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Inmanencia
dispositivo alquímico

MMXIX

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Cuántas maravillas, cuántas cosas insospechadas
no descubriríamos, si pudiésemos disecar
las palabras, quebrar su corteza y liberar
su espíritu, la divina luz que encierran.

Fulcanelli

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En aquel tiempo

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Los Inmanentes

La poesía conversacional ha muerto.


Estos cuatro chicos enfundados en versos misteriosos y
crípticos le han asestado el golpe final. Un tajo certero en la
garganta. Con las manos aún manchadas del líquido que la
mantenía despierta han elevado su voz. El cielo oscuro se ha
abierto para permitir que los ángeles de siempre -
Lautréamont, Rimbaud, Nerval - bajen y caigan sobre
nuestras cabezas. Las lenguas de fuego que tanto ansiamos
están a punto de volver: se despojan de sus cenizas y se
incrustan en los nuevos poetas.
Ellos son cuatro como los ángeles del Apocalipsis, pero
no descienden, sino que ascienden de las entrañas mismas del
averno: Ciudad de Lima, cero pe eme, la cuna del kaos y la
destrucción.
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Vienen empuñando armas y armaduras: belleza,
premura, rabia y violencia.
Lo inmanente es su bandera: una estética que emana de
las grietas así como la luz que penetra entre las perforaciones
de las balas.
Helos aquí:

Florentino Díaz. Edad: 21 años. Aspecto pálido.


Compulsivo. Sus poemas se extienden como lava líquida:
queman. Son inagotables y despiadados, recorren la ciudad y
no se inmutan ante las puertas del abismo. Cruzan la Zona, se
cubren de luces de neón. Su pecado es el exceso.
Chrystian Zegarra. Edad: 26 años. Físico: laxo y nocturno.
De verso contenido, pero impetuoso (“La forma más pura del
deseo / es siempre una mutilación”). Ecos de un tejido
omnívoro que toma cuanto está a su paso: ritos etruscos,
mitología griega, poesía crepuscular.
Carlos Villacorta. Edad: 22 años. Rostro esquivo, cuerpo
espectral. Poeta de breve vahído. Lucha golpe a golpe con el
silencio de la página. Despliega sus armas de chacal. A veces
cae, otras vence.
Enrique Bernales. Edad: 22 años. Porte melancólico.
Impreciso, pero contundente. Hijo de los excesos y de los
extravíos. Seducido por los mitos del mal: Gilles de Reis,
Erzebeth Bathory, otros. Se acerca al fuego del poema
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aplicando helio directamente al núcleo. Estático frente a la
combustión busca con los ojos la armonía, frontera sacra que
no traspasa con el cuerpo, sino con la lengua.

Cuatro son estos poetas, así como el número clave de la


magia. Como los elementos del Cosmos. Como los precisos
puntos cardinales. Como la perfección del alquimista. Como
la fórmula del antiguo oráculo de Thot. Aquí están estos
cuatro y hieren con el escalpelo de la Poesía.
Por lo tanto, alma tímida, ofrece mansamente tus manos.

Rocío Silva Santisteban (1998)

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En el principio era el ritual

En el principio era el ritual. La primera palabra brotó de


un balbuceo, de las gargantas de seres afiebrados que se
rebelaron contra el silencio, subvirtiendo su tiranía. El ritual
fue inherente a su existencia. La naturaleza destilaba una
energía de la cual estos seres participaban, como el lago que
absorbe la luz candente de los astros y la refracta. Así, la
palabra nació como canto, invocación, espíritu transmutado;
adherida a un orden supremo, buscó armonizar con éste. La
primera palabra fue una sistematización del caos.

En las sociedades primitivas, el ser humano es una


prolongación de las cosas, una presencia viva entre las
fuerzas que mueven todo el universo. La existencia es danza,
rito, alucinación del cuerpo en la noche total. El habla tiene
una impronta natural: al nombrar las cosas, los seres
humanos se integran a ellas, volviéndose partícipes de una
comunicación plena -la comunión en que los límites se

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desbordan hacia el no-espacio, el no-tiempo, el no-vacío.
Mediante la palabra, los seres se vuelcan sobre sí mismos y
encuentran su lugar en el cosmos: el espacio reservado a los
ángeles que reproducen el espíritu cinético de todo lo
existente.

El ritual está asociado a dos hechos complementarios: la


invocación y la ceremonia. Invocación como acto por el cual
los seres intentan acceder a lo inefable, lo inaccesible, hacia
lo que se oculta tras múltiples velos. Este proceso es posible
dentro de un acontecimiento individual y comunitario a la
vez: la ceremonia -acto de desprendimiento del espíritu, de
desposesión de la materia hacia lo eterno, hacia la
omnipresente sustancia del Todo. Es necesario aclarar que
estos actos (ritual, invocación, práctica ceremonial) no se
bastan por sí mismos; necesitan una urdimbre que enhebre la
trama en un tejido cósmico, absolutamente inabarcable. Esa
pieza indispensable es el mito.

Sólo una sociedad con esquemas mítico-mágicos es


capaz de elaborar un pensamiento que no se ciñe a patrones
lógico-racionales. Sólo una conciencia mítica encuentra en
las cosas la esencia de lo humano. Esta forma de ordenar el
mundo se encuentra inundada del soplo vivificante de los
elementos. Los seres humanos, según esta concepción, son
los elementos.

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La poesía nació dentro de este contexto. Poesía como
comunicación secreta, como grito, como aguijón que penetra
en los arcanos para revelarlos. El poeta se convierte en
intermediario entre las estancias micro y macrocósmicas del
mundo -al disolver sus límites en el acto creativo, entabla
vasos comunicantes entre lo finito y la eternidad. Crea un
estado de simbiosis sólo transmisible por la palabra poética
entendida como develamiento. De aquí se deduce que el
carácter ontológico de la poesía fue y será siempre mágico.
El poeta reúne en sí mismo a todos los seres en un cuerpo de
raigambre universal. Los recrea y expresa con la única arma
que posee: su voz. Este cuerpo vasto producido por el poeta
destruye todo vestigio de precariedad. El movimiento se
suspende y el ser se contempla, redimido, en el brillo cegador
de la aurora primordial.

La poesía es un medio de conocimiento que niega la


división irreconciliable de los esquemas binarios para
postular, por el contrario, la unicidad. Al introducirse en el
ser de las cosas, la poesía asienta una nueva ontología: la
fusión armónica del sujeto y el objeto. Como proponía Rilke:

Cada vez me resultan más próximas las cosas


y más vistas las imágenes.
Y me siento más familiar de lo inefable.

La poesía transmuta lo velado, lo inexpresado a través


de la imagen lírica. La palabra despoja al ser de su inherente

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fragmentación, lo integra a una especie de corporeidad
espiritualizada. La imagen poética es materia, pero materia
que habla desde el espacio ilimitado de la interioridad. Así, la
poesía nos sumerge en el manantial de la pureza y la
inocencia, nos devuelve el canto originario ante la lluvia y el
fuego y los himnos invocados en los ritos iniciáticos. Nos
reintegra al principio, al seno reconciliado del demiurgo.

En esta época hiperreal y de creciente deshumanización,


la poesía se mantiene más vital que nunca. Porque anida en
un fragmento del código neuronal humano, en el corazón de
la especie. Mientras el ser humano exista, el santuario de la
poesía se mantendrá incólume, arraigado a firmes raíces. La
poesía es el poderoso resplandor del alma, la posesión de la
conciencia unificada, el regreso al útero, la apuesta por la
libertad irrestricta ante la represión y la censura.
Afirmarla es acceder a la atemporalidad, a la disolución
del cuerpo en las esferas estelares.
Rechazarla es negarse a uno mismo, es abdicar ante el
silencio y las tenazas del vacío.

Inmanencia (1998)

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Prefacio

Han pasado 21 años desde que en octubre de 1998


publicamos nuestro primer libro conjunto, titulado
sintomáticamente Inmanencia. Un volumen impregnado del
color rojo de la sangre pagana que habíamos invocado para
tomar por asalto y revitalizar los alicaídos muros del circuito
poético peruano de fines del siglo XX. Aferrados a la
convicción de que la esfera del individuo y su entorno
colectivo deben imbricarse en un tejido dialógico, no carente

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de tensiones y disputas, recorrimos las calles de Lima ⎯una
ciudad sumida en las secuelas de la violencia política, la
corrupción y la crisis moral producto de un régimen
autoritario⎯ en busca de símbolos vivientes que dieran cuenta
del carácter mítico de la actividad poética, la cual no podía
desligarse de la experiencia humana.
Además de vocalizar nuestro proyecto literario en
diversos ambientes, nacionales y extranjeros, abarcando
foros académicos al igual que recintos contraculturales como
El Averno, emprendimos viajes iniciáticos para conectarnos
con espíritus afines, como cuando nos dirigimos a Cañete en
busca del poeta Enrique Verástegui, quien nos iluminó con
su sabiduría desde los estantes de su biblioteca conventual.
Mirando en retrospectiva, se podría afirmar que, ante el
individualismo, el consumismo, la apatía y la
espectacularidad de la vida cotidiana, Inmanencia propuso
una mirada artística profunda, una voz vital y un compromiso
ético cabal como valores que regían ⎯y rigen⎯ nuestro
accionar en este mundo.
Después de la experiencia inmanente, que se completó
en 1999 con la publicación de nuestro segundo libro grupal,
Regreso a Ourobórea, cada uno emprendimos caminos
separados, la mayoría de nosotros fuera del Perú. Pero nunca
hemos dejado de indagar en los múltiples derroteros que la
poesía podía ofrecernos ⎯ya sea desde el terreno textual,
visual o performativo⎯ para contrarrestar los retos y
vicisitudes de un mundo en frenético cambio y extendida
deshumanización.

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Dos décadas después, nos reunimos para reafirmar
nuestro compromiso con la naturaleza fundacional de la
poesía, para darle la espalda al egoísmo galopante, a todo
aquel que pretenda regodearse en la falsa aureola de la
celebridad instantánea.
En estas páginas, la relevancia de la palabra inmanente
se despliega para recomponer las piezas dispersas que deja el
vendaval de lo fragmentario y así instalarse en un rincón
invisible (pero acechante como un espectro) de sus
conciencias ⎯esta vez para siempre.

Inmanencia (2019)

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Primera Irradiación

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INVOCACIÓN AL COSMOCRATOR

¡SOL INVICTUS! LOS PÉTALOS LÓTEOS


¡SOL INVICTUS! ABREN LAS PUERTAS
¡SOL INVICTUS!

¡SOL INVICTUS! MITHRA REGRESA


¡SOL INVICTUS! TRIUNFANTE Y
COMIÉNZANOS
¡SOL INVICTUS! A DANZAR EN TODOS
LOS POLOS

¡SOL INVICTUS! Y LA OQUEDAD


PROFUNDA
¡SOL INVICTUS! DE SU VIOLÁCEO
FUEGO
¡SOL INVICTUS! ABRIENDO LA
ESTALLA

¡IGNE NATURA RENOVATUR INTEGRA!

¡OH NUEVO SACRÓFAGO! ¡OH NUEVO SACRÓFAGO!

¡OH SOL NIGÉRRIMO!

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¡ HELIOS REY! ¡COSMOCRATOR!
¡HELIOS REY!

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Solve et Coagula

La sangre pagana vuelve.


Arthur Rimbaud

Este aire nocturno


desplaza la mente
Y en la orilla del sueño
como lejanos cantos
suprema se origina
la última visión

Invoco la aparición
del Verso Eterno
he de deshacerme
de lo sucio de estas alas
y sumarme a las cenizas
ya no ahogadas del universo

Despertar a la conciencia de la acción.


Despertar a la conciencia misma.

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Llévame, llévame
vuelo del Poema
enciende mis ojos
como cielo infinito.

Solve et coagula.
El disolver del pensamiento.
El disolver de mí mismo.
El disolver del Todo.
El disolver del tiempo y del espacio.
El disolver de lo lejano y lo pasado.
El disolver de la disolución
en un bocado.

Coagularse como universo


en un frenético ritmo
a los ojos de los no creyentes.
Solve et coagula.
Abrazar la conciencia.
Abrazar todas las conciencias.
Abrazar la conciencia del Cosmos.
La congelada muerte
mirará de soslayo
los brillos de esta preciosa libertad.
Intuyo esa purificación:
mi respirar entre las flores.

Solve et coagula.

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Isis sin velo acaricia
sus estacas púrpuras
en mi alma ya en reposo.
Luminoso renovar el de mis restos,
flama azul tornándose en estrella.

El camino es agobiante.
El oro eterno ha muerto.
El aire eterno ha muerto.
El agua eterna ha muerto.
La tierra eterna ha muerto.
El fuego
declara imperioso
la quinta esencia
de su salvación.
El fuego oscuro ha muerto.

Llamen al sueño eterno


que ha fugado presuroso
y el dorado cruel de la verdad
me asista con su inevitable presencia
y me destruya.

Solve et coagula.

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Para que la luz se haga en tu sendero
Camina despacio…
No es este un libro más
Merece que tus oídos oigan
Y tus ojos vean.

Krumm-Heller

Todos se marchan. Desaparecen sus rostros. Veo que la


estrella se levanta y en su luz no hay peligro de tinieblas,
aunque el estruendo calla los latidos de mi corazón. Ansío
ese cielo, el sonido de su canto, puro e inefable. Pero aún
no reconozco las formas maravillosas que tras éste se
esconden y se yerguen sobre toda inercia, sobre toda
angustia y pena.

La melancolía del silencio oprime mi cuerpo. Esta es


atroz y numinosa como la sorda mirada de los muros. Y
es aquí donde mi propia incertidumbre me ofrece el
destello de la contemplación. Se me hace ajeno sentir el
frío de la noche y a la vez sentir que ya no pertenezco a
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nada, que divago en un lugar que no es espacio y en un
tiempo que no es tiempo.

¿Quién por tu voz habla a mis oídos para sumirme en la


quietud de estos colores, de este aire sueño de la lluvia
susurrando el temblor de cada hoja? Ya caen
desprendidas cual trozos de las sombras. ¿Por qué todo
ha de revelarse, así de repente? ¿Cuánta oscuridad se
abraza al alma de quien no ha sido tocado por el rayo de
la gracia, cuyo anhelo hacia la luz no se hace firme?

Sino crees en tu razón habrás de calcinarte en la miseria


de tu ignorancia. Alentadora excusa para internarse en
los infiernos, para deshacer de los cerebros todo deseo de
sabiduría. Y el insoportable carpe diem de los objetos
tomados como objetos, de las cosas vistas como cosas:
Todo este olvido flagelando el espíritu. Difíciles tiempos
los de ahora. Abrirse un agujero para sacarse las
entrañas sería mejor. Un deseo más digno de barbarie y
que vengan los perros con su hambre voraz, sus ojos
hinchados de codicia, fieles aprendices de sus amos
bípedos. Pero esta es el tipo de crueldad que campea en el
mundo. ¿Qué misterioso encantamiento me separa ahora
del gozo? Sacarse las vértebras da lo mismo, sacarse el
alma da lo mismo, pensarse en la nada, eso es todo. Cuán
distante se me hace esta palabra, cuán indefinible su
pronunciación. Millones de cráneos se imponen sobre la

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hierba, clavados como están en el centro del planeta. Esta
oscura ensoñación, la sangre y los ojos de esas madres.

Diversas se hacen las líneas de la vida, trazos que se


extienden sobre el aire para unirse en la agitación de la
tormenta o en la serenidad del cielo al amanecer, cual
sendas o límites de montañas, lo que aquí somos allí un
dios habría de ampliarlo con armonía y eterna paz y
recompensa. Sabias palabras. Aunque la sangre estalle y
todo al fin se pierda.

Ahora es mirar un cielo siempre a punto de


ensombrecerse, a cada instante, las tinieblas fatales lo
irán a cubrir todo. Pero no importa, me dicen algunos, la
noche es la noche, qué más da. Desde entonces creo ver
sus espíritus caer como frutos azules entre la
podredumbre de los metales. La noche es la noche.

¿De qué depende el atardecer, la niebla, el estruendo


benigno de unas cuantas olas? Me imagino gritando al
cielo posibles respuestas, pero quién habría de imitar los
gritos desgarrados de los hombres cayendo en la
penumbra de su sangre derramada. El cielo se parte
como un río furioso. Las voces tiemblan nuevamente.
Desde aquel día no hago otra cosa que sentarme al pie de
este árbol hasta volverme un guijarro de piedra. Todos
retornan a su centro. No recuerdo sus rostros y sin
embargo el sonido de sus nombres estremece mi piel.

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Todo es extraño ahora
las luces dando vueltas
de estrellas en los hombres
Una figura dorada se asoma
En la penumbra tiemblan los murmullos

De una forma obscura precipita


el ángel sus ojos de hierro
al clamor dormido de unas pieles
quietud inmensa que asesina recuerdos

El rostro dorado se vuelve hacia atrás

Las llamas del cielo descienden


sobre la tierra desnuda de espuma
Vacían las sombras gestos mudos.

II

Adormecido ando. No puedo fijar mi mente en el sueño


completo donde las criaturas puedan al fin hablarme sin
que la vaga interferencia del aire sacuda sus voces. Dónde
puede estar. Aquel sueño me abandona. La extraña

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presencia de lo maravilloso parece no querer tocarme
ahora.

He cometido una falta. En mi conciencia llevo actos jamás


repetidos y no sé por qué razón siento como si mis manos
hubieran arrancado un corazón para sacrificarlo ante un
dios tumefacto.

Se han tragado la luz los lagartos


en el frío sonido de sus pieles.
Sobre una esfera juegan los cerebros.
Dioses de una memoria indescriptible
Tiemblan las alas de la última palabra.
En el sueño sólo vibran las caricias,
voces de un desnudo cuerpo en la
penumbra.
Acumulan los deseos unos hilos
vueltos al fuego de la noche.
Paz regresa amada al corazón
no te pierdas en las huellas serpenteantes.

Es como no seguir deseando los deseos. Salir y


encontrarse con los motivos más sublimes de la
flagelación, condenados a expectar los ojos adormecidos
de nuestros hermanos renqueando entre construcciones
inmensas y luces paranoicas. Sólo puedo asistir a esta

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hoguera de espíritus, donde los clamores han
enmudecido, donde la furia ha enmudecido, donde la
fuerza de los brazos, corazones y mentes se bifurcan y se
pierden.
Nos han negado una divina bendición, han arrodillado a
los ancianos ante bocas laceradas de fuego y gritos
torturantes los empujan a arrojarse con locura a las
cenizas del olvido. Son las matanzas silenciosas que no
aturden ya sino al subconsciente, qué terrible invento.
Nos hemos acostado en estanques cubiertos de noche para
no reconocer nuestros rostros en sus aguas. Los hombres
ya no danzan, esperan cautivos la liberación de la muerte.
Quién ha inoculado en nuestra sangre tan horrendo
estigma, quién deforma nuestros gestos en patéticas
miradas de piedad.

Bebemos del esputo de algún temible ser, la revelación de


su nombre nos lleva a la condena, son sus hilos oscuros,
misteriosos, de un poder no imaginado.

Oh gran malignidad que nos devoras con saña, ante quién


te enorgulleces de tu obra gigantesca. Grande tu poder,
grande tu ira, grande tu malsana sed de sangre, grande tu
angustia, tu inmutable y poderosa angustia.

Cómo saber yo que esto no es un pálido reflejo de tu


estúpido egocentrismo, a nadie afirmas nada, con nadie
osas conmoverte, y yo con la mirada fija en el estiércol
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lanzo preguntas que sólo se las lleva el viento. Cómo
podré hacer que te aflijas mientras las causas más
profundas de nuestro dolor nos son aún desconocidas. Te
había hablado de angustia y hasta hoy no había
comprendido lo intolerable que se vuelve repetir una y
otra vez el mismo tema. Mis nervios ya no se aferran a
nada, vivo sintiendo el conflicto en cada una de las células
de mi carne. Y me han llegado noticias de que la dicha ya
no engendra. Que las ilusiones más patentes de lo que nos
haces creer como amor o esperanza es el débil resplandor
de una antorcha en la ruta equivocada.

Y confundes en mi mente cualquier tipo de reclamo, lo


confundes totalmente, pero ya no quiero aferrarme a
nada y tal vez ese sea un buen comienzo para empezar
con tu destierro. Si tus manos estrechan mi cuello para
arrancármelo al fin, entonces te habrás dignado a
contemplarme antes.

Y habré de leer tu pensamiento como poseído por la


magia de los antiguos videntes, y me enteraré, sin que
puedas impedirlo, de la única forma de vencerte.

Al menos por ahora, una extraña emoción intenta


sacudirme desde lo más profundo, como si empezaran ya
a moverse secretos filamentos en direcciones previstas, y
por quién, no deja de atormentarme la idea espeluznante
de un ser superior, dónde el bien, dónde el mal, dónde

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habrá de sentarse el Eterno. Y si el Eterno soy yo, jamás
mi locura habría llegado tan lejos, jamás los resplandores
débiles se habrían hecho tan intensos como llamas de un
millón de estrellas. El mar trémulo y la conciencia de
cada grano de arena, la dorada luz solar, la vida, la vida,
la vida... He llegado hasta el límite de este no
entendimiento, de un querer capturar lo indefinible he
terminado por volcarme al vacío de mi alma, he
terminado por sepultar en mi textura cualquier
correspondencia con las tibias agitaciones del aire o el
zumbido arrullador de las criaturas aladas. Entonces yo
no soy yo, y sino quién, qué es lo que a través de mí se
desplaza, silencioso, sin mostrarse ante los ojos de nadie,
como si una terrible carencia lo asediara, cuál será el
rostro de aquella manifestación. Pasan desapercibidos sus
signos en cualquiera de mis actos, ¿o no es así? , y si
sucediera que de sus más secretos cambios se alzara
delirante un estruendoso clamor, y lo irrepetible de la
angustia se tornara un instante inmóvil, cincelado en los
rostros ajenos, abrazaría el temor para no volver a huir,
abrazaría sus miedos míos, la ausencia más dolorosa sería
un terrible despertar, pero no ubico aún su esencia, su
cuerpo se desprende de mi ser en medio de las tinieblas.

Me he dado cuenta sin tristeza de que no he aprendido


nada, me he pasado la vida bebiendo de los ojos ajenos y
un gran descorazonamiento me embargó apenas pude ver
que en la gente el último remedio se convierte en una

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falsa condición de libertad. Solos jamás habremos de
luchar contra nada que no sea nuestras propias pisadas
de homo sapiens en busca del acertijo que resuelva los
ecos afligidos de nuestros temores. Un corazón
apagándose bajo el cielo plagado de estrellas inspiraría a
más de una mente el rescate urgente de los leños al rojo,
para observar en lo alto y coger la vaga idea de que el
manto de la noche nos cubre de un fuego terrible por
cuyos agujeros se filtran a distancia esas luces de fría
resonancia. Sobre un sauce la sombra, el ojo del gigante
se contrae en un estertor.

Una tormenta que cruje aceros derrotados, el estruendo


caído de la sangre. Todo se vuelve como un trazo
envolvente de rostros circulares. La guerra, el amor, la
estúpida miseria de las almas caminantes. Es como si en
un enorme barco nos situáramos a merced del
movimiento de las olas, y el cielo completamente
oscurecido nos regalara desde su más absoluta
profundidad el brillo de la estrella que despunta
inalcanzable. Las mentes más sabias se deleitan en su
contemplación, se alzan los ritos de ofrenda, las antorchas
sucumben, pues la noche no debe ser interrumpida, luz
en las tinieblas y tinieblas en la luz. Las exhalaciones son
concebidas al unísono, nadie entrecorta los respiros. El
hierofante se sumerge en un largo éxtasis tratando de
abrazar todas las conciencias. Fijando sus alterados ojos
en la estrella que apenas distingue, pero el brillo crece, se

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contrasta, vibran los latidos en cada cerebro, y él eleva
sus brazos al cielo, la danza de los vientos empieza,
sacuden a golpes el mástil de los cuerpos. Nadie intenta
regresar. Nadie sumerge su rostro. Nadie expira en el
vacío.

Y es desde el fondo de la noche


donde él despierta.
Y una enorme ola
como rugido de bestias
se clava en la cara opuesta
de las almas.

El hierofante cae desvanecido. Todos anuncian un ardor


sin freno. Ahora el barco conoce
su rumbo. Nadie se inmuta a las puertas del abismo.

El ave alza su vuelo, los brazos se tienden al crepúsculo.

Con un ímpetu vertiginoso, esa es la expresión correcta,


va más allá de la dialéctica más simple y obstinada.
Superar los extremos antitéticos pretendería la
elaboración de un nuevo estigma que en determinado
instante se esfumaría de las frentes humanas. El vuelo
habría sido inconstante ante una disolución tan engaños,
la realidad no tiene límites, tanto nos cuesta creerlo.
Pretendemos ocultar los ritmos violentos del aire a
nuestro alrededor, el mediador supremo descansa preso

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de un sueño voluptuoso y la mayor de las glorias será
pasear la luna entre los dedos de mil manos. Las diez mil
esencias se descubrirán. Cuántos espíritus aletargados
bajo el peso imaginario de un reptil gigante. No es la
mirada distinta, no es la puesta en escena de múltiples
contingencias. Es la realidad y punto. Puntos suspensivos
que han de tornar a la extrema percepción de lo
inacabable, de lo que se transforma. Diversas
manifestaciones se han provisto de conciencia: No soy un
demente, soy un espectador hipotético de un sistema
hipotético. El fuego está presente y tres veces lo negamos
aturdidos por la larga noche de los cuerpos fulminados.
Paciencia de montañas. Nuestras vidas han sido
moduladas en la anormal melodía de un
desquebrajamiento total. Es el delirio más grande en el
que se haya acostado el hombre moderno en su afán
zoomorfo de autorrealización. No desprendemos frutos
gratuitos, no peleamos castigados de exceso.

El crepitar de nuestros rostros es el signo evidente de la


más oculta flagelación.

Por un convencimiento extraño me voy desprendiendo de


todo lo que alguna vez pueda causarme dolor, cómo
explicar eso, cómo hacerlo encajar en las visiones de
aquellos que se llaman mis semejantes, a mí que jamás
entendí alguna de las claves más simples de la existencia,
pero qué más da, qué me queda hacer ahora con esta

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vida, con esta carga, con esta situación de disolvencia, de
vagabundeo aéreo que intenta internarse en mi alma,
para luego sacudirme desde adentro como si la
especulación de lo real se acabase y se volatilizara en el
instante en que la sombra es contemplada y la sombra de
aquel que se dirige hacia ti también es contemplada,
entonces todo se confunde, colinas enteras se vislumbran
como en un chispazo, torrente de imágenes, bosques, ríos,
árboles ardiendo, las puñaladas se concentran y abren
con mayor profundidad las entrañas donde descansa
solitario el corazón de la tierra y los seres desconocidos
despiertan y vienen a reclamarte y tú no sabes qué hacer,
cómo rogar, a quién acudir si todo está desmoronándose,
al fin las caras se retraen, los gestos se impiden, hay
mentidas sonrisas que por doquier se alzan para coronar
la muerte y las aves traslucientes en el cielo como
relámpagos , las marejadas cálidas, los hilos sean
descubiertos, todos aquellos se sumerjan en las cloacas, y
las alcantarillas abandonadas por lazos de tiempo que se
encajan en las médulas y la piel se siente fría, en las
mejillas refulge el verano, océanos de niños andando tras
la fortuna que perseguida huye por sendas misteriosas,
los duendes silban, miles de arcabuces truenan a la vez
para adelantar la venida de ángeles que desde el origen se
transforman, se desfiguran, ¿cómo es que puedo encajar
en este cuerpo? ¿qué altísima prisión habrás de
imponerme, reo de esta materia cruel? Y pereces, oh
inmortalidad, cómo tú has de perecer. Y no me resigno.

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Mi espíritu se ata a las orillas del volcán para
deslumbrarse en un estertor. Las manos ansiadas como
pretendiendo encontrar en el no tiempo la respuesta
absoluta y el sentido absoluto y vienes y sigues viniendo
para perderte sin apenas mirarte, dónde, dónde
reconocerán los gruñidos de la oscuridad que excitan el
alma, el éxtasis. Reclamo las fornicaciones de mil cuerpos,
la cópula divina, la excusa de los bárbaros en los fuegos
antiguos: la inmolación de las vísceras palpitantes
caminan hacia ti, se desplazan, Pobre de ti que aún sobre
el pie infinito de aquella piedra mueves ojos y rostro para
captar en la aurora la estela purpúrea de las alas ocultas
del ángel que ha caído hacía milenios, no intentas
descansar en tu reposo y el reposo no se ofrece más a los
mortales, pero cuánto de ironía hay en todo lo que las
palabras afirman, Quién estremece a los ritmos de las
pieles que convergen en el latido ausente, en el gran latido
ausente, en la enorme criatura ausente que como un tigre
cósmico que pareciera moverse por entre las líneas de los
universos por crear se manifestara en los guijarros
absurdos de la arena y cuánto amor hacia las luces del
fuego escondido bajo el negro del cielo que se oculta y
une entre las tinieblas el dolor impenetrable de los
cuerpos que aún no cesan de amarse de entregarse en un
respiro el suplicio más grande de todo su aislamiento, de
toda su soledad, dónde pueden tocarse, en los bordes
teñidos por la espuma de los mares que los alcanzan y los
sorbe como en si en la penumbra el vuelo del pájaro que

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por las tardes se tragase el crepúsculo se volviese en un
instante el largo recorrido de todos los seres que al fin del
camino extienden ambas pupilas alertas a todo lo que en
el aire pueda acontecer y de un pálido soplido el eje
escondido de la parálisis divina se tornase el consuelo
eterno de los que al cerrar los ojos sienten desesperarse y
quedar petrificados como la mirada muerta del lagarto.

Estremecido estoy.

La amplitud de un abrazo ha colmado mi dicha. Pleno de


ti, mi lecho es blando y mi rostro no hace ya sino
esperar…

44
Sustancia primordial

Todo es extraño ahora


las luces dando vueltas
de estrellas en los hombres
una figura dorada se asoma

en la penumbra tiemblan los murmullos.

De una forma obscura precipita


el ángel sus ojos de hierro
al clamor dormido de unas pieles
quietud inmensa que asesina recuerdos.

El rostro dorado se vuelve hacia atrás.

Las llamas del cielo descienden


sobre la tierra desnuda de espuma.

Vacían las sombras gestos mudos.

45
II

Se han tragado la luz los lagartos


en el frío sonido de sus pieles.
Sobre una esfera juegan los cerebros
dioses de una memoria indescriptible.

Tiemblan las alas de la última palabra.

En el sueño sólo vibran las caricias


voces de un desnudo cuerpo en la penumbra.

Acumulan los deseos unos hilos


vueltos al fuego de la noche.
Paz regresa amada al corazón
no te pierdas en las huellas serpenteantes.

III

De la penumbra no saltan más los hilos vivos


de aquellos los dormidos rostros
a la espera esplendorosa de una voz
murmullo de corazones que en las aguas
cantan la virtud plena
de un clamor doloroso.

Los bosques se han ahogado y sumergido

46
en tinieblas que exhalan caricias.
La amante perdida ha tornado
sus labios a la piedra,
y en sus ojos se tiende
acariciado el silencio.

Por doquier el gemido de la peste


a saciar de sus metales esa angustia.
De las flores la advertencia en sus capullos grises
el fuego que cruje al pie de puertas cerradas.

Sobre un campanario el sol es contemplado


y al caer la noche
ilumina el bosque
un cuerpo de luz que honra a las almas
y calla, calla por tres veces le dice
antes del amanecer
a la muerte.

IV

No existen torres de marfil.


Los hombres se bañan en las aguas del limbo.
Sus cuerpos se han tornado envolturas crepitantes.
Un mar de fuego se agita, truenan los metales.
El rugido ardiente del cielo estremece enormes gargantas.
La materia se revela en su misterio y sucumbe.

47
Y es desde el fondo de la noche
donde él despierta.
Y una enorme ola
como rugido de bestias
se clava en la cara opuesta
de las almas.

La gracia es contemplada.
Dolorosas las estacas en pieles de gigantes.
Salientes de la arena los huesos
puesta la mirada
en el insomnio del aire.
Se vuelven los amantes al rostro del viento
en el cielo derramado.

Y los invita
a beber del labio negro de la tierra
la savia exquisita regalo de la noche.

El insecto en sus alas muestra el zumbido luminoso


del deseo infinito.
Se parte el cuerpo y no llega a contenerlo.
Se parte el alma en el deleite al fuego.

Un crujir de espadas delata surcos en el tiempo.

48
Sobre la Luna,
mármol pendiente el seno de la amada
clama el corazón camino entero
al sino radiante del cósmico vientre.
Un aullido de estrellas dibuja sombras
en las espaldas de hojas como cuerpos extendidas.

Del bosque tupidas ramas se enlazan


dádivas de brillo en las entrañas.

En pleno centro el corazón respira sueños


que en sueños despierta la voz viva del mundo.

Calladas ondas de la raíz oculta


acuestan líquida desconocida música.

Los cuerpos fuego, las pupilas noche honda


noche de la noche destellan los espíritus,
y como espigas
crece la penumbra del temblor
divino de la tierra.

VI

La voz se hace espíritu en el brillo,


todo temblor cesa,
la energía emana de inagotables ríos
para dar vida al contemplador.

49
El ser que descansa
se rodea de viento,
deja caer el gran círculo
la sombra
para empezar el rito de los cuerpos.

Abre nuestros ojos para verte florecer.

En cada pétalo de tu gloria


sobre toda la tierra, porción de tiempo
de la raíz más profunda
al cielo limpio.

Abre nuestros ojos para verte florecer.

VII

Entonces el rostro de Dios es visto


para deshacer en el hombre toda oscuridad.

En sus ojos habita


inmutable
hasta ser escuchado.

50
Moonlight

Tibio atardecer de la sala vacía


ventanas azotadas
rosacruces florecen en mi jardín pentagonal

corto las ramas del temple árbol


hacia el oeste vertiré mis plegarias

el aggar-thanatos espera
yo kalícrates de diez mil días
ofrendo mi graal

los demonios ¿del cielo? planean


en torno al último de los testigos
contemplo
la noche final la jerusalén

51
Moonlight siete

shamba deambulantes llah


un corpiño danza en el tridente

los huecos en sus ojos


con huesos de

en sus piernas marmóreas


los apoc
elixir

pedestal isleño
se reflejan sus ángulos rojos
plash cayó el sostén

52
Sunset

lágrima lunar
desliza un girasol
tus pies
la arena

53
54
Hierofante

Hierofante ora gato


amor sin rostro ora sudaca
inmáculo ora sudaca

vestal antorcha
el fuego te cuidaba en la impiedad
el nirvana sangra nadie lo sabrá
omnia vincit amor
voltarme la soledad áurea me decía
voltarme con el otro
el color del aliento

emborracha el pan con el vino


compartíamos
los signos sacros se tornaban
éramos comienzo y final temor

en el vientre de un hombre brama


omnia vincit amor volvióse cieno

55
Dióscuros

la vide guarda
al andrógino innominado
la unión fuego de los dióscuros
languedoc que no es lengua esfinge
que no vuela
mares claustros de un único lecho
la unión roca de los dióscuros
los mares del respiracosmo
sin aliento nos
los mares del más adonde
la unión viento de los dióscuros
ven ojos peces
solo no sabes a sale
quemado amor no es de sabedes
es eso que las estrellas no danzan
el anima mundi
desespera viendo
novernos

II

escuchad la desnudez del todo


y en las puertas
la desnudez la veo pero no ahora

56
no en la fuente no en el monte
no con cantapájaros
el nombre de vesta no en desiertos
la contemplo pero no de aguas
porque cripta ya no es oculto
y desaparece
y con él su raíz indoeuropea
cabellera del cometa
con sus letrinas entrañas
y ya no es el oxo
nuef nada nuez de las noxes
no noxes
el estío es celestío inicio
es persecusión en el argot
licor lenguapájaro
que sí vuela
y no nos
que no vemos los fijos del sole

el anima mundi
espera sinvernos
ver

57
Segunda irradiación del instante
58
Poema para mis veinticuatro años

“Lo mismo es cantar que agonizar”.


Branco Milkovic

escapero el liquen

59
de tus muslos tiempíos
oigan niñas de las avispas,
de los ruisoñadores, y luego
hacia el lejano mar zarpe,
pero ‘lejano mar’ no son sólo palabras,
está en ustedes, está en el liquen,
la presencia de los siempre ausentes,
los siempre vencidos todavía.
No ha habido una ciudad
que no fuera también desierto,
no ha habido Perú
que no fuera también daga,
no ha habido risa
que no fuera también balazo,
no escardo escaperos de angustia

II

el susurro degollado brinca,


escárdame en la esquina de tu laburo,
como un bretel
para exhumar el silencio.
El arrobamiento fue entonces
nuestro topo,
topo bueno, estercolada solana
evitando las sombras del litio,
turbadores miasmas, aliento segador,
arrobada oruga,

60
captiva entre las rejas
y los dados

III

voy como tu hijo a la guerra,


más allá del piadoso pífano
de sonrisas trémulas,
mi mano cubre tu rostro,
oruga maligna, gesto negro,
tu cárdeno aliento que termina,
llega tarde y se vuelve
la camisa que anuncia la tormenta.
Le preguntas a Brandara
y yo -que se lo tragó tu vientre-
pútrido tornado o tu lecho
que amordazaron las cucarachas

61
Badlands

62
“Hay aves que no esperan
estación para migrar,
lo hacen a cada momento,
de noche y de día”.
Kalícrates

tu desierto se pierde en mi sexo


rincón furtivo allende el pozo,
una burbuja que camina
y estalla los huevos del destino
como la resolana de la imaginación
que sin viento
conjura un vino
vomita pescados y panes
sobre tu canastilla

II

y no busques pestañas-mártires
brotando de los espejos sudados
hundidos en tus dedos,
escamas que el tiempo frota
sobre los alfileres del alma

III

63
yo soy el que recoge
sobre tus bragas, pedacitos de cielo,
los ecos de los ángeles sin dueño,
de los no resucitados
que retozan en mi frente,
el batán sobre el que tus sueños
me muelen como marfiles y caparazones
siderales

The Hyperborean

Antonio es dios en todas las arenas


como la tercera serpiente entre las sandalias del faraón
es dios con el rostro mojado al filo de la alberca
frente al cometa-estruendo que vuela desde Lira
hasta las espaldas del mar
¡lo han abandonado! ¡lo han dejado!
¡lo han asesinado en apóstata conjura!

‘ora yace en mi vientre ‘ora yace en mi vientre


a los pies de mi cama a los pies de los cielos
que son los cielos que son mi cama

64
los oficiales, sus camaradas,
escucharon el sollozo del desierto
abriéndose en muchos,
pronto se unirá con ellos
la sensualidad no tiene sexo
cuando nada detrás de tu estela
cómo no beber de la botella que Gide
llenó con la sombra del hiperbóreo

Antonio: “¿POR QUÉ ESPERAS LA NOCHE CON


SOÑAR?”
“NO SABES QUE SOÑAR ES MORIR”
“VELAR SÓLO VELAR”

Antonio es dios, se ha arrancado los párpados,


los ha incinerado sobre mi ombligo
al fondo del pozo que se ha formado
entre el vacío mar y mi vientre.

Antonio, el hiperbóreo, arroja


en la espalda del ser
los dados con su boca,
y me parte el rostro con su
aliento lleno de viajes y transgresiones

65
Mu

Kalícrates
“Para todos los que llamo ángeles
y no tienen dueño”

Con los ojos no vividos en otros


con un rostro impedido, la pileta
desborda sus aguas.
¡Calma y Consuelo!
como un pentágono apuntando a Sirio
sobre el grass, soplan los vientos,
caballos que trepidan
en las orillas de lo inconjurable:
“Mu montaña blanca lagunilla tibia
los pies callosos mis hirsutos cabellos”
No tirando de los dados,
de los dedos, de las dudas,
con el cubilete en la mano miro al espejo.
“La sonrisa de un niño:
mezcla de presente y pasado”
“Una pupila enjabonada
y el ángel con la antorcha

66
encerrado en la cápsula”
¿Cuándo naceremos con los pies bañados en lágrimas
naciendo sin rastros de barro en el cuerpo,
con rastros de perfume en el empeine?
Es un soñar sin una forma de soñar,
un ocaso propicio para el flirteo con mi sombra,
luz acuosa.
“Aprendió a pegar con la boca:
una, dos, tres, cuatro veces”
A mitad de la sábana
de camas oscuras. Y estabas allí
con todas tus bocas en mis límites, escuchabas.
Era un llamado. Y me mostrabas una llave hecha
con mis huesos.

Getsemaní

no hagamos lo que yo quiéranos


lo que queremos

tercera vez nos oramos pádrenos

67
sangre derramada tenemos miedo

antes alzamos el rostro del suelo


miamos el ciélonos bruno
no encontramos una voz que
respóndanos

despedimos grillos luna


árboles estréllanos

levantémonos nos acercamos


nos traicionamos
nos cago de risa

68
O

Tú que devoras las noches,


¡Ten piedad! Ven, toma tu lugar.
Tú que eres aroma inefable, Espárcete en cada
rincón.
¡Ten piedad! Ahora
Tú que eres escanciado en el umbral,
¡Ten piedad!

Tú que devoras las noches,


¡Ten piedad!
Tú que eres aroma inefable, Apago las
velas
¡Ten piedad! y me acechan
Tú que eres escanciado en el umbral, todos tus brazos
¡Ten piedad!
69
Tú que devoras las noches,
¡Ten piedad! ¿Por qué negar
Tú que eres aroma inefable, el ágape
final?
¡Ten piedad! ¿Por qué temer?
Tú que eres escanciado en el umbral,
¡Ten piedad! Es Eterno

no más hay que borrar las huellas


no más
no más rostros hay que quebrar los espejos
no más rostros
hay que borrar las huellas hay que
quebrar los espejos
hay que borrar los espejos hay que
quebrar las huellas
no más hay que borrar las huellas
no más
no más espejos hay que quebrar los rostros
no más espejos

70
FLORENTINO DÍAZ

71
72
I

73
74
Luminosidad del fuego

75
CARLOS VILLACORTA

76
77
Yo vi hombres y mujeres vistiendo ropas e ideas vacías
y la tristeza visitándolos en los manicomios.
Y vi también a muchos gritando por más fuego desde los
autobuses
y entre tanto afuera
el mundo aún continúa siendo lavado por las lluvias,
por palabras como éstas que son una fruta para la sed.

Enrique Verástegui

Confesión de Emmanuel ad portas de la ciudad

78
Emmanuel ve con ojos de hambre
a los animales devorando las arenas
a los hombres cabalgando tras el horizonte.

¿Para quién vas a creer lo que ha de suceder?

Nos movemos en progresión simétrica


Gabriel: ¿Qué añoras allá abajo?
Emmanuel: El amor, ¿no lo ves?
¿Qué puedo decir de mis arrugas,
señales de mi vida que no se destruyen?

Acoso mis plumas y taño las nubes.

¡Oh Sabina! He caído a tus pies


rodeado de insectos amarillos
larvas de algún círculo
que se pierden en nuestra mirada.

Y cómo no sentir la sangre


que nace de estas llagas mortales
Yo, que no soy de la gracia del Lamento.

Gabriel, cuidarás de mis deseos mortales


los arranques de mi fuerza,
ellos no podrán siquiera tocar mi esqueleto,
¿No, Arcángel?

79
II

Desde el tiempo, he observado


el velo de aquello que quiero.

Pero, ¿cómo amarla, Señor?


Sabina descansa entre mis alas
y me refugio en tu envidia
confortable eternidad
donde todos evitamos sentir.

Gabriel: Humano poder se os ha dado.


Ahora, cae por tu propio peso.
Emanuel: donde todo el poder no implique razones,
será mi ser estar ahí.

¡Oh, mortalidad temida!


Alcánzame pronto.

80
La cuerda interior

Pequeña o grande
sólo existe en mí
esa sombra que gira

81
y grita en el desierto.

82
Primera confesión de la ciudad

Mis padres rezaron ayer por el reino.


Mis hijos lloraron por besar la tierra.
Mi madre cuida la vida de mis sueños.
Gabriel, mis barbas se enlazan río abajo
y en mi cabeza solo hay visión de lo incierto.

⎯No quisiera mi Halo Eterno castigar


aquel que es mi hermano
aquello que yace en Emmanuel,
su delgado cuerpo que se deforma en la tierra.
Pero mi razón que no tiene Tiempo
quizás lo ayude a ver lo correcto
de todos los humanos⎯

83
Faunos del infierno
devore mi siniestra tierra
su color enfermo.

Ay de ustedes que observan


la dimensión de sus ancestros.

Su muerte librará las murallas de mis lamentos.

84
Segunda confesión de la ciudad

Como la piedra he sido golpeado


tocado fondo,
oscureciendo mi rostro
a aquellos refugiados de los vientos,
caravanas de loor han andado
en miles de desiertos
exclamando que lo de mi Padre es cierto.
Y ahora yo lejos de su lado
entre los árboles y su Tiempo.

Yo, que he gozado de su gloria,


he apartado mis alas de su trono,
eternizando en mis dedos
el amor de Sabina.

Ahora como los magos del invierno


he castigado cada una de mis partes.
Atado en olvido de peñascos
como Prometeo,
yazgo aquí liado a la difusión de mis colores
y espero ser muerto
entre la génesis de mis anhelos.

85
Salmos

El poema es una batalla en el útero, la hoja.

El cuerpo es siempre ojo que muerde la sombra.

La muerte es un acto de fe en el cementerio de los


hombres.

86
Sólo el hombre es un remolino de nombres que borra el
desierto.

La infinitud es un río que, vomitado, arde como la zarza de


Dios.

87
Lamento por el joven Heracles arrancado de miembros
y cabeza en la ciudad

Ay de mis pasos estivales


Ay de ellos que encallan en la caverna
Ay de mis ojos que no ven sino sombras
Ay de mi cuerpo maniatado que ahora ve
sus células enrolladas.
Ay, ahora, de mi ser que navega en Estigia.

¿Qué será de Sabina atada al peñasco?


Su cuerpo, acechanza de otros tiempos,
ha horadado en mis uñas
pudriéndolas de bendiciones,
de atadas conmociones,
que desuellan mi piel
carne de mis huesos.

88
¿Qué será del valiente Heracles,
Oh, bella Deyanira.
¿Sabes tú como murió el Héroe?

Vino la muchedumbre que no habla ni murmura


con la Biblia bajo la mano
con las espadas en la otra.
En medio de esta plaza
de mis pasos desérticos
lo vi
quiso regresar a su reino,
los tres vientos le cortaron el pelo
con sus pies rotos
y sus brazos arrancados
liados a las Pléyades,
sus ojos refulgieron de luz.

¡Oh, valiente hombre!


Cabalga con los brazos extendidos sobre mi tierra
donde la soberbia reina.

89
Gólgota

Al mediodía
el cadáver volteó sus ojos al cielo
y sonrió porque el silencio era suyo.

Entonces cayó la noche


porque nada es más cierto que lo muerto.

90
Año Cero

Soy un guarismo ocaso del hombre


cuerpo que nace en dios
bifurcación de Eva
noche que multiplicó la serpiente
las grietas de Jerusalén
la cruz pentagonal: Jesús.

En cada gota se ha desangrado la tierra

91
el cauce o el esqueleto
es un laberinto traspasado por venablos
y mis siete voces
predicen la octava:
—“dios ha muerto”.

Una oreja marchita la boca del hombre


ahora una máscara es la sonrisa
que yace en útero de mujer.

Soy un guarismo principio del hombre


cementerio que parió María
el beso de las serpientes
la Jerusalén sepultada.

92
En el campo

Otra vez la batalla


un hombre sepulta la mano
de un pez
vientre abierto que devora las aguas.

Al alba la mentira de sus piernas


retardan su sombra
o sus piernas sosteniendo el alba
o el alba resbalando sus piernas.

Un rostro arranca su lomo


y el abismo de su carne
retiene la arena el torso de una mujer
donde el hombre besa la tumba
el día o un párpado que cierra
todo intento de grito.

93
Banquete

Estas moscas
interior asiento

94
reloj de las horas
que nada en la lágrima
o la disyunción del océano
quietud que devora mi resonancia
sol estallando la cuerda
o el eclipse las patas de estas moscas
engullendo mi cuerpo
o una trompa que besa
los remolinos de todo hombre
los ojos de dios.

95
Adagio in Tenebris

En el día trashumante
mi inocencia se repliega tras los montes.

¿Para qué nacer de nuevo?

Mi reino se desencadena
en su transformación
fauno de mis vuelos
ahora que trago como aquellos
polvo de mis pelos.

96
Oh, Señor
el dolor que llega a mi cuerpo
divide causas y consecuencias,
esquizofrenia de los humanos
ni razón ni alma
solo Judas que anida
y rezar y rezar por la traición.

II

¡Oh Dios!
Incesante amor en mí
ser ya no
vomito faunos épicos vientos
y les maldigo
¡Ir por ellos!

Ay de ti, bella Sabina.


muerta en los Pirineos.
Hermana de mis besos
te han atado al olvido
donde antaño mi cuerpo condenado
en el mismo altar
ha escapado de castigo eterno
y dormida, me has soñado
arrullando al suelo de mi éxodo

Y ser fuerte

97
porque no hay más que destrozados vuelos.

¡Oh Señor!
Mis dientes han devorado la tierra
Abrasando la boca de los deseos
Y la misericordia
Miro a casa
Colgado de atajos de copas
Armagedón besa mis pieles de sebo
Y fiel a mi sed, escribo.
Gabriel lloró por mí
por los míos
por Ajenjo
por oceánicas langostas
que atormentaron mis ojos
el hambre ya no coge mi alma
acéfalos de mi intelecto
perdido he andado
voces que ahuyentado con mis velos.

No es más que el comienzo.

98
Divino Infierno

Y Dante
cerró el círculo
quebrando su conciencia.

99
100
101
102
CHRYSTIAN ZEGARRA

103
104
Irradiación culminante

105
Naturaleza muerta

Alguien se agita encerrado


en la membrana de la noche.
Su grito eriza
mi piel, la desintegra
en su propio eco
proyectado al infinito.

La noche es laxa como una caricia.


Sin peso, me he dejado arrastrar
hacia el oscuro reposo
de la hierba.

Mis labios intuyen


la poética del silencio
de los árboles. En sus secos
tallos, la savia coagulada
revela la opacidad del tiempo:
saber que un fragmento de memoria
es el tatuaje de la ausencia.

La noche me absorbe, cual


la placenta
al feto que ella nombra.

106
(Cojo una piedra,
su desnudez envuelve en polvo
las cuencas vacías de mis ojos).

La forma más pura del deseo


es siempre una mutilación.

Marina

Palpo el capullo del mar


en el suicidio del crepúsculo.
El tono purpúreo de la hoguera
anuncia el clímax de la luz.
Sobre la arena,
mi imagen dibuja extrañas metamorfosis.

107
He de cerrar los ojos, palpar
la luz que arde dentro de mi pecho;
la daga sacrificando
mi cuerpo abierto.
He de volverme silencio.

En la noche marina,
el mar ruge como un animal convulso
y desangrado.
Quién podrá surcar sus venas bermejas,
atenuar su súbito aliento,
ofrendarse al sacrificio florido
con el secreto ritual del abandono?

Vuelvo a la voz: sólo despojos de palabras.

Ahora el mar reposa calmo.


Aspiro la brisa elevándose hacia la bóveda
metálica y nebulosa;
la brisa que preludia el grito del alba,
el replegarse del mar
en la memoria acrílica de las olas

108
Paisaje sumergido

Las nubes ardieron en polvo los cristales.


Mar abierto, se ha desmembrado el corazón
en la ceniza de otros cuerpos.
La soledad es de piel, y el viento
dibuja cornisas en los párpados,
en las entrañas de algas reptando
bajo enrarecido fuego.

Entonces el mar era un vacío, era las gotas


de un cielo cuyo ojo destroza, en sueños,
los pasos sepultados
al filo de las aguas.

El ángel deshace aletas de sal.


Su cuerpo desnudo, tal la voz
que hiere silencios, es noche,
diafanidad de brazos venosos,

109
alta caída
en la raíz inmemoriada del origen.

Siempre las nubes son arena,


sangrando el espejismo
de su carnívora sed de infinito.

Hierogamia

110
Tú de pie entre la lava de tu sangre,
acéfalo buitre engullendo fuego en tus entrañas;
pulsa
la daga que repta como sierpe en los altares.

Cremaron los ídolos de hueso;


ahora, bajo cenizas
un cuerpo esculpe su placenta,
un cuerpo que en mi pecho ha modelado
tus máscaras de barro.

Mordías mis ojos; esta vez mi mano desoló


arenas, criptas que en silencio renacen
sobre un no creado suelo.

Ofrendo a un dios tu cabeza, tu anfibia cabeza


brotando de áureas sepulturas; y enceguecido por el
coágulo
de luz de tu boca púrpura,
aguijoneado por el puñal de ópalo de tu nombre,
caigo al hielo de la fragua,
a la humedad de lenguas devorando
mi venosa membrana.

Y tú te agitas sin voz entre la lumbre,


bajo memorias que vomitan sexos como frutos violentos
esparcidos en la bruma,
mutiladas carnes lloviendo

111
de un cielo sepultado por el velo de los astros.

Y tú, sagrario de ti mismo,


de pie entre brasas, piedras, incorpóreos resplandores;
desollando el bulbo primigenio de mi piel; estallas,
vuelves a rodar sin tiempo
a lomo de huracanes;
transparente sol, dorada estalactita.

Ahora, alguien brama entre mis huesos,


alguien dispersa el aire
en la bóveda de hierro:
sólo la lava derretida en tus dos rostros,
sólo los árboles y su perfume
a sangre calcinada.

De cierto

Quién abrirá los ojos a riesgo de perder


la piel, la sangre en el silencio
de una desnuda hondonada?
Amanecer en la corteza del desierto,
en su gran manto disecado,
es como pulir oscuramente los cuchillos
para el noble sacrificio.

112
2

Quizás al derretirse mi vuelo


en óseas, deshiladas fibras
conjurando
nocturnidad de aves sobre mi cráneo desvelado;
halle la tierra donde el fuego
abrasa de una vez, estremecido,
la cópula en reposo de los dragones.

Mutilé furiosos animales, sus vísceras


hablaron en el aliento
de una celeste aruspicina.
La arena acoge
la hibernación de mi carne,
mi umbílico peregrinar
hacia la simetría de la sangre.

Alguien sembró la sombra del mar


en la lejanía de las dunas.
Pero en el centro del desierto, en su oculto
caracol devorándose a sí mismo,
los vientos esparcen la mutación clarificada
de un negro plumaje

113
en el cetro del cielo.

Palpo el rojo sudario del sol; creo en la eternidad.

Díptico

Una mano sepultada en otra mano,


un ojo contemplado por su pupila venenosa;
atrás, caen muros
y una hoja extiende su delgadez
en el lomo de la bestia desollando su espinazo.
“Han anclado barcas de humo” —dice—,
y el chasquido de las manos
dibuja signos en el polvo.
En el grito, la sangre acuchilla
una garganta petrificada, una lengua de ceniza
en el centro de su disolución.
Para morir,
un desierto se oculta en la coraza de su sexo
como memoria de lumbre.

Huyo al silencio mientras tu voz segrega el aire


con su marea de piedra.

114
Huyo con mi cabeza segada
bajo la lluvia.
Ecos; un animal embalsamado se incrusta entre mis
flancos,
súbito rodar entre arenas rezumantes
de savia y soledad.
No basta el olvido si un cuerpo se revuelve,
no bastan las costillas, el cráneo, los ojos
marchitos escondidos en el musgo.
Alguien descuelga astros de la cúpula de acero,
astros que iluminan un torso a contraluz
creándose en el barro. Ahora,
su desnudez me ciega
y este cielo no existe.

Trinidad

Acunado en un leve curso de agua

115
hurgando furtivo el lecho del caracol
al centro del naufragio.

La infancia crece con la lluvia,


con la hierba la frente santa
y el incendio
de tu canción terrestre.

Volver al polvo
no es volver al origen:
es crear el polvo del origen.

116
Edén

Un desierto es igual a la ausencia de su nombre.


Miradas sin eco, ramas en combustión
se agitan en la corteza hundida en el follaje,
en la oquedad de un tótem desollado
por un bramido de luz.

Alguien siega malezas de viento


en el lodo del paraíso.
Es lo que nace más acá de lo eterno:
rostros como selvas, manos palpando
un grito pero no un olvido.
(No sembraste las raíces del sol en tu cabeza.
No revolviste los ojos hacia el centro
de un vientre huracanado.)

117
Ahora todos los lechos son fauces escondidas
en la tierra, cielos no tatuados
en los ojos.
Ahora la voz se alza sobre su propia estela.

El deseo es un edén sin nombre.

118
Cántico

La Amada encuentra a su Esposo dormitando


en arenales sin sexo.
La Amada teme reconocer en aquel rostro
su perdurable esencia, la soledad de su estirpe.
Lo contempla desde sus ojos enloquecidos,
desde la pequeñez de su pelaje de paloma.
Desnudado en la mirada, el hombre añora cielos,
silencios, paraísos.

—“Amado, háblame del deseo;


salí tras ti clamando, y ya eras ido”.

El hombre gira su melena de heliotropo,


un abismo surca
la noche aún celeste de sus ojos.

—“Amada, no me busques en cornisas derruidas,


ni en la quietud de los cuerpos en vela;
alza tus brazos incendiarios,
decapita nubes; tiéndete despacio en la floresta
y aguarda,
aguarda que cieguen los últimos espejos,
que en el mar broten los astros
bajo tu pecho”.

119
La Amada cruza un cerco de pájaros y lirios,
se tiende de bruces sobre el cuerpo verde
de su Esposo, sobre sus miembros sosegados.
Al alba, aves de sangre entierran el pico
en la maraña de los huesos;
el silencio se enhebra con furia
entre la vida recobrada.

Infancia

Lo que se cubre de espuma, vivo


hasta el cansancio.
Lo que es pinza en un pulmón
deshabitado por el viento.
Lo de ayer, temporal sonaja, potro en llamas
que emerge de la lluvia
y es deseo.
Lo sin rostro, abisal marea, gruta
donde amparo mi bóveda, mi cauce.

120
Mudez de oráculos, abrevaderos,
piel sobre aguijones; el púlpito en verde
olivo abrazo,
el alma incrustada de maleza.
El vaso vacío para lo que huele a cebo,
a tierra, a sangre, a orilla.
Lo hecho trizas en levedad o pavesa.
Lo perfumado tras un vientre que no vuelve:
memoria dibujada en un vidrio, sola,
polvo.
Lo inmaterial, lo inmarchito, lo incendio,
lo nada.

121
Madre

La voz que habla bajo los ventanales


no pertenece al árbol de la amnesia.
Ya no buscarse en caretas de polvo
porque el vacío es un ojo rasgando
la madura ceniza de la piedra.

Y no clames al desollar insectos


en el estuario de la madrugada,
o al ver que desfiguran tu boca
en un gesto de saliva y veneno.

El horizonte es una mano acuática,


un silencio de ombligos devorados,
la arenisca para secar raíces
en la corteza de lo no vivido.

Es turbio el graznido de los pájaros


en mi oreja de mimbre. Ya no busques,
caminando de espaldas a tu frente,
el hijo que procrea la inconsciencia,

122
la anulación del agua o tu sexo.

Visión del destierro

No nombro esta ciudadela de espejos.


Un aguacero mitifica el lomo
de la lagartija

123
sobre la tierra caníbal.

En el árbol incestuoso de la madre


yace en muñones el hijo mentido:
—“Los vi cabalgar laguna abajo
entre los lirios y los excrementos”.

Ahora se alza sobre sus cuatro cascos,


expulsa un vocablo
envuelto en espinas de hierba;
su paladar marchito,
el oráculo de su boca abierta al caos.

No nombro la convulsión de ese cuerpo


en medio de los manzanales.
Ya gime, repta, eyacula
alaridos hacia la sombra de la hembra:
matriz dual de su carne mutilada.

Después inflama todo centro.


Al huracán del alba,
nadie niega el horizonte de su grito.

124
Soliloquio

No habla quien gira el rostro envuelto en verde.


No oculta secreto a voces sobre la oruga deslenguada,
ni arteria fresca de corazón ninguno.
Mas oirás sus pasos que reptan en la rampa,
un ruido de adormideras o meandros tibios
para el que anida aferrado entre barrotes.
Oye, las algas despiertan, y un río de escamas
trota hacia las laderas del miedo:
un incinerarse de acueductos en la sangre,
un sepulcro vivo donde incuban
soles y corazas.

Y es como enmudecer de golpe observado por anguilas,


en la quietud de un precipicio que no dice,

125
bajo el jadeo de peces aún ciegos;
cuando la tarde se consume en rescoldos
y él sigue mirando al cielo de su éxtasis.
Embriagarse, entonces, en cicatrices que rasgan
las costuras de una imagen o un cuerpo;
aunque el verdor inflame,
aunque las venas no cesen
de agitar
el horizonte en la marejada de los árboles.

126
Antimemoria

Aspira polvo en vasijas desnudas,


donde principian el ser y sus máscaras
o el vientre del cuerpo madre;
lejos de toda deidad
y los árboles de la infancia.

Así alza la memoria el vuelo


hacia ninguna parte,
así los muelles y rampas
ahogan rostros que se desconocen
bajo el señuelo de dios.

Emerjo mago entre mis pieles:


cuerpo de agua en el cántaro vacío.
Y juego a reconocerme en la escritura
de mi dios que no es presente
sino lago sumergido
en otros lagos que lo niegan.
Acaso el silencio, una palabra sucia
sobre las copas de los algarrobos,
la danza de las avispas que no cesa
en torno del papel homicida.

Todo dolor se corresponde con la memoria


de lo no visto.

127
Almácigos de lluvia, aves incubando
frutas tejidas por el sol.
Y en el deseo hay un tiempo otro,
una mesa sin baraja
donde el cuerpo se expone en desnudez,
aún antes de los ídolos
y la oscuridad de los disfraces.

Ocupa mi mesa y se engendra de espaldas


a mis objetos:
el animal de la cintura vacía,
el que jugaba en su jardín a ser humano,
el que nombró su cuerpo en una silueta
de ausencia
bajo las nubes imaginarias.

Y siempre era como buscar un centro,


y luego devorarlo
en la carnicería del lenguaje.

Y estas calles de nuevo que no conozco.


Y este niño que huye tras caballos enmascarados
y los cabalga.
Y en un rincón sin nombre,
el grito del feto que no aprendió a callar,
a huir de su propia efigie
envuelta en barro.

128
Resucita en ti mismo el cadáver de lo absoluto,
habítalo sin miedo en su morada.
Tú procreas todo desvarío,
toda transparencia
más allá del cielo inubicable.

Busca en tierra ajena el origen de sus manos


y el aullido de sus criaturas.
Se desfigura en el acto de abrazar un tronco
que es él mismo.
El eco y la agonía del espejo
me dibujan ahora en el pantano,
ante el columpio que mece
hilachas de infancia, el desorden
y la vuelta
a las primeras mutaciones.

Para que despierte otra vez el mundo,


expulso mi cuerpo al sol
que lo calcina.

Es hora de anclar miembros


en el vientre de la madre imperecedera.
Ojo que me devora en impiedad.
Ojo deshilando las orugas que me pueblan.
Ya que todo centro para siempre
es el inicio y es la nada.

129
130
Inmanencia, una poética del desencanto

Por Enrique Bernales

A principios de la década de los noventa el escenario


poético limeño era muy activo, así surgieron voces
importantes dentro de la poesía peruana como Monserrat
Álvarez con su libro Zona Dark, Victoria Guerrero con De
este reino, colectivos poéticos como Neón que incluía a
poetas como Miguel Ildefonso, Carlos Oliva, Paolo de Lima
y otros grupos como Noble Caterva donde participó Roxana
Crisólogo. Sin embargo lo que siguió fue un gran vacío. Ya
no había recitales, ni grupos, todo se paralizó. De lo que fue
la joven movida poética en Lima no quedaba nada,
consecuencia también del miedo que desencadenó la
represión brutal del régimen fujimorista durante la Guerra
Civil que atravesaba por sus momentos definitivos. Ese
vacío, sin lugar dudas, lo llena Inmanencia en 1998.
Asimismo su aparición es simultánea al despliegue de la
sociedad civil contra el autoritarismo fujimorista. Es en ese
contexto que surge Inmanencia en la poesía peruana. Fue un
131
momento muy especial, ya los grupos de poesía estaban en
plena retirada, y de repente, reaparece una propuesta
colectiva, esta vez con una nueva consigna "la sangre pagana
ha vuelto", es decir, la poesía misma. Un libro rojo y
misterioso que proponía como tesis principal un regreso al
espíritu mágico del lenguaje poético inundó las calles de la
capital y causó una amplia recepción en diferentes medios de
comunicación, como por ejemplo: El Comercio, La
República, el ya desaparecido Cambio, La Industria de
Trujillo, la revista Caretas, entre otros. Inmanencia se
caracterizaba, asimismo, por mezclar sus textos con la
performance y con la creación de un concepto artístico
denominado recital/ritual. Además para el grupo era muy
importante la interacción que se podía generar con el público
que acudía a los eventos que realizaba.
Así, a diferencia de sus pares poéticos de fines de los
noventa en el Perú, Inmanencia, reivindicaba todavía la
validez del grupo de poesía y de una propuesta colectiva, en
reacción al desencanto que percibían sus integrantes por el
triunfo del individualismo y del libre mercado en la sociedad
peruana finisecular. En este sentido, el poeta y crítico Luis
Fernando Chueca afirma:

A inicios de la década, grupos, como Neón, Estación 32,


Geranio Marginal, Vanguardia o Noble Caterva -casi
una avalancha-, trataron de reeditar algunas de las
estrategias de apropiación del espacio literario (recitales,
revistas, presentaciones conjuntas, declaraciones)

132
emprendidas en décadas anteriores por Estación
Reunida, Hora Zero, La Sagrada Familia, Kloaka u
Ómnibus. Esta actitud [...] enfrentaba una inocultable
sensación de agotamiento [...]. Aún algunos
representantes de Neón, el grupo de mayor notoriedad y
convocatoria, reivindicaron “la libertad de hacer la
poesía que yo quiero” [...]. Hay que mencionar que al
llegar a los noventa, los colectivos de todo cuño se
encontraban en retirada o, cuando menos, probaban ya el
sabor del desprestigio. Todo esto explica la corta, en
algunos casos cortísima, duración de los grupos poéticos
surgidos, y da luces para entender que la aparición de
Inmanencia, -hecho que de por sí resulta paradójico-, a
fines de la década, haya tenido signo opuesto: poética
espiritualista y no "urbana", rituales y no actos, y poco
afán de convocatoria (aunque sí de notoriedad, como sus
pares inversos) permiten su caracterización más como
un antigrupo: el reverso de una experiencia agotada. (3)

Hay que precisar que Inmanencia no solo era una


expresión del desencanto ante la situación social y política
del Perú de fines del siglo XX sino que también daba cuenta
en su propuesta poética de un desencanto estético frente al
rol hegemónico de la poesía conversacional en el Perú:

Esto es válido también para lo que sigue: el final, en los


noventa, de la hegemonía de la dicción conversacional.
“La poesía conversacional ha muerto”, declaraba como

133
acta de defunción la poeta y crítica Rocío Silva
Santisteban en 1998 al iniciar el prólogo del primer libro
del novísimo grupo Inmanencia. Aunque algunos meses
después -y luego de comentarios-respuesta de otros
críticos a propósito de la aparición de libros de jóvenes
poetas identificables dentro de la clave coloquial- señaló
que no debían tomarse tan en serio las palabras citadas,
lo cierto es que la aparición de los libros de Inmanencia
y la frase en cuestión daban cuenta de un hecho central
que se sellaba a fines de la década: no la muerte de la
poesía conversacional, no su agotamiento como registro
válido para la poesía (que lo sigue siendo, incluso entre
los jóvenes), sino el cuestionamiento de su posición
como centro del canon poético peruano post-cincuenta.
(Chueca 4)

Ahora bien, el libro Inmanencia de 1998 presenta los


trabajos de los cuatro integrantes originales del grupo:
Chrystian Zegarra, Carlos Villacorta, Florentino Díaz y mi
persona. La preocupación primordial de su propuesta fue que
el libro disolviera la individualidad de los autores,
desjerarquizara el papel del autor y cediera el paso a una voz
colectiva descentrada. En este sentido podríamos leer el libro
como una ciudad rizoma de múltiples entradas, puntos de
encuentro y disolución:

Este trabajo es un rizoma, una madriguera [...]. Por eso


ingresaremos por cualquier entrada. Ninguna entrada es

134
más importante que otra [...]. Sólo el principio de
múltiples entradas previene de la irrupción del enemigo,
el significante y de aquellos intentos por interpretar un
trabajo que está abierto a la experimentación. (Deleuze,
Kafka, 3, traducción mía)

El libro se presenta como una máquina deseante de


producción poética por el que corre un flujo
desterritorializador que libera y disuelve a los signos de su
convención, pero que inevitablemente lleva consigo su efecto
contrario, su desencanto, el gesto reterritorializador que
codifica e instala los mismos signos en un territorio
significante y evitan que sigan fluyendo libremente:

Como corolario de esta ley, existen dos movimientos,


por un lado, los flujos desterritorializantes, por otro lado,
la violenta y artificial reterritorialización. Mientras más
la máquina capitalista desterritorializa los flujos para
extraer la plusvalía de ellos, más sus aparatos represores,
como las burocracias y las fuerzas de la ley y el orden,
los reterritorializan, absorbiendo en el proceso una parte
más grande de plusvalía. (Deleuze, Anti-Oedipus, 34-35,
traducción mía)

Todo flujo desterritorializador y liberador genera un


movimiento que reterritorializa, codifica, Deleuze lo llama el
cuerpo sin órganos, allí se configura el desencanto que rodea
la atmósfera de los poemas del libro Inmanencia.

135
Inmanencia busca desterritorializar los límites artificiales de
la escritura poética pero termina restaurándonos en ellos. Es
decir que la propuesta liberadora de la poesía ritual de
Inmanencia ya traía como germen su sistematización y por
consiguiente, el desencanto y el agotamiento de la tesis
fundacional de su poética:

En el principio era el ritual. La primera palabra brotó de


un balbuceo, de las gargantas de hombres afiebrados que
se rebelaron contra el silencio, subvirtiendo su tiranía. El
ritual fue inherente a su existencia. La naturaleza
destilaba una energía de la cual ellos participaban; como
el lago que absorbe la luz candente de los astros y la
refracta. Así, la palabra nació como canto, invocación,
espíritu transmutado; adherida a un orden supremo,
buscó armonizar con este. La primera palabra fue una
sistematización del caos. (Inmanencia 10)

En el manifiesto del grupo “En el principio era el ritual”


fluye una corriente de deseo liberadora, el balbuceo erótico
que acaba con la tiranía y la muerte representada por el
silencio. Así la palabra, a través de su dispersión
plurisignificante, se confunde con la energía que de la
naturaleza fluye: canto, invocación, espíritu transmutado. No
obstante, los poetas terminan por atrapar a la palabra en una
prisión del sentido y fulminan su gesto liberador,
reterritorializándola: la primera palabra fue una
sistematización del caos.

136
Ahora bien, Inmanencia no acaba en un desencanto final
que clausura al gesto liberador utópico de su propuesta
poética. Todo lo contrario, su misma composición
rizomática, más bien es campo de batalla donde despliegan
sus fuerzas tanto los flujos liberadores de sentido y el afán
codificador de la reterritorialización. En este sentido, en la
ciudad rizoma que crean los poetas a ocho manos, en sus
centros alternativos, unas veces vence el autoritarismo del
significante, el cuerpo sin órganos, que busca sumir el
experimento en la desolación y el desencanto; sin embargo,
las más de las veces regresa y prevalece sobre la muerte, la
utopía liberadora de sentido:

[...]
El disolver de la conciencia
El disolver de mí mismo
el disolver del Todo
[...]
Y Dante
cerró el círculo
quebrando su conciencia
[...]
no más hay que borrar las huellas no más
no más espejos hay que quebrar los rostros no más
espejos. (Inmanencia 20, 76, 91)

Finalmente, hay que precisar que Inmanencia no sólo no


se adscribió a ningún registro estético hegemónico, sino que

137
tampoco reterritorializó el lenguaje de su poesía con
pretensiones de generar una nueva práctica canónica. Todo lo
contrario su gesto estético desterritorializador reafirmaba una
opción plena por la experimentación y la libertad creativa a
fines del siglo XX.

Obras Citadas
Bernales, Enrique y otros. Inmanencia. Inmanencia: Lima,
1998.
Deleuze, Gilles y Félix Guattari. Anti-Oedipus: Capitalism
and Schizophrenia. Trad. Robert
Hurley. New York: Viking Press, 1977.
- - -. Kafka: Toward a Minor Literature. Trad. Dana Polan.
Minneapolis: U of Minnesota P, 1986.
Chueca, Luis Fernando. “Consagración de lo diverso: una
lectura de la poesía peruana de los
noventa.” http://www.letras.s5.com/lp160105.htm.
Consulta: 1 de Octubre de 2006.

138
El Grupo Inmanencia y la poesía peruana de fin de siglo
(una conversación)

El origen del grupo: estética y compromiso


139
Enrique Bernales: En el año 1996, con Carlos, Florentino y
Chrystian recién entrados a la escuela de literatura de la
Universidad Católica, empezamos a reunirnos en parques,
bares y cafés de Lima para compartir opiniones sobre la
literatura en general y sobre nuestros poemas en particular.
Luego se dieron diferentes retiros al interior del país donde
comenzó a surgir la idea de crear un grupo de poesía; así, tras
dos años de experimentaciones, aparece el Grupo Inmanencia
(GI en adelante) en el 98. El grupo se caracterizó por
proponer un discurso único con respecto a las otras
propuestas de los noventa, como las de Yrigoyen, Echarri,
Helguero, cuya labor era sobre todo textual. Por el contrario,
el GI se caracterizó en mezclar el texto con la performance y
con la creación de un concepto artístico denominado
recital/ritual. Así para el grupo era muy importante la
interacción y la atmósfera de una comunicación íntima que se
podía generar con el público que acudía a los eventos que
realizamos. El GI sobre todo se caracterizó por un rechazo
categórico a la poesía conversacional, hegemónica en la
poesía peruana de fines del siglo XX. Pensábamos que era
posible crear otro lenguaje, otro camino poético, es decir para
nosotros, la poesía conversacional era ese platonismo que
había que destruir e incendiar.

140
Chrystian Zegarra: El GI se origina a partir del diálogo y la
discusión entre un grupo de conciencias individuales que, en
los años de la segunda mitad de la década de 1990,
meditaban acerca del valor de la palabra poética y el hecho
mismo de producir poesía. La tónica general del ambiente
intelectual de ese entonces era la apatía, la dispersión de
propuestas, la falta de enfoque para concretar un proyecto
valedero y vital, en términos literarios. Se ha pensado que el
significado del nombre del grupo apunta a una experiencia
encerrada en la palabra descuidando lo exterior, a la manera
de las teorías inmanentistas del formalismo ruso. Nada más
lejos de esa pretensión. La propuesta del GI debe leerse como
una subversión en contra del platonismo, siguiendo la línea
trazada por Deleuze en su lectura de Spinoza y Nietzsche. Es
decir que no existe un mundo de esencias imperecederas
hacia las cuales el poeta -o el creador en general- deba
remitir su producción estética. No existe tal preeminencia
trascendental. Estamos inscritos en un universo signado por
el devenir y el tránsito. Y esto es lo real: la constante
movilidad de la naturaleza, el hombre y los elementos. Esta
es la auténtica inmanencia: percibir lo inmediato movible en
contra de un recurso de fuga hacia una esfera donde lo
estático permanente sería la finalidad de la existencia.

141
Carlos Villacorta: A finales de los noventas, los diferentes
discursos en la sociedad (políticos, económicos, sociales o
literarios) sean o no verdaderos, cayeron en un balde vacío
pues la sociedad desconfiaba de cualquiera de ellos siempre y
cuando estos no proviniesen del dictador Fujimori. Esta
sensación deviene en un malestar generalizado del que poco
o nada se extrae. Volver a confiar en la palabra era, pues, un
llamado de urgencia en una sociedad que sólo ha aprendido a
usarla para repetirse incansablemente en el fracaso, para
sacar provecho de sus mismos ciudadanos. De este proceso
nace el GI.

Inmanencia en los noventa

Carlos Villacorta: El GI buscó regresar a la vanguardia


literaria de principios del siglo XX, tanto peruana como
europea. La búsqueda significó devolver a la palabra ese
viejo sentido de lo primigenio, de lo rituálico que la sociedad
del siglo XXI ha optado por olvidar cuando no borrar del
mapa. El poeta, en ese sentido, debería tomar conciencia del
valor de la misma poesía no sólo como medio de expresión
sino como medio de denuncia de una sociedad que cada día
más aliena y desbarata al ser humano.

142
Chrystian Zegarra: El GI consolidó una revolución estética
cuyo radicalismo apuntó a despertar del letargo al ambiente
literario peruano de fines del siglo XX con el fin de despejar
su estado de “fatiga intelectual”. Para lograr este objetivo, se
enfocó sobre la base de referentes míticos, esotéricos,
filosóficos e incluso místicos -sin ninguna connotación
religiosa particular, más allá de la que sugiere la etimología
del vocablo, en el sentido de religar al individuo con alguna
esfera de mayor alcance-. La idea fue plantear un regreso a
las fuentes primarias de la palabra -sacralizar la experiencia
verbal- con el fin de hacer frente a la constante
fragmentación y pasividad de una realidad asfixiante. Se
postulaba una interacción entre el sujeto y el objeto
nombrado por el lenguaje lírico, antes que su total deslinde y
arbitrariedad. Todo esto estaba respaldado por una firme
convicción en el poder de la poesía como vehículo para
generar un espacio que enfrentara al hombre con el ámbito
contemporáneo alienante para cuestionar, a través del
fenómeno poético, la dimensión de su ser y estar en el
mundo.

Enrique Bernales: Después de que a comienzos de la


década surgieran voces importantes dentro de la nueva poesía
peruana como Monserrat Álvarez con su libro Zona Dark,
Victoria Guerrero con De este reino, colectivos poéticos
143
como Neón que incluía a poetas como Miguel Ildefonso,
Carlos Oliva, Paolo de Lima, otros grupos como Noble
Caterva donde participó Roxana Crisólogo, y después de la
continua actividad de recitales de poesía por esos primeros
años de los noventa, lo que siguió fue un gran vacío, todavía
había escritores que querían seguir jugando a ser Luchito
Hernández. Ya no había recitales, ni grupos, todo se paralizó.
De lo que fue la joven movida poética en Lima no quedaba
nada, consecuencia también del miedo que desencadenó la
represión brutal del régimen durante la Guerra Civil que
atravesaba por sus momentos definitivos. Ese vacío sin lugar
dudas lo llena el GI en 1998. Un libro rojo y misterioso
-titulado Inmanencia-, que proponía, como tesis principal, el
regreso al espíritu mágico del lenguaje poético, inundó las
calles de la capital.

El espíritu de grupo frente a la individualidad.


¿Inmanencia: antigrupo?

Chrystian Zegarra: Luis F. Chueca acuñó el rótulo de


“antigrupo” porque, desde su perspectiva, el GI representa
“el revés de una experiencia agotada”. Es decir que, frente al
descrédito de la filiación grupal en hermandades literarias
hacia el último tramo de los años 90, el GI tiene la capacidad
de remecer el contexto literario en el cual se inscribe.
144
Además, Chueca deja bien claro que lo que estaba agotado
era la práctica grupal, mas no la temática de la poesía que el
GI abraza. Así señala que, a lo largo de la década noventera,
ha existido -con persistencia relevante y no como puro
accidente- un “espacio de ritualización” en la poesía peruana,
el cual está marcado por poéticas que se desvinculan de la
mímesis coloquial de la realidad para refugiarse en un
“lenguaje misterioso y hasta sagrado”. Por esto, el GI no es
un experimento aislado. Más bien, la propuesta grupal
aglutinó, dio forma, a voces individuales que, de otra manera,
habrían producido por su propia cuenta un discurso
ritualizado.

Carlos Villacorta: Nuestros dos primeros libros


(Inmanencia: regreso a Ourobórea es el título del segundo)
señalan tanto la estética personal como grupal de sus
integrantes. Mientras que el primero es un (des) encuentro
con el absoluto, el segundo se hunde en las inmensidades que
yacen en todo ser humano. Si bien es cierto que existían
poéticas particulares, trabajar en grupo siempre fue un gran
ayuda a resolver nuestras mismas preocupaciones (no sólo
estéticas). En lo personal, mi crecimiento poético no hubiera
sido el mismo si no hubiera pertenecido al grupo. Pero esa
misma libertad creadora era individual y grupal, lo que
determina, creo yo, la denominación del crítico y poeta Luis
145
F. Chueca del GI como “antigrupo”. En la medida en que el
regreso a la palabra fuera la base de nuestro discurso,
nuestras propias poéticas podrían desplazarse por las
angustias personales de cada uno. Finalmente, el GI era un
acto de fe consolidado en una década en que ni la palabra ni
los grupos poéticos habían consolidado un discurso nuevo y
sólido.

Enrique Bernales: A modo personal, la experiencia del


grupo marcó, inevitablemente, mi propia estética, pudiéndola
resumir en el fin de la experimentación formal con el
lenguaje y mi obsesión piromaniaca contra la poesía
conversacional. Asimismo, fui plasmando dentro de la misma
propuesta colectiva, algunos rasgos de mi poesía que eran
anteriores a la existencia de la propuesta inmanente, por
ejemplo: el ritual solar. Ahora bien, creo que sobre todo nos
concentramos en un ejercicio de retroalimentación, pues
poníamos a discusión nuestros textos de una manera diáfana.
Proponíamos nuevas maneras, dentro de la experiencia de
grupo, de encarar el tratamiento estético de los objetos que
poetizábamos. Nunca dejamos de ser un continuo taller
experimental de poesía, como lo demuestra el ajuste del
lenguaje poético grupal del primer libro al segundo, del
lenguaje como expresión de lo sagrado y lo mágico, al
lenguaje donde lo mundano y lo sagrado interactúan,
146
reconstruyendo, el eterno ascenso y caída del hombre desde
los tiempos bíblicos o desde El Paraíso Perdido de Milton.
Ahora bien, ¿en qué sentido fuimos un antigrupo como nos
denominó Lucho Chueca? Creo que hay dos comentarios que
ante el público definieron lo que era el GI, pero que, si mal
no recuerdo, nosotros nunca confirmamos o negamos con
nuestras propias palabras. Me refiero, por un lado, a la frase
de Rocío Silva Santisteban (RSS en adelante) en el prólogo
al primer libro: “La poesía conversacional ha muerto” y, por
otro, al apelativo de “antigrupo” lanzado por Chueca. El
comentario de RSS causó mucho revuelo y discusión: ¿cómo
un grupo de poesía a fines de los noventa podía matar a la
consagrada y canónica poesía conversacional? Pues lo
hicimos sin lugar a dudas, pero sólo RSS, una crítica muy
avanzada a su época, se dio realmente de los efectos de la
propuesta del grupo para la poesía conversacional peruana.
Muchos se horrorizaron y nos declararon su odio y envidia,
lo que también se veía venir, por la cobertura que los medios
de comunicación nos dieron. A mi parecer, así como la
afirmación de Nietszche: “Dios ha muerto” no estaba
matando a dios, la afirmación de RSS no sólo estaba matando
a la poesía conversacional, sino que estaba haciendo hincapié
en que ésta había caído en una permanente repetición como
propuesta estética y que la propuesta del GI estaba abriendo
un camino nuevo que llevaba a cuestionar el desgaste del
147
coloquialismo y que lo invitaba a reinventarse o a fenecer en
el intento. Por otro lado, para hablar del GI como antigrupo,
pienso que si asociamos a la idea de grupo la construcción de
un liderazgo sobre el que giran los demás integrantes, una
posición ideológica, un llamado a la acción política, entonces
se podría afirmar que el GI era un antigrupo usando el prefijo
“anti” como Deleuze lo hizo para su Antiedipo, es decir,
buscar una alianza rizomática y negar un liderazgo central,
más bien la creación de un nuevo tipo de hermandad poética.
Pero sigo pensando que éramos un grupo de poesía,
simplemente, con sus propias peculiaridades, como la
conciencia plena de que el grupo se construye a partir de la
interacción con el público, y quiere salir del texto para
convertirse en experiencia ritual, en magia. Por esto, el GI
proponía una revolución lúdica, estética, a partir de la cual
creó sus propios seguidores, un público fiel que nos
acompañaba en todos los recitales y eso es algo que se lo
ganó por las virtudes de su propuesta poética y
performatividad. No puedo negar que extraño esa época, esa
vida dedicada de lleno a vivir de poesía, a respirar poesía,
una vida llena de carencias, pero rica en espíritu. Y aquí
quería expandirme un poco sobre la importancia de la
performatividad del grupo, habíamos percibido que nuestros
coetáneos poéticos generacionales se contentaban con leer en
un estrado sus textos, es decir, no salir de la autoridad del
148
texto escrito y a veces incluso acompañados por la bandera
nacional o la del Vaticano, como era el caso en la Católica.
Inmanencia también era un grupo de investigadores poéticos,
tal vez un poco como los detectives salvajes de Bolaño, en
esas investigaciones nos dimos cuenta que debíamos hacer
algo diferente, es por eso que incursionamos en la
performance del recital-ritual no siendo ninguno de los
cuatro, tal vez Florentino, expertos en actuar. Recuerdo muy
bien el mejor performance poético en una casa cerca del mar
de Miraflores, los cuatro ocupando diferentes espacios de una
casona y el público visitando cada cuarto donde los
diferentes elementos de la materialidad del mundo se
exhibían en conjunto con el lenguaje poético: agua, fuego,
aire y tierra hermanados en cuerpo y texto. De allí también
que nos interesaba incendiar nuestro trabajo, y una vez en un
depto de San Borja nos dimos cuenta que nuestro libro era
más que un texto, era un cuerpo que ardía y aullaba para
arrasarlo todo a su paso, incluso a nosotros mismos.

Inmanencia y los medios

Carlos Villacorta: Hasta cierto punto, la masiva atención de


los medios fue beneficiosa. El problema radica en esa
sobreexposición a la que muchas veces nos vimos sujetos.
Hay que añadir que en un país como el nuestro, esta simple
149
aparición en revistas y diarios implica desvirtuar el discurso
de quien habla. Efectivamente, ese es un problema en la
actual sociedad contemporánea que ha aprendido a
neutralizar cualquier discurso sea este válido o no. En
nuestro país, el poeta debe mantener su silencio pues él nada
puede opinar sobre su misma sociedad. Valdría la pena
preguntar a otros poetas acerca de la aparición del GI.
Finalmente, la cobertura de los medios no estableció ningún
diálogo entre el grupo y otros poetas de nuestra generación
por encontrarse todos en el mismo saco del “poeta joven que
aún está por decir algo”.

Chrystian Zegarra: El GI captó el interés de los medios de


forma categórica y hasta abrumadora. Sendos reportajes y
entrevistas aparecieron en los principales medios de prensa
escritos, y hasta televisivos, del país. Sin embargo, esto
apenas benefició la acogida del público a la propuesta
estética del grupo. Al contrario, la audiencia vio en esta
cobertura un afán de protagonismo desligado de cualquier
compromiso serio con la poesía. Parece ser que se confundió
lo que se percibía como publicidad gratuita y oportunista con
una voluntad por expresar abiertamente -sin amedrentarse-
ideas y convicciones. Se puede ver también -por parte de los
receptores- una suerte de autoprotección, en forma de
mecanismo de defensa, ante el hecho de reconocer errores y
150
aceptar cuestionamientos. La incomodidad ante la apelación
y el pedido a cuestionar los valores sobre los que se asienta
un mundo en crisis fue el telón de fondo detrás del silencio.
En síntesis, la respuesta a estas intervenciones en la prensa
fue el “mayor vacío”. Por otro lado, poniendo las cosas en
perspectiva, esas entrevistas en periódicos y revistas
constatan que el grupo siempre intentó visualizar su óptica
específica sobre la literatura y definir claramente, en la
mayor parte de ocasiones, un programa poético.

Enrique Bernales: El GI siempre tuvo una cobertura de


prensa importante, ningún grupo de poesía peruana generó
tanta expectación en los medios como nuestro grupo, eso
también fue sinónimo de envidias y resentimientos, lo cual es
lógico y con lo que todo artista debe saber vivir, porque así
es el medio. La prensa tuvo un efecto beneficioso porque
nuevamente la poesía en el Perú recobraba su rol
protagónico. El GI cuestionaba la imagen del poeta alejado
de los medios, recluido en su oficio, el poeta también quería
verse en imagen y en texto. Sin embargo creo que no
supimos aprovechar los medios al máximo, pudimos hacer
más cosas, hacer una verdadera revolución artística, pero, en
el fondo, éramos también tímidos. No éramos Dadá,
quemábamos libros pero no lo hacíamos en las plazas
públicas, lo hacíamos en la intimidad del cuarto.
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Balance y despedida

Chrystian Zegarra: El GI aportó al proceso de la poesía


peruana actual el hecho de repensar la forma de creación del
discurso literario. Si hacia fines de los 90s la experiencia
grupal estaba desgastada y, más aún, desacreditada; la
irrupción del GI apela a la necesidad por replantear este
esquema. El agruparse en un conjunto que comparte intereses
literarios y culturales puede convertirse en una vivencia
valiosa si el objetivo de la misma es el de compartir y debatir
puntos de vista y aproximaciones sobre las múltiples
manifestaciones del espíritu. Así, la dinámica del grupo
poético, más que suplantar las personalidades creativas
individuales que lo conforman, da pie a la meditación y el
ejercicio crítico entre sus integrantes. Más que un estado
permanente, constituye una etapa inicial de conocimiento de
las propias -y ajenas- potencias artísticas. En una palabra, la
pertenencia a un grupo no debe anular la irrestricta
individualidad de cada poeta. La proliferación, a partir de la
ruptura del GI en el año 2000, de colectivos poéticos en Lima
debe llamar la atención sobre la pertinencia, para los poetas
que están en camino de consolidar una voz en el panorama
literario, de la vivencia grupal para el desarrollo de una
propia posición como intelectuales y escritores.
152
Carlos Villacorta: Es difícil hablar de aportes en la poesía.
Sin embargo, creo que fue claro el remezón poético que se
dio al ambiente literario de la época. Si la poesía
conversacional había muerto, como afirmaba Rocío Silva
Santisteban, en la presentación del primer libro, ésta regresó
poco tiempo después buscando reformularse. La aparición de
nuevos grupos en los siguientes años (Cieno, Sociedad
Elefante, etc.) aunque no se deba necesariamente al influjo
del GI, me parece que no puede ser explicada sin el quiebre
que se produce con la aparición de nuestro primer libro. En
todo caso, la búsqueda de nuevas formas y nuevas
propuestas, si es que se deben a nosotros, son aplaudidas. En
cierta medida, la poesía que se escribe actualmente es una
poesía hija de la década anterior. Actualmente se
experimenta bastante, se busca nuevas formas aunque el
fondo sea el mismo. Diría yo que se ha caído en cierta
democratización de la poesía que está aún nutriéndose de
todos sus referentes. Este proceso lo abren los noventas con
la diversidad de propuestas que dio a los lectores. Sin
embargo, creo yo que la maduración de aquellos jóvenes (los
de los noventas) dará su fruto en esta década mientras que la
de los más nuevos hacia finales de la misma.

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Enrique Bernales: El balance del GI, después de su
disolución, fue positivo. Una entrada en escena espectacular
con mucha expectativa por parte de la gente y de los medios
periodísticos. Dos años maravillosos e inolvidables, recitales
por todo Lima, desde la Noche hasta el Averno, pasando por
diferentes universidades. Un viaje a un festival de poesía en
Ciudad de México en el 2000, un público que nos acompañó
hasta el final, un par de libros que resumen el ascenso y caída
del hombre, una propuesta que fue una cachetada al
coloquialismo y al conversacionalismo para que reaccionara
y se reinventara, una propuesta sin precedentes en la
tradición poética peruana que combinaba texto y
performance, en fin, para mí, el mejor grupo de poesía
peruana de la década. Lo negativo, en mi opinión, fue el
final, quisimos matar el grupo en silencio, sin discutir, sin
agarrarnos a trompadas, sin furia, fríamente, con indiferencia,
y creo que eso es lo que más me duele, que el GI no murió
bien y es por eso que queramos o no, al menos yo, sigo y
seguiré arrastrando su cuerpo hasta que muera, porque ese
cadáver sigue clamando por venganza. Por otro lado, casi al
culminar la segunda década del siglo XXI, se piensa que la
obra se reduce al texto leído, los tiempos han cambiado,
ahora se necesita de una experiencia interdisciplinaria entre
las diferentes artes y discursos artísticos para completar la
obra, la obra poética necesita del diálogo con la imagen, con
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la fotografía, con el rito, en fin, y desde que el GI se disolvió,
no ha habido ninguna propuesta seria de poesía en el Perú
que combine texto y performance pero lo peor de todo es que
la institución literaria peruana, conservadora por
antonomasia, sigue consagrando el mimetismo rancio de
tradiciones trasnochadas. Sin embargo, los trabajos de los
poetas que se iniciaron en la década de los noventa, como
Ildefonso o Guerrero, están dando sus mejores frutos en este
nuevo siglo y creando su propia tradición, creo que eso es lo
más rescatable de la poesía peruana de los últimos años.

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