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La-Etica de La Compasion
La-Etica de La Compasion
en la pedagogía de la alteridad
por Pedro ORTEGA RUIZ
Universidad de Murcia
centrado en su yo; y por otra, en una or- la mujer, la conquista de los derechos hu-
ganización de la sociedad que ha sucum- manos... El mismo Habermas (1991, 110)
bido a la complicidad estructural de un admite, no sin resignación, que «frente a
«mundo administrado» (Adorno, 1992), y los grandes problemas a los que hoy se
ha convertido en pura ilusión la preten- enfrenta la humanidad (la miseria del
sión de una vida individual moralmente Tercer Mundo, la violación de la digni-
lograda. Instrumentalización de la perso- dad humana, la hiriente distribución de
na, totalitarismos de todo signo, injusta la riqueza y el peligro de autodestrucción
distribución de los bienes, marginación y del planeta), nuestra moral discursiva no
explotación de los más débiles... son rea- tiene respuesta alguna: sólo confesar su
lidades crueles que, día a día, deberían fracaso, sólo convocar a los afectados a
sacudir la conciencia de una sociedad que que debatan entre sí» [1].
se ha abandonado a la contemplación de
los grandes principios y a la grandeza
moral de sus leyes. Y «no estamos ha- 2. La ética de la compasión
blando de una época histórica remota, La ética kantiana no es la única ma-
de un pasado clausurado, si es que exis- nera de situarse el ser humano ante los
te algún pasado que lo esté, al que nos demás y ante los acontecimientos. Hay
enfrentemos desde la distancia tranqui- otro modo ético de relacionarnos con los
lizadora de la historización, sino de una demás: la ética material, distinta de la
herida abierta y quizás no cicatrizable» ética formal kantiana, que se fundamenta
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humanidad» (Mate, 2011, 47). Esta éti- no. Para la ética de la compasión no es la
ca idealista ha configurado un modo de invocación a principios éticos universales
pensar y vivir de Occidente. Se hace pre- la que nos mueve a respetar y defender la
sente en el propósito de ignorar la signi- vida del otro. Al menos, esta invocación
ficación de la realidad, cuando no en la ha sido una barrera bastante débil para
voluntad decidida de ocultarla, pero no librarnos, hasta ahora, de tanta barba-
de cualquier realidad, sino de aquella rie como ha conocido el pasado siglo y los
que resulta incómoda para una concien- comienzos de éste [2]. Las terribles tra-
cia bienpensante. Junto a las sombras de gedias que asolaron Europa en el siglo
una ética que ha llenado toda una larga pasado no se debieron a la ignorancia de
época en el pensamiento occidental, hay personas carentes de instrucción y cultu-
también luces en la ética kantiana: la ra. La Shoah surgió en un país altamente
abolición de la esclavitud y de la pena de civilizado; y el Gulag se implantó en un
muerte en la mayoría de los Estados occi- país que proclamaba la liberación de toda
dentales, la liberación y dignificación de opresión y toda tiranía (Steiner, 2002). Es
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del otro está en el origen de la ética y se «En la aparición del rostro hay
traduce en un mandato, no dictado por la un mandamiento inapelable, como
razón, sino por la experiencia negativa: si un amo me hablase. El ser que se
expresa, el ser que está frente a mí me
«Hitler ha impuesto a los hombres dice no, en virtud de su expresión mis-
un nuevo imperativo categórico para su ma. No que no es simplemente formal,
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versales e incondicionados que nos obli- en la voluntad racional y libre, como sos-
guen a un comportamiento moral ante el tiene la ética kantiana, sino en la posibili-
otro, no aborda la conducta moral con la dad de acoger al otro, responder de él de tal
idea previa de la dignidad de la naturale- modo que él prevalezca sobre mí (Chalier,
za humana, sino con un ahogo del espíritu 1995). «No está en mí la iniciativa en la ac-
que deja en suspenso el conocimiento o sa- ción moral, sino en el otro que me deman-
ber moral. Es un sentimiento cargado de da o suplica que no cierre los ojos a su su-
razón ante la vulnerabilidad y sufrimien- frimiento» (Ortega y Mínguez, 2007, 131).
to del otro. Si la relación con el otro fuese una relación
de conciencia, entonces el tú (el otro) de-
La posición ética de Levinas no es nue- signaría un tema, como probablemente lo
va en la tradición judía, está ya presente indica el tú en la relación simétrica yo-tú
en la memoria colectiva del pueblo judío y de Buber (Levinas, 1999). «El sujeto, an-
se enmarca en la corriente de pensamiento tes de ser intencionalidad, es responsabi-
de los filósofos judíos de su tiempo, sobre lidad» (Levinas, 1993, 72). En Levinas, la
todo de F. Rosenzweig. Sin esta referen- conciencia es pura acogida ante la irrup-
cia, la obra de Levinas es ininteligible [4]. ción del otro que se nos hace presente sin
previo aviso. A esto Levinas lo llama «lo
ético», principio constituyente de mi rea-
4. La responsabilidad ante el otro lidad. Por el contrario, la intencionalidad,
es anterior a toda conciencia en la filosofía occidental, lleva consigo la
si éste existiese ya antes de toda rela- humanos en tanto que seres racionales,
ción ética. No existe el sujeto autónomo la ética levinasiana, en cambio, parte del
que decide actuar moralmente invocando hecho humano básico de la desigualdad y
principios éticos abstractos. La ética (res- asimetría entre unos y otros. Este modo
ponsabilidad) no sucede a un sujeto (sub- de relación asimétrico entre unos y otros
jetividad) ya constituido. La subjetividad es la piedra angular de la ética de la alte-
no es un en sí y para sí, es en su misma ridad y de la misma constitución del su-
esencia para el otro. El otro en su necesi- jeto humano. No hay sujeto humano sin
dad y urgencia, antes de toda argumenta- dependencia ética del otro (Bello, 2010).
ción ética, me constituye en sujeto. Esta relación ética asimétrica entre el yo
y el otro (heteronomía) marca la diferen-
«El Yo (Moi) no toma conciencia de cia entre la ética levinasiana y la ética de
esta necesidad de responder como si la donación «tan presente en propuestas
se tratara de una obligación o de un morales contemporáneas, como las éticas
deber particular sobre el que tendría relacionadas con la solidaridad, las éticas
que decidir. En el hecho de ponerse, del cuidado y un tipo de inteligencia que
el Yo es por completo responsabilidad algunos hemos llamado maternal» (Do-
o diaconía... Ser Yo (Moi) significa, a mingo, 2014, 89).
partir de aquí no poder sustraerse a la
responsabilidad, como si todo el edifi-
cio de la creación descansara sobre mis 5. El hombre, un ser «extraño»
para sí mismo
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mos buenos, pero tampoco seres huma- no sólo por la razón (logos), también por
nos. Antes de la presencia interpelante el sentimiento (pathos); es necesario ir
del otro somos, sí, pero pura existen- más allá de una ontología totalizante que
cia, sueño prolongado. El otro es el que relega a márgenes insignificantes lo dife-
nos saca de nuestro autismo y nos con- rente (la otredad) y coloca en el centro a
vierte en seres vivos. No somos seres un sujeto triunfador y dar paso a la ética.
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vivos antes de que el otro interrumpa «No se trata, escribe Levinas (1999, 64),
el continuum o sueño de la existencia de asegurar la dignidad ontológica del
vacía» (Mate, 2011, 38-39). hombre como si la esencia fuese suficiente
para la dignidad, sino, por el contrario, de
Los estudios sobre la obra de Levinas poner en entredicho el privilegio filosófico
se han centrado, fundamentalmente, en su del ser, de preguntarse por lo más allá o
aportación a la ética como filosofía prime- lo más acá». El logos de la Razón ilustra-
ra. Centrados en la ética, la antropología da muestra una querencia inevitable al
ha quedado en un segundo plano. Y, sin totalitarismo, a reducir la pluralidad a la
embargo, es desde esta antropología como unidad, la diferencia al Todo (los hechos
hay que entender la ética levinasiana. Y sangrientos del pasado siglo dan testimo-
también desde esta antropología es como nio de ello). Y esta Razón ilustrada, que
hay que entender y hacer la educación. tanto ha influido en la manera de pensar
Inevitablemente la posición intelectual y vivir de Occidente, se manifiesta en la
que se adopte sobre el hombre nos lleva indiferencia y el desprecio por el signifi-
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cabida a los otros y a lo otro (al mundo), por tanto, posibilidad alguna para una
para juzgarlo y transformarlo. No se edu- acción educativa universal fundada en
ca a seres abstractos, sin rostro ni biogra- principios pedagógicos de validez tam-
fía. Es el ser histórico, situado, vulnerable bién universal. No hay (ni puede haber-
y necesitado, arrojado del Paraíso el que lo) un lenguaje universal, éste es siempre
tiene que vérselas en la tarea indelegable el lenguaje de alguien. Si en educación
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de tener que existir, y existir como huma- no hay un lenguaje universal, tampoco
no en un mundo poblado por otros. No hay se contempla a un hombre universal,
lenguaje educativo si no hay lenguaje de la sino a éste y a ésta, a aquél y aquélla
experiencia, inseparable de su circunstan- en su biografía y situación concreta. No
cia. Sin ésta, el discurso educativo se torna hay respuestas educativas universales a
discurso vacío, sin sentido. La circunstan- preguntas o situaciones también univer-
cia es el locus necesario de la educación. sales, se responde de éste y de ésta, de
aquél y de aquélla, aquí y ahora. Al igual
que en la relación médico-paciente no
6.2. Es respuesta a un sujeto singu- hay enfermedades, ni siquiera enfermos
lar y concreto (en plural), sino este paciente o enfermo
En toda relación educativa la respues- concreto, tampoco en la relación educa-
ta se da a un sujeto concreto, singular. dor-educando hay aprendices de algo,
La educación en la alteridad no contem- ni siquiera alumnos, sino este educan-
pla a un sujeto universal, sino a alguien do (alumno) concreto que demanda de
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mí una respuesta a una pregunta, que dor. Cuando el educador acoge al otro y
no es la de todos, sino la de uno, la de responde de él renuncia a su yo para que
éste o ésta. Y esta respuesta ética es, por el otro sea alguien reconocido y afirmado
naturaleza, siempre provisional, insegu- en su dignidad de persona; desciende del
ra, contingente, propia del ser humano. pedestal de su superioridad intelectual y
No hay (ni puede haberla) una respues- moral para asumir la vulnerabilidad (ne-
ta ética definitiva porque los humanos, cesidad) humana del otro, elevando así al
por naturaleza seres nómadas, vivimos otro por encima de él; entiende su tarea
siempre en despedida; no hay, tampoco, educativa como un servicio, no sólo la en-
una respuesta educativa definitiva y uni- trega de un saber.
versal, ésta será siempre una respuesta
única, singular, propia de la singulari- Si la ética es acogida y responsabilidad
dad y excepcionalidad del ser humano incondicional hacia el otro que se nos im-
(Ortega, 2010). pone antes de toda elección, la educación
en la alteridad comparte esta misma exi-
gencia de incondicionalidad. El otro en la
6.3. Es acogida, responsabilidad ética nos es asignado, aun a nuestro pesar.
Responder del otro en educación sig- La educación en la alteridad es también
nifica acogerle y hacerse cargo de él. un acto de obediencia al otro quien se nos
No hay ética si no hay respuesta (acogi- presenta sin previo aviso, y se nos impone
da). No hay vida humana si no hay aco- sólo desde la vulnerabilidad de su rostro,
de amor, porque sin amor el educador dad a los individuos y los reduce a objetos
sólo se busca a sí mismo, o se centra en el de mercancía; defienden la necesidad de
aislamiento de su yo. Y entonces es inca- un sujeto capaz de resistir a la injusticia
paz de ver al otro y alumbrar una nueva y a la dominación, que haga suya la causa
existencia. histórica de los otros desde la solidaridad.
Desvelar las contradicciones del sistema
socio-económico imperante, sacar a la luz
6.4. Es resistencia al mal los mecanismos a través de los cuales se
La educación en la alteridad respon- reproduce y perpetúa el sistema de domi-
de del otro en toda su realidad; asume el nación, es la razón de ser de la ética en
contexto, no pocas veces contradictorio y Adorno y Horkheimer. Dialéctica de la
ambiguo, en el que se produce la acción Ilustración (Horkheimer y Adorno, 1994)
educativa, por lo que es una pedagogía es una denuncia a una sociedad ilustra-
negativa, de resistencia al mal; es una da que ha hecho del compromiso con la
denuncia y prohibición de aquello que no emancipación del hombre una obedien-
debe ser; es resistencia a toda forma de cia ciega al sistema totalitario; constata
dominación, a la tentación de lo absoluto. la experiencia de desgarro que supuso el
«No cabe la vida justa en la vida falsa», holocausto judío y la profunda decepción
escribe Adorno (2004, 44). La existencia en el proyecto ilustrado al que acusa de
de la ética y de la vida moral está unida a haber contribuido a hacer posible la expe-
la crítica al mundo administrado, a la con- riencia del Mal Absoluto. Toda la obra de
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presente. «En nuestro presente hay pasa- en mí. El pasado soy yo —se entiende, mi
do, y los que no están, los que se han ido, vida» (Ortega y Gasset, 1975, 66).
los que nos han dejado, reaparecen una y
otra vez, a veces obsesivamente, en nues- El discurso y la praxis educativos no
tra vida cotidiana, dejando una marca, una han sido sensibles a las dolorosas expe-
huella» (Mèlich, 2010, 85). La educación riencias de antes y de ahora. «Ha habido
en la alteridad trata de hacer memoria y un silencio cómplice sobre los problemas
justicia de aquellos que nos han precedi- y situaciones que dañan gravemente la
do, conscientes de que desentenderse de la dignidad y la libertad de nuestros conciu-
más leve huella de su legado es condenar dadanos, víctimas de la exclusión social,
nuestro discurso a la insignificancia. Vol- pobreza, xenofobia, fundamentalismo re-
ver al pasado no es un ejercicio romántico, ligioso, nacionalismo totalitario» (Ortega
es condición inexcusable para entender y Romero, 2013, 66). Y una pedagogía que
el presente, porque no hay presente sin no haga memoria de «lo que nos ha pasado
contemporaneidad con el pasado. Lo que y hemos sido» queda reducida a una fun-
hemos llegado a ser, lo que somos, sólo se ción más del engranaje social, a una legi-
puede interpretar desde la memoria. El timación del supuesto orden social. «Sólo
relato de nuestra identidad no lo pode- la memoria de todas las víctimas nos pue-
mos construir sobre el vacío, sino sobre la de hacer recuperar la dignidad moral, ha-
memoria. El ser humano es un ser de me- cerles justicia y construir el futuro» (Or-
moria, construye siempre sobre el pasado. tega, 2006, 521). Nuestra biografía está
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Pedro Ortega Ruiz. C/ Torre Álvarez, 5, la impaciencia por poner fin a la desesperación
3ºB. 30007 Murcia. Email: portega@um.es. y sufrimientos de las víctimas, no ajenos a una
moral que ha pasado por encima de las situa-
Fecha de recepción de la versión definiti- ciones de explotación de los seres humanos. Es
va de este artículo: 15. VI. 2015. difícil responder a si la ética de la compasión es
una barrera firme para defendernos de las bar-
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tro en LEVINAS sólo es «significación» que trae a hicieron el sacerdote y el levita), porque la moral
nuestra presencia la vulnerabilidad del otro; no del samaritano le prohibía relacionarse con el fo-
tiene referencia alguna física del rostro de una rastero. Sin embargo, actuó movido por un sen-
persona concreta. Pero tampoco es una pura abs- timiento de compasión, al margen o por encima
tracción. Cuando LEVINAS habla del «huérfano y de norma moral alguna. La ética es la respuesta
de la viuda» no se está refiriendo a personas con- compasiva que damos al otro necesitado.
cretas, son sólo «significación» de la condición de
precariedad y necesidad del otro de quien debo [4] Para ver la influencia de ROSENZWEIG sobre la
hacerme cargo, responder éticamente. Con estas obra de LEVINAS pueden consultarse las obras:
expresiones LEVINAS se aparta de una ética que La estrella de la redención y Nuevo pensamiento en
basa en argumentos de razón la obligación de las que F. ROSENZWEIG construye un discurso
una conducta ética. No son los argumentos de fundamentado en la tradición judía, y rompe con
la razón o la invocación de principios universales el dualismo del pensamiento occidental, deudor
los que nos impulsan a actuar éticamente, sino la de una concepción platónica del hombre.
necesidad y la vulnerabilidad del otro. Es el sen-
timiento de compasión hacia el pobre y sufriente [5] A veces se enmarca, erróneamente, el pensa-
(el huérfano y la viuda), su situación de necesi- miento de LEVINAS en la ética dialógica o en la
dad el que nos impulsa a actuar éticamente. Hay corriente personalista. LEVINAS defiende que
ética porque no sólo existo yo, sino que junto a la relación ética entre el yo (Moi) y el otro es
mí hay alguien concreto, un rostro de quien debo una relación asimétrica, no de igualdad. Entre
responder. Si sólo existiera un hombre en el mun- el yo (sujeto moral) y el otro hay una relación de
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Pedro ORTEGA RUIZ
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La ética de la compasión en la pedagogía de la alteridad
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