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Como hemos visto la teología de la acción es una subdisciplina que cuenta con unos
elementos que la distinguen y la relacionan con las otras áreas teológicas; elementos que
también le permiten entrar en relación con otras áreas del saber, que se ocupan de la
actividad humana en el mundo, como son: la sociología, la psicología, y la filosofía. Por
eso la teología de la acción al interior de la teología ocupa un lugar de primacía, un lugar
fundamental, porque ella favorece la comprensión general de toda la teología y concede una
ventaja a la praxis en los procesos de producción del conocimiento etológico.
Partiendo de lo anterior, la teología de la acción hace un trabajo reflexivo sobre la acción de
la actividad humana, desde la revelación y la fe, y aporta unos conceptos y métodos para
comprender y orientar la presencia activa y trasformadora de la iglesia y de los cristianos en
el mundo, desde la perspectiva del Reino de Dios.
La dinámica general de su método está en relación coherente con las teologías bíblica y
sistemática, y se fundamenta en la constitución dogmática Gaudium et Espes, que le da
luces sobre la relación de la iglesia y el mundo de hoy. “Los gozos y las esperanzas, las
tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de
cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de
Cristo” (GS 1)
El método que se nos propone es una correlación crítica, donde entran en diálogo los
principios teológicos con las realidades contextuales en las que vivimos, Este proceso tiene
tres etapas para seguir: ver, juzgar y actuar, o dicho de otra manera, percibir, interpretar y
planificar. Se trata no solo de construir discursos sino de acompañar a las comunidades y de
comprometernos para que un mundo mejor sea posible.
Las dos teologías mediante acciones trasformadoras, pretenden que los hijos de Dios vivan
en condiciones justas y que se realicen como personas. Pero sin caer en un activismo, sino
que más bien, se debe crear condiciones de justicia. El teólogo debe dar razón de su
reflexión teológica en la acción que ejecuta, no puede edificar sobre creencias falsas.