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hoy?
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(ANS – Montevideo) – “Así como los jóvenes son mutantes, nosotros tenemos que ser
peregrinos”. “Mutantes”, “errantes”: así describe Ariel Fresia, Salesiano Coadjutor,
cordobés, de 47 años, a los jóvenes de hoy, a quienes entiende como “subjetividades
en construcción”. ¿Nuevas palabras para definir realidades de siempre? Según el
experto en Pastoral Juvenil se trata de términos nuevos para describir el también
nuevo y complejo universo juvenil.
Inicialmente mi vocación era para la vida sacerdotal. Pero cuando al año siguiente
entré al aspirantado y al noviciado descubrí a los hermanos coadjutores y sentí que
eso era la horma de mi zapato, era lo que quería ser, lo que me gustaba. A mí me
interesa la vida salesiana desde el contacto con los chicos, las propuestas culturales,
lo recreativo, me gusta mucho el deporte, ese es el lugar y no tanto la vida
sacramental y la liturgia, que es lo propio del sacerdote.
Estuve en la Inspectoría de Córdoba, también en Mendoza donde hay una obra muy
interesante y muy innovadora porque se trata de una escuela agrotécnica con
cuestiones relacionadas con la vitivinicultura y la enología, que es única en Argentina.
Desde el año 2005 dejé de estar en una comunidad local para pasar a la animación
inspectorial donde estuve como secretario y delegado de la Pastoral Juvenil de la
Inspectoría de Córdoba (en los últimos dos años antes de la unificación de las
inspectorías en Argentina, 2008-2009). Cuando se unificaron me mandaron a Buenos
Aires para formar parte de la comunidad religiosa que acompaña a los teólogos. La
figura del Hermano Coadjutor es buena para que esté presente la complementariedad
de las vocaciones en la formación. Estuve allí dos años y volví a Córdoba como
coordinador del Sector de Escuelas de la Inspectoría, servicio que desarrollé durante
tres años.
Desde el año pasado, a raíz de un proyecto de los Salesianos junto las Hermanas y a
un convenio de los inspectores del Norte y de Buenos Aires, estoy viviendo en la
capital para coordinar a los Salesianos y a las Hermanas que estudian historia
salesiana de la Argentina.
Son realidades nuevas que aún intentamos desde la pastoral nombrarlas, porque
escapan a los marcos teóricos que habitualmente usamos… Antes hablábamos de
jóvenes como personas y ahora se prefiere hablar de jóvenes como subjetividades en
construcción, el joven no como sujeto ya constituido, finalizado, completo en sí mismo,
sino como sujeto en construcción que son las subjetividades. La errancia o mutación
nos ayudan a comprender que las realidades juveniles son siempre cambiantes,
incluso a nivel de sus creencias. Los jóvenes creen de una manera diferente a como
lo hacemos los adultos. Sobre todo ocurre en sectores de jóvenes urbanos, que creen
sin una necesidad de la pertenencia, al margen de las instituciones, porque
generalmente estas encorsetan la pluralidad de juventudes. Las instituciones de
alguna manera necesitan seguridades para seguir sosteniéndose, para seguir
viviendo, y con sus finalidades y objetivos necesitan fuertemente el soporte de la
organización, de las normas, etc.
Los chicos no quieren esas normas. Tienen otras normas dadas en los grupos en los
que viven, que no son dictadas desde la institución sino que se las dictan ellos
mismos. Tienen códigos, lenguajes, rutinas, un orden dado por ellos mismos que
puede ser más drámatico y absoluto que el de las instituciones. No participan en el
entramado de ese orden, en la rutinización de esa vida. Por eso, los jóvenes creen o
buscan espacios de sociabilidad con el mínimo grado de institucionalización. Mínimos
de estructuras y máximos de libertad es lo que buscan, lo que plantea unos enormes
desafíos para las pastorales que son instituciones reguladas y pensarlas como
desreguladas es muy difícil.
¿Es posible que las instituciones se adapten a esos cambios que demanda esta
nueva realidad de los jóvenes?
discernimientos espirituales que terminan ficcionando lo que los jóvenes quieren, son
o necesitan en función de sostener instituciones, pero que no responden a su
realidad. Hay que pensar formas institucionales flexibles, más abiertas a las
necesidades de los jóvenes que a las propias propuestas y objetivos.
Lo he visto en las Inspectorías del Sur, en donde las instituciones son livianas en el
sentido de que cambian permanentemente sus proyectos. Estos se realizan para un
año y duran lo que duran los jóvenes en ese proyecto. Si los jóvenes desaparecen o
no se enganchan, esos proyectos desaparecen, y se desarrollan sin necesidad de
construir un edificio de tres pisos sino aprovechando los recursos materiales
disponibles. Se arman, entonces, proyectos para responder a situaciones puntuales
que, cambiada la situación de los jóvenes, ese proyecto este desaparece. Si el
proyecto se sostiene es porque se sostiene la necesidad.
Los gritos de los jóvenes es una metáfora para aludir a los gozos y las esperanzas de
los jóvenes en la línea de Gaudium et spes (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en
el mundo actual) No nos están hablando, nos están gritando cuáles son sus
necesidades. Nos dicen: “Yo necesito, pero no necesito lo que vos me estás dando”.
Sin embargo, todos tenemos antropológicamente ese anhelo de Dios y de religarnos
con un sentido que va más allá de nosotros.
Los jóvenes experimentan actualmente muchos vacíos que pueden ser cubiertos por
las adicciones, por ejemplo…
Ciertamente hay vacíos existenciales en los jóvenes que deben ser llenados y que
tienen que ser satisfechos. Cuando ese vacío existencial no lo llena la propuesta
pastoral, ni siquiera el vacío de Dios, los cubre el mercado con la propuesta de
consumo o la nada misma y vienen las depresiones y los suicidios juveniles, o el delito
y la delincuencia, las adicciones...
El secreto está en conocer las necesidades de los jóvenes, Sin hacer grandes
diagnósticos, pero sí saber lo que necesitan. Movernos junto con ellos, estar en el
movimiento de la cultura, no quiere decir que nos mimeticemos con ellos, porque eso
significaría una mala opción, es hacer el ridículo, y sería motivo de incredulidad del
mensaje que se quiere transmitir. El adulto tiene que ser adulto y el joven es joven.
Pero en el conocimiento de lo que el joven necesita el adulto puede dar el paso para
acercarse, conocer y hacer una propuesta acorde a las necesidades de los chicos y
no acorde, en cambio, a lo que vemos o creemos que ellos necesitan. Un chico de
nuestras escuelas tienen un vacío enorme que lo llena con el alcohol y eso es porque
la propuesta pastoral no toca el núcleo ético mítico de la cultura juvenil. Como decía
Don Bosco en su momento, hay que tocar la fibra, porque hay algo incluso en el joven
más rebelde por el cual vibra. Ese es el núcleo ético mítico la fibra por el cual el joven
vibra. Don Bosco ha sido un gran sabio al decir hay que gustar de las cosas de los
jóvenes para que ellos gusten de las nuestras.
Aún cuando tengamos edificios que no se pueden trasladar, la clave son los proyectos
que alimentan la vida de estas instituciones. Las instituciones son viejas pero las
carpas que siguen como los beduinos son los proyectos que alimentan la vida de la
institución, las vivifican y vitalizan y hacen que una institución centenaria esté en la
mutación cultural.
Y también una pastoral samaritana en el pozo, donde hay un anuncio explícito, una
comprensión, una asunción del dolor del otro y la posibilidad de una rehabilitación-
salvación del otro. El anuncio de la evangelización desde el ámbito de la Iglesia para
con los jóvenes tiene que ser más bien esta evangelización inculturada de la que
habla el Papa Francisco en Evangelii Gaudium que reconoce los problemas del
camino y sale a la solución (promoción humana), pero también complementaria la
pastoral de la samaritana donde hay un anuncio explícito de cuál es el agua viva, el
anuncio del Evangelio, de Jesús, su Reino y la vida nueva para los jóvenes.
Si tenemos una pastoral juvenil para jóvenes mutantes y creyentes errantes, esos
jóvenes son los que van a llegar a la pastoral vocacional y van a ser los Salesianos
del futuro. Y esos jóvenes tendrán el desafío de pensar estructuras renovadas y
proyectos que se adecuen a sus pares. En la casa de formación hay chicos que tienen
tatuajes o la marquita del arito y aunque lo dejen de usar, tienen las marcas de la
cultura juvenil. El problema es cuando la formación los formatea y el chico que tiene
un tatuaje se lo tapa. Eso es parte de la cultura juvenil que no es asumida por el
proyecto vocacional de la pastoral. Los elementos de la cultura juvenil están
implotando, apareciendo, porque no se puede negarla. No se puede hacer una
espiritualidad abstracta de la cultura. Es un gran desafío para la pastoral vocacional
pensar en estos jóvenes en su formas de religiosidad, de compromiso, de celebrar, de
la estética diferente que hace a la subjetividad juvenil.
Fuente: www.infoans.org.ar