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UNIVERSIDAD CENTRAL DE

VENEZUELA

FACULTAD DE HUMANIDADES Y
EDUCACIÓN

ESCUELA DE ARTES

ARTES PLÁSTICAS

La influencia romana en la arquitectura paleocristiana

Autor: Umberto Salvatore


Habiéndose desarrollado durante los años en el que el imperio romano seguía

dominando gran parte del mundo, el arte paleocristiano, necesariamente, sufrió la

influencia directa de la cultura artística latina .De hecho, muchas de las

construcciones romanas fueron heredadas por los mismos cristianos y adaptadas,

posteriormente, en función del nuevo culto. Las primeras arquitecturas

paleocristianas y de carácter netamente religioso fueron las llamadas Domus

Ecclesiaes, edificios privados donde se reunían los creyentes y se organizaban los

actos rituales. El modelo arquitectónico era muy similar a la de las Domus

romanas, las viviendas pertenecientes a las familias patricias, pero acondicionado

para satisfacer las necesidades del culto. Estas Domus Ecclesiaes poseían tanto

baptisterios como espacios para la realización de las eucaristías. Es decir, la

estructura de las primeras “iglesias” cristianas fue casi idéntica a la de las

mundanas casas romanas; el hogar de Dios, durante los siglos II y III d. C., en

nada se diferenciaba del hogar de los carnales seres humanos.

Después del edicto constantiniano de Milán en el 313 d.C., el cual proclamó la

libertad de culto en todos los territorios del Imperio, y especialmente después del

edicto de Tesalónica en el 380 d.C, donde Tedosio nombró la religión cristiana

como religión oficial, el cristianismo pasó de ser un pequeño movimiento espiritual

a una masiva doctrina religiosa con millones de seguidores. Fue por ese motivo

que la cristiandad buscó nuevos aposentos donde profesar y practicar su

renovada fe. De los Domus Eclessiae se pasó a otra tipo de construcción, también

típicamente latina, que fue la basílica. Durante el periodo imperial romano las

basílicas eran utilizadas con fines laicos, para reuniones públicas y

administrativas. Fue durante la época paleocristiana que tales arquitecturas fueron

adaptadas para recibir a miles de creyentes, adquiriendo así una nueva función

místico-religiosa. Las basílicas más antiguas fueron las pertenecientes a la época

constantiniana como por ejemplo la basílica Lateranense, la de San Pedro


Extramuros o la de San Pablo Extramuros, hoy en día inexistentes o totalmente

reconstruidas. Las dos últimas, las de San Pedro y San Pablo, fueron las más

importantes del período paleocristiano. Ambas basílicas poseían una planta en

forma de T y la diferencia con las antiguas basílicas romanas radicaba en el hecho

de que las edificaciones cristianas presentaban un gran atrio, rodeado de galerías

con columnatas, a los pies de la nave. En el caso de la de San Pedro la entrada se

producía a través de un imponente propilono o puerta colosal, elemento que

engrandecía, a los ojos de los devotos, la monumentalidad de la estructura. Las

basílicas fueron construidas tanto en la parte occidental como en la parte oriental

del imperio. Una de las más relevantes a nivel arquitectónico y espiritual fue la del

Santo Sepulcro, llamada así porque fue construida justo en el lugar donde, según

los Evangelios, se produjo la Crucifixión y Resurrección de Jesús. El Santo

Sepulcro, a diferencia de las anteriores basílicas mencionadas, no poseía una

planta en forma de T sino una planta distribuida en tres sectores diferentes, cada

uno de los cuales considerado lugar santo: la primera parte del complejo incluía la

entrada y la nave central; la segunda parte estaba constituida por un atrio cerrado

y con una serie de columnas construidas entorno a la que se consideraba una de

las roca del Calvario; y la ultima parte de la basílica presentaba una construcción

circular y redonda (Anástasis) que contenían los restos de la gruta de Elena y

Macario I de Jerusalén, dos de los involucrados en el descubrimiento de las

reliquias de la Santa Cruz. Estas basílicas, no obstante, tuvieron algo en común:

todas presentaban, en su interior, un martiryum o cella memoriale - un sepulcro

que acoge, normalmente, personajes emblemáticos y decisivos de la historia

cristiana como santos, papas o reyes-. Este tipo de construcciones fúnebres,

derivantes de los mausoleos imperiales romanos, podían ser circulares o

poligonales y estar estructurados en base a una disposición central o en forma

cruz griega. Los modelos originales de la mayor parte de las basílicas


paleocristianas anteriormente mencionadas y también de otras no incluidas como

la de Santa Sabina o la de Sant'Apollinare se caracterizaron todas por exteriores

sencillos y discretos e interiores, en cambio, ricamente decorados con mosaicos,

ventanales y mármoles radiantes. Que el “cuerpo” de las basílicas y sus formas

superficiales carecieran de importancia y fueran sus espacios internos, sus

“almas”, lo verdaderamente valioso y trascendental nos revela que hasta punto

podía llegar el simbolismo cristiano. Pero esta dualidad conceptual ayudó también

a acentuar el misticismo de las basílicas ya que eran vistas por los primeros fieles,

una vez adentro, como el Paraíso en la Tierra, como la materialización del Cielo

eterno en el Mundo finito.

Es importante, sin embargo, subrayar el hecho que no todo el arte paleocristiano

fue de herencia latina . Los cristianos, evidentemente, poseían concepciones y

visiones del mundo totalmente distintas, ideas que, en consecuencia, se verían

reflejadas en la mayoría de sus obras. La vida romana se centraba en la

consecución de las comodidades y placeres temporales; ejemplo de ello fueron las

termas, capaces de satisfacer las necesidades del cuerpo, las bibliotecas, que

alimentaban la mente de los ciudadanos, los fastuosos jardines, que deleitaban la

vista de todo aquel que los veía. El sentido del aquí y ahora romano fue

paulatinamente sustituido por el trascendentalismo cristiano, por esa profunda

preocupación por la existencia supra terrenal que debía ser conquistada en vida

por el hombre mismo. El reflejo más antiguo y claro de esas percepciones fueron

las catacumbas. Las inmensas necrópolis construidas por los fieles durante los

siglos I, II, III fueron fundamentales para el desarrollo y difusión del culto. Cientos

de miles de cristianos tuvieron que ser velados y enterrados en las catacumbas,

las cuales no eran solamente fríos y áridos sepulcros sino aéreas cementeriales

plagadas de pinturas, decoraciones y símbolos relacionados con la fe cristiana.

Pavos reales, pastores, corderos, cruces; todas imágenes típicas de la iconografía


religiosa y presentes en las paredes de los sepulcros subterráneos cristianos.

Se puede decir, en conclusión, que fue gracias al fenómeno paleocristiano y a la

cristianización del Imperio Romano que comenzó, verdaderamente, a afirmarse en

toda Europa el arte religioso. Tanto la arquitectura, como la escultura y la pintura,

a partir de ese momento, fueron exclusivamente utilizadas para satisfacer las

exigencias cada vez más grandes de la Iglesia. Y tal panorama fue el que

predominó en el universo artístico por más de 13 siglos convirtiendo al cristianismo

y sus tradiciones en los mayores productores de arte de toda la historia.

Fuentes:

Pierluigi del Vecchi, I tempi dell´arte, Milán, 1998

Leland Roth, Entender la arquitectura, Barcelona, 1999

Ernst Gombrich, Historia del arte, Madrid, 2008

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