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Vamos a leer un libro de un médico francés, Georges Canguilhem, que escribe el libro “lo normal y lo

patológico”. Luego leeremos al psicoanalista Jacques Lacan y su artículo “Psicoanálisis y Medicina”. Y


también un filósofo coreano que se llama Byung-Chul Han que escribe “La Sociedad de la
Transparencia”.

Canguilhem es un médico y epistemólogo que en 1943 publica su tesis de doctorado en medicina


acerca de “lo normal y lo patológico”, a la que luego añade revisiones. Este libro nos interesa porque
contiene preguntas interesantes alrededor de lo normal y lo patológico (es uno de los primeros en
meterse en ese tema en el campo de la medicina). Estas preguntas atañen a una cuestión ética. Él se
pregunta: ¿quién define lo que es lo normal y lo patológico? ¿El enfermo, el médico, la ciencia?
¿Cómo lo definen? Se pregunta, por ejemplo, en una situación en la cual alguien no se considera
enfermo, pero su entorno sí lo considera enfermo e, incluso, lo considera peligroso para sí mismo o
para ellos mismos. Por ejemplo, piensen en el caso de un niño, donde la escuela llama y comenta
que a ese niño le está pasando algo. O una familia detecta que uno de los miembros está raro y lo
ven sufriendo, pero ese sujeto no subjetiva aún la enfermedad.

Canguilhem va a buscando distintas respuestas a estas preguntas y se da cuenta que las respuestas
dependen de cada momento y de cada cultura. Las respuestas acerca de qué es lo normal y lo
patológico son un entramado político, social y económico. Eso lo lleva a proponernos dividir y
separar las normas de lo normal. Él entiende que lo normal es un calificativo que decanta de un
conjunto de normas que hacen a la verdad en un momento dado y para un a cultura.

Pero, a grandes rasgos, al leer todas esas respuestas, propone ordenar propone a ordenar esas
respuestas alrededor de dos grandes teorías: lo que va a llamar una teoría dinámica y una teoría
ontológica. La teoría dinámica proviene de la medicina griega; la teoría ontológica de la medicina
egipcia.

Dentro de la teoría dinámica hay muchas respuestas de distintas épocas. Él va a proponer que hay
una teoría dinámica en la que se piensa a la enfermedad como una perturbación de la armonía,
como un desequilibrio. Y entonces la terapéutica aplicada, sea cual sea, apunta a una restitución del
equilibrio, a volver a la armonía, a un reequilibrio. Tendríamos en esa teoría equilibrio, desequilibrio
y reequilibrio. El problema de esta teoría, resalta Canguilhem, es que algunas veces ese reequilibrio
se encuentra en la enfermedad misma. La enfermedad, a veces, ya es una forma de reequilibrio.
Entonces, si nosotros intervenimos en esa forma de enfermedad que ya es, tal vez, una forma de
reequilibrio o curación, ¿qué estamos haciendo? Entonces, la teoría dinámica tiene esta definición
de enfermedad, esta definición de terapéutica y la pregunta concomitante pasa por cuando la
enfermedad ya es parte de la curación.

La teoría ontológica tiene la lógica de pensar a la enfermedad como un cuerpo extraño que hay que
extirpar. El problema de esta teoría se detecta cuando vemos que después de extraído, ese
organismo vuelve a generar el mismo cuerpo extraño. Entonces él se pregunta: ¿es que acaso no
habrá ahí un funcionamiento necesario de ese cuerpo extraño?

En las dos teorías él subraya el problema que demuestra que entre lo normal y lo patológico no hay
un límite preciso. Entonces da un paso más y piensa en otra salida para definir y ordenar qué es lo
normal y lo patológico. Vayamos a la salida estadística, pensemos qué es lo mejor para la mayoría,
hablemos del promedio. Claro que puede ser una variable a considerar pero también tiene un
problema porque, a veces, nos encontramos con una anomalía que no entra en el promedio, pero
eso no significa que sea una enfermedad. Incluso, a veces hay enfermedades, como las caries, que
son parte del promedio. Subraya nuevamente que es un problema distinguir qué es lo normal y qué
es lo patológico. Entonces busca otra salida, por ejemplo, por el sufrimiento. Donde hay sufrimiento
hay patología. Pero ahí encontramos otro problema. ¿Qué pasa en esas enfermedades que
empiezan con una fase silenciosa? ¿En ese caso hay o no hay enfermedad?

¿Cuál es la conclusión de la tesis de Canguilhem? Que no hay una frontera clara y precisa entre lo
normal y lo patológico. Sólo se arriba en la clínica, es decir, en el caso por caso. Pero
teniendo en cuenta siempre que la ciencia no logra capturar a la clínica totalmente, es decir
que la clínica nunca será una ciencia exacta por más que se busque el medio y métodos
científicamente garantizados. Por eso considera que es importante incluir en cada una de las
intervenciones médicas la pregunta ética: ¿a qué responde su acto?

Esta es una síntesis de los lineamientos del texto de Canguilhem.

Ahora vayamos al texto de Lacan. En 1966, a 3 años de la expulsión de Lacan de la Internacional de


Psicoanálisis (IPA) por poco ortodoxo y poco tradicionalista. Y después un grupo de médicos lo invita
a Lacan a una mesa redonda en el colegio de médico, es decir que le va a hablar a los médicos. Le
proponen que hable del lugar del psicoanálisis en la medicina. Entonces Lacan acepta, va y prepara
un texto para compartirles.

En este texto Lacan va a subrayar dos rasgos: va a decir que el lugar del psicoanálisis en la medicina
es marginal y extraterritorial. Es marginal porque la medicina, la ciencia, siempre ha mantenido al
psicoanálisis a distancia, en el margen de su propio campo. Como una ayuda terapéutica pero
siempre exterior a la medicina y a la ciencia. Es extraterritorial porque los analistas también se han
mantenido no del todo incluidos en el territorio de la medicina. ¿Por qué? Por una cuestión ética.

Lacan es muy poco complaciente con los médicos al hablarles. Es casi un provocador y los va a
provocar con la pregunta ética. Además podemos anticiparnos y decir que Lacan en esa mesa
redonda, que será publicado después bajo el título “Psicoanálisis y Medicina”. En ese libro Lacan da
algunas puntas precursoras de lo que después desarrollará, por ejemplo, en El Filósofo Hans.

Lacan es un precursor al decir estas cosas en 1966, en una época en la que no había internet, Google
ni Wikipedia. Sin embargo, vean lo que nos dice… Lacan va a afirmar que el discurso de la ciencia se
empalma con el discurso capitalista y con la lógica de mercado, y que ese empalme produce
determinados efectos.

Uno de esos efectos es el aceleramiento en el que vivimos como producto del empuje del discurso
de la ciencia empalmado al discurso capitalista. Veremos si el COVID frena un poco ese
aceleramiento. Lo verificaremos después de la pandemia. Pero podemos decir que vivimos en un
tiempo de aceleramiento. En ese tiempo de aceleramiento, la ciencia en sus laboratorios produce
determinados objetos. Lacan va subrayando en este escrito los objetos tecnológicos que en ese
momento empiezan y actualmente están muy desarrollados. Producen objetos tecnológicos que nos
abren al mundo pero también hacen que el mundo se nos meta, que el mundo nos observa. Llama a
eso una mirada omnipresente que está todo el tiempo viéndonos a nosotros. Somos objetos
nosotros de esos objetos.

Entonces, por un lado en los laboratorios se producen esos objetos tecnológicos. Por otro lado y de
manera bastante inédita, la toxicomanía es un producto de laboratorio, en el empalme de la ciencia
con el capitalismo. Esto es fuerte e inédito. Se podía decir que la toxicomanía era una enfermedad,
que era un hecho delictivo, pero decir que es un producto de laboratorio es una afirmación bastante
fuerte y médica muy interesante para nosotros. Dice que va en un arco desde los tranquilizantes
hasta los alucinógenos. En ese contexto, en esa marco, Lacan se pregunta: ¿a qué responde la
ciencia? ¿A qué responde el capitalismo? ¿A qué responden los médicos? Por eso les pregunta
provocador a los médicos esto. El médico, que en alguna época fue ese que se vestía de autoridad y
prestigio. A dónde ha quedado, se pregunta Lacan en 1966, ese lugar del médico en la ciencia y en la
sociedad. Entonces les pregunta: ¿acaso el médico hoy no es un empleado del sistema de salud, de
la empresa de salud? ¿Acaso el médico no responde a la lógica de mercado con su acto? ¿Acaso no
es un simple distribuidor de los objetos que se producen en la ciencia? ¿No es un estandarizador del
sujeto? ¿A qué responde el médico con su acto? Y agrega: en el mejor de los casos, responde a la
demanda del enfermo, a la demanda de curación. Pero desconociendo algo que el psicoanálisis ha
considerado fundamental.

¿Qué es lo que el psicoanálisis ha considerado fundamental en su lectura clínica? Que la demanda


no necesariamente se corresponde con el deseo, no necesariamente encaja con el deseo. Que la
demanda de curación no necesariamente es lo que se desea. Que hay una diferencia entre la
demanda y el deseo. ¿No les ha pasado que algún familiar, algún amigo, les ha pedido algo con
insistencia, se lo dan, y ahí se dan cuenta ustedes y el amigo que no era eso, que no era complacer la
demanda la que se estaba buscando, que hay otra cosa en relación a una demanda, que vamos a ir
llamando deseo. Pone un pequeño recorte clínico: dice que lo viene a ver un joven que está
deprimido hace muchos años, y le pide por favor a Lacan que lo atienda. Lacan lo atiende, lo escucha
y después de esa primera sesión lo cita a las 48 hs. Ahí ese joven deprimido le responde: “no, no, tan
pronto no”. Ahí Lacan muestra como la demanda no significa necesariamente la dimensión del
deseo.

Pero además el Psicoanálisis incluye otra dimensión a considerar: la dimensión del goce. Demanda,
deseo y goce. Ese goce lo vamos a ir viendo durante los siguientes encuentros. Pero ya podemos
extraer de este texto algunas líneas. Lacan va a decir: “el goce es algo difícil de aprender, difícil de
explicar, es algo que se siente, se experimenta en el cuerpo, es algo del orden de una satisfacción,
pero un poco loca porque va más allá del principio del placer. Es una satisfacción que Freud nombró
en ese sentido como paradójica”.

Entonces, para el psicoanálisis nuestra lectura tiene estos distintos niveles. Considera la demanda
pero a la luz del deseo y de esa diferencia que es el deseo, e incluye el plano del goce. Entonces, ¿a
qué responde nuestro acto? Responde a una consideración del sujeto, que tiene distintos planos de
análisis.

Vayamos a Byung-Chul Han y la sociedad de la transparencia.

El título nos invita a pensar que vivimos en una sociedad que apunta a una transparencia, a que
seamos todos transparentes, a que seamos todos iguales y transparentes, a que todo esté a la luz de
todos. A una sociedad hiper-visibilizada, a una sociedad donde esté todo expuesto. La llama “la
sociedad de la exposición”. En donde no hayan cosas veladas, íntimas, secretas, en donde lo velado,
íntimo, secreto está desvalorizado. Pero lo que hace es preguntarse a qué responde ese ideal de
transparencia (es la pregunta ética).

Hay una experiencia de científicos japoneses de la rana transparente. En esta experiencia los
científicos, a través de mutuaciones genética, consiguen hacer transparente la piel de la rana, al
servicio de conocerla, investigarla, a un ideal de cientificidad que seguramente es menos cruel que
cuando los jóvenes tenían que llevar una rana muerta para investigarla en el laboratorio del colegio.
Pero, de todas maneras, mutar la piel de la rana hasta hacerla transparente merece la pregunta de
hasta dónde llegar, hasta qué límite.

Volviendo para atrás, Han se pregunta: ¿A qué apunta ese ideal de transparencia? Lo responde de
esta manera: hay una paradoja que nos lleva a lo siguiente. Google, internet, el ciberespacio, nos
lleva a la máxima libertad. Podemos llegar a donde queremos y saber todo lo que queramos. ¿Pero
acaso eso no tiene como reverso un control social, una coacción social? ¿No estamos todos
sometidos a una mirada omnipresente como dijo Lacan 1966? ¿No estamos todos bajo un panóptico
digital? ¿No somos todos clientes transparentes de este mercado digital? No sé si les pasó alguna
vez que se les rompe algo en la casa, o algo de ustedes, y empiezan a hablar con un familiar acerca
de que quieren comprar uno y, de repente, les empiezan a llover ofertas de eso que estaban
pensando en comprar.

Entonces, Han se pregunta cuál es el reverso de ese ideal de transparencia. Tomemos la toxicomanía
que subrayó Lacan en 1966. ¿Acaso la toxicomanía no es una afección obsena, en el sentido de sin
escena, sin velos, descarnada, desvestida, no es acaso una afección que nos muestra un goce
transparente, un núcleo tóxico del goce?

Para terminar. Para nosotros no hay clínica sin ética. Y esa ética se corresponde con cada época. Es
importante que tengamos un entendimiento acerca de las coordenadas de la época, que estemos a
la altura de la época, pero que no nos subordinemos a ella, que no nos sometamos a ella. En ese
juego estamos en la clínica todo el tiempo.

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