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¿BAJO QUÉ ASPECTO SE PRESENTARÁ LA IGLESIA EN EL

AÑO 2000? JOSEPH RATZINGER

En primer lugar, es necesario recalcar que Ratzinger afirma que un teólogo no es un


adivino que sabe con exactitud lo que pasará en un futuro, pues hay situaciones que
son incalculables por el ser humano. Por ejemplo, ¿quién pudo predecir que, al morir
Pío XII, se daría el Vaticano II o la consecuente evolución posconciliar?
Definitivamente nadie. Entonces, ¿de qué manera se puede dar respuesta sobre el
posible aspecto que tendrá la Iglesia en un futuro? Sin duda alguna mediante la
reflexión sobre la historia, la cual consiste en analizar lo precedente al tiempo actual
y, partiendo de allí, comparar éste con aquél, reflexionando sobre las posibilidades
de un nuevo porvenir, basándose en las semejanzas que haya entre una época y otra.
En el caso actual de la Iglesia, el autor menciona que es comparable con el período
del modernismo, el cual dio paso a la Ilustración y a la Revolución Francesa.
Además, señala que la crisis actual es sólo la reanudación, aplazada largo tiempo, de
lo entonces empezado. ¿En qué se basa para hacer tal afirmación? En el hecho de
que en ambos períodos de la historia se ha dado tal importancia a la razón que se ha
pretendido dejar de lado la tradición de la Iglesia, proponiendo cambios como la
supresión del celibato sacerdotal, por decir un ejemplo, con tintes un tanto
progresistas. Y es que, de cierta forma, la racionalidad es muy importante para
construir un futuro, pero no es la única herramienta a utilizar, pues, si no es bien
utilizada y dirigida, puede conducir a una laxa fides desembocando en prácticas
ateas, como sucedió con el arzobispo parisino Gobel, quien dejó el estado sacerdotal
por entregarse a los progresos de su época. Por ello, es importante que el hombre
tenga consciencia de sí mismo a través de su reflexión histórica, de la riqueza que
ésta encierra; así como de tener presente su unidad racional-corporal, su totalidad
unitaria. Por ello, para construir futuro no basta sólo conducirse con la razón, sino
también con la ayuda de la fe que ayude al hombre a darse a sí mismo; pues, quien
sólo busca instruir con la pretensión de cambiar a los otros no dará frutos; y lo
mismo se dice del que prefiere una vida cómoda, sin renuncias ni esfuerzos movidos
por la fe misma. Por esto, la Iglesia necesita sacerdotes que no se busquen sólo a sí
mismos, sino que, por entrega a Dios, sea capaz de ponerse a disposición de los
hombres, ya sea en sus alegrías o tristezas. Sin embargo, Ratzinger sostiene que,
ante la situación un tanto racionalista que se da actualmente, la Iglesia perderá
adeptos y se hará más pequeña, debiendo comenzar completamente de nuevo. Para
ello, deberá encontrar de nuevo lo esencial, el centro de la fe: la fe en un Dios
trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la asistencia del Espíritu que
perdura hasta el fin de los tiempos. Claramente esto tomará su tiempo, pero el autor
concluye que llegará el momento en que aquéllos que se entregan sólo a la razón,
que han dejado a Dios fuera de sus vidas, experimentarán su horrible pobreza y
recurrirán a la entonces pequeña comunidad de creyentes como una esperanza que
les sale al paso. Serán tiempos difíciles, pues la auténtica crisis de la Iglesia aún no
ha comenzado. Sin embargo, la iglesia de la fe permanecerá hasta el final y se hará
visible a los hombres como patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte.

PREGUNTAS DEL EXPOSITOR

Desde tu punto de vista, ¿qué aspecto tendría que tener la Iglesia de hoy para ser
atrayente a los cristianos?

Pienso que es una pregunta que podría tener una respuesta concreta y, tal vez,
sencilla. La dificultad es llevarlo a la práctica, pues la incursión del modernismo
dentro de la misma Iglesia lleva a pensar, incluso a los cristianos mismos, que ésta
está pasada de moda o fuera de vanguardia ante los avances modernos. Por lo tanto,
pienso que debería ser una Iglesia que se adapte al tiempo actual, pero sin perder su
esencia ni su tradición misma, tomando aquellos avances que sirvan para la
evangelización y para la educación en la fe. Además, sus miembros deberían ser
personas que sepan escuchar al otro, ver por sus necesidades y reflejar, con actos de
caridad, el amor de Dios por la humanidad, empezando por los dirigentes y
continuando hasta los fieles laicos. Como dije anteriormente, parece algo sencillo de
realizar, pero no es así; sin embargo, nos toca hacer lo que nos corresponde como
cristianos.

Ante las dificultades que pasa la Iglesia y la apatía e indiferencia de los así
llamados “creyentes” de este tiempo, ¿cómo tendría que ser tu actuar con miras al
sacerdocio ministerial?

Pienso que debería ser un actuar viendo más allá de mi mismo, es decir, sin intentar
ser el protagonista exclusivo, el que se lleve todos los créditos y las aprobaciones;
tampoco tendría que actuar pensando sólo en mi comodidad o conveniencia. Es
importante ser consciente de la misión que Dios me encomienda y de los dones que
me brinda para poder llevarla a cabo. Por tal motivo, la formación debo verla como
un enriquecimiento humano, espiritual e intelectual, pero no para mí mismo, sino
para compartirlo con los demás, en donde la fe en Dios Trino y Uno sea el motor
que me impulse a obrar de ese modo y con una total entrega a Dios y a los demás
hombres. Se trata de hacer ver a los demás, mediante mis obras y mi vida misma,
que el seguir a Cristo tiene un sentido único que conduce al hombre a Dios mismo:
el sentido de mi existencia.

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