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1. INTRODUCCIÓN.
9 BIBLIOGRAFÍA
1 INTRODUCCIÓN
El siglo XIX se abre con una crisis del colonialismo, pero se cierra con el triunfo del
imperialismo colonial, que a partir de alrededor de 1875 conduce el reparto del mundo entre
las potencias europeas, a las que se añaden tardíamente los Estados Unidos y Japón, a la
agravación de las tensiones internacionales y, finalmente, a la primera guerra mundial. A
finales del siglo XIX muchas cosas habían hecho cambiar el mundo hasta entonces conocido. La
economía industrial avanzaba por toda Europa alterando la sociedad, la política y los modos de
vida de los países. En definitiva el capitalismo avanzaba con su hambre de mercados y de
nuevos espacios de inversión. A la etapa inicial del liberalismo librecambista, le siguió otra
etapa -una vez que la mayoría de los países hubieron alcanzado un grado suficiente de
industrialización y capacidad productiva- de fuerte proteccionismo de los mercados interiores
frente a los productos exteriores. El liberalismo económico en su estado puro, quedaba
totalmente en entredicho.
En 1882, el político francés Jules Ferry, uno de los impulsores en su país de la expansión
imperialista, afirmaba lo siguiente: «La cuestión colonial es para países como el nuestro,
dedicados a gran exportación por la naturaleza misma de su industria. Allí donde se tenga
predominio político, se tendrá también predominio de los productos, predominio económico».
Las anteriores palabras inciden en la raíz misma del imperialismo, de motivación netamente
económica. Como es lógico, en la gestación imperialista inciden factores de muy diversa índole
(ideológicos, políticos, etc.) que analizamos en su momento. El problema es discernir cuáles
son y cómo intervienen. La autonomía concedida a uno u otro factor ha dado lugar a las
diferentes posturas ante el fenómeno imperialista.
Así, por un lado, se nos ofrecen las tesis de los economistas Schumpeter, Langer, Winslow o
Raymond Aron; en ellas se explica el imperialismo apelando a motivaciones como la tendencia
natural del hombre al dominio, la preponderancia de lo diplomático, razones estratégicas, etc.
Todas ellas adolecen de un grave fallo: olvidar el papel determinante de las relaciones
económicas en el acontecer histórico. Por ello, se nos revelan más fecundas las explicaciones
económicas del imperialismo. Todas ellas hacen hincapié en la expansión capitalista conforme
a leyes de desarrollo internas. El germen de estas tesis aparece ya en los clásicos de la
economía como Smith y Ricardo, que al igual que la elaboración de Marx, adoptan un punto de
vista incidente en la fase colonialista.
En el último tercio del siglo XIX el capitalismo modificó sus leyes de funcionamiento con la
crisis del sistema de libre concurrencia y la evolución hacia la tendencia monopolista, que .será
la base del imperialismo. En esta dirección se inscriben ya los estudios de Conant o el
famosísimo del inglés Hobson (1902), que ven la expansión imperialista impulsada por la
necesidad de invertir capitales excedentes. Pero será el pensamiento económico marxista el
que defina el fenómeno de modo más correcto. Hilferding, integrado en la corriente
revisionista, escribe El capital financiero (1910) donde da contenido teórico al proceso de
formación de grandes concentraciones empresariales capitalistas, cuya competencia daría
lugar a las crisis que degenerarán en la guerra mundial. Rosa Luxemburgo apunta en La
acumulación de capital (1913) la necesidad de consumir los excedentes de producción para
evitar el desmoronamiento del sistema en mercados interiores o foráneos; por otra parte, el
capitalismo, para su desarrollo, requiere la progresiva absorción de sectores aun no
capitalistas, del mismo país o de fuera. Bujarin en La economía mundial y el imperialismo
(1915) analiza la concentración de capital en el sistema capitalista como base para considerar
las relaciones entre países con estructura económica no semejante y que, por tanto, tienen
carácter de dependencia/dominio. La explicación más completa fue formulada por Lenin en El
imperialismo fase superior del capitalismo (1916) donde se resumen en cinco puntos las notas
que caracterizan la etapa: «1. La concentración de la producción y el capital se han
desarrollado hasta un grado tal, que ha creado monopolios que desempeñan papel decisivo en
la vida económica. 2. La fusión del capital bancario con el capital industrial, y la creación, sobre
la base de este capital financiero, de una oligarquía financiera. 3. La exportación de capitales, a
diferencia de la exportación de mercancías, adquiere excepcional importancia. 4. La formación
de asociaciones capitalistas monopolistas que se reparten el mundo. 5. Ha culminado el
reparto territorial de todo el mundo entre las mayores potencias capitalistas.»
Hacia 1873 se produce un cambio del trend (tendencia general de la economía) a causa de la
crisis de superproducción iniciada ese año. La mutación provoca un triple efecto: primero, la
necesidad de buscar nuevos mercados para dar salida al excedente productivo; en segundo
lugar, fuerza a adoptar medidas proteccionistas de las economías nacionales (como ejemplos
se pueden citar la tarifa francesa de 1892, el arancel español del mismo año o las decisiones
alemanas a ese respecto en 1885, 1887 y 1891); finalmente, la caída de precios en especial
agrícolas que la crisis supuso, provoca una tendencia migratoria que buscará en ultramar su
punto de destino. También resultan de capital importancia para al proceso imperialista las
transformaciones del sistema crediticio de 1852-64, en que se fundan sociedades tan
prestigiosas como el Crédit Lyonnais o la Banque de París et des Pays-Bas; las inversiones se
dirigen fundamentalmente a los países subdesarrollados (España, Italia, Imperio otomano); en
algunos casos, los acreedores quisieron controlar y asegurar sus préstamos, lo que prefigura
una tendencia pre-imperialista por cuanto ello representaba injerencia en los asuntos de los
países en que se invirtió. Las inversiones inglesas en el exterior pasan del 38,8 por 100 en
1870, al 52,4 por 100 en 1890 y el 60,2 por 100 en 1913. Globalmente, en 1914 las inversiones
exteriores del Reino Unido suponían 100.000 millones de francos, las francesas 45.000, las de
Alemania 30.000, las de Estados Unidos 18.000 y las belgas 10.000. Estos capitales eran de
procedencia pública y privada. Las rentas obtenidas de esas inversiones llegaron a alcanzar el
10 por 100 de la Renta nacional inglesa y el 4 por 100 en el caso francés. La interacción
economía-política resulta difícil de desentrañar; a veces, la política colonial buscaba
claramente el dominio de un mercado o la consecución de determinada materia prima; otras,
una línea de reivindicación económica encubre un juego diplomático.
Europa aumentó entre 1815 y 1870 de 190 a 300 millones, y alcanzó los 450 en 1914 (27 por
100 del total mundial). Normalmente, el mecanismo que actúa es el de aumento demográfico-
superpoblación-emigración-colonización, aunque esta simplicidad aparente resulte
sumamente compleja en la realidad. En total, 40 millones de europeos emigraron en el
período que nos ocupa, con cifras récord en 1887 y 1907 (1.400.000). En África, la población de
origen europeo pasó de 135.000 personas en 1825 a 4.000.000 en 1935.
La labor misionera llevada a cabo por protestantes y católicos fue un factor colonizador
primordial. Las sociedades y congregaciones planificaron su tarea de acuerdo con la población
indígena y sus características, las rutas existentes, etc. Contribuyeron en gran medida al
conocimiento de los países en que actuaron, mediante el suministro de datos antropológicos,
lenguas autóctonas, etc. Sus relaciones con los gobiernos o agentes de colonización fueron
muy estrechas (caso de los Padres Blancos en el Congo o los franciscanos en Marruecos». Las
misiones protestantes fueron fundamentalmente inglesas (aunque las hubo presbiterianas,
suizas, francesas y suecas) y estuvieron a cargo de sociedades como la Foreing Bible Society,
que actuó en la India, y la Church Missionary Society que desplegó su tarea en África. Los
católicos ven resurgir la actividad misional con Gregorio XVI, bajo la coordinación de la
Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe: casi todas las órdenes tuvieron
representantes en las misiones, especialmente los Jesuítas y Padres Blancos.
Las ideas filantrópicas pretendieron evitar abusos en las colonias y, sobre todo, incidir en la
abolición de la esclavitud a través de las sociedades antiesclavistas: en 1890 se celebró en
Bruselas una conferencia internacional a tal fin; de todas las entidades merece recordarse la
British and Foreing Antislavery Society.
El gusto por la evasión constituyó otro indudable resorte ideológico, favorable a las empresas
coloniales; en ese sentido, la literatura de viajes (Loti), de aventuras (el popular Salgan, Kipling)
y las revistas ilustradas (Voyages illustrés, Gazette géographique) contribuyeron a tal fin.
En este capítulo merecen destacarse las sociedades geográficas y las coloniales. Las primeras
desarrollaron intensa labor a través de publicaciones, actos y congresos, bajo la idea de la
geografía «como filosofía de la tierra”, principio que supone la utilización ideológica de la
entonces poco desarrollada ciencia geográfica. Destacaron la Societé de Géographie de París,
las sociedades geográficas de Bruselas, Amberes, Berlín, Madrid (luego Sociedad de Geografía
Colonial y Comercial) y algunas entidades de mucho prestigio como el Instituto Justhus
Perthes, cuya labor cartográfica fue y es de indudable mérito. Las sociedades coloniales
agruparon a gentes relacionadas con la economía, la política o el mundo intelectual, con el fin
de promocionar tareas implicadas con el fenómeno colonialista. Fueron frecuentes en Francia
(Comité del’Afrique francaise, Unión Coloniale francaise): en Alemania, donde contaron con
gran número de miembros (Deutsch Kolonial Gesellchaft), tuvo representación en España a
través de la Sociedad Española de Africanistas y colonistas (1882). Al margen de estas
entidades, hemos de citar la función desarrollada por ciertos grupos informales constituidos a
nivel parlamentario o debido a intereses económicos: por ejemplo, los sederos lioneses
presionaron para la empresa colonial en Extremo Oriente y los fabricantes de tejidos de
Manchester fomentaron el plan de influencia británica en Egipto, zona productora de algodón.
Una vez constituida una colonia, solía convertirse en plataforma de expansión colonial .hacia
zonas cercanas; en bastantes ocasiones estos proyectos obedecían a iniciativas individuales no
siempre bien planificadas, cuando no extralimitándose de la misión encomendada y situando a
la metrópoli ante hechos consumados (caso de Cecil Rhodes en el África austral).
5. SISTEMÁTICA CRONOLÓGICA Y GEOPOLÍTICA DE LA EXPANSIÓN.
La oleada expansionista se extendió a lo largo de todo el siglo XIX; en unas ocasiones se trató
de acciones que culminaban en ocupación efectiva, otras tenían como fin obtener ventajas
comerciales o la mera presión política, pero hasta 1880 no se inicia la gran eclosión expansiva
del imperialismo.
Hasta 1880, sin duda, son Francia e Inglaterra las potencias que mantienen pugna más dura
por el dominio colonial; ambas estarán presentes en acciones directa o indirectamente
coloniales (guerra de Crimea, convención de los Estrechos, Oriente Medio, con dominio anglo-
francés en Egipto, luego sólo inglés). Inglaterra desplegará su labor expansiva por la guerra
anglo-nepalí (1814-16), ocupación de Nueva Zelanda (1814), Rangún (1824), Assam (1827),
Aden (1839), guerra del opio contra China (1840-42), Hong-Kong (1842), Natal (1843), primera
guerra boer (1848) y Birmania (1862). Francia intenta la penetración en Indochina entre 1817-
21, ocupa Fiji y Tombuctu (1827), Argelia (1830), Nueva Caledonia (1853), Cochinchina (1861) y
realiza la descabellada intervención en México para apoyar a Maximiliano, emperador del país
azteca, encubridora, en realidad, de otros intereses. Holanda completa sus antiguas
posesiones de Insulindia con parte de Nueva Guinea. Finalmente, Estados Unidos se extiende a
costa de México (1848) y fuerza la apertura del Japón a los barcos occidentales.
1.° La cuenca mediterránea adquiere relevancia inusitada a raíz de la construcción del canal de
Suez, por su significación geopolítica. Dos posesiones nominales, que no efectivas, del arcaico
imperio turco atraen el interés: Egipto y Tunicia. En ambos países se habían efectuado
cuantiosas inversiones; pero, sobre todo, constituían puntos clave de posible penetración al
interior del continente. Francia ideaba un proyecto magrebí que se completaría con el dominio
de Marruecos y la unión de sus colonias del norte y el oeste africano; en Tunicia tuvo libres las
manos por la ausencia, tras el Congreso de Berlín, de Inglaterra que obtuvo Chipre. En cambio,
las apetencias francesas sobre Marruecos tropezaron con la oposición inglesa, italiana y
española. Tras esta contrariedad, en la década de los setenta, se iniciaron expediciones de
reconocimiento en el interior y, más adelante, surgió el proyecto de ferrocarril transahariano y
del mar interior en Tunicia. Inglaterra logró el propósito de afianzar su presencia en Egipto
comprando al jedive sus acciones del canal de Suez y estableciendo un condominio con Francia
que, desde 1882, fue sólo inglés. Era el primer paso en pos de la soñada línea El Cairo-El Cabo:
en cambio, fracasó el intento de ocupar una isla del Egeo. Hacia 1887 Inglaterra estima que la
situación del Mediterráneo era la adecuada y logra el acuerdo de las potencias para mantener
el statu quo, y las tendencias coloniales se dirigieron al África Negra. Después de 1900, el
Mediterráneo volvió a ser objeto de interés con la decisión alemana de introducirse en
Marruecos. Inglaterra tenía asegurado el occidente del Mare Nostrum y no veía con buenos
ojos la presencia germana en el otro extremo; de ahí su apoyo a Francia en las crisis
marroquíes, que tanto influyeron en la gestación de la primera guerra mundial, siempre que
Gibraltar y la situación aduanera de Marruecos no experimentaran alteración. La conferencia
de Algeciras (1906) daría paso al protectorado franco-español en Marruecos.
2.° El África negra presencia la masiva concurrencia europea a partir del asunto congoleño.
Este territorio centroafricano lo pretendía el rey Leopoldo II; el monarca belga envió al
explorador Stanley para conocer posibles vías de penetración y, bajo sus auspicios, se celebró
la Conferencia Geográfica de Bruselas y se constituyó el Comité de Estudios del Alto Congo,
más tarde Asociación Internacional del Congo, cuyo fin era la constitución de un Estado libre,
bien visto por las potencias. El conflicto llegó cuando Francia se situó en la orilla derecha del
río Congo y la oposición anglo-belga fue una realidad. Alemania, por su parte, intentaba
incorporarse a la carrera por los territorios centro africanos, acuciada por presiones de grupos
económicos más que por propósitos decididos de Bismarck. Ante la compleja situación, el
canciller alemán propició la celebración de la Conferencia de Berlín (1884-85) que reconoció la
zona de influencia de la Asociación Internacional del Congo para Bélgica, libertad de comercio
en el área, navegación libre en el Congo y el Níger, el fin de la trata de esclavos y la posibilidad
de asentamiento para las misiones. A partir de la reunión berlinesa, el interés por el centro del
continente fue en aumento; las zonas de influencia quedaron fijadas y una serie de acuerdos
bilaterales, a partir de 1886, completaron el reparto africano. Alemania quedó con Togo, parte
de Camerún, África del SW y el África Oriental Alemana. Inglaterra alcanzó Nigeria, Sudán,
Uganda, Rhodesia y Bechuanalandia. Francia Níger, Dahomey, Costa de Marfil, Guinea y
Madagascar. Portugal confirmó sus derechos sobre Angola y Mozambique e Italia se vio
recompensada con Eritrea y Somalia. 1898 fue un año crítico en el panorama colonial africano
y general. Italia veía cortadas sus aspiraciones con la derrota de Adua, Francia e Inglaterra
estuvieron a punto de enzarzarse en un conflicto, a causa del incidente ocurrido en Fashoda a
dos patrullas coloniales y, fuera de África, España perdía los restos de su imperio. Estos hechos
constituían el primer aviso sobre las fallas del sistema, como se mostraría en adelante; de ahí
que ese año haya sido calificado de «acontecimiento internacional» por el profesor Pabón.
Pero esto era algo inapreciable para los hombres del momento, ebrios del apogeo imperialista;
salvo Etiopía y Liberia, todo el continente estaba en manos europeas.
3.° Extremo Oriente se convierte en zona de interés desde la apertura del canal de Suez, en
especial para Inglaterra, que busca a toda costa la protección de la India, centro neurálgico de
su imperio, por los cuatro puntos cardinales; y, junto a ello, gozar de las ventajas del
librecambio. Francia estableció bajo el ministerio Ferry el protectorado de Annam y Tonkín; la
presencia francesa acarreó de inmediato los problemas con Inglaterra, asentada en Birmania;
los acuerdos dejaron a Francia con Annam, Tonkín, Cochinchina, Laos y Camboya; a Inglaterra,
con Birmania y Malasia, y entre las posesiones de ambos Siam, como estado-lampón.
Inglaterra, por su parte, neutralizó el posible peligro que para su colonia hindú podía venir de
Rusia por el norte, estableciendo el protectorado de Afganistán. Finalmente, China acaparaba
el interés de todas las potencias; la guerra del opio (1839-42) había dejado abiertas las puertas
del comercio y de las inversiones extranjeras; la progresiva participación de los occidentales
culminó con una nueva irrupción imperialista en China, la japonesa de 1894-95; en este clima
estalló la rebelión xenófoba de los boxers, tras la cual siguieron las condiciones favorables para
la actividad económica occidental, pero no así para ocupaciones territoriales.
5.° En el área del Pacífico, una vez más, fue Alemania la que provocó un nuevo reparto
colonial. Gran Bretaña llevó a cabo la ocupación de la Nueva Guinea sudoriental, creó un
protectorado sobre las islas Cook y “manos libres” en las islas Gilbert. Francia accedió a un
protectorado sobre Raitatea, las islas Sotavento y las islas Rape. Alemania creó protectorados
en parte de Nueva Guinea y Nueva Bretaña. La organización definitiva del Pacifico se hizo
como resultado directo de la guerra entre Estados Unidos y España. Tras la guerra, EEUU se
anexionó Puerto Rico, Las Filipinas y Guam. El resto de las posesiones españolas — Las
Carolinas, Las Marianas y Las Palaos- fueron compradas a España por parte de Alemania.
Samoa fue dividida en dos como protectorados alemán y americano. Por lo demás, las
potencias se dedicaron a consolidar las esferas de influencia ya obtenidas.
Dentro de las propias colonias, las tareas rectoras correspondieron inicialmente a sociedades
similares a las holandesas o inglesas del período del capitalismo comercial; así, los asuntos en
las colonias germanas fueron administrados por la Sociedad del África Oriental Alemana, y los
italianos de Somalia por la Sociedad Vicenzo Filonardi. Sin embargo, los estados se fueron
encargando progresivamente del gobierno colonial hasta asumir por completo las funciones de
las sociedades. De este modo, la tradicional tendencia del liberalismo al mínimo de
competencias estatales, se vio rota a causa del fenómeno imperialista.
Las relaciones comerciales se rigieron por esquemas librecambistas en los imperios inglés y
holandés, y proteccionistas en las colonias francesas, alemanas, italianas y españolas. En
general, el comercio tiene dos etapas separadas de la década 1890-1900, tras la cual las
importaciones europeas disminuyen proporcionalmente y las exportaciones aumentan; así, las
colonias se convierten en mercados de consumo; el saldo comercial fue positivo para las
metrópolis, que además, se beneficiaron de las ganancias obtenidas de ciertos monopolios
detentados por la metrópoli.
7. IMPACTO DEL IMPERIALISMO DE LA COLONIZACIÓN
La incidencia más directa de la colonización tiene lugar, lógicamente, en las zonas de máximo
contacto entre elementos colonizadores y colonizados, lo que hace muy desigual el impacto
del proceso sobre las sociedades indígenas. Por lo general, las economías colonizadoras tenían
su base en explotaciones agrarias, industriales, mineras, etc., racionalizada dentro de los
esquemas capitalistas; el contraste entre los altos niveles técnicos y el carácter monetario de
ellas, respecto al atraso y el carácter de subsistencia de las indígenas, hacía coexistir dentro del
mismo sistema y proceso económico una dualidad evidente. Es lo que ocurría, por ejemplo,
con las plantaciones de caucho de Indochina o Insulindia, el cacao en la Costa de Oro o los
viñedos argelinos en relación a las estructuras agrarias tradicionales.
En el aspecto social, el desarrollo favoreció la aparición de la alta burguesía en raros casos (la
India) y, sobre todo, la burguesía media de negocios o agraria, y los grupos de profesionales y
funcionarios. Las obras de infraestructura, la industria o las explotaciones agrícolas capitalistas
originaron el proletariado y, junto a él, grupos de propietarios agrícolas medios y pequeños,
proletarizados por los malos rendimientos y bajos precios agrarios, que condujeron al
endeudamiento y pérdida de sus tierras hipotecadas; este fenómeno afectó a Marruecos,
Argelia, Kenia, Birmania, etc. La función sociopolítica del proletariado colonial está por
analizar; pronto se persiguió la sindicación, permitida inicialmente sólo a los europeos; en el
período de entreguerras se consiguió ese derecho fundamental, cuya nota más destacada fue
la tensión entre el internacionalismo obrero y las tendencias nacionalistas, cada vez más
pujantes en las diferentes colonias.
La cultura europea se difundió en las colonias por dos medios esenciales: misiones e
instituciones educativas. Las misiones religiosas constituyeron un activo agente colonizador a
todos los niveles; la enseñanza se desarrolló en sus diferentes grados; de esa práctica interesa
destacar dos notas: el carácter elitista que adquirió en muchas ocasiones, formando
intelectualmente a las oligarquías locales, y la socavación pretendida o inconsciente de la
cultura autóctona. Por lo que se refiere a las instituciones educativas públicas, afectó
primordialmente a la enseñanza primaria y secundaria y a las clases medias urbanas; en
cambio, la enseñanza superior no se extendió deliberadamente, de modo que los raros
universitarios de áreas coloniales hubieron de trasladarse a la metrópoli: en el imperio francés
sólo Argel y Hanoi dispusieron de centros superiores, en los dominios ingleses, existieron en la
India y Birmania.
El proceso de aculturación del mundo colonial pasó por varias fases: una inicial, en que los
dominados aceptaron la cultura de los dominadores a la vez que defendieron los valores
indígenas; otra de cambio y conflicto entre ambas realidades culturales; y otra tercera, de
síntesis, como resultado de la cual se produjo la definitiva aculturación por la interacción de
culturas distintas (cuando se habla de cultura en este caso hay que entenderla en sentido
amplio, agrupando normas, valores, usos, costumbres, creencias, etc.). En este proceso, la
cultura dominante de los colonizadores adoptó una postura etnocéntrica, de superioridad, y
desconocimiento de los contenidos de las culturas indígenas: las protestas no se hicieron
esperar, pero no cuajaron en la renovación de los contenidos para adaptarlos a las nuevas
realidades; este fenómeno se daría más tarde, normalmente dentro de los esquemas
nacionalistas que buscan en lo autóctono sus bases culturales específicas; ése sería el caso de
la negritud o de los nuevos movimientos musulmanes, por ejemplo.
La repercusión sobre los países colonizadores fue también importante. Además de la definitiva
mundialización de la economía, se afianzó el capitalismo financiero, se desarrollaron nuevas
fórmulas de inversión y de obtención del beneficio, se extendió la cultura y civilización
occidental, se incrementaron los conflictos entre las potencias al tiempo que se disminuyeron
la conflictividad social interna gracias a la válvula de escape que supone la emigración y la
actividad colonial, se adoptaron medidas proteccionistas e insolidarias, se desarrolló un fuerte
nacionalismo excluyente y se caminó, irreversiblemente hacia la Gran Guerra
Consideraremos los conflictos entre las potencias que coinciden con la era del Gran
Imperialismo. Este periodo se inicia en 1871 con el fin del conflicto francoprusiano y concluye
con la Primera Guerra Mundial. Sintetizaremos primeramente las relaciones internaciones y
aludiremos finalmente a los conflictos.
Paz Armada es el nombre que los historiadores dieron al periodo comprendido entre la
unificación de Alemania en 1870 y el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, debido a
que nunca antes se habían mantenido semejantes grandes ejércitos en todos los países, en
tiempos de paz. Las características de la “Paz Armada” fueron: Poderío europeo en África y
Asia; Auge del nacionalismo y política internacional del más agresiva; Ausencia de un sistema
de carácter ético que regulase el panorama internacional, en ausencia de la antigua solidaridad
monárquica,
El gran enemigo de la unificación y del poderío de Alemania fue siempre Francia, por lo cual,
todos los sistemas de alianzas del Canciller estuvieron enfocados al aislamiento de este país.
Tres fueron los fundamentales sistemas de alianzas:
Primer sistema (1872-1873): Alianza de Alemania con Rusia y Austria-Hungria. La base de esta
alianza era una solidaridad monárquica contra los brotes revolucionarios franceses. En 1874
Italia se sumaría al Tratado de los Tres Emperadores, aunque pronto habría de abandonarla
por incompatibilidad con los intereses austro-rusos.
Segundo sistema (1879-1882): Cuando le tocó elegir entre Austria-Hungría y Rusia, Alemania
escogió a la primera. Firmó un pacto secreto de alianza con Austria-Hungría en contra de Rusia
que modificó el orden de las cosas. No obstante, la subida al trono ruso del zar Alejandro III,
profundamente antiliberal, restituyó nuevamente la entente contra Francia. En 1882 se firmó
la Triple Alianza Alemania-Austria-Hungría-Italia. Este último país se unió movido por el
despecho contra Francia por su conquista de Túnez.
Tercer sistema (1887): Un nuevo conflicto en los Balcanes provocó un tercer sistema de
alianzas. Alemania actuaba en estos sistemas como mediadora y favorecedora de todo tipo de
alianzas contra Francia. Todos estos tratados no estuvieron fundamentados en cuestiones
sólidas, sino en la habilidad del canciller. Por ello solamente funcionaron mientras su influencia
estuvo vigente.
la crisis balcánica de 1875-78 con la guerra ruso-turca de 1877-78 que supone el primer éxito
político del paneslavismo y que concluye con la Paz de San Estéfano en marzo de 1878, por la
que se expansiona territorialmente los Estados balcánicos (Bulgaria) a costa de la Turquía
europea. Ante las protestas angloaustríacas por la creciente influencia rusa Bismarck el
congreso de Berlín en junio de 1878: Rumania, Servia y Montenegro obtienen la
independencia. Se produce un reajuste que equilibre la zona. Pero la estabilidad no se logra:
insurrecciones populares búlgaras, guerra búlgaro-servia en 1885, anexión búlgara de Rumelia,
tensiones con Grecia por Macedonia, guerra greco-turca en 1897, etc.
La crisis franco-alemana de 1875 ante el rearme francés y que lleva al diseño de los sistemas
bismarckianos.
Conflictos coloniales como el problema del Congo, las tensiones italofrancesas por el
Protectorado de Túnez, finalmente dirimidos en la Conferencia de Berlín (1884-85).
Con la caída de Bismarck, cayó también el precario equilibrio internacional. Las fricciones entre
los países por cuestiones continentales o coloniales eran muchas, y la astuta diplomacia del
Canciller ya no estaba ahí para hacer malabares con la política europea. Inglaterra firmó un
acuerdo con Japón, y más adelante con Francia. En 1907 también lo haría con Rusia (que había
quedado fuera de las alianzas alemanas por la errónea creencia de que la Rusia zarista jamás
se uniría a la Francia liberal, y en consecuencia, nunca sería un peligro para Alemania).
Mientras tanto, Von Bulow, ministro alemán del Exterior esgrime el derecho nacional a una
“Gran Alemania”. La “teoría del riesgo” (posible agresión inglesa) justifica su programa de
rearme naval. Antes del enfrentamiento generalizado tuvieron lugar una serie de crisis,
anunciadoras de lo que vendría:
Conflictos coloniales: crisis de Fashoda (1898), guerra angloboer (1899-1902), guerra hispano
norteamericana, guerra chino-japonesa y ruso-japonesa posterior, guerras de Abisinia (1894-
1896), guerra Ítalo-turca (1911-12), conflictos del canal de Panamá y de Suez.
Degradación paulatina de las relaciones anglo-alemanas (“teoría del riesgo” frente a la “flota
de lujo” de Churchill en Inglaterra), tensión por la construcción del ferrocarril Berlín-Bagdad,
política colonial alemana agresiva (frente a los chinos, frente a Marruecos…)
Sin embargos los conflictos más importantes del periodo tuvieron como focos principales dos
áreas bastante tensas en la época: Marruecos y los Balcanes. Cinco son las crisis previas a la
Primera Guerra Mundial es estas zonas.
Segunda crisis: austro-rusa. 1908. Tuvo lugar en los Balcanes. Austria se anexionó Bosnia-
Hezergovina por la fuerza, aprovechando la revolución de los Jóvenes Turcos en el imperio
Otomano. Este territorio pidió ayuda a Rusia, la cual, al no ser apoyada plenamente por
Francia -pues esta no quería involucrarse en una guerra en los Balcanes- no se atrevió a actuar.
Además Rusia se atasca en la cuestión de los Estrechos y deberá aguardar el momento de
castigar a Austria. Grecia por su parte se anexiona Creta.
Cuarta crisis: ocurrida en los Balcanes. 1912-13 La progresiva desintegración del Imperio
Otomano propició el nacimiento de una serie de estados nuevos en el este europeo. Todos
ellos se unieron contra los turcos (1a Liga Balcánica) para conquistar la orilla norte del mar
Egeo. Lo consiguieron en la Primera Guerra Balcánica. Pero el reparto territorial (Conferencia y
Tratado de Londres) provocó una nueva guerra entre ellos (Segunda Guerra Balcánica:
Rumania, Servia, Montenegro, Turquía y Grecia frente a Bulgaria) en las que las potencias
europeas se implicaron en su propio interés. En Agosto de 1913 se firma la Paz de Bucarest: se
restablece el equilibrio y nace Albania.
Quinta y última crisis: Se produjo en los Balcanes en el año 1914 y supuso el definitivo
detonante de la Primera Guerra Mundial. Asesinato en Sarajevo.
9 BIBLIOGRAFÍA
Jean-Louis miege: Expansión europea y descolonización. Nueva Clío. Barcelona, Labor, 1975. M.
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VIDROVITCH Y H. moniot: África negra de 1809 a nuestros días. Barcelona, Labor (col. «Nueva
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coloniale et les rivalités internationales de 1871 á 1914. París, C.D.U., 1964 y L’expansion
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Economía e Imperio. La expansión de Europa, 1830-1914. Madrid, Siglo XXI, 1977; Eric J.
hobsbawn: Industria e Imperio. Barcelona, Ariel, 1977; J. Ki-zerbo: Historia del África Negra.
Madrid, Alianza Editorial, 1980, 2 vols.
Para conocer las doctrinas y las interpretaciones sobre el imperialismo véase J. M. vidal-villa:
Teorías del Imperialismo. Barcelona, Anagrama, 1976; PH. BRAILLARD: El imperialismo. México,
F.C.E., 1981. Y para enlazar con los antecedentes: D. M. fieldhouse: Los imperios coloniales
desde el siglo XVIII. Madrid, Siglo XXI, 1984.
Para el estudio de las relaciones internacionales en el último tercio del siglo XIX disponemos de
tres obras fundamentales: P. renouvin: Historia de las relaciones internacionales. Vol. II, tomo
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