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Unidad 1
Stanley Hall -> Estudio de la Adolescencia como una fase evolutiva con características
específicas (1904)
Walter Benjamin -> la juventud se sitúa en el centro de donde nace lo nuevo (1914)
Winnicott -> Crecer es un proceso de subjetivación, que conlleva una fantasía inconsciente
agresiva. (1986)
El crecimiento implícito en el significante adolescente es un puro devenir, con sus sentidos de
cambio, transformación, acontecer y transcurrir.
Los adolescentes al crecer agitan los espectros de las tres figuras de la alteridad en su versión
más radical: el extranjero, la muerte y la sexualidad.
“Adolescencia” derivado de adolecer: ideología de corte discriminatorio y teorías
evolucionistas dogmáticas; niños y adolescentes como seres inacabados, imperfectos, a medio
camino respecto a un ideal de perfección y completud (arribado en la adultez según un
desarrollo y etapas cronológicas rígidas y predeterminadas)
Sectorización del universo y sujetos en sistemas cerrados para amoldarlos a sus leyes; no
se admite el desorden como condición para procesos saludables por lo que se intenta
mutilarlo o segregarlo como anómalo, atípico o perturbador.
Nasio, D. ¿Cómo actuar con un adolescente difícil? Pp. 15-20. Buenos Aires: Paidós 2011
La adolescencia es un pasaje obligado, delicado, atormentado pero creativo, que se extiende
desde el fin de la infancia hasta las puertas de la madurez. Poco a poco deja de ser un niño
para encaminarse difícilmente hacia el adulto que será. 3 puntos de vista: biológico,
sociológico y psicoanalítico.
Sociológico -> período de transición entre la dependencia infantil y la emancipación del joven
adulto. Este puede ser muy corto, reducido a un rito iniciático, o particularmente largo, por
autonomía tardía, dependiendo de la cultura.
Considerando estos dos extremos, puede afirmarse que la pubertad signa su entrada hacia los 11
o 12 años, mientras que la emancipación puntúa su salida alrededor de los 25.
Suele suceder que al adolescente le cueste expresar su malestar con palabras. No sabe o no
puede verbalizar el sufrimiento difuso que lo invade. El adulto debe ayudar, pero no ofender.
Si no habla no es porque no quiere comunicar, sino porque no sabe identificar lo que siente ni
verbalizarlo, entonces su malestar se traduce por medio de actos, comportamientos impulsivos.
Grassi, A. Desvíos-bordes y desbordes. Sobre los modelos para el estudio de las
adolescencias. En Territorios Adolescentes y entretiempo de la sexuación. Buenos Aires:
Entreideas, 2018
Stanley Hall -> la adolescencia es el período de desarrollo que se ubica entre la infancia y la
etapa adulta; etapa de crecimiento tomada como objeto de estudios por la Psicología del
Desarrollo (1904)
Margaret Mead -> nexo entre crecimiento y cultura; rituales que los adolescentes introducen
como nuevas prácticas son una clara muestra de la implicancia de los grupos, instituciones y
contextos histórico-sociales donde se entreteje el crecer.
Inmadurez:
El “estado delvaloración negativa
creciente”, propia de lapsíquica,
su estructuración incompletitud; representada
no reducidos en consideran
a su bios, la consabidauna
irresponsabilidad adolescente.
complejidad de factores, Inmaduro,
relativos, irresponsable,
cambiantes. Marcadoscarente, sufriente. sociales,
por circunstancias
políticas, familiares, corporales, históricas, culturales, vinculares, sexuales, la subjetividad
trabaja en su producción. La adolescencia es un momento constitutivo.
Se plantea un devenir rectilíneo, teleológico dirigido a corto o mediano plazo a la completud.
Se deben considerar los obstáculos, problemas y dificultades como parte propia, inherente a los
procesos saludables. Es necesario considerar la perspectiva de la complejidad y saberes
localizados (geográfica, histórica y socialmente circunscriptos). En el crecimiento no existe
tal desarrollo universal, unilateral, rectilíneo, progresivo.
Según el positivismo lógico, cuando el desarrollo no cumple con los programas, ritmos y/o
lineamientos de sus carriles naturales, normales, preestablecidos, se dispone a repartir
diagnósticos y recetas. Se patologizan, medicalizan o judicializan procesos aún en curso.
Estigmatización y fijación del adolescente como irresponsable y en situación de “bajo
sospecha”.
Un diagnóstico diferencial entre salud y patología, que considere los trabajos psíquicos propios
de sus momentos, lógicos y cronológicos, como sus apoyaturas, condiciones subjetivas e
intersubjetivas, familiares, vinculares, institucionales, debe poder evaluar el proceso, sus
detenimientos y capacidades.
El deseo y el placer por crecer son condición indispensable en las evaluaciones del estado del
creciente. Acompañado de sufrimientos traducidos a veces como angustias. Este registro
presente en el crecimiento es una formulación freudiana relacionada con la niñez que se retoma
para considerar en sus diferencias y especificidades en la adolescencia.
Winnicott -> La inmadurez contiene los rasgos más estimulantes del pensamiento creador,
sentimientos nuevos y frescos, ideas para una nueva vida (1971)
Si hay detenimiento y amenaza de agotamiento de los recursos propios, diremos que hay
anuncios de patología en puerta.
Sujeto y Psicoanálisis:
1) El yo: instancia psíquica freudiana que ha generado muchas polémicas en la historia del
psicoanálisis; controvertida y cercana a sujeto.
o Lacan (1983): traza diferencias entre sujeto y yo; el yo forma parte del orden
imaginario, mientras que el sujeto es parte del orden simbólico. Mantiene esta
distinción fundamental en tanto núcleo de identificaciones alienantes, su
vinculación con el narcisismo y el estadio del espejo.
o Piera Aulagnier: propone un modelo de aparato psíquico complejizado y otorga
nuevas funciones al yo, entre las cuales destaca la de historización, específica
de procesos adolescentes donde se realizan operaciones relativas a la
articulación con la temporalidad.
Se trata del paso del tiempo por el aparato psíquico, la marca que el paso
del tiempo deja en el psiquismo, su inscripción. La inscripción (de lo
pasado, lo vivido como perdido, el paso del tiempo como límite) psíquica
de la temporalidad como “cura”. Lo pasado, en simultáneo con la
inscripción del presente como fugacidad, que tiene fin y no dura para
siempre, y a la vez, la necesidad de construir un por-venir.
Del bebé al adulto, pasando por la niñez, pubertad y adolescencia, el desarrollo corporal implica
un trabajo continuo del yo.
En la adolescencia donde ello(s) eran, estaban, el pasaje de firma es apropiación del nombre
propio, personal. El yo afirma su consistencia desgajado de ello(s), el Icc impersonal, familiar.
Ese yo debo devenir es la apuesta adolescente que se afirma más allá de lo familiar. Si uno de
los trabajos adolescentes consiste en hacer caer identificaciones parentales infantiles, donde
ello(s) eran garantes, donde el Otro investía los objetos privilegiados de su deseo, yo debo
devenir.
Donde ello(s) eran, donde ello estaba, con mediación del Otro, de los otro(s), debo devenir
yo sujeto.
Nuevas metáforas han ido dando forma a nuestra experiencia del mundo; se destaca la
noción de red que hoy ocupa un lugar central en la producción de sentido de las ciencias
naturales y sociales. El paradigma de la simplicidad exige pureza y definición absoluta. Los
abordajes de la complejidad dan la oportunidad de expandir y transformar o, reinventar el
juego del conocimiento.
Pensar “en red” implica la posibilidad de tener en cuenta el alto grado de interconexión de los
fenómenos y establecer itinerarios de conocimiento tomando en cuenta las diversas formas de
experiencia humana y sus múltiples articulaciones. La red no tiene recorridos ni opciones
predefinidas.
Las redes dinámicas son fluidas, pueden crecer, transformarse y reconfigurarse. Son ensambles
autoorganizados que se hacen “al andar”.
Los enfoques dinámicos e interactivos llevan implícito un cambio en el tratamiento global del
conocimiento y del mundo. La idea misma de un fundamento sólido de la existencia y del saber
ha entrado en crisis: se permitió pasar de una concepción estática y aislada del ser hacia una
perspectiva en red (interactiva, dinámica y multidimensional). Se trata de un movimiento capaz
de dar cuenta del saber y del mundo en términos de redes poiéticas, capaces de producir y crear
en y a través de interacciones transformadoras.
Ciencia clásica: entidad cerrada y distinta, que se define aisladamente de su existencia. Sus
caracteres y propiedades se suponen independientes del entorno, al que se considera inerte.
Los enfoques complejos caracterizados por pensar en términos de interacciones no lineales nos
dan la posibilidad de salir del círculo vicioso y habilitar un pensamiento fluido, capaz de
adoptar diversas configuraciones.
La configuración surge del encuentro de los seres humanos con el mundo al que pertenecen,
encuentro múltiple y mediado, en el que emergen simultáneamente el sujeto y el mundo en
su mutuo hacerse y deshacerse. La forma red es la más adecuada para pensar la
multiplicidad de configuraciones que se producen en y a través de los intercambios. Puede
adoptar tanto formas regulares como irregulares.
a) Las partes de un sistema complejo sólo son “partes”; lo que será parte o sistema
dependerá del modo de interrogación e interacción que empleemos.
b) Se encuentran patrones de interacción en red
c) La “unidad heterogénea” formada en y por la dinámica no puede explicarse por sus
componentes. El sistema emerge a partir de la dinámica interactiva de las redes, a
nivel interno y en intercambios con el ambiente.
d) El sistema abierto es una configuración activa producto de su intercambio con el
medio, que no es un contexto pasivo sino un entorno activo. Resulta imposible la
existencia de un suceso aislado, ambiente neutro, o un “todo” completamente
terminado.
El sistema dinámico organizado no es el producto fijo, sino una resultante de un proceso
dinámico de interacciones de redes que generan sus propios bordes y producen una unidad
autónoma.
Castoriadis (1983) -> Distinción entre modos instituidos e instituyentes de lo social; ayudó
a comprender cómo el pensamiento de redes dinámicas nos permite pensar(nos) en nuestro
devenir como sujetos sociales enredados en múltiples configuraciones vinculares.
Es importante aprender a ver las configuraciones a diversos niveles, explorar las formas de
conexión y desconexión y las circulaciones, generando cartografías móviles de los territorios
convivenciales y no conformarse con la descripción de lo ya instituido.
Bateson (1990) -> Las redes son pautas de conexión; las redes están allí, tejiendo al
universo en una dinámica inagotable. Lo que este autor llama “estética” es la capacidad de
conexión con el narciso a partir del reconocimiento y la empatía. Es preciso cultivar una
curiosidad abierta, afectiva, emotiva, a la vez que racional, para poder aprehender y
desplegar las formas, los patrones de conexión y hacer visibles las redes. Para pensar en red
es preciso desarrollar una estética vincular. La dinámica de redes permite construir un
modo de conocimiento fluido capaz de albergar múltiples mundos en un devenir abierto en
los intercambios.
Textos puente
Aduriz F.M. Del adolescente derecho a detenerse. En Aduriz (comp.) Adolescencias por
venir. Pp. 93-102. Madrid: Gredos, 2012.
Existen adolescentes detenidos, parados, bloqueados en sus estudios, relaciones, vida afectiva,
en el seno de sus familias. Esa detención es repetida, conocida, puesto que si bien angustia a los
padres, es en muchas ocasiones idéntica, o de color parecido, a la que esos mismos padres
habían tenido en su adolescencia.
Como resultado, el detenimiento se torna parada permanente, rencores y heridas que tardan en
cicatrizar. También existen aquellos casos de padres proclives a escuchar para no repetir el
escenario que vivieron con sus propios padres.
Françoise Dolto -> mudanza adolescente; hay un tiempo de muda, al igual que sucede en el
cambio de caparazón de la langosta, en el que las posibles heridas son tapadas y salen luego.
En la clínica psicoanalítica, es el tiempo en el que el síntoma se configura y tiene
consistencia en el adolescente (los sujetos adultos en análisis suelen tener dificultades
extremas para recordar su adolescencia y narrar cómo fue su entrada y salida de ella).
El tiempo que el adolescente precisa para fabricar sus versiones, sus singulares respuestas, dar
con las claves correctas, avanzar en su propio deseo, es un tiempo de goma, no estándar. Se
elabora un nuevo personaje, una creación a la cual se aferran, un nuevo semblante.
Alain Miller -> sin semblante no es posible la vida social; andar quitando a la gente las
máscaras no tiene sentido, puesto que detrás de ellas no hay nada. La verdad no puede
recubrir todo lo real, siempre hay algo que queda como resto.
“Hay una necesidad de la mentira por el solo hecho de que es imposible decir lo verdadero
sobre lo verdadero, ya que cuanto más se intenta… más se miente”
Durante la detención, los adolescentes pasan ocultos en lugares que hacen suyos, rodeados de
otros iguales, y en los que no permiten la entrada de los adultos. En estos refugios adolescentes
el tiempo se detiene, no se crece.
Para algunos padres y educadores, el que sus hijos o alumnos frecuenten estos refugios es
motivo de pelea y enfrentamiento, prohibiciones, reforzando el deseo de estos de volver estos
lugares algo mágico. Los adultos sostienen la tesis de las malas compañías, del otro malvado
donde los camaradas constituyen la auténtica causa de su pérdida de tiempo.
Asimismo, otros educadores piensan que es necesario este tiempo de espera del adolescente, por
lo que centros educativos incorporaron a sus programas de enseñanza excursiones y salidas al
campo para que el ingenio, capacidad inventiva, la necesidad de imaginar nuevas situaciones,
de cambio social y la apuesta por la creatividad puede darse.
La territorialidad hace referencia a una configuración abstracta, una metáfora para designar
el espacio en el que se producen los movimientos del pensamiento. Es el soporte formal que
configura el sentido y posibilita el acontecimiento. El territorio es un espacio abierto para la
producción de subjetividad, es una construcción social donde el motor es el deseo.
Deleuze -> Rizoma: conjunto de tallos subterráneos que se ramifican en todas las
direcciones, imposible de encontrar su origen. No hay jerarquía, imposiciones, cualquier
punto puede conectarse con otro.
Grassi (2017) -> “El campo propio del trauma puberal, en tanto energía libre, no ligada,
como seducción, como sexual, como empuje a la búsqueda de nuevos recursos es vivencia
que viene de una “interioridad”. Vivencia que tiene el carácter de exceso, en tanto novedad
no significada, vivenciar originario. El primer trabajo que se plantea al psiquismo en
relación al trauma puberal, es homogenizar lo heterogéneo que trae la pubertad. Lo
originario como modo de representación, será la vía por la cual este proceso comienza a
producirse… “
El otro expresa un mundo posible. La posibilidad de un mundo aparece con la presencia del
otro, su rostro, su palabra.
Díaz -> El devenir es un proceso de deseo. Un principio de aproximación a otro, a los otros
y a lo otro que no necesariamente incluye analogía o filiación. Implica albergar
transformaciones, azar y ánimo de innovación, debatirse contra lo preestablecido, sedentario
y producir líneas de fuga.
Unidad 2
Freud S. (1905) Metamorfosis de la pubertad. Tres ensayos para una teoría sexual. En Freud
S. Obras Completas. Volumen VII. Buenos Aires: Amorrortu, 1976
Advenimiento de la pubertad -> conformación normal definitiva de la vida sexual infantil; del
autoerotismo al objeto sexual; de pulsiones y zonas erógenas singulares con placer en una única
meta sexual, a la nueva meta sexual donde todas las pulsiones parciales cooperan y las zonas
erógenas se subordinan al primado de la zona genital; funciones muy diferentes dependiendo del
sexo.
Esta normalidad únicamente se garantiza por la exacta coincidencia de las dos corrientes
dirigidas al sujeto y a las metas sexuales: la tierna y la sensual.
Freud -> La nueva meta sexual consiste para el varón en la descarga de los productos
genésicos; ajena al logro de placer; al acto final del proceso sexual se une el monto máximo
de placer; la pulsión sexual se pone ahora al servicio de la función de reproducción;
altruista.
El aparato debe ser puesto en marcha mediante estímulos, los cuales pueden alcanzarlo por
tres caminos:
La tensión del estado de excitación sexual se computa entre los sentimientos de displacer; es
experimentada inequívocamente como placentera, pero puede reconocerse una suerte de
sentimiento de satisfacción. La excitación de la zona erógena causa un efecto de sensación de
placer, pero el aumento de la tensión sexual pronto se convierte en displacer si no se permite un
placer ulterior. El placer sentido despierta la necesidad de un placer mayor.
Las zonas erógenas se aplican para brindar, mediante una adecuada estimulación, un cierto
monto de placer del cual arranca el incremento de la tensión que tiene que ofrecer la energía
motriz necesaria para llevar a su término el acto sexual. Se debe estimular apropiadamente la
zona erógena por el objeto más apto para ello. Bajo el placer que se procura, se gana por vía
de reflejo la energía motriz requerida para la expulsión de sustancias genésicas. Este es el
máximo por su intensidad, y diferente por su mecanismo, con él se elimina temporariamente
la tensión de la libido.
Placer previo: provocado por la excitación de zonas erógenas; lo mismo que podía ofrecer la
pulsión sexual infantil, en escala reducida. El nexo entre el placer previo y la vida sexual
infantil se acredita por el papel patógeno que puede corresponderle.
Esto se evita cuando en la vida infantil se prefigura el primado de las zonas genitales; los
dispositivos para ello parecen estar presentes en la segunda mitad de la niñez (8 años a
pubertad). Allí, las zonas genitales se comportan de manera similar a la época de la madurez,
pasando a ser sede de sensaciones de excitación y alteraciones preparatorias al satisfacer otras
zonas erógenas.
El aparato genésico suele descargarse de sus materiales por las noches en períodos variables,
ocurriendo con una sensación de placer y en el curso de la alucinación onírica de un acto sexual.
La acumulación de los materiales sexuales crea y sostiene la tensión sexual, ya que la presión de
estos sobre la pared de sus receptáculos tiene por efecto estimular un centro espinal,
generándose la sensación de tensión. (Esta doctrina toma poco en cuenta las situaciones de los
niños, mujeres y varones castrados)
Freud -> En el sector intersticial de las glándulas genésicas se producen ciertas sustancias
químicas que cargan de tensión sexual a determinados sectores del sistema nervioso central
[…]. Máxima semejanza clínica con los fenómenos de la intoxicación, y la abstinencia a raíz
del consumo habitual de sustancias tóxicas productoras de placer.
La teoría de la libido
La activación autoerótica es la misma para ambos sexos, y esta similitud suprime en la niñez la
posibilidad de una diferencia entre los sexos como la que se establece después de la pubertad.
La pubertad se caracteriza para la muchacha por una nueva oleada de represión, que afecta
justamente a la sexualidad del clítoris, a diferencia del varón, que trae aparejado un gran
empuje de la libido. Esto crea un refuerzo de las inhibiciones sexuales que proporciona después
un estímulo a la libido del hombre, viéndose forzada a intensificar sus operaciones. Cuando por
fin el acto sexual es permitido, el clítoris mismo es excitado, y sobre él recae el papel de
retransmitir esa excitación a las partes femeninas vecinas. Toda vez que logra transferir la
estimulabilidad erógena del clítoris a la vagina, se ha mudado la zona rectora para su práctica
sexual posterior.
El hallazgo de objeto
Durante los procesos de la pubertad se afirma el primado de las zonas genitales y, desde el lado
psíquico, se consuma el hallazgo de objeto, preparado desde la más temprana infancia. La
primera satisfacción estaba ligada a la nutrición, la cuál se pierde más tarde. Luego la pulsión
sexual pasa a ser regularmente autoerótica, y al superarse el período de latencia, se restablece
la relación originaria.
A lo largo del período de latencia, el niño aprende a amar a otras personas que remedian su
desvalimiento y satisfacen sus necesidades. El trato del niño con la persona que lo cuida es,
para él, una fuente continua de excitación y satisfacción sexual a partir de las zonas
Laerógenas.
pulsión sexual no es dirige
Esa persona despertada
sobresólo por sentimientos
el niño la excitación que
de labrotan
zona de
genital; la ternura
su vida sexual (besos,
infaliblemente ejercerá su efecto también sobre estas zonas. Un exceso de ternura de parte de
caricias, mecer)
los padres resultará dañino, pues apresurará su maduración sexual, así como malcriará al niño,
volviéndolo incapaz de renunciar temporariamente al amor en su vida posterior.
La ternura que los padres vuelcan sobre el niño evita despertarle la pulsión sexual
prematuramente, que luego la despiertan con fuerza tal que la excitación anímica se abre paso
hasta el sistema genital, conducen a este niño, llegado a la madurez, hasta la elección del objeto
sexual.
El respeto a la barrera del incesto es sobre todo una exigencia cultural de la sociedad: tiene
que impedir que la familia absorba intereses que le hacen falta para establecer unidades
sociales superiores.
Uno de los logros psíquicos más importantes, pero también dolorosos de la pubertad, es el
desasimiento respecto de la autoridad de los progenitores, importante para el progreso de la
cultura, entre la nueva generación y la antigua.
El gran poder que previene una inversión permanente del objeto sexual es la atracción
Varón: su recuerdo
recíproca infantil de la
de los caracteres ternuraopuestos.
sexuales de madre, u otras mujeres de quienes dependía cuando
niño, contribuyen enérgicamente a dirigir su elección hacia la mujer; la educación por
personas del sexo masculino parece favorecer la homosexualidad.
Muchacha: esto vale también para ellas, cuyas prácticas sexuales están bajo la particular tutela
de la madre. El resultado es un vínculo hostil con su mismo sexo, que influye decisivamente
para que la elección de objeto se haga en el sentido considerado “normal”.
Para adueñarse de este cuerpo genital, el adolescente deberá crearlo y crear-se como tal, en un
trabajo de apropiación subjetiva, propiciado por el encuentro intersubjetivo con el otro no
familiar.
El cuerpo en sus inicios es un soma (estructura orgánica del viviente), pero luego de mediar su
encuentro con el Otro, de ser “tocado” y “corporizado” por el deseo y los significantes
maternos, un cuerpo ha de advenir (situación antropología fundamental, Laplanche (2001)).
El Otro materno, quien con sus sonidos, olores, imágenes y texturas corporales, su voz, la
mirada, las caricias, los besos, la alimentación y sus cuidados diarios va trazando en ese
cuerpo naciente una geografía erógena y activando libidinalmente las superficies, territorios
orificios y bordes corporales. La madre sexualiza y da inicio al proceso de sexuación del
infans.
La escritura del cuerpo está mediada por el Otro, y esta crea el cuerpo y el psiquismo
enraizados; al representar la zona y objeto, el psiquismo se representa a sí mismo en un
movimiento especular.
La organización imaginaria del cuerpo infantil se altera hasta el borde de la fragmentación por
los cambios en lo real producidos por la irrupción de la pubertad (urge tramitar las
transformaciones que arrasan abruptamente el cuerpo infantil idealizado). Existe el riesgo de
ruptura del sentimiento de continuidad existencial.
El espejo, en tanto función del Otro, permitirá una nueva asunción del yo en el orden
imaginario de las transformaciones operadas en lo real del cuerpo. Entrelazar ese real
corporal con las dimensiones imaginaria y simbólica permitirá la asunción de una imagen del
cuerpo unificada y estable.
Este espejo luego se amplía por el juego de miradas familiares, con su función narcisisante y
estructurante intersubjetiva, que facilitan la creación de una identidad grupal e individual.
El adolescente inscribe su cuerpo en el otro y desde el otro, en una creación compartida, bajo
el signo del naciente erotismo.
La apropiación del cuerpo se da a partir del encuentro con nuevos cuerpos, también en el
proceso de escritura de lo propio en el otro y por el otro; lo propio no es sin la otredad. Esto
posibilita la creación del “nuevo cuerpo” adviniendo en su dimensión de alteridad. El cuerpo-
psíquico se constituye mediante la escritura del cuerpo en otros cuerpos y por otros cuerpos.
La vestimenta adolescente tiene una dimensión de envoltura corporal. Con sus ropas, añade
una impronta personal y social a la superficie del cuerpo en proceso de apropiación. Al utilizar
ropas viejas y gastadas, podría representar partes de su antiguo cuerpo niño yaciente en el
adolescente.
Los tatuajes y piercings son una forma de “escritura en el cuerpo”, un intento de marcar su
superficie, de hacer una muesca en lo real y subjetivarlo.
- Conversiones:
a) Significante que alude a las transformaciones corporales propias de la
adolescencia.
b) Proceso de histerización que crea síntomas conversivos transitorios,
desplegando en la superficie corporal escenas de seducción ofrecidas a la
mirada del otro, en un juego seductor-seducido que representa las escenas
sexuales infantiles. Son formaciones del inconsciente que dan cuenta de un
adecuado proceso adolescente, tramitando los materiales sensuales e
incestuosos activados por lo puberal.
- Somatizaciones:
a) Con la llegada de la pubertad, el cuerpo de la niñez se transforma parcialmente
en un nuevo soma, una superficie discontinua, heterogénea, con sectores en
blanco, sin inscripciones ni historia. Un cuerpo con fragmentaciones
transitorias. El soma es un espacio no inscripto e integrado aún como cuerpo,
no representado por el psiquismo; es heterogéneo a la psique y devendrá
finalmente cuerpo propio o extraño.
b) El cuerpo es sede de trastornos corporales transitorios, sensaciones dolorosas
y temores hipocondríacos, diversas somatizaciones propias del crecimiento y
transformaciones corporales que demandan un trabajo psíquico de inscripción
durante la adolescencia (in-corporación)
c) Desencadenamiento de graves trastornos corporales que dan cuenta de un
proceso patológico.
Isidoro Vegh (1997) -> los cuerpos escriben lo que no pueden decir, muestran lo que no
pueden escribir y sufren lo que no escriben ni muestran.
El recorrido escritural que recorta el cuerpo señaliza el circuito de la pulsión que desasirá de
los objetos parentales y del propio cuerpo; se destituye el autoerotismo a favor del hallazgo del
objeto y la vida amorosa. En el seno de estos procesos se da un movimiento denominado “ex-
pulsión corporal del objeto” (atañe a la pulsión y al objeto).
A raíz de este fracaso elaborativo de lo puberal, el cuerpo será reprimido, escindido, proyectado,
eyectado, forcluido, denegado, rehusado…; retornará como síntoma conversivo, trastorno
psicosomático, fenómeno hipocondríaco, delirio corporal, etc.
Frente a estas perturbaciones, el adolescente intenta atacar, suprimir o controlar el cuerpo vivido
como perseguidor, mediante ciertas mutilaciones, accidentes, conductas anoréxicas, ingesta de
tóxicos, incorporación de objetos extraños, hasta el suicidio.
La noción de alteridad permite fijar las coordenadas para definir lo perverso, en tanto
voluntad de abolición o avasallamiento del cuerpo y el deseo que definen al otro y al sí
mismo como límites inviolables.
Convivir como otro con el otro equivale a convivir con el “propio cuerpo” como alteridad y
convivir con la alteridad de los “otros cuerpos” (posición ética ante el otro)
Cuerpo y psiquismo se crean y filian recíprocamente desde su primer encuentro originante con
el otro, en el contexto intersubjetivo e intergeneracional de la relación madre-hijo.
Cuerpo propio es la narración escrita en la carne de los múltiples encuentros con otros.
Idea de una acometida en dos tiempos del desarrollo de la sexualidad, conocida como el
bifasismo de la sexualidad humana. Estos dos tiempos corresponden primero a la sexualidad
infantil caracterizada por las pulsiones parciales y el autoerotismo; el segundo inicia con el
advenimiento de la pubertad con sus decisivas transformaciones que suponen el primado de la
sexualidad genital y el arribo a una “conformación normal definitiva”.
Una tendencia en psicoanálisis fue considerar desde una lógica lineal, determinista y
evolucionista, que la sexualidad genital adulta era la resultante, el punto de llegada a la
“normalidad”, la meta genital “natural” de la evolución de una sexualidad infantil cuasi
genital. Esto dejó en segundo plano la consideración de una especificidad teórica y clínica de la
adolescencia, de sus trabajos psíquicos particulares, lo que Grassi denomina “entretiempo de la
sexuación”.
Se dan tres momentos lógicos: puberal, adolescente y juventud, que configuran el “entretiempo
de sexuación”. Se requieren “estaciones de recambio”; entre re-edición y repetición, Grassi
ubica como sustancial para esa transformación a la “urgencia de transformar y crear”.
Janine Puget -> diferencia cuerpo sexuado vincular adolescente del cuerpo erógeno
autoerótico, correspondiente a la sexualidad infantil; delimita una sexuación endogámica
enlazada a la sexualidad familiar que prolonga lo infantil, de la sexuación exogámica
adolescente, creada en el espacio extrafamiliar a partir de la nueva vincularidad.
Se inaugura una historia singular, inventa un pasado, un límite entre dos historias y enlaza dos
sexualidades; esta historización sirve para crear nuevos sentidos.
En el entretiempo de la sexuación se configuran, ensamblan y delimitan dos historias
correspondientes a dos sexualidades y dos tiempos que confluyen en la construcción con otros.
Lo puberal en el arte
La obra de Edward Munch (1985) titulada pubertad representa ese momento, trasmite tensión
y fragilidad ante las transformaciones del cuerpo, y el impacto de la genitalidad, el paso de niña
a mujer. Los detalles expresan lo que significa para ella la entrega a lo desconocido, el
despertar de la sexualidad. Igualmente, esta obra se abre a múltiples asociaciones e
interpretaciones.
“El habitual extravío sexual de la pubertad” es una expresión de Freud (1892) que se retoma
aquí para definir un momento lógico relativo al trauma; el embate pulsional y las
transformaciones que alteran su imagen corporal.
El adolescente pasará por una inevitable confrontación con la falta que deberá sortear
mediante la creatividad; la pubertad desnuda la ausencia de un objeto predeterminado y un
programa instintivo que indique como acceder al encuentro sexual.
Gutton (1993) -> se requiere un primer trabajo de la psique: la representación; sin esto, lo
puberal genera factura y no puede configurarse una adolescencia saludable.
Esto genera “escenas puberales” que el niño púber tendrá que sufrir ya que sus fantasmas
edípicos, ahora genitalizados, constituyen los materiales necesarios sobre los cuales habrá de
trabajar lo adolescente; el yo, antes avasallado por el trauma, retoma la iniciativa, representando
y ligando lo pulsional mediante palabras y pensamientos característicos del proceso secundario
y sistemas prec-Cc.
La elaboración del adolescente permite que la posición edípica pueda ser gradualmente
elaborada, posibilitando el acceso a una realidad no infantil, y la búsqueda de un objeto
adecuado. Por este trabajo de elaboración, las escenas incestuosas puberales inconscientes se
van atenuando y alejando del objeto incestuoso. Esto posibilita la creatividad y las experiencias
amorosas tiernas.
La adolescencia requiere un nuevo pasaje por los desfiladeros del Complejo de Edipo y la
castración configurando una neurosis del desarrollo o neurosis edípica cuyo antecedente
lógico es la neurosis edípica infantil.
Gutton (1993) -> la neurosis adolescente de desarrollo se constituye a partir del andamiaje
de escenas imaginadas y relatadas que ocultan su dimensión incestuosa; durante la crisis del
desarrollo, la neurosis se produce por lo puberal sucediendo, y lo adolescente
organizándose.
Freud hace referencia a la pubertad como un segundo tiempo de configuración del trauma,
momento lógico de resignificación.
Nasio (2010) -> la adolescencia es una neurosis del desarrollo; una histeria que se
caracteriza por ser saludable y pasajera; neurosis de crecimiento benéfica, al final de la
cual se entra en la adultez. Adolescencia como histeria y duelo, proceso tumultuoso que
cede con el tiempo.
El Edipo se configura como una neurosis del desarrollo, y se resuelve saludablemente con los
trabajos de lo adolescente para dar lugar a los procesos de la juventud.
Ideal del yo: instancia que señala al yo el rumbo hacia el cual dirigir la energía pulsional en sus
versiones, sublimada y de fin directo; poderosa fuente de realizaciones amorosas y culturales.
Desasirse de sus padres y partir, requiere del adolescente un largo proceso hasta asumir su
paradojal condición de sujeto doblemente determinado. Determinado en tanto causado y
marcado por su cuerpo e historia infantil y familiar, su cultura. También en sentido de
decidido o resuelto a asumir su condición de sujeto deseante.
Grassi A. Adolescencia reorganización y nuevos modelos de subjetividad. En Entre niños,
adolescentes y funciones parentales. Psicoanálisis e Interdisciplina, (pp.67-74). Buenos
Aires: Editorial Entreideas, 2010
El des-orden
En sentido amplio:
Para el pensamiento de los sistemas complejos, los fenómenos desordenados son necesarios en
ciertas condiciones, en ciertos casos para la producción de fenómenos organizados, que
contribuye al incremento del orden.
Existen procesos adolescentes que pueden tomar estas derivaciones cuando aparecen
importantes interferencias (intra o intersubjetivas) que obstaculizan el procesamiento de
nuevos elementos, y se conocen distintas resistencias al des-orden, propias del mismo
adolescente.
Lo puberal - lo adolescente
Bleichmar (2006) -> No corresponden a dos fases de una misma sexualidad, sino a dos
sexualidades diferentes: una desgranada de cuidados precoces (excitaciones; vías de
ligazón y descarga bajo formas parciales), y otra con primacía genital (establecida en la
pubertad y ubicada en el camino madurativo; ensamble genital; recomposición ordenada y
guiada por la existencia de una primacía de carácter genital)
Lo puberal-adolescente es el entretiempo de la sexuación; no deviene la sexualidad
infantil en su conformación normal definitiva adulta automáticamente, sino que requiere
de estaciones de recambio de su identidad infantil, de des-orden del cuerpo, del objeto
familiar; urgencia de transformar y crear; entre repetición de lo viejo e inscripción de lo
nuevo, lo puberal adolescente demanda un proceso identificatorio que se debate entre
principio de permanencia y principio de cambio.
La pubertad y la adolescencia requieren de un tiempo de maduración; estación de
recambio del cuerpo, del objeto, del emplazamiento generacional. Si bien es momento
propicio para repeticiones de modelos (objetos de la infancia, narcisismo, Edipo,
historia y pasado familiar), también es empuje y oportunidad para el origen y los
nuevos comienzos.
En la adolescencia no hay necesariamente una mera transferencia o desplazamiento
automático de libido desde los objetos incestuosos, de lo familiar hacia el afuera de lo
familiar. Con la aparición del deseo genital, se requiere de nuevas inscripciones, nuevas
organizaciones psíquicas.
El sepultamiento del complejo de Edipo se produce por conflicto, marcas de historia
familiar infantil y consideración por lo nuevo y no familiar del objeto. El conflicto se
expresa en términos de un cuerpo pre-genital que conlleva las marcas del deseo del Otro
familiar, la sexualidad del adulto inscripta en el cuerpo del niño y que, con el devenir
puberal adolescente, el cuerpo constituye deseo genital en un vínculo no familiar. Lo
puberal adolescente es el entretiempo de trabajos específicos, lugar de
transformación e inscripción del cuerpo pre-genital en cuerpo genial y de objeto
familiar en objeto de deseo no familiar.
- Erotismo genital y hallazgo de objeto alteran “lo familiar” : El vínculo al otro, sujeto de
deseo, es marca que funda e inaugura. La iniciación sexual marca un antes y un
después, un hito en los procesos de subjetivación; no es sin “el otro”. Este, par y extraño
a la vez, en su función de compañero sexual, en presencia, con su participación
coadyuva en la inscripción del cuerpo genital.
Las diferencias sexuales, ahora genitales (de género y el pasaje de la bi a la homo u
hetero sexualidad), cobran nuevas significaciones, al igual que las diferencias
intersubjetivas. La genitalidad, constituyéndose en vínculo, en lo hetero, da una nueva
vuelta por la alteridad (se produce en mutualidad).
Con el coito se inscriben y reinscriben diferencias corporales, de género y desiderativas.
El otro se constituye en su alteridad como sujeto de deseo. El otro se constituye en su
alteridad como sujeto de deseo.
Representar-metabolizar
Primeros encuentros del bebé con la madre: predominio de los contactos cuerpo a cuerpo
(primer plano de la relación por medio de la alimentación, cuidados corporales y caricias que
ella implementa). Esto conforma el centro de la escena, destacando la función alimentaria,
que es acompañada de palabras, susurros, y cantos que, aunque no cobran aún para él bebé
valor de significados, si conforman primeros significantes.
El encuentro del aparato psíquico naciente, es con los procesos psicosomáticos que se han
despertado en la madre a partir del estado de afecto (presencia o ausencia) en su psiquismo de
la representación hijo. Entonces, el naciente es un elemento heterogéneo a sí, que tendrá que
metabolizar, lo que implica la puesta en marcha de los tres procesos psíquicos de
representación.
Freud -> modelo para comprender la puesta en marcha de la vida psíquica y del aparato
psíquico a partir del concepto de análisis, apoyo o apuntalamiento. “La actividad psíquica
nace apoyada en la satisfacción de una necesidad: hambre (experiencia de satisfacción). La
pulsión nace apoyada en la satisfacción de una necesidad biológica”
El modelo de la pulsión circunscribe zona por zona de lo corporal en una relación progrediente
hasta llegar a lo genital, y conlleva un lastre que se corresponde con los planteos del
evolucionismo y la física mecánica. El desarrollo de la libido evoluciona y progresa lineal y
mecánicamente siguiendo el ritmo de la maduración biológica de lo oral hacia lo genital.
De lo simple a la complejidad
El modelo de la complejidad permite destacar, del acto alimentario y los cuidados maternos,
recorridos libidinales que más que lineales y unidireccionales, constituyen un sistema de
entrelazamientos, de entrecruzamientos en red:
- Intervienen múltiples vías sensoriales de comunicación entrecruzadas del lado del
niño; sensaciones corporales como la vista, tacto, oído, olfato y piel incorporan el
alimento, el pecho, la madre o al padre.
- La experiencia alimentaria y de cuidados es de mutualidad, no unidireccional, sino de
circunvalación, envolvente. Inscribe cuerpos y subjetividad en ambos términos de la
relación.
- Es importante la representación del “cuerpo imaginado”, es decir, las primeras
representaciones psíquicas del hijo en el cuerpo materno, y como esto retorna al bebé en
su relación con la madre.
En principio el placer
Es vital para el psiquismo naciente el contacto con la madre, el Otro Primordial, ya que los
distintos sentidos que intervienen en estos (alimentación y cuidados), con los procesos
psicosomáticos maternos, van a informar sobre el estado afectivo del encuentro.
La información libidinal es la que muestra la presencia o ausencia del principio del placer
en el encuentro aparato psíquico materno-aparato psíquico naciente. La presencia o ausencia
es fundamento de la puesta en marcha del proceso de representación. Por lo tanto, el
principio de placer es una condición de inicio de la puesta en marcha de la actividad de
representación del proceso originario.
Se necesita el principio de placer presente en las dos partes que integran el encuentro para que
comience a trabajar el aparato psíquico y desencadene el proceso de representación.
Pictograma fusiona:
a- Lo somático y lo psíquico; su efecto es la integración psicosomática (subjetividad)
b- Objeto y zona (complementario)
c- Representación y afecto: para lo originario la representación es el afecto y el afecto es la
representación. Pictograma de fusión es el principio de placer corporizado.
Las adolescencias se vinculan con los acontecimientos que se promueven en los campos del
arte y la política.
Trauma (desde Freud): acontecimiento en la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la
incapacidad del sujeto para responder a él adecuadamente y el trastorno y efectos patógenos
duraderos que provoca en la organización psíquica.
Freud -> lo reprimido es un recuerdo que, con efecto retardado, ha devenido trauma;
adolescencia como tiempo de florecimiento de síntomas de histeria; teoría del trauma de
seducción como etiología de la histeria (esto es desechado más adelante)
Avant coup: momento del encuentro, del impacto, la excitación, el suceso que aún escapa a
toda significación; experiencia anterior a la posibilidad de representar y significar del sujeto.
Lewkowicz -> “Si se trata de re-pensar el status de la noción de catástrofe tal vez sea
adecuado partir de otras dos categorías: trauma y acontecimiento.”
Trauma
Suspensión de una lógica por la presentación de un término que le es ajeno; estímulo excesivo
que no puede ser captado por los recursos previos. Este tiene masividad y evidencia suficientes
para imponer un obstáculo al funcionamiento de la lógica. La intensidad cede paulatinamente y
todo parece regresar a su lugar.
Acontecimiento
Requiere de una transformación subjetiva para ser tomado; necesita recursos y operaciones
capaces de leer la novedad de su especificidad radical. No se reduce a pura perplejidad frente a
lo inaudito.
“Pubertad” de Munch -> el instante de perplejidad antecede a las respuestas del sujeto; el
avant coup se configura como trauma y se cristaliza como una pura repetición, o conduce a la
generación de un acontecimiento.
Lacadée -> debido a la pubertad, el niño se descubre exiliado de sí, de su cuerpo de niño, de
las palabras y lengua de la infancia.
Gutton -> puberal como proceso psíquico activado por la pubertad que genera un trauma
que incluye la reanudación de los anteriores.
Este trauma promueve como respuesta los trabajos de lo adolescente. El cuadro de Munch
parece capturar ese instante inasible de suspensión estructural e inconsistencia subjetiva en el
que el trauma puberal da lugar a un momento lógico: el extravío de la pubertad (punto de
partida de la travesía, azarosa e incierta, realizada con tiempo e ingenio, en soledad y en grupo,
hacia la conquista del mundo adulto). El trauma puberal da lugar al acontecimiento.
La verdad sexual queda al desnudo; requiere ser simbolizada y asumida para producir un
nuevo saber, siempre incompleto pero acorde a lo actual.
Aquello puberal que adviene con la pubertad, elaborado y asumido subjetivamente por lo
adolescente, permite poner en acto, durante la juventud, el momento de concluir de los
procesos que conducen a la conquista de logros amorosos y creaciones culturales del mundo
adulto (con la guía del Ideal del Yo)
Córdova, N. Del pictograma al pentagrama. Parte I: El entretiempo adolescente. En Entre
niños, adolescentes y funciones parentales. Psicoanálisis e Interdisciplina (pp.45-53). Buenos
Aires: Editorial Entreideas, 2010
Se propone recurrir al rock para este trabajo; la juventud toma conciencia de sí misma y crea
significantes que la representan; proceso de ruptura de la alienación al orden adulto en un
movimiento de separación que conduce a los adolescentes a poner en desorden los modelos de
la sociedad de los padres. Comienzan a crear sus propias manifestaciones artísticas colectivas,
que expresan las vivencias subjetivas comunes a una generación.
El rock lleva la marca fundante de una nueva ola que estalla e inunda con su estridente
sensualidad puberal las orillas del cuerpo social instituido, al tiempo que sus acordes
desacomodan y ponen en crisis el orden de lo establecido. Puso de manifiesto y profundizó
las inexorables diferencias generacionales.
Gutton -> lo puberal los materiales sobre los que trabaja lo adolescente; es la presencia
ardiente de la sexualidad genital que activa la interpretación aprés-coup de la sexualidad
infantil, creando representaciones incestuosas y fantasmas de seducción.
El cuerpo púber se encuentra tomado por un proceso de transformación entre dos litorales: lo
aún niño y lo ya adulto. Con la llegada de la pubertad, el cuerpo genital puberal seduce al
cuerpo todavía niño. Lo puberal y lo adolescente son procesos diferentes pero lindantes y
complementarios, que actúan de un modo simultáneo o retrasado. Lo puberal habita en el
centro de los procesos adolescentes.
El adolescente expresa una renuncia definitiva que posibilita dejar atrás “las arenas calientes”
de una infancia revisitada e interpretada, en un movimiento psíquico aprés-coup por la nueva
sexualidad genitalidad puberal. Tendrá que dejar algo de sí en el camino; en principio, el cuerpo
infantil. Se requiere una decisiva maniobra de viraje para abandonar los restos infantiles del
yo ideal y sus objetos amorosos, y poner gradualmente en funciones al ideal del yo como guía.
Aceptar que no hay forma de volver habilita el trabajo de historización de la infancia y la
elaboración creativa del duelo por el objeto; esto da lugar a lo nuevo; creación/hallazgo de
objeto; melancólica y vana ilusión de volver a encontrar el objeto perdido.
Si bien Freud plantea una simultaneidad entre la aparición de los procesos de excitación sexual
genital y el trabajo psíquico del hallazgo de objeto, Grassi al denominar el “entretiempo de la
sexuación”, arriba en el mejor de los casos a ese hallazgo y creación de objeto.
Freud (1983) -> solo superado el período de latencia se restablece la relación originaria
(relación con el territorio de lo originario puberal de Gutton); el hecho de mamar el niño
de pecho de su madre se vuelve paradigmático para todo vínculo de amor. El hallazgo de
objeto es propiamente un reencuentro.
Lo puberal es saturación sexual genital incestuosa; pulsa por el retorno a la unidad narcisista
originaria; lo originario puberal trabaja bajo el axioma de la complementariedad de los sexos,
fantasía de (re)encuentro con la pareja complementaria incestuosa.
Gutton (1993) -> unidad narcisista originaria puberal; hay un narcisismo originario entre
madre y lactante al intentar prolongar la simbiosis del embarazo; la pubertad, trauma
narcisista, ofrece una solución sexual para su curación: lograr el hallazgo de un “compañero
genital cooperativo de un estado amoroso compartido”
En la búsqueda del genital complementario, pene y vagina son ahora tan “fusionalmente
complementarios” en la fantasía como otrora lo fueran la boca y el pecho; inicialmente son
tratados como objetos parciales. Tanto el objeto como la pulsión deberán ser excorporizados,
con cuidado de no irrumpir el proceso ya que podría permanecer cercano al sujeto y el circuito
pulsional resultar insuficiente y peligrosamente breve.
"Construiré un castillo con tu vientre'; Los trabajos adolescentes a partir de los materiales
puberales
El poema, con su riqueza metafórica, permite jugar con la ficción y representar el resultado
de los trabajos específicos de elaboración, idealización y sublimación del proceso
adolescente a partir de materiales creados por la virulenta sexualidad genital infiltrada por lo
puberal.
El adolescente va creando/hallando el objeto con elementos nuevos y retazos significantes de
objetos pertenecientes a su pasado: fondo de memoria (Aulagnier, 1997).
Freud y el hallazgo
Freud (1978) -> El psicoanálisis enseña que existen dos caminos para el hallazgo de objeto:
el que se realiza por apuntalamiento en los modelos en la temprana infancia, y el
narcisista. […] Todo ser humano tiene abiertos frente a sí ambos caminos para la elección
de objeto, pudiendo preferir uno u otro.
El autor agrega como forma de encuentro: por la alteridad del objeto, por su ajenidad y
extrañeza, extraño por lo que conlleve de no conocido. Se destaca la importancia de la no fijeza
ni exclusividad, sino que la combinatoria en la elección le da sutileza al hallazgo.
Freud (1978) -> Luego de perder el objeto por fuera del cuerpo propio (pecho materno), la
pulsión sexual pasa a ser regularmente autoerótica y, luego de superado el período de
latencia, se reestablece la relación originaria. El hallazgo (encuentro) de objeto es
propiamente un reencuentro.
Hallazgo no es encuentro
Hallazgo: comporta elementos inesperados ligados a la creatividad. No es la aparición de
algo pre-visto; implica la actividad que hace aparecer un objeto mediatizado por la
creatividad del sujeto, su captación de lo imprevisto. Es descubrir con ingenio algo hasta
Hallazgo
entoncesy no
re-encuentro
conocido. La actividad espontánea creativa propia del sujeto no podría estar
ausente, como tampoco la creatividad intersubjetiva de mutuo intercambio con el mismo.
El bebé se encuentra con un objeto exterior a sí, aunque él no experimente aún con la
exterioridad del mismo; esa exterioridad hace al objeto “no-yo ajeno”. Esa ajenidad esté al
servicio del bebé y de la ilusión de objeto propio, depende de que la función materna sea
suficientemente adecuada; la pulsión pasa a ser regularmente autoerótica.
Una vez alcanzada la representación del objeto por fuera de la propia corporeidad, se producirá
la elección infantil de objeto (Freud se refiere al objeto como representaciones psíquicas de los
mismos). Este trabajo no es mera “toma de conciencia” de su exterioridad, sino que es trabajo
de expulsión. Se crean e inician las diferencias yo-no yo, sujeto objeto, interno externo, etc.
Este proceso se da a lo largo de toda la estructuración psíquica, vuelve y re-vuelve.
El cuerpo puberal
Una vez instalada la barrera de la prohibición del incesto y los diques morales que hacen al
sujeto de la ética y la búsqueda de alteridad propia de la pulsión genital con la (im)pulsión
puberal, al psiquismo le urgen trabajos específicos.
Desde sus orígenes, la conceptualización freudiana de repetición no puede plantearse por fuera
del par que constituye con el término: “la diferencia”. Este se sitúa dentro del pensamiento de
los sistemas de lo múltiple o complejo, ya que planteada desde lo simple, no queda más que
como desvío forzado de la repetición. Hallazgo es también encuentro inédito, producción de
una combinatoria novedosa, original.
Wasserman (2005) -> El cuerpo puberal, con sus reorganizaciones y neo organizaciones,
requiere de nuevas inscripciones y nuevos circuitos pulsionales. El objeto, para terminar de
constituirse como tal (exterior-ajeno-extraño), requiere de tiempos y espacios donde hacerlo,
de ensayos y exploraciones.
Paradoja y cuerpo
Función del cuerpo como objeto subjetivo; pantalla donde dirigir mociones pulsionales con
sentimientos de odio y agresividad, liberando representaciones psíquicas del objeto, los
padres aún idealizados de (im)pulsiones destructivas. Esto abre a procesos de identificación-
desidentificación.
Las caídas de los objetos de la infancia no se producen sin un pasaje de lo corporal, porque las
identificaciones con los objetos (parciales) son también inscripciones corporales; procesos de
inscripciones-reinscripciones-transcripciones de lo corporal por la complementariedad zona-
objeto.
Los conceptos de originario y originario puberal abren perspectivas donde situar las
problemáticas del objeto inscripto en lo corporal y sus tratos.
Frente al objeto que “aún no es” en el universo de las representaciones psíquicas, aparece la
necesidad y urgencia de creatividad por parte del adolescente.
Este término tiene intencionalidad poética; une el devenir de la adolescencia con una de las
funciones del juego, la exploratoria (reconocimiento del sí mismo y del mundo). Lo
exploratorio está ligado al nomadismo, al movimiento hacia un territorio que no es el asiento
de la estabilidad; no hay vida sin exploración y toparse con lo inédito. Al desatarse la pubertad,
no es el empuje hormonal el que da cuenta del inicio del proceso, sino que estamos asimismo
ante la llamada del mundo.
El desarrollo nos empuja hacia más allá del mundo que nos fue dado, hacia la sorpresa, la
maravilla. El adolescente busca mundo por más comodidades que la casa familiar le brinde. El
adolescente representa un peligro para el sedentario, y el sedentarismo parece representar un
peligro para el adolescente.
En el viaje adolescente están la preocupación por ganarse la vida y los ideales viajando en
paralelo, ansiando un encuentro que pocas veces se produce, pero al que nunca se renuncia.
Como a cualquier adolescente, nos cabe una tarea de exploración de la historia, un trabajo de
historización; restos no asimilados por sus padres que aparecen como huellas familiares y
extrañas que lo interrogan acerca de su propio origen. Puede ir a explorar o bloquearse en no
querer saber lo que sus padres no han querido darle a saber. Concepto de yo historiador (P.
Aulagnier).
Se debe historiar la exploración, explorar la historia y sus restos vivientes para llegar a ser
nosotros. Ese viaje por la historia intriga al niño, lo interroga sobre sus orígenes; ya no es la
construcción de un mito, sino la deconstrucción de los mitos familiares, novela que pretende
incluir lo nunca dicho, lo oculto, lo avergonzante, del propio recorrido y de la familia. Esto
incluye la historia del lugar con el cual nos identificamos.
Michel Fize (1998) -> Tras la crisis de 1848, con la creación de la escuela, y en el marco de
la escuela secundaria, como consecuencia de esta política, es la instauración de una nueva
edad social: la adolescencia moderna.
Teniendo en cuenta a Charles Darwin, hay un viaje en el Beagle para cada adolescente, un viaje
hacia los orígenes en su historia, y adentramiento hacia su más profunda vida animal. Esta
pasión por el conocimiento en la exploración no se plasma ya en la enseñanza de los colegios
secundarios; sólo se trata de repetir de memoria aquello que los exploradores descubrieron
inundados por el interés exploratorio.
Siempre se viaja primero con la imaginación y luego se buscan los medios para hacerlo en
la realidad; en la literatura y ensueño diurno de cada adolescente. En la imaginación empiezan
los viajes exploratorios. Es en las historias de Julio Verne donde se combinan de un modo
inusitadamente visionario la temática de los viajes de exploración y la creencia en la creación de
instrumentos técnicos a partir de los cuales nuevos espacios de exploración se hacen posibles.
Siempre hay un adolescente fascinado por la pasión de un explorador iniciador hacia una
aventura. Su pasión por lo expedicionario es un apasionante recorrido por un territorio mágico
desconocido y por la búsqueda y el “hallazgo del objeto”, el objeto perdido al objeto inédito.
El contexto bibliográfico
Este criterio estructural se toma como un marco amplio y difuso en sus bordes que orienta
una diferenciación primera en este transcurrir exploratorio; estructura no como entidad
cerrada, sino como un conjunto inestable que, ante diferentes grados de excitación puede
saltar de una organización a otra.
Se toma como punto de partida el trauma puberal como aquello que condena al sujeto a
explorar. Se sitúan en un mismo nivel de causa tanto el trauma como el deseo; ambos plantean
una exigencia de poner en movimiento cuerpo y mente. La exigencia exploratoria viene de la
metamorfosis de su propio cuerpo (apropiación y conquista como si se tratase de un territorio
desconocido) y del medio social, que lo expulsa del protectorado donde residía bajo la
protección de sus padres.
El mundo del “otro sexo” también debe ser explorado y territorializado por el propio cuerpo si
se pretende encontrar ese objeto perdido, el objeto de la experiencia de satisfacción, sexual, el
otro como objeto; si pretende encontrar otra satisfacción pulsional diferente al conocido
autoerotismo. El propio cuerpo se torna insuficiente, hay que salir a explorar fuera de sí.
Si bien la exploración que hace el niño, estudiado en la esfera del juego, no es lo mismo que el
salir de la casa del adolescente, cuanto mejor se haya resuelto la separación del cuerpo materno
en la infancia, más fácil será el proceso de separación adolescente.
Winnicott D. Cap. 11 Conceptos contemporáneos sobre el desarrollo adolescente (pp. 179-
193). En Realidad y juego. Barcelona: Ed. Gedisa, 1979
Observaciones preliminares
La dinámica es el proceso de crecimiento que cada individuo hereda; hay genes que determinan
pautas y una tendencia heredada de crecimiento y logro de la madurez, pero nada sucede en el
crecimiento emocional que no se produzca en relación con la existencia del ambiente. Las
imperfecciones son características de la adaptación humana a la necesidad, y constituyen una
cualidad esencial del ambiente que facilita.
¿Enfermedad o salud?
La sociedad abarca a todos sus miembros; cuando están psiquiátricamente sanos, estos
constituyen y mantienen la estructura de aquella, también conteniendo a los que se “encuentran
enfermos” (inmaduros, psicopáticos, neuróticos, melancólicos, esquizoides, esquizofrénicos y
paranoides). Las personas no se ubican con esmero en agrupamientos por enfermedades.
Puesto que no existe sociedad sin estructura producida, mantenida y reconstruida a cada rato por
los individuos, no hay realización personal sin sociedad, ni sociedad fuera de los procesos
de crecimiento colectivos de los individuos que la componen.
La tesis principal
Vale la pena encarar las diferencias esenciales que existen entre los grupos en términos de
costumbres aceptadas. La fase de Truby King todavía se encuentra en el proceso de su
liquidación por adultos que tratan de dar a sus bebés el derecho de descubrir una moral personal,
y en ello percibimos una reacción contra el adoctrinamiento, que llega hasta el extremo de la
permisividad total.
Más confusión
Otra fuente de confusión es la voluble suposición de que, si las madres y los padres crían bien a
sus bebés y niños, habrá menos problemas; algunos de los problemas actuales se relacionan con
los elementos positivos de la crianza moderna, y de las actitudes modernas respecto de los
derechos del individuo.
Si los hijos llegan a encontrarse a sí mismos, no se conformarán con encontrar algo, sino que
buscarán la totalidad; esto incluirá agresión y los elementos destructivos que existen en ellos,
tanto como los que se puede denominar amantes. Será cuestión de suerte si sus acciones los
ponen rápidamente en condiciones de usar símbolos, jugar, soñar, ser creadores en formas
satisfactorias; aún así es posible que el camino a ese punto sea pedregoso. Las recompensas
vendrán en la forma de la riqueza que aparezca poco a poco en el potencial personal de tal o
cual joven. Estas llegan de modo indirecto.
Si ya no es posible usar a la familia, es preciso que existan pequeñas unidades sociales que
contengan el proceso de crecimiento adolescente. Los mismos problemas que existían en las
primeras etapas de la infancia, aparecen en la pubertad. Si en la fantasía del primer crecimiento
hay un contenido de muerte, en la adolescencia el contenido será de asesinato. Aunque el
crecimiento en el período de la pubertad progrese sin grandes crisis, puede que resulte necesario
hacer frente a agudos problemas de manejo, dado que crecer significa ocupar el lugar del padre.
En la fantasía inconsciente, el crecimiento es intrínsecamente un acto agresivo.
“Soy el rey del castillo”: juego de la primera etapa de la latencia que en la pubertad se
convierte en una situación de la vida. Es una formulación de existencia personal. Es una
consecución de crecimiento emocional individual que implica la muerte de todos los rivales
o el establecimiento del dominio. Este juego infantil se traduce al lenguaje de la motivación
inconsciente de la adolescencia y la sociedad. Si se quiere que el niño llegue a adulto, este
paso se logrará por sobre el cadáver del adulto.
Inmadurez del adolescente: es posible que de pronto un niño de cualquier edad necesite
hacerse responsable (por una muerte o separación), perdiendo espontaneidad, juegos y
alegres impulsos creadores. Esto también puede ocurrir en los adolescentes; si las
circunstancias varían, no se podrá dejar de invitar a joven a que se convierta en un agente
responsable antes de que madure la ocasión. En el caso de que los adultos deleguen la
responsabilidad, podrían traicionar a los hijos en un momento crítico. Se pierde toda la
actividad imaginaria y los esfuerzos de la inmadurez. El adolescente que triunfa
demasiado pronto resulta presa de su propia trampa; debe convertirse en dictador y esperar
a ser muerto.
El triunfo corresponde a esta consecución de la madurez por medio del proceso de crecimiento.
No corresponde a la falsa madurez basada en una fácil personificación de un adulto.
Naturaleza de la inmadurez
El potencial en la adolescencia
Los cambios de la pubertad se producen a distintas edades; no pueden hacer otra cosa que
esperar tales cambios. La espera impone una considerable tensión a todos, pero en especial a los
de desarrollo tardío. Es posible encontrar a estos últimos imitando a los que se desarrollaron
antes, llevando a falsas maduraciones basadas en identificaciones, y no en el proceso de
crecimiento innato. Junto con el cambio en dirección del crecimiento físico y la adquisición de
verdaderas fuerzas, llegan la astucia y conocimiento para usarlas.
Hasta aceptar poco a poco la responsabilidad, existe entretanto una fuerte propensión a la
agresión que se manifiesta en forma suicida. Un joven psiquiátricamente enfermo, con un
sistema ilusional bien formado, puede engendrar un sistema de pensamiento de grupo y
desembocar en episodios basados en la persecución provocada.
El adolescente no puede saber todavía qué satisfacción es posible obtener con la participación
de un proyecto que debe incluir la cualidad de confiabilidad; hasta qué punto el trabajo, dado
su carácter de contribución social, alivia el sentimiento personal de culpa, y por consiguiente
ayuda a reducir el miedo interior y el grado de tendencia suicida o propensión a accidentes.
Idealismo
Una de las cosas más estimulantes de los adolescentes es su idealismo; al no hundirse aún en la
desilusión, se encuentran en libertad para formular planes ideales. Esto está condensado hasta el
absurdo; omite la primordial importancia de la amistad, omite una formulación de la situación
de quienes viven sin casarse o con el casamiento postergado. No es posible esperar que a la
edad de la adolescencia el joven corriente tenga algo más que una noción vaga sobre la
herencia cultural del hombre, pues es preciso trabajar con intensidad para llegar a conocerla.
Córdova, N. Del trauma puberal al acontecimiento adolescente. Parte II. Inédito, 2019
El hallazgo de objeto supone un logro psíquico que tiene su correlato en la vida amorosa;
requiere la creación psíquica de un objeto a hallar. Sin creación no hay hallazgo en términos de
acontecimiento. La importancia del hallazgo no se centra tanto en el objeto como en el acto de
hallar como acontecimiento.
La adolescencia es pasaje decisivo cuyo trayecto, siempre incierto con momentos de extravío,
desvíos, avances y retrocesos, detenciones y reanudaciones. Acecha la amenaza de la captura en
un goce desmesurado, el cual es autoerótico y autista, que produce un vaciamiento subjetivo y
conduce a un desierto de palabras y sentidos. El adolescente es gobernado por la pulsión;
impulsado a actuar o tomado por un exceso de goce que no logra limitar, el cual somete y
provoca sufrimiento.
Grassi, A. Notas sobre trauma y acontecimiento. (Parte II). Ficha cátedra. Buenos Aires: s.e.,
2017
Introducción
Se diferencia el término “lo puberal” de la pubertad para circunscribir las operaciones que son
propias del psiquismo articuladas o ensambladas en la pubertad con todos los cambios
hormonales y biológicos que esta trae. Pubertad queda circunscripta a los cambios de los
cuales se da cuenta con la aparición de caracteres sexuales secundarios. Puberal y pubertad
guarda la misma relación compleja planteada entre organismo-cuerpo-cuerpo erógeno.
Trauma puberal
El campo propio del trauma puberal (segundo momento necesario en la teoría del trauma) se
plantea en términos de la vivencia subjetiva corporal. Trauma en tanto energía libre, no ligada,
seducción, sexual, empuje a la búsqueda de nuevos recursos. Vivencia con carácter de exceso,
novedad no significada, vivenciar originario. El primer trabajo que se plantea al psiquismo en
relación al trauma puberal es homogeneizar lo heterogéneo que trae la pubertad. Lo originario
como modo de representación; vía por la cual el proceso comienza a producirse. Lo originario
como primer modo de representación de lo nuevo que trae el cuerpo puberal.
Para que una experiencia se constituya en traumática (falta de abreacción de las experiencias y
persista en el psiquismo como cuerpo extraño) deben cumplirse determinadas condiciones,
como el fallo del principio de constancia.
El trauma puberal es el segundo tiempo necesario del trauma; el cuerpo puberal seduce al
cuerpo infantil. El cuerpo erógeno comienza a sentir como rareza y extrañeza a los primeros
implantes del cuerpo puberal.
En estos tiempos de “alteración” es difícil entender y narrar lo que sucede; transcurren hechos
que no logran narrarse ni verse desde una posición trascendente medianamente estable, lo que
vuelve al sujeto pendiente de la mirada de los otros en procura de algún reflejo que diga de él;
alguno que vaya organizando el registro originario en una estructura fantasmática y posterior
relato propio de lo secundario.
Es condición del proceso saludable de lo puberal que este experienciar transcurra sobre el
fondo de algún tipo de registro (“esto nuevo me acontece, me sucede, me pasa, no se bien de
que se trata, pero acepto, registro la novedosa vivencia subjetiva en Mi”).
Este primer registro del acontecer pide ser experienciado como propio. Este proceso elabora lo
traumático, busca un registro de lo psíquico donde inscribir una nueva imagen del cuerpo, pide
entregarse a un vivenciar sensorial bajo el principio de placer (garante de la inscripción).
Constituye parte de un escenario donde también se va produciendo el registro del nuevo Yo-
cuerpo puberal. En este nuevo escenario de la grupalidad puberal se puede registrar como
experiencia subjetiva un nuevo Yo-cuerpo genital que ingresa por las vías de lo originario;
requiere de un originario grupal. El pasaje del Yo al Nos apuntalado en el escenario de la
grupalidad, va inscribiendo corporeidad genital en una subjetividad que es la grupalidad.
Lo nuevo acontece en una instancia que más allá de lo individual, hay un carácter de
grupalidad. La grupalidad trabaja la heterogeneidad del cuerpo puberal en el proceso de su
homogenización. Este proceso acontecial requiere además de la pluralidad, que, en su
conformación como masa, permite la inscripción de la propia extrañeza en una experiencia
compartida.
Lo heterogéneo de la corporeidad, lo que tiene que quedar significado como neo, es la matriz
a partir de la cual se van a significar los hechos. Esta ofrece una matriz diferente de la familiar
propiciatoria de las inscripciones pictogramáticas del cuerpo genital puberal; esa es su
potencialidad.
Introducción
Los intereses en la vida de un individuo son una construcción que responde a múltiples
variables y que en los jóvenes es un proceso que toma un carácter particular. Este proceso se
puede articular a dos cuestiones fundamentales: a) cada sociedad produce su propio discurso
sobre sus modelos y valores, encarnando en los individuos quienes se convierten en portadores
de los mismos. Los enunciados sociales determinan las formas con la cual se constituyen sujetos
plausibles de integrarse a sistemas que le otorgan un lugar; b) los intereses, llevan también y
simultáneamente como un entretejido, las marcas de un circuito desiderativo particular.
Articulados a los enunciados sociales, se plantea cuáles son los márgenes de elección y libertad
que le competen al sujeto en la producción de sus intereses.
El sujeto construye sus intereses acordes a las investiduras libidinales que realiza entre las
dimensiones social, familiar, historia sexual infantil y vincular actual, pre-historia y
genealogía.
El ser del sujeto (inconsciente) es responsabilidad: ser su actor y autor. El fin de la infancia
está marcado por el acceso a un proceso de historización; de construcción-invención subjetiva
entre la genealogía y su torción, entre emblemas identificatorios que dependen del conjunto
social y de las condiciones históricas, familiares, epocales, con marcas propias que llevan su
firma.
La larga historia, desde los primeros y largos años donde transcurría el Complejo de Edipo,
llevan al joven a una estación de recambio y des-identificaciones en la pubertad y adolescencia.
Junto con su cuerpo, se renuevan sus enunciados, ideales, intereses, se replantean sus objetos
privilegiados, vínculos con otros, su relación con el pasado y el por-venir. Así las nuevas
referencias modelaran la imagen que el joven quiere y espera para sí.
Con las marcas impresas de la historia infantil, de la pubertad y adolescencia, lo que caracteriza
a la juventud es su proyección esperanzada en un futuro. A diferencia del adolescente, donde el
futuro es cierta promesa más que acción, proyecta un futuro posible en el cual se ve
anticipadamente actuando; esto permite la salida de las satisfacciones de lo inmediato y de las
confrontaciones propias de lo adolescente.
La proyección expectante del futuro que es búsqueda anticipada de la identidad como fundante
de la subjetividad en la juventud, es algo peculiar y singular, propio de cada sujeto, pero que se
co-construye y sostiene socialmente; es imposible considerar la identidad sin el marco de
relaciones solidarias con otros; se busca la identidad en el seno del grupo exogámico.
El nosotros como grupo exogámico juega un papel central en los procesos subjetivos
adolescentes y de la juventud, cuando se plantea como nos-otros, es decir el sujeto singular
en grupo, diferenciando los efectos de masificación.
Apuestas no como falsa incertidumbre, sino esperanza en el futuro y los vínculos con otros,
como expectativa y lugar de potenciales realizaciones. Confiabilidad por lo venidero y en co-
construcción con otros. Lo esperanzado no constituye solamente una expectativa; su acepción se
análoga con lo venidero y ahora ausente, con lo posible de la acción propia y del conjunto.
Las crisis adolescentes se caracterizan cada vez más por el florecimiento de síntomas
difusos, con escaso recubrimiento simbólico y por el despliegue de actuaciones, goces y
consumos problemáticos, junto con vivencias de vacío y profundas fluctuaciones
emocionales.
Nasio -> Adolescencia: proceso de pasaje tumultuoso que se configura como una histeria
saludable y un duelo. El Edipo se expresa como una neurosis razón por la cual todo sujeto
atraviesa dos neurosis saludables: la infantil y la adolescente.
Freud -> “(…) podemos decir que el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado
y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite,
sin saber (…)” (Recordar, repetir y reelaborar, 1914)
Esta cita sirve para enlazar el florecimiento sintomático y las actuaciones adolescentes con el
retorno de las vivencias infantiles no recordadas y activadas aprés coup por lo puberal.
Historia e historización
Lacan (1954) -> Historia: “La historia no es el pasado; es el pasado en tanto historizado en
el presente”; “se trata menos de recordar que de reescribir la historia”.
Recordar y elaborar lo infantil como pasado requiere asumir la muerte simbólica de los padres
de la infancia y del niño maravilloso que encarna los sueños del narcisismo familiar. El
adolescente debe hacer un trabajo de duelo historizante; este proceso recae sobre cada uno de
los objetos y vivencias decisivas del pasado a través de recuerdos. Propicia la decisiva
operación de desasimiento de los objetos primordiales. Esto permite la disponibilidad de
investir nuevos encuentros que promete el futuro.
Concluyendo
Introducción
Freud (1905) -> vislumbramiento del interés de los niños en asuntos de vida sexual; se
manifiesta con la investigación sexual infantil, estableciendo condiciones fundantes para la
estructuración del psiquismo en la infancia. Se pone en marcha la pulsión de saber,
considerando que la curiosidad convertía al niño en un pequeño investigador. Del mismo
modo, su obstrucción puede constituirse en origen de dificultades en el aprendizaje.
Esto toma un rumbo diferente con P. Aulagnier (1986), entendiendo que las preguntas de los
niños tienen un papel fundante en la constitución psíquica a medida en que lo remiten a la
construcción de una escena de sus orígenes. Co-construcción que deberá realizarse apoyado en
funciones parentales y a partir de fragmentos significantes extraídos de las prácticas discursivas
desarrolladas en los intercambios libidinales con progenitores y allegados. Esto liga al niño al
deseo de los progenitores y a su genealogía, ubicando el deseo de los padres como causa de su
existencia.
Una de las funciones otorgadas al yo, en la obra de Aulagnier, es ser la instancia responsable de
los procesos de historización.
Al anudar los intereses sexuales y por los orígenes (del yo), también hay interés por los
orígenes de la historia que lo antecede, por la (pre)historia, pregunta por las vivencias del
grupo que hay detrás del familiar y que conforman su genealogía. Lo conecta con los
fragmentos significantes de la existencia y de la vida psíquica de sus predecesores con los que
él mismo va a tener que estructurarse.
En la infancia, este trabajo de investigación está al servicio de la identificación del niño con
el grupo, con sus ideales, dinámicas, objetos privilegiados para su incorporación al mismo,
constituyéndose una de las partes del contrato narcisista.
Aulagnier (1977) -> Proyecto identificatorio: autoconstrucción continua del Yo por el yo,
necesaria para que esta instancia pueda proyectarse en un movimiento temporal, proyección
de la que depende su propia existencia; tiene como sustento y presupone un desarrollo
saludable de la investigación histórica familiar. Trabajo psíquico índice de los procesos
adolescentes; como obra y función del yo en la adolescencia, es el trabajo de significar la
historia, la genealogía, mediatizadas por la investigación histórica. El yo es “aprendiz de
historiador-historizante”; busca en los mitos de origen sus herencias con las cuales construir
sus anclajes y devenir en proyecto identificatorio, proyección hacia el futuro que requiere
de construir(se) un pasado.
Transmisión y genealogía
Transmisión y herencia de la vida psíquica son dos condiciones para la puesta en marcha de
la investigación histórica familiar. Hay herencias que crean condiciones y promueven el
desarrollo de la investigación histórica; de la misma manera, otros funcionamientos familiares o
grupales inhiben y obstaculizan dicha investigación.
Freud (1987) -> Las disposiciones constitucionales son con seguridad la secuela que
dejaron las vivencias de nuestros antepasados; también ellas se adquirieron alguna vez: sin
tal adquisición no habría herencia alguna.
Los acontecimientos que se sitúan en la prehistoria conforman hitos fundantes en la vida del
sujeto. La denominación de prehistoria vinculada a acontecimientos que se ubican en la
genealogía requiere de precisiones; se trata de hechos efectivamente acontecidos en
generaciones precedentes. Es un “vivenciar prehistórico” previo a la llegada al mundo del niño
y, sin embargo, va a aportar elementos a “la (serie) constitucional” en su organización psíquica.
Se debe tratar lo traumático en el árbol genealógico en los grupos que anteceden la llegada del
niño, en la tramitación y transmisión de las marcas significantes en esa genealogía.
El objeto transgeneracional
Ejemplo: familia de la nena “esconde aquello que los avergüenza” (acto que se repite con varios
familiares); Freud y “El hombre de la arena” donde al niño se le esconden secretos a la vez que
es amenazado con “quedarse ciego” si investiga, estando los ojos al servicio de la pulsión de
saber, de investigar (metáfora de ceguera como complejo de castración)
De todas maneras, se piensa que en cualquier generación, los traumatismos no elaborados por
los antepasados pueden ser objeto de una puesta en forma creadora por los sucesores.
Entonces, desde una epistemología no determinista, se plantean incidencias entre las
generaciones; el objeto transgeneracional no conlleva en sí una “naturaleza patógena” y su
carácter transformable es siempre una posibilidad de las generaciones venideras.
Fin como punto de partida de un trayecto que se construirá a lo largo de la vida en cierta
continuidad; no sin rupturas de lo vivido, no como final de una etapa para acceder a otra. Es
causa porque implica el acto de asumirse como responsable de un deseo y proyecto.
La constitución definitiva del ideal del yo se define durante la adolescencia. Esta instancia
tiene como función señalar al yo un horizonte hacia el cual sublimar y orientar el poderoso
flujo pulsional genital y paragenital provisto por el ello.
J. Mitre toma de Freud que “el ideal tiene un componente social además de individual” para
pensar la cuestión del ideal en la adolescencia, ya que esta es sobre todo un tiempo de pasaje de
lo familiar a lo social. Este componente social posibilita al joven incluirse en el lazo social.
Por medio de un duelo historizante el adolescente asume la infancia como tiempo pasado y se
lanza a la conquista de un futuro tras la promesa que le brinda el ideal del yo.
La época plantea la caída de los ideales y proyectos vitales que requieren tiempo para dar lugar
a una cultura de la urgencia y la inmediatez; las utopías de otrora parecen ceder en una época
caracterizada por las distopias.
La preocupación por el futuro en el contexto de una sociedad adulta infantilizada por los
goces del consumo es una pesada carga para los adolescentes actuales. Algunos de estos, en
lugar de sobreadaptarse o hundirse en el sufrimiento y desesperanza, se unen para hacer oír
sus voces y fijar posiciones ante problemas dramáticos que amenazan las expectativas de
vida en el planeta.
Lerner (2019) -> Ideal del Yo: clara relación con el narcisismo; corresponde con el
investimento del futuro, con la posibilidad de generar un proyecto.
Ideal del Yo: Término utilizado por Freud en su segunda teoría del ap.
Psíquico: instancia de personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo
(idealización del yo) y de las identificaciones con los padres, substitutos e ideales colectivos.
Modelo al que el sujeto intenta adecuarse.
Lacan -> Yo ideal: formación esencialmente narcisista, que tiene su origen en la fase del
espejo y que pertenece al registro de lo originario.
El Yo tiene la posibilidad de ir más allá del discurso de un único otro y catectizar emblemas
identificatorios portados por el discurso del conjunto; superando el complejo de Edipo, surgen
nuevas referencias para moldear la imagen a la que el Yo espera adecuarse (Aulagnier, 2001).
Por la castración el sujeto debe aceptar la diferencia entre lo que el Yo es y lo que aspira llegar
a ser. Esto debe persistir, aunque queda en pie la esperanza narcisista de un encuentro entre el
Yo y su ideal, de alcanzar la coincidencia con el ideal en un tiempo futuro. Para ser, el yo debe
conservar el anhelo narcisista de una coincidencia futura; una vez alcanzado, ese anhelo deberá
ser la fuente de un nuevo proyecto.
La asunción del sujeto de un saber sobre su propia muerte se manifiesta como efecto de la
prueba de castración; esto requiere la apropiación de un proyecto identificatorio.
El ideal del yo estaría presente en la madre desde su deseo de hijo; este incluye un anhelo de
realización futura de ese hijo, un horizonte, un proyecto trascendente.
Aulagnier -> Proyecto identificatorio tiene relación implícita con el Ideal del Yo;
autoconstrucción del yo por el yo, construcción de una imagen ideal que el yo propone a sí
mismo como meta, impulsándolo a investir el futuro. El proyecto supone la aceptación de
una distancia/diferencia continua, interminable entre el yo y el ideal. Requiere la
constitución de una temporalidad que articule pasado, presente y futuro.
Yo ideal e ideal del yo en la teoría y clínica de Dolto
El ideal del yo, surgido de los escombros del deseo incestuoso, atrae y estimula al yo para que
se produzca realizaciones culturales valiosas en la sociedad extrafamiliar. La función de este es
más eficaz cuanta más coincidencia entre los ideales del niño o adolescente con los valores de
sus pares, del grupo (Dolto, 1985).
Las realizaciones a las que aspira el ideal del yo son imposibles pero representan una aspiración
que permite sublimar y orientar el poder pulsional hacia metas valorables por los otros.
Durante la pubertad ese ideal del yo puede ser “pervertido”, desviado en sus funciones por la
persistencia y atracción de un yo ideal demasiado presente encarnado por la persona de los
padres.
Síntesis
El yo ideal es siempre proyectado en una figura que pasa a ser idealizada; instancia inconsciente
del psiquismo; siempre representado por un ser vivo; es seductor para el sujeto y sostén de la
organización pulsional autoerótica; el ser humano que lo representa es investido en un estado
de perfección, de poder; el yo ideal es una imagen narcisista del sujeto, imagen ideal de sí
mismo representada en un adulto con un cuerpo más desarrollado; es ejemplar (ser como, tener
como, hacer como); modelo vivencial.
El ideal del yo
Dolto -> “salud” libidinal: se logra por medio de una adecuada alineación y funcionamiento
de las formaciones del Yo respecto de las pulsiones que emanan del ello, y deben ser
encauzadas hacia realizaciones amorosas y culturales.
Este fondo de memoria puede bastar para satisfacer dos exigencias indispensables para el
funcionamiento del Yo:
- Una segunda que prepara la entrada a la edad adulta. Aquí se produce la tarea de puesta
en lugar, a partir de ese pasado singular de los posibles relacionales accesibles a un
sujeto dado, del panorama de sus elecciones y de los límites que cada uno encontrará
allí.
El fracaso de la represión puede manifestarse por su exceso al igual que por su falta: en los
dos casos, las consecuencias serán una reducción drástica del campo de los posibles
relacionales. La no represión de las representaciones de los objetos que han sido apoyo de
las primeras relaciones traerá aparejado el fracaso de ese trabajo de elaboración que habría
podido permitir que los apoyos de tiempos mezclados pudieran imantar el deseo hacia lo
desconocido, de lo todavía no experimentado, todo nuevo objeto investido.
El trabajo de puesta en historia no puede tener éxito: la infancia queda como un capítulo que
no puede constituirse como tal, o sea con un principio y un final.
Este trabajo de puesta en historia revelara sus límites, en el caso inverso también. Si el primer
caso nos lleva a la psicosis, el segundo se encuentra en sujetos que nos sorprenden por el
desinterés que manifiestan por su propia infancia, de la que no guardan ningún recuerdo o muy
pocos. No se puede encontrar en el discurso ningún rastro de lo infantil, de las palabras que
podrían dar voz al niño, ni lo aman ni lo odian, les es indiferente. Las 2 tareas específicas de la
adolescencia tendrán un destino en estos sujetos: la primera será más o menos llevada a buen
puerto pero erra en el caso de la segunda tarea.
Piera define al basamento fantasmático como espacio relacional, otra cara que acompaña
este proceso. En este actúan el principio de permanencia y el principio de cambio:
permanencia de la matriz relacional que se constituye en los primeros años de vida y que es
depositaria y garante de la singularidad del deseo del Yo y que se manifestará en esa marca,
este sello que se volverá a encontrar en sus elecciones relacionales. De la otra parte, este
principio de cambio que baliza el campo de los posibles que fragua el acceso a una serie de
elecciones en los objetos a investir.
Elección que encontrará limites pero que signa la parte de libertad de la que sujeto podrá gozar
(o no) en sus investiduras. No se trata del retorno del mismo y único prototipo sino, más bien,
cada vez, de una creación relacional, una amalgama nueva en el prototipo y lo que todo
encuentro aporta de no conocido ni experimentado.
Sera imposible para ese mismo sujeto, toda relación que lo lleve hacia una posición
identificatoria que no puede ocupar.
- Será parte del imposible identificatorio toda posición que lo sitúe en un lugar que no
puede más ligarse a aquellos ocupados en el pasado, un lugar fuera de la historia,
desconectado de ese trabajo de memorización y de ligazón necesario para que se
reconozca en este “modificado” imprevisto la “creación” de un Yo que lo precedía.
En el curso de las fases relacionales que recorre el niño, se van a anudar puntos señeros en
ciertas representaciones fantasmáticas, sus vivencias afectivas, y un rasgo especifico del objeto
y de la situación que las ha desencadenado. Vivencia afectiva que se caracteriza por la
intensidad de la participación somática que ha arrastrado.
Una vez sobrepasada la fase oral en estas representaciones conclusivas, que se anudan a una
representación fantasmática, una vivencia afectiva que se caracteriza por la intensidad de la
emoción y de la participación somática que ha arrastrado, y un rasgo especifico del objeto, este
rasgo especifico puede ser reemplazado por una palabra que se depositara en la memoria en
forma de enunciados identificatorios que pueden tomar el valor de veredicto.
El Yo debe poder disponer de ese capital fantasmático para sostener su deseo. En nosotros,
todos hallarán como huella de un tiempo de la infancia una forma de encuentro, la obtención de
un objetivo que representan lo que definimos en nosotros mismos por los términos de alegría, de
goce, de completud o a la inversa, de dolor, de destrucción.
Una forma de encuentro que no se repetirá jamás tal cual, pero que ejercerá un poder de
imantación para el deseo y de la cual un “rasgo” que la recuerde deberá estar presente para que
este último pueda realizarse. Ningún sujeto tiene el poder de investir a cualquier pareja sexual,
ni a cualquier fin narcisista, ni a cualquier proyecto. Por eso, yo propondría esta definición del
conflicto responsable de nuestros cuadros clínicos: la coexistencia posible, conflictiva o
imposible en ese núcleo de singularidad, ese permanente de la identificación y del deseo y los
compromisos, las recomposiciones, las modificaciones que exigen el encuentro y la investidura
de otros sujetos y otros fines.
Estos anclajes son: la certeza de que se es autor de la autobiografía, y la certeza de que a pesar
de los cambios, la parte permanente y singular de la historia, no corre peligro, teniendo esta un
sentido y una coherencia.
La modificación tiene que ver con la reacción del aparato psíquico ante los cambios, y los
mecanismos a los que se recurre para aceptar, rechazar o desmentirlos.
Para la organización del espacio identificatorio (fondo de memoria para ser y devenir) y del
espacio relacional (posibles relaciones libidinales, elección de objetos soportes del deseo y
promesa de goce); la constitución de lo reprimido (operación selectiva) será el proceso previo:
La represión obliga a renuncias libidinales de ciertas representaciones (sobre todo de los
objetos-apoyo de las 1ras relaciones) a cambio de libertad para otras investiduras.
Nomina y hace decibles los afectos. El Yo tiene que anclar en una historia que debe reconstruir
para encontrar en ella una causalidad a su condición de ser, que dé razón de su presente le
haga posible pensar un eventual futuro. El adolescente sólo podrá construir un futuro si ha
podido investir su pasado.
En el encuentro intersubjetivo con otro sexuado, el cuerpo erótico se inscribe dando origen
a una nueva historia.
Puget, J. Historización en la adolescencia. En Cuadernos de ApdeBA Nº 1 de Niñez y
Adolescencia. Buenos Aires, Publicación de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires
La autora ubica a la adolescencia como un momento de la vida de un sujeto que inaugura una
historia basada en la puesta en acción de un cuerpo sexuado vincular (diferente al cuerpo
erógeno autoerótico, correspondiente a la sexualidad infantil; el cuerpo erógeno constituye el
espacio intrasubjetivo).
Esta puesta en acción es el comienzo de una sexuación dentro de un vínculo de amor con
posibilidades de procreación. La estructura familiar se abre sin poderse volver a cerrar nunca,
dejando de ser origen para uno o varios miembros de la familia; la familia ya no es origen de esa
pareja, sino que la pareja es origen de la pareja.
Se separa de las dos etapas que el adolescente recorre descriptas por Aulagnier: una en la que
selecciona y mantiene a resguardo el olvido de los materiales necesarios para la construcción
del fondo de memoria, garante de la permanencia identificatoria, y otra caracterizada por la
organización del espacio relacional.
El hoy crea un antes que sólo tiene sentido si esa historia ingresa en el vínculo actual;
cuando una pareja o un vínculo en vías de ser pareja hace ingresar la historia familiar de
cada uno, es ya una historia que les pertenece y deja de pertenecer a la familia de origen,
teniendo el derecho de hablar del pasado del otro como si lo conocieran y les perteneciera.
Adquieren un pasado hecho de relatos míticos.
Para ser adolescente se debe realizar un doble trabajo de historización: se construye a partir de
una nueva marca que sólo le pertenece y adquiere significado en la vida vincular que la nueva
marca inaugura, dando sentido a la familia de origen; en otro trabajo simultáneo, sigue
perteneciendo a una historia de la que es portador.
La adolescencia tiene que ver con prácticas relacionadas con un cuerpo sexuado esencialmente
vincular diferenciado del cuerpo erógeno. No es un cuerpo singular sino un cuerpo inherente a
una vincularidad que es la que le da su cabal significación.
El cuerpo erógeno no necesita de otro para constituirse (en sí está completo). El cuerpo
sexuado de la adolescencia se determina con otro que es condición del cuerpo sexuado.
Una de las características principales de la adolescencia es que el cuerpo del mismo no puede
ser anticipado por el encuadre familiar. La formulación según la cual los padres anticipan el
cuerpo del adolescente, sus proyectos, futuro y pareja, tal vez comporte la paradoja de suponer
posible desear algo no anticipable.
La historia del adolescente ya no pertenece a la historia familiar, sino que solo podrá historizar
la familia a partir de los datos aportados por el adolescente: no va a ser una historización para
recordar, sino una que otorga nuevos sentidos. El adolescente en su espacio “inter” que sella su
adolescencia, crea un vínculo que inventa un pasado; en forma paralela se produce otra
historización (de recordar el pasado clásico, siempre ilusorio ya que sólo se lo reinterpreta).
La autora equipara adolescencia con pareja y sexuación ya que piensa que la marca
fundamental de la adolescencia es la de crear un nuevo espacio extrafamiliar signado por
el lugar que la adolescencia da al proyecto de pareja, a la pareja sexual misma.
Elegir una pareja que pueda ocupar el lugar pensado por los padres o elegir por oposición es una
manera de seguir una continuidad histórica y causal, determinada por el pasado infantil.
La adolescencia, para ser tal, se organiza cuando la experiencia de la sexuación pasa a ser
posible, algo así como la instauración de una práctica y se registra como acontecimiento que se
torna origen de un proyecto. Un sistema vincular que no es anticipable por la familia de origen
(ya no origen de la nueva marca; esta sólo puede ser construida con otro en una relación en la
que la sexuación o intervención del cuerpo significado sexualmente, es la que va a dar su
impronta a esta nueva organización vincular).
Equipara adolescente con adolecer en tanto sufre por una falta de historia, y que tan sólo
inicia algo que luego podría ser historia.
Blanco, C. Un punto de encuentro entre Piera Aulagnier y su historia (pp. 84-85). En Grassi,
A. y Otero, Ma. E. (Comps.) Entramados vinculares y subjetividad. Niños, niñas,
adolescentes y familias en psicoanálisis. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Entreideas, 2019
Piera Spairani nació en Milán en octubre de 1923. El apellido con el que se la conoce
(Aulagnier) es el de su primer marido. Durante los primeros diez años de su tarea como
psiquiatra, se dedicó a atender pacientes psicóticos, lo que la llevó a interesarse por los
primeros momentos de constitución del psiquismo. Luego se analizó con Lacan, de quien fue
discípula, hasta alejarse definitivamente de la Escuela Freudiana de París, entre otros motivos,
por no aceptar la concepción jerárquica que regía la formación de los analistas. Esto la llevó a
reflexionar acerca del proceso analítico y la teoría que lo sustenta.
Dictó seminarios que sirvieron como “lugar de encuentro” para que sus pensamientos y tareas
clínicas pudieran ser compartidos, constituyendo un punto privilegiado de encuentro y
pensamiento grupal. Fundó dos revistas: L’Inconsciente y Topique.
El movimiento de la época (“mayo francés” en 1968; gran influencia en la cultura y vida
cotidiana posterior) permite situar el desarrollo de su obra considerando, además, que influyó en
el seno de los debates que conmovieron los ámbitos psicoanalíticos e intelectuales de Francia
a lo largo de los 70s.
Junto a otros diez psicoanalistas fundó el Quiatrieme Groupe, una agrupación que postulaba
como posible y deseable una pluralidad de pensamientos que dieran cuenta del funcionamiento
colectivo de la organización.
Aulagnier era una pensadora que incita permanentemente a una revisión crítica, a no quedar
fijados a filiaciones teóricas que limiten la capacidad de pensar; invita a volver a elaborar y
repensar a Freud (pudiendo recuperar y trabajar la segunda tópica freudiana) y a Lacan
(tomando algunas de sus conceptualizaciones): esto produce algo nuevo, una tópica diferente.
Esta construcción novedosa llama a volver a interrogar y cuestionar esas teorías, y apropiarnos
creativamente de esos saberes.
En este texto se observa una influencia del pensamiento de su esposo (Cornelius Castoriadis);
hay una concepción análoga a la que él está desarrollando. Recorrer ambas obras permite
observar coincidencias e influencias mutuas. Fue autora también de Los destinos del placer
(1978), El aprendiz de historiador y El maestro brujo (1984), y Un intérprete en busca de
sentido (1986), además de innumerables artículos.
Winnicott, como punto de partida, sostiene que, para desplegarse, la adolescencia requiere
tiempo (1960). Tomando a Castoriadis, este afirma que tiempo estaría ligado a alteridad y
alteración (1996). Alterar remite a provocar modificación, cambiar la esencia o la forma de
una cosa; se enlaza a perturbar, trastornar, inquietar. En el inquietante trayecto adolescente se
despliegan trabajos psíquicos específicos.
Los hechos no se producen de forma aislada, sino insertos en el encuentro con otros
significativos, en tramas relacionales (se torna factible elegirla mediante el trabajo de
historización). La importancia del trabajo de construcción encuentra su razón en la “función de
historiador” (Aulagnier); la producción de una construcción aporta sentido.
La conformación del fondo de memoria tiene que satisfacer dos requerimientos fundamentales
para que la instancia yoica realice su tarea de historización:
- Organizar dentro del psiquismo lo permanente en el registro identificatorio. Aval
en el espacio identificatorio; garantía al sujeto de la continuidad de su mismidad. Al
remitir al desfiladero edípico y su naufragio, brinda un lugar en el sistema de parentesco
en tanto demarca lo permitido y lo prohibido. Abertura del vértice en la sucesión de las
generaciones; ordenamiento vinculado con el despliegue de la temporalidad como
categoría psíquica.
- La composición del capital fantasmático. La memoria se erige como un capital (en
sentido de ganancia) del sujeto. Este capital está forjado por un caudal de
representaciones (conclusivas, según Aulagnier; entramado de inscripciones psíquicas
que condensan las representaciones que han acompañado las diferentes fases
relacionales – oral, anal, fálica -). Fijan y depositan en la memoria de cada individuo,
bajo la forma de recuerdos, moldes relacionales. La inscripción psíquica sedimenta a
partir del encuentro con otros; la producción del psiquismo se produce en la
intersubjetividad.
A partir de estos dos elementos, el Yo del adolescente podrá redactar su propia historia, donde
huellas y devenir quedan enlazados, y memoria y temporalidad son indisociables: el tiempo
pasado, definitivamente perdido, solo puede preservarse en la memoria del yo como tiempo
hablado, construido en el après coup.
El sujeto cuenta con la opción de catectizar objetos diversos a lo largo de la vida; a través de
esas diferencias se encontrará una matriz relacional, un puñado de peculiaridades que
señalarán a aquellos que podrán ser elegidos por cada sujeto en particular.
El trabajo de historización comienza desde antes del advenimiento del sujeto; en los
momentos previos al nacimiento y en los inicios del psiquismo serán las figuras parentales los
escribas de los primeros capítulos de la historia del individuo. El yo catectiza los pensamientos
identificantes a través de los cuales el otro lo nomina. Una vez que se efectúa esto, el yo podrá
convertirse él mismo en enunciante: producirá identificados (Aulagnier: yo como identificado –
identificante).
En los orígenes el portavoz tiene la tarea de formular anhelos identificatorios sobre el futuro del
pequeño, anhelos que abonarán a la conformación del ideal del yo; desde la función materna y
paterna se investirá el mañana del hijo. Más tarde, el niño pasa a sustituir al infans que ya no es;
realizan frases con dimensión del tiempo por venir.
El yo debe investir ese tiempo vivido por la psique antes de su advenimiento, relatado por sus
otros significativos. Es aprendiz de historiador; adquirió el ser hablado por los enunciados
provenientes de la madre, la cual realizó una anticipación en relación al arribo del hijo.
Aulagnier -> en la primera fase de la existencia del yo el niño deja al portavoz la tarea de
formular anhelos identificatorios ligados a su futuro; el yo se halla en proceso
identificatorio; incesante trabajo implícito de elaboración, duelo, apropiación. Este proceso
tiene su origen en las representaciones identificatorias que los otros primordiales aportaron;
advenimiento de una subjetividad que solo puede conformarse reconociéndose identificada a
partir del Otro, necesitando disponer de un mínimo de reparos identificatorios. Esos anclajes
de certidumbre son provistos por la identificación simbólica, que ubica al sujeto en cadena
En la infancia el norte del Ideal estaba todavía orientado por la mirada parental; en los procesos
adolescentes se produce una transformación específica en la que el yo contará con la posibilidad
de investir emblemas identificatorios que dependan del discurso del conjunto, y no de un único
otro. Se hallan nuevas referencias para el yo ligadas al nos-otros generado con los pares.
Dolto (2006)-> la palabra de los padres deja de ser, ante el adolescente, el valor de
referencia, abriéndose a una mutación en relación a la autoría de la propia biografía.
El hecho de que las figuras parentales cesen de ser cosignatarias de la redacción, y que un sujeto
tenga un lugar como tal en el discurso parental, remite a la alteridad, al registro de la
singularidad y su derecho a un pensamiento autónomo.
El trabajo de pasaje de firma es condición sine qua non para la producción de subjetividad
adolescente; la narrativa construida de manera conjunta tendrá que ser tomada a cargo por el
adolescente. Para esto, los padres deben dejarlo, respetar su alteridad y posibilidad de
pensamiento autónomo, interrogar y producir la interpretación-construcción de su pasado para
proyectarse hacia el por-venir.
Otero, Ma. E. Visitando a Piera Aulagnier (pp. 86-95). En Grassi, A. y Otero, Ma. E.
(Comps.) Entramados vinculares y subjetividad. Niños, niñas, adolescentes y familias en
psicoanálisis. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Entreideas, 2019
El psiquismo y su complejidad
A partir del intercambio que el niño establece con el adulto que lo asiste, se constituye el
aparato psíquico (Aulagnier). Este modelo de aparato psíquico se piensa como la figura de un
mapa: con recorte de costas, bahías, un espacio donde habitar, bordes permeables y múltiples
entradas; un sistema abierto en constante intercambio con el medio que lo rodea.
Si prevalece el displacer¸ originado por la ausencia del objeto, o en su inadecuación por exceso
o por defecto, se inscribe un pictograma de rechazo; de signo negativo, conlleva un
desinvestimento de la representación zona-objeto complementaria; desligadura y
desmantelamiento presentes, representados por la inscripción de tánatos.
El postulado que categoriza el proceso primario es: “Todo existente es un efecto del poder
omnímodo del deseo del Otro”
Siguiendo con Aulagnier (1986), en referencia a la constitución del yo como entidad psíquica,
señala que pensar, dudar de lo pensado y verificarlo son exigencias que el yo no puede esquivar;
es el precio con el cual paga su derecho de ciudadanía en el campo social y su participación en
la aventura cultural.
El postulado que categoriza este proceso es: “Todo existente tiene una causa inteligible que
el discurso podría conocer (saber)”.
El grupo familiar se caracteriza como una de las instancias que, en el transcurso de la infancia
y de la adolescencia, provee al niño de las funciones primordiales para la constitución de
procesos psíquicos saludables, y donde él encuentra un medio a través del cual ir construyendo
los trabajos que promueven su historización. Las funciones familiares tienen un valor
preponderante para la constitución psíquica y los procesos de subjetivación a advenir.
Piera Aulagnier (1996) describe: “en el momento en que la boca encuentra el pecho, encuentra
y traga el primer sorbo del mundo” […] El aporte alimenticio se acompaña siempre con la
absorción de un alimento psíquico que la madre interpretará como absorción de una oferta de
sentido”.
Siguiendo a esta autora, “cuerpo imaginado” y “sombra hablada” son categorías conceptuales
que acuña para dar cuenta del conjunto de enunciados inconscientes que son testimonio del
anhelo maternal concerniente al niño previo a su llegada real.
La madre inviste el niño representándolo, arma un tejido (trama libidinal, envoltura psíquica)
indispensable y necesario para ubicarse como tal. Esto conduce al trabajo psíquico materno,
estructurante y anticipatorio que Aulagnier denomina Violencia Primaria: acción mediante la
cual se instala en la psique del niño, una elección, un pensamiento, una forma de circulación y
descarga del placer, motivados en el deseo que impone la madre. Esto representa la modalidad
con la que la madre marca y singulariza el devenir del hijo. Las palabras y los actos maternos
se anticipan siempre a lo que el niño puede conocer de ellos.
Violencia como acción anticipatoria y necesaria por parte de la madre, dado el grado de
dependencia que presenta el recién nacido y su imposibilidad de autonomía subjetiva;
estructurante para el devenir subjetivo del niño.
Beller (2006) -> Recibir una herencia no es nunca un punto de llegada, sino de partida de un
trabajo psíquico que le sujeto debe realizar conjuntamente con la recepción. Trabajamos con
lo recibido al mismo tiempo que lo recibido trabaja en nosotros.
Proyecto identificatorio: pilares fijos, estables, permanentes sobre los cuales el yo edifica,
construye, teje su historia, sirviéndose de las identificaciones simbólicas (certezas inamovibles
para la subjetividad; remiten a los orígenes familiares; vínculo sujeto – historia familiar e
infantil (ppio. de permanencia).
La biografía es móvil; está abierta a descubrir y explorar lo nuevo. Los nuevos espejos están
representados por el mundo relacional del sujeto adolescente (portan identificaciones de
carácter imaginario, identificaciones, cambiantes, permutables, móviles, acordes a un
entretiempo puberal-adolescente; volcánico e inquieto – ppio. de cambio)
Gampel, Y. Introducción, Capítulo 4: Se lo contarás a tus hijos (pp. 55-68). En Esos padres
que viven a través de mí. Buenos Aires: Paidós, 2006
Los niños afectados por la violencia social de la Shoah tienen dificultad para establecer
relaciones de amor y gozar de los placeres de la vida.
- Es vital para ellos continuar la cadena de las generaciones. Incluso para algunos es
muy importante dar a sus hijos el nombre de sus parientes desaparecidos como signo de
continuidad y en memoria de los muertos que no recibieron sepultura.
- Hay algo en su ser, en su psique y cuerpo, que está horadado, quebrado, congelado. Sus
hijos sienten algo sin poder definirlo, y a menudo necesitan un tratamiento analítico
para entender ciertos síntomas a través de los cuales interrogan el pasado de sus padres.
El contenido de ciertos relatos constitutivos del mito familiar es tan doloroso que se reprime.
Al “borrar” el contenido y “desviar” la memoria de los hechos traumáticos para evitar que
puedan herir, la represión permite preservar la unidad del yo.
Los modelos de identificación, así como los ideales y relatos, alimentan la cadena de
transmisión con significaciones que pasan de una generación a otra, e incluyen lo no dicho. Esas
significaciones contienen una fuerza determinada por el inconsciente. Otra cadena de
transmisión puede ser alimentada por impresiones que exceden la posibilidad de transmisión
psíquica o por vestigios que no llegan a expresarse en una representación simbólica; lo que es
transmitido, inconscientemente, circula en calidad de energía no ligada susceptible de crear una
herencia traumática.
“El individuo como un grupo interiorizado cuya psique está sometida a la prueba de las
generaciones” es un abordaje que Nicolas Abraham inauguró con su “teoría del fantasma”. Esta
abrió nuevas vías gracias a las cuales se realizaron aportes de psiquiatras, psicoanalistas,
literatos e historiadores de la teoría freudiana. Sin embargo, a veces son mal conocidas o fuentes
de confusión.
Las palabras “transmisión psíquica” tuvieron éxito inmediato entre los psicoanalistas debido
a la forma como esta expresión pone los intercambios entre las generaciones bajo un aspecto
familiar, el de los valores, de las creencias y de las competencias que garantizan la
continuidad familiar, grupal y cultural, en un medio donde la elección de un vocablo se
asimila con frecuencia a una prueba de filiación.
Aplicada al campo psíquico, la palabra “transmisión” presenta el riesgo de hacer creer que
algunos contenidos mentales puedan “transmitirse” como se hace con inmuebles. Aun cuando la
realidad psíquica de los padres modela la de los hijos, esta nunca es modelada en forma pasiva.
La vida psíquica de todo recién llegado al mundo se construye efectivamente en interrelación
con la vida psíquica de sus allegados; marcada por sus padres, y a través de ellos, sus
ascendientes. Esta dinámica relacional se cumple en lo cotidiano de la vida psíquica del bebé
(luego niño, no solo en el momento edípico, en lo que sería una configuración particular de este
“complejo”), y hace intervenir a los objetos internos de los objetos de elección del sujeto:
contribuyen, indirectamente, a la constitución de los objetos internos del niño sin que en ningún
momento se trate de “transmisión” propiamente dicha.
Muchas de estas operaciones psíquicas son inconscientes; las que no lo son en el momento de
su instalación en el niño, pasan a serlo por razones de comodidad tanto subjetiva como
relacional. Resultan del doble movimiento de las impresiones de los padres sobre los hijos y
viceversa: las primeras hacen intervenir las diversas expresiones de los padres y la recepción
del hijo; las segundas se organizan en torno de las posibilidades expresivas de los hijos y de las
(in)tolerancias e incitaciones de los padres con respecto a estos. Luego, factores ligados a las
diferentes etapas de la construcción por parte del niño de su vida psíquica llegan a transformar
sus propios objetos internos y a confirmar o contrariar los mecanismos psíquicos ya instalados,
interviniendo el entorno en sentido amplio.
Para el autor, sería prudente reservar la palabra “transmisión” únicamente para las situaciones
que implican objetos concretos claramente identificables, por lo que evitará emplear dicha
palabra, y si debe citarla, la pondrá entre comillas. En cambio utiliza la palabra “influencia”
(designa una acción - voluntaria o no - que una persona ejerce sobre otra (Petit Robert)). Estas
acciones pueden ser conscientes o inconscientes, morales, intelectuales o psíquicas; preceden de
un individuo, grupo, efecto de un poder político, económico o cultural; a veces constituyen una
verdadera dominación y están organizadas en sistemas de signos codificados o no codificados.
Este término deja lugar a la interpretación del mensaje por parte del receptor, y a que el mismo
estímulo no produzca el mismo resultado en distintos protagonistas: la influencia supone una
confrontación entre el estímulo y el sujeto, y la existencia de un contexto de comunicación. Son
recíprocas.
Los complejos vínculos que ligan a cada uno con las generaciones que lo precedieron influyen
en sus relaciones con sus parientes colaterales y próximos. Se ejercen según mecanismos
conscientes, aunque en gran parte inconscientes, y en sus aspectos positivos y negativos. Si las
herencias psíquicas garantizan la conservación de las adquisiciones y del potencial espiritual de
la humanidad, también transmiten a los hijos la carga de superar las cuestiones que quedaron en
suspenso en el inconsciente de sus padres y ancestros . Aquí se considera la palabra “influencia”
en un sentido amplio que comprende el conjunto de situaciones vividas por un sujeto, incluso
las anteriores a su individuación.
Freud (1914)-> todo individuo está dividido entre dos necesidades: “ser para sí mismo su
propio fin” y “ser el eslabón de una cadena a la que está sujeto sin la participación de su
voluntad”. Veía la continuidad transgeneracional esencialmente en la constitución del
superyó y del ideal del yo.
Para el niño, el superyó no se constituye sobre el modelo de su padre, sino el del superyó de
este. Es por estas instancias psíquicas que los padres consideran a sus hijos herederos de sus
deseos irrealizados a la vez que de sus propias inhibiciones y prohibiciones; los hijos están
capturados en sistemas de dependencia de los padres y las influencias constituyen una potencia
y desventaja a la vez.
Ferenczi (1932)-> insiste sobre las situaciones traumáticas impuestas a los niños por los
adultos, incluso los padres, y sobre las transmisiones de contenidos psíquicos que resultan
de ellas. Asimismo señala las transferencias de vergüenza entre adultos y niños en las
situaciones de seducción sexual.
En un nivel tópico, de esto resulta una configuración psíquica denominada “cripta”, en la cual el
símbolo psíquico es partido en dos fragmentos. La conmoción de una cripta se manifiesta
asimismo en fantasías de incorporación. El funcionamiento psíquico de un niño en contacto con
un padre portador de cripta se ve afectado en forma de “trabajo del fantasma en el seno del
inconsciente” (Abraham y Torok, 1978) o “forclusión parcial y localizada” (Nachin, 1993).
Claude Nachin (1989) -> son importantes los duelos no realizados como traumatismos
susceptibles de repercutir sobre las generaciones ulteriores.
G. Cottin (1985) -> La realización de un duelo en una familia es tanto más difícil en la
medida en que no se ha hecho un duelo en la generación anterior.
Tisseron (1992) afirma que la vergüenza juega un papel importante en estas influencias. Una
vergüenza familiar totalmente encubierta por el silencio podrá expresarse más tarde por
enfermedades psíquicas o físicas en los descendientes; puede haber graves consecuencias en las
generaciones ulteriores. Estos traumatismos no superados pueden ser de naturaleza personal o
estar ligados a la historia colectiva.
Filiación de los traumatismos no superados
Cuando en una generación, después de un traumatismo que puede ser un duelo o cualquier tipo
de experiencia traumatizante, no se hace el trabajo de elaboración psíquica, resulta en
consecuencia un clivaje que va a constituir para las generaciones ulteriores una verdadera
prehistoria de su historia personal. Este acontecimiento puede denominarse “indecible” en la
medida en que está presente psíquicamente en aquel que lo ha vivido pero no puede hablar de
ello, a menudo por vergüenza; sujeto portador de una “cripta”.
El hijo criado por padres portadores de un traumatismo no elaborado y clivado debe tratar con
el clivaje del o de los padres de los que depende psíquicamente, ya no con una experiencia
traumática personal. El niño instala un clivaje que afecta a su psiquismo en conjunto; es
portador de un “fantasma”. Para esta generación, los acontecimientos que corresponden a la
generación precedente y que originan esta configuración psíquica ya no son “indecibles”, sino
“innombrables” ya que no pueden ser objeto de ninguna representación verbal: sus contenidos
son ignorados y su existencia es solo presentida e interrogada. Estos hijos pueden desarrollar
dificultades de pensamiento, aprendizaje o temores inmotivados, fóbicos u obsesivos.
En la generación siguiente, los acontecimientos, correspondientes a los ahora abuelos, se han
vuelto no solo “innombrables” sino verdaderamente “impensables”; se ignora la existencia
misma de un secreto que pesa sobre un traumatismo no superado. El niño puede percibir
sensaciones, emociones, imágenes o potencialidades de acciones que le parecen “bizarras” y
que no se explican por su propia vida psíquica o familiar. Un hijo capturado en una
configuración de trasmisión como esta puede desarrollar síntomas aparentemente desprovistos
de todo sentido, tanto en el campo de los aprendizajes como de los trastornos mentales:
conductas toxicomaníacas, alcoholismo y delirios. Hay riesgo acentuado de trastorno
psicótico cuando las dos generaciones parentales son cada una portadora de un secreto grave.
También pueden socializarse en ocupaciones que impliquen la búsqueda del pasado, como
historia o arqueología.
La existencia de secretos desconocidos entre los ascendientes, pero cuyos efectos no se han
extinguido, provoca la creación de “secretos de Polichinela”, cuyo contenido es
ampliamente conocido pero cuya función esencial es tratar de dar sentido a las
extravagancias que el sujeto siente en sí mismo o en su familia.
Estas cuatro series de particularidades constituyen un conjunto indisociable, donde cada una
participa en la apropiación psíquica de su historia por parte del ser humano.
Inversamente, la comunicación del símbolo hace intervenir a cada una de las interfases de la
comunicación humana: la palabra en su vertiente semántica, en su vertiente vocal y los
movimientos (mímicas); cada una participa en la creación de componentes emocionales y
representativos en el interlocutor.
El responsable, en primer lugar, del carácter particular de los objetos psíquicos que resultan para
un niño de la experiencia de objetos psíquicos parcialmente simbolizados en los ascendientes,
no es el clivaje. Estos objetos psíquicos se caracterizan por el hecho de constituirse, en la
experiencia de comunicación con el progenitor, a través de ciertas modalidades de
simbolización (mimogestual o vocal) y no ser confirmados según los otros registros de la
simbolización.
La vida psíquica conoce varios tiempos difíciles en la evolución del sujeto y de la familia:
- Las primeras influencias del entorno sobre la vida psíquica comienzan desde el
estado fetal. Ruidos, formas vocales, movimientos del cuerpo materno son percibidos y
marcan al niño por nacer de un modo que escapa totalmente a su control consciente;
gustos y aptitudes a remodelar, luego del nacimiento, en función del entorno y
aprendizajes.
- Segundo momento correspondiente a las relaciones precoces del niño con su primer
entorno. Todo niño se ve confrontado con un mundo de significaciones que desborda
sus capacidades de dominio y comprensión. (Laplanche (1984) califica como
“significantes enigmáticos” a estos mensajes ya que el niño no posee su código y
deberá adquirirlo, y el mundo adulto está completamente infiltrado de significaciones
inconscientes y sexuales, cuyo código el adulto mismo no posee). Es en este momento
cuando las conductas biológicamente programadas del bebé reciben su puesta en
sentido de las respuestas del entorno. Las primeras manifestaciones del bebé están
inscriptas en lo biológico, pero al ser percibidas, son interpretadas, transformándose en
señal para el que las percibe, y para el bebé mismo. La historia materna y su
prehistoria transgeneracional, reactivadas en los primeros intercambios con su bebé,
constituyen para este las primeras referencias de su mundo interno.
El motor de las influencias entre las generaciones reside tanto en los efectos del apego
esencial de cualquier niño a sus padres, como en las diversas formas de identificación con
ellos.
Toda “realidad histórica” familiar es siempre una reconstrucción; en los casos de secretos
de familia, lo importante nunca reside en el secreto mismo, sino en las múltiples estrategias
empleadas por las generaciones sucesivas para acomodarse a él.
Otras investigaciones
Se organizaron algunas investigaciones en torno del concepto de identificación del niño con las
fantasías inconscientes de los padres; por el contrario, otras pusieron el acento sobre el hecho de
que las influencias más pregnantes se organizan alrededor de lo que no habría recibido, en la
historia familiar, “ni inscripción ni representación o de lo que, al modo del encriptado, está en
estasis sin estar inscrito” (Kaes, 1993); se oponen al punto de la teoría del “símbolo
psicoanalítico” (Abraham) que considera que toda experiencia recibe una forma parcial de
simbolización.
- El objeto transgeneracional: Alberto Eiguer (1987, 1991) utiliza esta noción para
intentar dar cuenta de las particularidades de las “transmisiones” entre generaciones;
define al objeto como un ancestro, un abuelo, u otro pariente, directo o colateral, de las
generaciones anteriores, que suscita fantasías y provoca identificaciones en uno o varios
miembros de la familia. 3 categorías: objetos benévolos (su peso sobre el psiquismo de
los padres necesita una elaboración particular); objetos idealizados magnificados
(sostienen sentimientos y conductas de deuda); objetos portadores de secretos
vergonzosos (crean blancos y vacíos en la historia familiar).
- Los pactos denegativos: René Kaës (1989) lo define como una alianza nunca
formulada, organizadora del vínculo y a la vez defensiva. “Un pacto tal sostiene el
vínculo por el acuerdo inconsciente convenido entre esos sujetos sobre la represión,
renegación o rechazo de mociones insostenibles motivadas por el vínculo”. En la
pareja, este pacto corresponde a mociones pulsionales propias de cada uno de los
cónyuges, pero además puede corresponder a los problemas psíquicos irresueltos de
cada filiación.
Freud elabora Tótem y tabú (1912-1913) como respuesta a un problema de transmisión del
psicoanálisis: el devenir de la institución del psicoanálisis está en el centro de la elaboración
teórica, en el momento mismo en que Freud pone a prueba su universalidad y su extensión fuera
del campo intrapsíquico.
El tercer momento fecundo está constituido por los duelos impuestos por la guerra y las
violentas mutaciones sobrevenidas en la civilización, centrado sobre los movimientos cruzados
de la transmisión intrapsíquica e intersubjetiva. El debate se reanudó y se precisó con la
segunda teoría del aparato psíquico: “Psicología de las masas y el análisis del yo” (1921).
Freud “inventa” una genealogía de la psique, de sus instancias y ramificaciones interpsíquicas a
partir del doble borde sobre el que se apuntala, se apoya, modela y desprende: la experiencia
corporal y la experiencia intersubjetiva.
Freud presenta esta doble división cuando aborda la cuestión del narcisismo: como si
oponiendo el estatuto narcisista del sujeto al del sujeto de la intersubjetividad, los enlazara
juntos articulándolos en el punto preciso, espinoso, del apuntalamiento del narcisismo sobre el
de la generación que antecede, sobre esa apuesta de la transmisión al infans de los “sueños de
deseos irrealizados de los padres”.
El sujeto del grupo se constituye como sujeto del inconsciente según dos determinaciones
convergentes:
- La primera es tributaria del funcionamiento propio del Inconsciente en el espacio
intrapsíquico; para seguir siendo válidas, deber ser confrontadas con los datos
adquiridos por la toma en consideración de una segunda fuente de determinación;
- La exigencia de trabajo psíquico impuesta a la psique por el hecho de su ligazón con lo
intersubjetivo, por el hecho de su sujeción a los conjuntos de los que procede el sujeto:
familia, grupos, instituciones, masas. Es probable que en tal ocasión se transmitan
algunas formaciones del inconsciente por la cadena de generaciones y de los
contemporáneos; una parte de la función represora se apoya sobre modalidades de la
trasmisión psíquica, y de allí derivan rasgos característicos de las organizaciones
neuróticas, borderline o psicóticas.
El grupo precede al sujeto del grupo; no existe la opción de no ser puestos juntos en el
agrupamiento, sino que la sujeción al grupo es parte de la realidad intersubjetiva como
condición de existencia del sujeto humano. Somos puestos en el mundo por más de otro, por
más de un sexo; nuestra prehistoria hace a cada uno de nosotros, mucho antes del
desprendimiento del nacimiento; nos sostienen como los servidores y herederos de “sus
sueños de deseos irrealizados, represiones y renunciamientos, en la malla de sus discursos,
fantasías e historias.
La prehistoria donde se constituye lo originario, la de un comienzo del sujeto antes de su
advenimiento, arraiga en la intersubjetividad. Sólo llegaremos a ser sus pensadores por los
efectos de resignificación. El sujeto es en primer lugar un “intersujeto” (fórmula de Käes)
El grupo que nos precede, representantes para el infans, nos sostiene y mantiene en una matriz
de investiduras y cuidados, predispone signos de reconocimiento y de convocación, asigna
lugares, presenta objetos, ofrece medios de protección y ataque, traza vías de cumplimiento,
señala límites y enuncia prohibiciones; se cumplen acciones psíquicas que sostienen o liberan la
represión de las representaciones, la supresión de los afectos, el renunciamiento pulsional. El
conjunto lo recibe, nombra, sueña, inviste, ubica y habla; el sujeto del grupo deviene sujeto
hablante y hablado, por el efecto de la lengua y del deseo de los que se hacen también los porta-
palabra del deseo, prohibición y representaciones del conjunto.
No existe psique humana sin que se efectúen estas acciones psíquicas. Sólo en estas condiciones
el sujeto puede usar el lenguaje y la palabra de las generaciones que lo preceden, las
predisposiciones significantes que hereda y de cuyo uso se apropia en parte para sus propios
fines.
Estas perspectivas inspiraron importantes investigaciones clínicas y teóricas sobre las cuestiones
de la filiación; el análisis trata:
- de la forma como se transmiten los síntomas, los mecanismos de defensa, la
organización de las relaciones de objeto, los significantes;
- de la manera como los objetos y los procesos de la trasmisión psíquica estructuran
correlativamente el vínculo intersubjetivo y la formación del sujeto singular;
- del destino del niño heredero de la psicosis de los padres en el telescopaje de las
generaciones;
- de las identificaciones con la fantasía inconsciente o con el objeto del otro, en la
genealogía de las fantasías, en la dolorosa correlación del duelo y de la herencia
(Toubiana, 1988).
Los trabajos de Roustang (1976, 1980), Chertok (1984), Granoff & Rey (1983) y de la revista
Confrontation (1983, 10) han replanteado los abordajes de la transmisión psíquica al
articularlos con los de la hipnosis, sugestión, transmisión de pensamiento y telepatía.
La mayoría de estas investigaciones tienen otro rasgo común: un fenómeno describible como
“urgencia” o suerte de impulso por trasmitir bajo el efecto de un imperativo psíquico
incoercible: necesidad resultada de exigencias pulsionales inconscientes, en las que prevalecen,
a veces, las exigencias narcisistas de conservación y continuidad de la vida psíquica, a veces del
Ideal del Yo y del Superyó (trasmisión de prohibiciones fundamentales). Es necesario trasferir-
trasmitir en otro aparato psíquico lo que no puede ser mantenido y albergado en el sujeto
mismo, o entre sujetos ligados entre sí por una poderosa alianza de intereses inconscientes.
La necesidad de trasmitir y la violencia de la herencia
Freud en Tótem y tabú (1913) -> nada de lo que haya sido retenido podrá permanecer
completamente inaccesible a la generación que sigue o a la ulterior. Habrá huellas que
continuarán ligando a las generaciones entre sí en un sufrimiento del cual les seguirá siendo
desconocida la apuesta que sostiene.
Esta violencia de la trasmisión se establece más acá del sentido accesible por el lenguaje de las
palabras y de los actos de habla: es una trasmisión de cosa. En la cura, es normal que el
descubrimiento del anudamiento intersubjetivo del síntoma sea vivido como la revelación de
una violencia: cierto desposeimiento de la subjetividad del sujeto.
Ejemplo: una paciente intenta resolver la violencia que se le impone volviéndolo sobre sí
misma: automutilación y autopuniciones diversas, varias tentativas de suicidio. No poder dar
sentido al conjunto de síntomas la llevó a demandar un psicoanálisis, después de un intento
de psicoterapia emprendida algunos años antes (concluida rápidamente por una brusca
ruptura con su terapeuta; la encontraba demasiado gentil para su gusto ya que accedía a todas
las propuestas de cambiar los horarios de las sesiones que ella le hacía; la falta de oposición
la angustiaba y persistía en volver su rabia contra ella). Después de un año de análisis, los
síntomas desaparecen pero siente que se torna violenta en su actividad profesional respecto
de sus pacientes ancianas que debe cuidar, expresando y excusando que están “muy
deterioradas”, que no dejan de agredirla. No soporta dicha violencia ni la que ella proyecta
en ellas: esto la angustia profundamente hasta paralizarla en el ejercicio de su profesión.
Ante los nuevos síntomas, comenzó a lamentar el tiempo en que se laceraba, cortándose los
cabellos y las venas. Al efectuar un acercamiento con su madre, comenzó a preguntarle
acerca de su nacimiento prematuro, del hecho de que no había sido deseada, de las violencias
que le hacía padecer. Ella le respondió que de niña había sido golpeada, y que sufría sus
propios incoercibles y alarmantes accesos de violencia con respecto a su hija. Esta
revelación la sumió en la desesperación: no quería tener hijos; era necesario interrumpir la
maldición de la trasmisión. La hería esta representación insostenible de una parte de sí
misma fuera de sí misma; se sentía desposeída de su violencia; ya estaba presente en su
madre y abuela
Micheline Enríquez -> estudio sobre los influjos del delirio parental sobre la memoria de
los descendientes; confrontado con el discurso delirante de uno de sus padres, el hijo deberá
conseguir negociar la compleja violencia que este le impone, para no retomarla tal cual a su
cargo. El análisis muestra que la negociación psíquica de una herencia tal tiene un aspecto
positivo, constructivo de una realidad que da cuenta del sufrimiento y orígenes, y un aspecto
negativo, por la destructividad que vehiculiza. En tales casos, el pensamiento del hijo se ve
confrontado con una confusión entre vida y muerte, entre interpretaciones causales
antinómicas del sufrimiento, entre un vínculo filial simbólico y una filiación homosexual: el
sujeto va a intentar recurrir a diferentes mecanismos de defensa para preservar un proyecto
identificatorio, y oponerse a la mutilación impuesta a su memoria y a su actividad de
pensamiento.
La negatividad en la trasmisión
Winnicott (1974) alude a esta noción de no-inscripción para hablar de un “vivido no-vivido y
siempre por revivir” y del temor de un derrumbe ya acontecido, sin que el Yo sea capaz de
metabolizar lo que en ese momento vivió fuera de toda representación de palabras; fracaso de la
función porta-palabra (Aulagnier, 1975).
Las emergencias de nuevas patologías, esencialmente los sufrimientos psíquicos asociados a las
perturbaciones graves de la trasmisión y del vínculo, pero también el desarrollo de ciertas
sensibilidades clínicas y teóricas en el psicoanálisis revelaron las profundas fallas en las
continuidades narcisistas en las que se fundan el sujeto singular y los conjuntos relacionales de
los que forma parte. Estos factores contribuyen a radicalizar la dimensión de lo negativo en el
centro de las apuestas de la trasmisión, hasta el punto extremo en que se plantea la cuestión de
saber si aún existe vida.
Para superar el falso y recurrente problema de la oposición del individuo y del grupo, hay
que imaginar y pensar al sujeto psíquico como inseparable de la intersubjetividad, de sus
exigencias de trabajo psíquico, de sus coacciones y de sus límites. Se debe pensar las fallas y
telescopajes entre estos dos espacios con leyes y reglas propias de sustitución recíproca.
Aulagnier (1975) -> Si se sitúa a la pareja parental en nuestra cultura, se comprueba que la
madre es el primer representante del otro; el padre es el primer representante del discurso de
los otros (discurso del conjunto). “cualquiera que cumpla ese rol, no necesariamente el
padre, es siempre necesario. El discurso materno deberá encontrar ese punto de referencia
y luego aceptar ser la voz que enuncia al infans la existencia de esta referencia”. La
función materna exige apoyarse en un modelo.
Existe una porción de subjetividad que excede al individuo, que nace entrelazada entre lo inter y
lo transgeneracional. Trasmisión es un concepto principal para profundizar estas
consideraciones, junto con el de herencia (no como hecho estático, sino sobre lo que el
adolescente va a operar procesos de metabolización; trabajo de apropiación, destrucción e
introyección de lo heredado). Estos trabajos psíquicos son específicos del momento de lo
puberal-adolescente y pueden pensarse como movimientos de interpretación-creación de la
historia.
Freud (1905) -> Sobre el análisis de Dora este habla de la importancia de las condiciones
puramente humanas y sociales, y a los datos somáticos y síntomas mórbidos, además de
interesarse por las relaciones familiares. En la exposición del material clínico de este
análisis, y luego de la presentación de la familia de la paciente y del detalle de la enfermedad
de su padre, el autor precisa cómo influye en la subjetividad particular de Dora su
pertenencia a esa constelación familiar. Aquí se lee el entrecruzamiento intra e
intersubjetivo en la formación de fantasías, síntomas y deseos.
Freud (1921) -> En “Psicología de las masas y el análisis del yo” señala tres cuestiones:
- Si bien la psicología individual se ciñe al ser humano singular y estudia los caminos
por los cuales busca alcanzar la satisfacción de sus mociones pulsionales, el otro
cuenta, con total regularidad, como modelo, objeto, auxiliar y enemigo.
- En las relaciones con padres, hermanos, persona amada, amigo, maestro y médico,
el individuo experimenta el influjo de una persona única o un número muy pequeño
de ellas, cada una de las cuales ha adquirido una enorme importancia para él.
- La psicología de las masas trata del individuo como miembro de un linaje, pueblo,
casta, estamento, institución o integrante de una multitud organizada en forma de
masa durante cierto lapso y para determinado fin.
Freud (1913) -> En “Tótem y tabú” hace al sujeto heredero de la culpa de los ancestros,
tradiciones y acervo cultural; afirma que si los procesos psíquicos no se continuaran de una
generación a la siguiente, no existiría ningún progreso ni desarrollo alguno (adquisición de
toda su postura frente a la vida de nuevo).
“Introducción al Narcisismo” (1914) -> entrecruzamiento del estatuto narcisista del sujeto
(es para sí mismo su propio fin) con el del sujeto de la intersubjetividad (eslabón de una
cadena a la que está sujeto sin la participación de su voluntad; es servidor, beneficiario y
heredero). “Su majestad el Bebé” se apuntala en el narcisismo de la generación que lo
antecede, y hereda la carga de cumplir los sueños irrealizados por los padres.
Sujeto del inconsciente como sujeto de la herencia; en este encadenamiento generacional se
anuda materia psíquica y se apuntala más de una formación de la psique (Kaës, 2006).
Freud (1938) -> En “Moisés y la religión monoteísta” expresa que la herencia arcaica del
ser humano abarca predisposiciones, contenidos, huellas mnémicas de lo vivenciado por
generaciones anteriores; si suponemos la persistencia de tales huellas en la herencia arcaica,
se habrá tendido un puente sobre el abismo entre la psicología individual y de las masas.
Grassi (2010) -> La subjetividad demanda encontrar nuevos ordenamientos, reordenar, des-
ordenar las relaciones del cuerpo infantil con la propia historia, con los padres de la
infancia, con la infancia de los padres, con su lugar en el circuito de deseo familiar.
Demanda replantear las identificaciones infantiles enraizadas en lo somático y en la familia.
Poner en memoria y construirse un pasado implicarán al sujeto, dentro de los procesos puberal-
adolescente, anudarse a una genealogía. El trabajo de historización se halla engarzado a la
función del ancestro (memoria de grupo) y a la función del infans (linaje que se abre al por-
venir). A través del deseo de la pareja parental, del narcisismo transferido, se realiza una
inscripción de la historia del adulto en el hijo, donde la memoria de la genealogía comienza a
instalarse en este delicado y pequeño cuerpo erógeno, a través de inscripciones
pictogramáticas. Por lo tanto existe una historia vincular previa anterior al advenimiento de lo
puberal-adolescente, entretejido en la trama familiar.
Aulagnier (1994) -> Proyecto identificatorio: enunciados sucesivos por los cuales el sujeto
define (para él y los otros) su anhelo identificatorio, su ideal. El proyecto se manifiesta en la
escena de lo consciente como efecto de mecanismos inconscientes propios de la
identificación. Es un proyecto temporal vinculado con el modelado de una imagen ideal que
el Yo se propone de sí mismo.
La instancia yoica realiza la autoconstrucción continua de una imagen ideal que le garantiza
que el tiempo porvenir no será ni un mero efecto de lo azaroso, ni se conformará según el deseo
de otro yo; esperanza para que el yo pueda, en una temporalidad diferida, llegar a coincidir con
esa imagen ideal.
El proyecto identificatorio remite, vía la resolución edípica, al armado del Ideal del Yo
(según Freud, constituido por identificación a los progenitores, quienes realizaron una
apuesta libidinal sobre el infans; el ideal infantil se construyó en consonancia con los deseos
parentales).
Tisseron -> Influencia: circulan entre padres e hijos, entre hijos y padres, propiciando
elaboraciones en diferentes etapas del trayecto subjetivo. El adolescente interiorizará
propuestas identificatorias modeladas desde los padres y desde lo epocal.
Son importantes los lazos actuales, los vínculos presentes, que traen aparejadas experiencias
inéditas; los espacios de lo heterofamiliar explorados por el sujeto adolescente harán que este
extraiga, activamente, nuevas propuestas identificatorias.
Gomel (1997) -> ¿Qué es lo que se transmite y cuáles son las vías para que esa transmisión
sea factible? Plantea tres pivotes de la transmisión:
- Desde lo simbólico, los vínculos familiares derivan de la puesta en juego del
principio del intercambio a partir del marco transcultural sostenido por reglas que
atraviesan todas las culturas, las cuales se inscriben en el psiquismo más allá de un
contexto determinado. Dos hitos: prohibición del incesto y parricidio (función
ordenadora del reconocimiento sucesivo de diversos lugares sin confusión; habilita
a que el ser humano pueda trasladarse de una coordenada genealógica a la otra);
pasaje de la universalidad de la Ley a la singularidad de su tramitación.
- Eje de las significaciones sociales: ideologías, creencias, sistemas axiológicos,
modelados por las redes familiares. Supuestos identificatorios familiares como
condensación de anhelos actuales y pretéritos.
- Eje de lo no advenido al campo representacional: trazas imposibilitadas de
elaboración psíquica que, transitando de una generación a otra, constituyen el
legado de una pesada herencia (si persiste la no-elaboración, podrá traer efectos
patológicos).
El ser humano se constituye siendo efecto de una intersubjetividad mediada por la cultura. A
partir del trayecto identificatorio atravesado por lo genealógico, se fraguará una singularidad
irrepetible. El grupo familiar insertado en lo socio-cultural, como un haz de elementos cuya
combinación propiciará el anidamiento de la nueva subjetividad. Aparato psíquico familiar
con diversas funciones:
- Ligar el psiquismo del individuo naciente a su genealogía;
- Mentalización del aparato psíquico familiar que, en casos saludables, permitirá donar y
transformar aquello que circula como bagaje de ese grupo;
- Impacto en las generaciones venideras.
La “precedencia del sujeto por más de un otro” (Kaës, 2006) aportará herencia psíquica que
tomará visos elaborativos en tanto se puedan introyectar aspectos de esos otros, sin que el sujeto
quede pasivizado. La transformación que realizará el adolescente en cuanto al armado de su
proyecto identificatorio y de su ideal, se basará en la puesta en historia de la mítica familiar.
En lo saludable, se inaugura lo novedoso a través de la posibilidad de ocupar posiciones en lo
heterofamiliar: nuevas identificaciones y elecciones inéditas (para el adolescente denotará la
presencia del trabajo psíquico del hallazgo-creación de objeto).
Si los trabajos adolescentes se ven impedidos por obstáculos inter o intrasubjetivos, puede ser
este un momento especial para la aparición de patologías. El reacomodamiento de la
adolescencia moviliza toda la estructura vincular y tiene a la confrontación entre las
generaciones como epicentro, la cual viene a romper la ficción narcisista de atemporalidad
compartida por padres e hijos. Se hacen presentes el paso del tiempo y la muerte; el bebé
maravilloso ya no es tal y la familia debe abrirse para no tornarse una trampa mortífera.
Siguiendo la noción de Aulagnier -> la función del contrato narcisista en relación con la
continuidad narcisística del grupo y con la prohibición del incesto intergeneracional. La
desviación o insuficiencia de este contrato es generadora de ambigüedad y confusión entre
las generaciones: Edipo, al violar la Ley simbólica humana, borra las diferencias
generacionales y confunde el orden social, político, biológico y familiar.
Algunas familias aceptan el desafío y acompañan a la generación que crecen; otras se resisten al
cambio obstaculizando el desasimiento de los hijos, complicando la construcción del afuera e
impidiendo el encuentro con lo distinto más allá del territorio endogámico. Estas familias se
cierran sobre sí mismas y sienten como desestructurante la diferenciación.
El narcisismo parental encuentra refugio en el hijo: es este quien deberá cumplir con los deseos
irrealizados de sus progenitores. El nacimiento de un hijo puede convertirse en una grave
herida narcisística para sus padres cuando, demasiado alejado del ideal, el hijo impone un
trabajo de duelo casi imposible.
En otros casos, la alianza firmada por el yo parental desemboca en una suerte de fiscalización
de por vida y el aliado se convierte en colonizador bajo el deseo imposible de que “nada
cambie”.