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 Enfermedad de Graves.

La enfermedad de Graves es un trastorno


autoinmune en el cual los anticuerpos producidos por el sistema
inmunitario estimulan la tiroides para producir demasiada T4. Es la
causa más frecuente del hipertiroidismo.
 Nódulos hiperactivos en la tiroides (adenoma tóxico, bocio tóxico
multinodular o enfermedad de Plummer). Esta forma de
hipertiroidismo ocurre cuando uno o más adenomas de la tiroides
producen demasiada T4. Un adenoma es una parte de la glándula que
se ha reforzado por separado del resto de la glándula, formando
protuberancias no cancerosas (benignas) que pueden causar un
agrandamiento de la glándula.
 Tiroiditis En ocasiones, la glándula tiroides puede inflamarse después
del embarazo, debido a una enfermedad autoinmune o por razones
desconocidas. La inflamación puede generar un exceso en el
almacenamiento de la hormona tiroidea que luego entra al torrente
sanguíneo. Algunos tipos de tiroiditis pueden causar dolor, mientras
que otros no.
 El yodo se encuentra en algunos medicamentos, jarabes para la tos, algas y
suplementos a base de algas. Tomar demasiado puede causar que su tiroides
produzca demasiada hormona

El diagnóstico de hipertiroidismo se sospecha en función de los


síntomas y los resultados de la exploración clínica, incluyendo una
frecuencia cardíaca y una presión arterial elevadas. El diagnóstico
se confirma mediante pruebas para determinar la funcionalidad de
la tiroides. A menudo, se comienza midiendo la hormona
estimulante del tiroides (TSH). Si la glándula tiroidea es hiperactiva,
la concentración de la TSH es baja. Pero en casos poco frecuentes
en los que la hipófisis es hiperactiva, la concentración de la TSH es
normal o elevada. Si la concentración de la TSH en sangre es baja,
se miden las concentraciones de las hormonas tiroideas en la
sangre. Si se piensa que la enfermedad de Graves pueda ser la
causa, se procede a analizar una muestra de sangre para confirmar
la presencia de anticuerpos que estimulan la glándula tiroidea
(anticuerpos estimulantes del tiroides).
Si se sospecha que la causa es un nódulo tiroideo tóxico, se realiza
una gammagrafía tiroidea, que permite comprobar si el nódulo es
hiperactivo, es decir, si produce una cantidad excesiva de
hormonas. Esta técnica también permite diagnosticar la
enfermedad de Graves. Si, en efecto, se padece la enfermedad de
Graves, esta técnica muestra que toda la glándula es hiperactiva, y
no solo una zona en concreto. En la tiroiditis, esta prueba muestra
que la glándula es hipoactiva, debido a la inflamación.

Los fármacos betabloqueantes, como el propranolol, ayudan a


controlar muchos de los síntomas del hipertiroidismo. Estos
fármacos disminuyen la frecuencia cardíaca alta, reducen los
temblores y controlan la ansiedad. Por consiguiente, los
betabloqueantes son muy útiles, sobre todo, para aliviar los
síntomas hasta que la enfermedad remita gracias a otros
tratamientos, pero no disminuyen la sobreproducción de hormona
tiroidea. Para que la producción de hormonas vuelva a los valores
normales se administran otros tratamientos.
El metimazol y el propiltiouracilo son los fármacos más utilizados
para tratar el hipertiroidismo, ya que disminuyen la producción
glandular de hormonas tiroideas. Cada fármaco se administra por
vía oral, comenzando con dosis altas que más tarde se ajustan
según los resultados de los análisis de sangre. Por lo general, estos
fármacos normalizan la actividad de la glándula tiroidea en un plazo
de entre 6 y 12 semanas. Dosis más altas de estos fármacos actúan
con más rapidez, pero aumentan el riesgo de sufrir efectos
secundarios. Por lo general, se prefiere el metimazol, porque el
propiltiouracilo puede dañar el hígado en personas jóvenes. Se
debe supervisar minuciosamente a las mujeres embarazadas que
toman propiltiouracilo o metimazol, ya que estos fármacos
atraviesan la placenta y producen bocio o hipotiroidismo en el feto.
El carbimazol, un fármaco muy utilizado en Europa, se convierte en
metimazol cuando entra en el organismo.
El yodo, administrado por vía oral, se utiliza en ocasiones para
tratar el hipertiroidismo. Se reserva para las personas que
requieren un tratamiento rápido, como las que sufren una crisis
tiroidea. También permite normalizar el hipertiroidismo hasta que
se pueda extirpar la glándula tiroidea. No se usa a largo plazo.
El yodo radiactivo puede administrarse por vía oral para destruir
parte de la glándula tiroidea. La radiactividad se libera
mayoritariamente en la glándula tiroidea, ya que capta el yodo y lo
acumula. Casi nunca es necesario hospitalizar. Después de recibir el
tratamiento, no hay que acercarse a bebés ni a niños pequeños
entre 2 y 4 días, y debe dormirse en una cama separada un mínimo
de unos 2 m de la pareja. No se necesitan precauciones especiales
en el lugar de trabajo. Debe evitarse quedar embarazada durante
unos 6 meses. Cuando se recibe un tratamiento con yodo
radiactivo, se pueden activar las alarmas de radiación en los
aeropuertos y en lugares similares durante algunas semanas, por lo
que, si se debe viajar en transporte público, es necesario llevar
consigo un certificado médico en el que conste el tratamiento
recibido.
En ocasiones, la dosis de yodo radiactivo se ajusta de forma que
solo se destruya la parte de la glándula tiroidea más pequeña
posible para que la producción hormonal recobre la normalidad sin
que la actividad tiroidea se vea muy afectada. En otras ocasiones,
es necesario administrar una dosis mayor para eliminar la totalidad
de la glándula tiroidea. En la mayoría de los casos, al someterse a
este tratamiento, deben tomarse suplementos de hormona
tiroidea de por vida. Aunque se ha planteado la posibilidad de que
el yodo radiactivo pueda causar cáncer, no se ha podido confirmar
que el riesgo de cáncer aumente tras recibir este tratamiento. El
yodo radiactivo no debe administrarse a mujeres embarazadas ni
durante la lactancia, ya que atraviesa la placenta y se incorpora a la
leche, y, por tanto, puede destruir la glándula tiroidea del feto o del
lactante.

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