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Pablo Ángel B.

Ardila
Historia Contemporánea

De la crisis social posnapoleónica a la obra de Gustave Courbet

Introducción

Desde el estallido de la Revolución en 1789, Francia se mantuvo sacudida por oscilaciones


políticas y sociales que se mantienen, prácticamente, por todo el siglo XIX. La historia que
resulta de la complicada búsqueda de un nuevo orden y su oposición conservadora, es una
serie de enfrentamientos y reposos, de desacuerdos y conciliaciones, forzadas o deliberadas,
que significan el fin de la monarquía y la paulatina imposición de la República, que
finalmente triunfó para quedarse en el establecimiento francés, y que solo fue duramente
golpeada por la ocupación de la Alemania Nazi en 1940. La historia de la República
francesa se observa como la fuerza de unos valores políticos y sociales que se abren camino
hacia la modernidad inminente, dejando atrás la larga tradición monárquica. La suma de
dicha historia son cinco Repúblicas, una cada vez más compleja y sólida que la anterior. El
pintor realista Gustave Courbet (1819-1877) nace en esa Francia convulsa, la Francia
revolucionaria que no cesa. A la Revolución de 1830 Courbet tenía 11 años, pero a la de
1848 ya tenía 29, edad más que suficiente para hacerse a posturas políticas profundas. Su
obra es una ventana a que permite la vista desde Segunda República (1848-1852) hasta el
Segundo Imperio francés (1852-1870)

La Francia romántica, 1815-1845

Ni el Consulado (1799-1804) ni el Imperio de Napoleón Bonaparte (1804-1815)


consiguieron el equilibrio deseado en esa Francia tan dividida después de la Revolución de
1789. A la derrota y consecuente exilio de Bonaparte en la lejana isla de Santa Elena, el
reinado de Luis XVIII fue un difícil encuentro entre los valores reales de antaño y aquellos
nuevos, liberales, en constante construcción desde que la Revolución estalló; la Carta
Constitucional de 1814 así lo demuestra. El breve reinado de Luis XVIII se caracterizó por
el intento de los ultras, liderados por su hermano, Conde de Artois, por reprimir a los
revolucionarios y bonapartistas e imponer el absolutismo y el clericalismo más tradicional.
A la muerte de Luis XVIII en 1824, su hermano fue coronado como rey sucesor con el
nombre de Carlos X. La continuación de los esfuerzos borbónicos por conseguir la
Restauración, representadas en las impopulares Ordenanzas de Julio, solo provocaron el
rechazo de este nuevo rey ultramonárquico y una nueva sublevación en París que duró del
27 al 29 de julio de 1830. Estas jornadas de enfrentamientos, llamadas las «Tres
Gloriosas», presionaron a Carlos X para que finalmente retractara las Ordenanzas. El
triunfo de la Revolución de 1830 obligó a Carlos X a huir al verse políticamente aislado,
sin el apoyo de sus anteriores aliados. Ese mismo año, el pintor Eugène Delacroix dejó para
la posteridad la grandilocuente imagen de La libertad guiando al pueblo, pintura con
evidente estilo romántico que exaltaba la lucha revolucionaria y su más representativo
símbolo: la bandera tricolor (fig. 1). El romanticismo con que Delacroix retrató la victoria
revolucionaria contrasta con la realidad que le esperaba a Francia cuando el Duque de
Orleáns asumió el trono bajo el nombre de Luis-Felipe I de Francia; los insurrectos
luchaban por la República y tuvieron que ver a una monarquía burguesa asomándose por el
balcón. El nuevo sistema político estaba basado en instituciones liberales amparadas por
una democracia censitaria bajo una monarquía constitucional 1. La corrupción y la
manipulación electoral, los levantamientos de Lyon y París en 1834 y los atentados contra
la persona del rey alimentaban el idealismo de los revolucionarios. Adolphe Thiers, quien
era primer ministro de Luis-Felipe, había escrito una Historia de la Revolución Francesa
(1839), iniciando la rehabilitación histórica de los insurrectos, la cual fue continuada por
Alphonse de Lamartine cuando publicó su Historia de los Girondinos en 1847. El libro de
Lamartine y el romanticismo revolucionario con que estaba escrito dejaban el prosaísmo de
Luis-Felipe como una indeseable realidad2.

Figura 1. La libertad guiando al pueblo, por Eugène Delacroix (1830). Se observan burgueses y no
burgueses en una misma masa unidos por el rechazo al rey Carlos X. Nótese que Libertad no tiene
pezones, discreción que ya no se verá durante el realismo de Gustave Courbet.

En febrero de 1848, el ministro del interior François Guizot, quien en 1845 expulsó a Karl
Marx de Francia, prohibió un banquete reformista en París; la respuesta de estudiantes y
obreros fue las barricadas. Aunque el rey destituyó a Guizot, quizás para evitar una
reacción peor de los opositores, durante la noche del 23 de febrero se dio una masacre a los
manifestantes, por lo que estos reactivaron inmediatamente la revuelta. Luis-Felipe abdicó
en favor del Conde de París, su nieto, de apenas diez años, esperando que gobernara
realmente su hija, la Duquesa de Orleáns, Elena de Mecklemburgo-Schwering. Sin
embargo, la multitud armada invadió el Palais-Bourbon en donde se encontraba la Duquesa

1
Hobsbawm, Eric. La era de la revolución: 1789-1848. Buenos Aires: Crítica, 2009, p. 118.
2
Maurois, André. Historia de Francia. Barcelona: Editorial Surco, 1973, pp. 404-405.
con sus hijos. Así, surgieron dos propuestas de gobierno provisional, una en el Palais-
Bourbon y otro en el Hôtel de Ville. En una única lista se incluyeron nombres de ambos
lados, entre los que se encontraba el de Lamartine, para evitar conflictos entre la Asamblea
y la Commune3. La Monarquía de Julio terminó como empezó: con una revolución.

Con el progreso del capitalismo, la Revolución de 1830 creó la identidad del nuevo
proletariado industrial como la «clase trabajadora» unida en un movimiento socialista
revolucionario4 que llegó hasta la siguiente Revolución en 1848, como el producto de la
crisis económica y social, haciendo parte de la llamada «Primavera de los Pueblos»
europeos, una serie de revueltas obreras que triunfaron, de momento, no solo en Francia,
sino también en Italia, en los Estados alemanes y en parte del Imperio de los Habsburgo.
Sin embargo, con el tiempo, los radicales de la clase media que participaron de las revueltas
se separarían de la extrema izquierda, pues «por su origen modesto simpatizaban con el
pobre contra el rico; como hombres de pequeño caudal simpatizaban con el rico contra el
pobre. […] Pero la división de sus simpatías los llenaba de dudas y vacilaciones acerca de
la conveniencia de un gran cambio político»5.

Entre 1815 y 1848, los franceses soportaron la difícil pelea por la libertad y la paz. Su
gente «hubiese podido encontrar una vulgar felicidad en un presente que no carecía de
encantos; mas prefería soñar con el pasado o el porvenir. Escuchaba a los historiadores y a
los poetas. La política, como la literatura, [la pintura y] los sentimientos, era entonces
romántica»6. Desde las ideas de Rousseau, en Francia se había criticado el racionalismo
clásico y las costumbres, para volver al mito del Buen Salvaje tan defendido por el hombre
de El contrato social (1762). El amor y la pasión estuvieron presentes en la literatura
francesa hasta finales del siglo XIX. En Francia, como en Inglaterra y Alemania, el
romanticismo era considerado como el derecho y el deber generacional de expresar las
sensibilidades individuales, viendo en las consignas del clasicismo el intento de imponer a
la sensibilidad actual los dictámenes artísticos de las sensibilidades antiguas 7. Los
románticos del siglo XIX estaban convencidos de que existía inherentemente, en el
sentimiento individuo, el criterio de la verdad. La generación adolescente de 1815 esperaba
una renovación. Pero también en quienes pedían la Restauración de la monarquía
absolutista se podía observar el sello del romanticismo. El contrarrevolucionario católico
Joseph de Maistre criticaba la razón por provocar las disputas sociales, ya que ésta no tenía
la capacidad de crear ni conservar una asociación religiosa o política: «La razón humana
está manifiestamente convencida de impotencia para conducir a los hombres, porque hay
pocos que estén en estado de raciocinar bien sobre todas» 8. Los románticos describen sus
pasiones. La percepción del mundo es una confesión personal en la que está presente el
drama de las emociones exhibidas. El romanticismo pictórico se oponía a las instrucciones

3
Maurois, p. 407.
4
Hobsbawm, p. 123.
5
Ibid, p. 130.
6
Maurois, p. 409.
7
Ibid, p. 410.
8
Las Veladas de S. Petersburgo ó diálogos sobre el gobierno temporal de la Providencia. Tomo I Valencia:
Imprenta de J. Gimeno, 1832, p. 109. https://books.google.cl/books?
id=6crhxg61PNYC&printsec=frontcover&dq=editions:Wqx4ew0JAXUC&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjc3
NvElanQAhWFj5AKHRI3A7QQ6AEIHzAB#v=snippet&q=razon%20humana&f=false
técnicas de la pintura académica neoclásica, pero lo que más lo motivaba era la evocación
del pasado, la gloria, el heroísmo, las pasiones. Nunca la muerte de un revolucionario tuvo
tan bello retrato como el que Jacques-Louis David hizo de Jean-Paul Marat en la bañera
(fig, 2)

Figura 2. La muerte de Marat, por Jacques-Louis David (1793). La figura de Marat está claramente
idealizada, pues David no pintó su enfermedad visible en la piel. Resalta una hoja en la mano
izquierda y una pluma en la derecha, mostrando que Marat «murió escribiendo en favor del
pueblo».
Al derrumbe de la Monarquía de Julio, se vino el desinterés de la visión romántica del
pueblo. Ciertamente, los escritores que tanto exaltaban al pueblo no lo conocían bien. Las
condiciones de los obreros entre 1815 y 1848 eran desgraciadas, no había poesía sublime
que consolara los salarios ínfimos, la muerte por hambre. El lenguaje romántico era bien
diferente del de los mineros o cargueros. En este panorama político y de agitaciones
sociales, de iconografía y mentalidad romántica, es que la pintura realista de Gustave
Courbet empieza a sumarse a la amplia historia del arte francés, convirtiéndose en una
importante referencia de la que se nutrieron los artistas del impresionismo.

Gustave Courbet y el realismo

Jean Désiré Gustave Courbet nació el 10 de junio de 1819 en Ornans. Sus padres eran
terratenientes jacobinos, cuando les visitaba aprovechaba los paisajes de su pueblo natal
para pinturlos. En lugar de seguir la carrera de Derecho como querían sus padres, con
buenos dotes para el dibujo, fue educado en la Academia de Suisse en París desde 1839,
donde estudió a Caravaggio, Delacroix, Géricault, Velásquez y la escuela veneciana, pero
no terminó allí sus estudios. En 1846, junto a algunos amigos, planteó un manifiesto
artístico en contra del romanticismo exótico, que plastificaba la cotidianidad; y el
academicismo estéril, que limitaba la creatividad. Así nace el realismo de Courbet,
influenciado por el ambiente revolucionario francés de la segunda mitad del siglo XIX.
Visitando Bélgica y Holanda en 1847, se interesó por la pintura de género de artistas como
Rembrandt, desde la que se ha explicado su propio estilo. En París frecuentaba los cafés, en
donde tuvo contacto con pensadores socialistas, ideólogos y escritores afines a las causas
revolucionarias de la época. Hizo amistad con otros contraversores como Baudelaire y
Daumier. Participó activamente en la Revolución de 1848, administrando posteriormente
los museos de la ciudad. En su taller se llegaron a reunir personalidades como Jules
Champfleury, Corot y Proudhon, de quien recibió la influencia anarquista a la que después
trató de servir con sus pinturas. En 1855 exhibió su obra en la Exposición Universal de
París, recibiendo duras críticas, por lo que inauguró una exposición individual bajo el
nombre de «Pabellón del Realismo». Ya para la época, Courbet era catalogado de
«revolucionario peligroso». Su obra y su personalidad influyó en el país; las polémicas que
lo envolvían le favorecían. Se recuerda el rechazo de la medalla de la Legión de Honor que
el Segundo Imperio le había otorgado, apegado a ideas libertarias, decía preferir la muerte
libre, sin depender de ningún poder ni religión. Se ha dicho que la buena relación con
Proudhon le hizo asumir un compromiso con el socialismo a partir del realismo de su
pintura. En 1873 fue preso por seis meses, acusado de destruir la Columna Vendôme, hecha
para honrar a Napoleón Bonaparte. Después de salir de la cárcel escapó hacia Suiza para
evitar el pago de la alta multa por el delito cometido. Sus últimos días los pasó en la
comuna suiza de La Tour-de-Peilz, cuando una avanzada cirrosis le dio muerte el 31 de
diciembre de 1877.

Dedicado al paisaje en sus primeras obras, pronto daría las pinceladas de luz sobre la
naturaleza que caracterizaría a los impresionistas. Sus icónicos autorretratos fueron,
ciertamente, de estilo romántico, pero desde 1844 sus pinturas son definitivamente realistas.
Los temas y los personajes tratados por él pertenecen a la realidad cotidiana en la que él
mismo transitaba, pues con sus padres viviendo en el campo, podía observar con sus
propios ojos la situación de los campesinos cuando les visitaba. Sin caer en el folclorismo o
en la extravagancia de la cultura popular, recurrente en la pintura de género «menor», el
trabajo de Courbet hace las veces de un registro histórico sobre la sociedad subalterna de
Francia en la segunda mitad del siglo XIX. Obras como Los jugadores de damas (1844) o
Los picapiedra (1849) constituyen ese primer paso hacia la representación de la vida del
pueblo. Gustó de retratar a las víctimas de la crisis económica y social, pintó a un
vagabundo tirado sobre la hierba, sin ningún otro sitio para descansar, con sus ropas raídas
y quejándose impotente. La pintura es de grandes dimensiones; contradice la idea clasicista
de que los grandes cuadros deben contener grandes eventos, alegorías hermosas de la
mitología o glorias históricas de grandes generales apoyados por una masa anónima y a
penas visible. El vagabundo (1845) es toda la pintura, no hay nada más en ella, como no
puede haber nada más en la vida material de un vagabundo (fig. 3).
Figura 2. El vagabundo (1845)
La técnica es lo suficientemente neoclásica como para realizar una pintura figurativa, pero
no es tanto como para que el fondo de la pintura sea el elemento a destacar. Se puede decir
que es una realización más honesta que la del romanticismo, en la que el proletariado no
tendría un lugar sin pretensiones estéticas altivas. La pretensión de Courbet es lanzar la luz
sobre el sacrificio del proletariado, del cuerpo desnudo común y corriente, con pelos y
arrugas. «Acepto con mucho gusto esta denominación –escribía-. No solo soy socialista,
sino que también soy republicano, y en una palabra partidario de cualquier revolución y por
encima de todo realista... realista significa también sincero con la verdadera verdad»9.
Incluso intentó hacerle un realismo a la mente humana con obras como El desesperado
(1843-1845) o El hombre hecho loco por el miedo (1843-1844): estados mentales retratados
a partir del gesto y la mirada, sin dramatismos ni teatralidades.
Afuera del taller de pintura, los principios fundamentales de la ideología revolucionaria
provocaron la declaración de la libertad del pueblo francés, una vez más, esta vez con
banderas rojas y una serie de diversas posiciones que iban encaminadas en dos corrientes de
pensamiento principales: el jacobinismo autoritario y la corriente libertaria. La primera
corresponde el socialismo, deducido cuando descubrieron que la Revolución de 1789 había
sido burguesa, por más que los desfavorecidos habían empuñado las armas; y la segunda al
anarquismo, cuando se dieron cuenta que, con el tiempo, un poder de abajo hacia arriba
había empezado a organizarse fuertemente en Europa, y que además esperaba tomar el

9
Correspondencia a Garcin. Recuperado de: https://www.musee-orsay.fr/es/colecciones/resena-
courbet/courbet-se expresa.html?no_cache=1#:~:text=Respuesta%20de%20Gustave%20Courbet%20a,encima
%20de%20todo%20realista...
poder para siempre10. El realismo corresponde a los últimos tiempos de la Monarquía de
Julio y el inicio del Imperio de Napoleón III. La Communes revolucionarias protestan por el
difícil acceso de alimentos. La segunda etapa de la Revolución Industrial dejó a los
campesinos en malas condiciones. Se instala la idea del progreso y la filosofía positivista de
Comte. El mundo era reimaginado por las máquinas. Las máquinas enseñan que es en la
acción que se logran los efectos, el producto. El producto de una sociedad justa se elabora
accionando la fuerza de la revolución. Ante las restricciones del Segundo Imperio, el
mutualismo anarquista de Proudhon consiguió realizarse en la década de 1850, incluso
mucho mejor que las formas de la doctrina socialista. Proudhon era muy influyente en las
sociedades de amigos y en la Primera Internacional; lo fue más cuando su amigo Courbet
pintó Proudhon y sus hijos en 1865.
El cambio en las dinámicas sociales después de 1848 se evidencia en el cambio del arte.
Ardenne ha propuesto una metodología para comprender el papel del artista en esta época a
partir de tres diferentes relaciones arte-política: a) la tutela, que pone al artista al servicio de
poderes totalitarios; b) la oposición del artista frente a la autoridad actual; y b) la colusión o
colaboración del artista al nuevo régimen por adherencia. Courbet se encuentra en la
segunda categoría cuando se opone a la autoridad artística de las instituciones y al Segundo
Imperio, pero también se ubica en la última si se habla del Courbet que participó en la
Comuna de 187111.

Conclusiones
El realismo pictórico se originó en Francia a mediados del siglo XIX en oposición al
romanticismo y a los dictámenes academicistas. Su mayor vigencia ocurre durante la
década de 1850. Los fuertes cambios sociales son el ambiente del realismo, mismo de la
Segunda Revolución Industrial. La obra de Courbet, sin cambiar de temáticas, tuvo
diferentes recepciones en dos épocas diferentes, pues la recepción de una obra de arte
denota unas mentalidades políticas propias de una época y un régimen. La vida y obra del
artista va en paralelo a los cambios sociales del mundo que habita, pues las percepciones
del artista dependen en gran medida de las condiciones materiales e intelectuales de la
época a la que pertenece. Sin duda, Courbet puede explicar la época posnapoleónica con su
obra.

10
Guérin, Daniel. La revolución desjacobinizada. Biblioteca virtual Omegalfa. Pp. 21-22.
11
Chateau, Pierre. “Contextos de exhibición: Exposiciones, público y crítica de las obras de Gustave
Courbet”. Argos [online]. 2015, vol.32, n.63, pp. 71-88. ISSN 0254-1637. http://ve.scielo.org/scielo.php?
script=sci_arttext&pid=S0254-16372015000200005&lang=es

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