Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
“…muérete, sino no serás libre”. Y sí, la guerra tiene ese filo, no de querer matarnos, sino peor
aún, de querer morirnos para encontrar paz, estar vivos escogiendo la muerte, aunque suene algo
contradictorio es lo que nos ha invadido desde el origen de los tiempos, sea cual sea el credo, la
ideología, todo ha sido una eterna guerra, a la cual aparentemente la única solución es morir.
Pareciera que todo fuera un juego de palos y lápiz labial prohibido, que al cruzar el río todo
habrá acabado y será diferente, que quien lidere lo hará mejor y pensará en el otro, pero
erradamente vivimos bajo estas ideas que a lo único que nos terminará conduciendo será a
¿Cómo lograr la liberación propia del sufrimiento? Buda habrá pensado alguna vez como sería
libre una niña en medio de tanta guerra, cómo lograría escapar de piedras, huecos de lodo los
cuales le significarían su muerte. Es inconcebible creer que hay alguna liberación propia a tanto
poder, a tanta ideología abrazadora y dominante que en lugar de profesar un dios misericordioso
–sin involucrar propiamente algún credo- termina inculcando y enseñando un dios destructivo,
intolerante y déspota.
Casualmente, nuestros gobernantes han asimilado este dios de esta forma, pero no solo desde
aquellos tiempos donde los asemejaban con bestias o con ídolos de bigote y uniforme militar,
claro está, que ha sido una saga de diferentes representaciones de dicho poder, sin embargo, hasta
el día de hoy sigue vigente. Y es ahí, donde se evidencia que jamás ha dejado de ser llanamente
trabajo, desde niños hasta adultos. Incluso y ensimismados un poco más, la mujer de hoy sigue
siendo una Baktay, rechazada por la figura del hombre poderoso y pedante, limitada en su forma
de vestir, actuar, mirar, comer y hasta en su modus operandi de progresar. Rechazo categórico a
esa “verdad absoluta” que condiciona cada vez a cada miembro de una sociedad, de un estado.
Porque no importa, si eres mujer y tu fuerza te diferencia de un hombre, o si eres niño y no tienes
la misma capacidad de entender y aceptar igual que un adulto, o si no pudiste escoger libremente
tu credo, tu color de piel o tu ideología política, al momento de morir no se mira que o cómo.
desinteresadamente.
Porque si bien lo dijo buda “…millones perderán sus tesoros, no a causa de bandidos sino a
escenario no solo para aquellos de sus fieles creyentes, sino para todo un mundo; creo una
verdad de muchos líderes políticos –e incluso religiosos- que se llevarían consigo a varios
pueblos que obedecerían hasta la muerte, literalmente, una lealtad a cualquiera que fuese la
decisión de su dios. Aquella confianza que ciegamente depositaron en un estado al que creyeron
como amigo, aquel que los defendería de quien quisiera arrebatar lo poco que tenía, se terminó
Quizá es por esto, que los representantes crean una figura amistosa para crear un falso positivo
de servicio e interés por su pueblo, ganar la lealtad de sus fieles, quienes serán medio para lograr
un aumento de poder, de territorio, de capital y de superioridad. Buda explotó por vergüenza,
muestra como aquel servicio que creemos que nos ofrecen, pero no es más sino un derecho,
como la educación está tan inalcanzable y brindado para aquellos “aptos” en una sociedad, en
este caso para los hombres varones. Una dictadura sumergida en elecciones deslumbradas por
una persistente ausencia de promesas dadas a conseguir un bien individual, el bien de un dios.
mortífera. Esto, al contrario, es promovido por un interés de engrandecer un nivel militar, el cual
únicamente trae como resultado aquel fortalecimiento a una violencia y un total olvido a la paz, a
una cooperación internacional, por ende, elevando a los más altos estándares ese terrorismo
eterno.
Es un terrorismo que terminó destruyendo aquella estatua, del mismo dios que profesaba:
”Responde siempre con el bien; sólo así es posible hacer de este mundo un mejor lugar.
Responde con bondad o no respondas. Si respondes con maldad a la maldad sólo habrá más
maldad”., pero que aún ignorada su enseñanza, se dio paso a la destrucción de al menos una
figura que representaba una sensatez y una realidad de esa palpante maldad.
Es paradójico, que los mismos seguidores y defensores de dioses que comparten ciertas doctrinas
sean los destructores del mundo que sus dios pretenden “salvar y defender”, el mismo ideal que
quieren recalcar aquellos niños inocentes creyendo, y sin ninguna acusación mal intencionada,
que es su verdad, sin saber que más allá de creer, es una realidad.
Estamos inmersos, por donde se mire, en una guerra sinfín donde ni los convenios
internacionales darán origen a una igualdad y a un respecto por aquello que llamamos “dignidad
humana”, porque partiendo desde ahí, no todos asimilan el mismo concepto de dignidad. No
“hablamos el mismo idioma” cuando nos referimos a dignidad. Si bien es claro, en pleno siglo
XXI aún no se acepta a la mujer como un ser autónomo y merecedor de los mismos derechos del
hombre, esto basado en el hecho que hay millones de niñas a quienes se les violan su derecho a
humana.
Se vive día a día, la constante negación a reconocer a cada quien su derecho a la libertad,
incluso, tomando como cierto la universalidad de la libertad, el respeto por ella es ajeno a todo
credo, pues basta con recordar una figura representativa como el uso de bolsas en la cabeza, un
símbolo de desigualdad y de esclavitud que hoy por hoy, simplemente ha cambiado de bolsas de