Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Antes de leer este libro debemos explicar que el aporte que éste tiene a la lingüística es
fundamental. Lo que discuten aquí San Agustín y su hijo Adeodato es la relación que las
cosas tienen con el signo y el significado. Llamaremos ''signo'' a todo medio que nos ayude
a expresar una cosa (palabras o gestos), mientras el significado (o como le dice Agustín
significable) será la definición o descripción de las cosas.
Sin embargo, para que alguien pudiera aprender debe escuchar la oración y la correcta
acentuación de lo dicho. Ahora, claro, lo que se enseña realmente en la oración, más allá de
las palabras es el significado de cada una de ellas. Es así que las palabras se convierten en
signos.
En este sentido, siguiendo la lógica anterior podríamos decir que las palabras son signos.
Veámoslo en el siguiente ejemplo:
Si aquí hay ocho palabras entonces hay ocho signos, ahora, cada palabra en sí expresa algo
porque toda palabra tiene un signo:
Nihil: significa nada, pero Agustín le dice a Adeodato que la nada no puede ni siquiera
significar; por lo tanto, no hay signo en esta palabra. Sin embargo, Adeodato le dice con
razón que nada puede pronunciarse en vano. Si decimos ''nada'' queremos expresar
justamente la carencia de la palabra, por lo tanto, la nada igual quiere decir ''algo''.
Agustín respondiendo a Adeodato dice que eso es justamente una contradicción, pues lo
que es nada no puede llegar a ser algo. No obstante, ¿será posible demostrar la nada? No,
por lo tanto, podríamos decir que la palabra ''nihil'' sólo es demostrable audiblemente y no
gestualmente.
Ex: en español significa ''de'' lo que quiere decir que es una especie de preposición.
Aunque, según Adeodato, en latín la palabra ''ex'' también puede significar ''desde'' a lo
que San Agustín no está de acuerdo porque ''desde'', sólo se puede explicar en otros
contextos, lo que conduciría a otra contradicción.
Ahora si lo pensamos en español, la palabra de puede reemplazarse por ''desde'' en los
siguientes ejemplos:
El viene de Chile
El viene desde Chile
A pesar de todo esto, Agustín le dice que se siga con la investigación de las palabras
aceptando que algunas palabras puedan tener dos significados.
El capítulo de ahora quiere decir si es posible que las cosas se puedan representar sin signo
alguno. Adeodato dice que puede ser posible que una palabra se demuestre sin ser dicha;
por ejemplo, si solamente te muestro una cosa (piedra) sin decir su nombre, ya se sabrá qué
es, sin necesidad de pronunciar la palabra.
Ahora, claro, cuando recurrimos a esa demostración necesitamos que la piedra sea visible,
es decir, el cuerpo debe ser visible para ser demostrado. Sin embargo, Agustín nos dice que
no es necesario que la cosa sea visible para que sea demostrada, así es como hablan los
sordos que pueden expresar muchas cosas sin decir palabra alguna, sólo con la
gesticulación.
Cuando hablamos estamos usando signos, pues toda palabra es un signo porque designa
nombres. Un nombre puede demostrar otro nombre ¿cómo es así? por ejemplo, cuando
tratamos de definir una palabra por medio de un sinónimo. Si esto es cierto, entonces un
signo puede mostrarse por otro signo. De hecho, si lo pensamos bien, la palabra escrita es
un signo, y la palabra interior es otro signo que tenemos; la palabra escrita explica la
palabra en sí.
Tipos de signos
¿Las palabras son los únicos signos que existen? hay palabras como ''gesto'' o ''letra'' que
son signos y que a la vez significan algo, más lo que ellas significan no es un signo:
Sin embargo, los signos no sólo se representan con palabras audibles (como dijimos en el
capítulo anterior), sino también con palabras escritas. ¿Por qué? porque los signos tienen
dos modos de recepcionarse: el oído (palabra) y la vista (gestos).
Signos y significables
Todas estas palabras bien son signos, pero la definición de ellas no lo son, pues estas se
llaman significables.
Todas las cosas que se pueden pronunciar con la articulación de la boca se llaman palabras.
Es así que los nombres también son palabras, pues también parten desde la articulación de
la pronunciación. Por ejemplo, cuando un señor le dice a su siervo ''Quiero buenas
palabras'' si bien pide palabras, para decir las palabras necesita los nombres.
Por lo tanto, cuando decimos un nombre decimos también una palabra (verbum), así,
podríamos decir sin problemas que el signo de la palabra es el nombre.
El impacto del nombre o la significación que da este a las cosas es de suma importancia
para comprender, sin embargo, hay cosas que el nombre no puede alcanzar y la palabra sí.
Por ejemplo, si recordamos la cita de Adeodato (Si nihil ex tanta superis...), la palabras ''Si''
y ''ex'' no son nombres, pero sí son palabras. Por lo tanto, todos los nombres son palabras,
pero no todas las palabras son nombres.
Todas las cosas que significan algo llamamos signo (porque son inseparables del
significable), más no todo signo es palabra. ¿Por qué? veamos las insignias militares o los
logotipos de una tienda. Estos son signos pero no necesitan palabras para ser expresados.
San Agustín se pone a examinar las palabras que tienen más de un significado; por ejemplo,
la palabra latina ''coniunctio'' (que en español significa conjunción). Esta palabra significa 6
cosas al mismo tiempo:
1. Si (condicional)
2. O (alternativa)
3. Pues
4. Sino
5. Luego
6. Porque
Primero comienza con la etimología de la palabra pues la palabra ''palabra'' proviene del
latín verbum y que a su vez ésta proviene de verberare que significa ''herir''. Nombre
proviene del latín nomen que se deriva de noscere que significa a su vez ''conocer''.
De Aquí que San Agustín nos diga que la palabra ''hiere'' al oído para luego ser
comprendida y retenida en la memoria. La palabra nombre que viene de ''conocer'' más que
de una cosa sensible, proviene del espíritu.
Todas las cosas se nombran y al nombrarse debemos utilizar nombres. Si todas las palabras
son nombres, entonces todos los nombres son igualmente palabras. Incluso si nombramos
una conjunción como ''luego'', ''pero'' o ''entonces'', las cuales dijimos que no eran palabras,
tendremos que nombrarlas para que existan. Si todas las palabras las podemos preguntar de
la siguiente manera:
¿Cómo se llama?
¿Qué es eso?
Todas estas preguntas implicarán usar el nombre de cada cosa que se pregunta. La acción
de nombrar cosas necesita de nombres para darle una identificación a las cosas.
Para San Agustín, no sólo la palabra y el nombre son idénticos, sino que también lo son los
vocablos. En efecto, si los vocablos pertenecen a los mismos nombres.
Así, como las palabras son signos y los signos son palabras, los signos son nombres, como
los nombres son signos y finalmente, los signos significan a sí mismos, tanto con los
nombres se significan a sí mismos.
Hasta ahora esto ha sido lo que por resumen hemos visto sobre el lenguaje y sus
especificaciones.
Agustín le asegura a Adeodato que este ''juego de palabras'' es aún más serio y dialéctico de
lo que parece. Si bien los signos pueden referir a otros signos, es también cierto que los
signos y sus significables son inconfundibles, aunque a veces confundieran. Veamos la
siguiente frase:
Si bien puede parecer una tremenda obviedad, el primer concepto de hombre es un signo,
mientras el segundo es un significable. Pa hacerlo más claro, veamos el siguiente ejemplo:
Aquí vemos la diferenciación más clara. La palabra ''hombre'' es sólo un nombre y por lo
tanto un signo y animal se diferenciaría del signo ''hombre'' al ser éste último el
significable. Por lo tanto, si se pregunta qué es un hombre, bien se podría decir que es tanto
un nombre (de alguna cosa) como también decir su significable que es animal-mortal-
racional.
Capítulo IX: ¿Qué es más importante? ¿el signo o el contenido de los signos?
Por supuesto, para Agustín es mucho más importante el contenido de los signos (que en
este caso sería el significable) que el signo mismo. En efecto, ninguna cosa se nombra a no
ser por el significado que de ésta se tenga.
De esta forma, podríamos decir que el lenguaje es mucho mejor que las palabras porque
finalmente, las palabras son el medio de aprendizaje del lenguaje. El hombre tiene la
necesidad de hablar justamente para enseñar todo lo que sabe.
Sin embargo, Adeodato agrega una duda razonable al planteamiento de su padre. ¿Qué
acaso el conocimiento de la palabra es menos importante que el conocimiento de lo que
significa? Para Adeodato hay cuatro cosas en el lenguaje:
1. Nombre
2. Cosa
3. Conocimiento del nombre
4. Conocimiento de la cosa
Adeodato acepta que el signo sí se puede enseñar correctamente a través de las cosas
audibles, más no se puede enseñar correctamente con gestos.
Adeodato pone como ejemplo el enseñar a través de gestos cómo caminar. La persona que
quisiera enseñar esto tendría que pararse y caminar, sin embargo, ¿cómo podrá el profesor
decir que exactamente ése es el correcto caminar? la persona que está aprendiendo podrá
engañarse porque puede pensar que solamente es caminar lo que el profesor le dijo en ese
específico momento, nada más.
Agustín comienza el análisis de la duda de Adeodato de la siguiente manera. ¿Será lo
mismo enseñar que significar? En realidad, los profesores usan los signos para enseñar y no
usan la enseñanza para hacer signos. Sin embargo, la enseñanza es imposible si no se
realiza por signos.
Imaginemos que un ave ve que un cazador furtivo mata a un halcón con una
escopeta. El ave apenas vea a un cazador aprenderá inmediatamente que no
debe acercarse al cazador.
¿Qué signos ocupó el ave para aprender que no debe acercarse al cazador? ninguno. De este
modo, los signos no son necesarios para aprender. La experiencia puede dar sin necesidad
de instrucción, el aprendizaje necesario.
Ahora, para aprender hay que creer, pues si no se cree en la autoridad entonces nunca se
podrá alcanzar la razón. La razón no es una cuestión independiente, y es por eso que se
necesita empezar por la creencia de las cosas. Siempre se parte con que uno cree todo lo
que entiende, pero no puede entender todo lo que cree.
Si primero creemos, luego razonamos, entonces el ''último'' paso sería reconocer la verdad
que existe en todo. La forma de conocerla es viendo al hombre interior que habita en cada
uno de nosotros, y ese es Cristo.
No podemos referir el lenguaje solamente a los sentidos, pues estos no son lo único que nos
hace comprender el lenguaje. La mente también juega un papel importante, sobre todo en lo
significable de los signos.
Otra cosa es cuando nos preguntan de las cosas que alguna vez hemos sentido. Es ahí
cuando trabaja la memoria que trata de rescatar esas imágenes que alguna vez tuvimos
impresas en nuestra mente. Ahora, si dicha persona nunca ha visto o oído alguna palabra,
pero sin embargo hay algo que le dice que la conoce; entonces tenemos un caso de ''fe'' en
creer que alguna vez conoció una palabra.
Sólo quien es capaz de ver su voz interior no podrá nunca equivocarse porque quien lo hace
sabe de lo que habla. En cambio, quien sigue las palabras de otro no está guiándose por su
voz interior, y puede caer en error.
De ahí que las palabras no tengan ningún valor, pues nunca sabremos si la persona que dice
algo guiándose por su voz interior, o por la voz de alguien más.
Problemas del lenguaje
Error del pensamiento y lenguaje: muchas veces el hombre dice palabras que no
piensa. Esto ocurre cuando el hombre pronuncia palabras aprendidas de memoria, y
que se reemplazan por otras; por ejemplo, cuando no se aprende correctamente una
canción.
Poco discernimiento entre verdad y mentira: Debido al error anterior no se puede
saber si el hombre dice la verdad o no, aunque se debe saber muy que la mentira se
piensa(1).
Consecuencia entre lo hablado y lo pensado: Otro de los problemas planteados es
que muchas personas no dicen lo que piensan a las personas que deberían escuchar.
Estas personas, cuando se encuentran con las personas de las cuales tienen cierta
opinión, se guardan su opinión y no se sabe si en verdad tienen algún problema con
dicha persona.
Como vemos, los problemas del lenguaje que habla San Agustín no son ''físicos'' o
''lógicos'', sino más bien, si es que podemos decirlo de esta manera, moralmente.
Es ridículo que los padres envíen a los niños al colegio para aprender la opinión del
maestro. Los niños aprenden las asignaturas que el profesor imparte, y luego los niños
juzgan si lo dicho es verdad una vez que ponen en práctica lo aprendido.
El aprendizaje de los alumnos no ocurre cuando el maestro habla, sino que ocurre cuando
los alumnos experimentan lo que habló el maestro. De aquí que podremos distinguir la
palabra interior y la exterior en el aprendizaje:
Conclusión