estructurales, pero
renunciando a las determinaciones. D. ¿Nuevos y viejos movimientos sociales? Desde la década
del setenta, el cambio de orientación de la acción colectiva – en especial la observada en las
sociedades industriales avanzadas- estimuló una activa reconceptualización sobre la categoría
movimiento social. En efecto, la acción contemporánea de los movimientos ha desbordado la
capacidad explicativa de las teorías clásicas, tanto de la vertiente norteamericana como de la
europea, configurando un escenario de crisis del conocimiento sobre el tema y, por lo tanto,
introduciendo características que alcanzarían el calificativo de anomalías respecto a lo que Kuhn
denominó “ciencia normal” (Johnston et al., 1994). De ahí que uno de los debates más extendidos
en derredor a la acción colectiva tiene que ver con la supuesta novedad de los movimientos
sociales surgidos del ciclo de 48 protesta que comenzó en la década de 1960. Por una lado, con un
sesgo de parte de los historiadores, se sostiene que las supuestas características inéditas
corresponden a una cualidad intrínseca de todos los movimientos sociales en su etapa
embrionaria; y, por el otro, desde una perspectiva más sociológica, se interpreta las movilizaciones
contemporáneas como un indicador de las transformaciones sufridas por las sociedades
capitalistas avanzadas, en especial las mutaciones en las relaciones de clase y en las pautas
concretas de la producción y la reproducción social. Lejos de zanjarse de manea unilateral la
disputa conceptual, se ha tendido a delimitar un terreno común en el que se acepta la presencia
de continuidades y rupturas en la acción de los movimientos sociales, en una relación dialéctica
que plantea que lo viejo es el soporte sobre el que se acumula la fuerza de lo nuevo, adaptándose
a particulares condiciones del actual contexto (limitaciones y posibilidades) (Casquete, 2001). De
esta manera los temas, estrategias, medios de acción y formas organizativas de los movimientos
sociales no surgen en el vacío ya que se encuentran condicionadas por la experiencia social
acumulada y por las propiedades de la realidad específica en la que se movilización los actores
sociales. Bajo la cautela de que cualquier clasificación entre viejos y nuevos movimientos sociales,
tendría más bien un fin didáctico para advertir características más pronunciadas entre la acción
colectiva antes y después de 1960, autores como Johnston y otros, identifican algunas
características más propias de los movimientos contemporáneos vis a vis a las tendencias de las
anteriores formas de acción colectiva, pero en ningún momento pretenden referirse a
comportamientos que puedan ser advertidos en forma pura en la realidad. Veamos: 1. Los
llamados nuevos movimientos no tienden a tener una relación clara con los roles estructurales de
sus seguidores. Es decir, se advierte una marcada tendencia a que la base social de estos actores
contemporáneos trascienda la estructura de clase. 2. No suelen encajar en el molde rígido de las
ideologías tradicionales. En parte, esto es debido a que postulan el pluralismo y una orientación
pragmática que hace difícil el encasillamiento ideológico. 3. Le conceden una importancia
sustantiva a nuevos aspectos de la identidad de sus miembros que antes tendían a ser
invisibilizados. Sus reivindicaciones y los factores de movilización dan mayor relieve a los aspectos
culturales y 49 simbólicos (y, por ende, en menor medida a las demandas económicas que han
sido peculiares en el viejo movimiento obrero). 4. Mayor protagonismo del individuo en su
relación con el grupo. La autoafirmación individual dentro del movimiento es notable, como
rechazo a la asimilación (en lugar de integración) del miembro al colectivo. 5. Con frecuencia dan
cabida a temas que denotan aspectos íntimos de la vida humana. En sintonía con el numeral
anterior, rescatan el valor de lo personal y redimensionan los conceptos de lo público y lo privado.
6. Recurren a menudo a tácticas de movilización radicales, de resistencia. En el marco de pautas de
movilización caracterizadas por la no violencia y la desobediencia civil, que suelen representar un
desafío a las normas de comportamiento vigentes a través de una representación de carácter
dramático (ej. Encadenamientos en la vía pública, arte perfomance, etc.). 7. La proliferación de
acciones colectivas contemporáneas se relaciona en mucho con la búsqueda de canales
alternativos, ante la crisis de credibilidad de los mecanismos convencionales de participación en
las democracias occidentales. 8. Las estructuras organizativas suelen ser más difusas y
descentralizadas. Esto si se compara con la mayor previsión y rigidez de las estructuras de cuadros
y burocracias centralizadas de los partidos de masas tradicionales y de los sindicatos. La
pertinencia del debate en América Latina El robusto abordaje teórico sobre los movimientos
sociales no obsta para mencionar las dificultades de aplicación de las teorías existentes en
contextos distintos al europeo y el norteamericano. El aporte teórico desde América Latina ha sido
más bien disperso, por lo que han prevalecido las descripciones e interpretaciones desde la mirada
de las teorías marxistas, funcionalistas y las más recientes de la identidad colectiva, todas ellas de
suyo útiles para alumbrar al entendimiento de la realidad social latinoamericana, pero a su vez se
quedan cortas para analizar la especificidad de la acción colectiva en la región (Parra, 2005). En un
sentido más específico la discusión sobre la novedad o continuidad de la acción colectiva presenta
en Latinoamérica matices propios que invalidan de antemano las analogías trasvasadas, sin
cortapisa, a partir de lo observado en otros contextos geográficos. 50 Mientras en Europa
occidental la emergencia y consolidación del movimiento obrero fue en paralelo a avances en los
procesos de democratización, crecimiento y distribución de la riqueza, en América Latina el sujeto
obrero, en general nunca llegó a tener las oportunidades, posibilidades, condiciones contextuales,
presencia y capacidad organizativa que sus pares trasatlánticos. Eso no significa que no tuvo
importancia en momentos puntuales de la acción colectiva, pero nunca en la magnitud
desarrollada en Europa. A su vez la región se vio influenciada -sobre todo a fines de los años
ochenta y principios de los noventa- por las corrientes europeas de movilización social que,
distanciadas de la lógica y talante reivindicativo del movimiento obrero, visualizan nuevos temas
en la agenda de los movimientos, con especial mención de los temas de género, derechos
humanos y medioambiente. La particularidad latinoamericana radica entonces en la confluencia
de acciones colectivas de obreros, campesinos, estudiantes y pobladores, considerados como
viejos actores o movimientos, con la aparición de tejidos organizativos orientados a temas más
específicos como los que ya se expresaban en Europa y Estados Unidos. En vista de que las
sociedades latinoamericanas, en general, no alcanzaron estados de bienestar, el sujeto obrero
(asalariado) no se constituyó realmente en parte del statu quo de la manera en que ocurrió en
Europa, por lo que pese a los alcances conquistados en algunos rubros y países, sigue siendo un
sujeto vulnerabilizado en su mayoría, pero ahora subsumido en la multiformidad de lo popular, en
contraste con la experiencias de conducción de lo popular que le asignaban, de manera normativa,
un rol casi exclusivo en la etapa anterior de acumulación y desarrollo (Vilas, 2007). Si bien incluso
en los países industrializados, la globalización neoliberal ha socavado parte de los cimientos del
welfare state10, con especial mención de las situación de los migrantes trabajadores, todavía hay
un mar de diferencia entre la precariedad laboral que prevalece en América Latina con la de
aquellos países. Por tal razón, la confluencia antes señalada para nuestra región tiene, con
diferencia de tonos, una connotación popular por la intersección de la explotación económica
(relaciones de clase), opresión política y pobreza11 . Como lo apunta Vilas (2007), lo popular
engloba a la pobreza pero no se limita a ella, pues también aparece una dimensión político-
ideológica, abanderada por “grupos de clases medias bajas y pequeña burguesía movilizándose en
torno a la democratización, 51 las libertades públicas y los derechos de ciudadanía, más
explícitamente que por demandas económicas en sentido estrecho”. Resulta evidente que la
identidad del sujeto “popular” es de suyo heterogénea, con una pluralidad de elementos
constitutivos e identitarios que aunque a priori parecen dificultar la coordinación, no es menos
cierto que también potencia su perfil emancipatorio12 . En función de profundizar los procesos de
democratización sustantiva en Latinoamérica, la variedad de sujetos colectivos articulados en la
forma de movimientos sociales precisa cautelar y tomar distancia de aquellas visiones de la
democratización que reducen al sujeto a una individualidad encasillada en la categoría de
“ciudadanía”. No se puede negar la importancia del reconocimiento de ciudadanía, por cuanto es
un concepto de suyo valioso para avanzar en la autonomía de la persona frente a la alienación y
control que el Estado, el mercado o la comunidad podrían ejercer; sin embargo, habrá que
denunciar cualquier propuesta de ciudadanía que se concentra en el individualismo
desarticulador, que rechaza la complementación y necesaria presencia del ciudadano (a) con otros
(as) más allá del ejercicio del voto, para formar sujetos colectivos solidarios que propicien cambios
profundos en las estructuras sociales que marginan y excluyen a la mayoría. Desde esta mirada, la
activación de la sociedad civil como espacio emancipador solo será posible, en sociedades tan
desiguales como la latinoamericana, en la medida que la amplia gama de sujetos excluidos (viejos
y nuevos actores) fortalezcan su capacidad de comprensión, articulación, movilización y
representación social y política. Se trata de obtener voz y ganar el espacio perdido por la seudo
representación que algunas entidades gubernamentales y no gubernamentales hacen de las
causas de los más vulnerabilizados, se trata presionar a los partidos políticos para que reconozcan
la complejidad de la demanda social y de los mecanismos de participación que precisa la época. Se
trata en definitiva de construirse a diario como sujetos colectivos que defiendan como rasgo
esencial la autonomía crítica, así como la doble valencia, según el momento concreto, de
complementarse o antagonizar con otros colectivos sociales y políticos, en función de objetivos
estratégicos de maduración de conciencia y promoción de un cambio social inclusivo. 52
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Aires, Argentina. Disponible en:
http://www.iigg.fsoc.uba.ar/conflictosocial/revista/01/0102_viguera.pdf 1 Como señala Retamozo
(2009, p. 113), con base en Laclau: “el orden social contemporáneo está atravesado por una
multiplicidad de subordinaciones (como las de clase, de género, las étnicas, ecológicas). No
obstante, esto no quiere decir que allí se erijan inmediatamente reclamos, actos de protesta,
acciones o movilizaciones para acabar con esas situaciones o relaciones sociales, algo que
significaría un tipo de mecanicismo (9). La identificación de posiciones subalternas (las víctimas, los
dañados) nada nos dice aún de la capacidad de que esas relaciones sociales produzcan actores
políticos. Laclau (1985:39) establece una sutil pero potente distinción entre subordinación y
antagonismo que permitirá pensar el lugar a la construcción de demandas en los movimientos
sociales.” 2 Para este enfoque nos hemos basado en las distinciones entre distribución primaria
(funcional) y distribución secundaria (intervención fiscal) del ingreso. Al respecto puede
consultarse Lindenboim, et al. (2005). 3 En cuanto a la posibilidad de la emancipación, Gallardo
plantea la necesidad de un proyecto liberador; Giddens, por su parte, habla de una izquierda que
tenga autonomía, que genere autonomía en el ser, que genere solidaridad y que genere una
solidaridad en el diálogo para alcanzar una democracia dialógica. 4 Esta clasificación se nutre pero
no es exactamente equivalente a la que P. Freire desarrolló en varias de sus obras (Freire, 2005,
2001, 1980). Conocida es la clasificación de Freire en la que identifica tres tipos de conciencia:
mágica (intransitiva, cerrada), ingenua (simplista y superficial) y crítica (argumentativa,
transformadora, liberadora). 5 En la definición original de Raschke, incluye como movimientos
sociales a aquellos que también persiguen evitar o anular los cambios sociales fundamentales.
Para efectos de este documento excluimos a estas entidades para incorporarlas dentro de la
categoría de contra movimientos o anti movimientos sociales. 6 Para Raschke(94) es deseable que
los movimientos sociales prescindan de metas de cambio total del sistema para concentrarse en
aquellos elementos importantes factibles de ser cambiados. Creemos que la prevención de este
autor es válida para cautelar el potencial de cambio que el movimiento y la sociedad pueden
soportar en una determinada etapa histórica, pero advertimos que la sola búsqueda de cambios
parciales puede dejar intacta las estructuras de dominación socioeconómica que condicionan sino
totalmente, al menos en forma parcial, otras aristas de la exclusión. 7 Este apartado se basa en
Jiménez, 2006; Casquete, 1998; Véliz, 2007 y Retamozo, 2009. 8 Los llamados nacional-populismos
incluso fueron objeto de duras descalificaciones y combatidos por sectores de izquierda en la
mitad del siglo pasado, pero ahora, se reconoce incluso desde algunos sectores de la propia
izquierda que, pese a los extravíos y deformaciones de este tipo de movilizaciones políticas, en
algunos casos produjeron la apertura de espacios de participación y de acceso a bienes sociales a
sectores que de otra manera, bajo las constricciones de la época, difícilmente se hubieran dado. 9
Esta posibilidad de optar por ambas orientaciones es lo que se conoce como estrategia dualista de
los movimientos sociales. Al respecto, Casquete (1998, p. 32) sostiene que los movimientos
sociales “por 55 un lado, interactúan directamente, sin mediaciones, con las autoridades; por otro
lado, los movimientos difunden sus valores, creencias y cosmovisiones en la sociedad civil, lo cual,
a su vez, repercute en las autoridades (a través de los partidos políticos).” 10 Los problemas que
afrontan las distintas gradaciones de Estado de Bienestar en Europa ha debilitado el estatus
incluso de los trabajadores asalariados, tanto en el salario como en la seguridad social
(Rosanvallon, 1995; Guillebaud, 1995; Pennacchi, 1999.). Por su parte Hilderbrand (2009) señala
que en las últimas décadas la participación de los salarios en la renta nacional reflejó una
disminución constante en los países de la UE y en el resto de naciones que conforman la
Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). 11 Se reconoce la decisiva
importancia de las relaciones de clase para explicar la opresión económica pero se cautela que no
debe ser una lente exclusiva para observar la desigualdad. Las inequidades estructurales
entendidas como “lucha de clases” podrían entenderse, según Viguera (2009, p. 21) “como una
lente que en su sentido más amplio remite a las múltiples formas en que se manifiestan tanto la
construcción de la hegemonía por los sectores dominantes, como las resistencias
contrahegemónicas de los sectores subalternos. Esa lente analítica supone entonces partir de un
interrogante significativo central a la hora de analizar las diversas manifestaciones de resistencia y
protesta, que conduce a indagar en qué medida, de qué modos, y con qué sentidos la dinámica
hegemoníacontrahegemonía se desarrolla en y a través de ellas.” 12 Siguiendo a Vilas (1995, p.
79), para complementar la idea en este párrafo, sostiene que: “Lo políticoideológico implica una
autoidentificación de subordinación y opresión (social o de clase, étnica, de género…) frente a una
dominación que se articula con explotación (negación de una vida digna, de perspectivas de
futuro) y se expresa institucionalmente: inseguridad, arbitrariedad, coacción socialmente sesgada.
Implica por lo tanto, algún tipo de oposición al poder establecido y, ante todo, a las instituciones y
organizaciones que representan y articulan la explotación y la dominación.”

http://library.fes.de/pdf-files/bueros/fesamcentral/07579.pdf?

Argumentos (México, D.F.)


versión  impresa ISSN 0187-5795
Argumentos (Méx.) vol.23 no.62 México ene./abr. 2010
 

Diversa

Hacia una sociedad del conocimiento como emancipación:


una mirada desde la teoría crítica
 

Helder Binimelis Espinoza*

*
Docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Temuco,
Chile. Estudiante de Doctorado en Investigación en Ciencias Sociales, con mención en
Sociología en Flacso, México. Becario Conicyt, Chile.

Resumen

El presente artículo propone la recuperación de la teoría crítica para reflexionar sobre


la denominada sociedad del conocimiento. Se discute, en primer lugar, en torno a las
ausencias, silencios y reducciones teóricas, ya sea economicistas o antitecnológicas. En
segundo lugar, los conflictos y exclusiones generados por los actores sociales
dominantes que legitiman y naturalizan ideológicamente visiones de desarrollo.
Finalmente, a partir de la experiencia individual y colectiva de usuarios de tecnologías
de información y comunicación, y la emergencia de nuevos o renovados valores
sociales y políticos, se propone una discusión teórica acerca de una futura y posible
sociedad del conocimiento basada en la emancipación.

Palabras clave: sociedad del conocimiento, teoría crítica, emancipación.

Abstract

This article proposes the recovery of Critical Theory with the purpose of reflecting
about Knowledge Society. On first place, the paper discusses the economicist and anti–
technological absences, silences, and theoretical reductionisms. Secondly, it highlights
the main conflicts and exclusions produced by dominant social actors that ideologically
legitimate and naturalize development views. Finally, taking into account the
experience of individual and collective users of information and communication
technologies, and the appearance of new or renewed social and political values, it is
proposed a theoretical discussion about a new Knowledge Society based on
emancipation.

Key words: knowledge society, critical theory, emancipation.

INTRODUCCIÓN

Una de las áreas más estudiadas por las ciencias sociales en la actualidad es la
aparición y desarrollo de nuevas tecnologías de información y comunicación. Diversos
estudios que buscan precisar el impacto social y cultural de estas tecnologías, por
ejemplo, estableciendo los efectos de internet sobre los individuos, así como las
consecuencias de nuevas formas de interacción mediadas tecnológicamente. Aunque,
sin duda, se ha prestado mayor atención a las consecuencias económicas de la
incorporación de estas tecnologías en el ámbito productivo, se ha constituido un
discurso que afecta a las empresas tanto como a la generación de políticas públicas, y
que tiene como foco un nuevo modelo de desarrollo basado en el conocimiento
científico–técnico integrado a sistemas empresariales, de innovación productiva y sus
supuestos efectos para el crecimiento a partir de la integración de lo nacional a la
economía global. Se discute sobre el retraso tecnológico de muchos países, en
comparación con modelos nórdicos o de países asiáticos desarrollados, y se empiezan
a promover políticas de innovación productiva, de generación de sistemas nacionales
de innovación, de atracción de empresas trasnacionales, de generación de
infraestructuras tecnológicas, de nuevos marcos legales que regulen y protejan la
propiedad intelectual en una época donde lo fundamental es la generación de
conocimiento a partir de la gestión de la información.

Sin embargo, la atención excesiva sobre tecnología e integración económica no deja


ver la existencia de realidades sociales tanto o más significativas que emergen frente a
estas nuevas formas de dominación económica y política. A partir de la constatación de
la exclusión y de la negación de realidades cada vez más evidentes, surge como
necesaria la recuperación de la tradición de la teoría crítica para reflexionar sobre la
denominada sociedad del conocimiento, con sospecha y no con justificación.

Este artículo ofrece una mirada desde una perspectiva teórica que, desde sus inicios,
ha tenido una marcada preocupación por los problemas sociales generados por la
interrelación entre mercados capitalistas, ciencia y tecnología; relaciones que se han
exacerbado en la actualidad. Lo que se pretende entonces es introducirse en nuevos
problemas sociales y en nuevas preguntas para dialogar y acercarse a los actores
sociales y sus prácticas transformadoras.

Se propone, en primer lugar, una discusión sobre las reducciones en la reflexión sobre
sociedad del conocimiento, que limitan lo que sucede en la actualidad al papel central
de la tecnología o de la economía, como factores explicativos del acontecer. En
segundo lugar, se propone una discusión en torno a las consecuencias de la
transformación de esas reducciones en la justificación ideológica del presente,
mostrando la necesidad de incorporar en la definición de sociedad del conocimiento
aquello que generalmente es excluido de todo análisis, e incluso negado en su
existencia y relevancia social.1 En definitiva, revelar las contradicciones y el carácter
deshumanizante de la sociedad actual.

Finalmente, se plantea la necesidad de recuperar la reflexión crítica sobre la sociedad


del conocimiento, lo que permitiría generar un diagnóstico sobre la época actual, sobre
los individuos como potenciales sujetos de emancipación social, sobre el papel que le
corresponde a la ciencia y a los científicos en este proceso, enunciando la necesidad de
estudiar la aparición de nuevas formas de conflicto social contra las actuales
estructuras de dominación política y económica, que permiten vislumbrar desde la
praxis el camino hacia una sociedad del conocimiento como emancipación.
Brevemente, al finalizar, se ejemplifica con algunas experiencias prácticas, donde ya
se visibilizan esos procesos de emancipación.

LA JUSTIFICACIÓN DEL PRESENTE


No hay todavía consenso teórico sobre cómo denominar a la sociedad actual, y menos
aún sobre cómo caracterizarla. Una posibilidad es utilizar la expresión posindustrial,2 lo
que nos permite situarla, al menos, como superación de una etapa, definida por la
innovación en los procesos productivos a partir del desarrollo tecnológico. Otra
posibilidad es denominarla a partir de la actividad supuestamente central desarrollada;
y así como lo industrial definió la sociedad del siglo XX, podríamos decir con Castells
que la sociedad actual es informacional,3 postura que, siendo correcta en su
diagnóstico e incluso en su crítica, sigue centrada en la actividad económica como
factor clave en la constitución de lo social. Finalmente, nos decidiremos por nombrarla
como sociedad del conocimiento4 ya que refleja, por una parte, la importancia
económica en el acto de crear nuevo conocimiento en un mundo globalizado y, al
mismo tiempo, se abre a la relevancia social, cultural y política que adquiere el acto de
conocer, sea cual sea la posición social que ocupemos en la sociedad actual o el grado
de integración económica o tecnológica que poseamos.5

A continuación revisaremos dos problemas fundamentales de la que hemos decidido


denominar sociedad del conocimiento. Por una parte, su reducción a lo tecnológico y,
por otra, su caracterización como un fenómeno netamente económico.

FILIA Y FOBIAS TECNOLÓGICAS

Para hablar de la sociedad del conocimiento hay que referirse inevitablemente a las
nuevas tecnologías de información y comunicación, y a las posibilidades que éstas
generan a partir de la interconexión por internet.6 ¿Pero esto es, en definitiva, positivo
o negativo para la sociedad y los individuos? Graham y Gómez proponen denominar a
estas interpretaciones contrapuestas como visión tecnófila, y visión tecnofóbica o
luddita.7

La tecnofilia se refiere a la confianza desmedida en las tecnologías, y exclusivamente


en las tecnologías, para generar el desarrollo de una sociedad. Como expresa Graham:
"La 'ideología de la tecnología' es muy evidente en los tecnófilos, que son quienes
creen que la innovación tecnológica es un cuerno de la abundancia que remediará
todos los males".8 Es así como se habla de la necesidad de una infraestructura digital
que posibilitaría un salto en la generación de conocimiento; o que la incorporación de
tecnología en las escuelas y universidades garantizará automáticamente una mejor
formación y la generación de profesionales más completos.

Por otra parte, la tecnofobia o el luddismo9 se refieren al rechazo o la desconfianza


fatalista en las posibilidades que ofrece la tecnología, ya que se considera peligrosa en
la medida en que nos puede hacer perder nuestro empleo, nuestras tradiciones, las
posibilidades de interactuar cara a cara, e incluso nuestra propia conciencia,
transformándonos todavía más en objetos, en engranajes operando en función de
intereses económicos y políticos ajenos. Una postura en esta perspectiva es la de
Virilio, quien señala por ejemplo:

Las autopistas de la información van a establecer un sistema interactivo que es tan


temible para la sociedad como la bomba para la materia. Según Einstein, la
interactividad es respecto de la bomba informática lo que la radioactividad es respecto
de la bomba atómica. Es un fenómeno constitutivo y disociativo […] existe […] la
amenaza de una toma de control sobre las sociedades que es inaceptable.10
Como explicitaremos más adelante, no es posible comprender la sociedad del
conocimiento sólo buscando entender (o rechazar) uno de sus elementos, que además,
en términos globales, todavía tiene una penetración muy limitada y selectiva respecto
de la sociedad en su conjunto. No se puede aceptar una interpretación de la relación
social e individual con las tecnologías restringida por unos anteojos que limitan la
visión y las posibilidades que la misma tecnología ofrece. Su uso tiene consecuencias
positivas, pero al mismo tiempo se posibilita la alienación de los individuos respecto de
sus sociedades, su control y vigilancia; por ello, tanto la confianza como la
desconfianza en las nuevas tecnologías de información y comunicación deben leerse no
sólo en sus efectos inmediatos para las personas, sino en una perspectiva más amplia
que la sitúe en sus usos y abusos posibles en contextos económicos, políticos y
culturales diversos y en interrelación.

¿SOCIEDAD O ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO?

Otra reducción usual es considerar unívocamente las posibilidades económicas basadas


en el conocimiento. Se considera que lo que describe a la sociedad actual es una serie
de nuevas estrategias productivas basadas en el uso intensivo de información con fines
empresariales y, por lo tanto, lo que se estudia es la innovación, la propiedad
intelectual, los marcos legales que incentivan la apertura económica en un mundo
globalizado, o los cambios en los modelos educativos que garanticen la formación de
personal altamente calificado para las empresas. La reducción en este segundo caso
implica entender a la sociedad del conocimiento como si fuera únicamente una
economía del conocimiento, que se impone o que se aisla de otras dimensiones
sociales no consideradas.11

¿Qué implica una economía del conocimiento? Fundamentalmente, el cambio consiste


en pasar de un modelo de acumulación de capital físico y de producción material a otro
basado en la acumulación de capital intelectual y de producción de bienes inmateriales.
Según plantea la UNESCO,12 hay una tendencia desde mediados del siglo XX a
privilegiar la inversión en investigación, educación y servicios.

Tampoco se puede decir que la economía material desaparece, solo cambia su rol
social, es decir, ya no ocupa un lugar central en los procesos de desarrollo y ni siquiera
en la identidad individual de los individuos como trabajadores, sino que pasa a cumplir
un papel subordinado frente a la economía dominante del conocimiento, como parte de
un proceso de largo aliento que se inició hace más de un siglo:

Tal como Marx había predicho a mediados del siglo XIX, parece ser que el
conocimiento está sustituyendo a la fuerza de trabajo, y que la riqueza creada se mide
cada vez menos por el trabajo en su forma inmediata, mensurable y cuantificable, y
depende cada vez más del nivel general de la ciencia y del progreso de la tecnología.13

Es el esfuerzo de países del tercer mundo por industrializarse y por desarrollar una
amplia masa de trabajadores industriales lo que, por decir lo menos, cambia su sentido
en un momento social donde el trabajo físico se hace cada vez más irrelevante. Lo que
deben hacer ahora es abandonar ese camino y luchar por desarrollar trabajadores del
conocimiento, una vía marcada también por las condiciones de control, y dependencia
social que imponen quienes ya dominan esta nueva economía.
A modo de ejemplo, las discusiones sobre educación y modelos educativos en la
actualidad están centrados en la necesidad imperiosa de adaptar a quienes se educan
fundamentalmente para una futura vida laboral; pasando a un modelo basado en la
adquisición de habilidades, lo que posibilita que otras dimensiones de lo social como la
ética, la política, la cultura, terminen actuando funcional y tecnocráticamente al
servicio de la actividad económica, volviéndose necesarias en la medida que permitan
aumentar la productividad empresarial. En esta línea se desarrolla la reflexión de
Cornella, quien plantea una interpretación de la formación cívica subsumida en lo
económico:

Es como si fuera necesario un nuevo tipo de civismo, el civismo informacional: todos


comprometidos en generar mejor información, en facilitar su localización, en enseñar a
entenderla, en ser exigentes en cuanto a su calidad, etcétera. La sociedad
comprometida con el conocimiento. El conocimiento como valor social. Y en esto todos
tenemos una responsabilidad. De la misma forma que la limpieza es cosa de todos, el
respecto del conocimiento como valor personal y económico también lo será muy
pronto.14

Los párrafos anteriores no pretenden desconocer el efecto de lo económico en la


sociedad actual y, principalmente, respecto del desarrollo científico y en la tecnología
aplicada; sino reconocer sus efectos en los procesos de exclusión y dominación social
que, más allá de lo económico, afectan la vida social, cultural y política de las
personas. Así, Etxeberría expresa la necesidad de reflexionar sobre el "contagio
cultural" positivo o negativo que trae consigo incorporar una tecnología desarrollada en
un contexto social diferente;15 Castells destaca, por otra parte, el efecto político que
trae consigo el cambio de rol de los estados, que pasan (al menos en los países que
buscan integrarse en el modelo de la sociedad del conocimiento) de una preocupación
por la construcción de gobernabilidad dentro del territorio nacional, a la necesidad de
conectarse e integrarse al denominado sistema tecnoeconómico.16 En ambos casos, la
incorporación de tecnologías y la integración tecnoeconómica, pueden terminar
produciendo dependencia y dominación.

Hay además una tercera perspectiva, que, aunque es también una reducción de la
realidad, se sitúa más bien en la discusión sobre acción estructural y las posibilidades
de generación de cambios sociales de parte de individuos. Por lo general, se asocia
cambio y desarrollo social con procesos macrosociales y estructurales, por ejemplo, la
integración económica mundial o la generación de sistemas de innovación, donde la
acción individual o grupal, como el rechazo o la protesta aparecen como irrelevantes.
En cambio las interpretaciones de la acción individual se concentran, por lo general, en
la realización de actividades funcionales como, por ejemplo, la experiencia de uso de
nuevas tecnologías o la construcción de identidades virtuales.17 En este sentido, una
parte significativa de la reflexión sobre sociedad del conocimiento está operando de
modo tradicional, es decir, describiendo selectivamente ciertos aspectos de la realidad,
e implícitamente generando una justificación ideológica del presente. En el próximo
apartado se discutirá sobre la elaboración de la idea de sociedad del conocimiento
como ideología dominante para el mundo actual.

DOMINACIÓN, EXCLUSIÓN Y NEGACIÓN


Otra de las reducciones y peligros de la discusión sobre sociedad del conocimiento
proviene de los actores sociales que promueven la continuidad inevitable del
neoliberalismo y que alaban las nuevas posibilidades que el conocimiento genera
dentro de sistemas tecnoeconómicos18 y de innovación,19 para continuar por la misma
senda. Acá se entiende a la sociedad del conocimiento como un nuevo paradigma
tecnoeconómico, un nuevo modelo que, ahora sí, conducirá a los países al anhelado
desarrollo. Se trata, por tanto, de promover clasificaciones donde los países suben y
bajan posiciones de acuerdo con su productividad económica, de generar recetas
basadas en la innovación, en la alianza de empresas y universidades, en la generación
de patentes basadas en la investigación de punta; en estudiar e imitar las políticas
económicas de los países que han conseguido formar un nuevo primer mundo
interconectado, educado y aparentemente democrático, promoviendo políticas públicas
para la construcción de una infraestructura digital y una legislación para la protección
de patentes, generalmente, en manos de empresas trasnacionales.20

Al entender la sociedad del conocimiento exclusivamente como un modelo a seguir, se


la reduce a un discurso ideológico sobre cómo debería ser el futuro exclusivamente a
partir de la interpretación de aquellos actores sociales que ya son dominantes en la
sociedad actual. Es posible que algunas sociedades (a veces ni siquiera países)
consigan alcanzar una posición de mayor o total integración económica, pero no es una
realidad factible para todo el mundo.21 Las diferencias de recursos materiales, la
dependencia económica, los problemas políticos, así como las condiciones iniciales y
los cambios históricos, generan dificultades que no se pueden resolver exclusivamente
produciendo conocimiento utilizable productivamente en una economía globalizada.

Si la sociedad del conocimiento es un modelo a seguir, basado en las posibilidades que


actualmente existen en países altamente desarrollados (como Dinamarca o Finlandia),
entonces es un modelo irreal y, por lo mismo, excluyente de la mayoría. Las diversas
formas en que ha renacido la violencia entre países por recursos clave para la
economía globalizada, la legitimación de ciertos autoritarismos en países del tercer
mundo y la condena estratégica de otros, la criminalización de nuevos actores
políticos, y el silencio respecto de la integración perversa y la migración asimétrica22 de
grupos criminales es en realidad, una justificación ideológica de la exclusión de
sociedades que nunca llegarán a ser como propone el modelo de la sociedad del
conocimiento y es la forma en que se manifiestan las contradicciones del presente.
Castells expresa que:

La posición en la red, es decir, la función obtenida en la nueva división internacional


del trabajo, se convierte en un elemento esencial para definir las condiciones
materiales de existencia de cada país o región […] muchos países y muchas regiones
de muchos países están siendo marginadas por la expansión de la economía
informacional global. Sociedades nacionales, locales y regionales están cambiando de
una posición de explotación dependiente a la irrelevancia estructural en la nueva
economía.23

Son las mismas necesidades y condiciones en el desarrollo histórico de la economía


capitalista globalizada las que han producido, en gran medida, el lugar de liderazgo,
dependencia o exclusión de los países en el contexto actual. ¿Pero por qué se habla de
integración en algunos casos y se produce una negación de realidades evidentes de un
mundo globalizado en otras? Una interpretación crítica de la sociedad del conocimiento
debe considerar siempre al mundo en su totalidad y explicar el futuro no sólo desde la
imitación de modelos que han producido desarrollo en determinados países,
extrañamente considerados en forma aislada en un mundo globalizado; sino que, lo
que se hace necesario es incluir a los excluidos.

El ya citado informe de la UNESCO reconoce que no existe una "transición generalizada


a la economía del conocimiento",24 sin embargo, habla de la "coexistencia entre
diferentes sistemas".25 Es en esta segunda idea donde aparece uno de los problemas
clave en el análisis del capitalismo, ya que se habla como si éste sólo debiera hacerse
cargo del desarrollo de su fase más avanzada, aislada e independiente de las
condiciones económicas de esos otros "sistemas". Anibal Quijano26 ha planteado que
hay una tendencia que interpreta que el desarrollo del capitalismo produce
homogeneidad estructural cuando en realidad hace lo contrario: se produce
heterogeneidad estructural. Por tanto, las condiciones de integración de unos y las
condiciones de exclusión de otros no son, como expresa UNESCO, sistemas en
coexistencia, sino parte de un mismo fenómeno mundial.

Cuando hablamos de incluir a los excluidos nos referimos, en primer lugar, a que
deben integrarse analíticamente a la discusión sobre la sociedad del conocimiento
aquellos procesos de exclusión social que son producidos por la dinámica del cambio
social actual.27 Y, en segundo lugar, porque esos procesos de dominación, dependencia
y exclusión (y las nuevas formas de lucha y resistencia que de ahí emergen) nos
permiten comprender de mejor forma el presente.28

En el siguiente apartado se propone la recuperación de la tradición iniciada en la


Escuela de Frankfurt para criticar el presente, así como la valoración teórica de las
experiencias de actores sociales que ya ponen de manifesto estas contradicciones a
partir de sus diversas formas de resistencia y construcción del futuro.

HACIA UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

¿Por qué una reflexión crítica sobre la sociedad del conocimiento? Porque hay una
renovada necesidad (o podría decirse también, una necesidad permanente), de pensar
nuestra realidad con una lógica de la sospecha,29 de no dar algo por cierto o por
eternamente existente e inevitable, como sucede en la actualidad con la naturalización
de modelos que promueven la inevitabilidad del individualismo extremo y de un
mercado excluyente de las mayorías. Un sentido crítico que se opone al dualismo
descrito en las secciones anteriores entre la filia y la fobia tecnológica, que se limita a
afirmar y negar realidades, que se limita a describir, que mantiene de forma implícita
una ideología de la exaltación del presente (y también del futuro como exaltación del
progreso) o de su aceptación cínica y conformista que, por tanto, se niega a ver como
posible la libertad individual en conjunción con la solidaridad y la cooperación.

A pesar que se utiliza sistemáticamente la referencia a la totalidad, por ejemplo al


hablar de globalización, es escasa la reflexión que incorpore lo global, lo total, en la
explicación y en la interpretación de realidades concretas o las inevitables
interconexiones entre individuos, instituciones y estructuras.30 Nos encontramos con
una ciencia que fragmenta la realidad ocultando sus contradicciones. Como señala
Castells:

Pocas teorías son específicas, globales y bastante rigurosas para dar actualmente un
marco interpretativo para la comprensión de la nueva historia. Hay una considerable
cantidad de investigaciones sobre los impactos sociales y económicos de las nuevas
tecnologías, pero éstos no son más que aspectos parciales cuyo significado
fundamental debería estar integrado dentro de un sistema más amplio de interacción
social.31

La teoría crítica, en cambio, por su forma de acercarse reflexivamente a la totalidad


social y a la unidad entre praxis y teoría, permite distinguir la forma en que están
configuradas esas relaciones sociales de interacción haciendo distinguibles, por una
parte, las diversas manifestaciones de dominación política y económica y, por otra, las
de emancipación y libertad. Posibilita, teniendo en cuenta siempre la necesidad de
superación del presente, observar la forma en que se configuran las relaciones entre
individuo y sociedad; y en estos sentidos, sitúa a la ciencia y al científico dentro de ese
campo de relaciones: la posición funcional que ocupa la ciencia en ese marco político y
económico y, también, la posición del científico respecto de esas estructuras de
dominación. Examinemos estos elementos en su relación con la sociedad del
conocimiento.

EL DIAGNÓSTICO DEL PRESENTE

La teoría crítica busca realizar un diagnóstico que no se limita exclusivamente a una


descripción sociológica del mundo actual, sino que tiene una pretensión que apunta a
precisar principios morales y políticos, parámetros normativos y acciones políticas que
permitan superar la sociedad actual, y estar atentos a la acción política emancipatoria,
tareas todas ellas indispensables para, como expresa Horkheimer, superar el carácter
de "inhumanidad (de la praxis social actual) que repercute en todo lo que se realiza en
la sociedad".33

En las páginas anteriores, al hablar de sociedad del conocimiento como nuevo


paradigma económico y tecnológico, se han intentado precisar algunos indicios de esa
falta de humanidad propiciada fundamentalmente por un discurso que, mediante
pretensiones de universalidad, acepta la integración y dominación de unos, y la
exclusión pauperizante de otros. En este sentido, hay que someter a crítica todos
aquellos conceptos (incluido el de sociedad del conocimiento), en la medida en que
legitimen contradicciones de orden moral y político, por ejemplo, las discusiones sobre
integración económica, sobre innovación y sistemas de innovación (y los actores que
son dignos de integración y reconocimiento en esos sistemas), la relación entre
educación, habilidades o más recientemente, competencias y tecnologías (y su vínculo
con la alienación y el control de los individuos); y también respecto de conceptos que
en apariencia buscan la transformación de la sociedad, como por ejemplo el
reconocimiento de la brecha digital o la necesidad de alfabetización digital34 (y que
promueven únicamente la integración funcional productiva).

Es relevante diagnosticar también la existencia de fuertes antagonismos estructurales


en el presente. Así como Horkheimer hablaba en el pasado de "camarillas de
dirigentes" que promovían la industria de la guerra,35 podemos rastrear los diversos
antagonismos existentes en la sociedad del conocimiento, que promueven en beneficio
político y económico de sociedades y empresas dominantes, guerras por recursos clave
(como las recientes guerras por el petróleo), o que aceptan y justifican
inconmensurables procesos de especulación financiera que afectan a los individuos en
el mundo y la economía reales. Antagonismos que se manifiestan, como se ha
expresado anteriormente, en lo que Castells ha denominado integración perversa, la
ya mencionada aceptación por parte de la economía globalizada de recursos
provenientes de delitos trasnacionales; o, como el mismo Castells propone, la falta de
discusión sobre las las migraciones asimétricas de la periferia hacia el centro, y sus
efectos sobre el mercado de trabajo global.

Sin embargo, no se trata de ofrecer un panorama cerrado del presente, reducido al


ejercicio de la dominación por parte de grupos de poder económico y político, eso
también implicaría una reducción de lo social únicamente a sus manifestaciones
individualistas y, en definitiva, una fuente de inhumanidad. En la sociedad actual existe
ya el potencial de un cambio, de una transformación profunda de las condiciones de
dominación; por lo tanto, un diagnóstico del presente debe incluir también una mirada
de los conflictos existentes en el orden actual donde es posible apreciar las
contradicciones de los diversos mecanismos de integración, que permiten fundamentar
la reflexión teórica crítica a partir de nuevos valores y acciones políticas. Como plantea
Gustavo Leyva, es necesario

[…] realizar una apreciación mucho más diferenciada del carácter complejo y
contradictorio tanto de las formas de integración de las sociedades posliberales como
de la socialización familiar, de la cultura de masas, de la acción individual y colectiva y
de la experiencia individual y social en el mundo moderno.36

Frente a perspectivas que comprenden la sociedad actual de forma tradicional –


sobreteorizando todo aquello que la justifique– se hace necesario, utilizando la
expresión de Santos, "ampliar el presente" buscando comprender aquello que es
negado, aquello a lo que no se le reconoce un espacio en el presente. Como se ha
dicho, se busca una respuesta económica o científico–técnica a todos los problemas
sociales, dejando de lado lo político, lo racial, el género y lo cultural,37 siendo esto
último lo que se torna en lo más preponderante por su papel en la construcción de
conocimiento.38

En una sociedad del conocimiento, se hace necesario también diagnosticar las opciones
racionales, técnicas y comunicativas que van apareciendo y sus efectos sobre la
discusión pública.39 La teoría crítica ha puesto mucha atención a la aparición de una
cultura de masas y en el control de los medios de producción de esa cultura que
finalmente se ha convertido en el principal agente tanto de socialización como de
definición de lo aparentemente real. Es necesario indagar si en la sociedad del
conocimiento se han modificado las posibilidades de producción de consensos
impuestos desde lógicas de poder políticas y económicas que tengan implícitas
finalidades estratégicas, y si aparece como más relevante y necesario el acuerdo, a
partir de las diversas formas de interacción comunicativa que posibilita la técnica en la
actualidad. Es decir, si las nuevas posibilidades de interacción en contextos virtuales
hacen más posibles las condiciones para un diálogo crítico, y para una acción política
deliberativa, tal como lo define Habermas:

La pretensión de veracidad sólo puede saldarse en interacciones: a la larga en


interacciones debe manifestarse si la otra parte participa "de verdad", o si meramente
simula la acción comunicativa y de hecho se comporta estratégicamente.40

Las condiciones científicas y técnicas de la sociedad del conocimiento han potenciado la


vinculación del interés empírico–analítico con la productividad económica y con las
fuerzas de dominación social, pero al mismo tiempo, han creado las condiciones
sociales para potenciar la interacción social, la discusión valórica y la disponibilidad de
conocimiento para argumentar contra una ciencia autolimitada desde intereses
económicos y políticos. En la medida en que a partir de medios técnicos se ponga en
discusión la ideología dominante, y en la medida en que empiecen a ocurrir conflictos
en áreas de interés clave para el actual orden de dominación, pueden empezar a
abrirse brechas para una mayor reflexividad individual y para una emancipación social.

En ese sentido, la teoría crítica en la actualidad se debe posicionar en una perspectiva


que entienda al conocimiento como emancipación y pasar de una situación presente de
colonialidad a una de solidaridad. Al respecto, vale la pena presentar una cita un poco
extensa de Santos:

[…] en una teoría crítica posmoderna toda forma de conocimiento crítico debe
comenzar por ser una crítica al conocimiento mismo. En la fase de transición
paradigmática en que nos encontramos, la teoría crítica posmoderna está siendo
construida sobre los cimientos de una tradición moderna marginada y
epistemológicamente desacreditada, a saber, la que he llamado conocimiento como
emancipación […] De acuerdo con esta forma de conocimiento, conocer es reconocer al
otro como sujeto de conocimiento, es progresar en el sentido de elevar al otro del
estatus de objeto al estatus de sujeto. Esta forma de conocimiento como
reconocimiento es lo que denominamos solidaridad.41

Esta necesidad de reconocimiento debe vincularse inevitablemente con los individuos


que actúan en contextos sociales, políticos, culturales y económicos diversos; y en
donde aparecen diferentes experiencias prácticas de emancipación social. Conviene,
por tanto, detenerse a reflexionar sobre el vínculo entre teoría crítica y la praxis
individual.

PRAXIS INDIVIDUAL Y EMANCIPACIÓN SOCIAL

Entender la acción individual únicamente como búsqueda de libertad; o entender la


acción individual exclusivamente como reacciones a regulaciones estructurales es un
error al que se opone la teoría crítica. En realidad, la existencia de mayores
posibilidades de control social sobre los individuos o la existencia de mayores
posibilidades de emancipación, dependen de condiciones sociales, políticas, culturales y
económicas que cambian constantemente (y en ese sentido, no hay que olvidar la
relevancia que la teoría crítica ha dado a la historia).42 Por ello es relevante considerar
las posibilidades de los individuos para modificar las condiciones históricas, tanto
políticas como económicas, y su influencia en la cultura, en las percepciones de género
y raza y, en general, en los procesos de socialización. Se trataría, entonces, como lo
expresa Leyva:

[de] mostrar el modo en que el propio funcionamiento de los sistemas no puede ser
comprendido sin referencia a la acción de los individuos y al modo en que éstos, a su
vez, en virtud de su acción no se limitan solamente a reproducir sistemas funcionales,
sino que los producen y, en esa medida, son capaces de transformarlos.43

Por esto, la reflexión crítica sobre el individuo debe partir del reconocimiento de
aquello que impide la acción transformadora y emancipatoria. Horkheimer plantea dos
procesos que pueden ser útiles al momento de diagnosticar la acción individual bajo el
dominio de estructuras regulatorias y colonizantes. En primer lugar, la relación entre
individualidad y comunidad. Una perspectiva crítica debe oponerse a una construcción
de la individualidad que sea la causa última de construcción de lo social y que, por lo
mismo, esté "ajena al acontecer" del mundo social; pero al mismo tiempo debe
oponerse al individuo que desaparece en la comunidad, que al no dejar espacio para la
experiencia individual, deviene en proyectos nacionalistas y autoritarios, como los que
cobran renovada vigencia en nuestros días.44 En segundo lugar, la relación entre
pasividad y actividad. Es necesario un examen crítico de las relaciones del individuo
con la sociedad, en qué condiciones una sociedad actúa y en qué condiciones puede
decirse que una sociedad tiene una actitud pasiva frente a su acontecer; y los diversos
significados que tiene para la experiencia del individuo, su actividad y su pasividad. La
imposibilidad de cambiar el presente y las acciones inconscientes que lo legitiman,
deben ser también sometidas a crítica.45

Reflexionar sobre los procesos de socialización represivos, y sobre los diversos


mecanismos de control social que impiden el desarrollo de individuos críticos, es
relevante; como lo es –en una sociedad del conocimiento– el papel de los nuevos
medios de comunicación y de las nuevas tecnologías de información y comunicación
aplicadas a la construcción de una cultura centrada en el entretenimiento y en la
producción alienante de inconciencia.

Sin embargo, hay que considerar que lo que da sustento a la reflexión crítica no es la
propia teoría, sino los indicios de transformación social que ya son visibles en la praxis
de los individuos. Todas las dimensiones estructurales de la sociedad actual, a pesar
de los discursos ideológicos que pretenden su naturalización, están sujetos a
transformación desde abajo, a la influencia de los individuos. Precisamente, uno de los
procesos que permitiría la caracterización de la sociedad del conocimiento es un
aumento en el entrelazamiento de las diversas esferas que componen el todo social. Ya
no puede decirse que hay campos de acción cerrados donde todo es estrictamente
político, económico, familiar, cultural. Y así como para algunos la economía se ha
introducido en todas las demás esferas sociales, debemos hacer visible el silencio de
las ciencias sociales sobre la posibilidad contraria, es decir, que las prácticas culturales
no reconocidas, que la vida familiar y sus diversos valores, etcétera, estén también
afectando la forma en que se constituye el espacio de acción económica. Como se ha
expresado, también hay ciertas prácticas sociales de individuos y grupos que son
capaces de revelar las contradicciones de la sociedad presente, y de convertirse en el
sustento para la construcción de la sociedad futura.

Este proceso de ampliación de los problemas a observar en el presente implica, a su


vez, asumir que hay actores que poseen una experiencia significativa que debe ser
reconocida. Sus prácticas son vías de emancipación y a la vez lugares epistemológicos,
es decir, espacios que nos permiten entender que hay otras formas de conocimiento
(más allá de la economía y la ciencia), que hay otras posibilidades de hacer (que no
son residuos del pasado sino consecuencia de la dependencia, la dominación y la
exclusión; y que no pueden ser evaluados únicamente desde el filtro homogeneizante
de la productividad económica), que hay otros seres (quienes desde su diferencia de
género y racial no pueden ser entendidos como inferiores), y que lo local sigue
existiendo más allá de la globalización hegemónica.46

LA CIENCIA Y EL DESAFÍO DE LA AUTONOMÍA


Una nota final. Hay que considerar también con una mirada crítica la relación entre
ciencia, sociedad del conocimiento, y autonomía individual del científico. Hoy, en la
economía del conocimiento, la ciencia se ha transformado en una de sus actividades
más productivas. Se ha naturalizado el paso de la ciencia a la empresa y de la ciencia
a la consultoría, corriéndose el riesgo de justificar ideológicamente el orden presente y
de no asumir críticamente el rol científico al estar posicionados dentro de marcos cada
vez más orientados por la utilidad económica.47

Es necesaria, entonces, una reflexión crítica sobre la producción de conocimiento


científico, sobre la propia actividad del científico como individuo, sobre la posición
misma que ocupa el científico en sociedad y la necesidad política de tener canales de
diálogo y participación sobre las posibilidades que la ciencia genera. Es necesario
también sospechar sobre normas y valores que conducen a la ciencia en la sociedad
del conocimiento y cómo en las propias prácticas científicas se legitiman mecanismos
de exclusión, de negación de realidades y de personas.

PALABRAS FINALES

En las páginas anteriores se ha querido mostrar la necesidad de recuperar la lógica de


la sospecha para interpretar la denominada sociedad del conocimiento. Se ha
efectuado una reflexión sobre nuestra realidad presente caracterizada por su
parcialidad, por su reducción tecnológica o económica que, al negarse a observar la
totalidad social, termina defendiendo la inhumanidad del presente, donde aparecen
formas cada vez más definidas de exclusión y negación social de individuos, grupos, de
experiencias culturales y de sociedades completas, las que simplemente se desvanecen
al no poder cumplir las expectativas y exigencias de nuevas formas de dominación y
dependencia.48

Esta forma de abordar la realidad a partir de fragmentos desconectados, hace visible y


relevante ciertas dimensiones de la realidad no considerados lo suficiente. Es aquello
que percibimos como presente y relevante tanto en los discursos científicos como en
los ideológicos justificatorios del actual orden global. Aquello que Santos ha
denominado la sobreteorización de la realidad.49 Pero, al mismo tiempo, existe su
contrario, aquello de lo que la ciencia ni siquiera se ha preocupado (lo subteorizado) y
que se manifiesta en la experiencia social como lo negado, lo que no existe, lo
excluido, lo irrelevante. Es hacia allá donde debe orientarse la tarea crítica: hacer
visibles, a partir del rescate de la negación y de la exclusión, las contradicciones y la
inhumanidad de la sociedad presente.

Como la reflexión crítica no puede hacerse con el apoyo exclusivo de la teoría, hay que
estar atentos a la praxis de individuos y grupos que en sus acciones ya reflejan la
potencial construcción de una sociedad del conocimiento emancipatoria. Esos
individuos y grupos, y esas prácticas emancipatorias, se pueden rastrear al identificar
la emergencia de conflictos sociales que afecten los valores e intereses dominantes en
la actualidad.50

A modo de ejemplo, se proponen algunas vías de exploración crítica indispensables en


la actualidad:
• Otros conocimientos: como los saberes tradicionales de comunidades indígenas y
rurales utilizados comercialmente; las tensiones que se producen sobre las
consecuencias del saber científico–técnico que no se someten a discusión pública;
entre conocimientos compartidos (abiertos) o conocimientos restringidos (cerrados); y
los conflictos por la apropiación del conocimiento, ya sea como público o privado.

• Otros haceres: debido a las tensiones generadas por convertir experiencias presentes
en pasado residual que conllevan conflictos por el uso de la tierra (usos tradicionales y
sagrados contrapuestos a usos productivos que incluyen transgénicos), y también por
su apropiación como propiedad privada. Hay que tener en cuenta además otras formas
de hacer modernas que no implican necesariamente una ganancia, pero sí beneficios
sociales y económicos como las experiencias de software libre, que más que un
conjunto de aplicaciones computacionales implica una comunidad de personas
construyendo conocimiento que se comparte con quien lo necesite.

• Otros seres: la experiencia cotidiana convertida y clasificada como problema por la


modernidad, renueva sus mecanismos de resistencia y emancipación a partir de
nuevas formas de interacción técnica que visibilizan el racismo, los problemas de
género y de nuevas identidades juveniles y contra–hegemónicas.

• Otros espacios: frente al olvido de la experiencia cotidiana, de lo local, absorbida por


el discurso globalizante.

En estos espacios surgen nuevas prácticas convertidas en crímenes, como la práctica


de compartir archivos internet y su transformación en delito bajo el conocido nombre
de piratería (un hacer no productivo); como la apropiación ilegal de tecnologías en
entornos marginales (como las industrias piratas de telefonía móvil en Asia y
África);51 el cuestionamiento ético a los límites de acceso al conocimiento propietario en
áreas clave como medicina y farmacología; y, a la vez, respecto de la apropiación
privada de conocimientos culturales y de medicina tradicional.

Es en prácticas sociales como las anteriores donde se debe empezar a rastrear el


camino hacia una sociedad del conocimiento como emancipación social.

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NOTAS


Se utiliza aquí el concepto de exclusión analítica para expresar por una parte la
ausencia de problemas sociales que no son percibidos en investigaciones y análisis, tal
como lo define Santos. También como crítica a la búsqueda de homogeneidad en lo
social, frente a heterogeneidad estructural de la que habla Quijano. Ambas ideas se
desarrollan más adelante. Véase Boaventura de Sousa Santos, El milenio huérfano.
Ensayos para una nueva cultura política, Trotta/ILSA, 2005; y Anibal Quijano,
"Colonialidad del poder y clasificación social", Journal of World–System Research,
2000a, pp. 342–386; y Anibal Quijano, "Colonialidad del poder, eurocentrismo y
América Latina", en Edgardo Lander (ed.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y
ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Clacso, 2000b, pp. 201–245.


Véase por ejemplo, Daniel Bell, El advenimiento de la sociedad postindustrial, Alianza
Editorial, 1976; o Alain Touraine, La sociedad posindustrial, Ariel, 1973.

3
 Véase Manuel Castells, "Flujos, redes e identidades: una teoría crítica de la sociedad
informacional", en Manuel Castells et al., Nuevas perspectivas críticas en educación,
Paidós, 1994; y La era de la información, Siglo XXI Editores, vols. I, II y III, 2006,
2004, 2001.


Para una discusión detallada del concepto, véase León Olivé, La ciencia y la
tecnología en la sociedad del conocimiento, Fondo de Cultura Económica, 2008,
especialmente, pp. 45–84.

5
 Es interesante observar la utilización por parte de la UNESCO de la expresión
"sociedades del conocimiento" (en plural), idea que vinculan con la diversidad e
interculturalidad presente en el mundo virtual (internet), y para hacer visibles las
dimensiones éticas, políticas y sociales en contraposición a lo puramente técnico–
económico. Informe mundial: hacia las sociedades del conocimiento, 2005
[http://www.unesco.org/es/worldreport].

6
 Sin embargo, la sociedad del conocimiento no se limita exclusivamente a tecnologías
de información y comunicación. Hay que considerar la enorme relevancia que están
adquiriendo las tecnologías biológicas, principalmente las vinculadas con la
manipulación genética, el desarrollo de transgénicos y las posibilidades de la clonación.
También habría que considerar el potencial desarrollo de la física de micropartículas
como la nanotecnología, y la aparición de tecnologías derivadas del proyecto CERN,
véase Catherine Jewell, "El CERN y la innovación. Las entrañas de la materia"
[http://www.wipo.int/wipo_magazine/es/2008/06/article_0005.html]. La reflexión en
torno a estas disciplinas tiene gran relevancia social por los problemas de índole moral
y política que conlleva su aplicación, pero extenderse sobre ello excede lo que se
pretende desarrollar aquí.


Hay dos trabajos que elaboran esta distinción entre tecnofilia y tecnofobia, según la
expresión de Edgar Gómez, Las metáforas de internet, UOC, 2007; o entre tecnofilia y
luddismo, según Gordon Graham, Internet. Una indagación filosófica, Cátedra, 2001.


Véase Gordon Graham, ibid., p. 20.


En referencia a Ned Ludd, quien generó un movimiento para destrozar máquinas en
los inicios del industrialismo, véase Gordon Graham, ibid.
10 
Véase Paul Virilio, Cibermundo. ¿Una política suicida?, Ediciones Dolmen, 1997, p.
76.

11 
Para un ejemplo de esta reducción a lo económico del todo social puede consultarse
Alfons Cornella, Infonomía!com. La empresa es información, Ediciones Deusto, 2000.

12 
UNESCO, Informe mundial: hacia las sociedades del conocimiento, 2005, p. 50, col. I
[http://www.unesco.org/es/worldreport].

13 
Idem.

14 
Véase Alfons Cornella, Infonomía!com…, op. cit., p. 29. Nótese la particular visión de
civismo, orientada a una formación moral y que tiene como valor central lo económico,
y donde la responsabilidad social cívica nunca es política ni colectiva.

15 
Véase Xavier Etxeberría. "Diversidad cultural y tecnología", material inédito,
conferencia dictada en la Pontificia Universidad Católica de Chile, Sede Villarrica,
septiembre de 2007.

16 
En relación con el concepto de sistema tecnoeconómico, véase Manuel
Castells, Globalización, desarrollo y democracia: Chile en el contexto mundial, Fondo
de Cultura Económica, 2005.

17 
Hay algunos estudios que consideran autores generalmente vinculados con la teoría
crítica, fundamentalmente Habermas, pero que son utilizados principalmente como
herramientas analíticas descriptivas y no con una perspectiva crítica real. Véase
Michael Froomkin, "Habermas@discourse. net:toward a critical theory of
cyberspace", Harward Law Rewiew, vol. 116, núm. 3, 2003. También, Lauren
Langman, "From Virtual Public Spheres to Global Justice: A Critical Theory of
Internetworked Social Movements", Sociological Theory, vol. 23, núm. 1, 2005, pp.
42–74.

18 
Respecto del concepto de sistema tecnoeconómico, véase Manuel
Castells, Globalización, desarrollo y democracia…, op. cit.

19 
Geels, por su parte, destaca la artificialidad de estos sistemas creados políticamente
y desconectados de su entorno social. Véase Frank Geels, "From sectoral systems of
innovation to socio–technical systems. Insights about dynamics and change from
sociology and institutional theory", Research Policy, 33, 2004, pp. 897–920.

20 
Puede consultarse el documento del Banco Mundial, Measuring Knowledge in the
World's
Economies [http://siteresources.worldbank.org/INTUNIKAM/Resources/KAM_v4.pdf],
donde se propone una metodología de medición para establecer el grado de
incorporación a la sociedad del conocimiento de los países y que, al mismo tiempo,
pre–establece las vías de acceso a la nueva sociedad: un determinado régimen
institucional y económico, una determinada estrategia educativa centrada en el
desarrollo de habilidades; una infraestructura de información y comunicación, y un
sistema de innovación. También, en la misma línea el estudio de la OCDE sobre
políticas de innovación para Chile, véase OECD Reviews of Innovation Policy: Chile
2007, OECD Publications, 2007.
21 
Manuel Castells muestra (La ciudad informacional: tecnologías de la información,
reestructuración económica y el proceso urbano, Alianza, 1995) cómo la mayoría de
los centros de innovación en el mundo son en realidad ciudades que, en conexión con
universidades y a partir de ciertas políticas públicas, se transforman en polos de este
nuevo paradigma del desarrollo, pero que inevitablemente se diferencian de las
posibilidades del resto de la sociedad que rodea a la ciudad. Un ejemplo para México
puede encontrarse en el esfuerzo por convertir la ciudad de Monterrey en un centro de
innovación, al respecto puede consultarse el siguiente video sobre el Instituto de
Innovación y Transferencia Tecnológica de la mencionada ciudad
[http://www.youtube.com/watch?v=–PvMheAHxP4].

22 
La idea de integración perversa desarrollada por Manuel Castells, se refiere a
integración a la economía globalizada de lo que podríamos llamar trasnacionales
ilegales que trafican drogas, armas y personas, y que implícitamente se integran a la
economía legal mediante el blanqueo de sus recursos económicos. La migración
asimétrica se refiere a la ilegalidad de la migración de países del tercer mundo hacia
sociedades desarrolladas, y su integración laboral en condiciones precarias. Véase
Manuel Castells, La era de la información. Fin de milenio, vol. III, Siglo XXI Editores,
2001, pp. 199– 243.

23 
Véase Manuel Castells, "Flujos, redes e identidades: una teoría crítica de la sociedad
informacional", en Manuel Castells et al., Nuevas perspectivas críticas en educación,
Paidós, 1994, p. 40.

24 
UNESCO, op. cit., p. 51.

25 
Idem.

26 
Véase Anibal Quijano, "Colonialidad del poder y clasificación social", op. cit., pp.
342–386; y "Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina", en Edgardo
Lander (ed.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas
latinoamericanas, Clacso, 2000b, pp. 201–245.

27 
Es decir, no entender la situación actual de países de América Latina, Asia y África
como etapas anteriores de progreso económico al que sí han llegado los países
desarrollados, sino como distintos procesos integrados a un mismo sistema económico,
que ha mudado sus formas de dominación, control y exclusión social.

28 
Véase Boaventura de Sousa Santos, El milenio huérfano…, op. cit.

29 
Como señala Horkheimer, lo útil, lo valioso, lo productivo como categorías que tienen
sentido dentro de un determinado orden presente, deben ser puestas en sospecha y no
simplemente admitidas; lo mismo puede decirse de las categorías que se utilizan para
justificar el presente orden social, sobre las que se discutirá más adelante. Véase su
clásico artículo "Teoría tradicional y teoría crítica", en Teoría crítica, Amorrortu, 2003,
p. 240.

30 
En Horkheimer, la idea de totalidad hace referencia a individuos determinados por
sus relaciones con otros (individuos, grupos, clases, etcétera), es decir, al conjunto de
vínculos sociales y vínculos con la naturaleza. En esa totalidad hay, sin embargo,
elementos "extrahumanos" que producen irracionalidad (fundamentalmente, el
capital). Para el individuo que actúa con pensamiento crítico, el no poder someter
completamente su experiencia a la razón hace incomprensible el presente frente al que
busca la emancipación. La totalidad social puede entenderse, entonces, como el
horizonte nunca abarcable de aquello por conocer y transformar. Véase
Horkheimer, ibid., pp. 240–243. Se complementa con la idea de Dussel, sobre
exterioridad, aquello que es negado o excluido de nuestra experiencia, lo que ni
siquiera consideramos como parte de la totalidad. Véase Enrique Dussel, Sistema
mundo y transmodernidad, en Dube, Banerjee y Mignolo (eds.), Modernidades
coloniales, El Colegio de México, 2004. Santos va más allá al hablar de la confusión de
la totalidad con la homogeneidad, de una falsa totalidad occidental y de la confusión de
la parte con el todo en lo que denomina razón metonímica. Frente a estos errores
propone la sociología de la ausencia, la que incorpora además a lo natural en esta
búsqueda crítica de entender la experiencia social; pero fundamentalmente que
incorpora otros conocimientos, otros saberes (frente a la reducción a la ignorancia y a
la improductividad), otras escalas, otros haceres y otros seres. Véase Santos, El
milenio huérfano…, op. cit., pp. 155–162.

31 
Del texto ya citado de Castells, "Flujos, redes e identidades…", op. cit., p. 16.

32 
En realidad a la emancipación de los individuos en su conjunto respecto del presente,
por tanto a la superación de la totalidad. No basta en la teoría crítica con la
emancipación de algunos. Véase Horkheimer, "Teoría tradicional y teoría
crítica"…, op. cit., p. 241.

33 
Ibid., p. 242. Paréntesis míos.

34 
Tanto la superación de la brecha como la alfabetización digital son entendidos por lo
general simplemente como procesos funcionales y que tienen una finalidad de
integración productiva. Para una mirada crítica sobre el concepto de "brecha digital",
véase Helder Binimelis, "La sociedad civil y las nuevas tecnologías de información y
comunicación", en Carlos Livacic et al., Gestión y organizaciones: una mirada
innovadora, Edición propia, 2008, pp. 173–205.

35 
Véase Horkheimer, "Teoría tradicional y teoría crítica"…, op. cit., p. 238.

36 
Véase Gustavo Leyva, "Pasado y presente de la teoría crítica. Tres vertientes de
reflexión para la crítica del presente", en Gustavo Leyva (ed.), La teoría crítica y las
tareas actuales de la crítica, UAM/Anthropos, 2005, p. 106.

37 
Quijano es quien propone esta interpretación sobre los efectos del capitalismo. Hay
una búsqueda de homogeneidad, en que los problemas y las soluciones son
económicas y científicas, cuando en realidad hay una heterogeneidad de problemas y
diversas dimensiones en que se manifiesta, por tanto, también diversas dimensiones
de solución posibles. Véanse las obras ya citadas de Quijano, 2000a y 2000b.

38 
Saberes tradicionales que adquieren de pronto valor económico y que transforman la
experiencia cultural de comunidades, relegadas por su "ignorancia" y su "retraso".

39 
Confrontar con la obra de Gustavo Leyva, La teoría crítica y las tareas actuales de la
crítica, op. cit., p. 115.

40 
Véase Habermas, Teoría y praxis. Estudios de filosofía social, Tecnos, 2000, p. 28.
41 
Ibid., pp. 105–106. Es importante precisar el sentido de la utilización del concepto
posmoderno, que debe entenderse más bien como posmodernismo de oposición, y no
en su versión habitual vinculada al nihilismo. Es el rechazo a lo moderno por sus
contradicciones, por sus promesas no cumplidas, no su superación por una realidad
socialmente inasible.

42 
"Al pensador revolucionario la oportunidad revolucionaria peculiar de cada instante
histórico se le confirma a partir de la situación política. Pero se le confirma también, y
no en menos medida, por la clave que da a ese instante el poder para abrir un
determinado recinto del pasado, completamente clausurado hasta entonces". Walter
Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Ítaca/UACM, 2008, p. 69. Frente
al inmediatismo del conocimiento regulatorio, a las verdades oficiales, y al control de
los medios de masas, Edward Said propone la utilización crítica de la memoria y el
escepticismo. Véase Edward Said, La pluma y la espada, Siglo XXI Editores, 2005, pp.
130–131.

43 
Gustavo Leyva, La teoría crítica y las tareas actuales de la crítica, op. cit., p. 110.

44 
Confrontar con Horkheimer, "Teoría tradicional y teoría crítica"…, op. cit., p. 243.

45 
Ibid., p. 234.

46 
Confrontar con Santos, El milenio huérfano…, op. cit., p. 162.

47 
Véase la discusión sobre las políticas tecnológicas y de innovación, que proponen una
fuerte integración en sistemas de innovación de empresas y universidades. Por
ejemplo, León Olivé, La ciencia y la tecnología en la sociedad del
conocimiento, op. cit., pp. 137–142.

48 
Aunque no es una idea desarrollada en el texto, habría que incluir junto a
dominación y dependencia la idea de colonialidad, que expresa esas otras formas de
control social sobre el género, la raza, la cultura, y el poder político global. Véase
Quijano, 2000a y 2000b, op. cit.

49 
Boaventura de Sousa Santos, El milenio huérfano…, op. cit., p. 9.

50 
Dice Néstor García: "La modernidad y la democratización, repensadas como
capacidad de acceso a bienes globalizados, aparecen viables más a través de recursos
informales, y aun ilegales, que como resultado de una reestructuración más justa del
orden social". En Lectores, espectadores e internautas, Gedisa, 2007, p. 118.

51 
Véanse los estudios de Jean Chipchease, del Nokia Reserch Center
[http://www.janchipchase.com/publications].
Marco legal, filosofico y conceptual del
plan de alfabetizacion tecnológico
969 palabras 4 páginas
En la explotación de un rajo abierto uno busca extraer y procesar
las reservas que nos entreguen el mayor margen de beneficio
(Ingresos - Costos), por lo que la explotación de fases dentro de la
mina, es un camino que permite lograr este objetivo.
Debemos notar que puede darse el caso que definamos nuestra
primera, segunda o cualquiera de las fases y que una de estas
corresponda a más de un “pit” dentro del “pit final”, es decir que
podamos explotar dos o más sectores dentro de la mina ubicados
en distintos lugares de ella y debemos definir por cuál de ellos
comenzamos.
Siguiendo con la idea inicial, tendremos que analizar cada “pit” y
comenzar por el que me reporte mayores beneficios inmediatos.
Además …ver más…
También debemos tomar en cuenta que las leyes de relaves son
prácticamente constantes en el proceso, independientemente de
las leyes de cabeza.

En el caso que se tenga un yacimiento de Cobre Oxidado, de


donde se obtenga Cobre por medio de la lixiviación, debemos
notar que la producción anual es constante, es decir no se maneja
el concepto de sacar el máximo de fino en los primeros años, ya
que la capacidad de refinación de la planta de beneficio o EW es
limitada (constante), por lo que es difícil pensar en buscar leyes
que me den mejores beneficios en los primeros períodos del
proyecto. En este caso es relevante que se cumpla con la ley en la
solución que envío a la planta para cumplir con la producción final
de cátodos de la planta de EW y por el otro lado si se tiene una ley
de cabeza mayor se estará utilizando menor espacio para lixiviar el
material y obtener una solución con la ley deseada, costará menos
y el beneficio económico viene dado por una disminución de los
costos para una mismo valor del ingreso (producción constante de
Cobre fino).

 Plan Nacional De Alfabetización Tecnológica


1. 1. OBJETIVOS ESPECIFICOS  1.1 Identificar los elementos constitucionales y
legales que garantizan el acceso al conocimiento en Tecnologías de Información y
Comunicación (TIC)  1.2 Reconocer los principios y valores que orientan la
Alfabetización Tecnológica  1.3 Promover cambios conscientes y vivenciales para el
crecimiento humano y la integración social en torno a las TIC
2. 2.  1.1 Marco legal, filosófico conceptual del Plan de Alfabetización Tecnológica  1.2
Principios: ética, libertad, equidad, soberanía, integridad territorial, autodeterminación,
independencia, cooperación y solidaridad. Valores: respeto, honestidad, mll
responsabilidad y bien común.  1.3 Las TIC como herramienta para la emancipación
del ser humano.
3. 3.  La alfabetización tecnológica, tiene como principio fundamental el dar educación y
conocimiento a los venezolanos del uso adecuado y veras de la tecnología como
herramienta de desarrollo social y productivo, de demostrar y dar a entender que hay
principios de igualdad y libertad, como lo dictan los principios fundamentales de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que definen al Estado
Venezolano como "Democrático y Social, de Derechos y de Justicia que propugna
como valores superiores: la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la
democracia, la responsabilidad individual y social, la preeminencia de los derechos
humanos, la ética pública y el pluralismo político
4. 4.  El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el
respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción
de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar
del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes
reconocidos y consagrados en esta Constitución. La educación y el trabajo son los
procesos hhffundamentales para alcanzar dichos fines.
5. 5. Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999).  Artículo Nº 102.
"La educación es un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática,
gratuita y obligatoria. El Estado la asumirá como función indeclinable y de máximo
interés en todos sus niveles y modalidades, y como instrumento del conocimiento
científico, humanístico y tecnológico al servicio de la sociedad..."  Artículo Nº 103.
"Toda persona tiene derecho a una educación integral, de calidad, permanente, en
igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de
sus aptitudes, vocación y aspiraciones... La impartida en las instituciones del estado es
gratuita hasta el pregrado universitario..."
6. 6.  Artículo 110. "El Estado reconocerá el interés público de la ciencia, la tecnología,
el conocimiento, la innovación y sus aplicaciones y los servicios de información
necesarios por ser instrumentos fundamentales para el desarrollo económico, social y
político del país, así como para la seguridad y soberanía nacional...". Ley Orgánica de
Ciencia, Tecnología e Innovación.  Artículo Nº 1. "La presente ley tiene por objeto
desarrollar los principios orientadores que en materia de ciencia, tecnología e
innovación y sus aplicaciones tiene la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, organizar el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación... sus
aplicaciones y el fomento de la investigación científica, la apropiación social del
conocimiento y la transferencia e innovación tecnológica, a fin de fomentar la
capacidad para la generación, uso y circulación del conocimiento y de impulsar el
desarrollo nacional".
7. 7.  Telefonía Fija  Banda ancha  Telefonía móvil  Redes de televisión  Redes en
el hogar  Los terminales  Ordenador personal  Televisor  Consolas de juegos 
Reproductores portátiles de audio y vídeo
8. 8.  Invertir en Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) es un componente
transversal que afecta y potencia todo el esfuerzo continental para que la ciencia, la
tecnología y la educación se incorporen como herramientas poderosas para avanzar
hacia la Sociedad del Conocimiento, contribuyendo a mejorar la educación, la salud, el
nivel de vida, el bienestar, la seguridad y la gestión de los servicios públicos. Se
enfatiza la importancia de las TIC como una herramienta transversal que contribuye al
desarrollo sostenible y equitativo, al fortalecimiento de la gobernabilidad y la
promoción de los derechos humanos, así como a la necesidad de trabajar
intensamente para asegurar que cada persona en las Américas, particularmente los
que se encuentran en situación vulnerable, en desventaja y con necesidades
especiales, puedan participar de los beneficios potenciales generados por las nuevas
tecnologías.
9. 9.  Es el estado de derecho que tenemos todos los venezolanos para acceder a los
avances tecnológicos en comunicaciones, consagrado constitucionalmente en el
artículo 3 de nuestra carta magna, anteriormente esto no era posible pues los software
de computadora eran privados y quien quería hacer uso de los mismos tenía que
pagar un costo monetario muy elevado, por lo que el gobierno consiguió regular su
funcionamiento aunó más accesible para todos sin discriminación de ningún tipo.
10. 10. Constituyen nuevas formas de conocimiento que se convierten en herramientas
para formar las redes de comunicación y favorecer la incorporación masiva de saberes
desde una perspectiva de soberanía de Estado e independencia tecnológica.
https://es.slideshare.net/Luiseida22/plan-nacional-de-alfabetizacin-tecnolgica-76782744

https://www.clubensayos.com/Tecnolog%C3%ADa/Marco-Legal-Filos%C3%B3fico-Y-Conceptual-
Del-Plan-De/2357068.html

https://issuu.com/malejaunesr/docs/mision_alfabetizacion

Fundamentos del Plan Nacional de Alfabetización Tecnológica


PLAN NACIONAL DE ALFABETIZACIÓN TECNOLÓGICA
Es una iniciativa de formación sociotecnológica, con la misión de lograr la formación
básica de las comunidades en el uso de las nuevas tecnologías de información y
comunicación (TIC), promoviendo el uso del computador como herramienta que facilita
las acciones del poder popular.
Fundamentos del Plan Nacional de Alfabetización Tecnológica
El Pnat está fundamentado en las siguientes concepciones sociopolíticas, pedagógicas y
legales.

Concepciones
Educación popular.
Pedagogía de la inclusión.
Intercambio de saberes.
Apropiación sociotecnológica.
Aprender haciendo.
Investigación-reflexión-acción.

Contexto legal

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela


Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación
Plan Nacional Simón Bolívar
Decreto 825 y 3390
Objetivos del Plan Nacional de Alfabetización Tecnológica
Formar a los participantes para el manejo de las Tecnologías de Información y
Comunicación (TIC), bajo ambiente de Software Libre.
 Desarrollar las capacidades y habilidades para el aprovechamiento de las TIC en
la elaboración, formulación, seguimiento, ejecución de proyectos que beneficien el
desarrollo de comunitario.

 Dar a conocer los principios éticos, morales, políticos, culturales, sociales y legales
que sustentan la apropiación social del conocimiento en la República Bolivariana de
Venezuela.

 Democratizar el acceso de las TIC por parte de la población venezolana,


favoreciendo la inclusión social.

Importancia del Plan de Alfabetización Tecnológica


En nuestros tiempos, la tecnología avanza de una manera dramática, los cambios que se
pueden observar son muy grandes, la tecnología a llegado a ocupar un lugar
importantísimo en el desarrollo de nuestras vidas tanto profesional como laboral, es por
ello la importancia de una adecuada alfabetización tecnológica, ya que esta llega a
colocar al usuario en un situación en la que se le enseña y se contextualiza con respecto
a la tecnología, otorgándole la oportunidad de desarrollar habilidades y conocimientos
tecnológicos, conocimiento de software y hardware, evitando el rezago tecnológico. Es
importante porque permite:

         Desarrollo de habilidades y conocimientos tecnológicos.

         Utilización y conocimiento de software.

          Habilidad para comunicarse e intercambiar información utilizando variedad de medios y


formatos.

         Utilización y conocimiento de Hardware.

          Compilar, organizar, analizar y sintetizar información.


          Capacitación del recurso humano.

          Adquirir habilidades para el aprendizaje autodirigido.

          Progreso Social.

          Habilidad para resolver problemas. 


 Evita el rezago tecnológico.

¿Qué Son Las TIC?


Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) la unión de los computadores y
las comunicaciones- desataron una explosión sin precedentes de formas de comunicarse
al comienzo de los años '90.  A partir de ahí, la Internet pasó de ser un instrumento
especializado de la comunidad científica a ser una red de fácil uso que modificó las
pautas de interacción social.
Por Tecnologías de la información o Tecnologías de la información y de la
comunicación (TIC) se entiende un término dilatado empleado para designar lo relativo a
la informática conectada a Internet, y especialmente el aspecto social de éstos. Ya que
Las nuevas tecnologías de la información y comunicación designan a la vez un conjunto
de innovaciones tecnológicas pero también las herramientas que permiten una
redefinición radical del funcionamiento de la sociedad; Un buen ejemplo de la influencia
de los TIC sobre la sociedad es el gobierno electrónico.
Características de las TIC
Las tecnologías de información y comunicación tienen como características principales las
siguientes:
 Son de carácter innovador y creativo, pues dan acceso ha nuevas formas de
comunicación.

 Tienen mayor influencia y beneficia en mayor proporción al área educativa ya que


la hace más accesible y dinámica.

 Son considerados temas de debate publico y político, pues su utilización implica


un futuro prometedor.

 Se relacionan con mayor frecuencia con el uso de la Internet y la informática.

 Afectan a numerosos ámbitos de la ciencias humana como la sociología,


la teoría de las organizaciones o la gestión.

 En América Latina se destacan con su utilización en las universidades e


instituciones países como: Argentina y México, en Europa: España y Francia.

 Las principales nuevas tecnologías son:

 Internet

 Robótica
 Computadoras de propósito específico

 Dinero electrónico

 Resultan un gran alivio económico a largo plazo. aunque en el tiempo de


adquisición resulte una fuerte inversión.

 Constituyen medios de comunicación y adquisición de información de toda


variedad, inclusive científica, a los cuales las personas pueden acceder por sus propios
medios, es decir potencian la educación a distancia en la cual es casi una necesidad del
alumno tener poder llegar a toda la información posible generalmente solo, con una ayuda
mínima del profesor.

Importancia de las TIC

Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) son un componente transversal


que afecta y potencia todo el esfuerzo continental para que la ciencia, la tecnología y la
educación se incorporen como herramientas poderosas para avanzar hacia la Sociedad
del Conocimiento, contribuyendo a mejorar la educación, la salud, el nivel de vida, el
bienestar, la seguridad y la gestión de los servicios públicos. Se enfatiza la importancia de
las TIC como una herramienta transversal que contribuye al desarrollo sostenible y
equitativo, al fortalecimiento de la gobernabilidad y la promoción de los derechos
humanos, así como a la necesidad de trabajar intensamente para asegurar que cada
persona en las Américas, particularmente los que se encuentran en situación vulnerable,
en desventaja y con necesidades especiales, puedan participar de los beneficios
potenciales generados por las nuevas tecnologías. Las TIC también pueden ser un
elemento central para asegurar la colaboración en ciencia, tecnología e innovación en el
Continente. Al día de hoy, no se concibe la ciencia de frontera sin TIC. Los centros
científicos de referencia regionales, muy limitados por cierto, pueden fortalecerse y así
construir condiciones para que los nuevos sean compartidos por todos los científicos de la
región. Existe la necesidad de contar con herramientas y mecanismos efectivos que
logren informar de manera masiva a la población. El uso y acceso a nuevas tecnologías
de información deben de formar parte de una estrategia de desarrollo integral. De la
misma forma, las TIC deben ajustarse a las necesidades locales. El proceso de inclusión
social requiere el desarrollo local de instrumentos de TIC adecuados culturalmente a cada
región. Es esencial considerar la sostenibilidad de dichas estrategias, tanto en términos
financieros como en la creación de una cultura ciudadana, a través de la educación y
entrenamiento. Las TIC pueden implementarse exitosamente como resultado de un
proceso de empoderamiento de la comunidad; es decir, cuando se desarrollan en el
marco de un proceso sostenido de involucramiento social.

En que consiste la Democratización de la Tecnología


En la medida en que la tecnología aumenta las capacidades de actuación de una
sociedad sobre su entorno, hay un sentido obvio de la extensión de la democracia, que
consiste en garantizar el derecho de todos los ciudadanos a participar en las decisiones
sobre el uso de las posibilidades tecnológicas en asuntos de interés público. La tecnología
como instrumento para las políticas en un sistema democrático exige arbitrar los medios
para que el público pueda entender las nuevas opciones que se le presentan gracias al
desarrollo tecnológico, participar en su evaluación y contribuir a la formación de la opinión
pública acerca de estos temas. Una variante de esta facultad es el derecho de todos los
ciudadanos de acceder al conocimiento técnico y de contar con el juicio de los
expertos como elemento fundamental para conformar la opinión pública y participar en las
decisiones políticas sobre asuntos técnicamente complejos. Este es, digámoslo así,
el contenido mínimo de la democracia tecnológica, por su parte la democracia tecnológica
plena, entendida como el derecho de todos los ciudadanos a participar en las decisiones
acerca del desarrollo y control de la tecnología. Se tata de poder participar no solo en las
decisiones a cerca de qué debemos hacer a partir de las posibilidades que nos ofrece la
tecnología disponible, sino también en las decisiones acerca de qué queremos poder
hacer en el futuro gracias a las tecnologías que hoy nos proponemos desarrollar.
La extensión de la democracia requiere cambios tanto institucionales como culturales. En
el plano institucional la democracia representativa todavía tiene un amplio margen de
adaptación y maniobra para dar cabida a las nuevas necesidades y sobre todo para
ensayar nuevas experiencias. En el plano cultural los medios de comunicación jugarán sin
duda un papel decisivo en la extensión de la cultura tecnológica a todos los ciudadanos.
Pero lo que ahora se pretende es apuntar algunas ideas acerca de los contenidos de
cultura tecnológica que podrían ayudarnos en la tarea de extender la democracia al
control y el dominio de la tecnología.

Políticas Gubernamentales en Materia de las TIC


La meta general es convertir las Tecnologías de Información y Comunicaciones (TIC) en
un mecanismo de participación, construyendo la Sociedad del Conocimiento, generando
la soberanía científico - tecnológica y, con ella, la inclusión y la justicia social.  Sin olvidar
la transversalidad de las acciones en la área de TIC, los principales actores son:
organismos del ente rector y otras oficinas gubernamentales; alcaldías y gobernaciones;
organizaciones comunitarias y medios alternativos; sector académico, científico y de
investigación; sector privado corporativo; sociedad en general; comunidad internacional, y
agencias multilaterales.

Lineamientos estratégicos o políticas del plan nacional de tecnologías de


información y comunicación:

  Conocimiento para el desarrollo local endógeno:


 El desarrollo de la infraestructura: inversiones en TIC, electricidad, computadoras
personales y acceso a Internet

 El desarrollo de la infoestructura: medios de comunicación, acceso telefónica,


disponibilidad y acceso a la información

 Alfabetización social local, para posibilitar el uso inclusivo de las TIC

  Desarrollo del conocimiento fundamental para la vida y la paz:


 Alianzas estratégicas con centros de alto nivel mundial que potencien la capacidad
nacional para producir, transferir y divulgar conocimiento de punta en la ciencia y la
tecnología, para mejorar las posibilidades de vida de la humanidad y contribuir siempre al
mantenimiento de la paz.

  Fortalecimiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación:


 Fortalecer las áreas TIC del MCT.

 Fortalecer los recursos y servicios de TIC para apoyar el Sistema Nacional de


Ciencia y Tecnología de la Información.

 Apoyar a las instituciones públicas para contribuir a la gobernabilidad, incluyendo


la actualización del marco legal sobre TIC y el desarrollo de capacidades tecnológicas del
sector público y en sus relaciones con la sociedad.

  Misión Ciencia: Fomentar la organización colectiva de la ciencia y consolidar el dialogo de


saberes para favorecer el desarrollo científico y la soberanía tecnológica del país. Para la
democratización en el acceso a las TIC se han formado diferentes proyectos, como
Infocentros del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y Centros Bolivarianos de Informática y
Telemática (CBIT) del Ministerio de Educación. Infocentros tiene un impacto directo en la
población joven, estudiantes de los niveles básicos y de escasos recursos económicos.
Desde 2000 se atiende 9 millones 500 mil personas en promedio anual, incrementándose
a 12 millones de usuarios en 2004. El país tiene 637 Infocentros en 2007. Tiene gran
aceptación dentro de la comunidad ya que 79,02% declara que el programa ha traído
nuevos beneficios a la comunidad. Los Centros Bolivarianos de Informática y Telemática
(CBIT) han atendido 694.790 habitantes hasta 2004.
  Nuevas modalidades de operación de medios de comunicación: medios comunitarios y
alternativos.

El Satélite Simón Bolívar


 El 29 de octubre se lanzaron el primer satélite espacial venezolano. El satélite fue
fabricado por la Administración Nacional China del Espacio y también su lanzamiento tuve
lugar en China. El Gobierno chino realizó la transferencia plena del control del satélite al
Gobierno venezolano el 10 de enero de 2009 cuando fue iniciada su función.  El objetivo
del Satélite Simón Bolívar es contribuir a la soberanía tecnológica de Venezuela y facilitar
el acceso y transmisión de información. Entre ellos se encuentra la transmisión de
mensajes por internet, transmisiones de telefonía, televisión, telemedicina y tele-
educación. Además está planeado servir para la seguridad y defensa de la nación, así
como para la integración latinoamericana y la Unión de Naciones Suramericanas
(Unasur). El satélite Simón Bolívar será dedicado en 41,5% a la salud, 20,9% a
educación, 15,9% al trabajo comunal y 6% a programas de alimentación, entre otros.
Venezuela aspira construir un segundo satélite venezolano para estar en órbita el año
2011.
Importancia del Satélite Simón Bolívar
Es importante ya que Venezuela por primera vez incursiono de forma activa en la
tecnología satelital, y lo hizo como política pública con fines pacíficos y al servicio de los
venezolanos Tiene una vital importancia para nuestro país ya que posibilita a Venezuela
independencia comunicacional, en el sentido de que se disminuirán los costos que paga
actualmente el Estado por concepto de redes de telecomunicaciones. Con el satélite se
podrá llevar:
 Educación hasta las regiones más remotas

 Salud hasta las poblaciones que debido a su gran lejanía de los centros poblados
principales del país, se encuentran desasistidas.

  Cubrir las necesidades nacionales de movilización de tráfico de


telecomunicaciones digitales.

 Servicios de telefonía, fax, Internet

 Implementar programas de telemedicina, tele educación

 Información y comunicación de:


1. Organismos públicos gubernamentales
2. Centros productivos
3. Organizaciones sociales y comunidades

 Apoyo en esta materia a otros países latinoamericanos.

Todo ello mediante el desarrollo de una plataforma o red satelital con fines sociales,
apuntando hacia la soberanía e independencia tecnológica.
Centros Bolivarianos de Informática y Telemática (CBIT)
Los Centros Bolivarianos de Informática y Telemática (CBIT), son espacios educativos
dotados de recursos basados en las Tecnologías de la Información y la Comunicación
(TIC), orientados a la formación integral y permanente de estudiantes, docentes y la
comunidad en general.  Para lograr lo expuesto, el CBIT cuenta con dos (02) espacios, a
saber:

Aula de Computación: espacio que cuenta con veinte (20) equipos de computación y un
servidor con sistema operativo y aplicaciones de Software Libre, además de una
impresora. Esta ideado para el desarrollo de actividades formativas con la computadora y
recursos didácticos apoyados en las TIC.

Aula Interactiva: espacio compuesto por mesas, un televisor, un VHS o DVD y un equipo
de computación. Esta ideado para desarrollar en actividades pedagógicas con énfasis en
el desarrollo del lenguaje, el pensamiento, los valores, el trabajo y el respeto al ambiente.
En este sentido, los CBIT se crean con los fines de garantizar el acceso universal a la
información, la democratización de las TIC y promover el desarrollo de la infocultura en
todo el territorio venezolano.

 Objetivo de los CBIT
Propiciar el uso pedagógico de las TIC en estudiantes, docentes y comunidad en general,
a través de la incorporación de Centros Tecnológicos que faciliten la formación integral de
los ciudadanos y ciudadanas que el país requiere para su desarrollo político, económico y
social.
Formar y motivar al docente en el uso didáctico de las TIC, como apoyo al desarrollo de
proyectos educativos.

• Concientizar al docente en su rol de mediador y orientador en el uso de las TIC, en los


procesos de enseñanza y aprendizaje.

• Apoyar al docente en la incorporación de los medios tecnológicos en el Currículo


Nacional, considerando los contextos educativos local, regional, nacional y
latinoamericano.

• Seguir, controlar y evaluar el uso educativo de las TIC en los ambientes educativos.

• Propiciar en los estudiantes una formación integral y holística, a través de las TIC,
atendiendo las capacidades intelectuales, motrices y afectivas necesarias para la
construcción del perfil de ciudadano que el país requiere para su desarrollo político,
económico y social.

• Apoyar a las escuelas en la incorporación las TIC en sus procesos de gestión educativa
a través de la presentación de proyectos CBIT a la Oficina de Participación
Comunitaria, (OPC). Orientar el trabajo coordinado entre la escuela, la comunidad y los
centros informáticos, a fin lograr un ambiente didáctico propicio para el uso de las TIC
como instrumentos generadores de cambio.

• Apoyar la conformación de la Red Nacional de Actualización Docente mediante la


Informática y la Telemática, Renadit, con el fin de desarrollar planes de formación
permanente y continua a docentes, con la participación de instituciones de educación
superior, autoridades regionales, locales y comunidades organizadas.

• Orientar a los educadores en la selección y uso de contenidos que, a través de las TIC,
posean valor informativo, comunicativo, motivador y humanístico.

• Organizar y apoyar eventos educativos locales, regionales, nacionales e internacionales


mediante el uso de las TIC, así como velar por la incorporación equitativa y justa de las
TIC en las localidades.
Proyecto Canaima
Canaima GNU/Linux es un proyecto socio-tecnológico abierto, construido de forma
colaborativa, centrado en el desarrollo de herramientas y modelos productivos basados en
las Tecnologías de Información (TI) Libres de software y sistemas operativos cuyo
objetivo es generar capacidades nacionales, desarrollo endógeno, apropiación y
promoción del libre conocimiento, sin perder su motivo original: la construcción de una
nación venezolana tecnológicamente preparada. Actualmente Canaima impulsa grandes
proyectos nacionales tanto a nivel público como privado, entre los que se encuentran el
Proyecto Canaima Educativo, el Plan Internet equipado de CANTV, entre otros
Características del Proyecto Canaima

         Desarrollada en Software libre

         Puede ser usado por cualquier persona

         Se encuentra equipado con herramientas ofimáticas

         Permite la interacción con internet

         Es estable y segura basada en la versión estable de GNU/Linux debían

         Realizada en Venezuela por talento nacional


Importancia del Proyecto Canaima
Es de suma importancia ya que permite la inclusión de la tecnología en el aula de clases y
escuelas bolivarianas; además que produce la familiarización de los niños con las
computadoras, es decir que aprenden como usar un computador. El Proyecto Canaima
Educativa representa la educación liberadora, una innovación que busca la apropiación de
las tecnologías para el proceso de enseñanza aprendizaje.

http://jesucristoesmipastor-grupo1.blogspot.com/2011/11/fundamentos-del-plan-nacional-
de.html

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