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Teología de la Acción Humana

La Disciplina Teológica está estructurada en tres subdisciplinas: la teología bíblica que se


encarga del estudio de la sagradas escrituras, la teología sistemática que se ocupa del
estudio y la reflexión de la tradición doctrinal de la iglesia, y la teología de la acción
humana que se ocupa de la comprensión y la orientación de toda la actividad humana a
partir de la praxis evangélica.
La preocupación por orientar la actividad humana ha sido un elemento constante en la
historia de la teología. Los documentos de los Padres de la Iglesia, Trento y Vaticano II,
dan fe de ello. Hay que resaltar que desde el año 1774, la pastoral pasó a comprenderse
como subdisciplina de la teología, porque en Austria se estableció la formación académica
de los funcionarios religiosos y clérigos, aquí se la llamo teología práctica.

El Concilio Vaticano II es el punto de apoyo y de desarrollo de la teología práctica, aquí se


recogen todas las experiencias de los enfoques anteriores, que le ofrecen una perspectiva
más amplia de la iglesia, de la sociedad y de la teología misma; aquí esta teología recibe el
nombre de teología de la acción.

En Gaudium et Espes (33-39) encontramos presupuestos teológicos de la actividad humana


en el mundo. Se nos dice que la actividad humana individual y colectiva o el conjunto
enorme de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores
condiciones de vida, considerado en sí mismo, responden a la voluntad de Dios. Esta
enseñanza vale igualmente para los quehaceres más ordinarios del hombre. A partir de este
esquema, la teología de la acción tiene claro que en ninguna actividad humana hay ausencia
de Dios. Por eso, hay que ocuparse de orientar la actividad del pastor, las actividades
eclesiales y toda la actividad humana.

El fundamento capital de la teología de la acción es “La Acción de Dios”. Esta idea se


apoya en las siguientes razones: Dios es el fundamento de la creación y es Señor de la
historia, los relatos bíblicos dan fe de ello; Dios es quien acompaña y libera al pueblo de
Israel, “Dios es el que hace”. La segunda razón es que nuestras acciones como creyentes se
basan en la forma como creemos que Dios actúa, por eso en las oraciones le pedimos a Dios
que él actué. La tercera razón es que nuestras acciones como creyentes cristianos están
orientadas a que Dios pueda hacer su obra. Finalmente reconocemos que la acción de Dios
es una acción por excelencia, en la vida y acciones de nuestro Señor Jesucristo. Jesús se
convierte para nosotros en el paradigma de nuestro modo de obrar. En él encontramos un
referente teológico que nos permite valorar nuestro ser como personas, la actividad en la
que estamos involucrados y la actividad en la que está involucrada la comunidad creyente.
De ahí que la creencia fundamental en la acción de Dios, es una tarea básica a la hora de
nosotros hacer teología de la acción.

Como hemos visto la teología de la acción es una subdisciplina que cuenta con unos
elementos que la distinguen y la relacionan con las otras áreas teológicas; elementos que
también le permiten entrar en relación con otras áreas del saber, que se ocupan de la
actividad humana en el mundo, como son: la sociología, la psicología, y la filosofía. Por
eso la teología de la acción al interior de la teología ocupa un lugar de primacía, un lugar
fundamental, porque ella favorece la comprensión general de toda la teología y concede una
ventaja a la praxis en los procesos de producción del conocimiento etológico.
Partiendo de lo anterior, la teología de la acción hace un trabajo reflexivo sobre la acción de
la actividad humana, desde la revelación y la fe, y aporta unos conceptos y métodos para
comprender y orientar la presencia activa y trasformadora de la iglesia y de los cristianos en
el mundo, desde la perspectiva del Reino de Dios.

La dinámica general de su método está en relación coherente con las teologías bíblica y
sistemática, y se fundamenta en la constitución dogmática Gaudium et Espes, que le da
luces sobre la relación de la iglesia y el mundo de hoy. “Los gozos y las esperanzas, las
tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de
cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de
Cristo” (GS 1)

El método que se nos propone es una correlación crítica, donde entran en diálogo los
principios teológicos con las realidades contextuales en las que vivimos, Este proceso tiene
tres etapas para seguir: ver, juzgar y actuar, o dicho de otra manera, percibir, interpretar y
planificar. Se trata no solo de construir discursos sino de acompañar a las comunidades y de
comprometernos para que un mundo mejor sea posible.

Por ello, la teología de la liberación de América Latina, ya ha asumido una posición


comprometida en favor de las victimas concretadas en el rostro de los pobres vulnerados en
su dignidad de seres humanos. Esta teología constituye una vertiente importante para la
teología de la acción.

Las dos teologías mediante acciones trasformadoras, pretenden que los hijos de Dios vivan
en condiciones justas y que se realicen como personas. Pero sin caer en un activismo, sino
que más bien, se debe crear condiciones de justicia. El teólogo debe dar razón de su
reflexión teológica en la acción que ejecuta, no puede edificar sobre creencias falsas.

En una época donde la sociedad ha experimentado avances científicos y el desarrollo de


otros saberes humanos. Se necesita de una orientación teológica con pensamiento crítico.
Por eso la teología de la acción debe entrar en diálogo con los principios teológicos y con
las áreas del saber de la actividad humana. Para conducir a los cristianos hacia una vida de
fe más pura, adulta y activa; y construir un mundo mejor y posible, desde el proyecto
liberador de Dios.

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