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Suplemento infantil de Ciudad Mcy. 4 de mayo de 2020 / Año 4.

No 178
CIENCIA ECOLOGÍA HISTORIA JUEGOS CUENTOS TURISMO CULTURA

El hombre que debía


adivinarle la edad al diablo
Javier Villafañe
ñ os de
1 0 0 a
d e l os
l e b r a ci óns N a zoa
a c i a l a c e Aq u i l e
H

Ilustraciones de Kabir Rojas


2 Libros de Pirueta

Javier Villafañe
H oy Pirueta te presenta en
su col ección "Los l ibros
d e Piru eta", u n cu ento d el
escritor arg entino J avier
Vil l afañe.
El texto fu e tomad o d el l ibro:
Clásicos de la literatura infantil-
juvenil de América Latina y el
contad ores d e cu entos y estas
Caribe . Sel ección, pról og o y
narraciones nu trieron hermosas
notas: Vel ia Bosch. Ed itorial
historias d ed icad as a l a infancia
Bibl ioteca Ayacu cho. Col ección
y l a ju ventu d .
Cl aves d e América (2000).
Al g u nas d e su s obras son:
Javier Villafañe (1909-1996) El Gallo Pinto (1947),
N ació en Bu enos Aires. Poeta,
Libro de cuentos y leyendas
cu entista y titiritero. Du rante su
(1945), Historia de pájaros
vid a con el el teatro d e títeres
(1957), La gallina que se volvió
La And arieg a recopil ó historias,
serpiente y otros cuentos (1977),
l eyend as y vivencias q u e l u eg o
El caballo celoso (1983),
se convirtieron en l os temas d e
Maese trotamundos por el
su obra.
camino de Don Quijote (1983)
Vivió d iez años en l os And es
El hombre que debía adivinarle
venezol anos y más tard e en l a
la edad al Diablo (1991).
reg ión d e l a M ancha, en España
(el pu ebl o d e Don Qu ijote , Si deseas escuchar nuestro
otro personaje famoso d e l a cuento, puedes buscarlo en
l iteratu ra), en ese pu ebl o esta diercción:
recopil ó material proveniente https://bit.ly/3fh7DhB
d e l a viva voz d e niños o haz clic aquí
Libros de Pirueta 3

El hombre que debía


adivinarle la edad al diablo
Javier Villafañe
Ilustraciones de Kabir Rojas

E ra u n hombre q u e estaba en el
monte, cerca d e u na peña, y d e
pronto se l e apareció el Diabl o, él
—Señor, q u iero hacer u n pacto
con u sted —d ijo el Diabl o, y
preg u ntó—: ¿Qu é l e parece?
mismo en persona, así como es él . El —Vamos a ver d e q u é se trata
hombre no tu vo mied o porq u e l o —contestó el hombre.
conocía. U na vez l o había visto en u n —Se trata d e q u e u sted será
su eño y eran exactamente ig u al es, riq u ísimo, mu cho más rico q u e el
cortad os con l a misma tijera: ni al to ni presid ente. ¿Qu é l e parece?
bajo, el pel o chamu scad o, l os cu ernos —M e parece bien, ¿y?
pu ntiag u d os, l a col a rabona y l as patas —Tend rá u n pal acio, carru ajes. Lo
d e chivo. q u e q u iera. ¿Qu é l e parece?
—M e parece
bien, ¿y?
—Si tod o l e
parece bien, ¿por
q u é no hacemos
u n pacto?
— ¿Y cu ál es el
pacto?
—U sted tend rá
l o prometid o y
mu cho más, pero
d eberá ad ivinarme
l a ed ad en u n
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—Yo
también
—respond ió
el hombre.
El Diabl o
l o miró con
u na mirad a
fil osa y
d esapareció.
Cu and o el
hombre l l eg ó
a su rancho,
el rancho no
estaba. En su
pl azo d e veinte años. Si ad ivina, l u g ar había
q u ed a l ibre y d u eño d e esa inmensa u n pal acio tod o il u minad o y u n
riq u eza, y si no ad ivina será mi g entío con u niforme su biend o y
escl avo. ¿Qu é l e parece? ¿Está d e bajand o escal eras.
acu erd o? El hombre tampoco se reconoció.
—Sí, estoy d e acu erd o. Era otro. En vez d e al parg atas tenía
El Diabl o l e entreg ó u n papel y d ijo: botas. También, sin d arse cu enta, l e
—Lea y firme. habían cambiad o el sombrero y el
— ¿Para q u é voy a l eer, si no sé? poncho por u n sombrero al u d o y u n
Firmar, sí. Y, con l a pl u ma q u e l e d io poncho l istad o. N u evos, fl amantes.
el Diabl o, firmó. La firma era u na Le aparecieron d e g ol pe cu atro
espiral q u e terminaba en u n pu nto. anil l os, d os en cad a mano, y d e oro.
El Diabl o g u ard ó el papel y d ijo: El personal d e servicio estaba
—Dentro d e veinte años, ju sto a vestid o d e pu nta en bl anco. Los
l a med ianoche nos encontraremos hombres con g u antes, zapatos d e
aq u í, en este peñón. charol , pantal ón g ris, u na chaq u eta
—Yo soy pu ntu al en l as citas. azu l con ojal es y botones d orad os.
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Parecían g eneral es en u n d ía d e Tenía un acolchado con pinturas de
d esfil e. Y l as mu jeres con g u antes, pájaros y flores. Almohadas y
zapatos d e charol , bl u sa rosad a y fal d a almohadones mullidos con bordados y
neg ra. El mismo peinad o y l a misma encajes. "Para dormir en esta cama
sonrisa. —pensaba el hombre— hay que
Cu and o el hombre entró en el pal acio, bañarse todos los días y usar un
u n cabal l ero d e barba q u e parecía el camisón que esté a la altura de las
patrón d e l os u niformad os d ijo
incl inand o l a cabeza:
sábanas".
—Señor, lo acompañarán a los De las paredes colgaban tantos
aposentos. tapices, espejos y cuadros que no
—Perfecto —contestó el hombre. alcanzaban los ojos para verlos. Mesas
—Pero antes deseo saber qué le recién lustradas con incrustaciones de
apetece para el almuerzo. nácar y piedras preciosas. Sillones y
— ¿Desea saber qué? sillas del mismo color y sin fundas,
—Qué ordeno para su almuerzo. como si esperaran visitas de
—Un caldero completo de guiso de importancia. "Así serán los 'aposentos'
carne, que no le falte nada. de los emperadores y los reyes," pensó
— ¿Y de postre? el hombre.
—Queso y dulce. Mantecoso y batata,
preferiblemente.
— ¿Y para beber?
—Vino tinto y
soda.
Lo que
llaman
"aposentos"
eran la
exageración de
lo increible. Una
cama donde
podía dormir y
soñar cómodamente
una familia entera.
6 Libros de Pirueta

Ese d ía l o pasó d e asombro en U n pobre se acostu mbra en poco


asombro. Comió u n pu chero tiempo a ser rico. A veces en u na
compl eto con vino y sod a y u n semana, a veces en u nas horas. En
abu nd ante postre, casi d obl e ración. cambio, u n rico no se acostu mbra
Despu és d u rmió u na l arg a siesta. jamás a ser pobre. N i en treinta, ni
Despu és paseó por el parq u e. Lo en cincu enta años. El caso es q u e el
acompañaban u nos perros finísimos hombre q u e firmó el pacto con el
y tan bien ed u cad os q u e a ning u no Diabl o se acostu mbró en minu tos a
se l e ocu rrió ol fatear ni l evantar u na ser rico, en u n abrir y cerrar d e ojos.
pata frente al tronco d e u n árbol . Al Le g u stó el bu en comer, el d ormir a
contrario. Pasaban mu y org u l l osos pata su el ta, el trato q u e l e d aba l a
sin mirarl o. g ente, y mand ar, sobre tod o mand ar
y q u e l e obed ecieran. Se sentía
tremend amente fel iz. H asta se había
ol vid ad o d el Diabl o.
En u n l u joso transatl ántico cru zó
el océano y paseó por Eu ropa,
al ojánd ose en hotel es d e primera
categ oría. Conoció a reyes,
su l tanes, banq u eros y
embajad ores, y pasó u nos d ías
con el Papa en su pal acete d e
Roma. Vivió así, como u n d u q u e,
sin d arse cu enta d e q u e pasaban
l os años.
Se casó. La mu jer era joven y
hermosa, y él tan d ichoso q u e el
tiempo se l e iba vol and o. A
veces creía q u e era ayer y era
pasad o mañana.
Libros de Pirueta 7

U na noche d e tormenta se
d esvel ó. N o pod ía concil iar el su eño,
y mientras contaba ovejas para
d ormirse record ó l a cita con el
Diabl o. Ad emás, para no ol vid arse,
tenía escond id o en l a mesa d e l u z
u n cartón misterioso con nú meros y
d ibu jos q u e sol amente él pod ía
d escifrarl o: "El veinticinco d e abril
d e mil novecientos noventa a l as
d oce d e l a noche con el Diabl o en el
monte cerca d el peñón". Estad os U nid os y u n economista l o
U na tard e, el 15 d e octu bre d e envió a l a capital aseg u ránd ol e q u e
1989, al abrir el cajón d e l a mesa d e u n g ru po d e d iabl os se reu nía en
l u z, se encontró con el cartoncito. u na casa pintad a d e bl anco.
Sacó cu entas con l os d ed os y se Al l í no consig u ió ning u na
peg ó u n enorme ju l epe. Fu e l a información y l o enviaron a
primera vez q u e sintió tanto mied o, Ing l aterra para q u e viera en Lond res
u n mied o atroz, tembl aba d e frío y a u na metál ica Diabl esa, y el l a l e
l e su d aban l as pal mas d e l as manos. d ijo: "De años no sé, ni preg u nto;
"M e q u ed an sol amente seis meses y trato d e ocu l tar l os míos". Estu vo en
d iez d ías. N o hay tiempo q u e China, en l a Ind ia, y no l o conocían.
perd er", se d ijo. En Persia se entrevistó con u n
Y sal ió a bu scar l a ed ad d el matemático, q u e l e d ijo: "Tiene
Diabl o. Fu e u n viaje enl oq u eced or. tantos años q u e no al canzan l os
Tod o avión. Estu vo en Bol ivia, nad a. nú meros para contarl os". En
N ad a en Ecu ad or. N ad a en Al emania l e d ijo u n fil ósofo:
Venezu el a. En M éxico se enteró d e "Cu and o nació estaba cread o. Por l o
q u e el primer Diabl o l l eg ó a América tanto, no tiene ed ad ". En Francia u n
con Cristóbal Col ón y el ajetreo d e q u iromántico l e d ijo "De tanto
l a carabel a y l os ol ores d e a bord o apantal l ar fu eg o se l e borró l a ed ad
l e hicieron perd er l a memoria. Fu e a en l as l íneas d e l as manos".
8 Libros de Pirueta

—N o te preocu pes —respond ió l a


mu jer—. Yo voy a sol u cionar este
probl ema. Es mu y sencil l o.
— ¿Sencil l o?
—Sí, mu y sencil l o. Déjal o por mi
cu enta.
—Pero ¿Cómo l e vas a ad ivinar l a
ed ad al Diabl o en d os d ías si yo en
veinte años no he pod id o?
—Vos, tranq u il o. Vas a ver.
Primero hay q u e cazar pájaros. Tod o
el personal d el pal acio d ebe ir a
Y reg resó total mente cazar pájaros. Cu antos más traig an,
d esconsol ad o. H abía recorrid o el mejor.
mu nd o y nad ie su po d ecirl e l a ed ad —Sí, ¿y d espu és?
d el Diabl o. N i mag os, ni sabios, ni —Despu és, ya verás.
ad ivinos, ni bru jos. N ad ie. La noche Tod o el personal sal ió en bu sca
d e l a cita se acercaba. Pasaron d e pájaros. Reg resaron con l as
N avid ad y Fin d e Año, pasaron jau l as l l enas.
Reyes y Carnaval . Y nad a. El hombre —Ahora hay q u e matarl os y
cad a vez más triste, más pál id o y q u itarl es l as pl u mas —ord enó l a
ojeroso. Y cu and o fal taban apenas mu jer.
d os d ías el hombre l e revel a el Los mataron y l es q u itaron l as
secreto a su mu jer: pl u mas.
—Te voy a contar l o q u e me ha —Ahora hay q u e poner l as
su ced id o. Tod as nu estras riq u ezas pl u mas en u n tanq u e.
se l as d ebo al Diabl o. El me d io Pu sieron l as pl u mas en u n
d inero y pod er a cambio d e q u e l e tanq u e.
ad ivine l a ed ad en u n pl azo d e —Ahora hay q u e traer varios
veinte años, y si no l a ad ivino seré frascos d e miel .
su escl avo. Sól o fal tan d os d ías para Trajeron varios frascos d e miel .
q u e se cu mpl a el pl azo. Estoy —Ahora hay q u e vol car l a miel en
perd id o. otro tanq u e.
Libros de Pirueta 9
Retroced e y l o observa
La mu jer se q u itó l a ropa, l os
d etenid amente. "Ñ and ú no es
zapatos, l as med ias y se metió
—d ice—; al carabán no es; tampoco
d esnu d a en u n tanq u e. Se cu brió
es g arza ni g avil án."
con miel d esd e l a pu nta d el pel o
Y empieza a d ar vu el tas al red ed or
hasta l a pu nta d el pie y pasó al otro
d el pájaro con más col ores q u e el
tanq u e y empezó a d ar vu el tas y
arcoíris. Va cal l ad ito, cal l ad ito. Se
vu el tas, a revol carse como u na
d etiene, se acerca, l o mira bien y
cobra, y sal ió hecha u n pl u mero.
vu el ve a preg u ntarse: "¿Dónd e
—Ahora vamos al l u g ar d e l a cita.
tend rá el pico y q u é comerá este
El hombre l a l l evó al monte y se
pájaro?". Lo toca por u n sitio y
d etu vieron frente a u na peña. Ahí se
hu el e. "¡ Pu ff! Este pájaro sí q u e
q u ed ó el l a, inmóvil . Parecía u na
tiene el pico bl and ito y hed iond o.
estatu a. N i estornu d aba por no
¿Qu é comerá este pájaro?" Y
perd er u na pl u ma.
preg u nta en al ta voz:
El hombre se escond ió d etrás d e
— ¿Qu é comes? Dime: ¿q u é
u n árbol y ju sto
comes?
a la
med ianoche se
escu cha u n
tru eno, u n
ru id o tremend o,
como si se
resq u ebrajara y
¡ zas! se
presenta el
Diabl o. Da u n
sal to y al
encontrarse con
u n pájaro tan
extraño se
sorprend e y se
preg u nta: ¿Qu é
pájaro será
este?".
10 Libros de Pirueta

Entonces el pájaro, l a mu jer,


—U sted también fu e pu ntu al
respond e:
—respond ió el hombre.
—J u a g u a... J u a g u a.
— ¿Ad ivinó?
— ¡ Caramba! —excl ama el
—Cu atrocientos ochenta y cinco
Diabl o—. En mis cu atrocientos
mil q u inientos cu arenta y seis años.
ochenta y cinco mil q u inientos
—N i u no más ni u no menos
cu arenta y seis años jamás me había
—d ijo el Diabl o.
encontrad o con u n pájaro tan raro y
Y d esapareció.
q u e comiera ju ag u á.
Y
mientras l a
mu jer se
iba d and o
sal tos, el
hombre
su bió a l a
peña y se
q u ed ó
esperand o.
El Diabl o l o
reconoció y
d ijo:
—Pu ntu al .
Acaban d e
d ar l as
d oce.

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