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UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS, FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN

LICENCIATURA EN EDUCACIÓN ARTÍSTICA, LECTURA Y ESCRITURA EN LA UNIVERSIDAD, GRUPO 02


PROFESOR: YURY FERRER FRANCO, EJERCICIO DE CLASE

Nombre y código: Pablo Ángel Beltrán Ardila 20202288003

Tema: El resumen.

INSTRUCCIONES
1) Con base en su conocimiento previo acerca de este tipo de textos, escriba el resumen de “La
importancia del acto de leer” (Freire, 1981 / 1991), enviado por el profesor junto con este
taller.
2) Una vez lo haya finalizado, previa revisión atenta, remítalo al correo
lecturayescriturados@gmail.com, a más tardar a las 2:00 p.m., del día de martes 20 de
octubre.

DESARROLLO:
En pocas ocasiones he aceptado inaugurar o clausurar encuentros o congresos, pero he
venido en esta oportunidad para hablar de la importancia de leer.
Considero indispensable, al hablar de aquella importancia, decir algo sobre el proceso por
el que pasé cuando escribía este texto que leo ahora, proceso que implicaba comprender
críticamente el acto de leer, que no es solo la descodificación de la palabra escrita, sino que
sucede a la lectura del mundo. La lectura de la palabra no puede prescindir de la
continuidad de la lectura del mundo, ya que la comprensión del texto implica la percepción
de sus relaciones con el contexto. Por eso, al escribir sobre la importancia de leer, me sentí
llevado a “releer” momentos de mi vida que la importancia del acto de leer se vino
constituyendo en mí. Primero, la “lectura” del pequeño mundo en que me movía; después la
lectura de la palabra escrita, que en mi escolarización no siempre fue la lectura de la
“palabra-mundo”.
Es muy significativo para mí volver a la infancia distante para comprender mi acto de
“leer” el mundo en que me movía sin aun leer la palabra. Entonces me veo en mi casa natal
en Recife, rodeada de árboles, como si fueran personas, tal era la intimidad entre nosotros;
jugaba bajo su sobra y en sus ramas. La vieja casa, sus cuartos, el lugar de las flores de mi
madre y demás espacios de la amplia quinta fue todo mi primer mundo. Los “textos”, las
“palabras”, las “letras” de ese contexto encarnaban objetos y señales que fui
comprendiendo en mi trato con ellos, con mis hermanos mayores y mis padres. También se
encarnaban en el canto de los pájaros, en la danza de las copas de los árboles sopladas por
el viento que advertía la tormenta; la lluvia en el suelo inventando lagos, islas, ríos, arroyos.
Los “textos”, “palabras” y “letras” se encarnaban en la naturaleza y sus colores, en sus
movimientos; en el follaje, las hojas, las flores, las frutas. En esa época, haciendo y viendo
hacer, aprendí el acto de palpar y su significado.

Bogotá, D.C., 19 de octubre de 2020


UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS, FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN ARTÍSTICA, LECTURA Y ESCRITURA EN LA UNIVERSIDAD, GRUPO 02
PROFESOR: YURY FERRER FRANCO, EJERCICIO DE CLASE
De aquel contexto hicieron parte los animales: los gatos de la familia, su maullido de rabia
y de súplica; Joli, el viejo perro negro de mi padre, su mal humor al defender su comida de
los gatos, al perseguir y matar a uno de los zorros que se comía las gallinas gordas de mi
abuela.
En ese contexto estaba, por otro lado, el universo del lenguaje de los adultos, con sus
creencias y valores. En este esfuerzo por volver a mi infancia re-creo, re-vivo la experiencia
de los momentos en que aún no leía palabras. Y algo que me parece importante es mi miedo
a las almas en pena de las que tanto hablaban los mayores en mi infancia. Las almas en
pena necesitaban de la oscuridad para aparecer, gimiendo el dolor de sus culpas,
burlándose, pidiendo oraciones o mostrando el escondite de ollas. Con todo, hasta mis siete
años en el barrio Recife crecí rodeado de faroles elegantes. Acostumbraba acompañar,
desde mi casa, de lejos, al “farolero” de mi calle que daba luz a los faroles. Le temía a la
oscuridad y sus ruidos, pero en la medida en que fui penetrando la intimidad de mi mundo,
en que lo “entendía”, el miedo iba disminuyendo.
La “lectura” de mi mundo, impulsada por la curiosidad y la ayuda de mis padres, hizo de
mí un racionalista de pantalón corto, un niño anticipado a hombre. Mis padres me
enseñaron a leer la palabra, la cual se descifraba fluidamente desde la “lectura” del mundo.
Cuando ingresé a la escuelita Eunice Vasconcelos, cuya desaparición me dolió, ya estaba
alfabetizado. Eunice me enseñó la lectura de la frase y eso no significó la ruptura con la
“lectura” del mundo, sino que fue la lectura de la “palabra-mundo”.
Hace poco visité la casa donde nací. Pisé y anduve los mismos lugares dentro de ella.
Entonces sentí mucha nostalgia y la dejé con la alegría de quien reencuentra personas
queridas.
Continuando con el esfuerzo de “releer” momentos de mi infancia en relación con la
importancia del acto de leer, como alumno del curso secundario, fui aprendiendo la
percepción crítica de los textos que leía en clase. Eran momentos en que los textos se
ofrecían a nuestra búsqueda inquieta. Algún tiempo después, como profesor de portugués,
en mis veinte años, viví intensamente la importancia del acto de leer y escribir. No solo
enseñaba las reglas del idioma, sino que también proponía la curiosidad de los alumnos
sobre los textos, aprendían su significación profunda. La lectura de un texto, tomada como
una descripción hecha a partir de memorizarla, no es real ni resulta de ella el conocimiento
del que habla el texto. La insistencia de algunos profesores y profesoras en dejar muchas
lecturas a sus estudiantes, sin el adentramiento debido en los textos a ser comprendidos, y
no mecánicamente memorizados, reside en esa comprensión errónea del acto de leer. Esa
práctica recubre a la palabra de una magia que es necesario superar hasta crear una
disciplina intelectual, sin la cual es posible nuestra práctica como profesores y profesoras.

Bogotá, D.C., 19 de octubre de 2020


UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS, FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN ARTÍSTICA, LECTURA Y ESCRITURA EN LA UNIVERSIDAD, GRUPO 02
PROFESOR: YURY FERRER FRANCO, EJERCICIO DE CLASE
En mi trabajo de alfabetización de adultos, el cual es para mí no solo un acto de
conocimiento, sino también un acto político, y por eso mismo creador, no me es imposible
comprometerme en un trabajo de memorización mecánica de ba-be-bi-bo-bu, de la-le-li-lo-
lu. Por el contrario, como acto de conocimiento y creación, el proceso de alfabetización
tiene su sujeto en el alfabetizando. En ese proceso pedagógico, el educador no debe anular
la creatividad y su

responsabilidad en la creación del lenguaje escrito y en la lectura del lenguaje del


educando. La alfabetización es la creación o el montaje de la expresión escrita y oral. Ese
montaje es descubierto por el educando y no debería ser puesto por el educador.
Quiero insistir en que la lectura del mundo es siempre anterior a la lectura de la palabra,
siempre la continua. El movimiento del mundo a la palabra y de la palabra al mundo es
siempre presente. Y más lejos, podemos decir que la lectura de la palabra está también
precedida por cierta forma de “escribir” o de “rescribir” el mundo, de transformarlo a través
de nuestra práctica consciente.
Ese movimiento es un aspecto central del proceso de alfabetización. Las palabras del
programa de alfabetización deberían provenir del universo vocabular de los grupos
populares, expresando su mundo. En ese sentido, la lectura crítica de la realidad puede
constituirse en un instrumento de acción contrahegemónica, como lo decía Gramsci.
Finalmente, felicito a quienes organizaron este congreso. Posiblemente nunca, como ahora,
hemos necesitado tanto de encuentros como éste.

Bogotá, D.C., 19 de octubre de 2020

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