3. ¿Por qué para un liberal como Buber la libertad como sinónimo
de independencia no es un valor supremo?
2 KORCZAK: CÓMO AMAR A,llN NIÑO
Janusz Korczak (1878-1942), cuyo ta el trágico final de su vida. Sus li
nombre real era Hemyk Goldszmit, bros son pa~a y sobre el niño. Y su era un judío polaco, nacido en Var praxis pedagógico-educacional dio sovia en una familia patriota, apa inicio a una revisión de métodos, sionada por la lengua y por la estructura de la escuela, relación cultura polaca. Practicó poco la re profesor-alumno y padres-hijos. ligión, pero no renegó del judaísmo. Janusz Korczak se convirtió en Consagró su vida a la lucha por la mito, por su dedicación a los niños. justicia y por los derechos del niño. En 1942, los nazis, ocupantes de Se dedicó en cuerpo y alma al Polonia, le ordenaron que conduje orfanato de la Calle Krochmalna 92, ra asus pequeños a la muerte, pro en Varsovia, del cual fue director, metiéndole un salvoconducto médico y profesor. después de la "tarea". Él no aceptó El periódico popular Nasz y, sostenido por los brazos de dos Przeg10nd (Nuestro Periódico), en niños, acompañó a sus doscientos 1906, lo invitó para preparar una hasta las cámaras de gas del edición infantil. Korczak creó enton campo de exterminio Treblinka, ces el periodiquito Maly Przeglad donde todos murieron. (Pequeña Revista), en el cual sólo Obras principales: niños escribían para los niños. Cuando vuelva a ser niño, Cómo Aún estudiante inició su obra amar a un niño y El derecho del niño literaria y continuó escribiendo has al respeto.
EL DERECHO DEL NIÑO AL RESPETO
Nada más falso que la aseveración de que la cortesía hace insolentes
a los niños y la dulzura lleva inevitablemente al desorden e insubor dinación. Pero, por el amor de Dios, no llamemos bondad a nuestra negligencia ni a nuestra ineptitud llena de tonterías. Entre los educa dores, además de los "astutos", de maneras groseras y hoscas, encon 174 .. EL PENSAMIENTO PEDAGÓGICO FENOMENOLÓGICO-EXISTENCIALlSTA
tramos a los riegligentes que nadie quiere, en ningún lugar, incapa
ces de ocupar cualquier puesto de responsabilidad. Algunas veces, el educador apela a la seducción para ganar rápi damente y sin costo alguno la confianza de los niños. En lugar de organizar la vida del grupo, lo que representaría un trabajo lento y consciente, condesciende en participar en sus juegos, en los días en que se siente bien dispuesto. Esta indulgencia señorial siempre está a merced de cualquier momento de mal humor y sólo lo hace más ridículo ante los ojos de los niños. El educador, en ocasiones, es muy ambicioso y piensa en cam biar al hombre con la ayuda de la persuasión, con palabras moralizq.ntes; cree que es suficiente conmover para obtener una pro mesa de enmienda. Él acaba irritando y molestando. y aparentemente benévolo, piensa en hacerse pasar por aliado; usando palabras hipócritas, su falsedad, puesta a la luz, sólo inspira rá disgusto. [... ] El conocimiento de los niños sería muy pobre si no lo buscara junto a un camarada o si no nos escuchara en secreto, atrás de las puertas, sorprendiendo nuestras conversaciones. ¡Respeto por su incansable búsqueda del saber! ¡Respeto por sus reveses y por sus lágrimas! Una media rasgada, un vaso quebrado significan al mismo tiem po.una rodilla arañada, un dedo herido. Cada hematoma, cada con tusión están acompañados de dolor. Una mancha de tinta en el cuaderno es sólo un pequeño acci dente infeliz, pero también un nuevo revés, un nuevo sufrimiento. -Cuando es pap¿ quien derrama el café, mi mamá dice: no es nada; cuando soy yo, me llevo una tunda. Aún poco familiarizados con el dolor y la injusticia, los niños sufren y lloran más que nosotros. Pero nos burlamos de sus lágrimas, nos parecen no tener gravedad, en ocasiones nos irritan. -Llorón, refunfuñón, gritón. He aquí algunos epítetos encantadores con que enriquecemos nuestro vocabulario para hablar de los niños. Cuando él se obstina, hace caprichos, sus lágrimas expresan su impotencia, su indignación, su desesperación; es el llamado de socorro de un ser desamparado o privado de su libertad, sopor tando una coacción injusta y crueL Estas lágrimas en ocasiones son síntomas de una enfermedad y, siempre, los de un sufrimien to. [... ] KORCZAK 175
N o hace mucho, el médico, humilde y dócil, todavía daba a sus
enfermos jarabes nauseabundos y mezclas amargas, los amarraba en caso de fiebre, multiplicaba las sangrías y condenaba a morir de hambre a aquellos que caían en estas sombrías antecámaras del ce menterio que eran los hospitales. Solícitos con los ricos, indiferentes con los pobres. Hasta el día en que empezó a exigir. Ese día obtuvo para los niños espacio y sol y -vergüenza nuestra- ordenó, igual que un general,2 qu~ los dejaran correr y vivir aventuras alegres en el seno de una com~nidad fraternal donde se discute una vida más honesta alrededor de un fuego, bajo un cielo estrellado. y nosotros, educadores, ¿cuál será nuestro campo de acción, cuál será nuestro papel? Guardianes de paredes y muebles, del silencio en las áreas, de la limpieza de las orejas y del piso, distribuidores de ropas y zapatos _ usados y de una mesada insuficiente, nos confiaron la protección de los privilegios de los adultos y de la ejecución de los caprichos de los aficionados, y estamos aquí como responsables de una pandilla, a pesar de que se trata solamente de impedir que se cause estragos y que se perturbe el trabajo y el reposo de los adultos. Pobre comercio de temores y de desconfianza, tiendita de baga telas morales, tenderete miserable donde se vende una ciencia des naturalizada que intimida, confunde y adormece en lugar de despertar, animar, alegrar. Como abatidos representantes de la vir tud, nuestro deber es inculcar en los niños la humildad y el respeto y enternecer a los adultos, lisonjeando sus bellos sentimientos. Por un salario de miseria, somos señalados para construir un futuro só lido para el mundo y trampear disimulando el hecho de que los niños representan en realidad el número, la fuerza, la voluntad y la ley. El médico arrancó al niño de la muerte; nuestro deber de educa dores es permitirle vivir y ganar el derecho de ser un niño.
Korczak, J anusz, O di1-eito da crian(a ao respeito, Sáo Paulo, SUIllIllUS, 1986,
2 De hecho, un general inglés, Robert Stephenson Baden-Powell (1857-1941),