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Investigadores del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) y del Instituto
Torcuato Di Tella, respectivamente.
bienestar del pueblo? En cada caso, las alternativas a escoger colocan, por
un lado, a la empresa y, por otro, a instancias externas, como el
sindicato, el ministerio de trabajo, el gobierno, la coyuntura económica del
país. Los resultados de la encuesta indican una mayor integración
económica de los trabajadores de las empresas modernas, pero -y éste es
el punto central - ésta va disminuyendo a medida que las preguntas se
refieren a cuestiones más alejadas de la situación de trabajo. Los
trabajadores de dichas empresas recurren, es verdad, a los mecanismos
de arbitraje de la empresa en caso de injusticias en el trabajo, opinan que
los aumentos de salarios dependen de la empresa, pero en esto son
menos enfáticos; cuando se trata de evaluar quiénes son los que
contribuyen más al bienestar general, no se diferencian de los
trabajadores de las empresas tradicionales y colocan, con éstos, en primer
lugar, al gobierno, luego los sindicatos y al final a la empresa. La
conclusión es que las empresas modernas no configuran para sus
trabajadores un sistema de decisiones e interacciones autocontenido.
Finalmente, el análisis se ocupa de un último significado del concepto
de integración, la integración entendida como integración social, en el que
importa el impacto del privilegio económico sobre la identidad de clase y
la percepción del conflicto con los patrones. "Si existiera un abur-
guesamiento de los trabajadores derivado de su inserción sectorial -
señala S. Sigal en primer término -, debería encontrarse una relación
entre la pertenencia a la empresa moderna y la pérdida de la conciencia
de los límites de clase, una más grande identificación como ‘clase media’ y
la disminución de la solidaridad con el resto de los trabajadores" (Sigal,
1974). Los resultados de la encuesta indican, a este respecto, que en las
empresas modernas se encuentra más a menudo la autoidentificación
como clase media y una definición de los límites de la propia clase que
tiende a excluir a los sectores de ingresos más bajos. No obstante ello, en
el momento de definir el campo de sus solidaridades, los trabajadores de
las empresas modernas no diferencian sus intereses de los de los
trabajadores de otras empresas o regiones, evidenciando la falta de
relaciones lineales entre una y otra dimensión de la conciencia obrera.
El segundo aspecto de la integración social, el referido a la percepción
positiva o negativa de los patrones, revela que las diferencias entre
empresas modernas y tradicionales no son significativas; los trabajadores
de unes y otras perciben con igual intensidad su conflicto con el polo
opuesto de su situación de trabajo. Un significativo contraste aparece, sin
la clase obrera como clase, esto es, "la de ser modelada por la experiencia
de la fábrica como organización racional de la producción, con sus vínculos
tecnológicos, la división técnica del trabajo, la jerarquía funcional de la
autoridad y, sobre todo, la gran transparencia de las relaciones sociales de
producción, que permite la clara y unívoca identificación de la contraparte
en los conflictos de intereses (en el campo de la situación laboral)"
(Donolo,1973).
El hecho es, sin embargo - apuntan los partidarios de la tesis de la
aristocracia obrera emergente-, que el contexto que sirve a su consolida-
ción como clase es el de un desarrollo fuertemente desigual: su mayor
integración objetiva se traduce, efectivamente, en el usufructo de un
privilegio económico relativo. Poniendo el énfasis en esta superposición
entre fábrica capitalista y empresa dinámica sugieren que habrá de
operarse también una mayor integración subjetiva, entendida como la
participación en valores y actitudes que los divorcian del resto de los
trabajadores y los interesan en la marcha de un sistema económico que
avanza reproduciendo y ampliando las desigualdades. Esta hipótesis
subraya la centralidad que la empresa tiene para estos trabajadores y
presupone, en consecuencia, que sus imágenes de la sociedad y las
orientaciones correspondientes habrán de formarse típicamente en ese
ámbito limitado y privilegiado. La heterogeneidad económica conduciría
así a la división del mundo del trabajo.
Discutiendo el tema, Richard Hymen ha señalado que la heterogenei-
dad y el desarrollo desigual han sido siempre rasgos propios del capita-
lismo, y que la conciencia de clase se ha formado no obstante estos
obstáculos: "El seccionalismo y la conciencia de clase no son alternativas
mutuamente excluyentes. La conciencia de intereses comunes se consti-
tuye superando la conciencia de intereses seccionales" (Hymen, 1978, p.
66). Siguiendo su argumento, cabe preguntarse, entonces, hasta qué
punto el ámbito limitado y privilegiado de las empresas modernas funcio-
na como marco a través del cual los trabajadores perciben su situación.
En una primera respuesta, la encuesta analizada por S. Sigal revela
que, en efecto, la empresa gravita sobre la conciencia que los
trabajadores tienen de formar parte de un mundo económico en
expansión. Pero luego se observo que, a medida que nos desplazamos de
la situación inmediata de trabajo para abordar cuestiones más generales,
dicha gravitación decae y pierde terreno la presunción de una mayor
integración subjetiva, porque no se producen ni una redefinición
Una razón para esto puede ser que, como en el caso francés, los
partidos marxistas han jugado durante mucho tiempo el rol dominante
en la interpretación que los trabajadores han hecho del significado de
los privilegios que pueden disfrutar en comparación con otros miembros
de su clase (Peppe, 1971, p. 240).
Más específicamente,
Las alternativas ofrecidas por los partidos que apelan a la clase obrera
son un factor importante en determinar sí y cuándo los salarios altos,
las mejores condiciones de trabajo y las mayores oportunidades de
movilidad se convierten en el foco principal de las preocupaciones de los
obreros del sector moderno, y consecuentemente en una fuente de
creciente moderación (Peppe, 1971, p. 229).
empírico dentro del cual los problemas teóricos puestos por la tesis de la
aristocracia obrera pudieran emerger plenamente. Sin embargo, hacia
fines de la década de los sesenta y comienzos de los setenta, comenzaron
a sentirse algunas presiones en esa dirección. En efecto, las nuevas
reivindicaciones de los obreros de las empresas dinámicas incluyeron la
demanda de negociación salarial directa, descentralizada, al nivel de la
planta industrial. Esta demanda llegó a constituirse en uno de los ejes de
la movilización y la protesta, obteniendo éxitos limitados (Almeida, 1975).
Retomando las alternativas de acción para los trabajadores de punta
propuestos por Touraine y Pecaut, es posible despejar la ambigüedad por
ellos señalada sosteniendo que, cuanto mayor es la independencia de las
empresas para definir sus políticas de salarios y mayor es la descentrali-
zación de la negociación colectiva, más probabilidades existen para el
surgimiento de una acción corporativa, en la cual la reivindicación se
cierra en la empresa misma y no cuestiona la dinámica del proceso
económico global.
Este sería el contexto más favorable para que prosperen las tendencias
conservadoras sugeridas por la tesis de la aristocracia obrera emergente y
lo encontramos presente en la descripción que Aricó hace de Córdoba, en
las primeras interpretaciones del nuevo sindicalismo en el área de San
Pablo (Almeida, 1975) y en algunos casos de empresas dinámicas en
México (Vellinga, 1979; Dore, 1974).
¿Cómo se produce el pasaje de una acción corporativa a una acción de
clase? ¿Cuales son las condiciones de posibilidad para la realización de la
segunda alternativa indicada por Touraine y Pecaut, donde la
reivindicación se sustrae a los límites de la empresa para cuestionar la
dinámica del proceso económico asegurada por el Estado? La respuesta a
estas cuestiones nos introduce en la temática del "nuevo sindicalismo"
que, partiendo de la acción de los trabajadores de las empresas
modernas, dominó el escenario laboral en los setenta, cuestionando en
forma rotunda los pronósticos pesimistas de la tesis de la aristocracia
obrera en los diversos países latinoamericanos.
En la base de esos pronósticos estaba la presunción de que las
grandes empresas habrían de desarrollarse hasta constituir enclaves
dinámicos en la vida económica del país. En su favor, podría señalarse que
dicha presunción tuvo alguna confirmación en los tramos iniciales de la
nueva etapa de la industrialización de la Argentina. En Brasil, ya sabemos
que el dinamismo de las grandes empresas se desenvolvió dentro de la
Si éste fuera el caso, se volvería difícil explicar el rol jugado por los
sindicatos de las industrias dinámicas y sobre todo el rol jugado por el
sindicato de los obreros del automóvil en la formulación de las
reivindicaciones que apuntan a la naturaleza de la subordinación del
sindicalismo al Estado y a las políticas económicas de los regímenes
militares (Humphrey, 1980, p. 12).
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
RESUMEN