Por otra parte, la capacidad de producir narraciones en situación interactiva avanza a
lo largo de este año. Los niños entre los dos y los tres años cuando han de narrar alguna historia ellos solos, enumeran un listado de acciones realizadas por el protagonista, acciones que no tienen ni una causa ni una consecuencia, no describen secuencias de sucesos conectados causalmente. Como veremos, el aprendizaje del discurso narrativo no se completa hasta los diez-doce años. Ahora bien, estos mismos niños pueden realizar una narración coherente con la ayuda del adulto, a partir de situaciones interactivas basadas en la conversación en las que el adulto va dando soporte a los enunciados infantiles, de manera que, entre ambos, se consigue una narración o explicación breve, pero que reviste ya cierta coherencia. Este papel de los adultos se muestra más firme a partir de los treinta meses de edad aproximadamente (edad en la que los niños muestran mayor atención a la morfología y la sintaxis de su lengua). Asimismo, también se observa que en la explicación de experiencias de los propios niños, los adultos introducen y mantienen los temas referidos a acontecimientos pasados protagonizados por los niños, ajustan el tiempo del relato, entre otros recursos, para facilitar la explicación infantil (Solé, 1997). En definitiva, los niños a estas edades y durante bastante tiempo todavía, van a necesitar el apoyo del adulto para contar sus experiencias o actividades cotidianas.
1.1. La capacidad de narrar
Durante la etapa que nos ocupa y enlazando con la etapa adulta, las personas aprendemos qué decir, cuándo y cómo, es decir, aprendemos la pragmática del lenguaje: progresamos en nuestro aprendizaje sobre cómo utilizar el lenguaje apropiada y efectivamente en contextos sociales (podéis consultar Ninio y Snow, 1996; Serra y otros, 2000, para una revisión de este tema). Los niños aprenden cómo ajustar su vocabulario y modificar su estilo lingüístico para acomodarlo a diversos tipos de oyentes en función de la edad, el conocimiento que le atribuyen, la situación, etc. Resumidamente, este progreso ocurre fundamentalmente en tres dominios:
1) La producción de actos de habla convencionales, tales como preguntar, realizar peticiones,
solicitar atención, describir, prometer, etc. 2) Las habilidades conversacionales, que incluyen la cooperación entre conversadores, la toma de turnos, la introducción y el mantenimiento del tema, etc. 3) La producción de discurso conectado, tal como narraciones, explicaciones y otros géneros definidos socialmente. La narración es uno de los géneros discursivos cuyo progreso se ha estudiado más y donde se pone de manifiesto el progreso infantil en el discurso conectado. En la narración las relaciones entre dos o más acontecimientos se describen de manera que existe una relación entre ellos, ya sea temporal, causal o de cualquier otro tipo. La coherencia y la cohesión son las cualidades que suelen caracterizarse en un discurso narrativo. Como hemos visto en el capítulo anterior, el discurso conectado tiene su origen en la conversación que se da entre el niño y el adulto, tanto en lo que atañe a la dimensión interactiva, como a la dimensión estructural. Como hemos resaltado, a partir de la participación en el diálogo con adultos, los niños van siendo capaces de narrar, dar explicaciones, argumentar y producir otras formas de discurso autónomo. Evidentemente, la capacidad de narrar evoluciona con la edad, se inicia en torno a los dos o tres años y se completa a los diez o doce años. Suele considerarse que existen dos etapas, la primera hasta los cinco años y la segunda de seis hasta los diez o doce años. Precisamente, entre las edades de cuatro a cinco años, los niños empiezan a tener en cuenta el factor temporal, de manera que sus narraciones tienen inicios, acontecimientos intermedios y finales, sin embargo, sus historias carecen de una trama identificable y no han desarrollado todavía las relaciones de causa-efecto. En estos momentos, los niños todavía tienen dificultades para lograr una narración coherente: van de un punto a otro o realizan una enumeración de puntos inconexos, se dejan información y acontecimientos importantes para la comprensión del oyente. A partir de los seis años, los niños van a ir mostrando progresivamente mayor dominio de los mecanismos de coherencia y cohesión. Por otra parte, el aprendizaje de la lectoescritura interactúa fuertemente con este progreso.