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TEOLOGÍA PRÁCTICA Y SABERES DE LA GESTIÓN: LA PRETENSIÓN

TRANSFORMADORA Y EL IMPERATIVO DEL DIÁLOGO1

Olvani Sánchez2

INTRODUCCIÓN
“Ha llegado el momento [escribe el papa Francisco] en el que los estudios
eclesiásticos reciban esa renovación sabia y valiente que se requiere para una transformación
misionera de una Iglesia ‘en salida’”3. En esta renovación, juega un papel definitivo el
diálogo “como una exigencia intrínseca para experimentar comunitariamente la alegría de la
Verdad y para profundizar su significado y sus implicaciones prácticas”4. La importancia del
diálogo radica en que permite superar las injustificadas rupturas entre la fe y la vida, entre la
teoría y la praxis, entre las distintas especializaciones al interior de la teología, entre la
teología y las otras disciplinas, entre creyentes de diferentes iglesias y religiones, entre
contextos culturales múltiples, entre instituciones teológicas de latitudes y enfoques distintos.
El Diálogo, en última instancia, permite hacer realidad “una verdadera cultura del
encuentro”5.
En este marco, nos proponemos examinar una concreción específica de dicho diálogo
en el marco de la teología, a saber, la relación interdisciplinar entre la teología práctica (TP)
y los saberes de gestión. Nos mueve la convicción de que la promoción de
interdisciplinaridad, “tanto en el contenido como el método”6 de la teología práctica, es
fundamental para esta “subdisciplina teológica”7 y su empeño por alcanzar un conocimiento
académicamente sólido, existencialmente significativo y socialmente relevante. En atención
a esto, estructuraremos el texto en dos partes: (1) la interdisciplinariedad como imperativo

1
En: Olvani Sánchez, Marcela Mazzini y Geraldo De Mori (eds). Teología práctica e interdisciplinariedad.
Bogotá: Editorial Javeriana, 2020 (en edición).
2
Profesor en la Facultad de Teología de la Pontifícia Universidad Javeriana, Colômbia. Dirección electrónica:
olvani.sanchez@javeriana.edu.co
3
Francisco, Veritatis Gaudium, 4.
4
En efecto, el diálogo es el segundo criterio propuesto por el papa Francisco para la renovación de los estudios
teológicos y, de alguna forma, se concreta en los criterios tres y cuatro, a saber, la interdisciplinariedad y la
creación de redes (Veritaris Gaudium). El primer criterio, que opera como fuente inspiradora y legitimación
interna de los demás, es la “contemplación y la introducción espiritual, intelectual y existencial en el corazón
del kerygma” (VG, 4).
5
Francisco, Veritatis Gaudium, 4.
6
Ibid., 4
7
Tracy, The analogical imagination. Christian Theology and the culture of pluralism, 68.
en TP y (2) el diálogo con los saberes de la gestión en la elaboración de la TP. La segunda
parte, a su vez, está dividida en dos apartados que pretenden indagar sobre la legitimidad del
encuentro y sobre los elementos que lo constituyen y dinamizan.

SOBRE LA INTERDISCIPLINARIEDAD EN TEOLOGÍA PRÁCTICA


En la tradición católica, la TP ha experimentado desarrollos definitivos a partir de los
años 60 del siglo XX, gracias a las urgencias reconocidas, las posibilidades abiertas y los
caminos indicados por el Concilio Vaticano II. Respecto de la importancia de este Concilio
para nuestra subdisciplina teológica, Alberto Parra afirma que:
en el diseño de Concilio trazado por Juan XXIII, debía tratarse de un concilio pastoral
antes que doctrinal; no porque lo doctrinal no haya quedado plasmado en constituciones
dogmáticas del Concilio como Sacrosanctum Concilium, Dei Verbum y Lumen
gentium, sino porque el punto convergente y quizás más sobresaliente del Concilio
debía ser, como es de hecho, la constitución pastoral Gaudium et spes. Esta constitución
define de entrada la nueva ruta que se nombra con el término tradicional de pastoral.
[…] Entonces, la pastoral del Concilio, aunque conserve el nombre antiguo y la
indispensable forma teológica doctrinal, lo que en realidad persigue es la verdad y el
sentido de la dignidad de la persona humana, de la comunidad humana, de la actividad
humana en el mundo, de la misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo, de la
dignidad del matrimonio y de la familia, del fomento del progreso cultural, de la vida
económico-social, de la vida de la comunidad política, de la comunidad de los pueblos
y del fomento de la paz. […] Esa entidad y diversidad de elementos exigió, casi por
necesidad, consagrar el capítulo tercero de la Constitución al valor y sentido teologal y
teológico de la actividad humana general en el mundo y en la sociedad8.

En efecto, del Concilio Vaticano II y, específicamente, de la Constitución Pastoral


Gaudium et Spes, hemos recibido herencias capitales para la elaboración actual de la TP. Del
Concilio recibimos cuestiones teológicas determinantes como son, por ejemplo, el carácter
histórico de la revelación, la comprensión de la Iglesia como comunidad, la dimensión
teológica de lo pastoral, la entraña “pastoral” de la teología y la implementación magisterial

8
Parra, “De camino a la Teología de la Acción”, 146.
de un modo no deductivo de hacer teología9. La Constitución Pastoral Gaudium et Spes, por
su parte, permite repensar aspectos fundamentales de nuestra subdisciplina teológica como
su objeto, método y alcance10. En cuanto al objeto, pasamos de considerar solo las prácticas
eclesiales a hacer una interpretación teológica de toda actividad humana en el mundo11. En
cuanto al método, se incorporó un modo de trabajo más inductivo y dialógico, que implica
comenzar por el conocimiento profundo de las realidades humanas como lugares teológicos
que, una vez escrutadas en su propia consistencia, han de ser interpretadas a la luz del
Evangelio para descubrir allí presencia y acción de Dios y procurar orientarlas en la dirección
inaugurada por dicha presencia12. En lo referente al alcance, conviene mencionar dos
aspectos: en primer lugar, el texto conciliar pretende dialogar con todos los seres humanos y
no solo con aquello que comparten la fe de la Iglesia; en segundo lugar, dicho diálogo
pretende ser un auténtico encuentro, es decir, no se encamina a la enseñanza o al
adoctrinamiento sino a la real cooperación en la comprensión y atención de los problemas
relevantes de la sociedad13.
En este panorama, la variación más significativa de la TP, a mi juicio, ha sido el paso
de ser considerada una función subsidiaria, como aplicación contextual de la teología
propiamente dicha, a ser reconocida como una auténtica especialización disciplinar14. En
palabras de Mark Donzé, la TP constituye hoy “un campo de estudios particular y original,
que tiene sus propios métodos”15.
Lo propio de esta especialización sería, entones, la elaboración de una “teoría
teológica de la acción”16. Ahora bien, como teoría teológica de la acción, la TP está

9
Hünerman, El concilio Vaticano II como software de la iglesia contemporánea.
10
Para apreciar los cambios históricos de la teología practica se pude ver: Routhier y otros, Précis de Théologie
Pratique. Montreal: Novalis, 2007.
11
Gaudium et Spes, 46-90. “Tiene pues, ante sí la Iglesia al mundo, esto es, la entera familia humana con el
conjunto universal de las realidades entre las que ésta vive” (GS, 2)
12
Gaudium et Spes, 36,44. “permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a
la luz del Evangelio” (GS, 4).
13
Gaudium et Spes, 2,3. “La Iglesia, custodio del depósito de la palabra de Dios, del que manan los principios
en el orden religioso y moral, sin que siempre tenga a manos respuesta adecuada a cada cuestión, desea unir la
luz de la Revelación al saber humano para iluminar el camino recientemente emprendido por la humanidad
(GS, 33).
14
A este respecto se puede leer: Tracy, “The Theological Portrait of the theologian”, 47-98.
15
Donzé, “Objectifs et tâches de la théologie pratique”, 294.
16
Heitinhk, Practical Theology, 101. La acción, en este marco, es comprendida como constitutivo determinante
de la condición humana y dinamismo propio de la sociedad. Ahora bien, en cuanto objeto de la teología práctica,
la acción puede ser comprendida aquí en sentido amplio y específico. En sentido amplio, refiere los “factores,
procesos y estructuras que determinan y fomentan la vida personal y social en la actualidad desde la perspectiva
necesariamente abierta al encuentro y el trabajo cooperativo con diversas “teorías de la
acción” provenientes de las filosofías, las ciencias sociales y las ciencias naturales. De esta
forma, la interdisciplinariedad, se impone como un imperativo para el trabajo del teólogo
práctico. No podría ser de otra forma si tenemos en cuenta que, al asumir la acción como
objeto directo o material, la TP se enfrentaba a un campo de problemas cuya complejidad
devela la insuficiencia de una disciplina sola para acoger, explicar, comprender y orientar
dicho accionar en los ámbitos personal y comunitario17.
En este contexto, comprendemos la interdisciplinariedad como la interacción
integradora entre practicantes de diferentes disciplinas, que se impone cuando “el
conocimiento sobre un problema socialmente relevante es incierto, cuando se disputa la
naturaleza concreta de los problemas, y cuando hay mucho en juego para aquellos afectados
por los problemas y aquellos involucrados en enfrentarlos18. Dicho trabajo interdisciplinar
implica una actitud de descentramiento por parte de los practicantes de las disciplinas, porque
el propósito primero no puede ser el fortalecimiento de la perspectiva propia sino la
construcción conjunta de una comprensión fecunda para la acción misma. La centralidad,
entonces, no está en las disciplinas ni en sus practicantes sino en la acción misma que, al
fungir como problema articulador y campo híbrido de trabajo, es un referente recurrente y
necesario en el diseño, el desarrollo y la validación de las investigaciones teológicas19.

del reino de Dios” (Heitinhk, Practical Theology 130). En sentido específico, nos referimos a las actividades
de la iglesia y sus ministros para la promoción de la vida religiosa en el contexto de la praxis de la sociedad
(Heitinhk, Practical Theology 128,130). Por nuestra parte, creemos que no son nociones excluyentes y
apostamos por una comprensión amplia, que se construye a partir de la atención a ámbitos accionarios concretos
de carácter eclesial o secular.
17
Una disciplina única es siempre insuficiente debido a la complejidad intrínseca del “objeto” que, sin dejarse
agotar por la mirada, devela aspectos distintos ante perspectivas diferentes, y debido a la imposibilidad propia
del “sujeto” para detectar sus puntos ciegos sin recurrir al diálogo y aceptar la confrontación.
18
En esta categoría de problemas que demandan interdisciplinariedad encontramos los llamados “problemas
sociales” o circunstancias que afectan a un número significativo de personas en un modo indeseable, acerca del
cual se puede hacer algo a través de la acción social colectiva. La teología práctica tiene que ver con esto en
dos sentidos: porque se trata de un problema al interior de la comunidad eclesial o porque hace referencia a un
problema presente en la sociedad en la cual está inmersa dicha comunidad. (HITINK, G. Practical Theology,
200).
19
¿Cuáles son las exigencias que se derivan para la TP de esta centralidad epistémica de la acción? Si acogemos
el principio fenomenológico según el cual el objeto es indicativo del método, diremos que los elementos
constitutivos de la acción muestran los elementos que deben ser indagados en una teoría de la acción. Por ello,
desde el punto de vista material, es preciso 19: no partir de esquemas generales sino de campos accionarios
concretos y, con base en ellos, procurar cierta universalización (qué); trabajar con los directamente implicados
de forma activa o pasiva (quién); atender a los contextos de realización, pues todo accionar está afectado por
un lugar y un tiempo (dónde/cuándo); desentrañar los modos de proceder actuales y sus recursos de legitimación
(cómo/por qué-actuales); indagar por los propósitos (para qué) y descubrir las posibilidades para proponer
PARA EL DIÁLOGO CON LOS SABERES DE LA GESTIÓN
Al concebir la TP como teoría teológica de la acción, es preciso “distinguir entre
teorías de la acción que buscan describir y explicar la realidad humana y social, y aquellas
que pretenden influenciar y cambiar esta realidad”20. Lo primero adquiere un tono descriptivo
e incluso valorativo, dirigido a comprender los estados de cosas actuales en sus dinámicas
estructurales y sus explicaciones históricas. El segundo enfoque implica reconocer que las
personas son capaces de tomar decisiones y emprender empresas que pueden intervenir en el
curso de los acontecimientos y, por ello, devienen responsables de la historia. La TP, como
la entendemos, asume ambas perspectivas y, por ello, pretende siempre explicar, comprender
y transformar la acción.
Ahora bien, para nuestra contribución, asumimos que a TP tiene, legítimamente,
pretensiones de transformación de la acción, es decir, que le es propio el propósito de
contribuir al mejoramiento de la acción en su constitución histórica. Nuestra hipótesis de
trabajo, entonces, será la siguiente: la interacción de la TP con los saberes de la gestión ha de
ser comprendida en el marco del ideal de transformación que acompaña la elaboración de
una teoría teológica de la acción humana. Esta interacción ya ha tenido lugar en el plano de
las prácticas, es decir, en el diseño, implementación, seguimiento y evaluación de planes
pastorales en diferentes niveles de la vida eclesial21. En el plano teórico hay también intentos
de diálogo a los que recurriremos en la elaboración de nuestra propuesta22.
Hemos preferido hablar de “saberes” y no de “ciencias” de la gestión porque no hay
consensos significativos acerca de si se trata realmente de ciencias en tanto que modos de
conocer y conjuntos de conocimientos adecuados a los cánones de cientificidad, o de técnicas
cuya implementación adecuada contribuye al mejoramiento de los procesos y la obtención

modelos de mejoramiento (hacia dónde y cómo-potenciales). Desde el punto de vista formal o final, el teólogo
ha de poner en juego, desde el comienzo de la lectura, los principios teologales propios del relato de revelación-
fe que fungirán como horizonte critico de su trabajo explicativo, comprensivo y propositivo.
20
Heitinhk, Practical Theology, 126.
21
Se puede ver, por ejemplo, el plan pastoral de la Diócesis de Fontibón, en Bogotá, que ha implementado la
metodología de la “planeación prospectiva” en el diseño e implementación de su plan pastoral.
http://diocesisdefontibon.com/portal/plan-pastoral/ (consultado el 30-13-2018). Para la Iglesia latinoamericana,
el recurso a las técnicas de planificación en la pastoral fue una recomendación explícita desde la Conferencia
de Medellín. (Med. Cap. 15, N.36.)
22
Heitinhk, Practical Theology; Nadeau, “La prospective en praxéologie pastoral”, 259-271; Moltmann,
Esperanza y planificación del futuro.
de resultados23. Al hablar de saberes, reconocemos el valor epistémico y pragmático de
ambas posibilidades24. La gestión, por su parte, es comprendida genéricamente como la
capacidad de hacer que “algo suceda” en los cauces establecidos para ello25. Es cierto que se
trata de un tema originado en el mundo empresarial; sin embargo, su impacto y desarrollo ha
tenido lugar en ámbitos diversos de las organizaciones y saberes sociales y culturales.
En nuestro campo, la interacción con los saberes de la gestión es de gran valor en dos
direcciones: (1) para el logro de la transformación en el campo de acción que es investigado
en la TP, y (2) para la consecución del cambio deseado en la práctica misma del teologizar.
En el primer sentido, recurrimos a los saberes de la gestión como el interlocutor privilegiado
en el propósito de “hacer que ocurra” la transformación que se busca en la realidad eclesial
y social, mediante la reconducción de la teoría a la praxis. En el segundo sentido, dichos
saberes acompañan el trabajo del teólogo, asegurando que pueda llevarlo a cabo de forma
sistemática en la implementación de procedimientos para la obtención de resultados. Cabe
preguntar, entonces, si puede el teólogo agenciar realmente la transformación en las prácticas
eclesiales y sociales o su alcance transformador está limitado a su propio “oficio de la
teología”26. En otros términos ¿Qué transformación nos cabe esperar en TP?

LA PERSPECTIVA ESTRATÉGICA EN TEOLOGÍA PRÁCTICA.


La estructura epistemológica de la TP, más allá de las diferencias de acentos en
autores y escuelas, implica la presencia de una pretensión transformadora27. Con ello se
reconoce que la teología busca construir un discurso que “no solamente interprete la realidad
del creyente, sino que proyecte también modelos operativos para transformarla y muestre,

23
Kirchner, La gestión de los saberes sociales: algo más que gerencia social. Para seguir la discusión pueden
revisarle importantes materiales en la siguiente dirección: http://administracion.uexternado.edu.co/clap/
(consultado en 26-03-2018)
24
Al respecto puede leerse: Lyotard, La condición posmoderna: Informe sobre el saber.
25
De Gregorio, Introducción a la gestión estratégica, 8.
26
Dulles, El oficio de la teología.
27
De alguna forma, las operaciones de explicación y comprensión están motivadas y orientadas por esa
pretensión. Por ello podemos encontrar un aire de familia en lo referente al método en Teología Practica y, por
eso, se suela hablar de un esquema genérico o “meta-método”: Ver-juzgar-actuar (teología de la liberación).
Observar-interpretar-actuar (praxeología). Percibir-analizar-planificar (teología de la acción). Contextos-
textos-pretextos (teología fundamental latinoamericana/lectura contextual de la biblia). Explicar-comprender-
aplicar (Ricoeur). Ciclo empírico-ciclo hermenéutico-ciclo estratégico (Heitinhk). Teología descriptiva-
teología histórica y sistemática-teología estratégica (Browning).
justo en la praxis, la validez de su interpretación actualizadora”28. Se entiende, entonces, que
la TP procure que sus juicios contrafácticos sobre la praxis creyente en la historia y la
sociedad tengan también fuerza fáctica.
Para hacer realidad esta pretensión, se propone adoptar una perspectiva estratégica en
la dinámica procedimental de la TP29. Del encuentro con las ciencias sociales hemos
aprendido la preocupación por alcanzar transformaciones en la acción y, por ello, el llamado
a reconocer la necesidad, discernir la deseabilidad, discutir la posibilidad, definir la
orientación y agenciar la realización del cambio. El diálogo con los saberes de la gestión,
asunto propio de la perspectiva estratégica, aporta herramientas conceptuales y
metodológicas en el intento de procurar la realización efectiva de las transformaciones
deseadas. De esta forma asumimos la responsabilidad para con la historia que, desde nuestra
fe, implica actitud crítica frente al providencialismo y confianza en la promesa que engendra
un horizonte de futuro como posibilidad y, por ello, demanda esperanza y planificación:
“donde no hay esperanza despierta y vigilante no hay estímulo para la planeación […] dónde
no hay planeación no hay esperanza realista”30.

LOS RECURSOS DE LA PERSPECTIVA ESTRATÉGICA EN TP.


Enunciaremos ahora algunos elementos para comprensión e implementación de esta
perspectiva estratégica en la elaboración de la TP.

Centralidad del pathos


La teología práctica, desde el corazón de la fe cristiana, “trabaja a partir del
presupuesto de que las personas pueden ser transformadas y nuestra sociedad necesita ser
renovada desde la perspectiva escatológica del Reino de Dios”31. Ahora bien, la implicación
real en la gestión de este cambio no se produce por cuenta del análisis lógico del actuar sino

28
Schillebeeckx, La Interpretación de la Fe, aportes para una teología Hermenéutica y Crítica, 158. La
actuación de la teología en la historia es doble: “como fuerza reactiva contra los males que amenazan el presente
y como fuerza activa a la hora de hacer revisiones críticas en orden a construir un mundo mejor” (Moltmann,
Esperanza y planificación del futuro, 442).
29
Heitinhk, “The strategic perspective”, 201-219.
30
Moltmann, Esperanza y planificación del futuro, 419. “Para el cristiano, la transformación en la historia como
la transformación de la historia tienen perfecto sentido, puesto que la esperanza sabe que la nueva realidad
prometida ha de venir por los causes de la historia. [no creemos en] el Dios del destino o dela causalidad sino
en el Dios de las promesas. (Ibíd., 425)
31
Heitinhk, Practical Theology, 202.
por la vinculación afectiva con el relato de fe y, sobre todo, con aquellos que padecen el
sufrimiento por cuenta de la acción personal, comunitaria y estructural. En palabras de
Moltmann, los problemas determinantes de nuestra historia “no se arreglan con inversiones
o planificaciones si antes no surge en la sociedad esa auténtica consciencia de solidaridad
humana que no es capaz de cerrar los ojos ante la desgracia ajena, sino que la acepta y la
sufre como propia”32. La deseabilidad y el agenciamiento de la transformación tienen un
componente afectivo cuyo desconocimiento, en favor de los argumentos y las leyes, está a la
base del fracaso de proyectos pastorales, sociales y empresariales.
En cuanto a la posibilidad de gestionar un cambio, debemos preguntar si la TP
realmente puede conseguir algún tipo de transformación en las prácticas históricas. En caso
positivo, ¿cuál es el alcance real de cambio y cuáles las implicaciones para el teólogo?
Proponemos distinguir entre micro-estrategias y macro-estrategias, entre micro-impactos y
macro-impactos33. Es decir, entre diseños operativos encaminados a transformaciones
individuales o microsociales y aquellos encaminados a la transformación de las grandes
estructuras. Algunos sostienen, de hecho, que en las sociedades occidentales modernas, el
impacto de la religión y la teología está sobre todo – únicamente - en las micro-estrategias34.
¿Podemos, entonces, esperar una transformación estructural a nivel social o eclesial?

Imaginación informada
La perspectiva estratégica de la interpretación teológica no tiene un carácter
puramente negativo, es decir, no se agota al desenmascarar las inconsistencias, incoherencias
o insostenibilidad de la realidad confrontada. De ser así, la crítica teológica produciría
indignación, al desenmascarar la perversidad de los sistemas y sus fundamentos; pero no
daría razón de la esperanza (1Pe 3,15) al ser incapaz de mostrar caminos de transformación.
Es preciso, entonces, dar primacía a la anticipación sobre la recuperación, a la utopía sobre
la añoranza. Por eso hablamos de “imaginación informada”, porque elabora diseños de futuro

32
Moltmann, Esperanza y planificación del futuro, 446.
33
La referencia a la posibilidad del cambio no es unánime. En cuanto a las personas, podemos reconocer por lo
menos dos posturas: (1) no, porque la acción sigue a la naturaleza de las cosas y la naturaleza no puede ser
cambiada, solo seguida; (2) sí, porque no hay naturaleza en estado puro, sino que todo es modelado por la
cultura. Otro tanto sucede en relación con las sociedades: (1) no, en realidad todo está encaminado por procesos
evolucionistas; (2) sí, hay una orientación con base en ideales que exige conservación o transformación en las
prácticas sociales.
34
Heitinhk, Practical Theology, 210.
a partir de lo que ha emergido como “deber ser” para el sujeto desde las exigencias de la
situación concreta y los principios normativos de la tradición creyente.
Se descubre así la fuerza del pensamiento utópico. En efecto, la gestión del cambio
implica el diseño de un estado ideal de cosas que, en términos de gestión empresarial, se
denomina “escenario apuesta”35 que opera como esperanza normativa al orientar desde el
futuro la facticidad del presente. La fuerza de este recurso en teología radica, según Peukert,
en que a partir de la visión de futuro se desenmascaran las contradicciones e insuficiencias
de la acción presente y se traza un horizonte para toda interacción social36.
¿No es esta la función teológica de la categoría “Reino de Dios” en la TP? Creemos
que podemos ensayar con éxito esta analogía, a condición de asumirla en el plano de la
abstracción conceptual sino de la continua imaginación de un esquema de relaciones al
interior de las diferentes prácticas que las encamine en la perspectiva de la praxis
evangélica37. Eso nos permitiría, entre otras cosas, no perder de vista la esperanza
escatológica a partir de la cual reconocemos que toda realización histórica resulta parcial y
provisional. Dicha certeza nos protege de la frustración frente a la inevitable debilidad y
eventual fracaso de iniciativas y proyectos. Además, nos ayuda a preservar la trascendencia
del misterio, puesto que la utopía final de la TP no es confundible con ninguna facticidad
histórico-social. En efecto, toda conquista alcanzada por el compromiso creyente necesita ser
rescatada constantemente de los factores de alienación que sufre o ejerce.

Diseño de modelos operativos


El diseño de un estado ideal de cosas que se quiere alcanzar en un campo accionario
demanda, al tiempo, establecer las dinámicas operativas que permitan su realización. De lo
contrario, el contraste con la situación presente no generará esperanza sino frustración. Esto,
en el plano de la gestión de empresas y organizaciones, se conoce como planeación

35
Godet, De la anticipación a la acción. Manual de prospectiva y estrategia, 48.
36
Peukert, Teoría de la Ciencia Teología fundamental, 273-282. En este sentido aparece, por ejemplo, la
propuesta habermasiana de la comunidad ideal de habla que, aunque claramente no es la situación real donde
ocurre la comunicación cotidiana, constituye una hipótesis práctica que es necesario suponer en todo proceso
comunicativo. Se trata de La utopía de una comprensión recíproca y de comunicación que busca el consenso
racional de todos sus participantes, en la simetría de la participación y la ausencia de toda coacción. Situación
en la que todos los participantes tienen el mismo derecho a hablar o a ser escuchados, y ninguno de los
participantes se engaña a sí mismo ni engaña al otro, sino que se presenta con sus verdaderas intenciones
(Habermas, Acción Comunicativa y Razón sin Trascendencia, 3-18).
37
González, Teología de la praxis evangélica, 250-267.
estratégica, es decir, la definición de los senderos operativos que se asumen como adecuados
para alcanzar la visión38. Generalmente se concretan en la formulación de proyectos y el
establecimiento de mecanismos de formulación, ejecución y seguimiento que pretenden
asegurar su cumplimiento de los objetivos39.
Dos anotaciones para el diálogo: Primero, tales procesos de planificación y gestión
no funcionan de forma automática y, por ello, exigen la vinculación activa de las personas
directamente involucradas en la acción tematizada. La posibilidad de transformaciones
históricas no radica en la asimilación de metodologías de intervención sino en que las
personas devengan sujetos al comprometerse con procesos históricos40. Por ello, es
imperativo que las comunidades se sientan reconocidas e involucradas en las
transformaciones que se pretenden gestionar. De otra forma, los procesos no sobrevivirán a
la ausencia de sus líderes originarios y, en todo caso, no afectarán el nivel cultural de las
organizaciones.
Segundo, reconocer el valor de la planificación y las estrategias no debe conducir al
eficientismo del mundo empresarial, desde el cual se desconoce el valor de los procesos por
el afán de resultados. Con este argumento se subvalora, por ejemplo, el proyecto de la
teología de la liberación que, según dice, no ha cambiado nada de la situación que critica.
Para el cristiano, la planificación es hija de la esperanza en la promesa que nos hace
responsable de la historia. Por ello, no debemos confundir el futuro esperado con el futuro
planificado, ni el valor de la esperanza con los resultados de la estrategia. Es cierto que la
esperanza cristiana se proyecta también en la acción de los cristianos porque propone visiones
críticas y juicios de valor que aconsejan echar mano de ciertas posibilidades históricas y
desechar otras; sin embargo, el valor de dicha esperanza no se reduce a la efectividad de sus
realizaciones históricas, sino que implica permanecer firme en el camino escogido aún contra
la evidencia del resultado fáctico, de alguna forma, es esperar contra toda esperanza 41. No

38
Godet, De la anticipación a la acción. Manual de prospectiva y estrategia, 187-112.
39
Heitinhk, Practical Theology, 210-213.
40
En este sentido, los saberes de la gestión pueden enseñarnos que la capacidad de transformación de la TP no
depende solo de la asimilación de metodologías, sino que implica trabajar a partir de las prácticas específicas y
siempre de la mano con sus agentes reales. Esto porque es preciso que haya unidad razonable en torno de
cuestiones simples como el “qué”, “cómo”, “por qué” y “para qué” de las prácticas que queremos mejorar. En
este trabajo, actores y autores enriquecen desde sus experticias la labor reflexiva y las dinámicas operativas.
41
Moltmann, Esperanza y planificación del futuro, 404.
podemos perder de vista que el éxito en la temporalidad histórica no es precisamente la mayor
enseñanza del Dios crucificado42.

Compromiso efectivo
Una vez reconocida la necesidad del cambio, hechas las apuestas de futuro y definidos
los caminos operativos para su construcción entran en juego procesos de implementación
seguimiento, evaluación y mejoramiento. La posibilidad histórica de las transformaciones en
la acción depende, finalmente, del actuar. Formularemos aquí sólo algunas preguntas: ¿Qué
papel juega el teólogo práctico en las fases de implementación? ¿Es imperativo que el teólogo
se involucre en la gestión efectiva de las alternativas accionarias que diseña para las prácticas
con base en sus investigaciones? ¿Es suficiente el papel de asesor o consultor de las
comunidades? ¿Qué tan importante es que el teólogo esté directamente involucrado en la
práctica que estudia? ¿Está impedido el teólogo para ocuparse de una práctica en la que no
esté implicado? ¿Es suficiente para el teólogo mejorar su práctica académica en el encuentro
reflexivo con otras prácticas eclesiales y sociales?

CONCLUSIÓN
De acuerdo con lo dicho, la interdisciplinariedad en TP se funda en la complejidad de
su objeto que no puede ser reducido a uno de sus aspectos, y en la finitud del sujeto que
siempre mira en una perspectiva, así como en las limitaciones de una sola disciplina para
alcanzar una comprensión suficiente y orientación adecuada de la acción. El diálogo con los
saberes de la gestión, a su turno, ha entrado en escena en el marco de la pretensión de la TP
de contribuir a una transformación efectiva en las prácticas eclesiales y humanas que sirven
de suelo nutricio, referente procedimental y criterio de veracidad para esta especialización
disciplinar43. En este sentido, los conceptos, procesos y metodologías provenientes del
mundo de la gestión pueden dialogar con la fuerza de la Promesa que engendra la esperanza
escatológica y la responsabilidad histórica en la fe cristiana.

42
La falta de actitud crítica y la poca explicitación de principios teologales operativos en beneficio de recursos
y perspectivas foráneos - en este caso, el enfoque eficientista de la planeación y la gestión - incrementa el
peligro que los saberes de la gestión lleguen a la teología y a otras prácticas creyentes como prometedores
“caballos de Troya” (Heitink, Practical Theology, 124.)
43
Heitink, Practical Theology. 108.
En todo caso, desde el punto de vista teológico, la apertura al encuentro y la
promoción del diálogo no nos exime de hacer presente la perspectiva crítica que brota de una
verdadera “hermenéutica evangélica”44, al tiempo que la posibilita. Dicha perspectiva
evangélica es determinante para que la participación del teólogo permanezca teológica y, de
esa forma, podamos ofrecer una propuesta original ante los problemas compartidos. La
originalidad de dicha propuesta, además, es enriquecedora también para los demás
participantes en el diálogo, que pueden descubrir un modo alternativo de comprensión y
orientación de la vida. Finalmente, es necesario exponer y hacer operativa esta perspectiva
crítica del Evangelio, para poder hacer efectiva la interdisciplinariedad en sentido fuerte, de
la que habla el Papa con el término de transdisciplinariedad. En este sentido, nos recuerda
Francisco, corresponde al teólogo práctico no solo acoger los puntos de vista de diferentes
disciplinas en la comprensión de su objeto (Multidisciplinariedad), sino también procurar la
integración y maduración de las diferentes perspectivas “en el espacio de Luz y de Vida
ofrecido por la Sabiduría que brota de la Revelación de Dios”45.

REFERENCIAS
Concilio Vaticano II. Constitución Pastoral Gaudium et Spes. Sobre la Iglesia en el mundo
actual. http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-
ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html
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