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Miguel Carbonell
Hacía casi 50 años que no se había producido una reforma tan extensa y
profunda en materia laboral en México, como la publicada en el Diario Oficial de
la Federación el 1 de mayo de 2019. Las modificaciones que comporta la refor-
ma suponen un verdadero parteaguas para trabajadores, patrones y sindicatos,
así como un desafío enorme de reaprendizaje para los profesionales del derecho
que se dedican a los temas laborales.
La reforma permite acatar un mandato constitucional publicado el 27 de
febrero de 2017, que suscitó (cabe recordarlo) la aprobación unánime de los
legisladores integrantes del Congreso de la Unión. Además, con la reforma ya
aprobada, México da cumplimiento a tratados internacionales suscritos por
nuestro país en materia de reconocimiento a los derechos de las personas que
son trabajadoras domésticas y en materia de libre comercio (en el T-MEC, que
será el instrumento que debe sustituir al TLCAN, se incluyeron previsiones
relacionadas con los asuntos sindicales).
Aunque sería imposible intentar resumir el contenido tan amplio y variado
de la reforma laboral en el escaso espacio de un prólogo que tiene por objetivo
solamente presentar al lector el nuevo texto de la Ley Federal del Trabajo, creo
que es importante que consideremos algunos de los aspectos más relevantes,
los cuales sin duda alguna merecerán un análisis más detallado y —en muchos
casos— un trabajo de definición por parte de la jurisprudencia de nuestros
tribunales federales.
Así pues, considero que las principales novedades que trae consigo la re-
forma son las siguientes:
1. Van a desaparecer las Juntas de Conciliación y Arbitraje, que habían sido
creadas por el Congreso Constituyente de Querétaro en 1917 (a nivel federal
la Junta de Conciliación fue creada diez años después, en 1927). En un plazo
de tres años contados a partir de la entrada en vigor del decreto de reforma,
deberán establecerse tribunales laborales en cada una de las 32 entidades
federativas (ver artículo transitorio quinto del decreto de reforma laboral) y
en un plazo de cuatro años deberán estar funcionando los nuevos tribunales
Miguel Carbonell 14
Registro: 2007973
CARGA DE LA PRUEBA. SU DISTRIBUCIÓN A PARTIR DE LOS PRINCI-
PIOS LÓGICO Y ONTOLÓGICO. El sistema probatorio dispuesto en el Códi-
go de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal acoge los principios lógico
y ontológico que la teoría establece en torno a la dinámica de la carga de la
prueba, cuyos entendimiento y aplicación facilitan la tarea del juzgador, pues
permite conocer de qué forma se desplazan dichas cargas, en función de las
posiciones que van tomando las partes de acuerdo a las aseveraciones que for-
mulan durante el juicio. Ahora bien, el principio ontológico parte de la siguiente
premisa: lo ordinario se presume, lo extraordinario se prueba, y se funda, en
que el enunciado que trata sobre lo ordinario se presenta, desde luego, por sí
mismo, con un elemento de prueba que se apoya en la experiencia común; en
tanto que el aserto que versa sobre lo extraordinario se manifiesta, por el con-
trario, destituido de todo principio de prueba; así, tener ese sustento o carecer
de él, es lo que provoca que la carga de la prueba se desplace hacia la parte que
formula enunciados sobre hechos extraordinarios, cuando la oposición expre-
sada por su contraria la constituye una aseveración sobre un acontecimiento
ordinario. Por su parte, en subordinación al principio ontológico, se encuentra
el lógico, aplicable en los casos en que debe dilucidarse a quién corresponde la
carga probatoria cuando existen dos asertos: uno positivo y otro negativo; y
en atención a este principio, por la facilidad que existe en demostrar el aserto
positivo, éste queda a cargo de quien lo formula y libera de ese peso al que
expone una negación, por la dificultad para demostrarla. Así, el principio lógico
tiene su fundamento en que en los enunciados positivos hay más facilidad en su
demostración, pues es admisible acreditarlos con pruebas directas e indirectas;
en tanto que un aserto negativo sólo puede justificarse con pruebas indirectas;
asimismo, el principio en cuestión toma en cuenta las verdaderas negaciones (las
sustanciales) y no aquellas que sólo tienen de negativo la forma en que se expo-
ne el aserto (negaciones formales). De ahí que, para establecer la distribución
de la carga probatoria, debe considerarse también si el contenido de la negación
es concreto (por ejemplo, “no soy la persona que intervino en el acto jurídico”)
o indefinido (verbigracia, “nunca he estado en cierto lugar”) pues en el primer
caso, la dificultad de la prueba deriva de una negación de imposible demos-
tración, que traslada la carga de la prueba a la parte que afirma la identidad;
mientras que la segunda es una negación sustancial, cuya dificultad probatoria
proviene, no de la forma negativa, sino de la indefinición de su contenido, en
cuyo caso corresponde a quien sostiene lo contrario (que el sujeto sí estuvo en
cierto lugar en determinada fecha) demostrar su aserto, ante la indefinición de la
negación formulada. Finalmente, en el caso de las afirmaciones indeterminadas,
si bien se presenta un inconveniente similar, existe una distinción, pues en éstas
se advierte un elemento positivo, susceptible de probarse, que permite presumir
otro de igual naturaleza.
23 Prólogo
Registro: 2010172
CARGA DE LA PRUEBA Y DERECHO A PROBAR. SUS DIFERENCIAS. No
debe confundirse la oportunidad de ofrecer y desahogar pruebas, atinente a la
defensa, con la carga probatoria, si se tiene en cuenta que la primera constituye
un derecho —a probar— y la segunda es un deber procesal; asimismo, el dere-
cho a probar es de naturaleza constitucional, en tanto el débito procesal es de
naturaleza procesal e, incluso, es posterior al derecho fundamental de mérito, o
sea, el derecho a probar es anterior y de entidad superior a la obligación proce-
sal, siendo que derecho y obligación no son sinónimos dado que uno se ejerce
en el procedimiento, tanto postulatorio como probatorio, mientras que la otra
es objeto de examen por el juzgador hasta la sentencia o laudo; sin que deba
validarse una decisión jurisdiccional de denegación de pruebas cuando suponga
la imposición de un formulismo obstaculizador, o contrario a la efectividad del
derecho a la prueba, ni subordinar la eficacia de ese derecho fundamental a otro
tipo de intereses, como los de economía procesal, expeditez de los juicios, o el
prejuzgamiento de la carga probatoria, cuando su decisión no es propia de la re-
solución que acepta pruebas sino de la sentencia o laudo, lo que significa que es
ilegal anticipar la carga de la prueba a una de las partes al momento de decidir
sobre su admisión o no, ni invocar algún otro formalismo que impida conocer
el resultado de una prueba en detrimento del derecho a probar, que es uno de
los que conforman el derecho humano al debido proceso; luego, si el derecho
a probar es un derecho constitucional que atribuye a la persona el poder tanto
de ejercerlo, como de reclamar su debida protección, entonces su constituciona-
lización obedece a la relevancia procesal que adquiere la actividad probatoria,
en la medida en que determina a las partes cuándo y cómo pueden probar los
hechos del debate jurisdiccional, vinculando a todo juzgador a su observancia.
Lo anterior, porque en la interpretación de las normas probatorias también es
procedente la que permita la máxima actividad probatoria de las partes, prefi-
riendo, inclusive, el exceso en la admisión de pruebas, a la de una interpretación
restrictiva, por cuanto en aquélla subyace la idea de aproximar, y hasta de hacer
coincidir la verdad histórica con la verdad que habrá de declararse en la senten-
cia, partiendo de la base de que la verdad es un derecho humano cuya restricción
necesariamente debe justificarse y, por ende, la norma probatoria ha de interpre-
tarse conforme al artículo 14 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, en lo concerniente al derecho humano al debido proceso.
Registro: 245859
PRUEBA, CARGA DE LA, CUANDO LA NEGATIVA DE LOS HECHOS
IMPLICA UNA AFIRMACION. No toda negativa de los hechos base de una
demanda hace recaer la carga de la prueba en la actora, pues hay que advertir
que las negativas pueden implicar una afirmación, como cuando el demandado
niega que haya dejado de pagar, pues tal negativa deja entrever la afirmación de
que se ha hecho el pago; lo que se traduce en una afirmación que debe compro-
barse por la demandada, conforme a la fracción I del artículo 282 del Código de
Procedimientos Civiles del Distrito Federal.
Miguel Carbonell 24
Registro: 215051
PRUEBA CARGA DE LA. La carga de la prueba incumbe a quien de una afir-
mación pretende hacer derivar consecuencias para él favorables, ya que justo es
que quien quiere obtener una ventaja, soporte la carga probatoria. En conse-
cuencia, el actor debe justificar el hecho jurídico del que deriva su derecho. Así,
la actora debe acreditar la existencia de una relación obligatoria. En el supuesto
de que se justifiquen los hechos generadores del derecho que se pretende, la
demandada tiene la carga de la prueba de las circunstancias que han impedido
el surgimiento o la subsistencia del derecho del actor, puesto que las causas de
extinción de una obligación deben probarse por el que pretende sacar ventajas
de ellas.
En fin, son muchas las novedades que trae consigo la reforma. Se trata de
un desafío enorme, que sin duda puede venir a transformar (para bien o para
mal), la vida de los sindicatos mexicanos, y que sin duda afectará a millones de
trabajadores mexicanos. Bienvenida sea la reforma y a prepararnos todos para
los muchos cambios que va a generar.
Ciudad de México, 2 de mayo de 2019.