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Adolescencia Córdova

Unidad 1

Córdova N. La primavera del significante. Parte I: El entretiempo adolescente. En Entre


niños, adolescentes y funciones parentales. Buenos Aires: Entreideas, 2013

Stanley Hall -> Estudio de la Adolescencia como una fase evolutiva con características
específicas (1904)

Posición marcadamente evolucionista; nuevo acto simbólico de nominación que impulsa el


estudio de la temática adolescente; creciente motivo de investigación y debate por parte de
intelectuales de diversas disciplinas

Walter Benjamin -> la juventud se sitúa en el centro de donde nace lo nuevo (1914)

Década del 50: profundos movimientos sociales de posguerra, el fenómeno se acelera y


expande; adolescentes comienzan a diferenciarse y crear los signos de una cultura propia; la
juventud de posguerra toma conciencia de sí misma y pone en crisis, desordena y cuestiona lo
socialmente establecido.

Se imponen globalmente los primeros íconos adolescentes; diferencias generacionales; ruptura


del orden sexual vigente; portan los significantes de su tiempo

Etimología: Los vocablos adolescencia y adolescente tienen su raíz latina en el verbo


adolescere (Corominas, 1990). Este verbo está compuesto por el prefijo ad- y el sufijo
incoativo -scere, que denota el principio de una acción progresiva: comenzar a crecer, estar
creciendo. Adolescente deriva de adolescens -entis, participio presente de adolescere y
significa esencialmente "el que está creciendo".

Winnicott -> Crecer es un proceso de subjetivación, que conlleva una fantasía inconsciente
agresiva. (1986)
El crecimiento implícito en el significante adolescente es un puro devenir, con sus sentidos de
cambio, transformación, acontecer y transcurrir.

Los adolescentes al crecer agitan los espectros de las tres figuras de la alteridad en su versión
más radical: el extranjero, la muerte y la sexualidad.
“Adolescencia” derivado de adolecer: ideología de corte discriminatorio y teorías
evolucionistas dogmáticas; niños y adolescentes como seres inacabados, imperfectos, a medio
camino respecto a un ideal de perfección y completud (arribado en la adultez según un
desarrollo y etapas cronológicas rígidas y predeterminadas)

Sectorización del universo y sujetos en sistemas cerrados para amoldarlos a sus leyes; no
se admite el desorden como condición para procesos saludables por lo que se intenta
mutilarlo o segregarlo como anómalo, atípico o perturbador.

El desorden se debe pensar como condición necesaria y facilitadora de procesos de


subjetivación de una generación aún vulnerable que intenta arribar y hacer un lugar
en el mundo adulto.

Grassi -> los procesos puberal y adolescente se ponen en juego en el “entretiempo de la


sexuación”; la adolescencia es urgencia de transformar y crear, puesta en desorden del
cuerpo, de la identidad infantil, del orden familiar y la posición generacional (2009)

Los adolescentes recurren a significantes propios, a veces inéditos, en respuesta al silencioso


embate de la pulsión y las transformaciones reales del cuerpo para subjetivarlo. Desordenan las
convenciones del lenguaje adulto y se des-alienan de los significantes parentales de la infancia
que no permiten expresar sus íntimas, inéditas e inexplicables vivencias.

Recurren a su creatividad no exenta de hostilidad para transgredir los códigos preestablecidos y


explorar nuevas palabras y sentidos. Crean recursos expresivos en la grupalidad para representar
estados emocionales que devienen del encuentro cara a cara con lo real inaccesible al lenguaje.

Fruto inmediato: creación de frases no convencionales, adjudicación de nuevas


significaciones a los viejos términos, utilización de neologismos. Creación de
“matemas” propios con los que intentan formular y transmitir aquello no expresable
Elpor
desafío
mediode de
laslas
reglas gramaticales
palabras y la alteración de los códigos del lenguaje adulto les
a su alcance
confiere a las expresiones un carácter poético, incluso dramático. Entonces “la adolescencia es
la primavera del significante” ya que sus floraciones caerán con el tiempo, al igual que el
carácter incondicional del grupo y las primeras experiencias amorosas, dejando poéticas
escrituras en el cuerpo decisivas para su subjetivación.

Nasio, D. ¿Cómo actuar con un adolescente difícil? Pp. 15-20. Buenos Aires: Paidós 2011
La adolescencia es un pasaje obligado, delicado, atormentado pero creativo, que se extiende
desde el fin de la infancia hasta las puertas de la madurez. Poco a poco deja de ser un niño
para encaminarse difícilmente hacia el adulto que será. 3 puntos de vista: biológico,
sociológico y psicoanalítico.

Biológico -> el principio de la adolescencia corresponde a la pubertad, a ese momento de la vida


en el que el cuerpo de un niño de 11 años es abrasado por una llamarada hormonal. Período en
el que se desarrollan los órganos genitales, aparecen signos distintivos del cuerpo (hombre y
mujer), crecimiento de altura y modificación sensible de formas anatómicas.

- Varón: primeras erecciones seguidas de eyaculación durante la masturbación,


poluciones nocturnas, cambio en la voz y aumento de masa y tonicidad musculares.
- Niña: primeras menstruaciones y sensaciones ováricas, crecimiento de senos,
ensanchamiento de cadera (silueta típicamente femenina) y aparición del “encanto
femenino”

Entonces, biológicamente, adviene un cuerpo maduro, sexuado, susceptible de procrear.

Sociológico -> período de transición entre la dependencia infantil y la emancipación del joven
adulto. Este puede ser muy corto, reducido a un rito iniciático, o particularmente largo, por
autonomía tardía, dependiendo de la cultura.

Considerando estos dos extremos, puede afirmarse que la pubertad signa su entrada hacia los 11
o 12 años, mientras que la emancipación puntúa su salida alrededor de los 25.

Psicoanalítico -> a grandes rasgos, es un ser trastornado que, alternativamente, se precipita


alegre hacia adelante en la vida, luego de pronto se detiene, agobiado, vacío de esperanza, para
volver a arrancar llevado por el luego de la acción. Contrastes y contradicciones. Exalta a
personas de más edad a condición de que su ídolo sea diametralmente opuesto a los valores
familiares. Adhiere únicamente a los ideales de su grupo de amigos. A sus padres les manifiesta
sentimientos inversos a los que realmente siente por ellos: los desprecia, pero el niño que
La adolescencia es una de las fases más fecundas de nuestra existencia: el cuerpo se acerca a
subsiste en el fondo los ama con ternura.
la morfología adulta y se vuelve capaz de procrear; aprende a concentrarse en un problema
abstracto, a discernir lo esencial de una situación, anticipar dificultades eventuales.
Descubrimiento de nuevos intereses culturales; descubrimiento y conquista nuevas maneras
de vivir emociones que ya conocía, pero nuevamente experimentadas (amor, celos, sueño,
admiración, etc.); conquista del espacio social al descubrir la diversidad.

Suele suceder que al adolescente le cueste expresar su malestar con palabras. No sabe o no
puede verbalizar el sufrimiento difuso que lo invade. El adulto debe ayudar, pero no ofender.
Si no habla no es porque no quiere comunicar, sino porque no sabe identificar lo que siente ni
verbalizarlo, entonces su malestar se traduce por medio de actos, comportamientos impulsivos.
Grassi, A. Desvíos-bordes y desbordes. Sobre los modelos para el estudio de las
adolescencias. En Territorios Adolescentes y entretiempo de la sexuación. Buenos Aires:
Entreideas, 2018

Stanley Hall -> la adolescencia es el período de desarrollo que se ubica entre la infancia y la
etapa adulta; etapa de crecimiento tomada como objeto de estudios por la Psicología del
Desarrollo (1904)

Margaret Mead -> nexo entre crecimiento y cultura; rituales que los adolescentes introducen
como nuevas prácticas son una clara muestra de la implicancia de los grupos, instituciones y
contextos histórico-sociales donde se entreteje el crecer.

Vincular la adolescencia con el crecimiento anudado a lo corporal-somático (objeto de estudios


de las ciencias de la naturaleza, medicina, biología) produce poder leer en pautas
universalizadas los procesos de crecimiento y una búsqueda de la “esencia del ser
adolescente”; búsqueda de la definición del ser, cronometrando los procesos madurativos con un
formato normativo, predeterminado y universal. Esto da como consecuencia una posición
reduccionista del crecimiento.

Inmadurez:
El “estado delvaloración negativa
creciente”, propia de lapsíquica,
su estructuración incompletitud; representada
no reducidos en consideran
a su bios, la consabidauna
irresponsabilidad adolescente.
complejidad de factores, Inmaduro,
relativos, irresponsable,
cambiantes. Marcadoscarente, sufriente. sociales,
por circunstancias
políticas, familiares, corporales, históricas, culturales, vinculares, sexuales, la subjetividad
trabaja en su producción. La adolescencia es un momento constitutivo.
Se plantea un devenir rectilíneo, teleológico dirigido a corto o mediano plazo a la completud.

Se deben considerar los obstáculos, problemas y dificultades como parte propia, inherente a los
procesos saludables. Es necesario considerar la perspectiva de la complejidad y saberes
localizados (geográfica, histórica y socialmente circunscriptos). En el crecimiento no existe
tal desarrollo universal, unilateral, rectilíneo, progresivo.

Psicoanálisis: “creciente” como referencia a un proceso vivo, el siendo que se va realizando


en su propio devenir. Como caminante, ser activo. La falta, contrariamente a un valor
degradado, cobra un sentido estructurante. Estudiar esto queda incluido en un contexto de
problemáticas mas amplias, porque el crecimiento incluye distintas instancias y estados.
Problemático, con obstáculos, interferencias, demoras, complicaciones, etc. Transita por
bordes, desbordes y desvíos.

Según el positivismo lógico, cuando el desarrollo no cumple con los programas, ritmos y/o
lineamientos de sus carriles naturales, normales, preestablecidos, se dispone a repartir
diagnósticos y recetas. Se patologizan, medicalizan o judicializan procesos aún en curso.
Estigmatización y fijación del adolescente como irresponsable y en situación de “bajo
sospecha”.

Desarrollo saludable en el creciente: para su estudio se deben considerar sus demoras,


detenciones, progresiones y regresiones, sus relaciones con el medio ambiente y la cultura;
las distintas instancias, momentos cronológicos y lógicos en la estructuración del psiquismo,
su relación con el crecimiento y dar lugar a la diversidad de formas que el mismo toma.
Anna Freud -> es muy difícil señalar el límite entre lo normal y lo patológico en la
adolescencia. Toda la conmoción de este periodo de la vida debe ser estimada como normal,
la presencia de un equilibrio estable en este período sería considerada anormal. (1958)

Un diagnóstico diferencial entre salud y patología, que considere los trabajos psíquicos propios
de sus momentos, lógicos y cronológicos, como sus apoyaturas, condiciones subjetivas e
intersubjetivas, familiares, vinculares, institucionales, debe poder evaluar el proceso, sus
detenimientos y capacidades.

Winnicott -> La inmadurez es un elemento esencial de la salud en la adolescencia. No hay


más que una cura para ella y es el paso del tiempo y la maduración que éste puede traer; no
se requieren diagnósticos que fijen y coagulen el proceso (1971)

Se plantea lo puberal, lo adolescente y la juventud como tres grupos de trabajos psíquicos al


transitar este período de crecimiento.

El deseo y el placer por crecer son condición indispensable en las evaluaciones del estado del
creciente. Acompañado de sufrimientos traducidos a veces como angustias. Este registro
presente en el crecimiento es una formulación freudiana relacionada con la niñez que se retoma
para considerar en sus diferencias y especificidades en la adolescencia.

Estos desarrollos se inclinan a pensar en el valor de la positividad y su función en el


crecimiento, que toman ciertos rasgos adolescentes cuando no se antepone la cuadricula de la
psicopatología. La positividad de la irresponsabilidad adolescente consiste en posibilitar la libre
expresión creativa.

Winnicott -> La inmadurez contiene los rasgos más estimulantes del pensamiento creador,
sentimientos nuevos y frescos, ideas para una nueva vida (1971)

La adolescencia es vista como el período de mayor creatividad espontánea, no dirigida,


posibilitada por la irresponsabilidad; no significada ni puesta al servicio de un proyecto ya
definido, ni dependiente de la valoración del adulto. Son errancias por terrenos sin delimitar,
que en su mismo recorrido inscriben bordes. Descuidos y violencias que en el cuerpo se ofrece a
ser marcado por autoagresiones o expuesto a agresiones provenientes del exterior.

Si hay detenimiento y amenaza de agotamiento de los recursos propios, diremos que hay
anuncios de patología en puerta.

Puntuaciones a tener en cuenta para la evaluación de un estar creciente saludable en la


adolescencia:
1) No hay verdadero proceso adolescente, no hay genuino creciente, no hay verdadero self
(Winnicott, 1960), etc., sino se toma el desvío de la no-responsabilidad (puede ser
equivalente a no integración, diferente a des-integración); desconexión con la realidad
que no es pérdida de principio de realidad sino represión; angustia como señal y límite,
como indicador clínico fundamental; otras veces el adulto ayuda a su construcción.
2) El primer lugar donde se crece es en el deseo, en la fantasía, en el juego, en la creación
artística, deportiva, acciones, actuaciones y mostraciones. Coqueteo exploratorio con la
creatividad y la locura adolescente que deja marcas en una subjetividad en devenir,
acontecial, impulso vital creativo
3) La creación de espacios de grupalidad en los cuales experienciar la novedad no
aislado, sobre todo del nuevo cuerpo con nuevas sensaciones. Por momento encuentran
importante adhesión en prácticas virtuales. Estos forman parte de la psicopatología de
la vida cotidiana del creciente al servicio de prácticas subjetivantes.

Grassi A. Niñez y Adolescencia. Nuevos paradigmas, sus nombres y escritura. Parte I: El


entretiempo adolescente. En Entre niños, adolescentes y funciones parentales. Buenos Aires:
Entreideas, 2013

Dos grandes etapas en América Latina:

- 1919-1939: especificidad del derecho de menores; creación de la “Justicia de


Menores”; la denominación de “el menor” es representativa de un paradigma epocal
que da lugar a la siguiente etapa.
- 1959: derechos del niño; en 1989 la ONU redacta la Convención Internacional de
los Derechos del Niño constituyéndose un nuevo paradigma; para el discurso
jurídico, el niño/adolescente es sujeto del derecho, en la ley y a ley.

“Niñez/Adolescencia” aluden e incluyen simultáneamente la nominación en masculino y


femenino, por lo cual no se tornan discriminatorios ni expulsivos de uno de los géneros,
generalmente el femenino. Tardíamente se logró el ingreso en la categoría “sujeto”.

Sujeto y Psicoanálisis:

- Tópica prefreudiana: a partir del cogito cartesiano, el yo piensa y no duda de su propia


existencia por la consciencia del pensar. El yo (sujeto/consciente/cognoscente) toma
existencia y se ubica el sujeto.
- Freud: el sujeto queda del lado del pensamiento inconsciente. “el Icc es más bien algo
vivo, susceptible de desarrollo, y mantiene con el Prcc toda una serie de relaciones,
como la cooperación” (Freud, 1976). Esta idea de movilidad e intercambio acompaña al
concepto de sujeto; sujeto y sujeto psíquico es actividad de intercambios entre los
sistemas de la organización del aparato psíquico, en intercambio con el medio y la
cultura.
Hay términos cercanos a la noción de sujeto provenientes del Psicoanálisis:

1) El yo: instancia psíquica freudiana que ha generado muchas polémicas en la historia del
psicoanálisis; controvertida y cercana a sujeto.
o Lacan (1983): traza diferencias entre sujeto y yo; el yo forma parte del orden
imaginario, mientras que el sujeto es parte del orden simbólico. Mantiene esta
distinción fundamental en tanto núcleo de identificaciones alienantes, su
vinculación con el narcisismo y el estadio del espejo.
o Piera Aulagnier: propone un modelo de aparato psíquico complejizado y otorga
nuevas funciones al yo, entre las cuales destaca la de historización, específica
de procesos adolescentes donde se realizan operaciones relativas a la
articulación con la temporalidad.

Winnicott -> Lo único que cura a la inmadurez es el paso del tiempo

Se trata del paso del tiempo por el aparato psíquico, la marca que el paso
del tiempo deja en el psiquismo, su inscripción. La inscripción (de lo
pasado, lo vivido como perdido, el paso del tiempo como límite) psíquica
de la temporalidad como “cura”. Lo pasado, en simultáneo con la
inscripción del presente como fugacidad, que tiene fin y no dura para
siempre, y a la vez, la necesidad de construir un por-venir.

Ahí trabaja la subjetividad, que es historización en varios sentidos:

- Produce la categoría tiempo;


- Produce con la historia, la genealogía y el devenir como proyecto;
- Produce en y con el contexto histórico y la cultura contemporánea. Esto
articulado con marcas de la época.

Del bebé al adulto, pasando por la niñez, pubertad y adolescencia, el desarrollo corporal implica
un trabajo continuo del yo.

El yo se considera como la proyección psíquica de la superficie del cuerpo, además de


representar él mismo la superficie del aparato. Hablar de cuerpo en psicoanálisis implica hablar
de cuerpo erógeno, del yo y de su imagen. Dado el crecimiento y cambio del cuerpo entre su
imagen y el yo, se entiende que la función sujeto es trabajo de integración.

- Un trabajo de anudamiento o trabajo de integración psicosomática; el crecimiento


corporal impone al psiquismo un trabajo de ligazón constante entre la proyección de la
imagen del cuerpo reformulada por el crecimiento.
- Un trabajo de integración en relación a la fantasía correlativa del crecimiento;
integración amor-odio por la destructividad que implica crecer.
- Un trabajo de integración del aparato en cuanto la fantasía Icc, aún hundiendo sus
raíces en lo corporal, será territorio exclusivo de la otra escena.

El cuerpo, en su desarrollo y procesos de maduración, respeta una cronología y depende del


medio para que este lo posibilite y estimule. Todos elementos de la sexuación del desarrollo,
fundantes del cuerpo erógeno.
Puntualización de la constitución del aparato psíquico:

- El proceso originario pone en marcha la actividad psíquica en relación con las


primeras inscripciones corporales en los primeros meses de vida.
- El proceso primario con la constitución de lo Icc; poco después se pone en
funcionamiento el proceso secundario y la constitución del yo (durante el 1er año).
- El estadio del espejo y la constitución del yo como funciones que comienzan a
instalarse entre el 8vo mes y 1er año de vida; se vuelve a pasar luego de la pubertad
(13-15 años) con la transformación del cuerpo puberal.
- El superyó con sus categóricos que son herencia del complejo de Edipo (3-4 años)
hasta su sepultamiento (7-9 años); revisita con el nuevo cuerpo puberal y la
exploración del cuerpo.
- Las transformaciones del yo ideal en ideal del yo propias de lo adolescente mucho
más difusas en cuanto a su ubicación en la cronología del desarrollo.

Dichas fases del desarrollo no evolucionan unidireccionalmente; hay progresiones y


regresiones, no tienen fechas fijas ni exactas, y hay variaciones individuales, familiares y
epocales, de género, sociales, culturales. El nexo entre la cronología del desarrollo y la función
que esta cumple en el psiquismo está dado por el trabajo de la subjetividad; sujeto es un
sistema que no corresponde directamente con la edad. Para el pensamiento de lo complejo, la
subjetividad es autoorganización y autonomía.

Lo propio del sujeto en la adolescencia es crear sentidos que enriquezcan al yo en un juego


de identificaciones-desidentificaciones; la adolescencia transcurre en lúdica adquisición de
nuevas identificaciones y cancelaciones de otras caducas. Cuestionar quién soy pone en
marcha procesos adolescentes referidos a identificaciones que habitan al yo y que comienzan
a ser cuestionadas por el sujeto.

Producción de subjetividad: acción de dar sentido, de significar y poner una marca de


origen, dar un sentido personal. La subjetividad es materia psíquica viviente que se produce
en el intercambio entre otros sistemas (intrapsíquico), por el intercambio con los otros
(intersubjetivo) o con el medio (transubjetivo). Mientras hay vida, hay vida psíquica y
posibilidad de producción subjetiva.

En la adolescencia donde ello(s) eran, estaban, el pasaje de firma es apropiación del nombre
propio, personal. El yo afirma su consistencia desgajado de ello(s), el Icc impersonal, familiar.
Ese yo debo devenir es la apuesta adolescente que se afirma más allá de lo familiar. Si uno de
los trabajos adolescentes consiste en hacer caer identificaciones parentales infantiles, donde
ello(s) eran garantes, donde el Otro investía los objetos privilegiados de su deseo, yo debo
devenir.

Sujeto es autoafirmación, autoorganización, autonomía en red; la producción de subjetividad


esta en-red(ada) con el cuerpo, la historia, el medio, la cultura, la genealogía.

Donde ello(s) eran, donde ello estaba, con mediación del Otro, de los otro(s), debo devenir
yo sujeto.

Najmanovich, D. El desafío de la complejidad: redes y cartografías dinámicas. En Mirar con


nuevos ojos. Nuevos paradigmas en la ciencia y pensamiento complejo. Buenos Aires: Biblos,
2008

Nuevas metáforas han ido dando forma a nuestra experiencia del mundo; se destaca la
noción de red que hoy ocupa un lugar central en la producción de sentido de las ciencias
naturales y sociales. El paradigma de la simplicidad exige pureza y definición absoluta. Los
abordajes de la complejidad dan la oportunidad de expandir y transformar o, reinventar el
juego del conocimiento.

Pensar “en red” implica la posibilidad de tener en cuenta el alto grado de interconexión de los
fenómenos y establecer itinerarios de conocimiento tomando en cuenta las diversas formas de
experiencia humana y sus múltiples articulaciones. La red no tiene recorridos ni opciones
predefinidas.

Las redes dinámicas son fluidas, pueden crecer, transformarse y reconfigurarse. Son ensambles
autoorganizados que se hacen “al andar”.

La epistemología positivista focalizó en productos ya terminados, teorías ya construidas,


dejando en la penumbra el proceso de producción del saber y considerando legítimo lo
caracterizado por la imposición de un estilo estandarizado, mecánico y normalizado.
La metáfora de la red es una de las más fértiles para dar cuenta tanto de nuestra experiencia
cognitiva como de la forma en que se nos presenta el mundo en el que estamos embebidos.
La concepción de redes dinámicas provee una forma o estética que permite pensar la
complejidad en su devenir transformador y en su multidimensionalidad.

Los enfoques dinámicos e interactivos llevan implícito un cambio en el tratamiento global del
conocimiento y del mundo. La idea misma de un fundamento sólido de la existencia y del saber
ha entrado en crisis: se permitió pasar de una concepción estática y aislada del ser hacia una
perspectiva en red (interactiva, dinámica y multidimensional). Se trata de un movimiento capaz
de dar cuenta del saber y del mundo en términos de redes poiéticas, capaces de producir y crear
en y a través de interacciones transformadoras.

Ciencia clásica: entidad cerrada y distinta, que se define aisladamente de su existencia. Sus
caracteres y propiedades se suponen independientes del entorno, al que se considera inerte.

Ciencia moderna: se caracteriza por concebir el mundo como un conjunto de unidades


elementales que merced a relaciones estructurales rígidas podían componer objetos.

La diferencia crucial entre las concepciones modernas que privilegian la mirada de la


simplicidad y el enfoque de redes dinámicas (pensamiento complejo) se ubica en que la
modernidad instituyó un enfoque esencialista-determinista mientras que en la actualidad está
Morin (1981) -> estamos ante una “doble crisis: la crisis de la idea de objeto y la crisis de la
idea de elemento”

Es preciso reformular y reconfigurar completamente nuestro sistema categorial y nuestras


formas de producir sentido para poder comprender la potencia y la extensión de redes
dinámicas.

Los enfoques complejos caracterizados por pensar en términos de interacciones no lineales nos
dan la posibilidad de salir del círculo vicioso y habilitar un pensamiento fluido, capaz de
adoptar diversas configuraciones.

La configuración surge del encuentro de los seres humanos con el mundo al que pertenecen,
encuentro múltiple y mediado, en el que emergen simultáneamente el sujeto y el mundo en
su mutuo hacerse y deshacerse. La forma red es la más adecuada para pensar la
multiplicidad de configuraciones que se producen en y a través de los intercambios. Puede
adoptar tanto formas regulares como irregulares.

El enfoque de la complejidad que propone el autor (Najmanovich, 2001) es que todo


conocimiento es una configuración actual del mundo producida en la red de interacciones e
intercambios. El conocimiento ha entrado a la era de la fluidez. El dinamismo no se limita al
mundo, sino que nos incluye. En las redes dinámicas los vínculos no son conexiones entre
entidades preexistentes, sino que los vínculos emergen simultáneamente con aquello que
enlazan en una dinámica de autoorganización.

La estética de la complejidad es la de las paradojas que conjugan estabilidad y cambio, unidad


y diversidad, autonomía y ligadura, individuación y sistema. El pensamiento dinámico es
interactivo, lo que le permite construir categorías que se caracterizan por su no dualismo.

Supuestos básicos de la concepción dinámica de la organización y de las redes:

a) Las partes de un sistema complejo sólo son “partes”; lo que será parte o sistema
dependerá del modo de interrogación e interacción que empleemos.
b) Se encuentran patrones de interacción en red
c) La “unidad heterogénea” formada en y por la dinámica no puede explicarse por sus
componentes. El sistema emerge a partir de la dinámica interactiva de las redes, a
nivel interno y en intercambios con el ambiente.
d) El sistema abierto es una configuración activa producto de su intercambio con el
medio, que no es un contexto pasivo sino un entorno activo. Resulta imposible la
existencia de un suceso aislado, ambiente neutro, o un “todo” completamente
terminado.
El sistema dinámico organizado no es el producto fijo, sino una resultante de un proceso
dinámico de interacciones de redes que generan sus propios bordes y producen una unidad
autónoma.

En esta perspectiva, estamos siempre pensando en términos de redes de actividades


organizadoras, de procesos embebidos en un tiempo que no es abstracto y tampoco lineal, sino
compuesto de una multiplicidad de ritmos. Los “productos” u objetos son procesos cuyo ritmo
no es detectable y conserva la similitud de las formas en la dinámica.

Las diversas epistemologías de la modernidad conciben el conocimiento como


representación, como una imagen del mundo reflejada en el interior de un sujeto abstracto,
cuya corporalidad, sensibilidad, cultura e historia son a lo sumo ornamentos de un proceso
cuya esencia es siempre igual.

En los abordajes de la complejidad, el conocimiento es concebido como un proceso de


interacción de los sujetos con el mundo, que nunca es individual sino social y mediado por
nuestra biología, cultura y tecnología. En este intercambio emergen sistemas considerados
inmutables, otros que cambian más rápidamente y aceptamos que evolucionan, y otros
que cambian de manera que ya no se pueden concebir como se hacía hasta entonces,
entonces se han mutado o transformado.
La ciencia moderna jugó un rol fundamental ya que instituyó un pensamiento que sólo tenía en
cuenta sistemas mecánicos cerrados, estructuras y unidades elementales. Los “enfoques
dinámicos complejos” proceden de un modo muy diferente, permitiéndonos pensar en términos
de configuraciones, las cuales son temporales: nacen, viven y mueren.

Los sistemas autoorganizados nacen y viven en la red de intercambios, no existen antes o


independientemente de los movimientos que les dan origen. La “forma red” implica ante todo
una geometría variable con un alto grado de interconexión y posibilidades diversas de establecer
itinerarios y flujos que no tienen recorridos ni opciones predefinidas.

Existe una dinámica no lineal en la cual las redes conforman la organización, y la


organización es la forma configurada por la red.

Castoriadis (1983) -> Distinción entre modos instituidos e instituyentes de lo social; ayudó
a comprender cómo el pensamiento de redes dinámicas nos permite pensar(nos) en nuestro
devenir como sujetos sociales enredados en múltiples configuraciones vinculares.

La lógica de los magmas permite pensar lo instituyente, lo azaroso, indefinido, ambiguo,


borroso, aún en formación o proceso de degradación.

“Un magma es aquello de lo que se pueden extraerse organizaciones conjuntas en número


indefinido,
Plantear pero que
la relación no puede serdesde
magma/forma reconstruido por composición
la complejidad habilitaríaconjuntista de esas
un pensamiento que permite
organizaciones” (1997)
dar cuenta de la conservación y transformación.

La actividad transformadora de las “redes dinámicas” corresponde al aspecto magmático de


toda realidad y por lo tanto es siempre instituyente.

Es importante aprender a ver las configuraciones a diversos niveles, explorar las formas de
conexión y desconexión y las circulaciones, generando cartografías móviles de los territorios
convivenciales y no conformarse con la descripción de lo ya instituido.

Bateson (1990) -> Las redes son pautas de conexión; las redes están allí, tejiendo al
universo en una dinámica inagotable. Lo que este autor llama “estética” es la capacidad de
conexión con el narciso a partir del reconocimiento y la empatía. Es preciso cultivar una
curiosidad abierta, afectiva, emotiva, a la vez que racional, para poder aprehender y
desplegar las formas, los patrones de conexión y hacer visibles las redes. Para pensar en red
es preciso desarrollar una estética vincular. La dinámica de redes permite construir un
modo de conocimiento fluido capaz de albergar múltiples mundos en un devenir abierto en
los intercambios.

Textos puente
Aduriz F.M. Del adolescente derecho a detenerse. En Aduriz (comp.) Adolescencias por
venir. Pp. 93-102. Madrid: Gredos, 2012.
Existen adolescentes detenidos, parados, bloqueados en sus estudios, relaciones, vida afectiva,
en el seno de sus familias. Esa detención es repetida, conocida, puesto que si bien angustia a los
padres, es en muchas ocasiones idéntica, o de color parecido, a la que esos mismos padres
habían tenido en su adolescencia.

Todo el extraordinario conjunto de acciones encaminadas a mover al adolescente detenido


(mediante deberes, amenazas, exigencias, clases particulares, psicólogos que “los encaminen”,
etc.) acaba con unos padres exhaustos y un adolescente más enrocado aún en sus posiciones, y
peligrosamente presto a ser el proyecto de otros. Todo esto en un intento paterno de
desangustiarse, de no recordar su propia adolescencia y de llenar el vacío adolescente.

Como resultado, el detenimiento se torna parada permanente, rencores y heridas que tardan en
cicatrizar. También existen aquellos casos de padres proclives a escuchar para no repetir el
escenario que vivieron con sus propios padres.

El tiempo que precisa el adolescente para salir de sus detenciones no es el cronológico. La


detención adolescente es un tiempo lógico con duración cronológica variada, un tiempo
fructífero al que se tiene derecho cuando se está en la búsqueda subjetiva de la mejor salida
para el futuro que cada adolescente va intuyendo para sí.

Françoise Dolto -> mudanza adolescente; hay un tiempo de muda, al igual que sucede en el
cambio de caparazón de la langosta, en el que las posibles heridas son tapadas y salen luego.
En la clínica psicoanalítica, es el tiempo en el que el síntoma se configura y tiene
consistencia en el adolescente (los sujetos adultos en análisis suelen tener dificultades
extremas para recordar su adolescencia y narrar cómo fue su entrada y salida de ella).

El tiempo que el adolescente precisa para fabricar sus versiones, sus singulares respuestas, dar
con las claves correctas, avanzar en su propio deseo, es un tiempo de goma, no estándar. Se
elabora un nuevo personaje, una creación a la cual se aferran, un nuevo semblante.

Alain Miller -> sin semblante no es posible la vida social; andar quitando a la gente las
máscaras no tiene sentido, puesto que detrás de ellas no hay nada. La verdad no puede
recubrir todo lo real, siempre hay algo que queda como resto.

“Hay una necesidad de la mentira por el solo hecho de que es imposible decir lo verdadero
sobre lo verdadero, ya que cuanto más se intenta… más se miente”

El derecho a detenerse implica un tiempo de fabricación de coartadas, todas ellas destinadas a


ganar tiempo, un tiempo precioso para la construcción del semblante preciso.
El acompañamiento en la conversación con el adolescente implica una distancia, respetar sus
ficciones, silencios, trampas, o aceptar creerse sus mentiras durante un tiempo. El manejo de la
ironía y el recurso al humor por parte del adulto es muy bien recibido siempre por el
adolescente. Es importante que los adultos no traten de comprender, al adolescente le suena
hostil escuchar “palabras de comprensión” pues saben la falsedad que se encierra allí, cuando
precisamente son los propios adolescentes quienes están aún en tiempo de tratar de
comprenderse.

Durante la detención, los adolescentes pasan ocultos en lugares que hacen suyos, rodeados de
otros iguales, y en los que no permiten la entrada de los adultos. En estos refugios adolescentes
el tiempo se detiene, no se crece.

El derecho a detenerse es el ejercicio de un derecho adolescente que contribuye a encontrar la


causa de su deseo, a madurar sus objetivos, a repensar sus esquemas, a esperar la llegada del
camino singular, el propio.

Para algunos padres y educadores, el que sus hijos o alumnos frecuenten estos refugios es
motivo de pelea y enfrentamiento, prohibiciones, reforzando el deseo de estos de volver estos
lugares algo mágico. Los adultos sostienen la tesis de las malas compañías, del otro malvado
donde los camaradas constituyen la auténtica causa de su pérdida de tiempo.

Asimismo, otros educadores piensan que es necesario este tiempo de espera del adolescente, por
lo que centros educativos incorporaron a sus programas de enseñanza excursiones y salidas al
campo para que el ingenio, capacidad inventiva, la necesidad de imaginar nuevas situaciones,
de cambio social y la apuesta por la creatividad puede darse.

El adolescente con derecho a detenerse encuentra una pareja: la propia sociedad. Se


necesitan de estos adolescentes que buscan; se precisa para evolucionar, renovarse, mejorar,
de adolescentes que usen su tiempo para imaginar, crear, fantasear, soñar, idear, inventar.

Otero Ma. E. Territorios adolescentes. Cartografías de un devenir. En Territorios


adolescentes y entretiempo de la sexuación. Buenos Aires: Entreideas, 2018

La territorialidad hace referencia a una configuración abstracta, una metáfora para designar
el espacio en el que se producen los movimientos del pensamiento. Es el soporte formal que
configura el sentido y posibilita el acontecimiento. El territorio es un espacio abierto para la
producción de subjetividad, es una construcción social donde el motor es el deseo.

Un territorio es un acto, una relación, un ritmo, un movimiento desiderativo. Pueden abrirse en


él diversas líneas de fuga para salir de un curso establecido. También implica movimientos de
apertura y despegue que promueven nuevas construcciones. Lo imprevisible, el devenir y la
creatividad son elementos esenciales para diseñar y conquistar nuevas geografías.

La subjetividad adolescente emerge como un entretiempo, con la capacidad de producir


desorden hacia la búsqueda de organizaciones nuevas. Este se abre, entre los tiempos de la
sexuación infantil y la conformación definitiva de la adultez. Fluye, ocurre, se expande en una
unidad que tiende a la multiplicidad.

Deleuze -> Rizoma: conjunto de tallos subterráneos que se ramifican en todas las
direcciones, imposible de encontrar su origen. No hay jerarquía, imposiciones, cualquier
punto puede conectarse con otro.

La geografía puberal adolescente desordena y trabaja para la incorporación y metabolización


de lo proveniente de distintas perspectivas: cambios corporales, vínculos con otros y
articulación del sujeto con sus orígenes.

En un aparato psíquico en auto modificación permanente hay 3 pliegues: lo originario puberal,


lo adolescente y la juventud. Estos se abren en el abanico del crecer desbordando subjetividades
e inaugurando categorías de ser-estar, produciendo adolescencias.

Lo puberal, en su registro originario, pulsa por la continuidad zona objeto complementario,


empujando al sujeto al escenario del autoerotismo, objetos incestuosos y lo familiar conocido.

Grassi (2017) -> “El campo propio del trauma puberal, en tanto energía libre, no ligada,
como seducción, como sexual, como empuje a la búsqueda de nuevos recursos es vivencia
que viene de una “interioridad”. Vivencia que tiene el carácter de exceso, en tanto novedad
no significada, vivenciar originario. El primer trabajo que se plantea al psiquismo en
relación al trauma puberal, es homogenizar lo heterogéneo que trae la pubertad. Lo
originario como modo de representación, será la vía por la cual este proceso comienza a
producirse… “

El vivenciar lo traumático puberal desde las perspectivas intrapsíquica e intersubjetiva


categoriza la experiencia del crecer como un acontecimiento.

El trabajo de ex corporización de las representaciones incestuosas (propias del mundo


infantil), movilizará a Narciso, a incluir en su espejo la presencia de otro, como objeto de
amor idealizado.

Lo adolescente, fuerza que promueve la diferencia, es trabajo de elaboración de lo


puberal, pulsa por la creatividad y la sublimación de la pulsión genital.

El otro expresa un mundo posible. La posibilidad de un mundo aparece con la presencia del
otro, su rostro, su palabra.

Deleuze y Guattari -> Cartografía: no simplemente una técnica de representación de


subjetividades políticas dadas, sino como una auténtica práctica revolucionaria de
transformación estética y política; identificación de nuevos componentes, creación de
nuevas relaciones y territorios, no se limita al dibujo que representa un territorio geográfico:
se extiende a cualquier (re)presentación de situación compleja que sitúa sobre un mismo
plano relaciones y elementos heterogéneos, procesos sociales, políticos, tecnológicos, etc.
La cartografía sustituye la idea de sistema o estructura. El mapa se propone producir otras
relaciones. Es abierto, conectable en todas sus dimensiones. La producción de subjetividad se
encuentra estrechamente relacionada con el concepto de cartografía.

Díaz -> El devenir es un proceso de deseo. Un principio de aproximación a otro, a los otros
y a lo otro que no necesariamente incluye analogía o filiación. Implica albergar
transformaciones, azar y ánimo de innovación, debatirse contra lo preestablecido, sedentario
y producir líneas de fuga.

Unidad 2

Freud S. (1905) Metamorfosis de la pubertad. Tres ensayos para una teoría sexual. En Freud
S. Obras Completas. Volumen VII. Buenos Aires: Amorrortu, 1976

Advenimiento de la pubertad -> conformación normal definitiva de la vida sexual infantil; del
autoerotismo al objeto sexual; de pulsiones y zonas erógenas singulares con placer en una única
meta sexual, a la nueva meta sexual donde todas las pulsiones parciales cooperan y las zonas
erógenas se subordinan al primado de la zona genital; funciones muy diferentes dependiendo del
sexo.

Esta normalidad únicamente se garantiza por la exacta coincidencia de las dos corrientes
dirigidas al sujeto y a las metas sexuales: la tierna y la sensual.

Freud -> La nueva meta sexual consiste para el varón en la descarga de los productos
genésicos; ajena al logro de placer; al acto final del proceso sexual se une el monto máximo
de placer; la pulsión sexual se pone ahora al servicio de la función de reproducción;
altruista.

Todas las perturbaciones patológicas (interrupción de los reordenamientos) de la vida sexual se


consideran como inhibiciones del desarrollo.

El primado de las zonas genitales y el placer previo

Se considera como esencial de los procesos de la pubertad, al crecimiento manifiesto de los


genitales externos, que durante el periodo de latencia de la niñez habían mostrado una relativa
inhibición. El desarrollo de genitales internos ofrece los productos genésicos para gestar un
nuevo ser.

El aparato debe ser puesto en marcha mediante estímulos, los cuales pueden alcanzarlo por
tres caminos:

- Desde el mundo exterior (excitación de zonas erógenas)


- Desde el interior del organismo
- Desde la vida anímica (un repositorio de impresiones externas y un receptor de
excitaciones internas)
Estos caminos provocan un estado de “excitación sexual”, y se da a conocer por dos clases de
signos, anímicos y somáticos: el primero consiste en un peculiar sentimiento de tensión, de
carácter en extremo forzante; el segundo, entre múltiples tipos, se sitúa en primer término una
serie de alteraciones en los genitales (preparación para el acto sexual).

La tensión del estado de excitación sexual se computa entre los sentimientos de displacer; es
experimentada inequívocamente como placentera, pero puede reconocerse una suerte de
sentimiento de satisfacción. La excitación de la zona erógena causa un efecto de sensación de
placer, pero el aumento de la tensión sexual pronto se convierte en displacer si no se permite un
placer ulterior. El placer sentido despierta la necesidad de un placer mayor.

Las zonas erógenas se aplican para brindar, mediante una adecuada estimulación, un cierto
monto de placer del cual arranca el incremento de la tensión que tiene que ofrecer la energía
motriz necesaria para llevar a su término el acto sexual. Se debe estimular apropiadamente la
zona erógena por el objeto más apto para ello. Bajo el placer que se procura, se gana por vía
de reflejo la energía motriz requerida para la expulsión de sustancias genésicas. Este es el
máximo por su intensidad, y diferente por su mecanismo, con él se elimina temporariamente
la tensión de la libido.

Placer previo: provocado por la excitación de zonas erógenas; lo mismo que podía ofrecer la
pulsión sexual infantil, en escala reducida. El nexo entre el placer previo y la vida sexual
infantil se acredita por el papel patógeno que puede corresponderle.

Placer final: producido por el vaciamiento de sustancias sexuales; es nuevo y depende de


condiciones que sólo se instalan con la pubertad.

Se presenta un peligro cuando el placer previo demuestra ser demasiado grande, y


demasiado escasa su contribución a la tensión, faltando la fuerza pulsional para que el
proceso sexual siga adelante. Entonces el camino se abrevia y la acción preparatoria
reemplaza la meta sexual normal. Esto puede suceder por una ganancia de placer en medida
inhabitual ya en la vida infantil.

Esto se evita cuando en la vida infantil se prefigura el primado de las zonas genitales; los
dispositivos para ello parecen estar presentes en la segunda mitad de la niñez (8 años a
pubertad). Allí, las zonas genitales se comportan de manera similar a la época de la madurez,
pasando a ser sede de sensaciones de excitación y alteraciones preparatorias al satisfacer otras
zonas erógenas.

Las exteriorizaciones infantiles de la sexualidad no marcan solamente el destino de las


desviaciones respecto de la vida sexual normal, sino el de su conformación normal.

El problema de la excitación sexual

El aparato genésico suele descargarse de sus materiales por las noches en períodos variables,
ocurriendo con una sensación de placer y en el curso de la alucinación onírica de un acto sexual.
La acumulación de los materiales sexuales crea y sostiene la tensión sexual, ya que la presión de
estos sobre la pared de sus receptáculos tiene por efecto estimular un centro espinal,
generándose la sensación de tensión. (Esta doctrina toma poco en cuenta las situaciones de los
niños, mujeres y varones castrados)

Las observaciones de varones castrados parecen corroborar que la excitación sexual es


independiente de la producción de sustancias genésicas.

Freud -> En el sector intersticial de las glándulas genésicas se producen ciertas sustancias
químicas que cargan de tensión sexual a determinados sectores del sistema nervioso central
[…]. Máxima semejanza clínica con los fenómenos de la intoxicación, y la abstinencia a raíz
del consumo habitual de sustancias tóxicas productoras de placer.

La teoría de la libido

Libido: fuerza susceptible de variaciones cuantitativas, que podría medir procesos y


trasposiciones en el ámbito de la excitación sexual. Se diferencia de la energía que ha de
suponerse en la base de los procesos anímicos en general, confiriéndole un carácter también
cualitativo.

- Libido yoica (o narcisista): su producción, aumento o disminución, su distribución y


desplazamiento están destinados a ofrecernos la posibilidad de explicar los fenómenos
psicosexuales observados. Esta se vuelve cómodamente accesible al estudio analítico
cuando ha encontrado empleo psíquico en la investidura de objetos sexuales (se ha
convertido en libido de objeto). Guía el quehacer sexual del individuo, el cual lleva a la
satisfacción, a la extinción parcial y temporaria de la libido.
Esta libido narcisista aparece como el gran reservorio desde el cual son emitidas las
investiduras de objeto y al cual vuelven a replegarse.

Diferenciación entre el hombre y la mujer

Sólo con la pubertad se establece la separación tajante entre el carácter masculino y el


femenino; ya en la niñez son reconocibles algunas disposiciones; el desarrollo de las
inhibiciones de la sexualidad se cumple en la niña pequeña antes y con menores resistencias que
en el varón.

La activación autoerótica es la misma para ambos sexos, y esta similitud suprime en la niñez la
posibilidad de una diferencia entre los sexos como la que se establece después de la pubertad.

La libido es regularmente de naturaleza masculina, ya se presente en el hombre o en la


mujer, y prescindiendo de que su objeto sea el hombre o la mujer.

En la niña, la zona erógena rectora se sitúa en el clítoris, mientras que, en el varón, en el


glande. Las descargas espontáneas del estado de excitación en la niña pequeña se exteriorizan
en contracciones del clítoris. Las frecuentes erecciones de este posibilitan a la niña juzgar con
acierto acerca de las manifestaciones sexuales del varón.

La pubertad se caracteriza para la muchacha por una nueva oleada de represión, que afecta
justamente a la sexualidad del clítoris, a diferencia del varón, que trae aparejado un gran
empuje de la libido. Esto crea un refuerzo de las inhibiciones sexuales que proporciona después
un estímulo a la libido del hombre, viéndose forzada a intensificar sus operaciones. Cuando por
fin el acto sexual es permitido, el clítoris mismo es excitado, y sobre él recae el papel de
retransmitir esa excitación a las partes femeninas vecinas. Toda vez que logra transferir la
estimulabilidad erógena del clítoris a la vagina, se ha mudado la zona rectora para su práctica
sexual posterior.

El hallazgo de objeto

Durante los procesos de la pubertad se afirma el primado de las zonas genitales y, desde el lado
psíquico, se consuma el hallazgo de objeto, preparado desde la más temprana infancia. La
primera satisfacción estaba ligada a la nutrición, la cuál se pierde más tarde. Luego la pulsión
sexual pasa a ser regularmente autoerótica, y al superarse el período de latencia, se restablece
la relación originaria.

A lo largo del período de latencia, el niño aprende a amar a otras personas que remedian su
desvalimiento y satisfacen sus necesidades. El trato del niño con la persona que lo cuida es,
para él, una fuente continua de excitación y satisfacción sexual a partir de las zonas
Laerógenas.
pulsión sexual no es dirige
Esa persona despertada
sobresólo por sentimientos
el niño la excitación que
de labrotan
zona de
genital; la ternura
su vida sexual (besos,
infaliblemente ejercerá su efecto también sobre estas zonas. Un exceso de ternura de parte de
caricias, mecer)
los padres resultará dañino, pues apresurará su maduración sexual, así como malcriará al niño,
volviéndolo incapaz de renunciar temporariamente al amor en su vida posterior.

La angustia de los niños no es originariamente nada más que la expresión de su añoranza de


la persona amada, respondiendo con angustia todo extraño. Al estado de angustia tienden
únicamente niños de pulsión sexual hipertrófica, prematuramente desarrollada, o suscitada
por los mimos excesivos. Tan pronto como no puede satisfacer su libido, el niño la muda
en angustia.

La ternura que los padres vuelcan sobre el niño evita despertarle la pulsión sexual
prematuramente, que luego la despiertan con fuerza tal que la excitación anímica se abre paso
hasta el sistema genital, conducen a este niño, llegado a la madurez, hasta la elección del objeto
sexual.

El respeto a la barrera del incesto es sobre todo una exigencia cultural de la sociedad: tiene
que impedir que la familia absorba intereses que le hacen falta para establecer unidades
sociales superiores.

La elección de objeto se consuma primero en la esfera de la representación; es difícil que la


vida sexual del joven que madura pueda desplegarse en otro espacio de juego que el de las
fantasías (no destinadas a ejecutarse). A raíz de esto, vuelven a emerger en los hombres las
inclinaciones infantiles, solo que ahora con un esfuerzo somático.

Uno de los logros psíquicos más importantes, pero también dolorosos de la pubertad, es el
desasimiento respecto de la autoridad de los progenitores, importante para el progreso de la
cultura, entre la nueva generación y la antigua.

En los psiconeuróticos, una gran parte de la actividad psicosexual para el hallazgo de


objeto, o toda ella, permanece en el inconsciente.

En general, la elección de objeto se produce mediante un apuntalamiento, más libre, en estos


modelos. El varón persigue la imagen mnémica de la madre, tal como gobierna en él desde el
principio de su infancia. Son importantes los vínculos infantiles con los padres para la posterior
elección del objeto sexual; cualquier perturbación de ellos hace madurar las más serias
consecuencias para la vida sexual adulta.

El gran poder que previene una inversión permanente del objeto sexual es la atracción
Varón: su recuerdo
recíproca infantil de la
de los caracteres ternuraopuestos.
sexuales de madre, u otras mujeres de quienes dependía cuando
niño, contribuyen enérgicamente a dirigir su elección hacia la mujer; la educación por
personas del sexo masculino parece favorecer la homosexualidad.

Muchacha: esto vale también para ellas, cuyas prácticas sexuales están bajo la particular tutela
de la madre. El resultado es un vínculo hostil con su mismo sexo, que influye decisivamente
para que la elección de objeto se haga en el sentido considerado “normal”.

Córdova N. La creación del cuerpo adolescente Parte I: El entretiempo adolescente. En


Entre niños, adolescentes y funciones parentales. Psicoanálisis e Interdisciplina (pp. 55-63).
Buenos Aires, Editorial Entreideas, 2010

En el entretiempo de la sexuación se integran y tramitan las transformaciones de la irrupción


de la pubertad. El encuentro de la psique con el nuevo cuerpo y su genitalidad produce un
trabajo de inscripción que se expresará como proceso de crecimiento en dirección de la
integración psicosomática y la subjetivación.

Para adueñarse de este cuerpo genital, el adolescente deberá crearlo y crear-se como tal, en un
trabajo de apropiación subjetiva, propiciado por el encuentro intersubjetivo con el otro no
familiar.

El nacimiento del cuerpo en los albores de lo originario

El cuerpo en sus inicios es un soma (estructura orgánica del viviente), pero luego de mediar su
encuentro con el Otro, de ser “tocado” y “corporizado” por el deseo y los significantes
maternos, un cuerpo ha de advenir (situación antropología fundamental, Laplanche (2001)).

El Otro materno, quien con sus sonidos, olores, imágenes y texturas corporales, su voz, la
mirada, las caricias, los besos, la alimentación y sus cuidados diarios va trazando en ese
cuerpo naciente una geografía erógena y activando libidinalmente las superficies, territorios
orificios y bordes corporales. La madre sexualiza y da inicio al proceso de sexuación del
infans.
La escritura del cuerpo está mediada por el Otro, y esta crea el cuerpo y el psiquismo
enraizados; al representar la zona y objeto, el psiquismo se representa a sí mismo en un
movimiento especular.

El cuerpo es inicialmente vivenciado por el infans como fragmentado y desarticulado, dada la


incoordinación de una motricidad demorada con respecto a la percepción visual. La estabilidad
de la constitución imaginaria del cuerpo estará dada por una sutura simbólica, que proviene de
la mirada y asentimiento del otro. En esa operación estructurante devienen las identificaciones
originantes del yo ideal (identificación imaginaria) y el ideal del yo (identificación simbólica).
Se trata de la estructuración narcisista que funda la imagen cohesionada del cuerpo y del yo
La sexualidad se inicia y despliega en su superficie describiendo singulares trazados
como instancia corpórea.
erógenos (Escrituras resultantes del encuentro de lo nuevo con transmisiones de múltiples
historias libidinales de anteriores generaciones). Así se configuran, en un trabajo
intersubjetivo, la superficie y límites del cuerpo erógeno, marcado por el significante, que
subvierte la organización y funciones específicas del cuerpo anatómico.

La creación adolescente del cuerpo genital

Con la llegada de la pubertad, el cuerpo erógeno se genitaliza, la sexualidad se interconecta por


sus múltiples vías, algunas ya trazadas en la infancia e inhibidas en la latencia.

La organización imaginaria del cuerpo infantil se altera hasta el borde de la fragmentación por
los cambios en lo real producidos por la irrupción de la pubertad (urge tramitar las
transformaciones que arrasan abruptamente el cuerpo infantil idealizado). Existe el riesgo de
ruptura del sentimiento de continuidad existencial.

El espejo, en tanto función del Otro, permitirá una nueva asunción del yo en el orden
imaginario de las transformaciones operadas en lo real del cuerpo. Entrelazar ese real
corporal con las dimensiones imaginaria y simbólica permitirá la asunción de una imagen del
cuerpo unificada y estable.

Este espejo luego se amplía por el juego de miradas familiares, con su función narcisisante y
estructurante intersubjetiva, que facilitan la creación de una identidad grupal e individual.

Llegada la pubertad, el grupo familiar cede su supremacía y da lugar a la creación de otros


grupos y espejos. La función del espejo generacional adquiere una importancia decisiva. Se lo
concibe como versátil y polifacético, que va configurando una imagen re-unificada del cuerpo
por medio de contactos corporales, miradas, gestos, modismos verbales, musicalidades, modas y
rituales, etc. Esto apuntala al adolescente en su proceso de desasimiento y des-indentificación de
lo familiar infantil, favoreciendo la creación de ideales y modelos identificatorios de relevo.
Estos encuentros posibilitan el trazado de un “circuito pulsional intersubjetivo”, que facilita la
operación de des-investir genitalmente el cuerpo incestuoso parental para poder desasirse de él.

El cuerpo propio genital, se irá creando en la adolescencia, mediante las inscripciones e


identificaciones resultantes de los encuentros con el “otro cuerpo” y con el cuerpo genital de
los “otros”, en una dialéctica constitutiva del sí mismo y la alteridad.

El nuevo cuerpo como resultante de encuentros y escrituras múltiples

El adolescente inscribe su cuerpo en el otro y desde el otro, en una creación compartida, bajo
el signo del naciente erotismo.

La apropiación del cuerpo se da a partir del encuentro con nuevos cuerpos, también en el
proceso de escritura de lo propio en el otro y por el otro; lo propio no es sin la otredad. Esto
posibilita la creación del “nuevo cuerpo” adviniendo en su dimensión de alteridad. El cuerpo-
psíquico se constituye mediante la escritura del cuerpo en otros cuerpos y por otros cuerpos.

La vestimenta adolescente tiene una dimensión de envoltura corporal. Con sus ropas, añade
una impronta personal y social a la superficie del cuerpo en proceso de apropiación. Al utilizar
ropas viejas y gastadas, podría representar partes de su antiguo cuerpo niño yaciente en el
adolescente.

La tendencia a retener los viejos objetos, es un gesto que apuntala provisoriamente el


sentimiento de continuidad, amenazado por las transformaciones corporales.

Los tatuajes y piercings son una forma de “escritura en el cuerpo”, un intento de marcar su
superficie, de hacer una muesca en lo real y subjetivarlo.

Existen múltiples estrategias que contribuyen a construir una identidad adolescente en la


grupalidad, que finalmente conducen a la asunción imaginaria y simbólica del nuevo cuerpo
genital.

Los trabajos de sexuación y sexualización se definen en el entretiempo de la sexuación. La


asunción de una posición sexual ante la diferencia de los sexos y la definición de las
modalidades de goce corporal, irán arribando al momento de concluir. El adolescente irá
creando de acuerdo a sus recursos, estilos posibles de expresión sexual y modos singulares de
encuentro erótico genital y paragenital con el otro.

Lenguajes y escrituras del cuerpo

Durante el entretiempo de la sexuación, en el que se pone en juego el arduo trabajo de


creación/apropiación del cuerpo, este se expresa de diversos modos:

- Conversiones:
a) Significante que alude a las transformaciones corporales propias de la
adolescencia.
b) Proceso de histerización que crea síntomas conversivos transitorios,
desplegando en la superficie corporal escenas de seducción ofrecidas a la
mirada del otro, en un juego seductor-seducido que representa las escenas
sexuales infantiles. Son formaciones del inconsciente que dan cuenta de un
adecuado proceso adolescente, tramitando los materiales sensuales e
incestuosos activados por lo puberal.
- Somatizaciones:
a) Con la llegada de la pubertad, el cuerpo de la niñez se transforma parcialmente
en un nuevo soma, una superficie discontinua, heterogénea, con sectores en
blanco, sin inscripciones ni historia. Un cuerpo con fragmentaciones
transitorias. El soma es un espacio no inscripto e integrado aún como cuerpo,
no representado por el psiquismo; es heterogéneo a la psique y devendrá
finalmente cuerpo propio o extraño.
b) El cuerpo es sede de trastornos corporales transitorios, sensaciones dolorosas
y temores hipocondríacos, diversas somatizaciones propias del crecimiento y
transformaciones corporales que demandan un trabajo psíquico de inscripción
durante la adolescencia (in-corporación)
c) Desencadenamiento de graves trastornos corporales que dan cuenta de un
proceso patológico.

Isidoro Vegh (1997) -> los cuerpos escriben lo que no pueden decir, muestran lo que no
pueden escribir y sufren lo que no escriben ni muestran.

El cuerpo en transición está abierto a la “excripción” (inscripción fuera de sí mismo), que


retornan desde los otros como inscripción del cuerpo propio.

El recorrido escritural que recorta el cuerpo señaliza el circuito de la pulsión que desasirá de
los objetos parentales y del propio cuerpo; se destituye el autoerotismo a favor del hallazgo del
objeto y la vida amorosa. En el seno de estos procesos se da un movimiento denominado “ex-
pulsión corporal del objeto” (atañe a la pulsión y al objeto).

El soma es el lugar de nacimiento y enraizamiento de lo psíquico, que al representar el


Elencuentro
cuerpo esconerógeno,
el Otropsíquico,
materno histórico y genealógico;
se engendra a sí mismo yhecho de palabras
lo engendra comoy cuerpo
cuerpo erógeno,
de la
palabra; transmisiones
en un proceso provenientes
de filiación de generaciones
mutua mediado precedentes.
por lo simbólico . Es la in-corporación de la
historia libidinal del sujeto y su genealogía.

En cambio, el soma es sustancia sin representación y a-histórica; no llega aún marca de


sucesivas filiaciones simbólicas. Es lo radicalmente nuevo, se abre o cierra a la escritura.

Creación del “cuerpo propio”, alteraciones y alteridad

Experimentar la alteridad del cuerpo propio y de otros cuerpos no siempre es posible y


tolerable; la paradoja de la alteridad del propio cuerpo constituye una amenaza. Cuando
fracasan los procesos puberal y adolescente se producen importantes alteraciones: el cuerpo
genital o sectores del mismo son rechazados y mudan definitivamente a la condición de “cuerpo
extraño” (soma compuesto por agujeros y órganos indescifrables para el sujeto que lo remiten
a la dimensión fallida de una castración que retorna); Lo familiar se torna siniestro.

A raíz de este fracaso elaborativo de lo puberal, el cuerpo será reprimido, escindido, proyectado,
eyectado, forcluido, denegado, rehusado…; retornará como síntoma conversivo, trastorno
psicosomático, fenómeno hipocondríaco, delirio corporal, etc.

Frente a estas perturbaciones, el adolescente intenta atacar, suprimir o controlar el cuerpo vivido
como perseguidor, mediante ciertas mutilaciones, accidentes, conductas anoréxicas, ingesta de
tóxicos, incorporación de objetos extraños, hasta el suicidio.

La noción de alteridad permite fijar las coordenadas para definir lo perverso, en tanto
voluntad de abolición o avasallamiento del cuerpo y el deseo que definen al otro y al sí
mismo como límites inviolables.

Convivir como otro con el otro equivale a convivir con el “propio cuerpo” como alteridad y
convivir con la alteridad de los “otros cuerpos” (posición ética ante el otro)

Cuerpo y psiquismo se crean y filian recíprocamente desde su primer encuentro originante con
el otro, en el contexto intersubjetivo e intergeneracional de la relación madre-hijo.

Cuerpo propio es la narración escrita en la carne de los múltiples encuentros con otros.

Córdova N. Adolescencia: confluencia del bifasismo sexual en el entretiempo de la


sexuación. Ficha Cátedra. Buenos Aires: s.e., 2013

Idea de una acometida en dos tiempos del desarrollo de la sexualidad, conocida como el
bifasismo de la sexualidad humana. Estos dos tiempos corresponden primero a la sexualidad
infantil caracterizada por las pulsiones parciales y el autoerotismo; el segundo inicia con el
advenimiento de la pubertad con sus decisivas transformaciones que suponen el primado de la
sexualidad genital y el arribo a una “conformación normal definitiva”.

Una tendencia en psicoanálisis fue considerar desde una lógica lineal, determinista y
evolucionista, que la sexualidad genital adulta era la resultante, el punto de llegada a la
“normalidad”, la meta genital “natural” de la evolución de una sexualidad infantil cuasi
genital. Esto dejó en segundo plano la consideración de una especificidad teórica y clínica de la
adolescencia, de sus trabajos psíquicos particulares, lo que Grassi denomina “entretiempo de la
sexuación”.

Es de suma importancia recuperar el concepto de sexualidad infantil, definible como un placer


no reductible a la autoconservación, y destacar la importancia de rescatarla de la reducción a
una genitalización instalada en forma precoz.

Los dos tiempos pensados a partir de la teoría de la seducción generalizada

Se destaca el término de “significantes enigmáticos” de los trabajos de Laplanche; la


sexualidad inconsciente parental a partir de los cuidados, significantes verbales y no verbales
implícitos en actos, gestos y palabras que acompañan la crianza.

La teoría de la seducción generalizada abre un campo al estudio sobre la incidencia de la


sexualidad inconsciente parental en la puesta en juego de la pulsión sexual y el implante de
significantes sexuales enigmáticos en el hijo.
Bleichmar -> Los dos tiempos de la sexualidad humana no corresponden a dos fases de una
misma sexualidad, sino a dos sexualidades diferentes.

Dos sexualidades y dos historias que confluyen en el entretiempo de la sexuación

La sexualidad no es un camino lineal, sino que se constituye como un complejo movimiento de


ensamblajes y resignificaciones, de articulaciones provenientes de diversos estratos de la vida
psíquica y de la cultura, de las incidencias de la ideología y de las mociones deseantes.

A partir del advenimiento de la pubertad se dará la “confluencia del bifasismo sexual en el


entretiempo de la sexuación”, que implica el encuentro de dos sexualidades que se configuran
como tales en forma recursiva y dialógica.

Entretiempo de la sexuación -> estación de recambio en la que se juegan los procesos


psíquicos correspondientes a los tiempos lógicos puberal, adolescente y juventud.

El segundo tiempo del bifasismo se jugará en el entretiempo de la sexuación; se caracteriza por


el proceso de “confluencia de la sexualidad infantil” y la sexualidad genital (acontecimiento
radicalmente nuevo)

Grassi -> subraya la peculiaridad de la sexualidad humana, de constituirse en dos tiempos, y


plantea un interrogante acerca de la relación entre la sexualidad infantil (historia libidinal;
de las relaciones de objeto en la infancia) y la sexualidad adulta (hallazgo del objeto;
procreación como nuevo fin)

Se dan tres momentos lógicos: puberal, adolescente y juventud, que configuran el “entretiempo
de sexuación”. Se requieren “estaciones de recambio”; entre re-edición y repetición, Grassi
ubica como sustancial para esa transformación a la “urgencia de transformar y crear”.

Cobran nuevas significaciones las diferencias sexuales, genitales, de género, el pasaje de la


bisexualidad a la homo u heterosexualidad, y las diferencias intersubjetivas.

Janine Puget -> diferencia cuerpo sexuado vincular adolescente del cuerpo erógeno
autoerótico, correspondiente a la sexualidad infantil; delimita una sexuación endogámica
enlazada a la sexualidad familiar que prolonga lo infantil, de la sexuación exogámica
adolescente, creada en el espacio extrafamiliar a partir de la nueva vincularidad.

Se inaugura una historia singular, inventa un pasado, un límite entre dos historias y enlaza dos
sexualidades; esta historización sirve para crear nuevos sentidos.
En el entretiempo de la sexuación se configuran, ensamblan y delimitan dos historias
correspondientes a dos sexualidades y dos tiempos que confluyen en la construcción con otros.

Córdova, N. Extravío sexual de la pubertad y neurosis del desarrollo. En Territorios


Adolescentes y entretiempo de la sexuación. Buenos Aires: Entreideas, 2018

Lo puberal en el arte

El llamado de la pubertad, momento del despertar de los sueños de infancia, es el


acontecimiento que arroja al niño “fuera de sí”, a un territorio y tiempo desconocidos.

La obra de Edward Munch (1985) titulada pubertad representa ese momento, trasmite tensión
y fragilidad ante las transformaciones del cuerpo, y el impacto de la genitalidad, el paso de niña
a mujer. Los detalles expresan lo que significa para ella la entrega a lo desconocido, el
despertar de la sexualidad. Igualmente, esta obra se abre a múltiples asociaciones e
interpretaciones.

Trauma puberal y extravío subjetivo

“El habitual extravío sexual de la pubertad” es una expresión de Freud (1892) que se retoma
aquí para definir un momento lógico relativo al trauma; el embate pulsional y las
transformaciones que alteran su imagen corporal.

El encuentro simultáneo de la sexualidad polimorfa infantil reactivada y la pulsión genital,


genera un trauma y da lugar al extravío: se pierden las referencia y sentidos de la infancia, se
intensifica el goce autoerótico y caen las identificaciones infantiles e imagen corporal.

Extravío es el resultado de la brusca alteración del curso normal de un proceso. Estar


extraviado es estar desorientado, haber perdido el rumbo; perder la orientación.

El extravío sexual (anterior al primado genital y el hallazgo de objeto) es la consecuencia del


impacto de lo puberal, cuyos fundamentos son: la confluencia de la sexualidad de la infancia
reactivada y la corriente sensual genital de la pubertad.

La obra de teatro “Despertar de la primavera” de Frank Wedekind (1891) trata sobre el


despertar sexual de la pubertad en un grupo de niños hijos de una sociedad puritana que se
asoman a las primeras e intensas sensaciones sexuales desprovistos de recursos y del
acompañamiento de sus referentes adultos. En estos casos, adviene el extravío como parte de un
desorden necesario o signo de un proceso de desorganización psíquica.

¿Quién soy, cuál es el sentido de mi existencia…?

El adolescente pasará por una inevitable confrontación con la falta que deberá sortear
mediante la creatividad; la pubertad desnuda la ausencia de un objeto predeterminado y un
programa instintivo que indique como acceder al encuentro sexual.
Gutton (1993) -> se requiere un primer trabajo de la psique: la representación; sin esto, lo
puberal genera factura y no puede configurarse una adolescencia saludable.
Esto genera “escenas puberales” que el niño púber tendrá que sufrir ya que sus fantasmas
edípicos, ahora genitalizados, constituyen los materiales necesarios sobre los cuales habrá de
trabajar lo adolescente; el yo, antes avasallado por el trauma, retoma la iniciativa, representando
y ligando lo pulsional mediante palabras y pensamientos característicos del proceso secundario
y sistemas prec-Cc.

La elaboración del adolescente permite que la posición edípica pueda ser gradualmente
elaborada, posibilitando el acceso a una realidad no infantil, y la búsqueda de un objeto
adecuado. Por este trabajo de elaboración, las escenas incestuosas puberales inconscientes se
van atenuando y alejando del objeto incestuoso. Esto posibilita la creatividad y las experiencias
amorosas tiernas.

Adolescencia y neurosis saludable del desarrollo

La adolescencia requiere un nuevo pasaje por los desfiladeros del Complejo de Edipo y la
castración configurando una neurosis del desarrollo o neurosis edípica cuyo antecedente
lógico es la neurosis edípica infantil.

Gutton (1993) -> la neurosis adolescente de desarrollo se constituye a partir del andamiaje
de escenas imaginadas y relatadas que ocultan su dimensión incestuosa; durante la crisis del
desarrollo, la neurosis se produce por lo puberal sucediendo, y lo adolescente
organizándose.

Freud hace referencia a la pubertad como un segundo tiempo de configuración del trauma,
momento lógico de resignificación.

Nasio (2010) -> la adolescencia es una neurosis del desarrollo; una histeria que se
caracteriza por ser saludable y pasajera; neurosis de crecimiento benéfica, al final de la
cual se entra en la adultez. Adolescencia como histeria y duelo, proceso tumultuoso que
cede con el tiempo.

Partir: determinación, acto y acontecimiento.

El Edipo se configura como una neurosis del desarrollo, y se resuelve saludablemente con los
trabajos de lo adolescente para dar lugar a los procesos de la juventud.

Ideal del yo: instancia que señala al yo el rumbo hacia el cual dirigir la energía pulsional en sus
versiones, sublimada y de fin directo; poderosa fuente de realizaciones amorosas y culturales.

Desasirse de sus padres y partir, requiere del adolescente un largo proceso hasta asumir su
paradojal condición de sujeto doblemente determinado. Determinado en tanto causado y
marcado por su cuerpo e historia infantil y familiar, su cultura. También en sentido de
decidido o resuelto a asumir su condición de sujeto deseante.
Grassi A. Adolescencia reorganización y nuevos modelos de subjetividad. En Entre niños,
adolescentes y funciones parentales. Psicoanálisis e Interdisciplina, (pp.67-74). Buenos
Aires: Editorial Entreideas, 2010

El des-orden

En sentido amplio:

- Reorganización: un orden o “estado de la cosa” es cambiado, transformado por


reacomodamientos, por un des-orden de lo existente.
- Neo-organizaciones: incorporación de nuevos elementos que des-ordenan lo
establecido.

Para el pensamiento de los sistemas complejos, los fenómenos desordenados son necesarios en
ciertas condiciones, en ciertos casos para la producción de fenómenos organizados, que
contribuye al incremento del orden.

En lo que a producción subjetiva y adolescencia se refiere, des-orden no es mera oposición a


orden ni dicho des-orden aparece por descuido o desgano; no es producto de una carencia del
sujeto ni deviene por “evolución natural” del desarrollo; Des-orden es meta a alcanzar
mediante un esfuerzo de trabajo psíquico y su realización comporta un rédito positivo en la
producción de subjetividad.

Diferenciación -> des-orden – desorganización (batifondo) – anti-orden (negación simple)

Existen procesos adolescentes que pueden tomar estas derivaciones cuando aparecen
importantes interferencias (intra o intersubjetivas) que obstaculizan el procesamiento de
nuevos elementos, y se conocen distintas resistencias al des-orden, propias del mismo
adolescente.

Lo puberal - lo adolescente

La subjetividad trabaja la adolescencia produciendo transformaciones; estos trabajos


denominados lo puberal-adolescente implican un potencial saludable de cambio. Este, al
encontrar condiciones de desarrollo, es una puesta en des-orden del status quo promotor de
neo-organizaciones.

Existen planteos de que la adolescencia es un segundo nacimiento. El desorden, reorganización


y neo-organizaciones aparecen ante la incorporación de lo nuevo, distinto; lo puberal-
adolescente trabaja para su incorporación y homogeneización lo proveniente de distintas
fuentes: un campo estrictamente intra-subjetivo (cambios corporales; vicisitudes de la historia
personal); un campo de inter-subjetividad (relaciones familiares, círculos más amplios, el
compartir un período histórico-político-social); un campo trans-subjetivo (transmisión
generacional de la vida psíquica; conexión con generaciones precedentes).

Elementos heterogéneos a metabolizar en este período:


- Crecimiento y desarrollo que jaquean la identidad: los cambios corporales relativos al
desarrollo y nuevo funcionamiento endocrino y hormonal (crecimiento corporal,
caracteres sexuales secundarios), imponen al psiquismo un trabajo de simbolización. La
maduración biológica (12 a 16 años, pero continúa luego) y de sus órganos sexuales
internos y externos, anuncian al psiquismo un trabajo de metabolización de las
diferencias de género, sobre el desarrollo de la identidad sexual. Todo esto debe
metabolizarse. Estos cambios precisan una revisita de la imagen especular; el cuerpo
pre-genital queda chico y limita al adolescente para registrar nuevas experiencias y
exploraciones; el erotismo ligado a la genitalidad registra nuevas vivencias,
experiencias y sensaciones.
Es común en estos años la aparición de fenómenos de alteración de funciones
corporales; estos desarreglos funcionales, acompañados de temores referidos a la
corporalidad y sus límites, son muestra de que la subjetividad requiere de trabajos de
integración psicosomática (no alcanza con el decurso del proceso de maduración
biológica).
La subjetividad demanda encontrar nuevos ordenamientos (respecto de las relaciones
del cuerpo infantil con la propia historia, con los padres de la infancia, con la infancia
de los padres, con el circuito de deseo familiar); replantear las identificaciones infantiles
enraizadas en lo somático y en la familia. Se necesitan trabajos psíquicos relacionados
con el estadio del espejo y sus categorías, y del complejo de Edipo.
Adolescencia como período de crisis (de identidad) y duelo (por el “ser infantil”; por la
historia de relaciones infantiles de objeto; por los padres).
Es más apropiado nombrar esto crisis en la adolescencia (incluye los circuitos
libidinales y reposicionamiento generacional). Los trabajos de duelo en la adolescencia
son paradojales; el fin de la infancia requiere de una caída, pero a la vez de una
conservación superadora; los referentes simbólicos de la identidad son resignificados

Lacan (1981) -> “la historia es el pasado historizado en el presente, historizado en el


presente porque ha sido vivido en el pasado”

- Los dos tiempos o fases de la sexuación (y el entretiempo) : la sexualidad infantil


(historia libidinal, de las relaciones de objeto en la infancia) y la sexualidad adulta
(hallazgo de objeto y procreación como nuevo fin).

Bleichmar (2006) -> No corresponden a dos fases de una misma sexualidad, sino a dos
sexualidades diferentes: una desgranada de cuidados precoces (excitaciones; vías de
ligazón y descarga bajo formas parciales), y otra con primacía genital (establecida en la
pubertad y ubicada en el camino madurativo; ensamble genital; recomposición ordenada y
guiada por la existencia de una primacía de carácter genital)
Lo puberal-adolescente es el entretiempo de la sexuación; no deviene la sexualidad
infantil en su conformación normal definitiva adulta automáticamente, sino que requiere
de estaciones de recambio de su identidad infantil, de des-orden del cuerpo, del objeto
familiar; urgencia de transformar y crear; entre repetición de lo viejo e inscripción de lo
nuevo, lo puberal adolescente demanda un proceso identificatorio que se debate entre
principio de permanencia y principio de cambio.
La pubertad y la adolescencia requieren de un tiempo de maduración; estación de
recambio del cuerpo, del objeto, del emplazamiento generacional. Si bien es momento
propicio para repeticiones de modelos (objetos de la infancia, narcisismo, Edipo,
historia y pasado familiar), también es empuje y oportunidad para el origen y los
nuevos comienzos.
En la adolescencia no hay necesariamente una mera transferencia o desplazamiento
automático de libido desde los objetos incestuosos, de lo familiar hacia el afuera de lo
familiar. Con la aparición del deseo genital, se requiere de nuevas inscripciones, nuevas
organizaciones psíquicas.
El sepultamiento del complejo de Edipo se produce por conflicto, marcas de historia
familiar infantil y consideración por lo nuevo y no familiar del objeto. El conflicto se
expresa en términos de un cuerpo pre-genital que conlleva las marcas del deseo del Otro
familiar, la sexualidad del adulto inscripta en el cuerpo del niño y que, con el devenir
puberal adolescente, el cuerpo constituye deseo genital en un vínculo no familiar. Lo
puberal adolescente es el entretiempo de trabajos específicos, lugar de
transformación e inscripción del cuerpo pre-genital en cuerpo genial y de objeto
familiar en objeto de deseo no familiar.

- Erotismo genital y hallazgo de objeto alteran “lo familiar” : El vínculo al otro, sujeto de
deseo, es marca que funda e inaugura. La iniciación sexual marca un antes y un
después, un hito en los procesos de subjetivación; no es sin “el otro”. Este, par y extraño
a la vez, en su función de compañero sexual, en presencia, con su participación
coadyuva en la inscripción del cuerpo genital.
Las diferencias sexuales, ahora genitales (de género y el pasaje de la bi a la homo u
hetero sexualidad), cobran nuevas significaciones, al igual que las diferencias
intersubjetivas. La genitalidad, constituyéndose en vínculo, en lo hetero, da una nueva
vuelta por la alteridad (se produce en mutualidad).
Con el coito se inscriben y reinscriben diferencias corporales, de género y desiderativas.
El otro se constituye en su alteridad como sujeto de deseo. El otro se constituye en su
alteridad como sujeto de deseo.

- La sucesión generacional y su reordenamiento: El reacomodamiento que la adolescencia


implica, impone al psiquismo un trabajo de simbolización de un nuevo
desplazamiento generacional. La metabolización de este corrimiento implica un deseo
de muerte y asesinato de los progenitores como operaciones simbólicas. Esto da lugar
a la consideración de que los procesos de crisis y duelos son en la adolescencia; se
producen en el campo de intersubjetividad. Así como los padres deben sobrevivir al
asesinato simbólico, los hijos han de sobrevivir a los deseos destructivos e incestuosos
en las formas que puedan tomar los padres. Lo puberal de los padres es un desarrollo
conceptual que sitúa la crisis en la adolescencia sobre todo en su mutua, relativa o
absoluta dependencia.
Sobrevivir en la adolescencia al deseo de muerte y asesinato, es fundante del pasaje
generacional, y para llegar a un nuevo emplazamiento se requiere que lo adolescente
simbolice dicha experiencia. Esto implica un nuevo registro de la temporalidad,
construir un pasado que posibilita proyectar un futuro. El devenir (proyecto
identificatorio) es con ligaduras con la genealogía, la sucesión generacional, el por-
venir y el azar.

Grassi A. Lo originario. Un aporte a la conceptualización de integración psicosomática y


subjetividad (pp. 96-103). En Grassi, A. y Otero, Ma. E. (Comps.) Entramados vinculares y
subjetividad. Niños, niñas, adolescen

Representar-metabolizar

Funciones del aparato psíquico: la actividad de la representación; representar es metabolizar.


No se debe reducir una actividad del orden biológico a otra de orden psíquico, pero la
representación de psiquismo es equivalente a la actividad de metabolización que realizar el
organismo: el organismo incorpora elementos heterogéneos, y los transforma a su propia
estructura a la vez que él mismo se modifica por este proceso. Además, se produce un desecho
que expulsa lo que no sirve de las incorporaciones. Entonces, esta actividad consiste en
incorporar elementos que son ajenos, extraños a él, y transformarlos; homogeneizarlos a su
propia estructura.

Aulagnier toma el trabajo de incorporación de lo heterogéneo y su transformación en


material homogéneo para describir la representación psíquica.

El aparato psíquico tiene que incorporar elementos heterogéneos, y transformarlos,


incorporándolos a su propia estructura. Va a tener que metabolizar, representar, el efecto de un
doble encuentro: El del recién nacido con su madre, y el del naciente aparato psíquico con su
propia corporeidad.

Metabolizar la madre-metabolizar el hijo/a

Primeros encuentros del bebé con la madre: predominio de los contactos cuerpo a cuerpo
(primer plano de la relación por medio de la alimentación, cuidados corporales y caricias que
ella implementa). Esto conforma el centro de la escena, destacando la función alimentaria,
que es acompañada de palabras, susurros, y cantos que, aunque no cobran aún para él bebé
valor de significados, si conforman primeros significantes.

El encuentro del aparato psíquico naciente, es con los procesos psicosomáticos que se han
despertado en la madre a partir del estado de afecto (presencia o ausencia) en su psiquismo de
la representación hijo. Entonces, el naciente es un elemento heterogéneo a sí, que tendrá que
metabolizar, lo que implica la puesta en marcha de los tres procesos psíquicos de
representación.

El concepto de cuerpo imaginado (primeras representaciones-hijo en el psiquismo materno) es


el que da cuenta de cómo se inicia en la madre el proceso de representación-hijo. Estos procesos
producen respuestas que se transmiten en el cuerpo a cuerpo de la alimentación, caricias y
cuidados corporales. Las caricias, miradas y palabras que transmite el psiquismo materno son
elementos a metabolizar por el niño.

Metabolizar el cuerpo propio

El bebé va a metabolizar su cuerpo a partir de las sensaciones corporales; la corporeidad propia


queda representada en el psiquismo naciente.

Freud -> modelo para comprender la puesta en marcha de la vida psíquica y del aparato
psíquico a partir del concepto de análisis, apoyo o apuntalamiento. “La actividad psíquica
nace apoyada en la satisfacción de una necesidad: hambre (experiencia de satisfacción). La
pulsión nace apoyada en la satisfacción de una necesidad biológica”

Este concepto de pulsión constituyó la ruptura epistemológica con el saber científico


interpretante de comienzos del siglo XX, los propios desarrollos de la teoría psicoanalítica y los
de las ciencias contemporáneas en general.

El modelo de la pulsión circunscribe zona por zona de lo corporal en una relación progrediente
hasta llegar a lo genital, y conlleva un lastre que se corresponde con los planteos del
evolucionismo y la física mecánica. El desarrollo de la libido evoluciona y progresa lineal y
mecánicamente siguiendo el ritmo de la maduración biológica de lo oral hacia lo genital.

De lo simple a la complejidad

El modelo de la complejidad permite destacar, del acto alimentario y los cuidados maternos,
recorridos libidinales que más que lineales y unidireccionales, constituyen un sistema de
entrelazamientos, de entrecruzamientos en red:
- Intervienen múltiples vías sensoriales de comunicación entrecruzadas del lado del
niño; sensaciones corporales como la vista, tacto, oído, olfato y piel incorporan el
alimento, el pecho, la madre o al padre.
- La experiencia alimentaria y de cuidados es de mutualidad, no unidireccional, sino de
circunvalación, envolvente. Inscribe cuerpos y subjetividad en ambos términos de la
relación.
- Es importante la representación del “cuerpo imaginado”, es decir, las primeras
representaciones psíquicas del hijo en el cuerpo materno, y como esto retorna al bebé en
su relación con la madre.
En principio el placer

Es vital para el psiquismo naciente el contacto con la madre, el Otro Primordial, ya que los
distintos sentidos que intervienen en estos (alimentación y cuidados), con los procesos
psicosomáticos maternos, van a informar sobre el estado afectivo del encuentro.

La información libidinal es la que muestra la presencia o ausencia del principio del placer
en el encuentro aparato psíquico materno-aparato psíquico naciente. La presencia o ausencia
es fundamento de la puesta en marcha del proceso de representación. Por lo tanto, el
principio de placer es una condición de inicio de la puesta en marcha de la actividad de
representación del proceso originario.

Se necesita el principio de placer presente en las dos partes que integran el encuentro para que
comience a trabajar el aparato psíquico y desencadene el proceso de representación.

Pictogramas -> para lo imaginario, las primeras representaciones de lo corporal; marcas,


inscripción del principio de placer en el cuerpo; principio de placer corporizado.

Integración psiquesoma: “el enraizamiento”

Con la introducción del concepto de lo originario y el pictograma, se reconocen diferencias que


replantean una mirada diferente sobre el modelo de anáclisis, apoyo o apuntalamiento que
Freud introdujo para dar cuenta del origen del aparato psíquico y su actividad. Esta teoría
conlleva la idea de un cuerpo ya constituido que presta sus servicios para que en sus bordes se
monte otra función por constituirse (psi). El cuerpo biológico es, lo psíquico devendrá.

Con el concepto de lo originario y el pictograma (modo de representación) se propone un


modelo diferente para pensar la relación entre lo psíquico y lo somático. En este modelo, no se
podría decir que lo psíquico por constituirse se apoya en el cuerpo ya constituido.
Razones que justifican esta diferencia:
- Lo psíquico, más que apoyado, está enraizado en lo somático. No es fácil delimitar las
dos entidades (por la complejidad del funcionamiento subjetivo; ej.: anorexia,
disociación mente-cuerpo). Las raíces psíquicas de la subjetividad penetran, se
hunden, expanden y bifurcan cada vez más arraigadas en el soma.
- Diferencia soma-cuerpo: a partir de los aportes psicoanalíticos, se considera la
subjetividad como integración psicosomática. Al nacer un bebé, nace un soma que
aún no es cuerpo; devendrá cuerpo libidinizado, erogenizado. Si bien existen procesos
biológicos que regulan funcionamientos somáticos, no hay un cuerpo antes, que espere
y se preste a lo psíquico. Las representaciones pictogramáticas constituyen
entrelazadamente lo psicosomático. Proceso originario es pasaje del soma al territorio,
al estado psíquico, donde lo somático termina de tomar vida, se hace cuerpo erógeno;
se co-constituyen.
- El proceso originario y su modo de representación, el pictograma, determinado por el
principio de placer, produce un pasaje del soma al estado de cuerpo erógeno, psíquico
(integración psicosomática). Se deben cumplir ciertas condiciones relativas al
principio de placer.
El Pictograma

La representación correspondiente al trabajo de representación de lo originario, cuando está


regulada por el principio de placer, es el pictograma de fusión. Cuando hay fracasos en la
constitución de este, se produce un tipo de efecto que se denomina pictograma de rechazo.

Pictograma fusiona:
a- Lo somático y lo psíquico; su efecto es la integración psicosomática (subjetividad)
b- Objeto y zona (complementario)
c- Representación y afecto: para lo originario la representación es el afecto y el afecto es la
representación. Pictograma de fusión es el principio de placer corporizado.

Córdova, N. Del trauma puberal al acontecimiento adolescente. Parte I. Inédito, 2019

Un acontecimiento requiere que el sujeto se implique activamente con las transformaciones y


lo sancione como tal; no se produce por sí mismo. Se requiere de un trabajo de apropiación
subjetiva e interpretación de aquello que interrumpe para que no haya solo trauma; el sujeto
debe interpretar este acontecimiento como la llegada de algo inédito; se define por su fidelidad
al acontecimiento.

Badiou -> cuatro campos en los cuales se produce el advenimiento de acontecimientos-


verdad: el arte, la ciencia, el amor y la política

Las adolescencias se vinculan con los acontecimientos que se promueven en los campos del
arte y la política.

Zizek y Badiou -> El amor es un lugar de acontecimiento; en el campo de las aventuras


sexuales implica el encuentro inesperado, incalculable y traumático con un objeto único que
marca un antes y un después en la vida del sujeto, reorganizando toda su economía psíquica.

Gutton -> la adolescencia es un pasaje a través de sucesivas experiencias amorosas.

El trauma es constitutivo del psiquismo

Trauma (desde Freud): acontecimiento en la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la
incapacidad del sujeto para responder a él adecuadamente y el trastorno y efectos patógenos
duraderos que provoca en la organización psíquica.

Teoría del trauma: en el neurótico, el encuentro con la sexualidad resulta traumático; en la


contingencia del encuentro con lo real del sexo, el sujeto ha participado de un goce para el cual
no contaba con los recursos para significarlo; esto es el trauma, la ausencia de saber, el enigma
en el que esa ausencia funda.

Pubertad: se constituye en el segundo momento requerido para la subjetivación y estallido


del trauma; momento de interpretación a posteriori o resignificación de las vivencias
infantiles que no fueron significadas adecuadamente ni elaboradas; devienen traumáticas a
la luz de una nueva lógica.

Freud -> lo reprimido es un recuerdo que, con efecto retardado, ha devenido trauma;
adolescencia como tiempo de florecimiento de síntomas de histeria; teoría del trauma de
seducción como etiología de la histeria (esto es desechado más adelante)

Seducción generalizada: operación que implanta en el infans ciertos significantes


“enigmáticos” (escapan al conocimiento consciente de la madre y a toda posibilidad de
significación por parte del niño) (Laplanche)

La sexualidad y deseo parental excitan y seducen; desequilibrio en el organismo


autoconservativo para despertar la pulsión, activar la vida psíquica, el trabajo de representación
entre otros y poner en juego el movimiento deseante. Esta presencia sensorial y sexual y su
deseo, provocan en su encuentro un magma de sensaciones y excitaciones que despiertan la
sexualidad del infans, anticipándose al trabajo de representación que funda cuerpo y
psiquismo. El encuentro del infans con la madre es siempre traumático; el Otro es siempre
excesivo, desborda recursos de representación y significación del infans.

La adolescencia es un momento de configuración y expresión en síntomas y actos del


trauma infantil reactivado por lo puberal; oportunidad de resignificar y conducir dicho
trauma puberal a la dimensión de acontecimiento adolescente.

El trauma: Avant coup y après coup.

El trauma es constitutivo del psiquismo, pero se constituye como tal en un movimiento


temporal après coup.

Avant coup: momento del encuentro, del impacto, la excitación, el suceso que aún escapa a
toda significación; experiencia anterior a la posibilidad de representar y significar del sujeto.

Es importante el despertar de la pubertad y lo puberal como momento de actualización y


resignificación après coup, que configura como traumáticas ciertas vivencias infantiles; el
trauma puberal es el resultado de la activación e interpretación de lo infantil y la vivencia de
seducción por el Otro; desbordante sensualidad puberal que genera una desmesurada vivencia
de excitación interpretada como autoseducción.
Trauma y acontecimiento según Ignacio Lewkowicz

Lewkowicz -> “Si se trata de re-pensar el status de la noción de catástrofe tal vez sea
adecuado partir de otras dos categorías: trauma y acontecimiento.”

Trauma

Suspensión de una lógica por la presentación de un término que le es ajeno; estímulo excesivo
que no puede ser captado por los recursos previos. Este tiene masividad y evidencia suficientes
para imponer un obstáculo al funcionamiento de la lógica. La intensidad cede paulatinamente y
todo parece regresar a su lugar.

Acontecimiento

Requiere de una transformación subjetiva para ser tomado; necesita recursos y operaciones
capaces de leer la novedad de su especificidad radical. No se reduce a pura perplejidad frente a
lo inaudito.

Del trauma al acontecimiento

“Pubertad” de Munch -> el instante de perplejidad antecede a las respuestas del sujeto; el
avant coup se configura como trauma y se cristaliza como una pura repetición, o conduce a la
generación de un acontecimiento.

Lacadée -> debido a la pubertad, el niño se descubre exiliado de sí, de su cuerpo de niño, de
las palabras y lengua de la infancia.

Gutton -> puberal como proceso psíquico activado por la pubertad que genera un trauma
que incluye la reanudación de los anteriores.

Este trauma promueve como respuesta los trabajos de lo adolescente. El cuadro de Munch
parece capturar ese instante inasible de suspensión estructural e inconsistencia subjetiva en el
que el trauma puberal da lugar a un momento lógico: el extravío de la pubertad (punto de
partida de la travesía, azarosa e incierta, realizada con tiempo e ingenio, en soledad y en grupo,
hacia la conquista del mundo adulto). El trauma puberal da lugar al acontecimiento.

La verdad sexual queda al desnudo; requiere ser simbolizada y asumida para producir un
nuevo saber, siempre incompleto pero acorde a lo actual.

Aquello puberal que adviene con la pubertad, elaborado y asumido subjetivamente por lo
adolescente, permite poner en acto, durante la juventud, el momento de concluir de los
procesos que conducen a la conquista de logros amorosos y creaciones culturales del mundo
adulto (con la guía del Ideal del Yo)
Córdova, N. Del pictograma al pentagrama. Parte I: El entretiempo adolescente. En Entre
niños, adolescentes y funciones parentales. Psicoanálisis e Interdisciplina (pp.45-53). Buenos
Aires: Editorial Entreideas, 2010

Se propone recurrir al rock para este trabajo; la juventud toma conciencia de sí misma y crea
significantes que la representan; proceso de ruptura de la alienación al orden adulto en un
movimiento de separación que conduce a los adolescentes a poner en desorden los modelos de
la sociedad de los padres. Comienzan a crear sus propias manifestaciones artísticas colectivas,
que expresan las vivencias subjetivas comunes a una generación.

El rock lleva la marca fundante de una nueva ola que estalla e inunda con su estridente
sensualidad puberal las orillas del cuerpo social instituido, al tiempo que sus acordes
desacomodan y ponen en crisis el orden de lo establecido. Puso de manifiesto y profundizó
las inexorables diferencias generacionales.

De fuego y de agua. Lo puberal y lo adolescente

Gutton -> lo puberal los materiales sobre los que trabaja lo adolescente; es la presencia
ardiente de la sexualidad genital que activa la interpretación aprés-coup de la sexualidad
infantil, creando representaciones incestuosas y fantasmas de seducción.

El cuerpo púber se encuentra tomado por un proceso de transformación entre dos litorales: lo
aún niño y lo ya adulto. Con la llegada de la pubertad, el cuerpo genital puberal seduce al
cuerpo todavía niño. Lo puberal y lo adolescente son procesos diferentes pero lindantes y
complementarios, que actúan de un modo simultáneo o retrasado. Lo puberal habita en el
centro de los procesos adolescentes.

Lo adolescente atenúa la ardiente sensación puberal, desexualizando el exceso de sensualidad,


enterneciéndolo mediante los procesos de elaboración, sublimación e idealización de las
representaciones edípicas incestuosas (fantasías de seducción infantil).

El adolescente expresa una renuncia definitiva que posibilita dejar atrás “las arenas calientes”
de una infancia revisitada e interpretada, en un movimiento psíquico aprés-coup por la nueva
sexualidad genitalidad puberal. Tendrá que dejar algo de sí en el camino; en principio, el cuerpo
infantil. Se requiere una decisiva maniobra de viraje para abandonar los restos infantiles del
yo ideal y sus objetos amorosos, y poner gradualmente en funciones al ideal del yo como guía.
Aceptar que no hay forma de volver habilita el trabajo de historización de la infancia y la
elaboración creativa del duelo por el objeto; esto da lugar a lo nuevo; creación/hallazgo de
objeto; melancólica y vana ilusión de volver a encontrar el objeto perdido.

Lo puberal activa el Edipo genital, lo adolescente permite su elaboración; lo puberal


permanece cercano al yo ideal como anhelo narcisista de retorno, lo adolescente crea las
condiciones para la primacía del ideal del yo (proyecto identificatorio; posible camino de
salida para el sujeto adolescente)
Lo originario puberal en su expresión más tajante

Si bien Freud plantea una simultaneidad entre la aparición de los procesos de excitación sexual
genital y el trabajo psíquico del hallazgo de objeto, Grassi al denominar el “entretiempo de la
sexuación”, arriba en el mejor de los casos a ese hallazgo y creación de objeto.

Freud (1983) -> solo superado el período de latencia se restablece la relación originaria
(relación con el territorio de lo originario puberal de Gutton); el hecho de mamar el niño
de pecho de su madre se vuelve paradigmático para todo vínculo de amor. El hallazgo de
objeto es propiamente un reencuentro.

Lo puberal es saturación sexual genital incestuosa; pulsa por el retorno a la unidad narcisista
originaria; lo originario puberal trabaja bajo el axioma de la complementariedad de los sexos,
fantasía de (re)encuentro con la pareja complementaria incestuosa.

Gutton (1993) -> unidad narcisista originaria puberal; hay un narcisismo originario entre
madre y lactante al intentar prolongar la simbiosis del embarazo; la pubertad, trauma
narcisista, ofrece una solución sexual para su curación: lograr el hallazgo de un “compañero
genital cooperativo de un estado amoroso compartido”

En la búsqueda del genital complementario, pene y vagina son ahora tan “fusionalmente
complementarios” en la fantasía como otrora lo fueran la boca y el pecho; inicialmente son
tratados como objetos parciales. Tanto el objeto como la pulsión deberán ser excorporizados,
con cuidado de no irrumpir el proceso ya que podría permanecer cercano al sujeto y el circuito
pulsional resultar insuficiente y peligrosamente breve.

La figura parental no debe presentarse como seductora e inadecuadamente solícita con el


hijo/a, ya que dificultaría el desasimiento y exploración de un afuera que demarque el recorrido
pulsional suficientemente alejado.

En ciertos casos, bordeando los límites de lo patológico, el encuentro del objeto


complementario, la fantasía de retorno a la mítica unidad narcisista originaria se sitúa en el
plano oral de los actos compulsivos de consumo.

El amor adolescente requiere de cierta coalición (siempre insuficiente) de la ternura y


sensualidad en un mismo objeto.

"Construiré un castillo con tu vientre'; Los trabajos adolescentes a partir de los materiales
puberales

El poema, con su riqueza metafórica, permite jugar con la ficción y representar el resultado
de los trabajos específicos de elaboración, idealización y sublimación del proceso
adolescente a partir de materiales creados por la virulenta sexualidad genital infiltrada por lo
puberal.
El adolescente va creando/hallando el objeto con elementos nuevos y retazos significantes de
objetos pertenecientes a su pasado: fondo de memoria (Aulagnier, 1997).

Grassi A. Metamorfosis de la pubertad: el hallazgo (?)de objeto. Parte I: El entretiempo


adolescente. En Entre niños, adolescentes y funciones parentales (pp. 37-44). Buenos Aires:
Entreideas, 2013

Lo puberal - lo adolescente ante(s) (d)el hallazgo de objeto

El hallazgo de objeto y orientación hacia la reproducción no acaecen automáticamente por


maduración del cuerpo o evolución natural del crecimiento. Las transformaciones de lo
pregenital y el escenario de lo genital con sus nuevas experiencias sexuales implican una
exigencia de trabajo psíquico desarrollada en el tiempo, que se realiza en espacios
determinados y su resultado final es incierto.

Con la llegada de la pubertad, suceden años de turbulencias y (mas)turbaciones que transcurren


entre la sexualidad infantil y la conformación normal definitiva, entre el despertar genital y que
la pulsión devenga altruista. Con límites difusos e indeterminados, los años del entretiempo de
la sexuación especifican y diferencian los procesos y trabajos psíquicos de lo puberal – lo
adolescente.

Freud y el hallazgo

Freud (1978) -> El psicoanálisis enseña que existen dos caminos para el hallazgo de objeto:
el que se realiza por apuntalamiento en los modelos en la temprana infancia, y el
narcisista. […] Todo ser humano tiene abiertos frente a sí ambos caminos para la elección
de objeto, pudiendo preferir uno u otro.

El autor agrega como forma de encuentro: por la alteridad del objeto, por su ajenidad y
extrañeza, extraño por lo que conlleve de no conocido. Se destaca la importancia de la no fijeza
ni exclusividad, sino que la combinatoria en la elección le da sutileza al hallazgo.

Freud (1978) -> Luego de perder el objeto por fuera del cuerpo propio (pecho materno), la
pulsión sexual pasa a ser regularmente autoerótica y, luego de superado el período de
latencia, se reestablece la relación originaria. El hallazgo (encuentro) de objeto es
propiamente un reencuentro.

Hallazgo no es encuentro
Hallazgo: comporta elementos inesperados ligados a la creatividad. No es la aparición de
algo pre-visto; implica la actividad que hace aparecer un objeto mediatizado por la
creatividad del sujeto, su captación de lo imprevisto. Es descubrir con ingenio algo hasta
Hallazgo
entoncesy no
re-encuentro
conocido. La actividad espontánea creativa propia del sujeto no podría estar
ausente, como tampoco la creatividad intersubjetiva de mutuo intercambio con el mismo.

El bebé se encuentra con un objeto exterior a sí, aunque él no experimente aún con la
exterioridad del mismo; esa exterioridad hace al objeto “no-yo ajeno”. Esa ajenidad esté al
servicio del bebé y de la ilusión de objeto propio, depende de que la función materna sea
suficientemente adecuada; la pulsión pasa a ser regularmente autoerótica.

Una vez alcanzada la representación del objeto por fuera de la propia corporeidad, se producirá
la elección infantil de objeto (Freud se refiere al objeto como representaciones psíquicas de los
mismos). Este trabajo no es mera “toma de conciencia” de su exterioridad, sino que es trabajo
de expulsión. Se crean e inician las diferencias yo-no yo, sujeto objeto, interno externo, etc.
Este proceso se da a lo largo de toda la estructuración psíquica, vuelve y re-vuelve.

El cuerpo puberal

Una vez instalada la barrera de la prohibición del incesto y los diques morales que hacen al
sujeto de la ética y la búsqueda de alteridad propia de la pulsión genital con la (im)pulsión
puberal, al psiquismo le urgen trabajos específicos.

Desde sus orígenes, la conceptualización freudiana de repetición no puede plantearse por fuera
del par que constituye con el término: “la diferencia”. Este se sitúa dentro del pensamiento de
los sistemas de lo múltiple o complejo, ya que planteada desde lo simple, no queda más que
como desvío forzado de la repetición. Hallazgo es también encuentro inédito, producción de
una combinatoria novedosa, original.

Wasserman (2005) -> El cuerpo puberal, con sus reorganizaciones y neo organizaciones,
requiere de nuevas inscripciones y nuevos circuitos pulsionales. El objeto, para terminar de
constituirse como tal (exterior-ajeno-extraño), requiere de tiempos y espacios donde hacerlo,
de ensayos y exploraciones.

El hallazgo-creatividad-encuentro es exterior a sí; se inscribe como acontecimiento que


diferencie lo que está investido por el niño y la familia, de lo que deviene nuevo y que está in-
vistiendo como obra propia, fuera del cuerpo y lo familiar.

En el objeto se reencuentran rasgos de aquellos bocetos de infancia; hallazgo es


fundamentalmente nueva inscripción e inscripción de lo nuevo. Reencontrar la exterioridad del
objeto es reencontrar su recreación.
Los jóvenes deben salir a crear afuera, conquistar-se genitalmente e inscribir diferencias de
sexo, cuerpo y nuevas categorías en una relación o vínculo de intersubjetividad, de alteridad,
apuntalada en los modelos de la temprana infancia. Se adiciona también el modelo de elección
por alteridad y radical diferencia (subjetiva) del (sexo) objeto.

Apuntalamiento: sirve para considerar al primer apoyo como sostén y plataforma de


lanzamiento; algo se constituye para luego abrirse a otros espacios y objetos; sostén transitorio
hasta la partida.

Paradoja y cuerpo

Es fundamental considerar la pubertad con relación al crecimiento y los cambios corporales


posibilitados por nuevos fenómenos endocrinos que se ponen en marcha, pero también tener en
cuenta el cuerpo erógeno y los procesos de libidinización.

El sentimiento de extrañeza (angustia no mentalizada) asociado al cuerpo puberal, la pérdida


de reparos y los límites corporales llevan al adolescente a tratar su cuerpo como un “objeto
externo (extraño)”. Este cuerpo tratado como ajenidad y el uso de defensas paradojales que
supone, traen resonancias en dirección de la autodestructividad y el masoquismo.

Función del cuerpo como objeto subjetivo; pantalla donde dirigir mociones pulsionales con
sentimientos de odio y agresividad, liberando representaciones psíquicas del objeto, los
padres aún idealizados de (im)pulsiones destructivas. Esto abre a procesos de identificación-
desidentificación.

Las caídas de los objetos de la infancia no se producen sin un pasaje de lo corporal, porque las
identificaciones con los objetos (parciales) son también inscripciones corporales; procesos de
inscripciones-reinscripciones-transcripciones de lo corporal por la complementariedad zona-
objeto.

Los conceptos de originario y originario puberal abren perspectivas donde situar las
problemáticas del objeto inscripto en lo corporal y sus tratos.

Inscripciones pictogramáticas: las reestructuraciones objetales y narcisistas encuentran su


origen en las capas más profundas del inconsciente inscriptas en la máxima proximidad de lo
somático.

Por el trabajo de lo originario puberal, la pulsión busca el objeto (complementario) inscripto


en el propio cuerpo erógeno (según Freud, este camino advierte una posible desviación o
perversión en la pulsión, no encontrando un objeto por fuera del propio cuerpo y no superando
su estado autoerótico). La elaboración psíquica de este transforma la búsqueda de objeto
acoplado al cuerpo propio; trabaja el autoerotismo produciendo la excorporación del objeto. El
objeto parcial-complementario se reordena hacia el objeto exterior; lo pre-genital deviene
paragenital.

Lo originario puberal repite y busca que en el objeto narcisista se reinvista al yo y reduplique


la mismidad. Su elaboración es trabajo de no igualación, no identificación de la propia
yoidad en el objeto, búsqueda de la alteridad corporal subjetiva en el objeto, de identificaciones
infantiles familiares; búsqueda de lo altero en un espacio extrafamiliar.

Una primera condición para el hallazgo de objeto es la creación de la “espacialidad exterior” al


propio cuerpo (transformación del autoerotismo y del narcisismo) y “espacialidad extrafamiliar”
donde hallarlo. Se establece una compleja relación entre hallazgo de objeto e historia infantil,
identificaciones familiares y genealogía. El hallazgo de objeto no es sin el pasado historizado,
sin re-interpretación de la historia infantil, sin su destrucción o ligadura con la genealogía.

Frente al objeto que “aún no es” en el universo de las representaciones psíquicas, aparece la
necesidad y urgencia de creatividad por parte del adolescente.

Waserman M. Condenado a explorar. En Condenados a explorar. Buenos Aires: Noveduc,


2011

¿Por qué la exploración?

Este término tiene intencionalidad poética; une el devenir de la adolescencia con una de las
funciones del juego, la exploratoria (reconocimiento del sí mismo y del mundo). Lo
exploratorio está ligado al nomadismo, al movimiento hacia un territorio que no es el asiento
de la estabilidad; no hay vida sin exploración y toparse con lo inédito. Al desatarse la pubertad,
no es el empuje hormonal el que da cuenta del inicio del proceso, sino que estamos asimismo
ante la llamada del mundo.

La palabra espacio como equivalente al espacio exterior, contiene la magia de poner al


cuerpo escapando a la fuerza de la gravedad terrestre, inaugurando un nuevo mundo de
juegos; las carcajadas y caras de gozo de esta nueva libertad acompañan al descubrimiento
del nuevo espacio exploratorio. Paralelo del orden de la exploración con el andar
adolescente.

El desarrollo nos empuja hacia más allá del mundo que nos fue dado, hacia la sorpresa, la
maravilla. El adolescente busca mundo por más comodidades que la casa familiar le brinde. El
adolescente representa un peligro para el sedentario, y el sedentarismo parece representar un
peligro para el adolescente.

En el viaje adolescente están la preocupación por ganarse la vida y los ideales viajando en
paralelo, ansiando un encuentro que pocas veces se produce, pero al que nunca se renuncia.

Como a cualquier adolescente, nos cabe una tarea de exploración de la historia, un trabajo de
historización; restos no asimilados por sus padres que aparecen como huellas familiares y
extrañas que lo interrogan acerca de su propio origen. Puede ir a explorar o bloquearse en no
querer saber lo que sus padres no han querido darle a saber. Concepto de yo historiador (P.
Aulagnier).

Se debe historiar la exploración, explorar la historia y sus restos vivientes para llegar a ser
nosotros. Ese viaje por la historia intriga al niño, lo interroga sobre sus orígenes; ya no es la
construcción de un mito, sino la deconstrucción de los mitos familiares, novela que pretende
incluir lo nunca dicho, lo oculto, lo avergonzante, del propio recorrido y de la familia. Esto
incluye la historia del lugar con el cual nos identificamos.

Michel Fize (1998) -> Tras la crisis de 1848, con la creación de la escuela, y en el marco de
la escuela secundaria, como consecuencia de esta política, es la instauración de una nueva
edad social: la adolescencia moderna.

Estos adolescentes modernos se formaron en un contexto de exploración y de colegio;


exploración y territorialización se acompañaban. Estos deben ser reconocidos primero afuera y
luego, autorizados por el poder dominante, serán reconocidos por los adultos.

Teniendo en cuenta a Charles Darwin, hay un viaje en el Beagle para cada adolescente, un viaje
hacia los orígenes en su historia, y adentramiento hacia su más profunda vida animal. Esta
pasión por el conocimiento en la exploración no se plasma ya en la enseñanza de los colegios
secundarios; sólo se trata de repetir de memoria aquello que los exploradores descubrieron
inundados por el interés exploratorio.

Siempre se viaja primero con la imaginación y luego se buscan los medios para hacerlo en
la realidad; en la literatura y ensueño diurno de cada adolescente. En la imaginación empiezan
los viajes exploratorios. Es en las historias de Julio Verne donde se combinan de un modo
inusitadamente visionario la temática de los viajes de exploración y la creencia en la creación de
instrumentos técnicos a partir de los cuales nuevos espacios de exploración se hacen posibles.
Siempre hay un adolescente fascinado por la pasión de un explorador iniciador hacia una
aventura. Su pasión por lo expedicionario es un apasionante recorrido por un territorio mágico
desconocido y por la búsqueda y el “hallazgo del objeto”, el objeto perdido al objeto inédito.

Obedeciendo al cierre de la niñez y comienzo de la pubertad, a finales del colegio


primario se instituye el primer viaje expedicionario de egresados, que toma su forma
dionisíaca en el final del viaje del colegio secundario. Si bien se condena como el festejo de
un final, parece ser un viaje de iniciación, una exploración profunda en búsqueda de
sensaciones embriagadoras que marcarían una forma de la exploración adolescente del
cuerpo.

El contexto bibliográfico

La nominación “condenado a explorar” abre un encuadre más claro de la clínica de la


adolescencia, que puede ser considerada desde el punto de vista de la sicopatología de la
exploración. Esto orienta el sendero de la dirección de la cura en la clínica de la adolescencia;
se trata de abrir puertas a la exploración más que a las figuras de la adaptación (estas no deben
ser consideradas de segundo orden). La propia vida se edificará según los resultados de esa
exploración y no antes o sin ella.

Este criterio estructural se toma como un marco amplio y difuso en sus bordes que orienta
una diferenciación primera en este transcurrir exploratorio; estructura no como entidad
cerrada, sino como un conjunto inestable que, ante diferentes grados de excitación puede
saltar de una organización a otra.

Condenado a explorar es un desarrollo del texto de Piera Aulagnier (1985) “condenado a


investir”, que a su vez es un desarrollo colateral de la teoría freudiana de las investiduras de la
libido que son su marcha exploratoria y territorializadora. Esto indica que un proceso de
investidura es consecuencia o coincide con un proceso de exploración.

Lo no explorable está sujeto a un proceso de contrainvestidura, diferenciado de los procesos de


desinvestir, aunque suelan arribar resultados semejantes en cuanto trabar movimientos
exploratorios.

Los procesos de desinvestidura están asociados a la llamada clínica de lo negativo o clínica


de lo real en la adolescencia (anorexias y adicciones), y los de contrainvestidura a las
problemáticas de la inhibición y las fobias que también pueden ser muy severas.

Se toma como punto de partida el trauma puberal como aquello que condena al sujeto a
explorar. Se sitúan en un mismo nivel de causa tanto el trauma como el deseo; ambos plantean
una exigencia de poner en movimiento cuerpo y mente. La exigencia exploratoria viene de la
metamorfosis de su propio cuerpo (apropiación y conquista como si se tratase de un territorio
desconocido) y del medio social, que lo expulsa del protectorado donde residía bajo la
protección de sus padres.

El mundo del “otro sexo” también debe ser explorado y territorializado por el propio cuerpo si
se pretende encontrar ese objeto perdido, el objeto de la experiencia de satisfacción, sexual, el
otro como objeto; si pretende encontrar otra satisfacción pulsional diferente al conocido
autoerotismo. El propio cuerpo se torna insuficiente, hay que salir a explorar fuera de sí.

Si bien la exploración que hace el niño, estudiado en la esfera del juego, no es lo mismo que el
salir de la casa del adolescente, cuanto mejor se haya resuelto la separación del cuerpo materno
en la infancia, más fácil será el proceso de separación adolescente.
Winnicott D. Cap. 11 Conceptos contemporáneos sobre el desarrollo adolescente (pp. 179-
193). En Realidad y juego. Barcelona: Ed. Gedisa, 1979

Observaciones preliminares
La dinámica es el proceso de crecimiento que cada individuo hereda; hay genes que determinan
pautas y una tendencia heredada de crecimiento y logro de la madurez, pero nada sucede en el
crecimiento emocional que no se produzca en relación con la existencia del ambiente. Las
imperfecciones son características de la adaptación humana a la necesidad, y constituyen una
cualidad esencial del ambiente que facilita.

Independencia individual como base; al principio, dependencia casi absoluta, cambiando


poco a poco y en forma ordenada, para convertirse en dependencia relativa, y orientarse
hacia la independencia. Esta no es absoluta, el individuo nunca es independiente del medio.

¿Enfermedad o salud?

La sociedad abarca a todos sus miembros; cuando están psiquiátricamente sanos, estos
constituyen y mantienen la estructura de aquella, también conteniendo a los que se “encuentran
enfermos” (inmaduros, psicopáticos, neuróticos, melancólicos, esquizoides, esquizofrénicos y
paranoides). Las personas no se ubican con esmero en agrupamientos por enfermedades.

El autor ve a la sociedad en términos de su salud; su salud o perpetuo rejuvenecimiento


naturales, gracias a sus miembros psiquiátricamente sanos. A veces la proporción de
integrantes psiquiátricamente enfermos de un grupo puede ser demasiado elevada, por lo que
estudiará a la sociedad como si estuviese compuesta por personas sanas en el plano
psiquiátrico.

Puesto que no existe sociedad sin estructura producida, mantenida y reconstruida a cada rato por
los individuos, no hay realización personal sin sociedad, ni sociedad fuera de los procesos
de crecimiento colectivos de los individuos que la componen.

Las personas psiquiátricamente sanas dependen, para su salud y su realización personal, de su


lealtad a una zona delimitada de la sociedad.

La tesis principal

Elemento materno: importancia en la forma en que se sostiene y manipula a un bebé; la


tiene quien lo cuida. El cuidado del niño, la continuidad de dicho cuidado ha llegado a ser un
rasgo central del concepto del ambiente facilitador; gracias a dicha continuidad, puede el
nuevo bebé, en situación de dependencia, gozar de continuidad en la línea de su vida, y no
pasar por una pauta de reacción ante lo impredecible.

Vale la pena encarar las diferencias esenciales que existen entre los grupos en términos de
costumbres aceptadas. La fase de Truby King todavía se encuentra en el proceso de su
liquidación por adultos que tratan de dar a sus bebés el derecho de descubrir una moral personal,
y en ello percibimos una reacción contra el adoctrinamiento, que llega hasta el extremo de la
permisividad total.

Más confusión

Otra fuente de confusión es la voluble suposición de que, si las madres y los padres crían bien a
sus bebés y niños, habrá menos problemas; algunos de los problemas actuales se relacionan con
los elementos positivos de la crianza moderna, y de las actitudes modernas respecto de los
derechos del individuo.

Si los hijos llegan a encontrarse a sí mismos, no se conformarán con encontrar algo, sino que
buscarán la totalidad; esto incluirá agresión y los elementos destructivos que existen en ellos,
tanto como los que se puede denominar amantes. Será cuestión de suerte si sus acciones los
ponen rápidamente en condiciones de usar símbolos, jugar, soñar, ser creadores en formas
satisfactorias; aún así es posible que el camino a ese punto sea pedregoso. Las recompensas
vendrán en la forma de la riqueza que aparezca poco a poco en el potencial personal de tal o
cual joven. Estas llegan de modo indirecto.

Muerte y asesinato en el proceso adolescente

En la época de crecimiento de la adolescencia los jóvenes salen, en forma torpe y excéntrica,


de la infancia, y se alejan de la dependencia para encaminarse hacia su condición de adultos.
El crecimiento no es una simple tendencia heredada; es además un entrelazamiento de suma
complejidad con el ambiente facilitador.

Si ya no es posible usar a la familia, es preciso que existan pequeñas unidades sociales que
contengan el proceso de crecimiento adolescente. Los mismos problemas que existían en las
primeras etapas de la infancia, aparecen en la pubertad. Si en la fantasía del primer crecimiento
hay un contenido de muerte, en la adolescencia el contenido será de asesinato. Aunque el
crecimiento en el período de la pubertad progrese sin grandes crisis, puede que resulte necesario
hacer frente a agudos problemas de manejo, dado que crecer significa ocupar el lugar del padre.
En la fantasía inconsciente, el crecimiento es intrínsecamente un acto agresivo.

“Soy el rey del castillo”: juego de la primera etapa de la latencia que en la pubertad se
convierte en una situación de la vida. Es una formulación de existencia personal. Es una
consecución de crecimiento emocional individual que implica la muerte de todos los rivales
o el establecimiento del dominio. Este juego infantil se traduce al lenguaje de la motivación
inconsciente de la adolescencia y la sociedad. Si se quiere que el niño llegue a adulto, este
paso se logrará por sobre el cadáver del adulto.

En la fantasía inconsciente total correspondiente al crecimiento de la pubertad y la adolescencia


existe la muerte de alguien. En la psicoterapia del adolescente la muerte y el triunfo personal
aparecen como algo intrínseco del proceso de maduración y de la adquisición de la categoría
de adulto.
El tema inconsciente puede hacerse manifiesto como la experiencia de un impulso suicida o
como un suicidio real. En la adolescencia se convertirán en bajas o llegarán a una especie de
madurez en términos de sexo y matrimonio, y quizá sean padres como los suyos propios. En un
segundo plano se desarrollará una lucha de vida o muerte.

Inmadurez del adolescente: es posible que de pronto un niño de cualquier edad necesite
hacerse responsable (por una muerte o separación), perdiendo espontaneidad, juegos y
alegres impulsos creadores. Esto también puede ocurrir en los adolescentes; si las
circunstancias varían, no se podrá dejar de invitar a joven a que se convierta en un agente
responsable antes de que madure la ocasión. En el caso de que los adultos deleguen la
responsabilidad, podrían traicionar a los hijos en un momento crítico. Se pierde toda la
actividad imaginaria y los esfuerzos de la inmadurez. El adolescente que triunfa
demasiado pronto resulta presa de su propia trampa; debe convertirse en dictador y esperar
a ser muerto.

El adolescente es inmaduro; la inmadurez es un elemento esencial de la salud en la


adolescencia. No hay mas que una cura para ella, y es el paso del tiempo y la maduración que
este puede traer. Contiene los rasgos más estimulantes de pensamiento creador, sentimientos
nuevos y frescos, ideas para una nueva vida.

El triunfo corresponde a esta consecución de la madurez por medio del proceso de crecimiento.
No corresponde a la falsa madurez basada en una fácil personificación de un adulto.

Naturaleza de la inmadurez
El potencial en la adolescencia

Los cambios de la pubertad se producen a distintas edades; no pueden hacer otra cosa que
esperar tales cambios. La espera impone una considerable tensión a todos, pero en especial a los
de desarrollo tardío. Es posible encontrar a estos últimos imitando a los que se desarrollaron
antes, llevando a falsas maduraciones basadas en identificaciones, y no en el proceso de
crecimiento innato. Junto con el cambio en dirección del crecimiento físico y la adquisición de
verdaderas fuerzas, llegan la astucia y conocimiento para usarlas.

Hasta aceptar poco a poco la responsabilidad, existe entretanto una fuerte propensión a la
agresión que se manifiesta en forma suicida. Un joven psiquiátricamente enfermo, con un
sistema ilusional bien formado, puede engendrar un sistema de pensamiento de grupo y
desembocar en episodios basados en la persecución provocada.

El adolescente que todavía se encuentra en proceso de crecimiento, no puede hacerse cargo


aún de la responsabilidad por la crueldad y el sufrimiento, por el matar y ser muerto que
ofrece el escenario del mundo. Hacen falta años para que el individuo se desarrolle la
capacidad de descubrir en la persona el equilibrio de lo bueno y lo malo, del odio y la
destrucción que acompañan al amor.
Se suele dar por sentado que los jóvenes que tienen relaciones sexuales han llegado a la
madurez sexual; ellos mismos saben que no es así y empiezan a despreciar el sexo como tal. La
madurez sexual tiene que abarcar toda la fantasía inconsciente del sexo, y en definitiva el
individuo necesita poder llegar a una aceptación de todo lo que aparezca en la mente junto con
la elección de objeto, la constancia del objeto y la satisfacción sexual.

Construcción, reparación, restitución

El adolescente no puede saber todavía qué satisfacción es posible obtener con la participación
de un proyecto que debe incluir la cualidad de confiabilidad; hasta qué punto el trabajo, dado
su carácter de contribución social, alivia el sentimiento personal de culpa, y por consiguiente
ayuda a reducir el miedo interior y el grado de tendencia suicida o propensión a accidentes.
Idealismo

Una de las cosas más estimulantes de los adolescentes es su idealismo; al no hundirse aún en la
desilusión, se encuentran en libertad para formular planes ideales. Esto está condensado hasta el
absurdo; omite la primordial importancia de la amistad, omite una formulación de la situación
de quienes viven sin casarse o con el casamiento postergado. No es posible esperar que a la
edad de la adolescencia el joven corriente tenga algo más que una noción vaga sobre la
herencia cultural del hombre, pues es preciso trabajar con intensidad para llegar a conocerla.

Córdova, N. Del trauma puberal al acontecimiento adolescente. Parte II. Inédito, 2019

El hallazgo es algo que se va dando en un camino

El hallazgo de objeto supone un logro psíquico que tiene su correlato en la vida amorosa;
requiere la creación psíquica de un objeto a hallar. Sin creación no hay hallazgo en términos de
acontecimiento. La importancia del hallazgo no se centra tanto en el objeto como en el acto de
hallar como acontecimiento.

Gutton -> la adolescencia es un pasaje a través de sucesivas experiencias amorosas;


experiencias que requieren que el joven se aventure a experienciar, ir al encuentro de
experiencias significativas y dejarse tocar por ellas.

No sabemos si irnos o quedarnos

La adolescencia es pasaje decisivo cuyo trayecto, siempre incierto con momentos de extravío,
desvíos, avances y retrocesos, detenciones y reanudaciones. Acecha la amenaza de la captura en
un goce desmesurado, el cual es autoerótico y autista, que produce un vaciamiento subjetivo y
conduce a un desierto de palabras y sentidos. El adolescente es gobernado por la pulsión;
impulsado a actuar o tomado por un exceso de goce que no logra limitar, el cual somete y
provoca sufrimiento.

Las adicciones provocan en el adolescente la pérdida de vínculos saludables, aislándose solo o


en grupo; se somete al goce en lugar de gozar. El goce captura y aísla al adolescente
sometiéndolo a la recurrencia de la actuación y el consumo. La tensión máxima entre goce auto
y proyecto es una encrucijada que todo adolescente deberá resolver. Entonces, el monto de goce
al cual el joven renuncia, se transforma en una oferta de placer a alcanzar; a cambio de una
promesa de amor a futuro. Dicha renuncia es posible si la prohibición del incesto se articula
con una promesa del ideal proyectándose hacia el futuro.

Recorridos pulsionales, trayectos subjetivos

Se proponen algunos recorridos pulsionales y trayectos subjetivos (sin espacio ni tiempo,


tampoco determinista o evolutiva) para estudiar los procesos que median entre ciertos puntos de
partida y logros a alcanzar. La trama entretejida sostiene una profunda metamorfosis subjetiva
propiciadora de acontecimientos como el hallazgo de objeto.

Yo ideal – Ideal del yo / Genealogía – proyecto identificatorio / trauma puberal –


acontecimiento adolescente / Puro presente del trauma y la actuación – duelo e historización /
Goce – Proyecto / dependencia infantil – desasimiento de los padres / vínculo familiar – lazo
social / goce auto – creación o hallazgo de objeto.

La salida de la adolescencia requiere el logro de la configuración del eje Ello—Yo—Ideal del


Yo; la articulación entre instancias asegura un rumbo, una disposición a continuar aun a pesar
del anhelo de retorno a la unidad perdida.

Adolescentes emergiendo en la escena social

La salida de la adolescencia es posible mediante la creación de un horizonte hacia el cual partir


(proveniente del ideal del yo). El largo y sinuoso camino adolescente se ve hoy acechado por las
causas y consecuencias del creciente malestar cultural de la época; van emergiendo de lleno en
la escena social en tiempos de distopias.

Grassi, A. Notas sobre trauma y acontecimiento. (Parte II). Ficha cátedra. Buenos Aires: s.e.,
2017

Introducción

Se diferencia el término “lo puberal” de la pubertad para circunscribir las operaciones que son
propias del psiquismo articuladas o ensambladas en la pubertad con todos los cambios
hormonales y biológicos que esta trae. Pubertad queda circunscripta a los cambios de los
cuales se da cuenta con la aparición de caracteres sexuales secundarios. Puberal y pubertad
guarda la misma relación compleja planteada entre organismo-cuerpo-cuerpo erógeno.

Trauma puberal

El campo propio del trauma puberal (segundo momento necesario en la teoría del trauma) se
plantea en términos de la vivencia subjetiva corporal. Trauma en tanto energía libre, no ligada,
seducción, sexual, empuje a la búsqueda de nuevos recursos. Vivencia con carácter de exceso,
novedad no significada, vivenciar originario. El primer trabajo que se plantea al psiquismo en
relación al trauma puberal es homogeneizar lo heterogéneo que trae la pubertad. Lo originario
como modo de representación; vía por la cual el proceso comienza a producirse. Lo originario
como primer modo de representación de lo nuevo que trae el cuerpo puberal.

Para que una experiencia se constituya en traumática (falta de abreacción de las experiencias y
persista en el psiquismo como cuerpo extraño) deben cumplirse determinadas condiciones,
como el fallo del principio de constancia.

En lo traumático puberal la experiencia que resulta excesiva, ese demás a metabolizar, la


energía libre a ligar e integrar en el Yo, proviene de la propia interioridad. Son nuevas
sensaciones e imágenes de un cuerpo extraño que no registra un lugar en el orden de los
procesos psíquicos donde expresar dicho exceso. Lo puberal irrumpe con sus nuevas
imágenes que exponen las metamorfosis corporales, una nueva estética corporal y sus nuevas
sensaciones.

Las metamorfosis corporales aparecen en un Yo-cuerpo que pide la inscripción de la novedad


genital, con los caracteres sexuales secundarios: desdoblamiento de una imagen de cuerpo
infantil (Yo) que ha sido ocupada por un cuerpo extraño (puberal) que pide hacerse lugar en el
registro de lo psíquico, y requiere de inscripciones para ligar lo excesivo.

La relación o vivencia subjetiva del cuerpo es “información libidinal” que proviene de


imágenes y sensaciones corporales, visuales, auditivas, olfativas, táctiles, gustativas,
cenestésicas, kinésicas; de miradas y palabras del Otro y otros.

El trauma puberal es el segundo tiempo necesario del trauma; el cuerpo puberal seduce al
cuerpo infantil. El cuerpo erógeno comienza a sentir como rareza y extrañeza a los primeros
implantes del cuerpo puberal.

El investimento libidinal puede ser positivo (pictograma de fusión) o negativo (pictograma de


rechazo); la imagen confusa del cuerpo aún no encuentra imágenes corporales que apacigüen la
angustia (ligada a incomodidades y rarezas corporales que son parte de un narcisismo
desencajado que no logra re-investir sus nuevas imágenes e integrarlas en el Yo corporal). El
trabajo de lo puberal será ir en búsqueda de nuevos recursos que van a permitir su inscripción
y elaboración.

Recurso del registro originario

Experiencia sensorial y sensitiva por antonomasia que moviliza el recurso de lo originario


como primer modo de vivenciar el nuevo cuerpo genital. Recurso en la construcción de la
imagen del Yo-corporal dice que algo nuevo sucede.

En estos tiempos de “alteración” es difícil entender y narrar lo que sucede; transcurren hechos
que no logran narrarse ni verse desde una posición trascendente medianamente estable, lo que
vuelve al sujeto pendiente de la mirada de los otros en procura de algún reflejo que diga de él;
alguno que vaya organizando el registro originario en una estructura fantasmática y posterior
relato propio de lo secundario.
Es condición del proceso saludable de lo puberal que este experienciar transcurra sobre el
fondo de algún tipo de registro (“esto nuevo me acontece, me sucede, me pasa, no se bien de
que se trata, pero acepto, registro la novedosa vivencia subjetiva en Mi”).

Este primer registro del acontecer pide ser experienciado como propio. Este proceso elabora lo
traumático, busca un registro de lo psíquico donde inscribir una nueva imagen del cuerpo, pide
entregarse a un vivenciar sensorial bajo el principio de placer (garante de la inscripción).

Los consumos de sustancias psicoactivas, con mayor o menor responsabilidad, u otros


tipos de experiencias adrenalínicas en este momento, estimulantes de las vías sensoriales, se
juegan en un sinuoso borde entre procesos saludables y la patología. Esta búsqueda de
nuevas sensaciones es un mecanismo paradojal que puede anotarse en la línea de la
inscripción pictogramática bajo el principio de placer, como derivar hacia formaciones de
negación, rechazo y/o expulsión de lo nuevo.

Psicopatología: no aceptación de lo diferente como propio, la rareza, y el establecimiento de


defensas ante la angustia que genera; amenaza a la integridad del sujeto, fisuras en el
narcisismo. Establecer defensas (represión, negación, disociaciones y escisiones, forclusión o
forclusiones locales) indican posibles destinos psicopatológicos, como pictograma de rechazo,
sufrimiento, vivencia de dolor psíquico, horror. Dentro de lo más complejo, lo heterogéneo de la
nueva corporeidad no se puede homogeneizar integrando las vivencias al Yo corporal.

Recurso de la masa puberal

Masa puberal: disposición a realizar esta vivencia sensorial de la corporeidad en un


agrupamiento, en una grupalidad donde suceden fenómenos especiales y propios de lo puberal;
recurso articulado a lo descripto anteriormente.

Constituye parte de un escenario donde también se va produciendo el registro del nuevo Yo-
cuerpo puberal. En este nuevo escenario de la grupalidad puberal se puede registrar como
experiencia subjetiva un nuevo Yo-cuerpo genital que ingresa por las vías de lo originario;
requiere de un originario grupal. El pasaje del Yo al Nos apuntalado en el escenario de la
grupalidad, va inscribiendo corporeidad genital en una subjetividad que es la grupalidad.

Lo nuevo acontece en una instancia que más allá de lo individual, hay un carácter de
grupalidad. La grupalidad trabaja la heterogeneidad del cuerpo puberal en el proceso de su
homogenización. Este proceso acontecial requiere además de la pluralidad, que, en su
conformación como masa, permite la inscripción de la propia extrañeza en una experiencia
compartida.

Lo heterogéneo de la corporeidad, lo que tiene que quedar significado como neo, es la matriz
a partir de la cual se van a significar los hechos. Esta ofrece una matriz diferente de la familiar
propiciatoria de las inscripciones pictogramáticas del cuerpo genital puberal; esa es su
potencialidad.

La indiscriminación e indiferenciación propia de esta grupalidad, que roza también la fusión de


la genitalidad, es homogeneizar lo heterogéneo de una especialidad que se va construyendo,
haciendo de lo conocido familiar un territorio suficientemente distante y mediatizado por la
masa puberal.

Grassi A. Sobre los intereses libidinales de los jóvenes y la subjetividad en Devenir.


Homenaje a S. Bleichmar. En Revista Generaciones Nº 1. Buenos Aires: Eudeba, 2012

Introducción

Los intereses en la vida de un individuo son una construcción que responde a múltiples
variables y que en los jóvenes es un proceso que toma un carácter particular. Este proceso se
puede articular a dos cuestiones fundamentales: a) cada sociedad produce su propio discurso
sobre sus modelos y valores, encarnando en los individuos quienes se convierten en portadores
de los mismos. Los enunciados sociales determinan las formas con la cual se constituyen sujetos
plausibles de integrarse a sistemas que le otorgan un lugar; b) los intereses, llevan también y
simultáneamente como un entretejido, las marcas de un circuito desiderativo particular.
Articulados a los enunciados sociales, se plantea cuáles son los márgenes de elección y libertad
que le competen al sujeto en la producción de sus intereses.

Es importante considerar la dimensión de la significación particular que toman para cada


sujeto al hablar de estos intereses libidinales, sus elecciones amorosas, proyectos profesionales,
laborales y otros intereses vitales.

Doble implicancia de los intereses; dos aristas diferenciadas, entrelazadas: el sujeto


como constructo social, y el sujeto como efecto de la particularidad de una historia y trama
desiderativa que fue orientándose desde sus orígenes mismos.

El sujeto construye sus intereses acordes a las investiduras libidinales que realiza entre las
dimensiones social, familiar, historia sexual infantil y vincular actual, pre-historia y
genealogía.

La juventud y el acceso a su (incierto) proyecto identificatorio

El ser del sujeto (inconsciente) es responsabilidad: ser su actor y autor. El fin de la infancia
está marcado por el acceso a un proceso de historización; de construcción-invención subjetiva
entre la genealogía y su torción, entre emblemas identificatorios que dependen del conjunto
social y de las condiciones históricas, familiares, epocales, con marcas propias que llevan su
firma.

La larga historia, desde los primeros y largos años donde transcurría el Complejo de Edipo,
llevan al joven a una estación de recambio y des-identificaciones en la pubertad y adolescencia.
Junto con su cuerpo, se renuevan sus enunciados, ideales, intereses, se replantean sus objetos
privilegiados, vínculos con otros, su relación con el pasado y el por-venir. Así las nuevas
referencias modelaran la imagen que el joven quiere y espera para sí.

Con las marcas impresas de la historia infantil, de la pubertad y adolescencia, lo que caracteriza
a la juventud es su proyección esperanzada en un futuro. A diferencia del adolescente, donde el
futuro es cierta promesa más que acción, proyecta un futuro posible en el cual se ve
anticipadamente actuando; esto permite la salida de las satisfacciones de lo inmediato y de las
confrontaciones propias de lo adolescente.

La juventud es fundamentalmente interés libidinal expectante, anticipación de un proyecto


posible, concretable, pacificador, articulado a un futuro y a una identidad que están
igualmente investidos socialmente. Está marcado por una espera no pasiva, lúdica, gozosa
de realización del Yo, en un proyecto peculiar del sujeto y a la vez colectivo; inclusión y
aporte solidario al conjunto social.

Un trabajo de la juventud sublimando la pulsividad adolescente, es su inserción anticipada en


representaciones de lo que será su proyecto identificatorio, con marcas desiderativas propias,
articulado al Otro social. Nadie es lo que es si no hay otros que determinan y reconocen lo que
uno es; se mide la capacidad del conjunto social de ofrecer significaciones específicas que
estructuren las representaciones del mundo que constituyen el marco en el cual se designan los
fines de la acción y se definen los tipos de los afectos característicos (Bleichmar)

La proyección expectante del futuro que es búsqueda anticipada de la identidad como fundante
de la subjetividad en la juventud, es algo peculiar y singular, propio de cada sujeto, pero que se
co-construye y sostiene socialmente; es imposible considerar la identidad sin el marco de
relaciones solidarias con otros; se busca la identidad en el seno del grupo exogámico.

El nosotros como grupo exogámico juega un papel central en los procesos subjetivos
adolescentes y de la juventud, cuando se plantea como nos-otros, es decir el sujeto singular
en grupo, diferenciando los efectos de masificación.

Apuestas no como falsa incertidumbre, sino esperanza en el futuro y los vínculos con otros,
como expectativa y lugar de potenciales realizaciones. Confiabilidad por lo venidero y en co-
construcción con otros. Lo esperanzado no constituye solamente una expectativa; su acepción se
análoga con lo venidero y ahora ausente, con lo posible de la acción propia y del conjunto.

Es preciso que, en términos individuales, pero además en el conjunto social se produzca la


realización de operaciones que impliquen un proceso de des-identificación con la des-
esperanza y la des-confianza con el otro, del otro. Se tornan necesarios espacios de
identificación compartida que transformen la significación del otro social no confiable o
amenazante.
La subjetividad en devenir en la juventud golpea la puerta del otro social, demanda
confiabilidad en un futuro esperanzador, esperante. Un lugar virtual donde vivir
anticipadamente, un espacio imaginario en el cual se articulen significaciones sociales y
subjetivamente acogedoras, un espacio hospedante donde no sentirse extranjero.

Córdova, N. Duelo e historización. Construir (se) un pasado- Elaborar un duelo. Inédito


2019

El vértigo epocal y el imperativo superyoico de inmediatez promueven desbordes y urgencias;


el límite de lo posible tiende a ser abolido por la búsqueda narcisista de lo imposible, la
capacidad de espera es arrasada por la urgencia y la inmediatez.

Los modelos de subjetivación epocal sugieren la declinación de Edipo y la entronización de


Narciso y sus imágenes multiplicadas por la realidad virtual.

Adolescencias siempre actuales

La pubertad es el acontecimiento inédito y turbulento que le ocurre a alguien que aún no es y


todavía no está allí para inscribirlo; arroja al niño al exilio de sí, impulsado a un incesante
devenir otro. El adolescente será por momentos un sujeto acéfalo gobernado por la pulsión. El
trabajo clínico con adolescentes se dirime en una dimensión de pura actualidad; la actualidad y
la actuación son solidarios con la urgencia subjetiva en una época en la que el goce desplaza a
lo simbólico.

Las crisis adolescentes se caracterizan cada vez más por el florecimiento de síntomas
difusos, con escaso recubrimiento simbólico y por el despliegue de actuaciones, goces y
consumos problemáticos, junto con vivencias de vacío y profundas fluctuaciones
emocionales.

Las crisis en la adolescencia

Nasio -> Adolescencia: proceso de pasaje tumultuoso que se configura como una histeria
saludable y un duelo. El Edipo se expresa como una neurosis razón por la cual todo sujeto
atraviesa dos neurosis saludables: la infantil y la adolescente.
Freud -> “(…) podemos decir que el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado
y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite,
sin saber (…)” (Recordar, repetir y reelaborar, 1914)

Esta cita sirve para enlazar el florecimiento sintomático y las actuaciones adolescentes con el
retorno de las vivencias infantiles no recordadas y activadas aprés coup por lo puberal.

La crisis de la adolescencia es la expresión de una neurosis de transferencia durante la cual se


despliegan de un modo dramático (aquí y ahora de la relación con los padres) los síntomas y
actings que actualizan los recuerdos infantiles interpretados a la luz del Edipo adolescente
incestuoso y genital.

El trauma puberal impone la creación de esta “enfermedad artificial” imprescindible y


tumultuosa como respuesta; el adolescente debe atravesarla para escenificar y liquidar sus
fantasmas y traumas infantiles antes de desasirse de los padres, dejando atrás los deseos
incestuosos e idealizaciones edípicas.

La resolución de la neurosis del desarrollo precipita la constitución del fantasma y el


momento de concluir de un “trabajo de duelo historizante” que configura lo infantil como
pasado y habilita el pasaje al tiempo lógico de la juventud; anticipación de un futuro incierto
y promisorio.

Historia e historización

La historia de una vida requiere un reordenamiento de lo vivido a través de una narración, de


un trabajo que transforma los incidentes y acontecimientos vitales en una estructura inteligible
que otorga sentidos.

Lacan (1954) -> Historia: “La historia no es el pasado; es el pasado en tanto historizado en
el presente”; “se trata menos de recordar que de reescribir la historia”.

P. Aulagnier -> trabajo determinante del éxito o fracaso de la transición adolescente en su


conjunto; consiste en “poner en memoria y poner en historia”, operación que permite que el
tiempo pasado, perdido, pueda tener continuidad como existencia de una organización
psíquica en constante devenir. “Construir un futuro” como mandato de los padres;
“construye tu pasado” como anhelo del analista.
No hay historización sin trabajo de duelo

Recordar y elaborar lo infantil como pasado requiere asumir la muerte simbólica de los padres
de la infancia y del niño maravilloso que encarna los sueños del narcisismo familiar. El
adolescente debe hacer un trabajo de duelo historizante; este proceso recae sobre cada uno de
los objetos y vivencias decisivas del pasado a través de recuerdos. Propicia la decisiva
operación de desasimiento de los objetos primordiales. Esto permite la disponibilidad de
investir nuevos encuentros que promete el futuro.

Concluyendo

El adolescente debe considerar definitivamente perdido el territorio de la infancia para dejarlo


atrás y conquistar el futuro.

Duelo e historización posibilitan pasaje subjetivo de la repetición y actualidad del trauma


puberal al devenir creador de horizontes del acontecimiento adolescente; todo adolescente
deberá asumir su condición paradojal de sujeto doblemente determinado por un pasado que
es historia, su grupo, tiempo y genealogía.

Grassi, A. La investigación histórica familiar. En Entre niños, adolescentes y funciones


parentales. Buenos Aires: Editorial Entreideas, 2010

Introducción

Freud (1905) -> vislumbramiento del interés de los niños en asuntos de vida sexual; se
manifiesta con la investigación sexual infantil, estableciendo condiciones fundantes para la
estructuración del psiquismo en la infancia. Se pone en marcha la pulsión de saber,
considerando que la curiosidad convertía al niño en un pequeño investigador. Del mismo
modo, su obstrucción puede constituirse en origen de dificultades en el aprendizaje.

Esto toma un rumbo diferente con P. Aulagnier (1986), entendiendo que las preguntas de los
niños tienen un papel fundante en la constitución psíquica a medida en que lo remiten a la
construcción de una escena de sus orígenes. Co-construcción que deberá realizarse apoyado en
funciones parentales y a partir de fragmentos significantes extraídos de las prácticas discursivas
desarrolladas en los intercambios libidinales con progenitores y allegados. Esto liga al niño al
deseo de los progenitores y a su genealogía, ubicando el deseo de los padres como causa de su
existencia.

La investigación sobre los orígenes se denomina investigación histórica familiar


infantil/adolescente, o también investigaciones genealógicas.

Una de las funciones otorgadas al yo, en la obra de Aulagnier, es ser la instancia responsable de
los procesos de historización.

Al anudar los intereses sexuales y por los orígenes (del yo), también hay interés por los
orígenes de la historia que lo antecede, por la (pre)historia, pregunta por las vivencias del
grupo que hay detrás del familiar y que conforman su genealogía. Lo conecta con los
fragmentos significantes de la existencia y de la vida psíquica de sus predecesores con los que
él mismo va a tener que estructurarse.

En su trabajo de historización, en sus logros y fracasos, el yo interpreta, “inventa”, historiza y


construye su pasado, inscribiendo o coartando la subjetividad desde la infancia (primeros
contactos sensoriales con el niño; transmisión y coagulación del rechazo, temor, amor, odio,
placer, displacer, sumisión, dominio) y a lo largo de toda la vida.

En la infancia, este trabajo de investigación está al servicio de la identificación del niño con
el grupo, con sus ideales, dinámicas, objetos privilegiados para su incorporación al mismo,
constituyéndose una de las partes del contrato narcisista.

En la adolescencia, este trabajo toma una inflexión particular con la desidentificación, al


ponerse al servicio de “imaginarizar” e inventar un futuro ligado a ese pasado, a la
genealogía. Así nace el proyecto identificatorio, ahora guiado por el ideal del yo.

Aulagnier (1977) -> Proyecto identificatorio: autoconstrucción continua del Yo por el yo,
necesaria para que esta instancia pueda proyectarse en un movimiento temporal, proyección
de la que depende su propia existencia; tiene como sustento y presupone un desarrollo
saludable de la investigación histórica familiar. Trabajo psíquico índice de los procesos
adolescentes; como obra y función del yo en la adolescencia, es el trabajo de significar la
historia, la genealogía, mediatizadas por la investigación histórica. El yo es “aprendiz de
historiador-historizante”; busca en los mitos de origen sus herencias con las cuales construir
sus anclajes y devenir en proyecto identificatorio, proyección hacia el futuro que requiere
de construir(se) un pasado.

Transmisión y genealogía

Transmisión y herencia de la vida psíquica son dos condiciones para la puesta en marcha de
la investigación histórica familiar. Hay herencias que crean condiciones y promueven el
desarrollo de la investigación histórica; de la misma manera, otros funcionamientos familiares o
grupales inhiben y obstaculizan dicha investigación.

Al vincular subjetividad y genealogía, lo traumático cobra un sentido en relación con la


transmisión. Lo traumático que se transmite de generación en generación tiene un lugar en el
árbol genealógico, en los grupos que anteceden al niño, en la tramitación psíquica de las marcas
significantes de esta.

Freud (1987) -> Las disposiciones constitucionales son con seguridad la secuela que
dejaron las vivencias de nuestros antepasados; también ellas se adquirieron alguna vez: sin
tal adquisición no habría herencia alguna.
Los acontecimientos que se sitúan en la prehistoria conforman hitos fundantes en la vida del
sujeto. La denominación de prehistoria vinculada a acontecimientos que se ubican en la
genealogía requiere de precisiones; se trata de hechos efectivamente acontecidos en
generaciones precedentes. Es un “vivenciar prehistórico” previo a la llegada al mundo del niño
y, sin embargo, va a aportar elementos a “la (serie) constitucional” en su organización psíquica.

Se debe tratar lo traumático en el árbol genealógico en los grupos que anteceden la llegada del
niño, en la tramitación y transmisión de las marcas significantes en esa genealogía.

El objeto transgeneracional

Objeto transgeneracional: conjunto de aquellas experiencias inscriptas en las generaciones


precedentes y cuya simbolización parcial y fragmentaria se transmite como herencia por vías
diversas. Las herencias psíquicas garantizan la conservación de las adquisiciones y del
potencial significante de la humanidad, y transmitir a los sucesores la carga de tener que
superar cuestiones en suspenso en el inconsciente de los padres y ancestros, conllevando un
potencial traumático para las generaciones venideras.

Ejemplo: familia de la nena “esconde aquello que los avergüenza” (acto que se repite con varios
familiares); Freud y “El hombre de la arena” donde al niño se le esconden secretos a la vez que
es amenazado con “quedarse ciego” si investiga, estando los ojos al servicio de la pulsión de
saber, de investigar (metáfora de ceguera como complejo de castración)

Final abierto a perspectivas futuras

En todo caso en que lo traumático tiene importancia vinculada a la genealogía, si algún


elemento clave en la historia del niño-adolescente, en la de quienes son sus antepasados, no le
es presentado al niño en forma metabolizable, se generan secretos en la historia, y
simultáneamente la prohibición de preguntar respecto de lo silenciado.

De todas maneras, se piensa que en cualquier generación, los traumatismos no elaborados por
los antepasados pueden ser objeto de una puesta en forma creadora por los sucesores.
Entonces, desde una epistemología no determinista, se plantean incidencias entre las
generaciones; el objeto transgeneracional no conlleva en sí una “naturaleza patógena” y su
carácter transformable es siempre una posibilidad de las generaciones venideras.

Córdova, N. Del yo ideal al ideal del yo. La construcción de un horizonte en tiempo de


distopías. Ficha de cátedra. Buenos Aires: 2020

El fin de la adolescencia no es un final

La adolescencia tiene su momento inaugural en el despertar de los sueños de la infancia ante lo


real de la pubertad. La pubertad impone una serie de procesos que propician al pasaje subjetivo
del trauma puberal inaugural al acto de asunción de la adolescencia como acontecimiento.
Entonces, no hay un final de la adolescencia; es terminable e interminable. Parece más riguroso
hablar del fin como causa y finalidad que como finalización.

Fin como punto de partida de un trayecto que se construirá a lo largo de la vida en cierta
continuidad; no sin rupturas de lo vivido, no como final de una etapa para acceder a otra. Es
causa porque implica el acto de asumirse como responsable de un deseo y proyecto.

El ideal del yo. Pasaje de lo familiar a lo social

La constitución definitiva del ideal del yo se define durante la adolescencia. Esta instancia
tiene como función señalar al yo un horizonte hacia el cual sublimar y orientar el poderoso
flujo pulsional genital y paragenital provisto por el ello.

J. Mitre toma de Freud que “el ideal tiene un componente social además de individual” para
pensar la cuestión del ideal en la adolescencia, ya que esta es sobre todo un tiempo de pasaje de
lo familiar a lo social. Este componente social posibilita al joven incluirse en el lazo social.

Cada adolescente debe hacer de la pubertad y sus transformaciones un acontecimiento; estos


tienen una dimensión social.

Por medio de un duelo historizante el adolescente asume la infancia como tiempo pasado y se
lanza a la conquista de un futuro tras la promesa que le brinda el ideal del yo.

Un horizonte más allá de las distopias

La época plantea la caída de los ideales y proyectos vitales que requieren tiempo para dar lugar
a una cultura de la urgencia y la inmediatez; las utopías de otrora parecen ceder en una época
caracterizada por las distopias.

La preocupación por el futuro en el contexto de una sociedad adulta infantilizada por los
goces del consumo es una pesada carga para los adolescentes actuales. Algunos de estos, en
lugar de sobreadaptarse o hundirse en el sufrimiento y desesperanza, se unen para hacer oír
sus voces y fijar posiciones ante problemas dramáticos que amenazan las expectativas de
vida en el planeta.

La esperanza, en la adolescencia, no es una posición pasiva e ilusoria, sino el logro paulatino


de la capacidad de sostener una espera activa, que le permitirá construir metas vitales y
desplegar su potencialidad creativa. El futuro es un horizonte a crear e investir, una promesa
del ideal del yo hacia la cual partir desafiando la adversidad.

Del Yo ideal al Ideal del Yo

La adolescencia es un tiempo decisivo de reorganización del narcisismo y realineamiento de


las formaciones del ideal del yo. Esta reorganización supone la declinación del yo ideal de
raigambre infantil para dar lugar a la conformación definitiva y puesta en funciones del ideal
del yo como instancia que señala al yo como horizonte a investir.
El yo ideal tiene una marcada presencia durante la primacía de lo originario puberal
(complementariedad sexual e ilusión de restablecimiento de la unidad narcisista originaria). El
ideal del yo termina de constituirse con la resolución del complejo de Edipo; función decisiva
en cuanto a la orientación y sublimación por parte del yo del poderoso flujo pulsional; creciente
presencia durante el progreso de los procesos adolescentes y la juventud.

Lerner (2019) -> Ideal del Yo: clara relación con el narcisismo; corresponde con el
investimento del futuro, con la posibilidad de generar un proyecto.

Laplanche -> Yo ideal: formación intrapsíquica definida como un ideal de omnipotencia


narcisista forjado sobre el modelo del narcisismo infantil.

Ideal del Yo: Término utilizado por Freud en su segunda teoría del ap.
Psíquico: instancia de personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo
(idealización del yo) y de las identificaciones con los padres, substitutos e ideales colectivos.
Modelo al que el sujeto intenta adecuarse.

Lacan -> Yo ideal: formación esencialmente narcisista, que tiene su origen en la fase del
espejo y que pertenece al registro de lo originario.

Proyecto identificatorio e ideal del yo

El Yo tiene la posibilidad de ir más allá del discurso de un único otro y catectizar emblemas
identificatorios portados por el discurso del conjunto; superando el complejo de Edipo, surgen
nuevas referencias para moldear la imagen a la que el Yo espera adecuarse (Aulagnier, 2001).

Por la castración el sujeto debe aceptar la diferencia entre lo que el Yo es y lo que aspira llegar
a ser. Esto debe persistir, aunque queda en pie la esperanza narcisista de un encuentro entre el
Yo y su ideal, de alcanzar la coincidencia con el ideal en un tiempo futuro. Para ser, el yo debe
conservar el anhelo narcisista de una coincidencia futura; una vez alcanzado, ese anhelo deberá
ser la fuente de un nuevo proyecto.

La asunción del sujeto de un saber sobre su propia muerte se manifiesta como efecto de la
prueba de castración; esto requiere la apropiación de un proyecto identificatorio.

El ideal del yo estaría presente en la madre desde su deseo de hijo; este incluye un anhelo de
realización futura de ese hijo, un horizonte, un proyecto trascendente.

Aulagnier -> Proyecto identificatorio tiene relación implícita con el Ideal del Yo;
autoconstrucción del yo por el yo, construcción de una imagen ideal que el yo propone a sí
mismo como meta, impulsándolo a investir el futuro. El proyecto supone la aceptación de
una distancia/diferencia continua, interminable entre el yo y el ideal. Requiere la
constitución de una temporalidad que articule pasado, presente y futuro.
Yo ideal e ideal del yo en la teoría y clínica de Dolto

El ideal del yo, surgido de los escombros del deseo incestuoso, atrae y estimula al yo para que
se produzca realizaciones culturales valiosas en la sociedad extrafamiliar. La función de este es
más eficaz cuanta más coincidencia entre los ideales del niño o adolescente con los valores de
sus pares, del grupo (Dolto, 1985).

Las realizaciones a las que aspira el ideal del yo son imposibles pero representan una aspiración
que permite sublimar y orientar el poder pulsional hacia metas valorables por los otros.

Durante la pubertad ese ideal del yo puede ser “pervertido”, desviado en sus funciones por la
persistencia y atracción de un yo ideal demasiado presente encarnado por la persona de los
padres.

Cuando no se resuelve adecuadamente el Edipo, las pulsiones infantiles en confluencia


con las genitales, en lugar de canalizarse a través de un proyecto de realización amorosa y
cultural orientado por el ideal del yo, son captadas por el yo ideal y el sujeto se pierde en una
“bruma de fantasías” que distorsionan su percepción de la realidad y lo conducen al fracaso y
dependencia o captura en aquellos que encarnan el Yo ideal.

Síntesis

El yo ideal es siempre proyectado en una figura que pasa a ser idealizada; instancia inconsciente
del psiquismo; siempre representado por un ser vivo; es seductor para el sujeto y sostén de la
organización pulsional autoerótica; el ser humano que lo representa es investido en un estado
de perfección, de poder; el yo ideal es una imagen narcisista del sujeto, imagen ideal de sí
mismo representada en un adulto con un cuerpo más desarrollado; es ejemplar (ser como, tener
como, hacer como); modelo vivencial.

El ideal del yo

Permite al sujeto alcanzar la plenitud genital y desarrollar competencias laborales, y


satisfacciones sociales y sexuales; atrae y estimula al Yo hacia las producciones culturales
extrafamiliares a la salida del Edipo; orienta al Yo y limita la seducción incestuosa del Yo ideal,
al cual el niño se puede someter; es portador de una ética del deseo genital; instancia que
cohesiona y guía las pulsiones del Ello mediadas por el Yo, sublimándolas hacia metas
culturales, ideales compartidos con otros, realizaciones sociales; al resolverse adecuadamente el
Edipo, el adolescente logra tener a disposición sus pulsiones genitales de las cuales asume su
responsabilidad, facilitando el flujo de libido desde el ello al ideal del yo; el superyó tiene como
función señalar al yo las pulsiones a inhibir que podrían apartar, detener o desviar al sujeto de
las metas propuestas por el ideal del yo.
De no alcanzar una meta, el sujeto no experimentará una herida narcisista ni sentimientos de
culpa. El fracaso se toma como experiencia de la realidad que beneficia al yo y le permite,
articulado con el ideal del yo, reorientar la energía pulsional hacia el objeto de deseo con la
finalidad de obtener placer.

Dolto -> “salud” libidinal: se logra por medio de una adecuada alineación y funcionamiento
de las formaciones del Yo respecto de las pulsiones que emanan del ello, y deben ser
encauzadas hacia realizaciones amorosas y culturales.

Aulagnier, P. Construirse un pasado. En Psicoanálisis. Revista de APdeBA sobre


Adolescencia XIII Nº 3. 1991

El adolescente oscila entre 2 posiciones:


- El rechazo a todo cambio de status en su mundo relacional sin importar cuales sean las
modificaciones que se inscriben en su cuerpo.

- Una reivindicación de su derecho de ciudadano completo en el mundo de los adultos y en


un mundo que será reconstruido por él y sus pares en nombre de nuevos valores que
probarán lo absurdo o la mentira de los que se pretende imponerle.

Si ese trabajo de construcción/reconstrucción permanente de un pasado vivido nos es


necesario para orientarnos e investir ese momento temporal inasible que definimos como
presente, es necesario aún que podamos hacer pie sobre un número mínimo de anclajes estables
de los cuales nuestra memoria nos garantice la permanencia y fiabilidad. Es condición para que
el sujeto adquiera y guarde la certeza de que es el autor de su historia y que las modificaciones
que ella va a sufrir no pondrán en peligro esa parte permanente, singular.

En el curso del tiempo de la infancia se deberá seleccionar y apropiarse de los elementos


constituyentes de ese Fondo de Memoria, gracias al cual podrá tejerse la tela de fondo de sus
composiciones biográficas. Tejido que puede solo asegurarle que lo modificable y lo
inexorablemente modificado de sí mismo, de su deseo, de sus elecciones, no transformen a
aquel que él deviene, en un extraño para aquel que él ha sido, que su mismidad persiste en ese
Yo condenado al movimiento, y por allí, a su auto-modificación permanente. Este fondo de
memoria juega un rol importante en la relación abierta que él se podrá o no mantener con su
propio pasado.

Este fondo de memoria puede bastar para satisfacer dos exigencias indispensables para el
funcionamiento del Yo:

- Garantizarle en el registro de las identificaciones esos puntos de certidumbre que


asignan al sujeto un lugar en el sistema de parentesco y en el orden genealógico y
temporal, inalienable y al amparo de todo cuestionamiento futuro sin importar los
sucesos, los encuentros y los conflictos que hallara.

- Asegurarle la disposición de un capital fantasmático que no debe formar parte de


ninguna “reserva”, y al que debe poder recurrir porque es el único que puede aportar
la palabra apta al efecto.
Piera A. separa el recorrido que sigue el adolescente en 2 etapas:
- Una primera durante la cual deberán seleccionarse, ser puestos al amparo del olvido,
los materiales necesarios para la constitución de ese fondo de memoria garante de la
permanencia identificatoria de lo que uno deviene y de la singularidad de su historia y
su deseo

- Una segunda que prepara la entrada a la edad adulta. Aquí se produce la tarea de puesta
en lugar, a partir de ese pasado singular de los posibles relacionales accesibles a un
sujeto dado, del panorama de sus elecciones y de los límites que cada uno encontrará
allí.

La primera se trata esencialmente de la organización del espacio identificatorio y la conquista


de posiciones estables y seguras a partir de las cuales el sujeto podrá moverse sin riesgo de
perderse. En la segunda, este trabajo de puesta en forma incide de forma privilegiada sobre el
espacio relacional, y por consiguiente, sobre la elección de los objetos que podrán ser soportes
de deseo y promesa de goce. Las dos son dependientes. Son el corolario de otro trabajo
psíquico que las acompaña: la constitución de lo reprimido. Lo recordado y lo recordable de la
infancia son función del éxito o el fracaso del trabajo que incumbe a la instancia represora y de
la mayor o menor capacidad de la psiquis de poder elaborar, a partir de representaciones a las
que debe renunciar, otras representaciones a las que el efecto pueda ligarse.

El fracaso de la represión puede manifestarse por su exceso al igual que por su falta: en los
dos casos, las consecuencias serán una reducción drástica del campo de los posibles
relacionales. La no represión de las representaciones de los objetos que han sido apoyo de
las primeras relaciones traerá aparejado el fracaso de ese trabajo de elaboración que habría
podido permitir que los apoyos de tiempos mezclados pudieran imantar el deseo hacia lo
desconocido, de lo todavía no experimentado, todo nuevo objeto investido.

El trabajo de puesta en historia no puede tener éxito: la infancia queda como un capítulo que
no puede constituirse como tal, o sea con un principio y un final.

Este trabajo de puesta en historia revelara sus límites, en el caso inverso también. Si el primer
caso nos lleva a la psicosis, el segundo se encuentra en sujetos que nos sorprenden por el
desinterés que manifiestan por su propia infancia, de la que no guardan ningún recuerdo o muy
pocos. No se puede encontrar en el discurso ningún rastro de lo infantil, de las palabras que
podrían dar voz al niño, ni lo aman ni lo odian, les es indiferente. Las 2 tareas específicas de la
adolescencia tendrán un destino en estos sujetos: la primera será más o menos llevada a buen
puerto pero erra en el caso de la segunda tarea.

El principio de cambio y el de permanencia deben poder preservar en ellos un estado de


alianza.

Piera define al basamento fantasmático como espacio relacional, otra cara que acompaña
este proceso. En este actúan el principio de permanencia y el principio de cambio:
permanencia de la matriz relacional que se constituye en los primeros años de vida y que es
depositaria y garante de la singularidad del deseo del Yo y que se manifestará en esa marca,
este sello que se volverá a encontrar en sus elecciones relacionales. De la otra parte, este
principio de cambio que baliza el campo de los posibles que fragua el acceso a una serie de
elecciones en los objetos a investir.

Elección que encontrará limites pero que signa la parte de libertad de la que sujeto podrá gozar
(o no) en sus investiduras. No se trata del retorno del mismo y único prototipo sino, más bien,
cada vez, de una creación relacional, una amalgama nueva en el prototipo y lo que todo
encuentro aporta de no conocido ni experimentado.

Sera imposible para ese mismo sujeto, toda relación que lo lleve hacia una posición
identificatoria que no puede ocupar.

Tres razones mayores pueden llevar a esta imposibilidad:

- El lugar puede estar prohibido

- El lugar que le asignan descalifica la totalidad de los reparos que le permitirían


establecer y preservar otras relaciones.

- Será parte del imposible identificatorio toda posición que lo sitúe en un lugar que no
puede más ligarse a aquellos ocupados en el pasado, un lugar fuera de la historia,
desconectado de ese trabajo de memorización y de ligazón necesario para que se
reconozca en este “modificado” imprevisto la “creación” de un Yo que lo precedía.

En el curso de las fases relacionales que recorre el niño, se van a anudar puntos señeros en
ciertas representaciones fantasmáticas, sus vivencias afectivas, y un rasgo especifico del objeto
y de la situación que las ha desencadenado. Vivencia afectiva que se caracteriza por la
intensidad de la participación somática que ha arrastrado.

Estas representaciones tendrán la función de Representaciones Conclusivas. Fases que se


caracterizan por esos objetos parciales, esas zonas pulsionales erógenas que han sido
sucesivamente las organizadoras de las puestas en escena fantasmáticas de la problemática
relacional propia de cada una de esas fases.
El yo debe ser capaz de unir algunas de sus emociones presentes con aquellas vividas en su
pasado. Caso contrario, le quedara la solución de evitar todo encuentro que lo obligaría a
aceptar una tal ligadura, o si esa tentativa fracasa, a considerar toda emoción como una
manifestación que encuentra su causa en un ataque o un disfuncionamiento somático que en
nada le conciernen.

Una vez sobrepasada la fase oral en estas representaciones conclusivas, que se anudan a una
representación fantasmática, una vivencia afectiva que se caracteriza por la intensidad de la
emoción y de la participación somática que ha arrastrado, y un rasgo especifico del objeto, este
rasgo especifico puede ser reemplazado por una palabra que se depositara en la memoria en
forma de enunciados identificatorios que pueden tomar el valor de veredicto.

El Yo debe poder disponer de ese capital fantasmático para sostener su deseo. En nosotros,
todos hallarán como huella de un tiempo de la infancia una forma de encuentro, la obtención de
un objetivo que representan lo que definimos en nosotros mismos por los términos de alegría, de
goce, de completud o a la inversa, de dolor, de destrucción.
Una forma de encuentro que no se repetirá jamás tal cual, pero que ejercerá un poder de
imantación para el deseo y de la cual un “rasgo” que la recuerde deberá estar presente para que
este último pueda realizarse. Ningún sujeto tiene el poder de investir a cualquier pareja sexual,
ni a cualquier fin narcisista, ni a cualquier proyecto. Por eso, yo propondría esta definición del
conflicto responsable de nuestros cuadros clínicos: la coexistencia posible, conflictiva o
imposible en ese núcleo de singularidad, ese permanente de la identificación y del deseo y los
compromisos, las recomposiciones, las modificaciones que exigen el encuentro y la investidura
de otros sujetos y otros fines.

La autoinvestidura solo puede operarse si a partir de su presente el Yo puede lanzar sus


pseudopodos en el pensamiento de un Yo pasado y en el de un Yo futuro. La investidura de
un tiempo presente es siempre el resultado de una operación tanto económica como fugitiva,
retiramos del tiempo pasado esa parte de libido que nos permite investir un futuro. El
movimiento temporal y el libidinal no son indisociables, son manifestaciones conjuntas de
este trabajo de investidura sin el cual nuestra vida se detendría. No vivimos nuestro tiempo
de manera lineal.

La puesta en memoria de esta puntuación relacional y de las leyendas fantasmáticas cuyo


recuerdo se preservará, debiera o debería operarse igualmente en los padres. Puestas en sentido
que van a reforzarse mutuamente y a mantener la función en ciertas circunstancias de la
confirmación reciproca de su legitimidad. A la novela familiar, al declinar la infancia, él se
deberá añadir una historia que tendrá la particularidad de plegarse a los caracteres de la
comunicación, de lo compartible, deberá respetar una lógica que tiene en cuenta lo posible y lo
imposible, lo permitido y lo prohibido, lo licito y lo ilícito. Necesita que este otro autor venga a
desposeerlo de la confianza que puede tener su memoria, en sus testimonios sensoriales, en una
parte por lo menos, de las interpretaciones que se ha dado de la emoción que acompañaba tal o
cual suceso particularmente significativo para su psiquis. Que su memoria está asegurada de
encontrar su complemento en la memoria de otro, que una doble investidura viene a garantizar
la preservación.
Esta investidura supone que el padre haya podido ver, aceptar, investir los cambios que
sobrevienen en el niño a lo largo de toda su vida, como los signos anunciadores de ese tiempo
de conclusión de la relación.

Adolescencia; tiempo de transición, cuyo éxito o fracaso depende de la tarea de reorganización


de historizar:

TRABAJO PSÍQUICO ADOLESCENTE de poner en memoria y en historia el tiempo


pasado/perdido para que continúe existiendo psíquicamente, en una autobiografía, que es obra
de un Yo que solo puede ser y devenir prosiguiéndola constantemente.

Permanente trabajo de construcción y reconstrucción del pasado para investir el presente –


momento temporal inasible-, haciendo pie sobre anclajes estables de nuestra memoria, garantes
de permanencia.

Estos anclajes son: la certeza de que se es autor de la autobiografía, y la certeza de que a pesar
de los cambios, la parte permanente y singular de la historia, no corre peligro, teniendo esta un
sentido y una coherencia.

La modificación tiene que ver con la reacción del aparato psíquico ante los cambios, y los
mecanismos a los que se recurre para aceptar, rechazar o desmentirlos.

Fondo de memoria: en la infancia uno selecciona y se apropia de un material para constituir un


soporte, certeza de que la mismidad persistirá en un Yo condenado a la auto-modificación
permanente. Este fondo de memoria, garante de la permanencia identificatoria, le garantiza
al yo, en el registro de identificaciones, certezas que le asignan un lugar en el sistema de
parentesco y orden genealógico (así, no habrá cuestionamientos futuros, pase lo que pase), y
también le garantiza un capital fantasmático, que decidirá lo
que formará parte de su investidura/deseo y lo que quedará rechazado. Conformado por un
caudal de representaciones “conclusivas”, recuerdos, moldes relacionales, inscripciones
psíquicas que se construyen a partir del encuentro con el otro. Anclaje afectivo, que posibilita la
conformación del Espacio Relacional, es la condición para las elecciones de objeto, los nuevos
objetos que va a catectizar el adolescente, por fuera del mundo familiar.

Para la organización del espacio identificatorio (fondo de memoria para ser y devenir) y del
espacio relacional (posibles relaciones libidinales, elección de objetos soportes del deseo y
promesa de goce); la constitución de lo reprimido (operación selectiva) será el proceso previo:
La represión obliga a renuncias libidinales de ciertas representaciones (sobre todo de los
objetos-apoyo de las 1ras relaciones) a cambio de libertad para otras investiduras.

Cuando se construyen apoyos de tiempos mezclados, se sostiene el movimiento deseante hacia


lo desconocido; amplitud del espacio relacional. Al fracasar, esta operación devendrá en
repeticiones sin diferencia ni creación, y por tanto en una reducción drástica del espacio
relacional.
La subjetividad, sistema abierto, se constituye a partir de los vínculos con el otro.

El Proceso Identificatorio, regido por los Principios de Cambio y Permanencia, comienza


antes del nacimiento, con la anticipación de la familia; los enunciados identificatorios (que
provienen del portavoz: madre, porta la voz de los enunciados que nominan al infans, portavoz
también del discurso social). En la infancia la identidad se construye con los padres como
coautores de la biografía, en la adolescencia se da el pasaje de firma, el yo es el único autor de
su historia.

Abandono de la infancia; el Yo como único signatario de su historia, fin de la alianza


temporaria con los padres. Giro en el proceso identificatorio; modificación de la relación de
dependencia del discurso parental. La palabra de los padres deja de ser ante el adolescente el
valor de referencia. Pasaje de firma -> desasimiento del discurso de los progenitores.

El Yo es un constructor en busca de sentido; es actividad psíquica capaz de pensar y pensarse a


sí misma.

Nomina y hace decibles los afectos. El Yo tiene que anclar en una historia que debe reconstruir
para encontrar en ella una causalidad a su condición de ser, que dé razón de su presente le
haga posible pensar un eventual futuro. El adolescente sólo podrá construir un futuro si ha
podido investir su pasado.

Las identificaciones que cobran preponderancia en la adolescencia dependen de encuentros


extrafamiliares: tiempo de apertura hacia lo exogámico. Para esto se necesita el hacer base en
el pasado: trabajo de transformar los relatos sobre su historia, ofrecidos por otros investidos por
él, en una historia que le aporte el sentimiento de continuidad temporal.

Desencadenamiento de un episodio psicótico: Ante el fracaso del trabajo de investir el pasado,


el adolescente no contará con una estructura psicosomática integrada que sostenga ese acto de
pasaje sin quiebres en su sentimiento de continuidad: fractura de historia.

Construir-se un padre: apropiación definitiva de los significantes de la paternidad/maternidad


como sostén simbólico de un proyecto y devenir. Asumir un deseo de paternidad para sí y para
sus sucesores partiendo de la presencia de un deseo habiendo operado en el origen.

El Yo en su trabajo de historización anuda, integra dos tiempos: pasado y futuro: El tiempo


pretérito, tiempo infantil, registro de sensaciones…vivencia de satisfacción complementariedad,
zona-objeto, es sedimento para un tiempo a advenir… El tiempo futuro, en el encuentro –
hallazgo, del placer compartido, sensaciones …

En el encuentro intersubjetivo con otro sexuado, el cuerpo erótico se inscribe dando origen
a una nueva historia.
Puget, J. Historización en la adolescencia. En Cuadernos de ApdeBA Nº 1 de Niñez y
Adolescencia. Buenos Aires, Publicación de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires

J. Puget ha pensado en el tema adolescente desde el punto de vista de la problemática vincular,


pero no de ellos en particular; reflexiona acerca de considerar la adolescencia como fundante
de una nueva subjetividad teniendo en cuenta a autores como Aulagnier, Leivi, Aryan y
Lewkowicz, difiriendo con ellos en algunos puntos.

La adolescencia no necesariamente corresponde a una edad cronológica. Respecto a la


consideración de la misma como etapa de transición, plantea que no toda marca es
reinscripción de una anterior; la adolescencia se origina a partir de una marca a la cual es
posible pensar como primitiva.

La autora ubica a la adolescencia como un momento de la vida de un sujeto que inaugura una
historia basada en la puesta en acción de un cuerpo sexuado vincular (diferente al cuerpo
erógeno autoerótico, correspondiente a la sexualidad infantil; el cuerpo erógeno constituye el
espacio intrasubjetivo).

Esta puesta en acción es el comienzo de una sexuación dentro de un vínculo de amor con
posibilidades de procreación. La estructura familiar se abre sin poderse volver a cerrar nunca,
dejando de ser origen para uno o varios miembros de la familia; la familia ya no es origen de esa
pareja, sino que la pareja es origen de la pareja.

Se separa de las dos etapas que el adolescente recorre descriptas por Aulagnier: una en la que
selecciona y mantiene a resguardo el olvido de los materiales necesarios para la construcción
del fondo de memoria, garante de la permanencia identificatoria, y otra caracterizada por la
organización del espacio relacional.

El hoy crea un antes que sólo tiene sentido si esa historia ingresa en el vínculo actual;
cuando una pareja o un vínculo en vías de ser pareja hace ingresar la historia familiar de
cada uno, es ya una historia que les pertenece y deja de pertenecer a la familia de origen,
teniendo el derecho de hablar del pasado del otro como si lo conocieran y les perteneciera.
Adquieren un pasado hecho de relatos míticos.

Para ser adolescente se debe realizar un doble trabajo de historización: se construye a partir de
una nueva marca que sólo le pertenece y adquiere significado en la vida vincular que la nueva
marca inaugura, dando sentido a la familia de origen; en otro trabajo simultáneo, sigue
perteneciendo a una historia de la que es portador.

La adolescencia tiene que ver con prácticas relacionadas con un cuerpo sexuado esencialmente
vincular diferenciado del cuerpo erógeno. No es un cuerpo singular sino un cuerpo inherente a
una vincularidad que es la que le da su cabal significación.

El cuerpo erógeno no necesita de otro para constituirse (en sí está completo). El cuerpo
sexuado de la adolescencia se determina con otro que es condición del cuerpo sexuado.
Una de las características principales de la adolescencia es que el cuerpo del mismo no puede
ser anticipado por el encuadre familiar. La formulación según la cual los padres anticipan el
cuerpo del adolescente, sus proyectos, futuro y pareja, tal vez comporte la paradoja de suponer
posible desear algo no anticipable.

La historia del adolescente ya no pertenece a la historia familiar, sino que solo podrá historizar
la familia a partir de los datos aportados por el adolescente: no va a ser una historización para
recordar, sino una que otorga nuevos sentidos. El adolescente en su espacio “inter” que sella su
adolescencia, crea un vínculo que inventa un pasado; en forma paralela se produce otra
historización (de recordar el pasado clásico, siempre ilusorio ya que sólo se lo reinterpreta).

La autora equipara adolescencia con pareja y sexuación ya que piensa que la marca
fundamental de la adolescencia es la de crear un nuevo espacio extrafamiliar signado por
el lugar que la adolescencia da al proyecto de pareja, a la pareja sexual misma.

Dos tipos de sexuación:

- Sexuación de carácter endogámico: se intenta reproducir la sexualidad de la estructura


familiar; prolongación de la infancia.
- Sexuación propiamente dicha: novedosa, inscripta en el marco de la exogamia;
entrada en la adolescencia.

Dos tipos de erotismo:


- Erotismo como autoerotismo
- Erotismo correspondiente a la sexuación; dos vertientes:
o Endosexuación de carácter incestuoso: cercano al deseo de los padres que
lleva a que la elección sea muy coincidente con el modelo parental de uno o
ambos miembros de la pareja (ej.: familias que incorporal al novio/a como un
hijo/a más de la familia).
o Exoerotismo o sexuación propiamente dicha (ej.: familias para las cuales la
pareja abre el sistema familiar sin jamás completarlo)

Para el sistema familiar o la estructura familiar inconsciente la producción de un adolescente


propiamente dicho es también un acontecimiento; la estructura misma queda definitivamente
abierta e incompleta.

La no complementariedad del adolescente con su familia de origen hace síntoma cuando,


por ejemplo, ya no se hace presente en reuniones familiares programadas, o cuando no se
incorpora a la ritualización de los encuentros de una o ambas familias.
(La autora presenta una viñeta para hablar de dichas cuestiones)

Puget se interroga acerca de cómo la tendencia de la familia es tratar de explicar el síntoma


actual en base a las dificultades en la educación del hijo/a o a una falta de entendimiento de los
padres para la elección de formas de vida de los hijos, etc.; la otra alternativa es declararse
atónito, sin palabras, y de alguna manera reprochar instrumentando todos los medios que los
padres son capaces de arbitrar para tratar de alejar al causante del inconveniente.

La adolescencia requiere de un lugar extraterritorial iniciador de la exogamia, según el cual es


imposible que la comprensión provenga de los padres.

Elegir una pareja que pueda ocupar el lugar pensado por los padres o elegir por oposición es una
manera de seguir una continuidad histórica y causal, determinada por el pasado infantil.

La adolescencia, para ser tal, se organiza cuando la experiencia de la sexuación pasa a ser
posible, algo así como la instauración de una práctica y se registra como acontecimiento que se
torna origen de un proyecto. Un sistema vincular que no es anticipable por la familia de origen
(ya no origen de la nueva marca; esta sólo puede ser construida con otro en una relación en la
que la sexuación o intervención del cuerpo significado sexualmente, es la que va a dar su
impronta a esta nueva organización vincular).

La pérdida de un privado conocido y el verse expuesto a un privado público imprevisible


provendrá del nuevo tipo de parentesco que se establece como ampliación del que proviene de
la nueva pareja, iniciada como marca de las primeras elecciones de pareja sexuada del
adolescente. Esta va a ser la pareja de origen de ese nuevo sistema.

Equipara adolescente con adolecer en tanto sufre por una falta de historia, y que tan sólo
inicia algo que luego podría ser historia.

Blanco, C. Un punto de encuentro entre Piera Aulagnier y su historia (pp. 84-85). En Grassi,
A. y Otero, Ma. E. (Comps.) Entramados vinculares y subjetividad. Niños, niñas,
adolescentes y familias en psicoanálisis. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Entreideas, 2019

Piera Spairani nació en Milán en octubre de 1923. El apellido con el que se la conoce
(Aulagnier) es el de su primer marido. Durante los primeros diez años de su tarea como
psiquiatra, se dedicó a atender pacientes psicóticos, lo que la llevó a interesarse por los
primeros momentos de constitución del psiquismo. Luego se analizó con Lacan, de quien fue
discípula, hasta alejarse definitivamente de la Escuela Freudiana de París, entre otros motivos,
por no aceptar la concepción jerárquica que regía la formación de los analistas. Esto la llevó a
reflexionar acerca del proceso analítico y la teoría que lo sustenta.

Dictó seminarios que sirvieron como “lugar de encuentro” para que sus pensamientos y tareas
clínicas pudieran ser compartidos, constituyendo un punto privilegiado de encuentro y
pensamiento grupal. Fundó dos revistas: L’Inconsciente y Topique.
El movimiento de la época (“mayo francés” en 1968; gran influencia en la cultura y vida
cotidiana posterior) permite situar el desarrollo de su obra considerando, además, que influyó en
el seno de los debates que conmovieron los ámbitos psicoanalíticos e intelectuales de Francia
a lo largo de los 70s.

Junto a otros diez psicoanalistas fundó el Quiatrieme Groupe, una agrupación que postulaba
como posible y deseable una pluralidad de pensamientos que dieran cuenta del funcionamiento
colectivo de la organización.
Aulagnier era una pensadora que incita permanentemente a una revisión crítica, a no quedar
fijados a filiaciones teóricas que limiten la capacidad de pensar; invita a volver a elaborar y
repensar a Freud (pudiendo recuperar y trabajar la segunda tópica freudiana) y a Lacan
(tomando algunas de sus conceptualizaciones): esto produce algo nuevo, una tópica diferente.
Esta construcción novedosa llama a volver a interrogar y cuestionar esas teorías, y apropiarnos
creativamente de esos saberes.

Se advierten tres períodos en su obra:


- 1961-68: deseo de saber, demanda, identificaciones, perversiones, psicosis; aún gran
influencia del pensamiento lacaniano. Desarrolla temas psicopatológicos.
- 1968-75: escribe sus artículos más polémicos, referentes a la relación entre teoría y
técnica psicoanalítica; formación de “El cuarto grupo” y alejamiento de la E.F.P.
- 1975: primer libro (La violencia de la interpretación); base para una nueva concepción
metapsicológica a partir del estudio de la psicosis; introducción del concepto de “lo
originario”, concepto central del contexto y desarrollo de su obra.

En este texto se observa una influencia del pensamiento de su esposo (Cornelius Castoriadis);
hay una concepción análoga a la que él está desarrollando. Recorrer ambas obras permite
observar coincidencias e influencias mutuas. Fue autora también de Los destinos del placer
(1978), El aprendiz de historiador y El maestro brujo (1984), y Un intérprete en busca de
sentido (1986), además de innumerables artículos.

Lastra, S. La historización como construcción subjetivante (pp. 109-116). En Grassi, A. y


Otero, Ma. E. (Comps.) Entramados vinculares y subjetividad. Niños, niñas, adolescentes y
familias en psicoanálisis. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Entreideas, 2019

Siguiendo las teorizaciones de Piera Aulagnier, el trabajo de historización en el trayecto


adolescente se considera productor de subjetividad en tanto se enlaza con la construcción del
proyecto identificatorio y las transformaciones del ideal del yo.

Winnicott, como punto de partida, sostiene que, para desplegarse, la adolescencia requiere
tiempo (1960). Tomando a Castoriadis, este afirma que tiempo estaría ligado a alteridad y
alteración (1996). Alterar remite a provocar modificación, cambiar la esencia o la forma de
una cosa; se enlaza a perturbar, trastornar, inquietar. En el inquietante trayecto adolescente se
despliegan trabajos psíquicos específicos.

La conceptualización de la psique como una red abierta referencia a una composición de


elementos en constante intercambio con el entorno. Las modificaciones provenientes desde
lo interno o externo pueden dar origen a nuevas configuraciones. También se habla de
sistemas complejos con capacidad de autoorganización, la cual implica la transición a un
estado novedoso.
Las alteraciones por fluctuaciones suponen la intervención del azar; a través de la
metabolización de lo azaroso en organización, el psiquismo genera formas inéditas por
acrecentamiento de complejidad. Determinismo y azar se entrelazan. Lo aleatorio
interviene en la constitución subjetiva.

En este contexto de pensamiento complejo, tiempo se enlaza a transmutación. La posibilidad de


generación de neo-organizaciones dentro de los conjuntos se sustenta en la función innovadora
del psiquismo, a partir de la cual la introducción de elementos originales crea modos de
funcionamiento.

La adolescencia es un momento de revisión de lo vivenciado, a través de un procesamiento


psíquico que promueve transformaciones de cara al futuro, por lo que requiere tener un nexo
con la infancia, ya que el basamento vívido del tiempo infantil se relaciona con la construcción
identificatoria y la organización del espacio relacional.

Dada la irreversibilidad del cambio, se forja la imposibilidad de reproducir lo pasado, entonces


la temporalidad se engarza con vivencias registradas como huellas, cuya composición es
remodelada por las experiencias presentes. En los procesos saludables de la adolescencia lo
actual conduciría a lo exploratorio, a las posibles modificaciones en las investiduras dirigidas
hacia la propia corporeidad, los otros, el entorno y a la narrativa familiar.

La adolescencia es un trayecto privilegiado pensado como una segunda oportunidad del


sujeto para rearmar su construcción identificatoria; tiempo de elaboración, resignificación y
producción de nuevos sentidos.

“Construir (se) un pasado” (Aulagnier) -> tareas de reorganización durante el proceso


adolescente que incluyen poner en memoria y el poner en historia el tiempo pasado (que
guarda cimientos fértiles para erigir el edificio identificatorio y del espacio relacional).
Ambos son trabajos psíquicos cuya finalidad es trazar un puente, hacer una ligazón con el
pretérito. Historia como urdimbre de imbricados sucesos que se entretejen en un psiquismo
abierto al devenir.

Si se redujera la historia a un despliegue de esquemas en una repetición incesante de lo idéntico,


se estaría ante la supresión de la ligazón de tiempo e historia; crónica congelada y cristalizada,
excluida de la influencia de lo acontecial.

La historia como proceso implica jerarquizar la elaboración y la capacidad de movilidad


psíquica. Lo histórico-vivencial se entiende como un haz de acontecimientos que inscriben en el
niño afecto y corporeidad, inauguran la actividad psíquica; experiencias que suscitan
transformaciones desde el punto de vista económico y aporte de marcas identificatorias. Esto
sirve para delinear un tejido de relaciones complejas que obligan al psiquismo a un trabajo
interpretativo y una constante reconstrucción del edificio identificatorio.

Los hechos no se producen de forma aislada, sino insertos en el encuentro con otros
significativos, en tramas relacionales (se torna factible elegirla mediante el trabajo de
historización). La importancia del trabajo de construcción encuentra su razón en la “función de
historiador” (Aulagnier); la producción de una construcción aporta sentido.

Dos cuestiones a tener en cuenta en la forma de tramitación del trabajo de


historización:
- Un nuevo ordenamiento representacional referido al pasado del sujeto.
- La posibilidad de construcción de una versión inédita de la historia identificatoria y
vincular de ese individuo en relación al devenir.

Fondo de memoria: ligado a la tarea psíquica de puesta en historia; conjunto representacional


que remite a un memorizable afectivo de la historia infantil, aquello que subsiste en la memoria
del sujeto de ese tiempo pasado; brinda certidumbre en relación a posiciones estables en el
espacio identificatorio; pone al resguardo del desinvestimiento el registro de cierto número de
experiencias afectivas que han balizado la historia del sujeto; vivencias privilegiadas en
función de la intensidad del afecto que las acompañaron.

El yo como encargado del constante trabajo de historización y de interpretación del proyecto


identificatorio; como constructor en busca de sentido; un espacio de actividad psíquica capaz
de pensar y pensarse a sí misma. Instancia con capacidad de nombrar, significar,
enlazado con la posibilidad de inteligibilidad y de simbolización. Vinculado con el proceso
secundario, generador de representaciones ideicas.

La conformación del fondo de memoria tiene que satisfacer dos requerimientos fundamentales
para que la instancia yoica realice su tarea de historización:
- Organizar dentro del psiquismo lo permanente en el registro identificatorio. Aval
en el espacio identificatorio; garantía al sujeto de la continuidad de su mismidad. Al
remitir al desfiladero edípico y su naufragio, brinda un lugar en el sistema de parentesco
en tanto demarca lo permitido y lo prohibido. Abertura del vértice en la sucesión de las
generaciones; ordenamiento vinculado con el despliegue de la temporalidad como
categoría psíquica.
- La composición del capital fantasmático. La memoria se erige como un capital (en
sentido de ganancia) del sujeto. Este capital está forjado por un caudal de
representaciones (conclusivas, según Aulagnier; entramado de inscripciones psíquicas
que condensan las representaciones que han acompañado las diferentes fases
relacionales – oral, anal, fálica -). Fijan y depositan en la memoria de cada individuo,
bajo la forma de recuerdos, moldes relacionales. La inscripción psíquica sedimenta a
partir del encuentro con otros; la producción del psiquismo se produce en la
intersubjetividad.
A partir de estos dos elementos, el Yo del adolescente podrá redactar su propia historia, donde
huellas y devenir quedan enlazados, y memoria y temporalidad son indisociables: el tiempo
pasado, definitivamente perdido, solo puede preservarse en la memoria del yo como tiempo
hablado, construido en el après coup.

La composición del fondo de memoria será garante de la permanencia identificatoria; en el


espacio relacional habrá un abanico de “posibles” que remitirá a las elecciones de objeto.

El sujeto cuenta con la opción de catectizar objetos diversos a lo largo de la vida; a través de
esas diferencias se encontrará una matriz relacional, un puñado de peculiaridades que
señalarán a aquellos que podrán ser elegidos por cada sujeto en particular.

El fondo de memoria demarca lo modificable y lo no-modificable en cada aparato psíquico


singular. Si bien el psiquismo posee una suma de alternativas, las mismas no serán infinitas; el
Yo tiene opciones y limitaciones para ocupar distintas posiciones identificatorias y para investir
nuevos encuentros en el trayecto vital.

El trabajo de historización comienza desde antes del advenimiento del sujeto; en los
momentos previos al nacimiento y en los inicios del psiquismo serán las figuras parentales los
escribas de los primeros capítulos de la historia del individuo. El yo catectiza los pensamientos
identificantes a través de los cuales el otro lo nomina. Una vez que se efectúa esto, el yo podrá
convertirse él mismo en enunciante: producirá identificados (Aulagnier: yo como identificado –
identificante).

En los orígenes el portavoz tiene la tarea de formular anhelos identificatorios sobre el futuro del
pequeño, anhelos que abonarán a la conformación del ideal del yo; desde la función materna y
paterna se investirá el mañana del hijo. Más tarde, el niño pasa a sustituir al infans que ya no es;
realizan frases con dimensión del tiempo por venir.

Al inicio de la constitución del psiquismo, el trabajo de redacción de la biografía del sujeto


se produce en alianza con el yo parental. Con el abandono de la infancia se exige que el
propio yo pase a ser el único redactor y signatario de la biografía. El ideal del yo se
trastocará a través de encuentros con nuevos otros y el acceso a propuestas identificatorias
novedosas que el sujeto pueda moldear con sello propio.

El yo debe investir ese tiempo vivido por la psique antes de su advenimiento, relatado por sus
otros significativos. Es aprendiz de historiador; adquirió el ser hablado por los enunciados
provenientes de la madre, la cual realizó una anticipación en relación al arribo del hijo.

Sombra hablada: representaciones pertenecientes al psiquismo materno a través de las cuales


su discurso se dirige al infans por nacer; el yo es constituido por los enunciados identificatorios
que provienen del portavoz (Aulagnier). Madre = portavoz; quien lleva, porta, la voz de los
enunciados que nominan al infans; vocera del discurso del conjunto social.

Aulagnier -> en la primera fase de la existencia del yo el niño deja al portavoz la tarea de
formular anhelos identificatorios ligados a su futuro; el yo se halla en proceso
identificatorio; incesante trabajo implícito de elaboración, duelo, apropiación. Este proceso
tiene su origen en las representaciones identificatorias que los otros primordiales aportaron;
advenimiento de una subjetividad que solo puede conformarse reconociéndose identificada a
partir del Otro, necesitando disponer de un mínimo de reparos identificatorios. Esos anclajes
de certidumbre son provistos por la identificación simbólica, que ubica al sujeto en cadena
En la infancia el norte del Ideal estaba todavía orientado por la mirada parental; en los procesos
adolescentes se produce una transformación específica en la que el yo contará con la posibilidad
de investir emblemas identificatorios que dependan del discurso del conjunto, y no de un único
otro. Se hallan nuevas referencias para el yo ligadas al nos-otros generado con los pares.

Grassi (2010)-> en la adolescencia las identificaciones que cobran preponderancia dependen


de encuentros heterofamiliares.

Dolto (2006)-> la palabra de los padres deja de ser, ante el adolescente, el valor de
referencia, abriéndose a una mutación en relación a la autoría de la propia biografía.

El hecho de que las figuras parentales cesen de ser cosignatarias de la redacción, y que un sujeto
tenga un lugar como tal en el discurso parental, remite a la alteridad, al registro de la
singularidad y su derecho a un pensamiento autónomo.

La entrada en la adolescencia abrirá el trabajo psíquico de transformación en relación a la


autoría de la propia biografía. Es tarea del yo modificar los textos fragmentarios, relatos sobre
su historia ofrecidos por los otros por él investidos. La redacción del niño junto a sus padres de
los primeros capítulos de su biografía es tan necesario para la constitución del sujeto como el
sepultamiento de la conflictiva edípica y la composición del fondo de memoria.

El trabajo de pasaje de firma es condición sine qua non para la producción de subjetividad
adolescente; la narrativa construida de manera conjunta tendrá que ser tomada a cargo por el
adolescente. Para esto, los padres deben dejarlo, respetar su alteridad y posibilidad de
pensamiento autónomo, interrogar y producir la interpretación-construcción de su pasado para
proyectarse hacia el por-venir.

Gracias a este pasaje, el adolescente podrá re-elaborar y generar representaciones de sí mismo y


de relaciones con los objetos (infantiles y los nuevos a libidinizar). Para el buen arribo de este
logro, es fundamental que el yo se sostenga en posiciones estables en la organización del
espacio identificatorio.

Aulagnier -> dos conceptos que suplementan y enriquecen al trabajo de historización:


principio de permanencia y principio del cambio.

- Permanencia: aquello que subsiste en el psiquismo más allá de las modificaciones;


pilares que en el armado identificatorio deberán persistir como no-modificables; el
yo tejerá la aventura abierta de su historia.
- Cambio: permeable a lo novedoso que el psiquismo pueda gestar.

Estos principios rigen tanto en el funcionamiento identificatorio como el espacio


relacional.
El adolescente solo podrá construir su futuro si ha podido investir su pasado; los días-por-venir
se presentarán como oportunidad de inaugurar lo im-previsto, siempre y cuando el sujeto sienta
que no pierde el hilo de su devenir.

El proyecto identificatorio se despliega en la temporalidad, siendo vía de acceso al porvenir.


El tiempo de la adolescencia es un tiempo de salida, abertura que requiere hacer anclaje en lo
infantil. La noción conceptualizada por Aulagnier refiere a la construcción del ideal del yo
(imagen que el yo se propone a sí mismo; debe responder a las exigencias de lo decible y de la
puesta en sentido ligados al proceso secundario).

En el marco de los procesos saludables en tiempos adolescentes se puede gestar la creación de


la propia historia como elaboración psíquica original e inédita. Tiene que producirse el trabajo
psíquico de “pasaje de firma”, el desasimiento del discurso familiar. De haber dificultades con
eso, podría eclosionar una patología. Ante esto, Aulagnier asevera que deviene primordial
sondear en las cuestiones previas que interfirieron en la construcción de esa historia.

Otero, Ma. E. Visitando a Piera Aulagnier (pp. 86-95). En Grassi, A. y Otero, Ma. E.
(Comps.) Entramados vinculares y subjetividad. Niños, niñas, adolescentes y familias en
psicoanálisis. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Entreideas, 2019

El psiquismo y su complejidad

A partir del intercambio que el niño establece con el adulto que lo asiste, se constituye el
aparato psíquico (Aulagnier). Este modelo de aparato psíquico se piensa como la figura de un
mapa: con recorte de costas, bahías, un espacio donde habitar, bordes permeables y múltiples
entradas; un sistema abierto en constante intercambio con el medio que lo rodea.

Durante la niñez y adolescencia el aparato psíquico está en vías de constitución; según


Aulagnier, la actividad psíquica está conformada por el conjunto de tres modos de
funcionamiento; tres procesos: Originario, Primario y Secundario. No están presentes desde
un primer momento; se suceden temporalmente y cada uno incide en el posterior; vigentes
durante toda la vida, y cada uno se distingue por una actividad que los representa y un postulado
que los categoriza.

- Proceso originario: primer proceso que comienza a funcionar en el recién nacido a


partir de la necesidad de la psique de reconocer la cualidad placentera o
displacentera de los estímulos que le llegan; la información libidinal le da sentido
al psiquismo naciente: determinada por la presencia o ausencia de placer.

Este proceso se rige por el postulado del autoengendramiento; la propia actividad de


representación es la que crea el estado de placer y la que engendra al objeto causante del mismo.
La actividad que representa al proceso originario es el pictograma: pintura o sello de este
encuentro inaugural del recién nacido con la madre y del encuentro del naciente aparato
psíquico con su propia corporeidad. Este concepto supone la equivalencia entre representante y
representado, en donde no hay diferenciación entre zona y objeto. Es una representación de
zona-objeto complementaria; se destaca la complementariedad boca-pecho: es la
representación de la experiencia inaugural de placer que condensa sentidos, pulsa y deja marcas
de procesamiento psíquico. Si estas se instauran bajo el signo del placer, zona-objeto se
fusionan (pictograma de fusión); signo positivo que promueve un efecto de ligadura e
integración psicosomática (bajo la representación de Eros).

Si prevalece el displacer¸ originado por la ausencia del objeto, o en su inadecuación por exceso
o por defecto, se inscribe un pictograma de rechazo; de signo negativo, conlleva un
desinvestimento de la representación zona-objeto complementaria; desligadura y
desmantelamiento presentes, representados por la inscripción de tánatos.

- Proceso primario: segundo momento de organización del psiquismo; fantasía como


actividad representativa preponderante. (“la fantasía es una actividad psíquica
caracterizada por la realización imaginara de deseos para evitar el sufrimiento
producido por la ausencia del vínculo inicial constituyente” – Schlemenson, 2004).

La separación y el reconocimiento del mundo externo se concretan cuando la mirada y el placer


de la madre se depositan en otro lugar, distinto al lugar que se le otorgó al niño; esto le impone
al niño la existencia de otros espacios a los que la madre se dirige y que se conforman como
“diferentes”. Mediante la fantasía, el niño se apropia de dichos espacios, los reproduce y
considera que los posee.

Este proceso comienza a funcionar a partir de la necesidad de la psique de reconocer el carácter


de extraterritorialidad del objeto (existencia de un espacio separado del propio); “Durante el
proceso primario, las funciones parentales son la única referencia de un campo de certezas
inamovible. Sin embargo, para que el yo pueda advenir y acceda a un mayor nivel de
autonomía se requiere un quiebre de éstas” (Schlemenson, 2004).

El postulado que categoriza el proceso primario es: “Todo existente es un efecto del poder
omnímodo del deseo del Otro”

- Proceso secundario: tercera instancia de la constitución del psiquismo del niño;


caracterizada por la aproximación de este a una diversidad de acontecimientos
sociales (contacto con pares y conocimientos escolares). La representación que
caracteriza este tiempo del psiquismo es la representación ideica o enunciado. El
desarrollo del lenguaje y del pensamiento se instalan aquí como potencialidades
psíquicas; este proceso es la sede de la actividad del yo.
Desde Aulagnier (1975), se define el pensar como actividad representativa compleja: proceso
que tiende a la reedición de situaciones placenteras. “El movimiento libidinal inaugural es el
que marca el sentido que adquieren los sucesivos movimientos de investimento que se
concretan en el campo socio-cultural” (Schlemenson, 2004).

Siguiendo con Aulagnier (1986), en referencia a la constitución del yo como entidad psíquica,
señala que pensar, dudar de lo pensado y verificarlo son exigencias que el yo no puede esquivar;
es el precio con el cual paga su derecho de ciudadanía en el campo social y su participación en
la aventura cultural.

El postulado que categoriza este proceso es: “Todo existente tiene una causa inteligible que
el discurso podría conocer (saber)”.

Algunas conceptualizaciones acerca de la teoría de la intersubjetividad

Subjetividad: integridad psicosomática contextuada en una genealogía; sujeto como sujeto de


grupo (familiar- social); activo en permanente relación con otros, que recrea aquello que recibe
del medio que lo rodea.

Tres dimensiones de la subjetividad (Kaes, 2004):


- La vertiente intrapsíquica está definida por un conjunto de representaciones
inconscientes que conforman el mundo interno del sujeto;
- En la perspectiva intersubjetiva-intergeneracional se destaca la potencialidad
vinculante que el sujeto puede propiciar a partir del intercambio vincular establecido en
el encuentro entre padres e hijos, pares, y figuras que dan cuenta del armado del mundo
relacional de ese sujeto.
- En la dimensión transgeneracional se destaca el lazo de unión con las generaciones
precedentes a los padres, abuelos, o figuras históricas que represente los enlaces con los
orígenes de la genealogía familiar.

El grupo familiar se caracteriza como una de las instancias que, en el transcurso de la infancia
y de la adolescencia, provee al niño de las funciones primordiales para la constitución de
procesos psíquicos saludables, y donde él encuentra un medio a través del cual ir construyendo
los trabajos que promueven su historización. Las funciones familiares tienen un valor
preponderante para la constitución psíquica y los procesos de subjetivación a advenir.

La pertenencia a la familia y la inscripción a una genealogía implica la puesta en marca de


ciertos trabajos psíquicos que tienden a promover la investigación histórica familiar (Grassi,
2010):

- La construcción de la escena originaria: conjunto de operaciones psíquicas que realiza


el niño para poder historizarse; ligado a los padres, ubicándose como causa y
consecuencia, como producto de placer que liga, une a los padres entre sí y con él
mismo. Esta escena se constituye como una alianza simbólica que une dos líneas
genealógicas distintas; construcción imaginaria que realiza el niño de modo
anticipatorio respecto de la unión entre ambos padres y su relación con ambos. Puede
tomar las inscripciones o signos materializados en el transcurso del proceso originario,
adquiriendo matices que tienden a la integración, fusión, presencia del amor, o por el
contrario, signos negativos vinculados a la presencia del odio, tendiendo a la
separación y desintegración.
- Trabajo de Filiación – Afiliación: trabajo elaborativo de aquello recibido, heredado, y
un proceso de desasimiento. El niño debe metabolizar que los padres forman parte de un
grupo que los antecede, con una historia a la cual debe articular la propia. Al advenir el
entretiempo puberal-adolescente, esta metabolización exige una transformación: un
espacio potencial se abre para la incorporación de lo nuevo.
- Contrato Narcisista: Provee referentes, emblemas a partir de los cuales el proceso
identificatorio se define; operación simbólica cuya función está vinculada al
encadenamiento generacional donde cada sujeto es el eslabón. Dos funciones
(referencia a la inscripción de temporalidad en el psiquismo): las figuras del ancestro y
el sucesor. Dos dimensiones de la historización: primero, la categoría simbólica que
agrupa los mitos de origen que se transmiten desde una generación a otra (constituidos
como anclajes; permiten al grupo tener una coherencia, una referencia compartida al
pasado, un lugar de memoria en común. Se signa un contrato entre partes para
garantizar que los nuevos integrantes reproduzcan los mitos en común para
promover la continuidad del grupo al que pertenecen; a cambio, el grupo le otorga
al sucesor un lugar en el entramado familiar, anudándolo a las generaciones
precedentes; certeza del niño sobre el origen y acceso a la historicidad); la segunda
está representada en la figura del “por-venir” (hijo que advendrá).
El contrato narcisista tiene como signatarios al niño y al grupo: la catectización del
niño por parte del grupo anticipa la del grupo por parte del niño; el grupo catectiza al
infans como voz futura. El niño demandará que se le asegure el derecho a ocupar un
lugar independiente del exclusivo veredicto parental (Aulagnier, 1996).

Subjetividad como integración psicosomática, contextuada a una genealogía, entendiendo esta


como estructuración simbólica, reservorio de modelos y valores identificatorios, una matriz
portadora de investidura-historia libidinal.

Madre como vocera de la genealogía, de los enunciados identificatorios (Aulagnier);


portavoz de las representaciones ligadas al padre. Implanta historia y genealogía; portavoz
del discurso sociocultural al que pertenece la pareja parental y sus propias familias de origen.
Las frases emitidas por la voz materna son tomadas por el niño constituyendo el yo
parental.

Piera Aulagnier (1996) describe: “en el momento en que la boca encuentra el pecho, encuentra
y traga el primer sorbo del mundo” […] El aporte alimenticio se acompaña siempre con la
absorción de un alimento psíquico que la madre interpretará como absorción de una oferta de
sentido”.

Siguiendo a esta autora, “cuerpo imaginado” y “sombra hablada” son categorías conceptuales
que acuña para dar cuenta del conjunto de enunciados inconscientes que son testimonio del
anhelo maternal concerniente al niño previo a su llegada real.

La madre inviste el niño representándolo, arma un tejido (trama libidinal, envoltura psíquica)
indispensable y necesario para ubicarse como tal. Esto conduce al trabajo psíquico materno,
estructurante y anticipatorio que Aulagnier denomina Violencia Primaria: acción mediante la
cual se instala en la psique del niño, una elección, un pensamiento, una forma de circulación y
descarga del placer, motivados en el deseo que impone la madre. Esto representa la modalidad
con la que la madre marca y singulariza el devenir del hijo. Las palabras y los actos maternos
se anticipan siempre a lo que el niño puede conocer de ellos.

Violencia como acción anticipatoria y necesaria por parte de la madre, dado el grado de
dependencia que presenta el recién nacido y su imposibilidad de autonomía subjetiva;
estructurante para el devenir subjetivo del niño.

Violencia secundaria: representa un exceso perjudicial y nunca necesario para el


funcionamiento del yo; se le impone al niño una elección, un pensamiento motivados por el
deseo materno. Este exceso anula la capacidad de pensamiento autónomo del niño, satisfaciendo
un “deseo de inmovilidad”. Este acto implica atribuirse un poder de transformación que
desconoce lo propio del niño; imposibilidad de reconocer al otro en su dimensión de alteridad.
Psiquismo del niño colonizado por un imperativo materno arrasante. Esto genera condiciones
que conllevan al sepultamiento de algo, estalle o no en la adolescencia.

El despliegue de esta “potencialidad psicótica” está íntimamente relacionado con el


funcionamiento de ciertas funciones familiares. La familia origina producciones psíquicas
desde la genealogía; son anclajes, organizadores de procesos psíquicos adolescentes que hacen
que los tiempos de crecer se continúen.

La categoría del tiempo en la adolescencia: un viaje al pasado para investir el futuro

Beller (2006) -> Recibir una herencia no es nunca un punto de llegada, sino de partida de un
trabajo psíquico que le sujeto debe realizar conjuntamente con la recepción. Trabajamos con
lo recibido al mismo tiempo que lo recibido trabaja en nosotros.

Siguiendo a Aulagnier (1991), respecto de lo heredado, aquello que recibimos se pierde; se


duela y adquiere un nuevo sentido, se le da una nueva dirección. Es parte de reconocerse como
parte de una cadena generacional: la rompe, desarma, construye y transforma en algo nuevo,
implicando una creación personal. Debe “construirse un pasado” para enfrentar el devenir; es
necesario anclar en el pasado infantil para crear un proyecto futuro. La dimensión de historia
no es mera repetición, no es lineal e incluye lo azaroso, donde lo novedoso se articula con lo
vivido.

La creación de la propia historia como trabajo psíquico adolescente implica un pasaje de


firma, del yo parental (yo infantil, escritura de los padres) a la construcción de la propia
biografía. Tiempo inaugural, de lo nuevo, inédito, pero anudado al hilo de la genealogía.

Tareas de reorganización (Aulagnier): trabajos psíquicos del proceso adolescente que


implican poner en memoria y en historia el tiempo pasado. El pasado contiene todos los
cimientos que le sirven al sujeto para la construcción de su edificio identificatorio y de su
mundo relacional.
Memoria: sistema múltiple de huellas que se reactualizan y retraducen unas a otras, un
sistema afectivo libidinal. Si ciertas inscripciones se producen desde un embate pulsional
tanático, hay un desinvestimento y una destrucción potencial de las huellas mnémicas,
dificultando el trabajo de historización que compromete al yo.

La historia y la memoria se entraman en una red libidinal interpelando al sujeto con


experiencias psíquicas y afectivas. Hay un permanente trabajo de construcción y reconstrucción
de un pasado vivido, a cargo del yo historiador. Tareas de elaboración psíquica que invitan a un
proceso de reacomodación y “modificación”: yo en un intercambio constante con su entorno en
el que representaciones ya existentes, aunque permanezcan, se entretejerán y organizarán, dando
nuevas tramas, texturas, aperturas; posibilidad de rehistorizar y significar desde un nuevo
sentido.

Fondo de memoria: conjunto de representaciones psíquicas que remite a un memorizable


afectivo de la historia infantil (aquello conservado en la memoria del sujeto de ese tiempo
pasado). Se presenta como un cofre que guarda aquellas experiencias valiosas por la
intensidad afectiva que conllevan; para evitar el desinvestimiento, el olvido de las mismas.

Dos funciones para que el Yo pueda realizar su trabajo de historización:


- Ser garante en el registro identificatorio: referencia al sujeto al sistema de parentesco al
cual pertenece (genealogía), garantizando mismidad y continuidad al yo, a pesar de la
vivencia de cambio.
- Construcción del capital fantasmático: conformado por un caudal de representaciones
que la autora denomina “representaciones conclusivas”; se fijan y depositan en la
memoria bajo la forma de recuerdo; los recuerdos se describen como “moldes
relacionales” (inscripciones psíquicas que se construyen a partir del encuentro con el
otro). Se define al capital fantasmático como el conjunto de improntas afectivas
producto de las primeras experiencias a las cuales el sujeto va a recurrir para investir lo
nuevo. Es un anclaje afectivo que posibilita la conformación del espacio relacional
(elecciones de objeto; nuevos objetos a catectizar por el adolescente por fuera del
mundo familiar).

El registro identificatorio y el espacio relacional se acompañan interactuando, en una dialéctica


permanente; ambos constituyen lo reprimido.

La constitución de lo reprimido es el trabajo psíquico que define lo recordable de lo no


recordable, acompañando las tareas del espacio relacional y del registro identificatorio.
Permitirá la renuncia a las primeras representaciones de los objetos del mundo familiar-infantil,
y favorecerá el surgimiento de nuevas investiduras en el devenir puberal-adolescente;
sostenimiento del movimiento deseante hacia la investidura de un nuevo objeto heterofamiliar.

El fondo de memoria demarca lo modificable y no modificable en el psiquismo a través de dos


principios:
- Principio de permanencia
- Principio de cambio
Ambos funcionan en alianza, están entrelazados y rigen el registro identificatorio y el espacio
relacional. Todo cambio se suscita sobre un fondo de permanencia.

Proyecto identificatorio: pilares fijos, estables, permanentes sobre los cuales el yo edifica,
construye, teje su historia, sirviéndose de las identificaciones simbólicas (certezas inamovibles
para la subjetividad; remiten a los orígenes familiares; vínculo sujeto – historia familiar e
infantil (ppio. de permanencia).

La biografía es móvil; está abierta a descubrir y explorar lo nuevo. Los nuevos espejos están
representados por el mundo relacional del sujeto adolescente (portan identificaciones de
carácter imaginario, identificaciones, cambiantes, permutables, móviles, acordes a un
entretiempo puberal-adolescente; volcánico e inquieto – ppio. de cambio)

El yo es un historiador: otorga sentido al tiempo pretérito y al porvenir, elige un proyecto


identificatorio para desplegarse en su potencialidad. El yo solo puede efectuar este trabajo de
puesta en sentido y en palabras si acepta padecer “activamente” sus consecuencias (labor de
repensar, reorganizar, transformar, la historia de su pasado y los sueños sobre su futuro)
(Aulagnier, 1991). Integra dos tiempos: pasado (pretérito; tiempo infantil; cúmulo de
sensaciones ligadas a las primeras escrituras del placer; sedimento para un tiempo a advenir) y
futuro (búsqueda-hallazgo del placer compartido; encuentro intersubjetivo con otro sexuado
vincular; el cuerpo erótico se inscribe dando origen a una nueva historia – Puget, 2003 –).

Unidad Temática 5 ADOLESCENCIA Y TRANSMISIÓN PSÍQUICA ENTRE


GENERACIONES

Gampel, Y. Introducción, Capítulo 4: Se lo contarás a tus hijos (pp. 55-68). En Esos padres
que viven a través de mí. Buenos Aires: Paidós, 2006

Los niños afectados por la violencia social de la Shoah tienen dificultad para establecer
relaciones de amor y gozar de los placeres de la vida.
- Es vital para ellos continuar la cadena de las generaciones. Incluso para algunos es
muy importante dar a sus hijos el nombre de sus parientes desaparecidos como signo de
continuidad y en memoria de los muertos que no recibieron sepultura.
- Hay algo en su ser, en su psique y cuerpo, que está horadado, quebrado, congelado. Sus
hijos sienten algo sin poder definirlo, y a menudo necesitan un tratamiento analítico
para entender ciertos síntomas a través de los cuales interrogan el pasado de sus padres.

Los fenómenos transgeneracionales se manifiestan de múltiples maneras; marca el pasaje o


cambio, la transición, la transformación. De una generación a otra, la transmisión psíquica está
influenciada por fenómenos inconscientes.

El tiempo intergeneracional inscribe en la memoria la historia de la vida de las


generaciones. Ubica al individuo frente a su propio tiempo, y también en el tiempo de
quienes lo precedieron, de modo que puede identificarse con ellos. Cuando suceden
traumatismos debidos a violencia social, las identificaciones anteriores pueden ser
modificadas, fisuradas, destruidas.
Desde su concepción, cada niño adquiere un lugar particular dentro de una historia familiar
que nunca es simple: compuesta por la historia de los diferentes linajes de los que provienen el
padre y la madre, y el encuentro entre esos dos linajes constituye la base de una nueva
generación. La historia familiar, relatada y repetida, es fijo y en permanente cambio al mismo
tiempo. Este relato familiar no es inocente; incluye hechos de diferentes épocas, núcleos de
conflictos, así como identificaciones, ideales y deseos de los genitores. Se da por supuesto que
el niño encarnará un hecho o un personaje de la historia familiar con, por ejemplo, la elección
del nombre; se le asigna un lugar significativo. Así, el relato se infiltra en la vivencia cotidiana y
condiciona al niño; así marcado, advendrá al ser y se desarrollará en cuanto individuo.

El contenido de ciertos relatos constitutivos del mito familiar es tan doloroso que se reprime.
Al “borrar” el contenido y “desviar” la memoria de los hechos traumáticos para evitar que
puedan herir, la represión permite preservar la unidad del yo.

El contenido traumático desechado se conserva en la psique. Puede reaparecer en el retorno de


lo reprimido como algo que se tiene adentro pero que no se quiere conocer, algo familiar y al
mismo tiempo irreconocible, expresado a través de un síntoma. Las significaciones asociadas al
mito familiar varían en función de determinados hechos posteriores, modificando ciertos
elementos de la historia familiar subjetiva. Se manifiestan rupturas como fuentes de
discontinuidad en la vivencia de un individuo y en su relación con su entorno afectivo.
Ejemplo de la Shoah: se les habla a los hijos acerca de todas las adversidades y calamidades
sufridas por el pueblo judío, y sobre todo de la Shoah. La preservación y transmisión de la
memoria colectiva se actualizan todos los años en el día del Recuerdo: se recuerda el nombre
de los que murieron como acto simbólico, un duelo simbólico, que contribuye al
reconocimiento de cada muerto víctima del borramiento. Con respecto a los sobrevivientes,
algunos optaron por borrar sus recuerdos de la Shoah, suprimir las aterradoras imágenes que
contienen. Si se recuerda ese pasado, se corre el riesgo de que reaparezcan los contenidos
reprimidos, suprimidos, negados y renegados; resurgimiento de contenidos de muerte y
destrucción, produciendo una transmisión cruel entre generaciones si no se interviene la
mediación del símbolo (también permite conferir un lugar en la historia a los muertos). Los
testimonios publicados son otra manera de preservar la memoria y garantizar su transmisión
a las generaciones futuras.

Los modelos de identificación, así como los ideales y relatos, alimentan la cadena de
transmisión con significaciones que pasan de una generación a otra, e incluyen lo no dicho. Esas
significaciones contienen una fuerza determinada por el inconsciente. Otra cadena de
transmisión puede ser alimentada por impresiones que exceden la posibilidad de transmisión
psíquica o por vestigios que no llegan a expresarse en una representación simbólica; lo que es
transmitido, inconscientemente, circula en calidad de energía no ligada susceptible de crear una
herencia traumática.

Las diferentes conceptualizaciones relativas a la identificación se insertan en carencias que


existen en la generación anterior, en duelos interminables, secretos de familia, traumas
individuales y colectivos.
Judith Kestenberg (1982, 1989) -> mecanismo más allá de la identificación: “transposición
al mundo del pasado”, expresión inspirada por la escucha, en el marco terapéutico, de los
gritos angustiados de los hijos de sobrevivientes que no podían evitar vivir “en el pasado” y
contenían dentro de ellos a los muertos. La “transposición” al pasado de los padres no debe
confundirse con la “identificación” con el pasado de los padres.

El niño de la segunda generación penetra en la atmósfera del pasado, desciende al infierno


de la Shoah y cumple el papel de los diferentes miembros de la familia desaparecida,
viviendo de manera inconsciente la ilusión de que está preservando a sus padres de
enfrentarse con su pérdida irreparable (trabajo de duelo). La autora habla de un “tiempo
superpuesto”, como túnel del tiempo, en el que a la coexistencia de dos realidades se agrega
una actualización artificial.

Los conceptos de Gampel de “identificación radiactiva” y de “transmisión radiactiva” se han


desarrollado en el contexto de sus trabajos sobre los efectos de los traumatismos sociales; los
relacionados con la Shoah son un hecho clínico muy difícil de entender, y que despierta muchas
resistencias; no estamos protegidos contra los efectos de sucesos que se desarrollaron a una gran
distancia geográfica y temporal; esos efectos no pasan por líneas identificatorias conocidas,
podemos ser “receptores” pasivos, o de manera aleatoria, “transmisores”.

“Identificación radiactiva”: metáfora que sirve como representación conceptual de un


proceso particular: penetración en el ap. Psi. de aspectos terribles, violentos y destructores de
la realidad externa, sin que el individuo tenga ningún medio de control o de protección de la
misma, su arraigo o efectos. Incluye vestigios no representables, residuos de influencias
“radiactivas” del mundo exterior que se enquistaron en el individuo sin que éste se diera
cuenta. Al igual que la radiactividad concreta, la emanación daña físicamente al individuo
en el momento en que se produce, o poco tiempo después, al igual que la violencia social.
Estos “residuos radiactivos” permanecen latentes y sólo emergen como enfermedades –
físicas o psíquicas -, en ellos o sus hijos, años más tarde.

El fenómeno radiactivo en la psique no puede captarse de forma directa, como la “pulsión”.


Esta es una energía psíquica que orienta al organismo hacia una meta, y surge del interior desde
el comienzo de la vida, mientras que la radiactividad proviene del exterior, producto de la
violencia social, y se incrusta en la persona convirtiéndose en una parte de ella misma. Pero la
radiactividad puede injertarse en la pulsión y mantenerse aferrada a ella para expresarse,
por lo que es importante discernir entre las manifestaciones de la pulsión y las que provienen de
los residuos producidos por la identificación radiactiva.

Las identificaciones radiactivas pertenecen al inconsciente; no pueden ser sometidas a


rememoración, sino solamente “actuadas”, traducidas en palabras o actos. Pueden hacerlo tanto
las víctimas como sus hijos a través del proceso de la transmisión generacional; se manifiestan
especialmente en la conjunción de factores pulsionales, de elementos personales o familiares y
de hechos exteriores.

Estas identificaciones contienen elementos heterogéneos llegados de afuera, asimilados,


incorporados, interiorizados de modo fantasmático, que pueden resurgir en una sobretensión
traumática. Cuando un individuo es portador de cierta radiactividad metafórica (vestigio,
núcleo identificatorio u otra forma psíquica o física), termina sufriendo un encierro que le
impide vivir.

En el tratamiento psicoanalítico, los fenómenos transgeneracionales se manifiestan a partir


de lo no dicho, los secretos de familia, el “telescopaje” entre generaciones, así como los
sentimientos de vergüenza y culpa que pueden acompañarlos, por lo que es importante
entender los mecanismos psíquicos que se encargan de la transmisión, de una generación a
otra, de traumatismos producidos por la violencia social.

Tisseron, S. Cap. 1. Introducción El psicoanálisis ante la prueba de las generaciones. En El


Psiquismo ante la prueba de las generaciones. Buenos Aires: Ed. Amorrortu

El psicoanálisis ante la prueba de las generaciones

“El individuo como un grupo interiorizado cuya psique está sometida a la prueba de las
generaciones” es un abordaje que Nicolas Abraham inauguró con su “teoría del fantasma”. Esta
abrió nuevas vías gracias a las cuales se realizaron aportes de psiquiatras, psicoanalistas,
literatos e historiadores de la teoría freudiana. Sin embargo, a veces son mal conocidas o fuentes
de confusión.

Las palabras “transmisión psíquica” tuvieron éxito inmediato entre los psicoanalistas debido
a la forma como esta expresión pone los intercambios entre las generaciones bajo un aspecto
familiar, el de los valores, de las creencias y de las competencias que garantizan la
continuidad familiar, grupal y cultural, en un medio donde la elección de un vocablo se
asimila con frecuencia a una prueba de filiación.

Aplicada al campo psíquico, la palabra “transmisión” presenta el riesgo de hacer creer que
algunos contenidos mentales puedan “transmitirse” como se hace con inmuebles. Aun cuando la
realidad psíquica de los padres modela la de los hijos, esta nunca es modelada en forma pasiva.
La vida psíquica de todo recién llegado al mundo se construye efectivamente en interrelación
con la vida psíquica de sus allegados; marcada por sus padres, y a través de ellos, sus
ascendientes. Esta dinámica relacional se cumple en lo cotidiano de la vida psíquica del bebé
(luego niño, no solo en el momento edípico, en lo que sería una configuración particular de este
“complejo”), y hace intervenir a los objetos internos de los objetos de elección del sujeto:
contribuyen, indirectamente, a la constitución de los objetos internos del niño sin que en ningún
momento se trate de “transmisión” propiamente dicha.
Muchas de estas operaciones psíquicas son inconscientes; las que no lo son en el momento de
su instalación en el niño, pasan a serlo por razones de comodidad tanto subjetiva como
relacional. Resultan del doble movimiento de las impresiones de los padres sobre los hijos y
viceversa: las primeras hacen intervenir las diversas expresiones de los padres y la recepción
del hijo; las segundas se organizan en torno de las posibilidades expresivas de los hijos y de las
(in)tolerancias e incitaciones de los padres con respecto a estos. Luego, factores ligados a las
diferentes etapas de la construcción por parte del niño de su vida psíquica llegan a transformar
sus propios objetos internos y a confirmar o contrariar los mecanismos psíquicos ya instalados,
interviniendo el entorno en sentido amplio.

Para el autor, sería prudente reservar la palabra “transmisión” únicamente para las situaciones
que implican objetos concretos claramente identificables, por lo que evitará emplear dicha
palabra, y si debe citarla, la pondrá entre comillas. En cambio utiliza la palabra “influencia”
(designa una acción - voluntaria o no - que una persona ejerce sobre otra (Petit Robert)). Estas
acciones pueden ser conscientes o inconscientes, morales, intelectuales o psíquicas; preceden de
un individuo, grupo, efecto de un poder político, económico o cultural; a veces constituyen una
verdadera dominación y están organizadas en sistemas de signos codificados o no codificados.

Este término deja lugar a la interpretación del mensaje por parte del receptor, y a que el mismo
estímulo no produzca el mismo resultado en distintos protagonistas: la influencia supone una
confrontación entre el estímulo y el sujeto, y la existencia de un contexto de comunicación. Son
recíprocas.

Influencias intergeneracionales y transgeneracionales

Los complejos vínculos que ligan a cada uno con las generaciones que lo precedieron influyen
en sus relaciones con sus parientes colaterales y próximos. Se ejercen según mecanismos
conscientes, aunque en gran parte inconscientes, y en sus aspectos positivos y negativos. Si las
herencias psíquicas garantizan la conservación de las adquisiciones y del potencial espiritual de
la humanidad, también transmiten a los hijos la carga de superar las cuestiones que quedaron en
suspenso en el inconsciente de sus padres y ancestros . Aquí se considera la palabra “influencia”
en un sentido amplio que comprende el conjunto de situaciones vividas por un sujeto, incluso
las anteriores a su individuación.

Freud (1914)-> todo individuo está dividido entre dos necesidades: “ser para sí mismo su
propio fin” y “ser el eslabón de una cadena a la que está sujeto sin la participación de su
voluntad”. Veía la continuidad transgeneracional esencialmente en la constitución del
superyó y del ideal del yo. 

Para el niño, el superyó no se constituye sobre el modelo de su padre, sino el del superyó de
este. Es por estas instancias psíquicas que los padres consideran a sus hijos herederos de sus
deseos irrealizados a la vez que de sus propias inhibiciones y prohibiciones; los hijos están
capturados en sistemas de dependencia de los padres y las influencias constituyen una potencia
y desventaja a la vez.

Ferenczi (1932)-> insiste sobre las situaciones traumáticas impuestas a los niños por los
adultos, incluso los padres, y sobre las transmisiones de contenidos psíquicos que resultan
de ellas. Asimismo señala las transferencias de vergüenza entre adultos y niños en las
situaciones de seducción sexual.

N. Abraham y M. Torok (1961-1975) -> distinción entre las influencias intergeneracionales


y las influencias transgeneracionales: las primeras son las que se producen entre
Con el paso de los años se han desarrollado varias investigaciones en diferentes direcciones:
algunas examinan los componentes psíquicos, sobre todo narcisistas, aptos para favorecer las
influencias; otras se interesan en los accidentes singulares susceptibles de producir efectos
transgeneracionales; otras se interrogan sobre el devenir de lo que se encontraría privado de
“inscripción” o de “representación” para una generación; otras intentan comprender el papel
que juegan, en las influencias, las representaciones verbales y no verbales, sobre todo sensorio-
motrices. La obra de Abraham y Torok propone una teoría sobre las influencias en torno de una
concepción original de la introyección y del símbolo psicoanalítico.

Las lagunas de la introyección

Introyección (definido por Abraham y Torok): relacionado con la noción freudiana de


elaboración psíquica. La imposibilidad para un individuo de liquidar los efectos de un
traumatismo estaría en el origen de su psicopatología.

Consideran la vida como una sucesión de momentos felices o desgraciados, mínimos o


importantes, que requieren una participación activa y consciente; aquí, la infancia, la pubertad y
muchas otras situaciones necesitan reelaboraciones psíquicas importantes. La vida psíquica es
un trabajo de auto-elaboración siempre renovado (abordaje afín a investigaciones
principalmente de Stern; para este autor, la evolución psíquica es un haz de líneas de desarrollo
continuo, por lo que el origen real de un trastorno puede situarse a cualquier edad, renunciando
a la teoría del núcleo traumático infantil). Si dicha elaboración se realiza de manera
satisfactoria, corresponde a una introyección (Abraham y Torok).

Nicholas Rand (1993) -> Introyección: se desarrolla en 3 etapas:


- Algo nuevo, desconocido, me llega del exterior o surge en mí (bueno o malo)
- Me familiarizo con eso a través del juego, la fantasía, la proyección y una infinita
variedad de procedimientos inconscientes o semi conscientes; me apropio de eso.
- Finalmente, tomo consciencia de eso que me llegó y de mi encuentro progresivo con
él; puedo designar y otorgar derecho de ciudadanía en mí al proceso completo.
Cuando la introyección no es posible, resulta un sufrimiento psíquico. Este corresponde a un
“traumatismo” en el sentido de que el funcionamiento psíquico no consiguió elaborar un
acontecimiento y apropiárselo. Abraham y Torok llaman “inclusión” al mecanismo psíquico
puesto el juego cuando la introyección es imposible, donde el yo es la sede.

Ante la imposibilidad de tener una introyección armoniosa de los distintos componentes de un


acontecimiento, el individuo reacciona con una inclusión en el seno de su yo del conjunto de
sentimientos, emociones, pensamientos e imágenes movilizados en la situación dificultosa; la
conmoción se manifiesta en “fantasías de incorporación”. Cuando el acontecimiento es
definitivamente condenado al secreto, el mecanismo dinámico en juego es designado como
“represión conservadora” (actúa de una vez para siempre; designa a la vez la conservación del
acontecimiento y la secreta esperanza de hacerlo revivir en algún momento, para otorgarle un
nuevo desenlace acorde a los deseos del sujeto).

En un nivel tópico, de esto resulta una configuración psíquica denominada “cripta”, en la cual el
símbolo psíquico es partido en dos fragmentos. La conmoción de una cripta se manifiesta
asimismo en fantasías de incorporación. El funcionamiento psíquico de un niño en contacto con
un padre portador de cripta se ve afectado en forma de “trabajo del fantasma en el seno del
inconsciente” (Abraham y Torok, 1978) o “forclusión parcial y localizada” (Nachin, 1993).

El fantasma resulta de los efectos sobre el inconsciente de un sujeto de la cripta de otro, es


decir, de su secreto inconfesable. Este sujeto se ve llevado a simbolizar en relación con otro,
presente en él en forma de un objeto psíquico interno, a expensas de su propia vida
pulsional.
Las lagunas de la introyección armoniosa de un acontecimiento se deben al carácter
traumático de este; no se trata de la gravedad objetiva del traumatismo, sino de la imposibilidad
para el sujeto de elaborarlo; esto lleva a distanciarse de una concepción de las influencias
psíquicas entre generaciones organizadas en torno de la personalidad de los padres, para
interesarse en las huellas de los traumatismos singulares que pudieron afectarlos, pasando de un
psicoanálisis que privilegia los efectos de la estructura psíquica de los padres a un abordaje que
privilegia los acontecimientos particulares vividos por ellos .

Claude Nachin (1989) -> son importantes los duelos no realizados como traumatismos
susceptibles de repercutir sobre las generaciones ulteriores.

G. Cottin (1985) -> La realización de un duelo en una familia es tanto más difícil en la
medida en que no se ha hecho un duelo en la generación anterior.

Tisseron (1992) afirma que la vergüenza juega un papel importante en estas influencias. Una
vergüenza familiar totalmente encubierta por el silencio podrá expresarse más tarde por
enfermedades psíquicas o físicas en los descendientes; puede haber graves consecuencias en las
generaciones ulteriores. Estos traumatismos no superados pueden ser de naturaleza personal o
estar ligados a la historia colectiva.
Filiación de los traumatismos no superados

Cuando en una generación, después de un traumatismo que puede ser un duelo o cualquier tipo
de experiencia traumatizante, no se hace el trabajo de elaboración psíquica, resulta en
consecuencia un clivaje que va a constituir para las generaciones ulteriores una verdadera
prehistoria de su historia personal. Este acontecimiento puede denominarse “indecible” en la
medida en que está presente psíquicamente en aquel que lo ha vivido pero no puede hablar de
ello, a menudo por vergüenza; sujeto portador de una “cripta”.

El hijo criado por padres portadores de un traumatismo no elaborado y clivado debe tratar con
el clivaje del o de los padres de los que depende psíquicamente, ya no con una experiencia
traumática personal. El niño instala un clivaje que afecta a su psiquismo en conjunto; es
portador de un “fantasma”. Para esta generación, los acontecimientos que corresponden a la
generación precedente y que originan esta configuración psíquica ya no son “indecibles”, sino
“innombrables” ya que no pueden ser objeto de ninguna representación verbal: sus contenidos
son ignorados y su existencia es solo presentida e interrogada. Estos hijos pueden desarrollar
dificultades de pensamiento, aprendizaje o temores inmotivados, fóbicos u obsesivos.
En la generación siguiente, los acontecimientos, correspondientes a los ahora abuelos, se han
vuelto no solo “innombrables” sino verdaderamente “impensables”; se ignora la existencia
misma de un secreto que pesa sobre un traumatismo no superado. El niño puede percibir
sensaciones, emociones, imágenes o potencialidades de acciones que le parecen “bizarras” y
que no se explican por su propia vida psíquica o familiar. Un hijo capturado en una
configuración de trasmisión como esta puede desarrollar síntomas aparentemente desprovistos
de todo sentido, tanto en el campo de los aprendizajes como de los trastornos mentales:
conductas toxicomaníacas, alcoholismo y delirios. Hay riesgo acentuado de trastorno
psicótico cuando las dos generaciones parentales son cada una portadora de un secreto grave.
También pueden socializarse en ocupaciones que impliquen la búsqueda del pasado, como
historia o arqueología.

Después de la tercera generación, algunos traumatismos cuya existencia es completamente


ignorada, pueden subsistir solamente en forma de comportamientos o reacciones afectivas
incongruentes, desprovistos de valor adaptativo, a veces en total ruptura con las pertenencias
sociales de la familia y la tradición que esta invoca.

La existencia de secretos desconocidos entre los ascendientes, pero cuyos efectos no se han
extinguido, provoca la creación de “secretos de Polichinela”, cuyo contenido es
ampliamente conocido pero cuya función esencial es tratar de dar sentido a las
extravagancias que el sujeto siente en sí mismo o en su familia.

Los traumatismos no elaborados en una generación pueden inducir una extinción de la


sucesión en los descendientes cuando no han podido liberarse de ellos lo suficiente como para
orientarse hacia elecciones amorosas y familiares; algunas descendencias se extinguen sin razón
aparente. También puede ser objeto de una puesta en forma creadora.

El símbolo psicoanalítico y las formas de la simbolización


Abraham -> las influencias entre generaciones se operan en torno a símbolos rotos cuyos
fragmentos están estallados.

Nachin (1989) -> Inspirado en Wallon (1942) y su modalidad de pensamiento sensorio-


afectivo-motor, precisa este abordaje por la consideración de las formas no verbales de
simbolización. Completa los trabajos de N. Abraham sobre el símbolo psíquico mostrando
que este comprende cuatro aspectos: representativo, afectivo, motor y verbal.

Todo símbolo incluye una participación:


- Del lado de la percepción, de sus huellas, y por lo tanto de las imágenes que les están
ligadas;
- Del lado de los afectos, positivos y negativos;
- Del lado motor, potencialidades de acción (actos que el sujeto se siente llevado a
realizar, ya sea que lo haga o no);
- Del lado del lenguaje verbal

Estas cuatro series de particularidades constituyen un conjunto indisociable, donde cada una
participa en la apropiación psíquica de su historia por parte del ser humano.

Inversamente, la comunicación del símbolo hace intervenir a cada una de las interfases de la
comunicación humana: la palabra en su vertiente semántica, en su vertiente vocal y los
movimientos (mímicas); cada una participa en la creación de componentes emocionales y
representativos en el interlocutor.

En caso de fracaso de introyección, la inclusión psíquica resultante se puede manifestar de


acuerdo con varias modalidades:
- De la representación mental (faltante, excesiva o incongruente);
- Del afecto (faltante, excesivo o incongruente). La angustia es a menudo prueba de un
fantasma, así como el sentimiento de lo ominoso. Es propio de la vergüenza, ligada a
situaciones incorporadas, el poder trasmitirse en varias generaciones;
- Del estado corporal (sensaciones físicas bizarras y de enfermedades)
- Del comportamiento (pasajes al acto auto y hetero-agresivos, rituales obsesivos o de
fugas)

Cuando existe un fantasma en primera generación, no hay representación verbal del


acontecimiento, pero las representaciones sensorio-afectivo-motrices juegan un papel esencial.

El responsable, en primer lugar, del carácter particular de los objetos psíquicos que resultan para
un niño de la experiencia de objetos psíquicos parcialmente simbolizados en los ascendientes,
no es el clivaje. Estos objetos psíquicos se caracterizan por el hecho de constituirse, en la
experiencia de comunicación con el progenitor, a través de ciertas modalidades de
simbolización (mimogestual o vocal) y no ser confirmados según los otros registros de la
simbolización.

Si existen demasiadas discordancias entre los diversos canales de comunicación a partir de


los cuales se cumplen los diversos componentes de la simbolización, de ello pueden resultar
para el niño graves errores de interpretación.
Estas discordancias llevan a su vez a la creación de objetos psíquicos parcialmente
simbolizados (en una modalidad si, y en otras no). Los clivajes y renegaciones que los
acompañan están en la base de los desórdenes que minan las posibilidades de pensar,
comunicar y aprender del niño.

Los momentos de las “trasmisiones”

La vida psíquica conoce varios tiempos difíciles en la evolución del sujeto y de la familia:
- Las primeras influencias del entorno sobre la vida psíquica comienzan desde el
estado fetal. Ruidos, formas vocales, movimientos del cuerpo materno son percibidos y
marcan al niño por nacer de un modo que escapa totalmente a su control consciente;
gustos y aptitudes a remodelar, luego del nacimiento, en función del entorno y
aprendizajes.
- Segundo momento correspondiente a las relaciones precoces del niño con su primer
entorno. Todo niño se ve confrontado con un mundo de significaciones que desborda
sus capacidades de dominio y comprensión. (Laplanche (1984) califica como
“significantes enigmáticos” a estos mensajes ya que el niño no posee su código y
deberá adquirirlo, y el mundo adulto está completamente infiltrado de significaciones
inconscientes y sexuales, cuyo código el adulto mismo no posee). Es en este momento
cuando las conductas biológicamente programadas del bebé reciben su puesta en
sentido de las respuestas del entorno. Las primeras manifestaciones del bebé están
inscriptas en lo biológico, pero al ser percibidas, son interpretadas, transformándose en
señal para el que las percibe, y para el bebé mismo. La historia materna y su
prehistoria transgeneracional, reactivadas en los primeros intercambios con su bebé,
constituyen para este las primeras referencias de su mundo interno.

Estos efectos implican la fabricación de hábitos y de modelos de comportamiento cuyas


consecuencias no se parecen de una generación a otra por dos razones:
o Por el carácter único de los tiempos simbióticos psíquicos entre una madre y un
hijo singular;
o Por valorizaciones sociales diversas ligadas a cada comportamiento según las
épocas.

- Un tercer momento importante en la vida psíquica se organiza en torno a las


identificaciones del niño con cada uno de sus dos padres, o con otros miembros de su
entorno familiar, en el momento de su entrada en el lenguaje. Estas identificaciones
“edípicas” son particularmente intensas entre el tercer y quinto año. Corresponden a la
introyección por parte del niño de los dominios de la investidura psíquica privilegiados
por sus padres, así se puede identificar con los deseos, conscientes o inconscientes, de
cada uno de sus padres respecto de él, y con sus objetos de deseo (cc o icc). Este
mecanismo favorece la repetición de una generación en otra de elecciones amorosas,
profesionales o de pasatiempos, rasgos de carácter o personalidad.
- Cuarto momento: Los momentos de nacimiento y muerte son momentos privilegiados
por los trastornos sociales y psíquicos que los acompañan; en un nacimiento pueden
operarse verdaderas aperturas psíquicas que permiten integrar acontecimientos hasta
ahí mantenidos separados de su vida psíquica.
- Quinto momento: Algunos acontecimientos pueden provocar en un sujeto efectos
psíquicos que perturben sus relaciones con su entorno, y como consecuencia, el
establecimiento de los procesos simbólicos en sus hijos. Estas perturbaciones pueden
producirse desde la gestación, primera infancia o más tardíamente. Todas las
experiencias nuevas obligan a los sujetos a un nuevo trabajo de introyección; si esto no
ocurre, no se integran en forma armoniosa a la vida psíquica y pueden imponer a los
descendientes la necesidad de simbolizar aquello.
- Sexto momento: Las transferencias de objetos materiales de una generación a otra
pueden ser portadoras de cada una de estas formas de simbolización parcial
considerados. Pueden admitir simbolizaciones mediatizadas por el lenguaje pero
también ser invocadas como indicadores o íconos de elementos psíquicos no
verbalizados. Estos acontecimientos pueden ser del orden de un “indecible”, ligado a
un secreto vergonzoso compartido por algunos miembros de la familia; “innombrable”
ligado a un secreto de las generaciones precedentes cuyo contenido es ignorado por los
descendientes; “impensable” ligado a un secreto cuya existencia los descendientes
ignoran, pero experimentan efectos de bizarría.

El motor de las influencias entre las generaciones reside tanto en los efectos del apego
esencial de cualquier niño a sus padres, como en las diversas formas de identificación con
ellos.

Toda “realidad histórica” familiar es siempre una reconstrucción; en los casos de secretos
de familia, lo importante nunca reside en el secreto mismo, sino en las múltiples estrategias
empleadas por las generaciones sucesivas para acomodarse a él.

Otras investigaciones

Se organizaron algunas investigaciones en torno del concepto de identificación del niño con las
fantasías inconscientes de los padres; por el contrario, otras pusieron el acento sobre el hecho de
que las influencias más pregnantes se organizan alrededor de lo que no habría recibido, en la
historia familiar, “ni inscripción ni representación o de lo que, al modo del encriptado, está en
estasis sin estar inscrito” (Kaes, 1993); se oponen al punto de la teoría del “símbolo
psicoanalítico” (Abraham) que considera que toda experiencia recibe una forma parcial de
simbolización.

- El delirio en herencia: En el caso extremo de niños sometidos a la influencia de un


padre psicótico, los mandatos identificatorios capaces de transmitir trastornos psíquicos
son borrados de la consciencia por vías distintas de la represión. El discurso delirante
del padre marca con su sello el conjunto de las escenas fantasmáticas del niño, sobre
todo acerca de sus orígenes. La renegación de la psicosis parental provoca efectos
destructores sobre las posibilidades de pensar, soñar y actuar, e instaura una
potencialidad psicótica en los descendientes.
- El telescopaje de las generaciones: para Haydée Faimberg (1985, 1988) las
“trasmisiones” se deben a un “telescopaje de las generaciones” y están ligadas a dos
tipos distintos de situaciones:
o En las que existe clivaje del yo
o Las relativas a la dimensión narcisista de la configuración edípica.
Si se tiene padres narcisistas que quieren apropiarse de las cualidades de su hijo,
alimentan en él el “telescopaje de las generaciones”. Al amar en forma narcisista a su
hijo, estos padres tienden a desposeerlo de aquello que les provoca placer;
inversamente, cuando el hijo toma distancia de las expectativas y los deseos de los
padres, estos lo odian: lo que ellos odian en el hijo, en ese caso, es lo que odian en sí
mismos, su odio tiende a anular la separación que el hijo estableció. La identidad del
hijo se encuentra determinada por lo que es rechazado por los padres en su propia
historia (“identidad negativa” según la autora)

- El objeto transgeneracional: Alberto Eiguer (1987, 1991) utiliza esta noción para
intentar dar cuenta de las particularidades de las “transmisiones” entre generaciones;
define al objeto como un ancestro, un abuelo, u otro pariente, directo o colateral, de las
generaciones anteriores, que suscita fantasías y provoca identificaciones en uno o varios
miembros de la familia. 3 categorías: objetos benévolos (su peso sobre el psiquismo de
los padres necesita una elaboración particular); objetos idealizados magnificados
(sostienen sentimientos y conductas de deuda); objetos portadores de secretos
vergonzosos (crean blancos y vacíos en la historia familiar).

- Los pactos denegativos: René Kaës (1989) lo define como una alianza nunca
formulada, organizadora del vínculo y a la vez defensiva. “Un pacto tal sostiene el
vínculo por el acuerdo inconsciente convenido entre esos sujetos sobre la represión,
renegación o rechazo de mociones insostenibles motivadas por el vínculo”. En la
pareja, este pacto corresponde a mociones pulsionales propias de cada uno de los
cónyuges, pero además puede corresponder a los problemas psíquicos irresueltos de
cada filiación.

- Función continente y función elaborativa de la familia: La familia es un conjunto de


individuos unidos por una misma filiación o consanguinidad, y por el sentimiento de
pertenecer a un grupo-familia (conjunto de individuos que han aceptado renunciar
parcialmente a regir sus comportamientos y sus pensamientos según una dinámica
psíquica propia; han aceptado ligar sus intereses, materiales y psíquicos, a dicho
grupo); constituyen un “aparato psíquico familiar”: toda familia existe por la creencia
compartida de los individuos que la constituyen en la existencia de su familia. Esta es
vivida por cada uno de sus miembros como una realidad trascendente y no como la
reunión de los individuos que la componen. El papel de esta puede ser abordado según
dos funciones psíquicas distintas: continente y elaborativa.

o En primer lugar, las influencias en el seno de la familia hacen intervenir la


capacidad de esta de poder aceptar contenidos psíquicos de los diferentes
miembros ligados a los acontecimientos que van vivido, juntos o separados,
antes o después de su encuentro.
o Luego, estos contenidos deben poder ser transformados de una manera acorde a
las fantasías y mitos del grupo social del que la familia es parte.
El autor propuso entender los objetos psíquicos inconscientes familiares según su
carácter “transformable” o “no transformable”: los primeros forman la base de la
materia psíquica que las familias transmiten a sus descendientes de generación en
generación; los segundos permanecen “enquistados, incorporados, inertes”, y atacan el
aparato psíquico de los miembros de la familia y del grupo.
En el caso de las familias incapaces de permitir a cada uno de sus miembros
individuarse (posición narcisista), el conjunto de los miembros del grupo familiar se
vive como indiferenciado y vive a los otros como indiferenciados de él. En sus
conversaciones no hay referencias a diferencias de las generaciones y las tensiones
entre miembros son vividos de forma catastrófica como amenazas de destrucción. La
adhesión psíquica de los miembros unos a otros son muy importante. Las separaciones
por acceso a la pubertad o encuentro de pareja resultan considerablemente complicadas,
hasta imposibles.

Kaës. R. Introducción. Transmisión de la vida psíquica entre generaciones. Buenos Aires: Ed


Amorrortu, 2000

Freud y la cuestión de la herencia

El debate inaugural interroga la vida psíquica de lo heredado de la neurosis: se inserta en el


descubrimiento del complejo de Edipo, del lado del hijo, en el movimiento del duelo por el
padre. La ruptura con el heredero anhelado será ocasión de desplegar el cuestionamiento sobre
la herencia arcaica de la humanidad: sobre la transmisión de la culpabilidad y de las
prohibiciones, consecuencias de la falta contra el padre, y sobre su propia paternidad.

Freud elabora Tótem y tabú (1912-1913) como respuesta a un problema de transmisión del
psicoanálisis: el devenir de la institución del psicoanálisis está en el centro de la elaboración
teórica, en el momento mismo en que Freud pone a prueba su universalidad y su extensión fuera
del campo intrapsíquico.

El tercer momento fecundo está constituido por los duelos impuestos por la guerra y las
violentas mutaciones sobrevenidas en la civilización, centrado sobre los movimientos cruzados
de la transmisión intrapsíquica e intersubjetiva. El debate se reanudó y se precisó con la
segunda teoría del aparato psíquico: “Psicología de las masas y el análisis del yo” (1921).
Freud “inventa” una genealogía de la psique, de sus instancias y ramificaciones interpsíquicas a
partir del doble borde sobre el que se apuntala, se apoya, modela y desprende: la experiencia
corporal y la experiencia intersubjetiva.

Genealogía de doble determinación:


- Intersubjetiva: culminación en Tótem y tabú con la noción de “apparat zu deuten”
(aparato de significar/interpretar/rectificar las expresiones deformadas que los
otros seres humanos hicieron sufrir a sus sentimientos)
- Intrapsíquica: concepciones surgidas de la segunda tópica: Ello hereditario, Yo
derivado del Ello, Superyó heredero del Complejo de Edipo y del Superyó de los
padres.
El sujeto de la herencia está dividido, como el sujeto del inconsciente, entre la doble necesidad
“de ser para sí mismo su propio fin” y de ser “el eslabón de una cadena a la que está sujeto sin
la participación de su voluntad”, pero que debe servir y puede esperar un beneficio.

Freud presenta esta doble división cuando aborda la cuestión del narcisismo: como si
oponiendo el estatuto narcisista del sujeto al del sujeto de la intersubjetividad, los enlazara
juntos articulándolos en el punto preciso, espinoso, del apuntalamiento del narcisismo sobre el
de la generación que antecede, sobre esa apuesta de la transmisión al infans de los “sueños de
deseos irrealizados de los padres”.

La precedencia de más de un otro: el sujeto del grupo

La transmisión psíquica, sobre el eje de las relaciones de generación, implica la precedencia


del sujeto por más de un otro.

La perspectiva abierta en “Introducción al narcisismo” (1914) hace del sujeto singular el


eslabón, servidor, beneficiario y heredero de la cadena intersubjetiva de la que procede. Sobre
esta cadena se apuntala más de una formación de su psique; en su red circula, se transmite y
anuda materia psíquica: formaciones comunes al sujeto singular y a los conjuntos de los que él
es parte constituyente y parte constituida; sujeto del inconsciente como sujeto de la herencia,
sujeto del grupo: la apuesta psicoanalítica de la cuestión de la transmisión es la de la formación
del Inconsciente y de los efectos de subjetividad (derivan de él anudados en la
intersubjetividad).

El sujeto del grupo se constituye como sujeto del inconsciente según dos determinaciones
convergentes:
- La primera es tributaria del funcionamiento propio del Inconsciente en el espacio
intrapsíquico; para seguir siendo válidas, deber ser confrontadas con los datos
adquiridos por la toma en consideración de una segunda fuente de determinación;
- La exigencia de trabajo psíquico impuesta a la psique por el hecho de su ligazón con lo
intersubjetivo, por el hecho de su sujeción a los conjuntos de los que procede el sujeto:
familia, grupos, instituciones, masas. Es probable que en tal ocasión se transmitan
algunas formaciones del inconsciente por la cadena de generaciones y de los
contemporáneos; una parte de la función represora se apoya sobre modalidades de la
trasmisión psíquica, y de allí derivan rasgos característicos de las organizaciones
neuróticas, borderline o psicóticas.

El grupo precede al sujeto del grupo; no existe la opción de no ser puestos juntos en el
agrupamiento, sino que la sujeción al grupo es parte de la realidad intersubjetiva como
condición de existencia del sujeto humano. Somos puestos en el mundo por más de otro, por
más de un sexo; nuestra prehistoria hace a cada uno de nosotros, mucho antes del
desprendimiento del nacimiento; nos sostienen como los servidores y herederos de “sus
sueños de deseos irrealizados, represiones y renunciamientos, en la malla de sus discursos,
fantasías e historias.
La prehistoria donde se constituye lo originario, la de un comienzo del sujeto antes de su
advenimiento, arraiga en la intersubjetividad. Sólo llegaremos a ser sus pensadores por los
efectos de resignificación. El sujeto es en primer lugar un “intersujeto” (fórmula de Käes)
El grupo que nos precede, representantes para el infans, nos sostiene y mantiene en una matriz
de investiduras y cuidados, predispone signos de reconocimiento y de convocación, asigna
lugares, presenta objetos, ofrece medios de protección y ataque, traza vías de cumplimiento,
señala límites y enuncia prohibiciones; se cumplen acciones psíquicas que sostienen o liberan la
represión de las representaciones, la supresión de los afectos, el renunciamiento pulsional. El
conjunto lo recibe, nombra, sueña, inviste, ubica y habla; el sujeto del grupo deviene sujeto
hablante y hablado, por el efecto de la lengua y del deseo de los que se hacen también los porta-
palabra del deseo, prohibición y representaciones del conjunto.

No existe psique humana sin que se efectúen estas acciones psíquicas. Sólo en estas condiciones
el sujeto puede usar el lenguaje y la palabra de las generaciones que lo preceden, las
predisposiciones significantes que hereda y de cuyo uso se apropia en parte para sus propios
fines.

En el sujeto del grupo coexisten varios espacios psíquicos intersubjetivos, cuyas


formaciones y procesos le son transmitidos por la vía psíquica y que él hereda de diversas
formas: por apuntalamiento, identificación, incorporación, con exigencias propias y sus
coacciones de represión, contradictorias o convergentes; le son transmitidas y modificadas
las formaciones del ideal, referencias identificatorias, enunciados míticos e ideológicos,
mecanismos de defensa, parte de la función represora, ritos.

Desarrollos de las investigaciones sobre la transmisión

La mayoría de las investigaciones referidas a la transmisión surgieron de una confrontación


clínica con organizaciones o estructuras psicóticas, borderline o narcisistas.

Abraham y Torok (1970) -> investigaciones sobre el duelo, incorporación, cripta y


fantasma; papel decisivo en la transformación de las perspectivas de la investigación.
Acento sobre el defecto de la transmisión (encriptado, forclusión, rechazo) y se destaca el
papel de la falta oculta, del secreto, de la no-simbolización. Se efectúa una transmisión
cuyas particularidades son identificadas por el enquistamiento en el inconsciente de un
sujeto de una parte de las formaciones inconscientes de otro que llegan a habitarlo como un
fantasma.

Estas perspectivas inspiraron importantes investigaciones clínicas y teóricas sobre las cuestiones
de la filiación; el análisis trata:
- de la forma como se transmiten los síntomas, los mecanismos de defensa, la
organización de las relaciones de objeto, los significantes;
- de la manera como los objetos y los procesos de la trasmisión psíquica estructuran
correlativamente el vínculo intersubjetivo y la formación del sujeto singular;
- del destino del niño heredero de la psicosis de los padres en el telescopaje de las
generaciones;
- de las identificaciones con la fantasía inconsciente o con el objeto del otro, en la
genealogía de las fantasías, en la dolorosa correlación del duelo y de la herencia
(Toubiana, 1988).

Los trabajos de Roustang (1976, 1980), Chertok (1984), Granoff & Rey (1983) y de la revista
Confrontation (1983, 10) han replanteado los abordajes de la transmisión psíquica al
articularlos con los de la hipnosis, sugestión, transmisión de pensamiento y telepatía.

Las elaboraciones fundadas en la práctica psicoanalítica de las terapias familiares aportaron


una importante contribución: los procesos y las formaciones psíquicas implicados en las
nociones de trasmisión intergeneracional pudieron ser descubiertos y puestos a prueba en un
dispositivo adecuado; en el campo de las prácticas grupales, las investigaciones de Rouchy
(1978), Missenard & Gutiérrez (1989) y Käes (sobre procesos asociativos en los grupos,
1984, 85, 94) permitieron comprender algunos aspectos específicos de los procesos de
transmisión-transferencia en la intersubjetividad sincrónica.

Trabajos inspirados por el movimiento social se centraron en la transmisión generacional de


los traumatismos vividos en catástrofes políticas y sociales. Estos abrieron varias
perspectivas: la más importante permite intentar la articulación de las formas y de los procesos
de la realidad psíquica de un sujeto, considerado en su singularidad con las formas y procesos
de la realidad psíquica que se constituyen en los vínculos intersubjetivos.

La mayoría de estas investigaciones tienen otro rasgo común: un fenómeno describible como
“urgencia” o suerte de impulso por trasmitir bajo el efecto de un imperativo psíquico
incoercible: necesidad resultada de exigencias pulsionales inconscientes, en las que prevalecen,
a veces, las exigencias narcisistas de conservación y continuidad de la vida psíquica, a veces del
Ideal del Yo y del Superyó (trasmisión de prohibiciones fundamentales). Es necesario trasferir-
trasmitir en otro aparato psíquico lo que no puede ser mantenido y albergado en el sujeto
mismo, o entre sujetos ligados entre sí por una poderosa alianza de intereses inconscientes.
La necesidad de trasmitir y la violencia de la herencia

La urgencia no es solamente la de trasmitir, sino también la de interrumpir una trasmisión. La


potencia del impulso hacia la continuidad o hacia la interrupción se expresa según modalidades
variables con apuestas diferentes: depósitos, enquistamientos, proyección o rechazo de lo no-
reprimido.

Freud en Tótem y tabú (1913) -> nada de lo que haya sido retenido podrá permanecer
completamente inaccesible a la generación que sigue o a la ulterior. Habrá huellas que
continuarán ligando a las generaciones entre sí en un sufrimiento del cual les seguirá siendo
desconocida la apuesta que sostiene.
Esta violencia de la trasmisión se establece más acá del sentido accesible por el lenguaje de las
palabras y de los actos de habla: es una trasmisión de cosa. En la cura, es normal que el
descubrimiento del anudamiento intersubjetivo del síntoma sea vivido como la revelación de
una violencia: cierto desposeimiento de la subjetividad del sujeto.

Ejemplo: una paciente intenta resolver la violencia que se le impone volviéndolo sobre sí
misma: automutilación y autopuniciones diversas, varias tentativas de suicidio. No poder dar
sentido al conjunto de síntomas la llevó a demandar un psicoanálisis, después de un intento
de psicoterapia emprendida algunos años antes (concluida rápidamente por una brusca
ruptura con su terapeuta; la encontraba demasiado gentil para su gusto ya que accedía a todas
las propuestas de cambiar los horarios de las sesiones que ella le hacía; la falta de oposición
la angustiaba y persistía en volver su rabia contra ella). Después de un año de análisis, los
síntomas desaparecen pero siente que se torna violenta en su actividad profesional respecto
de sus pacientes ancianas que debe cuidar, expresando y excusando que están “muy
deterioradas”, que no dejan de agredirla. No soporta dicha violencia ni la que ella proyecta
en ellas: esto la angustia profundamente hasta paralizarla en el ejercicio de su profesión.

Ante los nuevos síntomas, comenzó a lamentar el tiempo en que se laceraba, cortándose los
cabellos y las venas. Al efectuar un acercamiento con su madre, comenzó a preguntarle
acerca de su nacimiento prematuro, del hecho de que no había sido deseada, de las violencias
que le hacía padecer. Ella le respondió que de niña había sido golpeada, y que sufría sus
propios incoercibles y alarmantes accesos de violencia con respecto a su hija. Esta
revelación la sumió en la desesperación: no quería tener hijos; era necesario interrumpir la
maldición de la trasmisión. La hería esta representación insostenible de una parte de sí
misma fuera de sí misma; se sentía desposeída de su violencia; ya estaba presente en su
madre y abuela

abuela, alternadamente sufrida y actuada en la generación siguiente; había constituido su


violencia como base de su identidad, un zócalo que no se podía tocar ni ponerla en peligro.
El análisis le permitió representarse el valor incestuoso que esta violencia había adquirido al
adherir tres generaciones de mujeres, alternadamente víctimas y verdugos, a una escena
primitiva que el hombre estaba peligrosamente ausente.

Micheline Enríquez -> estudio sobre los influjos del delirio parental sobre la memoria de
los descendientes; confrontado con el discurso delirante de uno de sus padres, el hijo deberá
conseguir negociar la compleja violencia que este le impone, para no retomarla tal cual a su
cargo. El análisis muestra que la negociación psíquica de una herencia tal tiene un aspecto
positivo, constructivo de una realidad que da cuenta del sufrimiento y orígenes, y un aspecto
negativo, por la destructividad que vehiculiza. En tales casos, el pensamiento del hijo se ve
confrontado con una confusión entre vida y muerte, entre interpretaciones causales
antinómicas del sufrimiento, entre un vínculo filial simbólico y una filiación homosexual: el
sujeto va a intentar recurrir a diferentes mecanismos de defensa para preservar un proyecto
identificatorio, y oponerse a la mutilación impuesta a su memoria y a su actividad de
pensamiento.
La negatividad en la trasmisión

Freud señaló en “Introducción al narcisismo” (1914) que la trasmisión se organiza a partir de


lo negativo, de lo que falta y falla: el narcisismo del niño se apuntala sobre lo que falta a la
realización de los “sueños de deseo” de los padres. Luego, en investigaciones contemporáneas,
se confronta una negatividad más radical: la trasmisión se organiza también a partir de lo que
no ha advenido, lo que es ausencia de inscripción y de representación, o de lo que, en forma del
encriptado, está en estasis sin ser inscrito. Las investigaciones sobre las filiaciones del síntoma
en familias y grupos de distintos autores muestran cómo se organiza, a partir de diversas
modalidades de lo negativo, la trasmisión directa del afecto, del objeto bizarro o del significante
en bruto sin espacio de trascripción y de trasformación, sin apuntalamiento.

Si se inscribe la trasmisión en el registro de lo negativo, se manifiestan más precisamente las


condiciones necesarias para que el espacio psíquico pueda constituirse y para que el proceso de
trasmisión pueda efectuarse: si es en lo que escapa a nuestra voluntad y actividad donde se
efectúa lo esencial de la trasmisión, también la ausencia de la prohibición hace imposible la
representación, el juego de la fantasía, el placer y el trabajo de pensamiento.

Aparato de trasmisión, proceso de transformación

En la clínica, la negatividad no es siempre directamente reconocible en la trasferencia sobre el


terapeuta, sino bajo la forma en que se manifiesta como ausencia de trasferencia o como ataque
contra la actividad de ligazón, en la trasferencia negativa. Especialmente en el primer caso, lo
negativo es con frecuencia reconocible en otra configuración del vínculo, por una especie de
desplazamiento de lo negativo, más favorable a su puesta en representación, en un dispositivo
donde el aparato de trasmisión puede funcionar de otro modo.

Lo esencial del análisis se apoya en los movimientos de trasferencia de trasferencias. El


modelo teórico al que remite el autor es el del aparato psíquico grupal; este da cuenta de la
situación de grupo propiamente dicha y de las situaciones de los controles que ponen en
juego el trabajo psíquico de la intersubjetividad, en primer lugar en el supervisor.

Distinción entre trasmisión de objetos transformables y trasmisión de objetos no


transformables (inspirada en los trabajos de W.R. Bion, 1965):
- Objetos psíquicos inconscientes transformables: estructura del síntoma o del lapsus;
transferibles sobre el terapeuta; se trasforman por otra parte naturalmente en el seno de
las familias: forman la base y materia psíquica de la historia que las familias trasmiten
a sus descendientes de generación en generación.
- Objetos no transformables: es posible reconocer sus efectos en los objetos “en bruto”
(especie de cosas que tienen, entre otras finalidades, la de atacar el aparato de
trasformación de los miembros de la familia o grupo, o de los terapeutas); permanecen
enquistados, incorporados, inertes. Cuando son transferibles, primero lo son en forma
de trasfusión o de las identificaciones adhesivas y proyectivas; en muchos casos sólo
devienen trasferibles cuando el terapeuta ha podido reconocer sus efectos en otro marco,
en otro grupo de trasformación en el que podrá modificarse el destino de la no-
inscripción de lo vivido en la cadena generacional o grupal.

Winnicott (1974) alude a esta noción de no-inscripción para hablar de un “vivido no-vivido y
siempre por revivir” y del temor de un derrumbe ya acontecido, sin que el Yo sea capaz de
metabolizar lo que en ese momento vivió fuera de toda representación de palabras; fracaso de la
función porta-palabra (Aulagnier, 1975).

El dispositivo terapéutico del grupo puede poner en marcha el proceso vivo de la


trasmisión de la herencia psíquica; en la mayoría de los casos esta creación psíquica sólo se
hará al precio de un intenso trabajo sobre las resistencias mutuamente sostenidas que se le
oponen: lo que se ha enquistado antiguamente con el acuerdo inconsciente de otros, y ha sido
forcluido o renegado, sólo puede reaparecer en el arreglo de las subjetividades acopladas
en el espacio grupal si las resistencias a develar el pacto negativo, el contrato grupal o
familiar sobre lo negativo son levantadas y su incumbencia es analizada.

La patología de la trasmisión, si bien afecta a un sujeto en su singularidad, no puede por


definición ser un atributo de este sujeto, sino una formación que adquiere función en esta doble
economía psíquica: es “sostenida” en el proceso psíquico del sujeto singular y en el proceso
psíquico del conjunto intersubjetivo. Es necesario comprender la hipótesis freudiana de este
aparato de interpretar que aseguraría la función de trasmisión y de trasformación.

Crisis de trasmisión y modernidad

La modernidad de Freud, cuando piensa la trasmisión psíquica, está en la potencia de ruptura


que contienen los modelos que propone: el del après-coup (uno de los principales; hace de la
falta, ausencia y falla una condición de trasmisión; de la positividad de los objetos y procesos
que la constituyen en trasmisión de la vida).

Las emergencias de nuevas patologías, esencialmente los sufrimientos psíquicos asociados a las
perturbaciones graves de la trasmisión y del vínculo, pero también el desarrollo de ciertas
sensibilidades clínicas y teóricas en el psicoanálisis revelaron las profundas fallas en las
continuidades narcisistas en las que se fundan el sujeto singular y los conjuntos relacionales de
los que forma parte. Estos factores contribuyen a radicalizar la dimensión de lo negativo en el
centro de las apuestas de la trasmisión, hasta el punto extremo en que se plantea la cuestión de
saber si aún existe vida.
Para superar el falso y recurrente problema de la oposición del individuo y del grupo, hay
que imaginar y pensar al sujeto psíquico como inseparable de la intersubjetividad, de sus
exigencias de trabajo psíquico, de sus coacciones y de sus límites. Se debe pensar las fallas y
telescopajes entre estos dos espacios con leyes y reglas propias de sustitución recíproca.

La cuestión de trasmisión es una cuestión de la modernidad: estas dos cuestiones parecen


indisociables, invocadas la una por la otra. Movilizan movimientos contrarios: tentativas de
poner en juego, tratar y pensar lo que se ha roto, o la voluntad de ensanchar todavía más la
distancia entre lo antiguo y lo nuevo; lo mismo y lo otro.

Lastra, S., Saladino, G. De la genealogía al proyecto identificatorio. Algunas


puntualizaciones acerca de adolescencia y transmisión (pp.117-130. En Grassi, A. y Otero,
Ma. E. (Comps.) Entramados vinculares y subjetividad. Niños, niñas, adolescentes y familias
en psicoanálisis. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Entreideas, 2019

La construcción del proyecto identificatorio estará enlazada a la revisión histórico vivencial y a


la apropiación subjetiva del capital simbólico heredado.

Desde Aulagnier, se considera al trabajo de historización relacionándolo con el nuevo armado


identificatorio, que nacerá a lo largo de los procesos de la adolescencia. El adolescente,
mediante el pasaje de firma, será quien diseñará los andariveles por donde circulará su proyecto
identificatorio (conjunto de expectativas del sujeto para su tiempo futuro). Para que esto pueda
ser llevado adelante, se requiere hacer base en la cadena generacional que precede al
adolescente, y de la cual él será un sucesor. Este trabajo de historización es obra de la instancia
yoica; se funda en una creación-interpretación del pasado para dirigirse hacia el trazado del por-
venir. Historia como redacción biográfica; la particular significación que el sujeto adolescente
brinde a su memorizable afectivo tendrá densidad. El trabajo psíquico de poner en memoria se
realizará a partir del anclaje de una genealogía: el adolescente toma fragmentos significativos
del discurso familiar (referido a mitos de origen en la confluencia de dos linajes).

D. Najmanovich (2008) -> posicionamiento en el pensamiento de la complejidad; “pensar


en red implica la posibilidad de tener en cuenta el alto grado de interconexión de los
fenómenos y establecer itinerarios de conocimiento tomando en cuenta las diversas formas
de experiencia humana y sus múltiples articulaciones”

Dentro de los paradigmas de la complejidad se alude a sistemas abiertos (con capacidad de


autoorganización y en permanente intercambio con el entorno). El sistema emerge a partir de la
dinámica interactiva de las redes, tanto en el nivel interno como en el encuentro con el medio.
Dentro de este marco, podrá hablarse del psiquismo considerado como un sistema abierto: el
aparato psíquico puede ser entendido como una organización con posibilidades de auto
elaboración; los movimientos psíquicos pueden abrir la transición a un estado novedoso. Se
postula un individuo activo productor de subjetividad. Las modificaciones provenientes desde lo
interno o lo externo pueden dar lugar a nuevas estructuras. Las alteraciones de orden por
fluctuaciones suponen la intervención del azar. A través de la metabolización de lo azaroso en
organización, el psiquismo engendra nuevas formas por acrecentamiento de complejidad. El
recorrido actual de los acontecimientos podrá propiciar la autoorganización del sistema;
determinismo y azar se combinan, e interjuegan en la construcción de la subjetividad. Según
Grassi (2010) las fluctuaciones propiciarán el despliegue de un des-orden. El caos ligado a lo
nuevo (acontecimiento) podrá proveer un saldo positivo al psiquismo, en tanto habilite nuevas
elaboraciones.

La producción de subjetividad porta la interconexión de lo intra, inter y transubjetivo. El


adolescente como sujeto activo no queda simplemente atravesado por los cambios físicos de
una fase más dentro de la evolución; realizará un trabajo de investigación histórica familiar
(interrogaciones lanzadas hacia el espacio de lo genealógico; trabajo psíquico que conlleva la
pregunta por el origen, la cual se responderá con una construcción singular, ligada a la
historización).

La investigación histórica conduce a lo generacional. Para pensar la constitución de la tópica


deviene esencial extender la mirada más allá de las figuras en contacto directo con el sujeto.
Hablar de encadenamiento entre las generaciones implica remitirse a la prehistoria de ese sujeto
y de ese grupo familiar, que deberá ser contextualizado en lo socio-cultural.

Aulagnier (1975) -> Si se sitúa a la pareja parental en nuestra cultura, se comprueba que la
madre es el primer representante del otro; el padre es el primer representante del discurso de
los otros (discurso del conjunto). “cualquiera que cumpla ese rol, no necesariamente el
padre, es siempre necesario. El discurso materno deberá encontrar ese punto de referencia
y luego aceptar ser la voz que enuncia al infans la existencia de esta referencia”. La
función materna exige apoyarse en un modelo.

Al ocuparse del contrato narcisista, se vuelve a destacar lo fundamental de la escena


extrafamiliar en la constitución del espacio al que la instancia yoica debe devenir. La palabra
materna y paterna deben estar sometidas a la ley que dispone el discurso del conjunto (vínculo
entre la organización de la familia dentro de la sociedad y la incidencia de esta en la
conformación del psiquismo individual).

Existe una porción de subjetividad que excede al individuo, que nace entrelazada entre lo inter y
lo transgeneracional. Trasmisión es un concepto principal para profundizar estas
consideraciones, junto con el de herencia (no como hecho estático, sino sobre lo que el
adolescente va a operar procesos de metabolización; trabajo de apropiación, destrucción e
introyección de lo heredado). Estos trabajos psíquicos son específicos del momento de lo
puberal-adolescente y pueden pensarse como movimientos de interpretación-creación de la
historia.

Intersubjetividad, herencia y trasmisión en la obra de Sigmund Freud. Una lectura posible


René Kaës, desde sus primeros escritos, se interroga sobre la cuestión de lo heredado en la
etiología de la neurosis y de su transmisibilidad por vía psíquica, apartándose de la teoría de la
degeneración.

Freud (1905) -> Sobre el análisis de Dora este habla de la importancia de las condiciones
puramente humanas y sociales, y a los datos somáticos y síntomas mórbidos, además de
interesarse por las relaciones familiares. En la exposición del material clínico de este
análisis, y luego de la presentación de la familia de la paciente y del detalle de la enfermedad
de su padre, el autor precisa cómo influye en la subjetividad particular de Dora su
pertenencia a esa constelación familiar. Aquí se lee el entrecruzamiento intra e
intersubjetivo en la formación de fantasías, síntomas y deseos.

Respecto a la formación de síntomas, en la conferencia nº23 (Conferencias de Introducción al


Psicoanálisis), ubica el vivenciar prehistórico en la serie complementaria de la predisposición
por fijación libidinal, junto con el vivenciar infantil. Al sumar los sucesos accidentales en el
adulto, daría por resultado la causación de la neurosis. Freud presenta este esquema a modo de
un árbol genealógico (2001).

Freud (1921) -> En “Psicología de las masas y el análisis del yo” señala tres cuestiones:
- Si bien la psicología individual se ciñe al ser humano singular y estudia los caminos
por los cuales busca alcanzar la satisfacción de sus mociones pulsionales, el otro
cuenta, con total regularidad, como modelo, objeto, auxiliar y enemigo.
- En las relaciones con padres, hermanos, persona amada, amigo, maestro y médico,
el individuo experimenta el influjo de una persona única o un número muy pequeño
de ellas, cada una de las cuales ha adquirido una enorme importancia para él.
- La psicología de las masas trata del individuo como miembro de un linaje, pueblo,
casta, estamento, institución o integrante de una multitud organizada en forma de
masa durante cierto lapso y para determinado fin.

En la conceptualización de la segunda tópica habla de una genealogía de la psique: el ello


hereditario, el Yo que deriva del Ello, el Superyó heredero del complejo de Edipo, y la
constitución de este siguiendo el modelo del Superyó de los padres.

Freud (1913) -> En “Tótem y tabú” hace al sujeto heredero de la culpa de los ancestros,
tradiciones y acervo cultural; afirma que si los procesos psíquicos no se continuaran de una
generación a la siguiente, no existiría ningún progreso ni desarrollo alguno (adquisición de
toda su postura frente a la vida de nuevo).

“Introducción al Narcisismo” (1914) -> entrecruzamiento del estatuto narcisista del sujeto
(es para sí mismo su propio fin) con el del sujeto de la intersubjetividad (eslabón de una
cadena a la que está sujeto sin la participación de su voluntad; es servidor, beneficiario y
heredero). “Su majestad el Bebé” se apuntala en el narcisismo de la generación que lo
antecede, y hereda la carga de cumplir los sueños irrealizados por los padres.
Sujeto del inconsciente como sujeto de la herencia; en este encadenamiento generacional se
anuda materia psíquica y se apuntala más de una formación de la psique (Kaës, 2006).

Freud (1938) -> En “Moisés y la religión monoteísta” expresa que la herencia arcaica del
ser humano abarca predisposiciones, contenidos, huellas mnémicas de lo vivenciado por
generaciones anteriores; si suponemos la persistencia de tales huellas en la herencia arcaica,
se habrá tendido un puente sobre el abismo entre la psicología individual y de las masas.

En el decurso del tiempo: re-creación del proyecto identificatorio

Todo individuo porta en su corporeidad las trazas de la genealogía; la cadena genealógica


refiere a una prehistoria que deja sus marcas en la conformación subjetiva. Existen conexiones
entre la constitución de la subjetividad y lo que a ella aporta la pertenencia a un linaje
(nominación dentro del sistema de parentesco; orden que un individuo ocupa en relación a la
sucesión genealógica). Tisseron considera al individuo como un grupo interiorizado, cuya
psique está sometida a la prueba de las generaciones; Sternbach (2006) plantea una subjetividad
hecha de cuerpo, psiquismo y lazo social.

La subjetividad como integración psicosomática; debe tenerse en cuenta que el cuerpo


erógeno será construido en el encuentro con el otro (padre o madre que mece y habla al
cuerpo del infans); el aparato psíquico encontrará distintos momentos en los cuales se trata
de metabolizar lo heterogéneo.

El entretiempo de lo puberal-adolescente será oportunidad de producir uno de estos trabajos; es


una puesta en des-orden que, de mantenerse en los procesamientos saludables, habilitará neo-
organizaciones. En el campo de la trasmisión general de la vida psíquica es uno en los que se
desplegarán los trabajos de des-orden. La puesta en des-orden cobra una dimensión trans-
subjetiva.

Grassi (2010) -> La subjetividad demanda encontrar nuevos ordenamientos, reordenar, des-
ordenar las relaciones del cuerpo infantil con la propia historia, con los padres de la
infancia, con la infancia de los padres, con su lugar en el circuito de deseo familiar.
Demanda replantear las identificaciones infantiles enraizadas en lo somático y en la familia.

Durante el trayecto adolescente es necesario producir nuevas organizaciones psíquicas que


signifiquen el crecimiento y la genitalidad. La representación simbólica del cuerpo erótico, con
el despliegue inédito de lo pulsional-genital, envuelve trabajos psíquicos que remiten a los
fundamentos de la subjetividad, lo que repercute en la re-organización de las identificaciones
sexuales, de género y generacionales.

Poner en memoria y construirse un pasado implicarán al sujeto, dentro de los procesos puberal-
adolescente, anudarse a una genealogía. El trabajo de historización se halla engarzado a la
función del ancestro (memoria de grupo) y a la función del infans (linaje que se abre al por-
venir). A través del deseo de la pareja parental, del narcisismo transferido, se realiza una
inscripción de la historia del adulto en el hijo, donde la memoria de la genealogía comienza a
instalarse en este delicado y pequeño cuerpo erógeno, a través de inscripciones
pictogramáticas. Por lo tanto existe una historia vincular previa anterior al advenimiento de lo
puberal-adolescente, entretejido en la trama familiar.

La adolescencia puede considerarse como un entretiempo generacional; momento de


particular articulación, exploraciones y aperturas. Remodelación y armado en el que el sujeto
toma de lo mítico familiar y, desde esa plataforma singular podrá, en un tiempo futuro,
transmitir a sus propios hijos cuando llegue a ocupar su función paterna/materna.

Aulagnier (1994) -> Proyecto identificatorio: enunciados sucesivos por los cuales el sujeto
define (para él y los otros) su anhelo identificatorio, su ideal. El proyecto se manifiesta en la
escena de lo consciente como efecto de mecanismos inconscientes propios de la
identificación. Es un proyecto temporal vinculado con el modelado de una imagen ideal que
el Yo se propone de sí mismo.

El sujeto puede adjudicarse la posibilidad de gestar cambios tanto en su edificio identificatorio


como en la elección de aquellos objetos que serán soporte de sus investimentos libidinales. El
cambio debe funcionar como instrumento de placer; placer a futuro como condición para
generar modificaciones.

La instancia yoica realiza la autoconstrucción continua de una imagen ideal que le garantiza
que el tiempo porvenir no será ni un mero efecto de lo azaroso, ni se conformará según el deseo
de otro yo; esperanza para que el yo pueda, en una temporalidad diferida, llegar a coincidir con
esa imagen ideal.

La presencia del proyecto identificatorio da cuenta de que el Yo recorrió los procesamientos


que se relacionan con el trayecto entre el yo ideal, y el ideal del yo (como sedimento), producto
del desenlace edípico.

El proyecto identificatorio remite, vía la resolución edípica, al armado del Ideal del Yo
(según Freud, constituido por identificación a los progenitores, quienes realizaron una
apuesta libidinal sobre el infans; el ideal infantil se construyó en consonancia con los deseos
parentales).

En la configuración identificatoria persistirá un tiempo ancestral, atravesando a los individuos


desde lo genealógico. Todo individuo ocupa un lugar asignado desde la red de
posicionamientos familiares. Tomando en cuenta la noción de psiquismo abierto, se piensa que
cabe la ocasión de hacerlo de manera inédita, pudiendo remodelar la conformación de esos
lugares.

El parto del hijo, como acontecimiento, desencadenó el descubrimiento de una incógnita; de la


sombra hablada al niño advenido. En la adolescencia de los hijos puede darse un punto de
encuentro o desencuentro (debido a que han sido depositarios de los ideales paternos, y habrán
de crear una impronta singular en relación a ellos).

Tisseron -> Influencia: circulan entre padres e hijos, entre hijos y padres, propiciando
elaboraciones en diferentes etapas del trayecto subjetivo. El adolescente interiorizará
propuestas identificatorias modeladas desde los padres y desde lo epocal.

Son importantes los lazos actuales, los vínculos presentes, que traen aparejadas experiencias
inéditas; los espacios de lo heterofamiliar explorados por el sujeto adolescente harán que este
extraiga, activamente, nuevas propuestas identificatorias.

El adolescente gestará mutaciones en relación a lo transmitido por los antecesores; lo


identificatorio proveniente de lo familiar funciona como referencia en los senderos de lo
saludable, no como herencia coagulada, sino con posibilidades de renovación-recreación.

Gomel (1997) -> ¿Qué es lo que se transmite y cuáles son las vías para que esa transmisión
sea factible? Plantea tres pivotes de la transmisión:
- Desde lo simbólico, los vínculos familiares derivan de la puesta en juego del
principio del intercambio a partir del marco transcultural sostenido por reglas que
atraviesan todas las culturas, las cuales se inscriben en el psiquismo más allá de un
contexto determinado. Dos hitos: prohibición del incesto y parricidio (función
ordenadora del reconocimiento sucesivo de diversos lugares sin confusión; habilita
a que el ser humano pueda trasladarse de una coordenada genealógica a la otra);
pasaje de la universalidad de la Ley a la singularidad de su tramitación.
- Eje de las significaciones sociales: ideologías, creencias, sistemas axiológicos,
modelados por las redes familiares. Supuestos identificatorios familiares como
condensación de anhelos actuales y pretéritos.
- Eje de lo no advenido al campo representacional: trazas imposibilitadas de
elaboración psíquica que, transitando de una generación a otra, constituyen el
legado de una pesada herencia (si persiste la no-elaboración, podrá traer efectos
patológicos).

El ser humano se constituye siendo efecto de una intersubjetividad mediada por la cultura. A
partir del trayecto identificatorio atravesado por lo genealógico, se fraguará una singularidad
irrepetible. El grupo familiar insertado en lo socio-cultural, como un haz de elementos cuya
combinación propiciará el anidamiento de la nueva subjetividad. Aparato psíquico familiar
con diversas funciones:
- Ligar el psiquismo del individuo naciente a su genealogía;
- Mentalización del aparato psíquico familiar que, en casos saludables, permitirá donar y
transformar aquello que circula como bagaje de ese grupo;
- Impacto en las generaciones venideras.

Córdova -> la adolescencia marca una discontinuidad: los vínculos de lo parento-filial


estarán sujetos a una nueva versión a partir del trabajo de historización; el adolescente podrá
re-edificar el vínculo primordial que conlleva los trabajos de transmisión paterna y la
filiación.

La “precedencia del sujeto por más de un otro” (Kaës, 2006) aportará herencia psíquica que
tomará visos elaborativos en tanto se puedan introyectar aspectos de esos otros, sin que el sujeto
quede pasivizado. La transformación que realizará el adolescente en cuanto al armado de su
proyecto identificatorio y de su ideal, se basará en la puesta en historia de la mítica familiar.
En lo saludable, se inaugura lo novedoso a través de la posibilidad de ocupar posiciones en lo
heterofamiliar: nuevas identificaciones y elecciones inéditas (para el adolescente denotará la
presencia del trabajo psíquico del hallazgo-creación de objeto).

En los senderos de lo patológico: el tiempo congelado

Si los trabajos adolescentes se ven impedidos por obstáculos inter o intrasubjetivos, puede ser
este un momento especial para la aparición de patologías. El reacomodamiento de la
adolescencia moviliza toda la estructura vincular y tiene a la confrontación entre las
generaciones como epicentro, la cual viene a romper la ficción narcisista de atemporalidad
compartida por padres e hijos. Se hacen presentes el paso del tiempo y la muerte; el bebé
maravilloso ya no es tal y la familia debe abrirse para no tornarse una trampa mortífera.

Siguiendo la noción de Aulagnier -> la función del contrato narcisista en relación con la
continuidad narcisística del grupo y con la prohibición del incesto intergeneracional. La
desviación o insuficiencia de este contrato es generadora de ambigüedad y confusión entre
las generaciones: Edipo, al violar la Ley simbólica humana, borra las diferencias
generacionales y confunde el orden social, político, biológico y familiar.

Algunas familias aceptan el desafío y acompañan a la generación que crecen; otras se resisten al
cambio obstaculizando el desasimiento de los hijos, complicando la construcción del afuera e
impidiendo el encuentro con lo distinto más allá del territorio endogámico. Estas familias se
cierran sobre sí mismas y sienten como desestructurante la diferenciación.

El narcisismo parental encuentra refugio en el hijo: es este quien deberá cumplir con los deseos
irrealizados de sus progenitores. El nacimiento de un hijo puede convertirse en una grave
herida narcisística para sus padres cuando, demasiado alejado del ideal, el hijo impone un
trabajo de duelo casi imposible.

Entre los trabajos de la adolescencia se ubicó el de la construcción de un pasado, que posibilita


al yo anclar determinadas certezas para investir un tiempo por venir. Para Aulagnier (1991) el
Yo es la instancia encargada de redactar un compromiso identificatorio; “el contenido de una
parte de sus cláusulas no deberá cambiar, mientras que el contenido de otra parte de ellas
tendrá que ser siempre modificable para garantizar el devenir de esa instancia”: principio de
permanencia y principio de cambio; rigen el funcionamiento identificatorio. Yo parental como
cosignatario de este compromiso mientras dure el tiempo de la infancia, asegurando la identidad
del redactor y los límites de lo modificable. Luego del abandono de la infancia, el Yo del
adolescente deberá ser el único signatario y tomar a su cargo las negociaciones con la realidad,
con los otros y sus ideales, permitiéndole reconocerse en su singularidad a pesar de los
cambios.

En otros casos, la alianza firmada por el yo parental desemboca en una suerte de fiscalización
de por vida y el aliado se convierte en colonizador bajo el deseo imposible de que “nada
cambie”.

Transmisión: conjunto de operaciones psíquicas inconscientes que circulan de una


generación a otra: marcas de genealogía que tendrán que ser significadas por el sujeto. Este
trabajo de apropiación y transformación de lo heredado, liga y desliga a las generaciones
permitiendo la continuidad del legado familiar y cultural, con la marca particular que el
sujeto le imprima.

La transmisión de la vida psíquica también, en algunos casos, impone al psiquismo el trabajo


de tener que elaborar lo no tramitado por generaciones anteriores. Al abordar el tema de la
transmisión de la vida psíquica entre las generaciones se debe tener en cuenta esta doble
vertiente:
1. Saludable: herencia positiva vinculada al concepto de introyección (Tisseron); un
sujeto recibe lo transmitido por el grupo familiar y produce una elaboración singular.
2. Patológica: herencia negativa vinculada al concepto de incorporación, en donde llegan
al sujeto contenidos encriptados como resultado de lo no elaborado por generaciones
anteriores.

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