Está en la página 1de 14

Pablo Ángel Beltrán Ardila

Universidad Nacional de Colombia


Colombia III

Los Nuevos

El siglo XX fue trayendo al país diferentes transformaciones en las estructuras sociales. En


Colombia se experimentan cambios dados por la incipiente industria, la movilidad entre las
redes políticas de una nueva clase social que asciende en la esfera pública, el nacimiento de
movimientos sociales y el conflicto bipartidista son sólo algunos factores que fueron
moldeando las dinámicas sociales de Colombia con respecto a dicho siglo. El ámbito artístico
en el país ve surgir durante la primera mitad del siglo XX diversos grupos y movimientos que
expresaron en su lenguaje ciertas realidades de la época. El 6 de junio de 1925 apareció en
Bogotá la revista Los Nuevos, publicación cuyos intereses eran la política, la crítica, el arte, la
literatura y los asuntos sociales y contó sólo con cinco números. Aunque ya se habían
denominado “Los Nuevos”, al menos hacia 1920, y se dieron a conocer a través de los
artículos que publicaban en diferentes medios, el nombre de la revista fue usado por la prensa
y los círculos de escritores de la época para distinguirlos. La publicación del sábado 22 de
agosto del mismo año en que Los Nuevos se dieron a conocer oficialmente al público, el
periódico El Tiempo concedió un espacio titulado Una página de Los Nuevos en el que
figuraron Germán Arciniegas, discutiendo sobre los escollos de la reforma universitaria; un
poema de Luis Vidales, Poemas imaginistas; tres Viejos sonetos de León de Greiff; y un relato
urbano de Jorge Zalamea titulado El viaje, en donde menciona a De Greiff, a Vidales, a José
Umaña Bernal y a Medina1. De esa manera, Los Nuevos quedan en la lista de nombres de las
distintas generaciones, movimientos o grupos intelectuales que conforman la literatura y el
arte de las primeras décadas del siglo XX colombiano, entre los cuales algunos son la Gruta
Simbólica, la generación del Centenario, Los Penúltimos, Los Leopardos, Piedra y Cielo,
Cántico, Mito...

La historia intelectual y de la literatura colombiana suele ubicar a Los Nuevos entre Los
Centenaristas, la generación que perteneció a los tiempos del centenario del famoso grito de
independencia en 1810 (1909-1910), y el movimiento piedracielista, la tercera generación
literaria que surge en Colombia en el curso del siglo XX. Los primeros escritores modernistas
se expresaron y se dieron a conocer en los últimos años de mil ochocientos. Exceptuando a
José Asunción Silva, el gran precursor del modernismo en Colombia, un artículo escrito por
Baldomero Sanín Cano, publicado en 1888 (mismo año en que se publica Azul… de Rubén
Darío), en donde criticaba la poesía de Rafael Núñez, ha sido considerado por ciertos
historiadores como la primera exposición de los principios estéticos modernistas en Colombia
2
. Luego, los escritores Guillermo Valencia, José Eustasio Rivera, Eduardo Castillo, Porfirio
Barba-Jacob, Luis Carlos López y Ángel María Céspedes son considerados los principales
representantes del fresco movimiento modernista en el país, miembros centenaristas, a
quienes algunas veces se les ha ubicado en un postmodernismo hispanoamericano ocurrido
entre 1905 y 19143. Estos son algunos antecedentes literarios de Los Nuevos. Y sobre la

1
Para la rigurosidad, el archivo de esta publicación de El Tiempo del 22 de agosto de 1925 se encuentra en el
siguiente enlace:
https://news.google.com/newspapers?nid=N2osnxbUuuUC&dat=19250822&printsec=frontpage&hl=es
2
David Jiménez P. y Montserrat Ordóñez. “Poesía finisecular”. En Historia de la poesía colombiana. dir. por
María Mercedes Carranza, Bogotá: Fundación Casa de Poesía Silva, 1991, p. 163.
3
Fernando Charry Lara. “Piedra y Cielo”. Historia de la poesía. p. 335.
generación del Centenario se volverá más adelante, pues es de mayor importancia hablar de
Los Centenaristas y el modernismo por ser el inmediato antecedente literario de Los Nuevos.
Mientras que se prescinde del protagonismo del movimiento Piedra y Cielo por ir delante de
estos escritores; no representará para esta labor alguna relevancia.

De vuelta a Los Nuevos, en el caso de Colombia, el año 1925 es considerado como aquel en
que se manifiesta por vez primera la actividad de sus jóvenes escritores, cuyas edades
pendulan entre los diecinueve años que tenía Alberto Lleras Camargo y los treinta años de
León de Greiff. En el primer número de la revista Los Nuevos se lee que Felipe Lleras
Camargo actúa como el director general y su hermano Alberto como secretario de redacción.
La junta directiva estaba conformada por Rafael Maya, Germán Arciniegas, Eliseo Arango,
José Enrique Gaviria, Abel Botero, Jorge Zalamea, León de Greiff, Francisco Umaña Bernal,
José Mar, Manuel García Herreros y Luis Vidales. Desde entonces, y en adelante a esa
publicación, otros jóvenes escritores y caricaturistas se unieron a la agitación novísima. De los
nombres que aparecían en las publicaciones de Los Nuevos, sólo dos de ellos se dedicaron
exclusivamente a la poesía: León de Greiff y Rafael Maya. Algunos, como Jorge Zalamea y
Luis Vidales, si bien no abandonaron las letras poéticas, sí las mantuvieron en alternancia con
la política y el periodismo. Posteriormente se verían otras personalidades dentro de Los
Nuevos, «se sumaron noveles poetas, partidarios o no de la “nueva sensibilidad”, expresión
que quiso significar el cambio de actitud que se manifestaba en la concepción de la poesía:
José Umaña Bernal, Rafael Vasquez, German Pardo Garcia, Octavio Amórtegui, Juan Lozano
y Lozano y Alberto Angel Montoya»4. Junto con demás artistas, periodistas y ensayistas, se
irían distinguiendo Los Nuevos en su época, algunos de los cuales hoy siguen siendo
apreciados por lectores de poesía, como es el caso del reconocido León de Greiff; u otros que
se hicieron un espacio en las esferas políticas, como Alberto Lleras Camargo, Francisco
Umaña o Jorge Zalamea.

Los Nuevos en el espacio poético. Colombia y América Latina

Al hablar de Los Nuevos, surge la necesidad de tener en cuenta el contexto histórico que
promueve su aparición, marcando ideológica y estéticamente a sus miembros. Su aparición
sucede cuando la revista debutó en 1925, de modo que son los años veinte aquellos en los que
Los Nuevos se ven inmersos. De todas formas existe, antes de la segunda década de aquel
siglo, uno que otro evento tanto al interior del país como en el ámbito internacional. Aparecen
en un adormilado panorama nacional, todavía a la espera de la modernidad, en una Colombia
«muy siglo diecinueve todavía»5. La mayoría de ellos vienen con el novecientos, por lo que
algunos eventos internacionales irrumpen sus vidas siendo jóvenes. La Revolución mexicana
(1910-1917), la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la Revolución Bolchevique (1917), la
Revolución Universitaria de Córdoba (1918), fueron, entre los más notorios, acontecimientos
que estremecieron a todo el hemisferio. En cuanto a las dinámicas nacionales de aquellos
años, los presidentes de la época fueron Marco Fidel Suárez (1918-1921), Jorge Holguín
(1921-1922), Pedro Nel Ospina (1922-1926) y Miguel Abadía Méndez (1926-1930), todos
conservadores. El tratado Thomson-Urrutia, firmado el 6 de abril de 1914 y ratificado por el
4
Fernando Charry Lara. “Los Nuevos”. En Manual de literatura colombiana. II.. dir. por Germán Arciniegas.
Bogotá: Planeta, 1988, pp. 19-20.
5
Varios autores concuerdan en que la modernidad viene llegando a Colombia hacia los años veinte. En este
caso, la frase es de Jaime Mejía Duque. Momentos y opciones de la poesía en Colombia, 1890-1978. Medellín:
La Carreta, 1979. p. 53.
Congreso de los Estados Unidos en abril 1921, le significó a Colombia el recibimiento de
veinticinco millones de dólares como indemnización por la pérdida de Panamá. La llamada
“danza de los millones” fue cierta oportunidad para que el país viera crecer la industria, al
tiempo que se activaban nuevas huelgas, en el campo y la ciudad, por problemas sobre
corrupción y el alto costo de vida. Incluso en una marcha contra el gobierno del presidente
conservador Miguel Abadía Méndez, el estudiante Gonzalo Bravo Pérez fue asesinado por un
soldado el 8 de junio de 1929; dentro de las exigencias de aquella manifestación estaba el
esclarecimiento de la masacre de las bananeras, ocurrida en diciembre del año anterior. Se
veían construir carreteras y ferrocarriles, Estados Unidos se convertía en el primer comprador
de café, propiciando cierta dependencia económica, se fundaron la Contraloría General y el
Banco de la República, los caudales del conocimiento tomaban nuevos rumbos hacia las
ciencias económicas y sociales. En fin, Colombia experimentaba ciertas volteretas que
aceleraban la vida y, mientras tanto, el modernismo se encontraba en crisis. De alguna manera
existe, dentro y fuera del país, una agitación a la que Los Nuevos no parecen sentirse ajenos,
rechazando la guerra y oponiéndose a la asimilación de las transformaciones de su época.

La guerra dió paso en Europa a la formalización de distintas expresiones artísticas, llamadas


“vanguardias”, que buscaron innovar las estéticas de la razón positiva del siglo XIX. Uno de
los más importantes cronistas y miembros de Los Nuevos, Rafael Maya, escribía que en este
lado del mundo la Primera Guerra Mundial los vinculó, pero en lugar de propiciar las
vanguardias, sirvió para sufrir la pérdida de la condición del escritor, su estatus dentro de la
estratificación social del país en aquellos años. Maya insiste en que la llamada “República
Financiera” los desplazó de la esfera política. Escribía que el «tipo de colombiano erudito,
científico y letrado, quedó prácticamente fuera de la órbita oficial, excluído de los cargos
administrativos, [y que entraron] a dominar el financista y el comerciante, protagonistas de la
cultura técnica e industrial, que avanzaba sobre el humanismo»6. Dicho desplazamiento social
del intelectual que ejercía el arte de las letras ya había sido vivido por los modernistas que
provenían de una larga tradición que ubicaba a los políticos junto a la literatura, pues éstos ya
se expresaban «en contra del ensoberbecido señor burgués (el nuevo tipo de dominador
político) que había desalojado a esos poetas / gobernantes»7.

Continuando con Rafael Maya, el humanismo del siglo XIX dejó en Los Nuevos sólo un poco
de fraseología, alguna afición a la erudición y al greco-latinismo. En sus palabras: «un
humanismo fraccionario y acomodaticio, para uso de la oratoria y el periodismo, y con todos
los estigmas del ripio y del rezago»8. Los Nuevos recibieron esa herencia de un desgastado
modernismo y buscaron en él nuevos caminos a la cima de la cultura y a la universalidad.
Dejaron a un lado el encuentro con la cantidad de vanguardias e “ismos” que, entrados en un
contexto internacional, ya habían llegado a otros países de Hispanoamérica. Se recuerdan las
revistas en las que Jorge Luis Borges expuso su avanzada ultraísta en Buenos Aires: Nosotros,
Prisma, Proa y Martín Fierro, en la segunda década del siglo XX. También la polémica
revista Amauta, de José Carlos Mariátegui (1926-1930)9, en donde se intentó renovar el
arielismo. Mariano Brull estaba escribiendo una poesía esencialmente sonora, mientras

6
Rafael Maya. “Generación de Los Nuevos”. En Obra crítica, VII. Bogotá: Banco de la República, 1982, p.
206.
7
Diógenes Fajardo. “Los Nuevos”. Historia de la poesía. p. 269.
8
Rafael Maya. “Generación de Los Nuevos”. p. 207.
9
Jorge Orlando Melo. Las revistas literarias en Colombia e Hispanoamérica: una aproximación a su historia.
Recuperado de: http://www.jorgeorlandomelo.com/bajar/revistas_suplementos_literarios.pdf
publicaba, al lado de autores como Emilio Ballagas, Eugenio Florit, Jorge Mañach, Alejo
Carpentier, y Nicolás Guillén, la Revista de Avance, considerada de vanguardia en Cuba. De
1890 a 1930 es común encontrar a algunos intelectuales fuera de sus naciones, conociéndose
entre ellos a lo largo del mapa latinoamericano. La forma de comunicación era a través de las
revistas, menciones de nombres o intercambios de números. Alberto Lleras Camargo y
Baldomero Sanín Cano vivieron y escribieron en Buenos Aires, Porfirio Barba Jacob en
México, José María Vargas Vila en Cuba o España. Entre los años veinte y treinta personajes
como Alfonso Reyes Ochoa, Baldomero Sanín Cano, Jorge Mañach, Germán Arciniegas y
Pablo Neruda mantuvieron canales de comunicación relativamente amplios. De esta manera
se puede concluir que las primeras manifestaciones vanguardistas se caracterizan por su
cosmopolitismo. Los “ismos” que estaban desarrollándose en Europa se difundieron en
Hispanoamérica: el futurismo, el expresionismo, el cubismo, el dadaísmo, el surrealismo, el
imaginismo y el ultraísmo. Distintos intelectuales hispanoamericanos entraron en la onda
vanguardista y se atrevieron a formular otras estéticas de la literatura. El chileno Vicente
Huidobro tenía en sus manos alquímicas la vanguardia conocida como creacionismo. El
estridentismo salió a la luz en diciembre de 1921 en Jalapa, México, tras el lanzamiento del
manifiesto Actual Nº1 por el poeta Manuel Maples Arce. Y allí mismo se dieron a conocer los
Contemporáneos. En perú, Alberto Hidalgo ya había expresado su simplismo y César Vallejo
publicaría en 1922 Trilce, obra que los críticos han categorizado de vanguardia. Y en Brasil,
el llamado “Modernismo Brasileño” representado por Carlos Drummond de Andrade y
Manuel Bandeira, entre otros, pretendió llevar la vanguardia a todos los pilares del arte…

Estos son sólo algunos ejemplos que representan lo que se vivía en el mundo de las letras en
América Latina por esos años. Cuando se estudia a Los Nuevos, es posible ver que un
consenso entre los historiadores es que se mantuvieron distantes de todas estas vanguardias. O
mejor dicho, no hubo aparente interés en expresarse según esas estéticas recién nacidas.
Mientras en otros países surgían tendencias literarias expresadas en revistas y grupos que
hacían parte de verdaderos movimientos, en Colombia, Los Nuevos pretendían mayor
sensibilidad a los motivos universales, adaptándose a las ideas globales de los hombres y de
las cosas. Buscaban una apreciación distinta, si se quiere, contraria, “nueva”, pero tratando de
no reproducir lo moderno10: sentían un deseo renovador. Esto los diferencia y los ubica
girando en otra órbita con respecto a países como Argentina, Chile, Uruguay o México. La
revista Los Nuevos sirve para confirmar las razones de Luis Tejada cuando afirmaba en sus
crónicas que Colombia era en esencia conservadora política y socialmente. Afirmaba que esa
esencia invadía el mundo de la literatura colombiana. Si Luis Tejada creía que la lírica
nacional estaba retrasada cincuenta años, era «porque consideraba que su propio grupo, el de
Los Nuevos, había optado por la renovación de una tradición clásica que escasamente les
servía para la retórica política o las lides periodísticas»11.

Los años veinte vieron dos tendencias literarias en Latinoamérica. Por un lado, existió un
realismo que encontró su punto álgido con obras como La vorágine (1924), del huilense José
Eustasio Rivera; Don Segundo Sombra (1926), del argentino Ricardo Güiraldes ; y Doña
Bárbara (1929), escrita por el venezolano Rómulo Gallegos. Y por otro, en aparente
contradicción, la tendencia reaccionaria contra el romanticismo y el realismo-naturalismo12.
El modernismo fue también rechazado, al menos en un primer momento, para cuestionar la

10
Diógenes Fajardo. Historia de la poesía. p. 273.
11
Ibid., p. 273-274.
12
Ibid., p. 271.
lógica y la razón de las concepciones progresistas de los positivistas del siglo XIX13. En ese
sentido, se enlistan una cantidad de percepciones estéticas que intentan romper precisamente
con lo anteriormente dicho: «negación del pasado con desinterés por la belleza conocida;
empeño en la originalidad; cosmopolitismo; nihilismo; desestima y gratuidad del hecho
artístico; amor a la oscuridad; desprecio por el ornato; esquematismo y ruptura de nexos; culto
al ingenio, a la sorpresa, al humorismo, al sarcasmo, a lo feo, a lo estrafalario; rechazo del
sentimentalismo [por el fin del siglo]; pérdida de la función comunitaria del lenguaje y
destrucción de la sintaxis; abandono de reglas, ritmos y rimas; desdén por lo narrativo y lo
anecdótico; deslumbramiento ante las máquinas, y adoración de la metáfora y la imágen»14.

Finalmente, en Colombia, el contexto distingue a algunas generaciones, como ya se dijo, entre


las que se encuentran a los del Centenario y Los Leopardos nacionalistas, José Camacho
Carreño, Silvio Villegas, Augusto Ramírez y Eliseo Arango (éste último hizo parte de la junta
directiva de la revista Los Nuevos, como se mencionó en un principio, lo cual afirma la
heterogeneidad a la que se volverá más adelante). Pero si se pide ampliar el círculo
generacional de intelectuales, se encuentran a los liberales Jorge Eliécer Gaitán, Darío
Echandía, Carlos Arango Vélez, Gabriel Turbay y Carlos Lozano. En cuanto a las artes
plásticas, se incluyen dentro de Los Nuevos a personalidades como Luis Alberto Acuña,
Gonzalo Ariza, Pedro Nel Gómez, Santiago Martínez Delgado, Ignacio Gómez Jaramillo,
Rómulo Rozo, Ramón Barba Guichard y Roberto Pizano. En la prosa y el periodismo figuran
otros: Ricardo Rendón, Germán Pardo García, Rafael Bernal Jiménez, Juan Lozano y Lozano,
César Uribe Piedrahíta y José Antonio Lizarazo 15.

El anterior intento por mostrar un panorama nacional e internacional con respecto a las
relaciones literarias, quiere ofrecer lo mejor posible «el contexto vital de quienes pretendían,
ante todo, arrebatar el poder a “los centenaristas”, utilizando el arte y la literatura para llegar a
la arena política»16.

Los Nuevos: ¿generación, grupo, vanguardia?

Al revisar la historia de Los Nuevos, es evidente el debate entre historiadores y críticos acerca
de la identificación de estos escritores. Casi indiscutiblemente, se consideran Nuevos aquellos
que hicieron parte de la revista. Sin embargo, se incluyen, como se ha dicho, a otros
personajes que no necesariamente hicieron parte del equipo editorial de la publicación, como
Pedro Nel Gómez o Rómulo Rozo. Pero incluso hay casos problemáticos como el de Eliseo
Arango, quien hizo parte de la junta directiva de Los Nuevos, pero también fue miembro de
Los Leopardos: ¿en dónde ubicar a un personaje como Arango? ¿Cómo identificar a Los
Nuevos?

En un texto de Rafael Maya publicado el 29 de febrero de 1976 en la sección de Lecturas


Dominicales del diario El Tiempo, escribe:

“Los Nuevos” forman un grupo heterogéneo y afirmativo de donde


salen poetas, autores dramáticos, periodistas y políticos. Allí se forma

13
Ibid., p. 271.
14
Fernando Charry Lara. Manual de literatura. pp. 21-22.
15
Diógenes Fajardo. Historia de la poesía. pp. 267-268.
16
Ibid., p. 268.
el primer grupo socialista que aparece en el país y allí la prosa y el
verso se desvinculan de las influencias anteriores para impregnarse de
esencias que implican algo más que una renovación.

Según las afirmaciones de Maya, Los Nuevos fueron un grupo literario que intentó mucho
más que ser la novedad en las letras. Ubica al grupo dentro de una generación:

Sin manifiestos ni programas, esa generación justifica ampliamente su


nombre. No hay mayores semejanzas espirituales entre los elementos
que la componen. Se trata de personalidades muy definidas e
inconfundibles que giran y se mueven dentro de una órbita autónoma.
Con ella acaban, casi por completo, los temas convencionales o son
tratados de distinta manera. Además, se trata de una generación que,
ya en la vejez, ostenta todavía señales de actividad creadora.

Las teorías generacionales entrarían a discutir con Rafael Maya acerca de sus afirmaciones.
De todas formas, las expresiones que usa el autor para describir a Los Nuevos no deben
considerarse estrictamente de carácter teórico. Cierto es que son contemporáneos, pues la
mayoría nació en 1900. Sin embargo, las generaciones no deben responder únicamente a una
dimensión temporal. A su alrededor existe una cantidad de elementos culturales que moldean
la vida de los sujetos, sus formas de percepción individual y colectiva, su imaginario. Marie
Estripeaut Bourjac explica que el lenguaje generacional de Los Nuevos logró vincularse al
cambio estructural del imaginario que experimentaban las generaciones llegadas a la madurez
después de la Primera Guerra Mundial. No discute que sean un grupo constituido por
hombres, en esencia entregados a la política y la escritura, que se caracterizaron por haber
visto a sus miembros evolucionar de la literatura hacia el compromiso político17. La postura
teórica de Ortega y Gasset, según la cual las generaciones son el verdadero motor de la
historia, pero experimentada por el individuo, ha sido usada por algunos historiadores y
críticos para tratar de identificar a Los Nuevos. Esta noción quiere decir que una generación
es el conjunto de quienes son coetáneos «en un círculo de actual convivencia»18, «tener la
misma edad y tener algún contacto vital»19. Según Julián Marías, el «presente elemental
histórico» lo constituyen las generaciones, mientras que una sociedad representa «la presencia
en un mismo tiempo de varios tiempos distintos»20. Las generaciones definen una dimensión
de la sociedad, y al mismo tiempo un individuo no se puede definir sin su generación. «La
noción de periodicidad, introducida por la de vigencia o tiempo durante el cual una
generación ocupa la escena social, es en cambio mucho más discutible, en la medida en que
deja de lado el factor aglutinante y el papel de catalizador que puede desempeñar un grupo en
un momento determinado»21. Es por eso que cuando los artistas afirman su inclusión o no
dentro de una generación es preferible aproximarse a los hechos más que a sus propias
afirmaciones. O mejor dicho, aquello debe tomarse con cuidado. La generación, como punto
de encuentro entre individuo-colectividad e Historia, está cargada de representaciones,

17
Marie Estripeaut. “Los Nuevos como vanguardia: lenguaje generacional, historia e imaginario”, Thesaurus,
Tomo LIV, no. 3 (1999), https://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/54/TH_54_003_047_0.pdf
18
Ibid., p. 732-733.
19
Citado por Julián Marías. El método histórico de las generaciones. Madrid: Revista de Occidente, 1949, p. 98.
Recuperado de: http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcb8739
20
Julián Marías. La estructura social. Teoría y método. Madrid: Revista de Occidente, 1955, p. 52. Recuperado
de: http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc184z5
21
Marie Estripeaut. “Los Nuevos como vanguardia”. p. 733.
mantiene presentes una serie de percepciones que se expresan y que tienen que ver con una
historicidad22. De esto anterior es posible deducir que en Los Nuevos existe un
comportamiento colectivo, que está unido alrededor de intereses literarios y que se traslada,
en la mayoría de los sujetos, hacia los círculos políticos. Pero cuando se piensa en superar la
noción de periodicidad, mecánica e inmóvil, que permite explicar que ciertos mitemas y
símbolos pasan de una generación a otra, reconstruyéndose a partir de la recomposición de las
esquirlas de otros anteriores23, se comprende la razón del punto de partida de Los Nuevos en
sus letras, el cual se encuentra en el parnasianismo y el simbolismo, propios del modernismo
del siglo XIX.

A todo lo anterior, la cuestión por la generación y Los Nuevos, tiene un tinte mucho más
escéptico en Rafael Gutiérrez Girardot. Esto deja la puerta abierta a la problemática
identificación de Los Nuevos. Gutiérrez considera que la categoría generacional se impuso a
partir de que unos pocos Nuevos se incluyeron dentro de una. Para él, menos que generación,
según la «juguetona» teoría de Ortega y Gasset, «‘Los Nuevos’ fueron simplemente un
fenómeno de la vida literaria (el de los grupos de escritores) semejante al de El Mosaico en el
siglo antepasado y al de La gruta Simbólica en los comienzos del XX»24.

Si antes se mencionó unas opiniones que hizo Rafael Maya años después sobre la
identificación de Los Nuevos, ahora será la misma editorial de la revista la que hable de sí
misma: «’Los Nuevos’ constituyen una agrupación de carácter intelectual, integrada por
escritores que, atendiendo a razones más de pensamiento que de edad, se determinan
naturalmente, dentro de la vida nacional, después de la generación que surgió en los días del
Centenario». La editorial también advierte que no tendrá ninguna filiación política que
propicie su propagandismo. Dice que será «un índice de las nuevas generaciones». En
apariencia, la revista se muestra ecléctica: «todas las ideas o principios hallarán cabida allí,
sin confundirse en forma alguna, dentro de las naturales demarcaciones que fijan la filiación
política o religiosa de sus autores». Sus autores se proponían «levantar una cátedra de
desinterés espiritual y contribuir a desatar una gran corriente de carácter netamente ideológico
en el país»25. Estas afirmaciones dejan ver que Los Nuevos efectivamente tenían ansias de
renovación. Gutiérrez observa que el intento de renovación no pudo superar las meras ansias.
Luis Vidales escribía en 1976 que en su época Los Nuevos estaban «demoliendo una
fortaleza, un viejo país, una sociedad ochocentista, en los momentos en que la historia
comenzaba su obra épica contra todo lo vigente»26. Gutiérrez reflexiona sobre ello y concluye
que finalmente Los Nuevos no demolieron esa sociedad, se vieron incapaces de transvalorar
todo aquello a lo que se oponían, y entonces explica que, al menos, León de Greiff, Luis
Tejada y Luis Vidales pusieron a la sociedad «en tela de juicio»27. Según él, no pudieron
demoler la sociedad porque ésta atravesaba un proceso de disolución y porque prontamente
grupos como Los Leopardos empezaron a fomentar una suerte ideológica inclinada hacia un
fascismo que añoraba la sociedad señorial colombiana.

A la pregunta por su carácter vanguardista, la respuesta casi unánime es el descarte de esa


categoría sobre Los Nuevos. La intención de renovar las letras no significa necesariamente
22
Ibid., p. 734.
23
Ibid., p. 736.
24
Rafael Gutiérrez Girardot. Ensayos de literatura colombiana I. Medellín: Ediciones Unaula, 2011, p. 80.
25
Citado por Fernando Charry Lara. Manual de literatura. p. 39-40.
26
Citado por Gutiérrez. Ensayos. p. 81.
27
Ibid., p. 81.
que haya sido materializada en Los Nuevos. Estos escritores se mantuvieron distantes de los
“ismos” y vanguardias de su época, «vieron los Ismos perderse en el caos, nutridos los unos
con los cadáveres de los otros [...]; pero fueron cautelosos en la andadura por esos laberintos.
“Los Nuevos” presenciaron el advenimiento feliz de Freud y de Proust humanizando el arte
en la órbita del subconsciente, y en 1924 conocieron el primer manifiesto surrealista de André
Breton»28. Diógenes Fajardo también concuerda en esto; para él Los Nuevos no lograron
llegar hasta la vanguardia, en lugar de “renovar” sólo expresaron sus quejas, manteniéndose
siempre provinciales y no cosmopolitas. «Por eso es inaceptable la presentación de Los
Nuevos como el grupo vanguardista colombiano»29. Una explicación a dicho distanciamiento
de los escritores colombianos consiste en que las tendencias vanguardistas en algunos países
de Latinoamérica se relaciona con la transición de Estados esencialmente agrícolas a Estados
con un desarrollo gradual de industrialización. Que es por eso que las vanguardias en esta
región se presentan más que nada en Argentina, Chile, Uruguay o México, mientras que
países como Colombia, Bolivia o Ecuador, de economías principalmente agrícolas y
poblaciones mayormente campesinas, se resistieron a aceptar ese espíritu vanguardista. Sobre
la iniciación en la vanguardia, Rafael Gutiérrez piensa que no surgió en Colombia por el
influjo de las nacidas en Europa tras la primera Guerra Mundial, las cuales llegaron en
pedazos y tardíamente, «sino como el desarrollo dialéctico del modernismo literario y de la
modernización social»30. Esto indica que Los Nuevos rechazaron francamente esas
tendencias. Sin embargo, tanto para Gutiérrez como para Fajardo, si se quiere identificar
rasgos vanguardistas en la obra de Los Nuevos, se debe encontrar en Tergiversaciones (1925)
de De Greiff y Suenan Timbres (1926) de Luis Vidales. Estas obras representan las únicas
expresiones renovadoras que se pueden imponer como de vanguardia con respecto a las
poesías publicadas por los otros Nuevos. De tres procesos básicos por los que pudieron pasar
los símbolos del modernismo que expresaron estos dos poetas (dos de los cuales son la
trivialización de los símbolos, quitándoles su fuerza y su poder evocador; y la reactivación
intensa y constante de elementos característicamente poderosos dentro de su estructura, como
es el caso de las vanguardias), se observa que la reutilización en la inversión de los símbolos
es el proceso que distingue su poesía31. Esto es sustentado por la misma poesía de sus autores,
sobre todo de la greiffiana, en la que se lee y se siente un espíritu nihilista, burletero y hasta
anárquico:

«Aduno el sol de Grecia con el brumar norteño.


y complico mi lógica de ácrata anacoreta
con un gesto jocundo, plácido, asaz risueño ........
Voy exórbite; fumo mis pipas, “soy poeta”....

Detesto los afanes de la existencia inquieta,


y, fácilmente, vivo sin arrugar el ceño,
pues sé que la delicia de todo, está, completa,
en besar unos labios perfumados de ensueño........»32
--------------------------------------------------
«Dejadnos reír levemente

28
Javier Arango Ferrer, citado por Jaime Mejía Duque. Momentos y opciones de la poesía. p. 57.
29
Fajardo. “Los Nuevos”. En Historia de la poesía. pp. 274-275.
30
Fernando Charry. “Los Nuevos”. En Manual de literatura. p. 40.
31
Estos procesos son desarrollados por Estripeaut. Los Nuevos como vanguardia. p. 736.
32
León de Greiff. Antología. Bogotá: Editorial El Tiempo, 2003, p. 18. Las siguientes citas se hacen según esta
edición, indicándose con las siglas O.C y páginas entre paréntesis.
de vuestra amnesia sensorial;
dejadnos locos a los locos
soñando en vaga nimidad:
en lo impreciso y lo quimérico,
en lo ayuno de realidad,
en las empresas que fracasan,
en los ritmos sin claridad
donde dialogan locas almas
ebrias de personalidad,
enamoradas de sus vicios
de su acritud, de su maldad!» (O.C., p. 28)

En un estudio que hace Miguel Gomes sobre la concepción de vanguardia, hace alusión a los
planteamientos de Erich Kahler, quien sostiene que la vanguardia es el clímax de una
tendencia destructiva de la modernidad, que tiende a quebrar los principios de coherencia y
organicidad que regían el arte occidental hasta el siglo XIX. Se trata entonces de una
desintegración de la forma artística, como consecuencia de dos factores: un interés romántico
en las «fuerzas oscuras de la psique» y la «creciente inseguridad del artista ante el lenguaje y
la comunicación»33. Leyendo la poesía de León de Greiff se hallan las anteriores
características y otras consideradas por Charry sobre el vanguardismo: «negación del pasado
con desinterés por la belleza conocida; [...] culto al [...] humorismo, al sarcasmo, a lo feo, [...]
y destrucción de la sintaxis»34. Este poeta alguna vez denunció, precisamente, a los
«Monopolistas de “lo bello”». En conclusión a este tema de la vanguardia, se puede decir que
dentro de Los Nuevos son León de Greiff y Luis vidales los únicos que sí lograron expresar
una literatura vanguardista.

El lenguaje de Los Nuevos

Para centrarnos en el lenguaje de Los Nuevos, me parece adecuado mencionar las lecturas de
su iniciación, por su influencia literaria. En la revista aparecen citas de varios autores
extranjeros que parecen haber sida influencias directas en el espíritu literario de sus editores.
Figuran escritores como Rimbaud, Mallarmé, Claudel, Valéry, León Paul Fargue, Drieu La
Rochelle, Émile Zola y Apollinaire, que denotan un claro afrancesamiento. También se
encuentran autores como Rabindranath Tagore, Peter Altenberg, Hofmannsthal, Carl
Sandburg y Ezra Pound. Las letras rusas también fueron bien recibidas, leyeron a autores que
se convirtieron en grandes de la literatura universal: Dostoievsky, Tolstoi, Gorki, Leonid
Andreiev, Aleksandr Blok y Maiakovski35. El mismo León de Greiff nos muestra sus
influencias literarias en uno de sus poemas más conocidos:

«Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa


dicen que soy poeta…, cuando no porque iluso
suelo rimar ⎯⎯en verso de contorno difuso⎯⎯
mi viaje byroniano por las vegas del Zipa…,

33
Miguel Gomes. “El viaje al interior de la vanguardia: Defensa del ídolo de Omar Cáceres, Mapocho, No. 41
(primer semestre, 1997), pp. 20-21.
34
Fernando Charry. “Los Nuevos”. En Manual de literatura. pp. 21-22.
35
Ibid., p. 22.
tal un ventripotente agrómena de jipa
a quien por un capricho de su caletre obtuso
se le antoja fingirse paraísos… al uso
de alucinado Pöe que el alcohol destripa!,

de Baudelaire diabólico, de angelical Verlaine,


de Arthur Rimbaud malévolo, de sensorial Rubén,
y en fin… hasta del Padre Víctor Hugo omniforme…!

¡Y tánta tierra inútil por escasez de músculos!


¡tánta industria novísima! ¡tánto almacén enorme!
Pero es tan bello ver fugarse los crepúsculos…» (O.C., p. 9)

Los Nuevos buscaban letras nuevas, expresiones que no representaran el romanticismo ni el


neoclasicismo del siglo XIX, tampoco las de la compilación antológica de poetas
colombianos que hizo José M. Rivas Groot en La lira nueva (1886), ni las de La Gruta
Simbólica ni las de los Centenaristas. Aunque intentaban rechazar el estilo modernista, la
figura de José Asunción Silva está presente dentro de sus lecturas de iniciación. Nuevos como
León de Greiff y Germán Pardo García no pretendieron esquivar la prolongación de Silva, una
de las figuras más representativas de la literatura colombiana. Éstos, «desde su ademán
creativo, asediaron el mundo de Silva, en pos de sus propias imágenes personales, como es
obvio, pero también como un reconocimiento franco de quien los urgía y conmovía con la
sinceridad entrañable de su poesía»36, sobre todo el poema “Nocturno”. Otros escritores
colombianos influyentes fueron Víctor Manuel Londoño, Eduardo Castillo, Luis Carlos López
y Porfirio Barba-Jacob. Guillermo Valencia también fue leído, en parte por su prolífica obra,
pero su influencia fue mediana.

Se consumaba el declive del modernismo; ya Rubén Darío no representaba lo que los Nuevos
buscaban de la literatura. Luis Tejada afirmaba sobre el poeta nicaragüense que no existía en
su obra ningún motivo esencial que pudiera proyectarse hacia el futuro porque no se trataba
de un poeta impulsador ni creador, sino puramente interpretativo. Sin embargo, la influencia
de ese movimiento aún lograba prolongarse, por lo menos, en sus primera obras y con poca
repercusión, con una segunda ola de modernistas como el argentino Leopoldo Lugones, o
Julio Herrera y Reissig por su capacidad metafórica, o Ramón López, o el mexicano José Juan
Tablada. De la poesía hispánica bebieron los versos de Miguel de Unamuno, Ramón del
Valle-Inclán y Antonio Machado, unos años después. Así como también de la prosa de Ramón
Gómez de la Serna, Azorín y Ortega. El carácter heterogéneo de Los Nuevos se sigue
confirmando cuando se ve que tienen la influencia de autores de derecha como Maurras y
Barrés, y de izquierda como Gide, Rivière y Cremieux. Sólo unos pocos, como Tejada,
Vidales o De Greiff, sí evidencia una tendencia hacia lo nuevo, aunque se hayan tardado en
desechar por completo toda herencia modernista37, pues, paradójicamente, todavía existía
cierta herencia grecolatina inseparable del modernismo y su retórica, los viejos símbolos eran
conservados y sólo desaparecían temporalmente. La novedad de Maya, José Umaña, Juan
Lozano, Germán Pardo y Octavio Amórtegui apenas consiste en abandonar las «muletillas
mitológicas y las melancolías lacrimosas de los románticos. Su obra es, por tanto, más

36
Juan G. Cobo Borda. Historia de la poesía colombiana, siglo XX. De José Asunción Silva a Raúl Gómez
Jattin. Bogotá: Villegas Editores, 2008, p. 85.
37
Charry Lara. “Los Nuevos”. En Manual de Literatura. p. 22-25.
“realista”»38.

Aunque Jorge Zalamea vivó en México y se codeó con poetas como Xavier Villaurrutia y
Carlos Pellicer, y se leían en Colombia revistas uruguayas, argentinas, cubanas y mexicanas,
una característica de Los Nuevos es su provincialismo, su aislamiento. Su refugio: la sabana
de Bogotá. Este puede ser un factor de la poca repercusión de su poesía en otros países de
Hispanoamérica. Existe en ellos una especie de adormecimiento, de pereza, de poesía
doméstica o de mesa de cafetería humeante. Pero esa intimidad nunca se relacionaba con la
salvaguarda de un espíritu idiosincrático colombiano, del apego a lo autóctono, al alma de la
raza. De hecho, denuncian todo ello, lo reniegan. Así lo demuestra Luis Vidales en su poema
“Oración de los bostezadores”: «Señor./Nos aburren tu auroras/y nos tienen fastidiados/tus
escandalosos escrúpulos./¿Por qué un mismo espectáculo todos los días/desde que le diste
cuerda al mundo?»39. Se recuerda también la conocida oda a la pereza de León de Greiff. La
negación por los establecimientos morales se ve constantemente en las poesías de Los
Nuevos. Zalamea reclamaba su ética en “Letanía y lamentación del kenyata”: «Y si me da la
gana de oler sus axilas? [...]/Y si me da la gana de tenderme al sol para medir con mis
hombros y mis riñones y mis piernas, toda mi tierra, mi tierra nativa?». Hay en estos y otros
versos una duda por la nacionalidad, un recurso de la locura, de lo extravagante. El lenguaje
que expresa los imaginarios que correspondían a dos ideas o fines: aceptar la nacionalidad
colombiana, con sus representaciones, haciendo de sus manos unas anteojeras para mirar
únicamente su suelo nativo, o rechazar su colombianidad y pretender integrarse en una
sociedad ajena a la que se intenta copiar:

«Horizontes ciegos y fijos


como los paredones altos y lisos
—mondos— de los presidios.
[...]
Prisión de mi sed de caminos
nuevos y de países desconocidos.
Anclado. Al pairo. En mi sitio.
[...]
El icarino vuelo milagroso
siempre da en tierra;
un hálito sutil y venenoso
te circunda y encierra». (O.C., p. 73)

Las expresiones de Los Nuevos transmiten «la imagen de un Estado, de un gobierno y de una
Nación en plena decrepitud, casi agonizando y en donde se asiste a la descomposición de los
viejos organismos políticos»40. En apariencia, revisando la poesía de Los Nuevos, su
imaginario es sobre una sociedad que se desgarra entre las fuerzas reaccionarias del
bipartidismo y los intentos progresistas de lidiar con la artritis que la élite causaba.

***
A pesar de la rebeldía de Los Nuevos, la juventud que la motivaba pronto iba a quedarse en

38
Mejía Duque. Momentos y opciones. pp. 58-59.
39
Poetas colombianos de ayer y de hoy, 1652-1992. Seleccionado por Julio Vanegas Garavito. Bogotá: Editorial
Penicentral de Colombia, 1993, p.
40
Estripeaut. Los Nuevos como vanguardia. p. 737.
los años veinte, y con ella, la rebeldía misma. Como ya se dijo más arriba, los únicos que se
dedicaron a las letras poéticas fueron León de Greiff y Rafael Maya, el resto se vio
involucrado gradualmente en la esfera pública, al lado de importantes políticos. Otros
alternaron entre el periodismo y la política. Sobre este asunto, se ha llegado a cuestionar las
intenciones literarias de Los Nuevos (exceptuando a De Greiff y a Maya). Diógenes Fajardo
ve que la búsqueda de una política nueva hace «evidente que éste propósito no pasó de ser un
simple juego retórico, o un pretexto desinteresadamente expresado para llegar al poder»41.
Con el pasar del tiempo se pudo ver a uno de los Nuevos, Alberto Lleras Camargo,
ejerciendo la presidencia de la República entre 1945-1946 y 1958-1962. La pugna que en un
principio había contra los Centenaristas, habría de olvidarse una vez los unos y los otros
entraron al ejercicio político. Prueba de ello es que Alberto Lleras apoyó la Reforma Liberal
de Alfonso López Pumarejo, quien políticamente pertenecía a la generación del Centenario,
ocupando el cargo de secretario general de la Presidencia. El periodismo fue una plataforma
de opinión política que usaron algunos intelectuales, posteriores propietarios de periódicos,
que después se convirtieron en importantes dirigentes, como Eduardo Santos, por dar sólo un
ejemplo.

La literatura de Los Nuevos pronto dejaría de lamentarse y de quejarse de los entramados


sociales. La que quedó, la de los únicos que trascendieron poéticamente, abrió un forma, un
espíritu, una perspectiva, por difusa u oculta que fuera, que abrió nuevas posibilidades en la
poesía colombiana. La obra de estos hombres no tuvieron juicios severos, como alguna vez
debieron pensar, a pesar de que en algún momento poetas posteriores hicieran ásperas
discrepancias contra Los Nuevos, como Piedra y Cielo, Mito e incluso los nadaístas. Durante
esos años, y todavía, la distinguidas líneas de León de Greiff han sido elogiadas por conseguir
despertar el interés general sobre la poesía colombiana. Algunos se han quejado de que Los
Nuevos no mostraran interés en las innovaciones literarias nacidas en Europa, y que por eso
éstos no fueran en realidad tan nuevos como se nombraron. Un hecho es que ni siquiera De
Greiff pretendió la vanguardia, pues en sus letras nos confiesa su poco interés por la
pertenencia o seguimiento de ningún movimiento. Pero en absoluto esto debiera ser motivo de
la decepción y el deseo por el pasado literario del país. No hubo ninguna necesidad en que
tuvieran participación definida en la evolución de las ideas y de la sensibilidad renovadora del
mundo. Que la poesía colombiana de aquellos años estuviera aislada y buscara por sus
propios medios proyectar la nueva poesía ni la intentaran difundir fuera de las fronteras es, sin
duda, lo que debe generar mayor interés. A pesar de sus propósitos principales, se
conformaron a lo que percibían al interior e ignoraron los jardines que crecían afuera. Aún así,
los mejores representantes de Los Nuevos (cuyos nombres se han gastado hasta el cansancio
que produce invocarlos tras los pixeles albinegros), se mantuvieron voluntariosos en lo
literario, y eso es lo verdaderamente perdurable.

Bibliografía

Charry Lara, Fernando. “Los Nuevos”. En Historia de la poesía colombiana, dirigido por
María Mercedes Carranza, 19-85. Bogotá: Fundación Casa de Poesía Silva, 1991.

Cobo Borda, Juan Gustavo. Historia de la poesía colombiana, siglo XX. De José Asunción
Silva a Raúl Gómez Jattin. Bogotá: Villegas Editores, cuarta edición, 2008.

41
Fajardo. “Los Nuevos”. En Historia de la poesía. p. 269.
De Greiff, Hjalmar. compilador. León de Greiff. Antología. Bogotá: Editorial El Tiempo,
2003.

El Tiempo, “Una página de Los Nuevos”. 22 de Agosto de 1925.


https://news.google.com/newspapers?nid=N2osnxbUuuUC&dat=19250822&printsec=frontpa
ge&hl=es (consultado el 15 de julio de 2019).

Estripeaut Bourjac, Marie. “Los Nuevos como vanguardia: lenguaje generacional, historia
e imaginario”, Thesaurus, Tomo LIV, no. 3 (1999),
https://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/54/TH_54_003_047_0.pdf

Fajardo, Diógenes. “Los Nuevos”. En Manual de literatura colombiana. Tomo II, dirigido
por Germán Arciniegas, 266-317. Bogotá: Planeta, 1988.

Gomes, Miguel. “El viaje al interior de la vanguardia: Defensa del ídolo de Omar Cáceres,
Mapocho, No. 41 (primer semestre, 1997).
http://www.memoriachilena.gob.cl/archivos2/pdfs/MC0009856.pdf (consultado el 17 de julio
de 2019).

Gutiérrez Girardot, Rafael. Ensayos de literatura I. Medellín: Unaula, 2011.

Jiménez P., David, y Ordóñez, Montserrat. “Poesía finisecular”. En Historia de la poesía


colombiana, dirigido por María Mercedes Carranza, 19-85. Bogotá: Fundación Casa de
Poesía Silva, 1991.

Marías, Julián. El método histórico de las generaciones. Madrid: Revista de Occidente,


1949. http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcb8739 (consultado el 16 de julio de
2019).

Marías, Julián. La estructura social. Teoría y método. Madrid: Revista de Occidente,


1955, http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc184z5 (consultado el 16 de julio de
2019).

Maya, Rafael. “Cuatro generaciones colombianas”, El Tiempo, 29 de febrero de 1976.


https://news.google.com/newspapers?nid=N2osnxbUuuUC&dat=19760229&printsec=frontpa
ge&hl=es (consultado el 12 de julio de 2019).

Maya, Rafael. “Generación de Los Nuevos”. En Obra crítica, VII. Bogotá: Banco de la
República, 1982.

Mejía Duque, Jaime. Momentos y opciones de la poesía en Colombia, 1890-1978.


Medellín: La Carreta, 1979.

Melo, Jorge Orlando. Las revistas literarias en Colombia e Hispanoamérica: una


aproximación a su historia.
http://www.jorgeorlandomelo.com/bajar/revistas_suplementos_literarios.pdf (consultado el
16 de julio de 2019).
Vanegas Garavito, Julio. compilador. Poetas colombianos de ayer y de hoy, 1652-1992.
Bogotá: Editorial Penicentral, 1993.

También podría gustarte