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La

visitadora social industrial en Chile: tradición y modernidad en la gestión del


bienestar, 1920-19501

Dra. Cristina Moyano B, Académica Depto. Historia Universidad de Santiago de Chile.

Resumen:
Este artículo aborda la constitución del Servicio Social Industrial, como práctica
profesional de intervención social en el espacio laboral. A través de las páginas del
principal órgano de difusión de las visitadoras sociales, la “Revista de Servicio Social”,
analizaremos el conjunto de representaciones que hicieron sobre el trabajador, el
patrón y el mundo industrial, para comprender los tránsitos que experimentaron las
formas de control extensivo que avanzaban hacia un paternalismo burocrático y que
tuvieron en la visitadora social industrial un agente clave para la modernización de las
prácticas del bienestar, sin que por ello se abandonaran las tradicionales formas que
buscaban moralizar y civilizar al trabajador y sus familias.

Palabras claves: Paternalismo burocrático, servicio social, control extensivo,
industrias.

Abstract:
This article discusses the establishment of the Industrial Social Service, as a
professional practice of social intervention in the workplace . Through the pages of
the "Journal of Social Service ", we will analyze the representations about the worker ,
the employer and the industrial world made by the social worker, to understand the
changes in the extensive control, the bureaucratic paternalism and the many tensions
between modernity and tradition lived by the social worker in the chilean industries.

Keywords: Bureaucratic paternalism, social worker, extensive control, industries.

Introducción
El presente artículo aborda la construcción histórica del concepto de “bienestar
social” en la industria, en una época que hemos denominado de transición en las
formas de relación entre capital y trabajo. Las tres décadas que marcan nuestra
temporalidad están cruzadas por al menos 4 elementos cuyos ritmos no son
simétricos ni lineales. Por un lado nos encontramos con la crisis de la república
parlamentaria y su modelo de acumulación capitalista orientado hacia la exportación
de materias primas. Este proceso originó numerosas transformaciones no sólo en el
ámbito de lo político, donde la emergencia de las figuras como Alessandri e Ibañez
fueron las más representativas, sino que también una transición en las profundidades
de las dinámicas de asociatividad del mundo popular, que venían dando cuenta de la
aguda cuestión social iniciada en la segunda mitad del siglo XIX y que tenían como
expresiones propias el mutualismo, el sindicalismo y otras formas de politización

1 Resultados del Proyecto Fondecyt Nº 1140185. “La construcción del orden fabril. Políticas,
representaciones e imaginarios del control extensivo en Chile. Empresarios, trabajadores y Estado en la
primera mitad del siglo XX”.
(sociedades de resistencia, mancomunales, etc.) que fueron fuertemente reprimidas
durante todo el período2.
Por otro lado, las transformaciones en el plano de lo urbano, de la habitabilidad
del espacio citadino, producido por las numerosas y cada vez más frecuentes
migraciones desde el campo y la pampa salitrera, producto de la crisis que
comenzaba a evidenciarse hacia mediados de la década de 19103, generaron una
nueva forma de establecerse en las ciudades, que comenzaron a crecer de manera
significativa, sin la infraestructura adecuada para contener la demanda de los actores
sociales4.
En tercer lugar, un conjunto de transformaciones legales5 que buscaban dar
solución al problema de crisis de legitimidad por el que pasaba el sistema político y la
misma capacidad de éste para mediar entre el capital y el trabajo, en los momentos
que comenzaban a diseñarse los primeros esbozos de la reorientación capitalista
hacia un modelo industrial sustitutivo de importaciones6 . Es en ese contexto donde
comienza a instalarse la dimensión laboral del concepto de bienestar social.
En ese marco, emerge un nuevo cuerpo de regulación de las relaciones
laborales, que cobró forma en el Código del Trabajo de 19317, en el que se refundieron
una serie de materias de ley que tendían a la protección del obrero (que se iniciaron a
comienzos de siglo) y que tuvo como premisa “el reconocimiento de la desigualdad
efectiva del capital y del trabajo, como factores de la producción”8 . Dicho cuerpo
jurídico buscó resolver la problemática de un derecho que habría surgido del ideario
liberal de la igualdad jurídica, producto de “su absoluta ineficacia para encarar los

2 Sobre este tema ver Grez, Sergio, De la regeneración del pueblo a la huelga general. Génesis y

evolución del movimiento popular en Chile (1810-1890), Santiago, Centro de Investigaciones


Diego Barros Arana, 1998; Salazar, Gabriel, “Crisis en la altura, transición en la profundidad: la
época de Balmaceda y el movimiento popular”, en Luis Ortega (editor) La Guerra Civil de 1891,
100 años hoy, Santiago, Ed. USACH, 1993; Ortega, Luis, Chile en ruta al capitalismo. Cambio,
euforia y depresión 1850-1880 , Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2005;
Pinto, Julio y Valdivia, Verónica, Revolución Proletaria o querida chusma. Socialismo y
Alessandrismo en la pugna por la politización pampina (1911-1932), Santiago, Lom Ediciones,
2001.
3 Palma, J Gabriel, “Chile 1914-1935: De economía exportadora a sustitutiva de

importaciones” en Colección Estudios Cieplan Nº 12, 1984, p. 61-88.


4 Espinoza, Vicente. Para una historia de los pobres de la ciudad. Santiago, Ediciones Sur, 1988;

Garcés, Mario. Crisis social y motines populares en el 1900. Santiago, Lom Ediciones, 2003.
5 Poblete, Moisés y Álvarez, Óscar, La legislación social obrera chilena. Recopilación de leyes y

disposiciones vigentes sobre el trabajo y la previsión social, Santiago Impresiones, Santiago,


1924.
6 Grez, Sergio, “El escarpado camino hacia la legislación social: debates, contradicciones y

encrucijadas en el movimiento obrero y popular (Chile, 1901-1924). En Cyber Humanitatis.


Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades, 2007
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/index.php/RCH/article/view/10515/10569, consultado
el 10 de diciembre 2014; Yañez, Juan Carlos. “Antecedentes y evolución histórica de la
legislación social de Chile entre 1906 y 1924” en Revista de Estudios Histórico-jurídicos, Nº21,
1999, p.203-210.
7 Rojas, Jorge, La Dictadura de Ibañez y los sindicatos (1927-1932), Santiago, DIBAM,1993.
8 Moisés Poblete en Revista Servicio Social, Nº 2 y 3, 1932, p. 151
problemas económico – sociales y había de inspirarse en un criterio realista que ha sido
venero fecundo de arbitrios legales encaminados a asentar, en lo posible, sobre bases de
igualdad verdadera, las relaciones entre Capital y el Trabajo”9.
Por último, las transformaciones en el plano de la experiencia de los
trabajadores industriales, producto de los cambios en las formas de relación entre
capital y trabajo y que permitieron un incipiente bosquejo de lo que se denominará
“bienestar social”, elemento clave en la construcción de la paz social10 anhelada por
políticos, filántropos, médicos y algunos industriales lectores de autores como
Fréderic Le Play (1806-1882)11.
En particular, nos centramos en las formas históricas de la experiencia del
bienestar, porque que durante estos años se estaba viviendo - en ciertos sectores de la
industria chilena (minera, textil, papel y vidrios, entre otras)- una transición entre las
formas de un paternalismo industrial con rasgos de patronazgo a uno de corte liberal
o burocrático12,en el que agentes externos a la industria impulsaron la tarea de
burocratizar el bienestar social y a través de él, moralizar, civilizar y controlar
extensivamente al mundo popular obrero. Así el paternalismo burocrático implicó una
transformación del control extensivo en los espacios laborales, incorporando nuevos
agentes – como las visitadoras sociales- cuyas prácticas de intervención obedecían a
una nueva forma de comprender el bienestar social. Este nuevo tipo de paternalismo
se caracterizó por estrategias “más impersonales empresa-trabajadores,
verticalizadoras y omnipresentes, a través del despliegue de dispositivos alojados en
los llamados Departamentos Sociológicos o Departamentos de Bienestar”13, cuya
máxima implicaba entregar servicios y bienes a los trabajadores bajo la atenta
supervisión de la visitadora social14. Así mediante un conjunto de técnicas expertas,
destinadas a calificar el comportamiento del obrero y sus requerimientos - en
conjunto con el de sus familias- las visitadoras sociales hicieron de intermediarias


9Moisés Poblete en Revista Servicio Social, Nº 2 y 3, 1932, p. 151
10 Venegas, Hernán y Morales, Diego, “El despliegue del paternalismo industrial en la
Compañía Minera e Industrial de Chile (1920-1940) en Revista Historia Crítica, Nº58,
Colombia, 2015, p.117-136.
11 Sobre este tema véase Valdivieso, Patricio, Dignidad humana y justicia: la historia de Chile, la

política social y el cristianismo 1880-1920, Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile,


2006. ; Concha, Juan Enrique Conferencias sobre economía social dictadas en la Universidad
Católica de Santiago de Chile , Santiago, Imprenta Chile, 1918.
12 Noiriel, Gérard “Du `patronage´au ´paternalisme`: la restructuration des formes de

domination de la main-dòeuvre ouvrière dans l`industrie métallurgique francáise” en Le


Mouvement Social Nº 144, 1988, 17-36; Lamanthe, Annie “Paternalismo en Francia:
permanencia, dinámicas y actualidad” en Revista Trayectorias, Vol 11, Nº 28. 82-101. Nueva
León, 2009.
13 Hernán Venegas Valdebenito, « Paternalismo industrial y control social. Las experiencias

disciplinadoras en la minería del carbón en Chile, Lota y Coronel en la primera mitad del siglo
XX », Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM [En línea], 28 | 2014, Publicado
el 16 noviembre 2015, consultado el 23 febrero 2016. URL : http://alhim.revues.org/5099
14 Valero, Augusto. “Paternalismo empresarial en la industrialización de Colombia y

Venezuela”, Tesis para optar al grado de Doctor en Historia, Universidad Nacional de


Colombia, 2013, p.292.
entre los patrones, los obreros y el propio Estado, que con una nueva legislación
social, burocratizaba el bienestar social transformando la antigua “dádiva del patrón”
en una exigencia legal y por ende, en un derecho conquistado y que requería ser
debidamente administrado. En esta mixtura entre una profesión autoconsiderada
moderna- heredera de la vieja filantropía- con una práctica de intervención que
buscaba moralizar y civilizar al trabajador -al viejo estilo conservador- las visitadoras
sociales industriales se dieron a la labor de colaborar en la construcción del bienestar
social y la armonía en el mundo del trabajo. La representación de su labor mediante la
narración de sus experiencias laborales, fueron construyendo el campo experto de su
actividad15, dentro de un nuevo tipo de paternalismo burocrático, orientado por
políticas públicas que burocratizaron el bienestar social.
Tal como indica María Angélica Illanes, la fundación de la Escuela de Servicio
Social en Chile en 1925, tuvo como “objetivo estratégico hacer lo que podríamos
llamar un ‘uso político’ del género femenino para realizar la mediación entre pueblo y
poder, restableciendo la `peligrosa’ brecha que se había abierto entre ambos en el
curso de la modernidad industrial”16. Así, una práctica asistencial, racional y científica,
se fue instalando con una profesión definida como femenina17, que fue cubriendo
espacios en los hospitales, gotas de leche, hogares de huérfanos, cárceles y hacia fines
de la década de 1920 también en las industrias18. Es, particularmente en este espacio
donde queremos detenernos para analizar cómo el bienestar social actuó en tanto
vehículo promotor del control extensivo de la clase obrera y sus familias, ampliando la
experiencia del bienestar hacia la sociedad en su conjunto.
¿Cómo se fue gestando el servicio social industrial? ¿Qué experiencias
podemos rescatar de quienes ejercieron esa especialización? ¿Qué conjunto de
representaciones sociales sobre el patrón, el obrero y su familia formalizaron las
Visitadoras Sociales? ¿Cómo entendieron su campo de especialidad y qué referentes
fueron importantes en la consolidación de este campo de experticia, clave en la
burocratización del bienestar?

Breve referencia del Servicio Social en Chile y su especialización en la Industria.
Chile constituye uno de los primeros espacios donde se instaló una Escuela de
Servicio Social. Siguiendo el modelo belga y bajo el auspicio de la Junta Nacional de
Beneficencia, el Doctor Alejandro del Río e Ismael Valdés, “dos eminentes


15 Sergio Morresi y Gabriel Vomaro (ed), Saber lo que se hace. Expertos y política en Argentina, ,

Buenos Aires, Prometeo, 2012. En este texto se discuten distintas perspectivas sobre el campo
de los expertos y el nacimiento de profesiones vinculadas a las ciencias sociales. Un debate
más teórico sobre el tema lo encontramos en Sciulli, D. “Continental sociology of professions
today: conceptual contribution” en Current Sociology, 53, 2005, p.915-942.
16 Illanes, María Angélica, “Ella en Lota y Coronel: poder y domesticación. El primer servicio

social industrial de América Latina” en Revista Mapocho, Nº 49, 2001, p. 140-148.


17 Rosemblatt, Karin. Gendered compromisos: Political cultures and the State in Chile, 1920-

1950. Univ of North California Press, 2000.


18 Matus, Teresa; Aylwin, Nidia; Fortes, Alicia. La reinvención de la memoria: indagación sobre

el proceso de profesionalización del trabajo social chileno 1925-1965 , Santiago, Ed. Universidad
Católica de Chile, 2004.
filántropos”19, después de retornar de un viaje a Europa, decidieron crear dicha
escuela en 1925. La primera directora de la Escuela fue la belga “Mme. Jenny Bernier,
quien tuvo que luchar contra las numerosas dificultades, pero que terminó con éxito el
primer curso 1925-26, al fin del cual 42 niñas obtuvieron su diploma de Visitadora
Social”20.
La Escuela estuvo asociada a la idea de independencia inicial del sistema
universitario y su vinculación a la Junta de Beneficencia marcó el elemento
tradicional: filantrópico y asistencial, que la caracterizó durante sus primeros diez
años de existencia y que se tensionó permanentemente con aquellos elementos
modernos del “servicio social”, entendido como práctica racional y científica, que
ejercida por “intermediarios preparados que comprendiendo las tendencias nuevas de la
acción social y poseyendo las cualidades morales y los conocimientos necesarios
pudieran aplicar práctica y sistemáticamente sus directivas”21. Pocos años más tarde se
crearon dos escuelas de Servicio Social, asociadas a la Universidad Católica y a la
Universidad de Chile. Sin embargo, la más relevante por su antigüedad y por las
importantes redes que fue instalando a lo largo de su existencia fue la dependiente de
la Junta de Beneficencia de Santiago.
La visita del Dr. René Sand a la Universidad de Chile, un año antes de la
creación de la Escuela, marcó el giro en el que médicos, miembros de la Cruz Roja,
abogados y filántropos decidieron repensar las formas para enfrentar los evidentes
conflictos sociales que cruzaban a la sociedad chilena. La conferencia titulada “La
evolución de las ideas modernas en el dominio de la Asistencia Social”22 fue gravitante
en la creación de la Escuela de Servicio Social. Una década después de su fundación, se
definía el Servicio Social como “el total de esfuerzos científicos organizados, colectivos o
individuales, privados o públicos, que tienden a la solución de los problemas de
desadaptación y desorganización, tales como las enfermedades, la miseria, la
dependencia económica, el divorcio, la cesantía, la falta de distracción apropiadas, etc.,
no sólo con el objeto de evitarlos, sino que principalmente prevenirlos. En consecuencia
el Servicio Social tiene un doble fin: de tratamiento y de prevención”23.
La primera generación de visitadoras estuvo compuesta por “niñas y señoras
muy jóvenes, cuya mayoría habían ya consagrado muchos esfuerzos en obras
filantrópicas y que deseaban apoyar sobre una sólida base científica su labor
humanitaria”24 . La estructura curricular estuvo compuesta por cursos de Higiene
Social, Educación Cívica y Economía política, práctica del servicio social, contabilidad y
estadística, dietética y economía doméstica, además de sicología moral25 , que daban
un amplio espectro de posibilidades de inserción a las visitadoras en hospitales, Gotas
de Leche, Oficinas del Seguro Obligatorio, Maternidades, etc.


19 Revista Servicio Social, Nº 3-4, 1927, p.113
20 Op. Cit. 114.
21 Leo Cordemans, Revista Servicio Social, Nº3-4, 1927, p.111.
22 Revista Servicio Social Nº 2-3, 1932, p.193.
23 Revista Servicio Social N1 3-4, 1935, p.115
24 Revista Servicio Social Nº 2 -3, 1932, p. 194
25 Revista Servicio Social Nº 2-3, 1932, p.196
Según las estadísticas que entrega la propia Revista de Servicio Social, principal
órgano de difusión de las experiencias de las Visitadoras Sociales, la mayoría de las
egresadas encontraron trabajos en espacios vinculados la educación, la
burocratización del bienestar desde el Estado (Seguro Obrero) y principalmente en los
ámbitos de la salubridad.
El higienismo expresado en la preocupación por la alimentación de los infantes,
la educación en puericultura, el tratamiento del alcoholismo, entre otros, fueron
gravitantes en el ejercicio del Servicio Social. En paralelo a ello, las Visitadoras
trabajaron vinculadas al Departamento de Bienestar de la Inspección General del
Trabajo, promoviendo la educación en los derechos laborales existentes a partir de la
década de 1920 y desde allí se relacionaron con el mundo de los trabajadores y los
sindicatos.
La especialización en el área de la industria tuvo sus inicios hacia fines de la
década de 1920, y si bien nunca alcanzó a constituir el principal espacio de desarrollo
de las Visitadoras Sociales, fue en creciente aumento dada la importancia que tendrían
las prácticas de control extensivo, así como los desafíos que implicaba la
implementación de la nueva legislación socio laboral.26 Entre 1926 y 1950 el 17% de
los artículos publicados en la Revista de Servicio Social correspondieron a temas
vinculados al mundo del trabajo industrial, con un aumento vertiginoso hacia fines de
1930, donde se concentra el 66,6% de las reflexiones27. Este cuadro se complementa
con el estudio realizado por el sociólogo de la Universidad de Chicago, Robert J.
Alexander, quien indicaba que hacia 1940 “about fifty factories in Chile have at least
one visitadora social”28.
La constatación compartida - entre visitadoras sociales y juristas-de que las
relaciones entre capital y trabajo generaban una desigualdad intrínseca que podía
conllevar a numerosos conflictos sociales, posibilitó que el servicio social industrial se
fuera consolidando como campo laboral y de experticia particular. Tal como lo
planteaba la visitadora Chela Reyes en 1927, “¿de qué le sirve a la industria el obrero de
hoy, que no será el de mañana, por sus vicios, y el carácter abúlico que caracteriza a este
pueblo…? Ya que el Servicio Social le dará el hombre fuerte, justo es que ella lo reciba
preferentemente. Por eso concluyo con esta frase tan antigua como el mundo “Unión es
Fuerza” y mientras ella no exista entre el industrial y nuestro servicio, este movimiento
será casi nulo, pues la base del desequilibrio físico y moral del pueblo, estriba en su
mayor parte, en el desarreglo de la situación económica, del cual son derivados el
abandono de hogar, el alcoholismo y las enfermedades sociales.29” El nuevo derecho


26 Klubock, Thomas, Contested communities. Class, Gender, and Politics in Chile`s El Teniente

Cooper Mine, 1904-1951. Durham Duke University Press, 1998; Vergara, Ángela. Legitimating
workers rights: Chilean cooper workers in the mine of Potrerillos and El Salvador, 1917-1973.
Tesis doctoral en Historia, University of California, 2002; Vergara, Ángela, “Paternalismo
industrial, empresa extranjera y campamentos mineros en América Latina: Un esfuerzo de
historia laboral y transnacional” en Avances del Cesor Nº 10. 2013, p.113-128.
27 Calculo obtenido de la revisión de todos los artículos publicados en la Revista de Servicio

Social entre 1926 y 1950, clasificados según los tópicos que abordaban.
28 Alexander, Robert, Social Service Review, Vol 2. Nº 3, 1949, p.373
29 Revista Servicio Social, 1927,Nº 1, p182.
laboral fundamentado en la idea realista de la desigualdad entre obrero y patrón30,
obligaba a una nueva relación entre capital y trabajo. El trabajador ya no podría
considerarse una simple herramienta más del patrón y en ese marco, la Visitadora
Social ejerció un importante rol, no sólo educando en la legislación, sino que como
parte central del engranaje del funcionamiento de la industria, entendida como una
comunidad armónica y sin conflicto social. Las lecturas realizadas por uno de los
inspiradores de la asistencia social en Chile, el Doctor René Sand, vincularon a las
estudiantes con una nueva concepción de la economía- crítica de la teoría clásica- y
que supuso la necesidad de intervención del Estado, ya que solamente “él puede
imponer las medidas necesarias, únicamente él posee los recursos que permiten la
protección continua de todas las existencias amenazadas31”
Hacia 1930, las visitadoras sociales tomaban como referente los lineamientos
emanados de la OIT y se vincularon a la Asociación Internacional de Relaciones
Industriales (IRI), asistiendo al Congreso de Relaciones Industriales realizado en
Amsterdam ese mismo año. Dicha reunión convocó a numerosos expertos en el área
de las relaciones laborales y el bienestar social, tales como Dr. Otto Neurath, director
del Museo Económico y Social de Viena; el Dr. Lewin Lorwin del Instituto de Economía
de Brooking Institute de Washington y Dr. D.H. Person, Gerente de la Taylor Society de
Nueva York, entre otros32
La IRI, órgano internacional al que se vincularon las Visitadoras Sociales
chilenas, declaraba que su propósito era “el estudio y la promoción de mejores
relaciones en la industria humana. . …Estos temas están dentro del inmediato objeto y
punto de interés de la IRI, porque son problemas de las relaciones industriales y afectan
al bienestar humano”33 . Fueron esos lineamientos estratégicos, en conjunto con las
reflexiones realizadas por el ya mencionado Sand, Mary Abby van Kleeck34 y Julio
Iribarne - primer latinoamericano en escribir un texto dedicado exclusivamente al
servicio social industrial -, que se constituyó el campo de acción de las nuevas
expertas. Para Iribarne este campo de intervención social debía realizarse en base a
un estudio metódico de los factores que perturban la vida sana y normal de los
trabajadores, para que la acción correctiva se tradujera “en un beneficio indudable
para la industria misma y en un progreso general, restableciendo el equilibrio y la
armonía.”35
Este campo se enriqueció gracias al intenso contacto que establecieron las
visitadoras con juristas de la Inspección del Trabajo, el Departamento de Bienestar del
mismo y el Seguro Obrero. Frecuentes fueron los vínculos - a través de columnas en la
Revista de Servicio Social, conferencias o dictando cursos en la Escuela - con los

30 Moisés Poblete en Revista Servicio Social Nº 2 y 3, 1932, p. 152
31 Sand, René. La economía humana. Buenos Aires, Eudeba, 1961 (primera edición 1941), p.7.
32 Revista Servicio Social, Nº 1, 1931, p254.
33 Revista Servicio Social, Nº 1, 1931 p.254
34 Ella formó parte, en calidad de asociada directiva, del International Industrial Relations

Institute (IRI), a cuyos principios adhería la Escuela de Servicio Social de la Junta de


Beneficencia de Santiago
35 Iribarne, Julio. El servicio social en la industria, Buenos Aires, Museo Social Argentino, 1935,

p16.
abogados Raimundo del Río 36 , Moisés Poblete Troncoso 37 , Héctor Escribar 38 y
Francisco Walker Linares 39 , con quienes construyeron una estrecha relación
formativa y le permitieron a Raquel Fernández, Visitadora Social de las Cristalerías
Chile, proponer la especialización del “servicio social industrial” hacia fines de la
década de 1930.
La especialidad nació con el objetivo de dotar de herramientas técnicas y
científicas a las visitadoras sociales, para que colaboraran a la solución de los
problemas socio-laborales que generaban las nuevas formas de capitalismo y así
lograr “la equidad y armonía social”40. Para ello se contemplaron como saberes
específicos los conocimientos sobre los problemas médicos, morales, económicos,
jurídicos, de habitación e industriales que aquejaban a obreros y empleados, nociones
sobre legislación social – en especial la ley 4054 sobre seguro obrero, seguro contra
accidentes del trabajo y las normas que regulaban los sindicatos, cooperativas y
tribunales de trabajo- y por último, conocimientos relativos a las reflexiones
intelectuales y prácticas en el mundo del trabajo emanados desde la Liga
Internacional del Trabajo y la OIT41.
Todo esos saberes implicaron sistematizar las prácticas de intervención en los
espacios fabriles. Por ello, durante la década de 1940 aumentaron las reflexiones
sobre los casos donde se aplicaba el servicio social industrial y los logros y dificultades
que tenían las visitadoras al interior de las faenas productivas. Así, según la Directora
de la Escuela de Servicio Social en 1936, Luisa Fierro, dado que hacia la década de
1920 se habían producido profundas modificaciones en los métodos del trabajo
industrial que “estaban dominados por el maquinismo, que hace del obrero un simple
accesorio de la máquina…, (…)producía la angustia económica del obrero y la
disgregación de la familia”42 , hacían inexcusable la intervención de la visitadora social
para el mejoramiento “moral y económico de las clases trabajadoras”43.
Una valoración similar sobre el servicio social industrial tenía en 1939, Vicente
Echeverría, Consejero de la Caja de Crédito minero, quien planteaba: “cuántos males y
deficiencias se podrían remediar, si las Visitadoras sociales actuaran en ellas del modo
regular y metódico que lo hacen en otras industrias”44. Ellas deberían, a juicio de

36 abogado, profesor de sicología en la escuela de Servicio Social y Presidente del Instituto de

Ciencias Penales en 1935. Especialista en criminología.


37 Abogado, fue Director General del Trabajo de Chile en los años 20 y trabajó en la OIT

durante los años 30. Se desempeñó, entre otros cargos, como profesor de Derecho Social y de
Técnica de Investigación Social en la Escuela de Servicio Social.
38 Abogado, autor del Tratado de Derecho del Trabajo editado por Zigzag en 1944. Fue

profesor de la Facultad de Derecho de la U. De Chile y se desempeñó como Director de la Caja


de Habitación durante los años 30 y 40, así como también fue jefe del Departamento Jurídico
de la Dirección General del Trabajo.
39 Abogado e importante intelectual, autor de “Nociones elementales del Derechos del

Trabajo” publicado por la editorial Nascimiento en 1956.


40 Revista Servicio Social, 1937, Nº2, p.195.
41 Revista Servicio Social, 1937, Nº2, p.196.
42 Revista Servicio Social, 1936, Nº1, p.76.
43 Revista Servicio Social, 1936, Nº1, p.76.
44Revista Servicio Social,1939, Nº4, p 283.
Echeverría, intervenir en “las condiciones higiénicas en las faenas mineras, la
alimentación en los centros mineros, las habitaciones y establecimientos mineros, el
fomento de ahorro en las minas, la regulación del consumo de bebidas alcohólicas en las
minas, la formación de centros de cultura y enseñanza para adultos, la ocupación de
horas libres por medio de esos centros y de entretenimientos y deportes adecuados a las
diversas circunstancias”45 .
De la cita anterior se desprende que el espacio de intervención de las
visitadoras era mucho mucho más amplio que la mera faena minera o la industria,
extendiéndose hasta el lugar de habitación y sociabilidad popular. Ese era el espacio
en el que debía actuar como agente moralizador y civilizatorio del obrero, a través de
controlar la higiene del hogar, las horas libres, los lugares de esparcimiento y la vida
en su sentido amplio. Así se conseguiría ese obrero soñado y no se produciría “el
desastrozo problema del obrero ambulante que hoy trabaja en una cosa y al siguiente en
otra, sin arraigarse ni encariñarse con nada.” A través de la fábrica, el servicio social se
convertiría en “poderoso influenciador de la moralidad del ambiente, de la higienización
y de toda la gama inherente a las influencias de la habitación y del barrio”46 , tejiendo
esa inmensa red invisible del control extensivo del capitalismo industrial. La actividad
de intervención sin embargo, debía realizarse bajo los estrictos métodos de los casos
sociales aprendidos en la Escuela, sumados al conocimiento sobre legislación social y
economía política.
En 1939 las industrias que poseían un Servicio Social eran “la Fábrica de Gas,
Compañía de Refinería de Azúcar de Viña del Mar, Central de Leche, Laboratorio Chile,
Fábrica de Sacos, Compañía Industrial de Catres, Cemento Melón, Compañía Carbonífera
de Lota, Compañía de Papeles y Cartones, Fábrica de Paños de Tomé, Fundición Libertad,
además de los Servicios de los FFCC del Estado que, aunque son en si un servicio
industrial, difieren de los antes mencionados en su organización dependiente del
Estado”47.
La misma Raquel Fernández, indicaba que las industrias que poseían esta
practica se habían dado cuenta del importante beneficio reportado, porque el “Servicio
Social Industrial coordina primeramente las actividades de Capital y del Trabajo,
estableciendo relaciones de justicia con benéficos resultados para ambos. …Educa tanto
al patrón como al obrero y su familia. Al patrón, por cuanto le hace notar en cada
ocasión que el obrero es un ser humano y no otra de tantas herramientas de su industria.
Que para que este colaborador le rinda más, hay que obrar con él justicieramente
dándole oportunidades de mejoramiento físico, moral y cultural. Educando al obrero y a
su familia… (…)Hace al obrero consciente de sus derechos legales, le enseña la manera
de aprovechar lo que le ofrece la comunidad, le inculca aspiraciones, le enseña el ahorro,
higiene, da nociones de puericultura a la esposa, la orienta en la confección de un menú
sano, propicia el buen empleo de las horas libres de él y de su familia, encauza su
vocaciones y la de sus hijos tratando siempre de darle el sentimiento de satisfacción que
acompaña a todo elemento positivo consciente dentro de un medio social dado”48 .

45 Revista Servicio Social,1939, Nº4, p 283.
46 Revista Servicio Social, 1939, Nº 4, p. 271
47 Revista Servicio Social, 1939, Nº4, p. 271
48 Revista Servicio Social Nº 4, 1939, p. 271-272
La cita previa, realizada por quien fue profesora de la especialización en la
Escuela de Servicio Social, daba cuenta de la red del control extensivo, las prácticas de
intervención, los espacios de acción y por sobre todo, esa tensa combinación entre
“modernidad” industrial y “tradición moralizadora”.

Las experiencias y los modelos del servicio social industrial: el bienestar y el
control extensivo.
Una de las primeras experiencias de Servicio Social en la Industria fue la de la
Compañía Minera de Lota, que en 1922 después de una huelga obrera de magnitud,
fuertemente reprimida49, organiza un Departamento de Bienestar -cuyo primer jefe
fue Octavio Astorquiza- y cuyo fin era “tratar directamente con los obreros todos los
asuntos que les interesaran y que los ingenieros y demás personal no pudieran atender,
por referirse a temas ajenos a actividades técnicas”50 . Pocos años después, Astorquiza
decide contratar a una Visitadora Social, la señorita Berta Abadie, para secundar su
ayuda en dicho Departamento51 .
Rápidamente el Servicio Social Industrial tomará a Lota como el mejor ejemplo
a imitar52. Allí, la Visitadora social colaboraba también en la contratación de obreros,
realizando una “calificación moral del obrero”; en la asignación de habitaciones y
control de la mantención de las mismas; en la revisión del funcionamiento de los
economatos y mercados; en el Servicio Médico, en los ámbitos de instrucción del
obrero y sus familias; en la organización del deporte y las horas libres; en la
sociabilidad obrera; en la previsión social y en la enseñanza preventiva de accidentes
del trabajo53 , haciendo de la fábrica y el hogar un espacio extensivo y sin fronteras
claras, ya que se entendía que el obrero eficiente era también aquel que se había
moralizado, civilizado y arraigado -a través de los afectos familiares- al espacio donde
se ubicaba su trabajo. El espacio íntimo, como podría haber sido el hogar, pasaba a ser
un espacio regulado por la visitadora social, que pretendía incidir en “una forma
adecuada” de vivir, reuniendo la fábrica con el hogar como un solo gran espacio
unificado.
Situaciones similares fueron relatadas por otras visitadores sociales, como
Angélica Ceballos que se desempeñó en la Fábrica Nacional de Catres, quien contaba
que “La Compañía requiere el bienestar de sus obreros, pues de acuerdo a los nuevos
principios científicos del trabajo, se ha dado cuenta de que es necesario cuidar más al
obrero que a la máquina…”54. Estos acudían a ella para solucionar varios de sus
problemas, tantos laborales como familiares, de salud o económicos, dando cuenta de
que el ejercicio de la profesión implicaba racionalizar el bienestar, tanto como la


49 Venegas, Hernán “Anticomunismo y control social en Chile, la experiencia de los
trabajadores del carbón en Lota y Coronel, a mediados del siglo XX” en Revista de Historia
Social y de las Mentalidades, Vol. 16, Nº2, 2012, 79-106.
50 Revista Servicio Social Nº3, 1935, p. 177
51 Illanes, María Angélica (2001) “Ella en Lota y Coronel: poder y domesticación. El primer

servicio social industrial de América Latina” en Revista Mapocho, Nº 49. P. 143


52 Revista Servicio Social Nº 3, 1935, p.178
53 Revista Servicio Social, Nº 3, 1935, pp.179-180
54 Revista Servicio Social, Nº4, 1939, p.20.
moralización de los solicitantes. La enumeración de los servicios prestados brinda una
imagen nítida de lo planteado. Hacia fines de 1930, la visitadora social industrial se
encargaba de velar por: “(la) constitución legal y religiosa de la familia, inscripción de
niños en el Registro Civil, Inscripción de los niños en la Libreta de Matrimonio,
Rectificación de partidas, trámites de reconocimiento de hijos naturales; vigilancia y
control de la salud de los obreros y familiares, especial vigilancia y control de
enfermedades como tuberculosis y sífilis, control del cumplimiento de la ley de
instrucción primaria obligatoria, consejos de orientación profesional de los niños, se
atienden solicitudes de préstamos que se obtienen de la Gerencia o del Sindicato, previa
calificación de las necesidades del préstamo y posteriormente inversión del mismo, se
atienden solicitudes de anticipos y de diarios, se vela por la mejor distribución del
presupuesto, se hacen diligencia para emplear a los hijos de familiares cesantes y que se
encuentran en edad y situación de trabajar, se vela porque las habitaciones reúnan las
condiciones de higiene y salubridad necesarias”.55
La extensa cita previa, nos permite afirmar que las prácticas normalizadoras y
disciplinadoras del obrero y su familia, no sólo fueron fomentadas por el Estado, a
partir de los procesos de institucionalización del modelo de desarrollo económico
sustitutivo de importaciones56 de los gobiernos radicales, sino que ya existía una
práctica científica instalada desde el mundo privado, que desde fines de los años 20
colaboró como agente externo a la industria, dotando de fuerza, ideas y métodos para
la instalación de paternalismo burocrático.
Junto a los modelos nacionales como el de Lota, o la Refinería de Azúcar de
Viña del Mar, la Fábrica de Gas de Santiago, la Fundición Libertad, la Fábrica de
Cementos Melón, Cristalerías Chile o la Fábrica Nacional de Sacos, también fueron
valoradas otras experiencias industriales internacionales. Relatadas con detalles en
las páginas de la revista de Servicio Social, estaban las impresiones de la visita
realizada por Juana McQuade en 1930, a la fábrica de neumáticos Michelin, ubicada en
Francia57, o las experiencias que formaron parte del curso de especialización del
servicio social industrial, como “La Combine de Londres, las minas del Sarre, la Fábrica
de Calzados de Checoslovaquia y algunas industrias norteamericanas, en especial
aquellas influenciadas por el taylorismo”58
Estos modelos que se reseñaban como ciudades-fabriles ideales, fueron
frecuentemente tomados como ejemplos a seguir en nuestro país, dada la alta
valoración que se hacía de la indiferenciación entre el espacio fabril y el espacio
doméstico, entre el espacio laboral y los espacios de sociabilidad obrera, intersticios
que recorría la visitadora social, con sus fichas, registros y prácticas normalizadoras.
Sin embargo, ese trabajo de intermediaria no fue realizado sin inconvenientes.
Si bien las lógicas de registro de la atención del caso social eran similares para todos
los espacios de intervención donde actuaban las expertas, también es cierto que lo
diferenciador radicaba en el propio espacio fabril y sus actores. La intervención social

55 Revista Servicio Social, Nº4, 1939, p. 21.
56 Rosemblatt, Karin. “Por un hogar bien constituido. El Estado y su política familiar en los

Frentes Populares” en Godoy, Lorena et al. Disciplina y Desacato, Santiago, Sur/CEDEM, 1995.
57 Revista Servicio Social, Nº 1, Santiago, 1931, p. 56-57

58 Revista Servicio Social, Nº4, 1937, p. 196.


en la industria no contenía de forma inmediata una valoración de su impacto. A
diferencia de las cárceles, hospitales, orfanatos o gotas de leche, los beneficios de la
asistencia social industrial eran menos visibles e inmediatos y dependían en gran
medida de los niveles de modernización en la organización de los recursos humanos
en las fábricas. Según las visitadoras sociales industriales su trabajo consistía en hacer
entender al patrón que su rol no era transformar la fábrica en una sociedad de
beneficiencia, sino que propender a la generación de un clima donde aumentara la
rentabilidad de la empresa con “la gente tranquila y que no haya huelga”59. Junto a
ello, la visitadora también aprendía “nociones de economía política que la capacitarán
a tener un juicio desapasionado con respecto a los industriales.”60
El otro eslabón de su trabajo y quizás el más importante, remitía al obrero.
Según lo indicado por ellas, su principal objetivo era colaborar a sustituir la idea de
“beneficencia” por la de “bienestar”. Para eso debían vencer las desconfianzas que su
persona generaba en la fábrica y en sus casas, para lo que se valieron de tres actores
sociales claves: los jefes de taller que “le sirven de colaboradores y en muchos casos
secundan la labor de reeducación del obrero”61; los sindicatos, que “si bien la mayoría
está en un estado de ensayo en Chile y da sus primeros pasos a tientas. Si la Visitadora
logra inspirar confianza y estimación a sus dirigentes, realizará por su intermedio
mejor labor educativa que redundará en provecho de todo el elemento obrero”62, y el
obrero y su familia -como una sola unidad-, estableciendo un conjunto de redes de
asociatividad que le permitirían mejorar su condición de “bienestar”. Así lo demuestra
la experiencia de la visitadora social de Cristalerías Chile cuando explicaba sus
múltiples redes de conexión, al relatar que “muchas veces vemos a la Visitadora
Industrial estableciendo contacto con los Directores de las Escuelas de su barrio, los
Centros de Damas Protectoras del Obrero, que tienen un establecimiento cultural,
Centros Preventivos de la Dirección de Sanidad, Policlínicos de Seguro Obrero, la Cruz
Roja y las instituciones cerradas y abiertas de protección a la infancia, Juzgado de
Menores, Consultorio Jurídico. Mientras más espíritu de sociabilidad industrial tenga la
Visitadora Social Industrial, tanto mejor para su gente. Se llega entonces a la conquista
de la que la simple carta bien redactada o el llamado telefónico oportuno puede llegar a
suplir la rutinaria visita que no siempre la Visitadora de un servicio colectivo con
demasiado personal puede hacer”63.
Los gráficos relatos de las experiencias de estas profesionales permiten
formarse una imagen del proceso de burocratización del bienestar y cómo dicha
práctica se hizo relevante a la hora de redefinir las relaciones entre capital y trabajo.
El paso del beneficio al bienestar requería contar con agentes externos y
profesionales, que permitieran transformar la mentalidad del patrón y del obrero, sin
la cual el “beneficio” seguía siendo “dádiva” y no “derecho adquirido”. Es en ese
tránsito donde las visitadoras sociales industriales buscaron su lugar y su
importancia.

59 Las negrillas son nuestras.
60 Revista Servicio Social Nº4, 1939, p. 274.
61 Revista Servicio Social Nº4, 1939, p. 275.
62 Revista Servicio Social Nº4, 1939, p. 275
63 Revista Servicio Social Nº4, 1939, p. 276-277.
La búsqueda del reconocimiento de esta actividad experta, tomó cuerpo no
sólo en la fábrica, sino también en la sociabilidad profesional. Hacia 1940, quienes
participaban del Servicio Social Industrial habían constituido el “Grupo Industrial de
Visitadoras Sociales” y pugnaban por instalar este dominio de saber y práctica como
una especialización que estuviera reconocida por la Universidad y cobijada en la
asignatura de Ciencias Sociales y Jurídica de la Universidad de Chile64 .
En sus artículos planteaban la necesidad de establecer el Servicio Social
Industrial como una práctica obligatoria, que junto con desarrollar la colaboración con
el patrón, articulara también una estrecha vinculación con el mundo sindical.
Corriendo los límites del paternalismo burocrático, las Visitadoras plantearon que
sería oportuno que “el sindicato correspondiente a cada empresa tuviera una Visitadora
Social que tomaría a su cargo el Servicio Social colectivo, paralelo al Servicio Social de
caso individual desarrollado por la Visitadora Social de la empresa misma.” 65 Esta
nueva perspectiva daba cuenta del proceso de modernización del servicio social en la
industria, que convivía con la forma más tradicional del caso individual donde la
familia y el control del espacio extendido de la fábrica seguía siendo relevante. En los
sindicatos, las visitadoras proponían fomentar el deporte, colaborar en la instalación
de bibliotecas que ayuden incentivar la lectura y también la música, pues así alejarían
“a nuestros operarios de su afición inmoderada a la bebida a la cual dedican
actualmente en sus ratos de descanso en lugar de emplearlos en las sanas recreaciones
del cuerpo y del espíritu… que con el tiempo será una firma base de prestigio para la
patria y sólidos fundamentos de la grandeza y riqueza nacional”66.
Este ejercicio de práctica racional y científica del “bienestar”, teñido por esas
representaciones tradicionales del trabajador, se expandió gracias a las visitadoras
sociales que participaron de este espacio, modificando y modernizando los servicios
de bienestar, a través de la constitución de fichas estándares y un conjunto de
acciones vinculadas a la higiene, moralidad y administración del personal, que se
fueron reiterando en las distintas experiencias fabriles. El modelo belga fue el mayor
inspirador de estas prácticas, dado los fuertes lazos que mantenían con esta Escuela
de Servicio Social desde sus inicios67, combinado con los insumos provenientes del
taylorismo.
Hacia mediados de la década del 40, cuando el servicio social industrial se
expandía, se indicaba que su principal objetivo era abogar por el bienestar y la paz
social, ya que su labor respondía a “una filosofía práctica, que aspira a transformar por
corrientes renovadoras poco perceptibles pero eficaces, el ambiente del trabajo y por
ende el medio familiar”68, junto con “vigilar el cumplimiento de las leyes sociales, lo que
equivale a comprobar que el patrón cumpla con sus obligaciones y que el beneficiario
sepa de la existencia y alcance de los beneficios”69. De esta manera, las visitadoras se

64 Revista Servicio Social Nº4, 1939, p. 280.
65 Revista Servicio Social, Nº 1, 1940, p. 57.
66 Revista Servicio Social Nº4, 1939, p.23.
67 Gil, Manuel (dir) Historia del Trabajo social a través de su literatura. España, Editorial

Universidad Pontificia Comillas, 2006.


68 Revista Servicio Social, Nº 2 y 3, 1946, p. 4
69 Revista Servicio Social, Nº1, 1941, p.220.
representaron como agentes más eficientes “que los propios inspectores del trabajo”70
porque contribuían a “despertar la conciencia en el trabajador de ser tratado no como
una pieza más del gran montaje,” previo proceso de vencer las desconfianzas de
quienes veían en ellas “agentes del paternalismo patronal que pretenden demorar sus
reivindicaciones con la concesión de pequeñas ventajas inmediatas71.”
Cuando ya acababa la década de 1940 y el servicio social industrial se extendía
a través de los Departamentos de Bienestar, institución clave de la burocratización del
bienestar y de las nuevas formas de paternalismo estatal y privado, las visitadoras
pugnaban por modernizar la práctica de este servicio, configurando un universo
compartido con otros agentes internacionales, para lo cual solicitaban crear una
comisión de Servicio Social dentro de la propia OIT, órgano clave en su desarrollo
profesional y orientaciones racionalistas, indicando que si “(D)entro de los fines de la
OIT, que fue creada para combatir las causas del malestar social que resulta de las
condiciones desfavorables de vida y de trabajo, cabe perfectamente esta comisión o
División internacional del Servicio Social, donde los gobiernos, industriales, trabajadores
y profesionales del Servicio Social, colaborando en una acción común pudieran hacer
efectivos sus planes de mejoramiento social a través del Servicio Social”72.
Sin embargo, esa misma propuesta que daba cuenta de la conexión con las
orientaciones modernizadoras de la OIT respecto de la organización del trabajo, se
cruzaba con esas antiguas concepciones tradicionales de la filantropía conservadora.
Amalia Bernos Díaz, visitadora social peruana y participante de un importante
Congreso realizado hacia 1946, escribía para la revista que el rol de la visitadora
radicaba en que “Ella – la mujer- con esas dotes esenciales de ternura y de amor que le
ha dotado la naturaleza, aplaca iras, sosiega pasiones, concilia intemperancias. Este
propósito, realizado con sentido técnico, con método racionalizado y con acción
coordinada, es el que hoy cumple la Asistenta Social en la Industria”73.
Tradición y modernidad en el servicio social industrial cruzaron las tres
décadas de este estudio, con tensiones manifiestas entre sus discursos y experiencias.
Así mientras las visitadoras sociales abandonaban poco a poco los referentes de la
filantropía conservadora como “Vicente de Paul y Ozaman”74 y mantenían algunas
visiones sobre el obrero y sus familias, también se formaban en los paradigmas
emanados del scientific managment, a través de las lecturas de A. Johnston, Howard
Scott y Taylor, asistían al Primer Congreso Femenino organizado por Amanda Labarca
en 194475 y reunidas en el Congreso de Visitadoras Industriales realizado en 1947,
solicitaban al gobierno “instituir la obligación de proporcionar los servicios
profesionales de Visitadora Social en las fábricas y talleres en cuota proporcional al
número de obreros”76 y por ende, extender una práctica burocratizada de ejercicio del
paternalismo que lentamente se fue vinculando a un imaginario de “constitución y


70 Revista Servicio Social, Nº1, 1941, p.220.
71 Revista Servicio Social, Nº 2 y 3, 1946, p. 4
72 Revista Servicio Social Nº 2 y 3, 1946, p.7
73 Revista Servicio Social Nº 2 y 3, 1946, p.16.
74 Revista Servicio Social, Nº 3 y 4, 1931, p.116.
75 Revista de Servicio Social, 1944, p.37.
76 Revista Servicio Social, Nº1, 1947, p. 37
ejercicio de derechos”, en el que el Servicio Social pudo definirse “como el conjunto de
medidas tomadas para asegurar la salud física y moral del factor humano en la
producción, a objeto de conservar la salud económica en la industria”77 .
Las transiciones de este ejercicio profesional que combinaba el control
moralizador, la consideración del espacio laboral extendido, los cambios en la
legislación laboral, los “conflictos sociales” generados por la consolidación de un tipo
de capitalismo, y un conjunto de representaciones sobre el bienestar que provenían
desde EEUU y Europa a través de la OIT, ya se había trazado su primera historia hacia
fines de 1940. Según ellas, su genealogía experta las remitía a “las primeras
expresiones de la acción social en la industria, que se remontan al experimento de Owen
y que pronto tuvo imitadores en EEUU. A mediados del siglo XVII no cundieron, ni en
patronos ni en trabajadores, porque esas obras reposaron, más que en imperativos en
orden social, en inspiraciones generosas de carácter humanitario y filantrópico” Para la
visitadora social era fundamental que “El trabajador acepte la cooperación que se le
lleva, cuando puede ver en ella un sentido de restauración de derechos no disfrutados;
pero esquiva la dádiva espontánea cuando le parece dictada por sólo sentimientos
generosos y conmiserativos. El patrono, a su vez, rehúye lo que pretende ingresar a sus
dominios cuando se le ofrece para suplir algo que él pudo conceder pero se niega a dar;
acepta, en cambio, como valiosa ayuda, todo aquello que se le aporta, con recursos que él
no dispone, mediante formas que no rivalizan ni compiten con sus recursos para
afianzar sus relaciones, en recíproco beneficio, con el factor humano en cuya eficiencia y
poder reposa su propia prosperidad”78 .
Con esta pequeña síntesis de sus orígenes y devenires, estas visitadoras
sociales industriales consignaron su campo profesional como parte de los mecanismos
de un paternalismo burocratizado, no sólo por la incorporación de agentes expertos,
sino que también por los cambios en la propia burocratización del bienestar que
realizaba el Estado. Lograr hacer que el beneficio se transformara en bienestar,
moralizar para ejercer ciudadanía, constituyeron el núcleo de sus preocupaciones y
las diferenciaron de las practicas asistenciales que realizaron otras visitadoras en
hospitales u orfanatos.
Para finalizar, podemos constatar que hacia 1950 existían 23 asistentes
sociales de la Escuela A. Del Rio, 11 de la Universidad de Chile, 12 de la Universidad de
Concepción, 1 de la Universidad de Chile de Temuco y 6 de la Universidad de Chile de
Valparaíso, ejerciendo en distintas industrias el servicio social industrial 79 ,
compartiendo un conjunto de representaciones sobre el obrero, el patrón y el ejercicio
de la profesión, así como un conjunto de prácticas de organización de su labor, que
fueron consolidando su campo de intervención social en el espacio fabril y doméstico.

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77 Revista Servicio Social Nº 2 y 3, 1946, p.17
78 Revista Servicio Social Nº 2 y 3, 1946, pp. 16-17
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