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Estado, poder y socialismo – Poulantzas (Segunda Parte).

El Estado y las clases dominantes: El Estado tiene un papel principal de organización con respecto a las clases dominantes y a
la burguesía. Representa y organiza la clase o las clases dominantes. Representa el interés político del bloque en el poder,
compuesto por varias fracciones de la clase burguesa. El estado constituye la unidad política de las clases dominantes, las
instaura como clases dominantes. Este papel de organización no concierne a un solo aparado o rama del Estado, sino al
conjunto de sus aparatos, incluidos los aparatos represivos por excelencia, que también participan en este papel. Cumple este
papel debido a que posee una autonomía relativa respecto de las fracciones e intereses. Tiene una separación relativa con las
relaciones de producción a la especificidad de las clases y las luchas de clases bajo el capitalismo.
La burguesía siempre está dividida en fracciones de clases: CAPITAL MONOPOLISTA Y CAPITAL NO MONOPOLISTA. Se sitúan
cada vez en grados más desiguales.
No es el capital monopolista el único que ocupa el terreno de la dominación política.
El estado posee siempre una AUTONOMIA RELATIVA con respecto a las fracciones del bloque en el poder, a fin de asegurar la
organización del interés general de la burguesía.
El Estado capitalista no debe ser entendido como una entidad intrínseca sino como una RELACIÓN, como una condensación
material de las relaciones de fuerzas entre las clases y fracciones de clase dominante, tal como se expresa en el seno del
estado. Pero no es pura relación, sino que es la condensación material y especifica de una relación de fuerza entre clases y
fracciones de clase.
Captar al estado de esta manera es evitar las discusiones del estado concebido como cosa y como sujeto.
La concepción instrumentalista es un dogmatismo estaliniano.
El estado no se reduce a una relación de fuerzas, presenta una opacidad y resistencia propias.
En las tesis del Estado - Sujeto (estructuralismo) el estado será dotado de una autonomía tendencialmente absoluta en
relación con las clases sociales. El Estado es sujeto en sí mismo que es presionado por los puntos de interés. Hay autonomia
absoluta, porque el Estado resuelve.
En la tesis del Estado - Cosa, el estado es la expresión necesaria de su voluntad racionalizante. Las contradicciones internas del
estado pasan a ser manifestaciones secundarias, accidentales y episódicas. El Estado es usado para una cosa u otra (vision
instrumentalista). No hay autonomía relativa.
Ninguna de las dos tesis puede explicar el establecimiento de la política de estado a favor de las clases dominantes y tampoco
perciben el problema decisivo de las contradicciones internas del Estado. Tienen en común que piensan la relacion como algo
exterior.
El estado así aparece como un bloque monolítico sin fisuras.
La política de estado es resultado de las contradicciones inscritas en la estructura misma del estado. LAS CONTRADCCIONES DE
CLASE CONSTITUYEN AL ESTADO, ESTÁN PRESENTES EN SU ARMAZÓN MATERIAL, estructuran su organización.
Hay que abandonar la visión del estado como dispositivo unitario de arriba abajo.
La política de estado se establece por un proceso efectivo de contradicciones interestatales.
El estado es un campo y un proceso estratégico donde se entrelazan nudos y redes de poder.
Existe una distinción entre poder real y poder formal, siendo este último el poder aparente en la escena política. Una
ocupación del gobierno por la izquierda no significa, ni forzosa ni automáticamente, que se controle los aparatos del estado.
La unidad centralizada n reside en una pirámide cuyo vértice bastaría con ocupar para asegurase el control.
El estado no es un bloque monolítico, sino un campo de batallas estratégico.

El Estado y las luchas populares: Los aparatos del Estado consagran y reproducen la hegemonía estableciendo un juego de
compromisos provisionales entre el bloque de poder y algunas clases dominadas. Los aparatos del Estado organizan – unifican
el bloque en el poder y algunas clases dominadas, polarizándolas hacia el bloque en el poder y cortocircuitando sus
organizaciones políticas propias. La autonomía relativa del Estado respecto a tal o cual fracción del bloque en el poder es
igualmente necesaria para la organización de la hegemonía del bloque en el poder con respecto a las clases dominadas. Para
ello impone frecuentemente al bloque en el poder, o a cual de sus fracciones, los compromisos materiales que son
indispensables para dicha hegemonía.
Pero este papel del Estado con respecto a las clases dominadas, no depende de su racionalidad intrinseca como entidad
exterior a las clases dominadas. Está inscrito igualmente en la armazón organizativa del Estado como condensación material
de una relacion de fuerza entre clases. El Estado condensa no solo la relacion de fuerzas entre fracciones del bloque en el
poder, sino igualmente la relacion de fuerzas entre éste y las clases dominadas.
En la mayoría de los casos se tiene tendencia a considerar que el Estado constituye frente a las clases dominadas, un bloque
monolítico que se les impone desde fuera, y sobre el cual, por otra parte, no tienen impacto más que asaltándolo y cercándolo
desde el exterior como una fortaleza impermeable y aislada de ellas. Las contradicciones entre clases dominantes y clases
dominadas quedarían en contradicciones entre el Estado y las masas populares exteriores al Estado. Las contradicciones
internas del Estado no podrían deberse más que a las contradicciones  entre clases y fracciones dominantes, dado que la lucha
de las clases dominadas no podría ser una lucha presente en el estado, sino que consistiría, en presiones sobre el estado. De
hecho, las luchas populares atraviesan al estado de parte a parte y eso no se consigue penetrando desde fuera en una entidad
intrínseca. Si las luchas políticas referentes al estado atraviesan sus aparatos es porque estas luchas están ya inscritas en la
trama del Estado, cuya configuración estratégica perfilan. Las luchas populares, y más generalmente los poderes, desbordan
con mucho al Estado: pero en la medida en que son propiamente políticas, no son realmente exteriores a el. Incluso las luchas
que desbordan al estado no están fuera del poder si no inscritas siempre en aparatos de poder que materializan esas luchas y
condensan una relación de fuerzas.
Así, la armazón material del Estado en su conexión con las relaciones de producción, su organización jerárquico/burocrático,
reproducción en su seno de la división social del trabajo, traducen la presencia específica de las clases dominadas y de su
lucha. No tienen como simple objetivo enfrentarse, en un cara a cara, con las clases dominadas, sino mantener y reproducir en
el seno del Estado la relación dominación - subordinación.
Las divisiones y contradicciones internas del Estado, entre sus diversos aparatos y ramas, en el seno de cada uno de ellos,
entre el personal del Estado, se deben también a la existencia de las luchas populares en el estado.
Pero la existencia de las clases populares no se materializa en el seno del estado de la misma manera que la de las clases
infracciones dominantes, sino de modo específico.
Las clases infracciones dominantes existen en el estado por intermedio de aparatos o ramas que cristalizan un poder propio
de. Dichas clases infracciones, aunque sea, bajo la unidad del poder estatal de la fracción hegemónica. Por su parte, las clases
dominadas no existen en el estado por intermedio de aparatos que concentran un poder propio de dichas clases sino,
esencialmente, bajo forma de focos de oposición al poder de las clases dominantes. Sería erróneo llegar a la conclusión de que
la presencia de las clases populares en el Estado significa que tienen así poder, o que podrían llegar a tenerlo a la larga, sin que
haya habido transformación radical de ese Estado, del poder.
El poder de las clases populares en el seno de un Estado capitalista no modificado es imposible, no sólo en virtud de la unidad
del poder del estado de las clases dominantes, que desplazan el centro del poder real de un aparato a otro tan pronto como la
relación de fuerzas en el seno de uno de esos parece inclinarse del lado de las masas populares, sino en virtud también de la
armazón material del Estado. Esta armazón no consiste en mecanismos internos de reproducción de la relación dominación-
subordinación: admite la presencia de clases dominadas en su seno pero justamente como tales clases dominadas.
La acción de Las masas populares en el seno del Estado es condición necesaria pero no suficiente, de su transformación.
Si las luchas populares están constitutivamente presentes en las divisiones del Estado bajo las formas más o menos directas de
la contradicción clases dominantes-clases dominadas, lo están también bajo una forma mediatizada: el impacto de las luchas
populares en las contradicciones entre las mismas clases y fracciones dominantes. Las contradicciones entre bloque en el
poder y clases dominadas intervienen directamente en las contradicciones en el seno del bloque en el poder.
En resumen, las luchas populares se inscriben en la materialidad institucional del Estado, aunque no se agoten ahí,
materialidad que lleva la marca de estas luchas sordas y multiformes. Las luchas políticas que conciernen al estado, como
cualquier lucha frente a los aparatos de poder, no están en posición de exterioridad con respecto al Estado sino que forman
parte de su configuración estratégica: el Estado, como suele suceder con todo dispositivo de poder, es la condensación
material de una relación.

¿Hacia una teoría relacionista del poder?: El poder no es una cantidad o cosa que se posea, ni una cualidad ligada a una
esencia de clase. El poder debe ser entendido, aplicado a las clases, como la capacidad de clase de realizar sus intereses
específicos. El campo del poder es relacional. El poder no es una magnitud conmensurable que se pueda repartir. El poder de
una clase remite a su lugar objetivo en las diferentes relacione económicas, políticas, ideológicas. El lugar de cada clase, es su
poder. Deriva de un sistema relacionista de lugares materiales ocupados por tales o cuales agentes.
El poder político de una clase, no depende solo de su lugar de clase con respecto a otras, sino también de su posición y
estrategia frente la de estas.
El estado no es ni el depositario instrumental, objeto, de un poder – esencia que posea la clase dominante, ni el sujeto
poseyente de tanto poder como arrebate a otras clases. El estado es el lugar de organización estratégico de la clase dominante
en su relación con las clases dominadas. Es un lugar y un centro de ejercicio del poder.
El poder siempre tiene un fundamento preciso. En el caso de la división de clases: la explotación, el aparto del estado.
Para Foucault la relación de poder no tiene nunca otro fundamento que ella misma, se convierte en una simple situación a la
que el poder es siempre inminente. A partir de Foucualt no hay ninguna resistencia, porque el poder de antemano siempre
está ahí, toda situación de pode es inmanente a ella misma.
¿Por qué iba a haber resistencia? Las resistencias no tienen fundamento y el poder esta sustancializado. Foucault crea un vacío
frente a un poder que ya no es una relación, un nexo, sino una esencia fagocítica.
No hay necesidad de recurrir a algo absolutamente exterior al poder y a sus dispositivos para limitar la supuesta omnipotencia
intrínseca, porque estos tienen siempre sus límites internos.
El poder no es nunca pura inmanencia. Es una relación entre luchas y prácticas.
Evitar ser atrapado por el poder no se resuelve con el simple hecho de permanecer fuera del estado.
Las luchas políticas no son exteriores al campo estratégico del estado. Las luchas populares también están inscritas en el
Estado.
Con Foucault, tiene acuerdos (el poder no está en ningún lugar, relaciones de fuerzas, Estado no tiene poder en sí mismo) y
diferencias (problema de Foucault es que para el Marxismo, las relaciones de poder tienen un fundamento. No se explican por
sí mismos. Tienen que ver con la explotación).

Poulantzas va a partir de entender al Estado como una condensación material de las relaciones de fuerzas entre las clases y
fracciones de clases dominantes. Aquí hay tres conceptos a trabajar: condensación material, relaciones de fuerza, y clases y
fracciones de clases dominantes. Empecemos por este último. Con el señalamiento de “clases y fracciones de clases
dominantes” la primera cuestión que Poulantzas nos propone es una visión de la clase dominante que no es univoca ni
homogénea. Lo que encontramos en las diferentes formaciones económico-sociales es en realidad con la existencia de
diferentes clases y fracciones de clases que representan distintos sectores dominantes con intereses particulares, distintos y
posiblemente contrapuestos los unos contra los otros. En el texto referido Poulantzas da como ejemplo la existencia de
fracciones de clases monopolistas y no monopolistas, que tiene que ver con la realidad de la época. Nosotros podríamos usar
esta categoría para ejemplos argentinos.
Lo que nos dice Poulantzas entonces es que en las diferentes formaciones económico-sociales, en las distintas sociedades
histórico-concretas, pueden visibilarse diferentes fracciones de la clase dominante. Incluso, dice Poulantzas, no sólo diferentes
fracciones de la clase burguesa sino incluso diferentes clases dominantes remitiendo a la posibilidad de la
existencia/supervivencia dentro de una sociedad capitalista de clases dominantes que no son burguesas, es decir
estrictamente capitalistas. Tal puede ser el caso de los terratenientes (que viven de la renta de la tierra), por ejemplo los
Junkers en Alemania. Entonces el primer paso de Poulantzas es complejizar la categoría de clase dominante.
Estas clases y fracciones de clase dominante pueden tener intereses contrapuestos entre sí. Tomemos un ejemplo de la
Argentina de mediados de siglo XX donde el capital agrícola tenía especial interés en aumentar la exportación su producción (y
en ese sentido era librecambista) mientras que el capital industrial impulsaba políticas proteccionistas del mercado interno.
Esta tensión entre las fracciones burguesas agrícola e industrial atravesó de cierta manera la historia argentina entre los ’40 y
’70. Sin embargo la existencia de intereses diferentes no implica que entre estas fracciones exista una contradicción
fundamental ya que todas ellas tienen en común el interés de asegurar la reproducción de las relaciones sociales de
producción capitalista.
Esta idea de intereses contrapuestos pero no contradictorios nos lleva al segundo concepto planteado por Poulantzas que es
el de las relaciones de fuerza. Estas fracciones de las clases dominantes construyen relaciones de fuerza, unas respecto de las
otras. En la decisión respecto de una política publica puede haber, como ya dijimos, intereses distintos (por ejemplo en la
actualidad en Argentina el sector bancario y de los acreedores prefiere que el dólar baje, mientras que  la fracción exportadora
quiere que el dólar suba o se mantenga). La existencia de intereses contrapuestos supone entonces la aparición de conflictos y
tensiones (aunque los mismos no signifiquen una contradicción). Estas disputas y diferencias pueden analizarse bajo la
identificación de la existencia y construcción de relaciones de fuerzas entre estos sectores.
Sin embargo, en la medida que estas relaciones de fuerzas entre las clases y fracciones de clase dominante no implican
intereses contradictorios supone también la construcción de una unidad conflictiva, pero unidad al fin. La unidad de las clases
y fracciones de clase dominantes para Poulantzas va a recibir el nombre de bloque en el poder.
¿Dónde se constituye el Bloque en el Poder? En el Estado, en la institucionalidad misma del Estado, pues es justamente la
forma especifica y material que asume en cada momento histórico el Estado donde se expresa la condensación material de las
relaciones de fuerzas que se establecen entre las diferentes clases y fracciones de clase dominante.
Esta definición que da Poulantzas está orientada a salvar dos problemas que están presentes en el marxismo de su época.
Poulantzas intenta entender la relación entre las clases dominantes y el Estado que evite presentar a éste como una cosa o
como un sujeto. Entender al Estado como una cosa, como un objeto o instrumento, remite a una visión instrumentalista del
Estado, donde éste es simplemente un instrumento de la clase dominante. Aquellos que enfatizan la noción del Estado como
sujeto, postura que comprende también a buena parte de la Teoría Política moderna,  pone al Estado por encima de las clases
interviniendo con voluntad propia (neutralidad) en el conflicto de clases. Poulantzas pretende una explicación del Estado en el
capitalismo que permita romper esta dicotomía. Por ello va a enfatizar que la relación de las clases y fracciones de clase
dominantes con el Estado no es de exterioridad, sino que por el contrario la propia materialidad del  Estado, su propia
constitución y la forma institucional que lo caracteriza en cada circunstancia histórica, es el resultado concreto de las
relaciones de fuerzas que se establecen entre las clases y fracciones de clase dominante. Estas no están por fuera del Estado,
por el contrario la propia materialidad estatal (su configuración institucional) resulta la cristalización de las relaciones de
fuerzas entre las clases y las fracciones de las clases dominantes. 
Con esto Poulantzas intenta contraponerse también a las consecuencias políticas que pueden desprenden del plateamiento
marxista respecto de que el Estado capitalista puede dividirse analíticamente entre el aparato del Estado y el poder del Estado.
Este último remite al poder de las clases dominante dentro del Estado, a la naturaleza de clase del Estado (particularmente,
aunque no sólo, al gobierno) mientras que el señalamiento del aparato del Estado delimita un conjunto de instituciones
estatales que tendrían una base una técnico- científica. Esta idea puede llevar –y de hecho históricamente fue muchas veces
utilizada en este sentido- al entendimiento de que existe una parte del Estado, algunas instituciones estatales, que no
representan directamente un interés de clase, que históricamente cumplen una función objetiva (justificada por el desarrollo
de las fuerzas productivas) y que en una estrategia de transformación social no pueden ser suprimidas. Frente a estas
perspectivas la reflexión que nos propone Poulantzas es completamente distinta ya que señala que en la propia materialidad
del Estado, en el conjunto de sus instituciones, en como éstas se constituyen y se trasforman, en las políticas que adoptan, en
toda esta compleja institucionalidad estatal se condensan y materializan las relaciones de fuerza de las clases y fracciones de
clases dominantes.
Como señalamos anteriormente Poulantzas plantea el concepto de Bloque en el Poder (que no esta desarrollado en la
selección del texto que les presentamos a la lectura)  que remite a esta unidad en tensión entre las fracciones de clase
dominante.  El Bloque en el Poder se materializa en el Estado, en su propia material institucionalidad y supone que esta unidad
en tensión es constituida a partir de la hegemonía que una de las fracciones de la clase dominante detenta respecto del resto.
En la concepción de Poulantzas entonces el Estado cumple un rol fundamental en la organización de las clases y fracciones de
clase dominantes –ya que en el espacio de su materialidad se constituye el bloque en el poder- así como cumple el papel de
desorganizar y fragmentar a las clases dominadas.
Respecto de estas últimas hay dos cuestiones que merecen señalarse. En primer lugar que el Estado reproduce la condición de
subordinación y explotación de estas clases siendo que esta condición no puede modificarse al interior del Estado capitalista.
Este señalamiento pone límites a las miradas reformistas que creían en la posibilidad conquistar sectores del Estado y
modificar desde allí la dominación de clase o transformar la sociedad capitalista. Sin embargo esta afirmación no supone
afirmar que la lucha de las clases dominadas no atraviesan e impactan en la materialidad del Estado. En la propia
institucionalidad del Estado cristalizan también las luchas, las relaciones de fuerza entre las clases dominantes y las
dominadas. En este sentido, tampoco la acción de las clases dominadas es exterior al Estado sino que –como lo planteábamos
anteriormente- se inscribe en la configuración de las instituciones estatales. Claro que esto no significa que la lucha de las
clases dominadas queda simplemente reducida o contenida en el Estado; siendo que por el contrario lo desborda
permanentemente pudiendo incluso orientarse hacia la propia destrucción del Estado capitalista. Por otra parte también la
dinámica de las clases subalternas puede jugar un rol en las tensiones al interior del bloque en el poder, siendo que fracciones
de las primeras pueden ser integradas como clases de apoyo a algunas fracciones de la clase dominante.
Alumna: ¿el resultado del Bloque en el Poder es de esas luchas que se dan?
Profesor: Es necesario enfatizar que el bloque en el poder sólo agrupa a las clases y fracciones de clase dominante. En este
sentido existe una unidad que no anula la tensión y conflictos entre las diferentes fracciones unificadas bajo la hegemonía de
una de ellas. Por ejemplo, en la fase neoliberal del capitalismo los marxistas sostienen que la fracción hegemónica de las clases
dominantes es el sector financiero. Esto lo van a ver bien en el texto de Basualdo.
Alumno: la diferencia entre las clases dominantes y dominadas radica en que las clases dominadas nunca ponen en jaque al
Bloque Histórico o  sí llegan a ello una parte las clases dominantes tomarían un viraje para que estas no tengan tanta
importancia.
Profesor: las clases dominadas no participan del Bloque en el Poder. Eso no significa que el Estado esté también atravesado
por las luchas entre las clases dominantes y las clases dominadas.
Alumno: pero siempre van a ganar las clases dominantes.
Profesor: No, no es así. Por ejemplo la lucha por la jornada laboral de ocho horas que artículo el movimiento obrero a nivel
internacional desde fines del siglo XIX fue finalmente conquistada a lo largo de la primera mitad del siglo XX en numerosos
países. Esta conquista fue una cristalización institucional de las relaciones de fuerzas entre las clases dominantes y dominadas
en el marco del Estado capitalista. Ahora bien, la adopción de la jornada de ocho horas, si bien no supuso la ruptura de las
relaciones sociales de producción capitalistas, implicó una disminución de la tasa de plusvalía, de la explotación (y luego su
reformulación bajo la extensión de la llamada plusvalía relativa). Por otra parte la ruptura de las relaciones sociales
capitalistas, el pasaje a una sociedad no-capitalista, al socialismo por ejemplo, implicaría el quiebre y desmantelamiento del
Estado capitalista.
En relación a las fracciones de la clase dominante la crisis de Diciembre del 2001 en Argentina puede ser entendida también
bajo la conceptualización de Poulantzas. Ahí había dos grupos de fracciones de clases que disputaban, ¿cuáles son las dos
salidas que se planteaban?
Alumna: convertibilidad o dolarización y la devaluación
Profesor: había un sector que decía hay que devaluar, que eran los exportadores, y otro que defendía la dolarización
representado por el sector financiero y las trasnacionales asentadas en los servicios y empresas públicas privatizadas. Una
tensión entre dos fracciones que integran el Bloque en el Poder.
Por otra parte las clases dominadas no pueden anular, en el terreno de la continuidad del Estado, la dominación capitalista;
aunque sí pueden obtener conquistas. Poulantzas va a señalar también que fracciones de las clases dominadas pueden ser
integradas como clases de apoyo de las clases dominantes y del Bloque en el Poder. 

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