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El Juego de Los Principios Una Introducc
El Juego de Los Principios Una Introducc
El juego
de los principios
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Alejandro Cassini
El juego
de los principios
Una introducción al método axiomático
www.az.com.ar
Cassini, Alejandro
El juego de los principios : una introducción al método
axiomático. - 2a ed. - Buenos Aires : AZ, 2012.
220 p. ; 24x17 cm.
ISBN 978-987-35-0042-8
Índice general
Lista de símbolos - 7.
Prólogo - 9.
Introducción a la primera edición - 13.
Introducción a la segunda edición - 17.
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Bibliografía - 209.
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Lista de símbolos
Lógica Conjuntos
Las definiciones van precedidas por el símbolo ◊, y los metateoremas por el sím-
bolo . El final de una demostración se indica con el símbolo .
Cuando se yuxtaponen varios cuantificadores del mismo tipo escribo de manera
abreviada ∀(xyz...) en vez de ∀x ∀y ∀z..., y ∃(xyz...) en vez de ∃x ∃y ∃z...
Otras variantes de la notación y definiciones de los principales conceptos de la
lógica y la teoría de conjuntos pueden encontrarse en el breve diccionario de De-
tlefsen, McCarty y Bacon (1999). La obra de Mosterín y Torretti (2010) es más am-
plia y también incluye conceptos matemáticos. Todos los términos matemáticos o ló-
gicos empleados en este libro también se hallan definidos, de manera breve pero
precisa, en el diccionario de matemáticas de Borowski y Borwein (2006).
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Prólogo
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PRÓ́LOGO
Gregorio Klimovsky
Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires
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Alejandro Cassini
Buenos Aires, julio de 2007
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Alejandro Cassini
Buenos Aires, junio de 2013
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Breve historia
1 del método axiomático
1.1 Introducción
a historia del método axiomático se extiende desde la antigua Grecia del
L siglo IV A.C. hasta nuestros días. El relato de este largo proceso, que
presenta rupturas significativas pero también continuidades sorprenden-
tes, constituye el tema de todo un libro. Aquí sólo ofreceremos una introducción
histórica con el fin de señalar las principales etapas que llevaron a la construc-
ción del método axiomático formal tal como se practica en la actualidad. La ex-
posición es deliberadamente retrospectiva y nos servirá para introducir de ma-
nera informal los componentes de un sistema axiomático, que luego se estudian
con más detalle en los capítulos posteriores.
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partir de premisas conocidas como verdaderas, de modo que para probar de-
ductivamente la verdad de cada enunciado ya deberíamos conocerla de antema-
no. La tercera posibilidad consiste en aceptar demostraciones circulares (pero
no recíprocas), donde las premisas de ciertas demostraciones aparecen como
conclusiones de otras y viceversa. Se forman así cadenas deductivas finitas pe-
ro cerradas. Aristóteles considera que esto implica un círculo vicioso inadmisi-
ble, que nuevamente dejaría sin fundamento, y por tanto sin una razón, a toda
la secuencia de demostraciones.
La última posibilidad que Aristóteles analiza es la que dará origen a la idea
de pensamiento axiomático. Aristóteles pensó que era posible evitar el escepti-
cismo respecto de la demostración aceptando que no todo conocimiento es de-
mostrativo. Toda secuencia de demostraciones debe ser finita y terminar en al-
gún momento en un conjunto de enunciados fundamentales que no se conocen
por medio de demostración. Aristóteles los llamó principios, o mejor primeros
principios, y los consideró no meramente como enunciados no demostrados, sino
en sí mismos indemostrables. Los concibió como verdades necesarias que no
pueden ser demostradas. Nunca afirmó explícitamente que fueran verdades evi-
dentes, pero ya los comentadores griegos tardíos lo interpretaron de esa mane-
ra, y la idea de que los principios son evidentes se convirtió en un lugar común
del aristotelismo medieval y así pasó a la Modernidad. Aristóteles no resolvió
claramente el problema de cómo se conocen los principios indemostrables, pe-
ro dejó indicaciones muy escuetas de que se trata de un proceso en el que in-
tervienen tanto la generalización inductiva a partir de casos de percepción como
la intuición intelectual de los conceptos universales. Los principios son verdades
que naturalmente se conocen por sí mismas y, como tales, son el objeto de una
forma de conocimiento superior a la ciencia, que Aristóteles llamó nous o intui-
ción intelectual. A partir de estas ideas se forjó la concepción tradicional según
la cual los principios de un sistema axiomático son verdades autoevidentes.
Se puede considerar a Aristóteles como el padre fundador del método axio-
mático porque fue él quien presentó por primera vez la idea de sistematización
deductiva de una teoría tomando como punto de partida un conjunto reducido
de principios, de los cuales se infieren los restantes enunciados de la teoría. Los
Segundos analíticos contienen un análisis verdaderamente detallado, aunque no
siempre claro, del concepto aristotélico de demostración científica y de las con-
diciones requeridas para la organización deductiva de una teoría. Aristóteles no
llamó axiomas a todos los principios de una teoría, sino únicamente a aquellos
que son comunes a todas las ciencias, como los principios lógicos de no contra-
dicción y de tercero excluido, o el principio que afirma que “si de iguales se
sustraen iguales, los restos son iguales” (Véase el Apéndice 2.1). A los princi-
pios específicos de cada ciencia particular los denominó principios propios, y
los concibió como definiciones reales o esenciales acerca de las entidades que
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cada ciencia toma como objeto de estudio. Cada ciencia particular se refiere, en
efecto, a un determinado género de entidades reales. Actualmente no hacemos
esta distinción y llamamos genéricamente axiomas a todos los enunciados que
se aceptan sin demostración y constituyen el punto de partida de las demostra-
ciones en una teoría determinada.
Una teoría científica, según Aristóteles, es una estructura ordenada deducti-
vamente formada por los principios o verdades indemostrables y por todos los
enunciados deducidos válidamente de tales principios. Esto último supone que
se han codificado las reglas de inferencia que permiten realizar deducciones vá-
lidas a partir de los principios. Aristóteles creó para ello su teoría del silogismo,
que constituye un fragmento pequeño, pero perfectamente válido, de la parte de
la lógica formal básica que hoy denominamos lógica cuantificacional. Conse-
cuentemente, exigió que todas las demostraciones científicas tuvieran la forma
lógica de un silogismo, más precisamente de uno de la primera figura, el llama-
do Barbara, al que consideraba el silogismo más perfecto. Desde el punto de
vista actual, esta idea constituye una seria limitación, ya que la teoría silogísti-
ca resulta insuficiente como herramienta lógica para construir un sistema axio-
mático. Dejando de lado este defecto, podemos advertir que el modelo ideal de
ciencia que Aristóteles propone contiene tres elementos esenciales del método
axiomático, que hoy denominamos, respectivamente, axiomas, teoremas, y reglas
de transformación. Los axiomas corresponden a los primeros principios aristoté-
licos, que él concibió como enunciados necesariamente verdaderos y en sí mis-
mos indemostrables. Los teoremas, por su parte, corresponden a los enuncia-
dos demostrados mediante deducciones que toman a los principios como premi-
sas. Finalmente, la teoría del silogismo proporciona las reglas de transforma-
ción, es decir, las reglas de inferencia que permiten deducir los teoremas de
los axiomas.
Como veremos más adelante, hay otros elementos esenciales de un sistema
axiomático que no aparecen en el modelo aristotélico de ciencia, por lo que no
puede decirse que Aristóteles haya presentado de modo completo una teoría del
método axiomático. No obstante, Aristóteles también tuvo la intuición, aunque
no la formuló precisamente, de otra idea fundamental del pensamiento axiomá-
tico. Este es el concepto de clausura deductiva de una teoría, según el cual, en
una teoría axiomática todos los enunciados deducibles de los axiomas pertene-
cen a la teoría. Adviértase, sin embargo, que si definimos a una teoría axiomá-
tica como el conjunto de todos los enunciados deducibles de los axiomas, esto
excluye a los propios axiomas de la teoría dentro del modelo aristotélico. La ra-
zón de ello se encuentra en la teoría del silogismo, ya que silogísticamente no
es posible deducir un enunciado de sí mismo (en un silogismo ningún enuncia-
do puede aparecer a la vez como premisa y como conclusión). Por consiguien-
te, ningún axioma se deduce de sí mismo. Esta es una de las limitaciones del
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silogismo como herramienta lógica para un sistema deductivo. Para ser más
precisos, debemos caracterizar a una ciencia aristotélica como la unión de dos
conjuntos de enunciados: el de los principios y el de todas las consecuencias ló-
gicas que mediante un silogismo en Barbara se obtienen de los principios.
Euclides
Aristóteles representa el comienzo del pensamiento axiomático porque pro-
porciona una teoría de la ciencia que contiene algunos de los elementos esen-
ciales del método axiomático. Con todo, él mismo no construyó ningún sistema
axiomático, ni aplicó consecuentemente su teoría de la ciencia en sus investiga-
ciones científicas concretas, por ejemplo, en sus lecciones de física o en sus tra-
tados biológicos. La primera realización del método axiomático corresponde a
Euclides, quien en su obra Elementos (aproximadamente 300 A.C.) axiomatizó la
geometría de manera más o menos completa y acabada. Esta fue la primera teo-
ría axiomatizada y durante muchos siglos el único ejemplo de una axiomatiza-
ción verdaderamente satisfactoria. La relación entre los modelos deductivos de
Aristóteles y Euclides ha sido muy discutida. Existen al respecto dos hipótesis
interpretativas tradicionales que ya no tienen consenso entre los especialistas.
La primera es la que afirma que la obra de Euclides es una aplicación de la teo-
ría aristotélica de la ciencia. La segunda sostiene que, a la inversa, la teoría aris-
totélica está inspirada por la práctica de los geómetras, de la cual la obra de Eu-
clides sería una síntesis. Ambas hipótesis presuponen que las teorías del méto-
do axiomático de Aristóteles y Euclides son esencialmente semejantes, pero los
estudiosos del tema han revelado diferencias importantes, que aquí sólo pode-
mos indicar someramente. En suma, ninguna de estas dos hipótesis resulta ac-
tualmente sostenible y sólo pueden aceptarse ambas como parcialmente verda-
deras. Es muy probable que no exista una relación simple y directa entre la teo-
ría aristotélica y la realización euclídea, pero carecemos de las fuentes históri-
cas necesarias como para precisarla.
En la obra de Euclides encontramos otro componente esencial de un siste-
ma axiomático, las definiciones nominales de los términos técnicos del sistema,
que no estaba explícito en el modelo aristotélico. Euclides comienza sus Ele-
mentos introduciendo numerosas definiciones de diversos términos técnicos de
la geometría, tales como los de “punto”, “superficie”, “recta”, “figura”, “diáme-
tro” y muchos otros. Reconoce de esta manera que toda teoría científica, y en
particular un sistema axiomático, tiene un vocabulario específico que debe ser
cuidadosamente explicitado. Nuevamente se presenta aquí una dificultad, ya que
si intentamos definir todos los términos del lenguaje de una teoría nos veríamos
envueltos, como en el caso de la demostración, en un círculo lógico, o bien en
la necesidad de introducir cada vez más términos llegando así a una regresión
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De Aristarco a Proclo
El método axiomático tuvo su mayor logro en el campo de la geometría
griega, y la identificación entre ambos llegó hasta tal punto que desde la época
helenística se llamó estilo o modo geométrico a la presentación axiomática de
cualquier teoría. El método axiomático surgió entre los griegos como una forma
de obtener certeza en el conocimiento. Esencialmente fue el resultado de un es-
fuerzo por encontrar una forma de argumentación rigurosa que pudiera oponer-
se al discurso meramente persuasivo de la retórica y de la sofística. Visto de es-
ta manera, el método axiomático resulta característico del conocimiento científi-
co en general y lo distingue de otras formas de conocimiento. Que los griegos
lo entendieron de esta manera lo prueba el hecho de que intentaron extender
la aplicación de este método más allá del campo de la geometría. Ya Aristóte-
les, por cierto, lo había considerado como el método apropiado para toda cien-
cia empírica, aunque de hecho no construyera ningún sistema axiomático con-
creto en ninguna ciencia en particular. Euclides, en cambio, es autor de un bre-
ve tratado de óptica escrito al modo axiomático. La Óptica de Euclides emplea
7 postulados y prueba 58 proposiciones. Los postulados aparecen bajo el título
de “definiciones”, pero es evidente que no son definiciones. No aparecen lista-
dos axiomas ni auténticas definiciones. Se trata, en suma, de una obra mucho
menos lograda que los Elementos, pero notable por el hecho de aplicar el mé-
todo axiomático a cuestiones de óptica que exceden el campo de la pura geo-
metría.
Aristarco de Samos nos es conocido principalmente por haber concebido un
sistema planetario heliocéntrico precursor del de Copérnico. Sin embargo, la
única obra de Aristarco que se ha conservado, el breve tratado Sobre los tama-
ños y las distancias del Sol y la Luna (escrito probablemente en el primer tercio
del siglo III A.C.), consiste en una aplicación del método axiomático a la astro-
nomía. Ello no es inesperado dado que en la antigüedad la astronomía se con-
cebía como una parte de la matemática. Aristarco se propuso demostrar riguro-
samente algunas proposiciones acerca de las distancias relativas del Sol, la Lu-
na y la Tierra, tales como, por ejemplo, la siguiente: “La distancia del Sol a la
Tierra es mayor que 18 veces, pero menor que 20 veces, la distancia de la Lu-
na <a la Tierra>”. Para ello apeló al estilo geométrico enunciando 6 axiomas, a
los que llama hipótesis, y demostrando 18 teoremas a partir de tales axiomas
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Galeno se explayó largamente en su obra Las afecciones y errores del alma acer-
ca de cómo aplicar el método axiomático a cuestiones empíricas, pero, hasta
donde sabemos, nadie consiguió axiomatizar una teoría médica.
El prestigio del método axiomático y su carácter de modelo para la exposi-
ción rigurosa de todo conocimiento científico se mantuvieron hasta el final de la
Antigüedad. Todavía Proclo, en el siglo V D.C., insiste en su comentario al Ti-
meo de Platón sobre la necesidad de emplear pruebas de estilo geométrico en
el dominio de la cosmología, aunque, nuevamente, no sabemos que se haya
axiomatizado nunca una teoría cosmológica.
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edición impresa del texto griego, la célebre edición Aldina de 1495-1498, el pen-
samiento de Aristóteles había sido asimilado desde mucho tiempo atrás, y el
aristotelismo medieval ya estaba en decadencia.
La primera traducción latina de los Elementos se atribuye a Boecio. Era una
traducción parcial realizada probablemente a comienzos del siglo VI D.C., pero
no se ha conservado. Las primeras traducciones medievales de los Elementos
proceden del árabe y no son del todo precisas. Tales son la de Adelardo de
Bath en 1142, que tuvo escasa difusión, la más conocida de Gerardo de Cremo-
na hacia 1160 y la más cuidada de Campano de Novara, de alrededor de 1290.
Esta última tuvo buena difusión y fue también la primera versión impresa en
1482. En 1505 B. Zamberti publicó una nueva traducción latina hecha sobre el
texto griego. La primera edición impresa del texto griego la publicó S. Gryna-
ceus en Basilea en el año 1533. En 1572 F. Commandino realizó la mejor tra-
ducción directa del griego de los Elementos. En 1574 el matemático alemán C.
Clavius publicó una nueva y autorizada traducción (más bien una paráfrasis del
texto) que resultó sumamente exitosa y contribuyó a difundir los estudios de la
geometría axiomática. Hacia esa época, los Elementos ya formaban parte de la
cultura europea.
El texto griego de las obras de Arquímedes se conservó en la cultura bizan-
tina, mientras que parte de su obra se tradujo al árabe. Las primeras traduccio-
nes latinas del siglo XII también proceden del árabe. La primera se atribuye a
Platón de Tívoli y se considera poco acertada. Mucho más importante fue la tra-
ducción de Gerardo de Cremona, después de 1150, de algunas obras matemáti-
cas, que tuvo amplia difusión. En 1269 Guillermo de Moerbecke, tal vez el ma-
yor traductor de la Edad Media, tradujo del griego, utilizando los manuscritos
bizantinos, todas las obras conservadas de Arquímedes. La traducción latina de
Gerardo alcanzó una sorprendente difusión, pese a la crónica escasez de manus-
critos. La primera versión impresa de esta traducción apareció recién en 1503,
y luego siguieron otras ediciones, entre ellas, la de N. Tartaglia en 1543.
El aporte medieval al método axiomático no se reduce, sin embargo, al me-
ro comentario de los clásicos de la ciencia griega. Podemos mencionar al me-
nos tres desarrollos originales de los matemáticos de la Edad Media.
L. Fibonacci (o Leonardo de Pisa) es bien conocido por sus contribuciones
a la teoría de los números, entre ellas, el descubrimiento de la famosa secuen-
cia de Fibonacci. En 1220 Leonardo escribió un tratado axiomático titulado La
práctica de la geometría, en el que expone muchos de los resultados ya alcan-
zados por Euclides. Ofrece, no obstante, algunas demostraciones novedosas de
teoremas ya conocidos. Además, extiende la clasificación euclídea de los núme-
ros irracionales, mostrando que era incompleta. También prueba resultados de
Arquímedes, como la determinación del número π. En todas sus demostracio-
nes exhibe un notable rigor deductivo y elegancia.
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La revolución científica
Durante la llamada “revolución científica” el método axiomático se extendió
de manera exitosa mucho más allá de las ciencias matemáticas, concretamente,
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seguridad Galileo conoció algunos de ellos. Todas estas obras reflejan la in-
fluencia de Euclides y Arquímedes, ya ampliamente conocidos y comentados en
el siglo XVI. Con todo, la influencia más importante es la obra de su maestro
Guidobaldo dal Monte. Galileo comienza su obra con definiciones como la si-
guiente: “Por movimiento igual o uniforme entiendo aquel en el que los espa-
cios recorridos por un móvil en tiempos iguales cualesquiera son iguales entre
sí.” Y luego enuncia axiomas como el primero: “En el mismo movimiento uni-
forme, el espacio recorrido en un tiempo más largo es mayor que el espacio re-
corrido en un tiempo más breve” (véase el Apéndice 2.7). Finalmente procede
a demostrar un total de 44 proposiciones, entre las que diferencia, igual que Eu-
clides, entre teoremas y problemas.
Esta obra de Galileo, que influyó decisivamente sobre Newton, tiene los mis-
mos defectos que la de Euclides (carencia de términos primitivos y de reglas
de transformación) y resulta mucho menos acabada y completa que los Elemen-
tos. Sin embargo, representa un logro considerable, porque avanza en la aplica-
ción del método axiomático a una ciencia empírica como la mecánica. Galileo
suponía, siguiendo la concepción tradicional, que los axiomas eran enunciados
verdaderos, pero no los considera necesariamente evidentes. Trata incluso de
ofrecer ejemplos experimentales que confirmen la verdad de sus axiomas. Afir-
ma explícitamente que las consecuencias que se deducen de los axiomas deben
ser verificadas por medio de la experiencia, lo cual aportará una confirmación
ulterior de los axiomas. Mediante esta concepción Galileo llega a vislumbrar la
idea esencial del método hipotético-deductivo, según el cual los axiomas de una
teoría empírica son hipótesis que pueden confirmarse experimentalmente me-
diante las proposiciones deducidas de ellos. La justificación de los axiomas de
un sistema físico ya no se encuentra en su pura evidencia, sino en la verifica-
ción de sus consecuencias por medio de la experiencia.
La otra novedad importante del siglo XVII es el ensayo de presentar axiomá-
ticamente las teorías metafísicas, en una suerte de intento de hacer de la filoso-
fía una ciencia tan exacta como la geometría. El racionalismo filosófico, desde
Descartes hasta Leibniz, pensó que el método axiomático constituía un ideal de
rigor y precisión que era deseable, y posible, extender a todo el conocimiento
humano. La aplicación de este método a la filosofía primera, la ontología y la
teología, representaba también la esperanza de terminar con las permanentes
disputas filosóficas sobre los problemas fundamentales.
Descartes hizo el primer ensayo de axiomatización de la metafísica. En sus
Respuestas a las segundas objeciones a las Meditaciones Metafísicas, publicadas
en 1641, presentó en forma axiomática su demostración de la existencia de
Dios, que en las Meditaciones Metafísicas había dado de manera bastante in-
formal. La sección axiomática llevaba por título “Razones que prueban la exis-
tencia de Dios y la distinción que existe entre el espíritu y el cuerpo humano
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Esto es algo que sólo nos resulta claro retrospectivamente. Durante el siglo
XVII los racionalistas mantuvieron una confianza total en la universalidad del
método axiomático, es decir, en su aplicabilidad a todas las ciencias y a todo co-
nocimiento en general. En su opúsculo Sobre el espíritu geométrico, escrito alre-
dedor de 1656, Pascal elogiaba sin reservas la perfección del método demostra-
tivo de los geómetras considerándolo infalible. En esta obra Pascal advierte que
no es posible definir todos los términos del vocabulario de un sistema axiomá-
tico, y consiguientemente reconoce la necesidad de introducir términos primiti-
vos. Aquí aparece por primera vez una distinción clara y explícita entre térmi-
nos definidos y no definidos de un sistema. Pascal concibe a los términos pri-
mitivos, en analogía con los axiomas, como incapaces des ser definidos en ra-
zón de su extrema evidencia. Así como la verdad de los axiomas se capta inme-
diatamente, el significado de los términos primitivos se comprende por sí mis-
mo, sin necesidad de ulterior aclaración. En ambos casos sólo se requiere el
ejercicio de la luz natural de la razón. Con base en estos supuestos, enunció
una serie de reglas metodológicas que resumió de la siguiente manera:
Reglas necesarias para las definiciones: No admitir ninguno de los términos un po-
co oscuros o equívocos sin definición. No emplear en las definiciones más que
términos perfectamente conocidos o ya explicados.
Reglas necesarias para los axiomas: No pedir en los axiomas más que cosas per-
fectamente evidentes.
Reglas necesarias para las demostraciones: Probar todas las proposiciones, sin em-
plear en sus pruebas más que axiomas muy evidentes por sí mismos o proposi-
ciones ya demostradas o aceptadas. (De l’esprit géometrique, Paris, Flammarion,
1985, p. 91)
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Newton llama leyes a sus axiomas (“axiomas o leyes del movimiento”), y es-
te nombre es síntoma de un cambio en la concepción de los axiomas de una
teoría física, cambio ya insinuado en la obra de Galileo. El primero de los axio-
mas es la ley de inercia, ya vislumbrada por Galileo y enunciada precisamente
por Descartes a mediados de la década de 1630. La versión newtoniana dice:
“Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o de movimiento uniforme en
línea recta, a menos que sea compelido a cambiar ese estado por fuerzas impre-
sas”. Difícilmente se podría tomar a este principio como una verdad evidente.
Por otra parte, tampoco se lo puede verificar directamente por la experiencia,
porque ello supondría observar el movimiento uniforme de todos los cuerpos en
todo momento y lugar, cosa manifiestamente imposible. Newton se oponía a lla-
mar “hipótesis” a sus principios, pero desde nuestro punto de vista éstos deben
considerarse como hipótesis empíricas que son confirmables o refutables por
medio de sus consecuencias observacionales (o, más bien, de las consecuencias
observacionales de todo el sistema). Aparece así la idea, todavía implícita, de
que la naturaleza de los axiomas de un sistema físico es diferente de la de un
sistema puramente matemático.
En la Óptica, publicada en 1704, Newton también adoptó el formato axiomáti-
co. Presentó 8 definiciones, que explicaban términos tales como “rayo de luz”,
“reflexión”, “refracción”, “ángulo de incidencia”, “ángulo de reflexión”, y otros. El
concepto fundamental de su teoría era el de rayo de luz, al que definió de la si-
guiente manera: “Por rayos de luz entiendo sus partes mínimas, tanto las sucesi-
vas en la misma línea como las contemporáneas en diversas líneas”. Luego enun-
ció 8 axiomas, de los cuales transcribiremos aquí solamente los dos primeros:
“Los ángulos de reflexión y refracción están en uno y el mismo plano que el án-
gulo de incidencia.”; “El ángulo de reflexión es igual al ángulo de incidencia”
(véase el Apéndice 2.9 para una presentación completa). Newton mantiene la di-
visión euclídea de las proposiciones demostradas en teoremas y problemas. Pro-
cede, entonces, a demostrar 39 proposiciones, pero en tales demostraciones no
emplea generalmente sus axiomas y definiciones. Muchas de las demostraciones
son de tipo experimental y se fundan en observaciones y experimentos detallada-
mente descriptos por Newton, pero no deducibles de sus axiomas.
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de los sistemas axiomáticos. Durante el siglo XIX surge y se desarrolla una con-
cepción diferente de la naturaleza de los sistemas axiomáticos. Según esta idea,
que denominamos axiomática abstracta o formal, un sistema axiomático es una
teoría puramente formal que no se refiere a ningún objeto o entidad real y, por
consiguiente, no es por sí misma verdadera ni falsa. En un sistema axiomático
formal los términos primitivos no tienen referencia, es decir no nombran o de-
notan objetos o propiedades determinadas. Por consiguiente, los axiomas de un
sistema formal no son verdaderos o falsos hasta que no se asigne un significa-
do o referencia a sus términos primitivos. Lo que hace abstracto a un sistema
de esta clase es el hecho de que es posible asignar diferentes significados a los
primitivos del sistema. Esto tiene la consecuencia de que el mismo sistema de
axiomas puede ser verdadero respecto de determinados conjuntos de objetos y
falso respecto de otros.
Un sistema axiomático formal o abstracto se diferencia de un sistema axio-
mático material por el hecho de que no se refiere a un conjunto determinado
de objetos, de los cuales se asume que el sistema es verdadero. Un sistema for-
mal no necesita estar formalizado. Un sistema axiomático formalizado es aquel
que se formula en un lenguaje artificial (como, por ejemplo, el de la lógica de
primer orden) en el cual la formación de expresiones está estrictamente regi-
mentada. Un sistema formalizado es un sistema puramente sintáctico, en el que
todos sus términos y expresiones carecen de significado. Todo sistema formali-
zado es obviamente formal, pero no a la inversa. Un sistema formal no formali-
zado se formula en una lengua natural enriquecida con algunos términos técni-
cos primitivos y definidos. La geometría de Hilbert y la teoría de conjuntos de
Zermelo son ejemplos de sistemas axiomáticos formales pero no formalizados
(véanse los Apéndices 2.12 y 2.14). La lógica de primer orden, tal como se pre-
senta en los textos usuales, es un ejemplo de sistema formalizado (véase el Ca-
pítulo 2.5). Todos los sistemas axiomáticos tradicionales, desde Euclides hasta
Newton, son sistemas materiales, que, por supuesto, no son formales ni forma-
lizados (véanse los Apéndices 2.2 a 2.9).
Más adelante estudiaremos con detalle los componentes de un sistema axio-
mático formal y la manera en que tales sistemas se interpretan o adquieren sig-
nificado. Ahora veremos cómo se llegó a concebir a los sistemas axiomáticos de
esta manera.
La axiomática formal alcanza su realización en la segunda mitad del siglo
XIX. Influyen decisivamente en este hecho el surgimiento de las geometrías no
euclídeas, de la lógica matemática y de la teoría de conjuntos. Este es un pro-
ceso histórico rico y complejo, que aquí ni siquiera podemos esbozar, y del que
apenas mencionaremos algunas etapas significativas.
La primera de estas etapas es la invención de sistemas geométricos diferen-
tes del de Euclides, que por muchos siglos se tuvo por la única geometría posi-
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ble. Algunas de estas nuevas geometrías no rechazan los principios del sistema
de Euclides presentado en los Elementos, pero sus teoremas tienen consecuen-
cias antiintuitivas, ya que no son visualizables y no admiten representación grá-
fica por medio de diagramas y figuras. Un ejemplo importante es el de la geome-
tría proyectiva, que tiene antecedentes desde el Renacimiento, pero que J. Pon-
celet expuso por primera vez en su Tratado sobre las propiedades proyectivas de
las figuras, de 1822. La geometría proyectiva no implica la negación de ninguno
de los postulados de Euclides, y por ello se consideró compatible con la geome-
tría euclídea. Sin embargo, los axiomas y postulados de Euclides no son suficien-
tes para axiomatizar a la totalidad de la geometría euclídea, como se verá más
adelante. Cuando se considera una axiomatización más satisfactoria, como la de
Hilbert, resulta que la geometría proyectiva es incompatible con la euclídea.
Las llamadas geometrías no euclídeas, en cambio, son manifiestamente incom-
patibles con la de Euclides porque toman como punto de partida la negación de
alguno de sus cinco postulados. El primer postulado que se rechazó fue, como
era de esperar, el quinto, ya cuestionado desde la Antigüedad. Una versión
equivalente a este postulado, formulada por J. Playfair en 1795, dice que por un
punto exterior a una recta pasa una y sólo una paralela a dicha recta. Muchos
matemáticos destacados de todas las épocas intentaron demostrar este postula-
do deduciéndolo de los otros cuatro. El intento más notable fue el del italiano
G. Saccheri en su obra Euclides vindicado de toda mancha, escrita en 1733. Sac-
cheri se propuso probar que el quinto postulado se deducía de los restantes
mostrando que si la negación del quinto postulado se agregaba como axioma a
los otros cuatro, se obtenía como resultado una contradicción. El método de
Saccheri era correcto porque es evidente que si en un sistema axiomático un
enunciado χ se deduce de un conjunto de axiomas β, y a β se le agrega como
axioma el enunciado ¬ χ, se producirá una contradicción porque ese sistema
contendrá a la vez los enunciados χ y ¬ χ. Saccheri dedujo rigurosamente una
serie de teoremas no euclídeos, hasta que creyó, erróneamente, encontrar una
contradicción. Concluyó, entonces, que el quinto postulado de Euclides era de-
ducible de los otros cuatro, cuando podría haber sospechado que dicho postu-
lado era lógicamente independiente de los restantes. Saccheri construyó la pri-
mera geometría no euclídea, pero no logró reconocer que lo había hecho.
Un siglo después, N. Lobachevsky en 1829 y J. Bolyai en 1832 construyeron
de manera independiente el sistema de geometría que Saccheri había anticipa-
do y que C. F. Gauss ya había desarrollado antes de 1824. Esta es la llamada
geometría hiperbólica, que tomaba como axiomas a los cuatro primeros postula-
dos euclídeos más el axioma según el cual por un punto exterior a una recta
pasa más de una paralela a dicha recta (una manera de negar el quinto pos-
tulado euclídeo). Los teoremas que se deducen de este conjunto de axiomas
son claramente inconsistentes con la geometría de Euclides. Entre otras cosas,
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ros o falsos respecto del mundo real. Únicamente cuando se hace corresponder
a los axiomas ciertos principios físicos (por ejemplo, relativos al comportamien-
to de los cuerpos rígidos) se obtiene un sistema de proposiciones significativas,
una geometría física, cuyos enunciados tienen valor de verdad y se pueden ve-
rificar o refutar por la experiencia. Helmholtz anticipaba de este modo la noción
de interpretación de un sistema formal, que más adelante estudiaremos con de-
talle.
La situación planteada por la existencia de geometrías alternativas a la de
Euclides tuvo también como efecto la revisión más rigurosa del propio sistema
euclídeo. A la vez, se planteó la necesidad de axiomatizar las nuevas teorías
geométricas. El primer sistema axiomático de una geometría diferente de la de
Euclides lo elaboró M. Pasch en su obra Lecciones de geometría moderna, publi-
cada en 1882, donde axiomatizó la geometría proyectiva. Allí ofreció una lista
completa de los términos primitivos y de los axiomas que empleaba en su sis-
tema. Pasch, sin embargo, no renunciaba todavía a la idea tradicional según la
cual la fuente de la que se obtienen los axiomas de la geometría es la intuición,
o incluso la experiencia. Siguiendo esta inclinación empirista, afirmó que los tér-
minos primitivos de un sistema geométrico se refieren a la forma, el tamaño y
la posición recíproca de los cuerpos. El significado de estos términos no nece-
sita ser definido porque se hace evidente mediante la simple ostensión de los
objetos físicos apropiados. Los axiomas, por su parte, enuncian aquello que se
ha observado en las figuras más simples. Una vez determinados los axiomas, la
intuición no interviene en el proceso de prueba, según Pasch, porque todo el
sistema geométrico debe desarrollarse mediante puras inferencias deductivas,
independientemente del sentido de los conceptos geométricos del sistema.
Algunos años después, en 1899, M. Pieri y D. Hilbert construyeron, de ma-
nera independiente uno del otro, dos axiomatizaciones diferentes de la geome-
tría euclídea, en las que intentaban ofrecer una presentación más rigurosa que
la de los Elementos de Euclides. Pieri adopta sólo 2 términos primitivos (“pun-
to” y “movimiento”) y 20 axiomas. Hilbert, por su parte, en su gran obra Fun-
damentos de la geometría, se vale de 8 términos primitivos (entre ellos, “punto”,
“recta” y “plano”) y 20 axiomas separados en 5 grupos (axiomas de conexión,
orden, congruencia, paralelismo y continuidad). En la segunda edición de su li-
bro, en 1903, Hilbert agrega un nuevo axioma, que eleva el total a 21. Todos
los expertos en el tema coinciden en afirmar que la axiomatización de Hilbert
es superior a la de Euclides en tanto resulta suficiente para deducir la totalidad
de la geometría euclídea sin recurrir a supuestos no explicitados. De hecho, se
convirtió enseguida en el paradigma de axiomatización de una teoría matemá-
tica (véase el Apéndice 2.12). Pronto aparecieron otros sistemas axiomáticos
de geometría euclídea, como el de O. Veblen en 1904 y el de E. V. Huntington
en 1913, que utilizaban términos primitivos y axiomas muy diferentes de los de
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Hilbert. Con ello quedó claro que el mismo sistema formal se puede presentar
mediante distintos conjuntos de axiomas, independientemente del hecho de que
éstos sean evidentes o no. Simultáneamente, se produjeron rápidos avances en
la axiomatización de otras teorías matemáticas. E. V. Huntington y, de manera
independiente, E. H. Moore axiomatizaron en 1902 la teoría de grupos, teoría ya
ampliamente desarrollada y utilizada desde mediados del siglo XIX. También la
geometría no euclídea se axiomatizó siguiendo el paradigma de Hilbert, cuando
G. Halsted en 1904 y G. Hessenberg en 1905 crearon sistemas axiomáticos pa-
ra la geometría elíptica. En 1914 F. Hausdorff axiomatizó la parte básica de la
topología, conocida como topología de conjuntos de puntos (véase el Apéndice
2.15). Durante esta época el método axiomático formal produjo resultados ver-
daderamente alentadores, no sólo en geometría, sino en ramas muy diferentes
de la matemática. El mismo Huntington, por ejemplo, axiomatizó en 1902 la teo-
ría de las magnitudes continuas, base del análisis matemático, mediante 6 axio-
mas muy simples (véase el Apéndice 2.13).
Hilbert no se limitó a presentar axiomáticamente la geometría euclídea cons-
truyendo un sistema formal, aunque no formalizado. Además, analizó detallada-
mente las propiedades de su sistema. Probó que es consistente, es decir libre de
contradicciones, relativamente a la teoría de números reales; y demostró tam-
bién que sus axiomas son independientes, o sea, que ninguno se deduce de los
restantes (en el Capítulo 4 estas propiedades se definen con mayor precisión).
De esta manera, inauguró la disciplina conocida como metamatemática, que se
ocupa del estudio de las propiedades de los sistemas formales.
La concepción que Hilbert tiene de los sistemas axiomáticos es esencialmen-
te abstracta. Su idea principal es que los términos primitivos de una teoría axio-
mática no se refieren a ningún tipo determinado de entidad concreta o abstrac-
ta. Los términos “punto, “recta” o “plano” no denotan a algún objeto geométri-
co en particular, sino a una clase no determinada de objetos cualesquiera. Una
consecuencia importante de esta concepción formalista de Hilbert es que un
mismo sistema axiomático puede ser verdadero respecto de sistemas de objetos
muy diferentes y de distinta naturaleza, sean concretos o abstractos, dependien-
do del significado que se asigne a sus términos primitivos. La misma teoría ma-
temática (o el mismo formalismo lógico) admite múltiples realizaciones o mode-
los (en el Capítulo 3 estudiaremos este punto más de cerca y veremos varios
ejemplos).
P. Bernays, uno de los principales discípulos de Hilbert, en un artículo de
1922, “El significado de Hilbert para la filosofía de la matemática”, resumía la
concepción formal del método axiomático con las siguientes palabras:
De acuerdo con esta concepción, los axiomas no son en modo alguno juicios de
los que se pueda decir que son verdaderos o falsos; sólo tienen sentido en el
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dicción. Sin embargo, poco antes de fines del siglo XIX, se descubrió que la
teoría de Cantor conducía a auténticas contradicciones o antinomias. La prime-
ra paradoja se produjo con el conjunto de todos los números ordinales, llamado
Ω, puesto que se demostró que Ω + 1 es mayor que Ω y, a la vez, que Ω + 1
no es mayor que Ω. Esta es la llamada paradoja de Burali-Forti, quien fue el pri-
mero en publicarla en 1897. Sin embargo, hoy sabemos que Cantor ya la había
descubierto en 1895 y se la había comunicado a Hilbert en una carta del año
1896.
El propio Cantor encontró en 1899 otra contradicción en su teoría, conocida
como paradoja de Cantor, que afecta al conjunto de todos los conjuntos o clase
universal U. Previamente, Cantor había demostrado un célebre teorema (luego
conocido como teorema de Cantor) según el cual el conjunto de todos los sub-
conjuntos de un conjunto dado A (llamado conjunto potencia de A y simboliza-
do como ℘A) es mayor que A mismo, es decir, es un conjunto que tiene más
elementos que A (si A tiene n elementos, ℘A tiene 2n elementos). El resulta-
do puede expresarse como |℘A| > |A| (esto es, el número cardinal de ℘A es
siempre mayor que el de A, por lo que para cualquier cardinal siempre existe
uno mayor). En la teoría de conjuntos de Cantor se puede deducir, entonces,
tanto que el cardinal de U es menor que el cardinal del conjunto de todos los
subconjuntos de U y a la vez que no es menor que él (o sea, |℘U| > |U| y
|℘U| ≤ |U|), lo cual es obviamente contradictorio. En efecto, por el teorema de
Cantor |℘U| > |U|. Pero, además, dado que U es el conjunto de todos los con-
juntos, ℘U debe estar incluido en U, y es evidente, que un subconjunto de un
conjunto dado no puede contener más elementos que dicho conjunto (pues, si
B ⊆ A, entonces, |B| ≤ |A|). Se sigue, entonces, que |℘U| ≤ |U|, con lo cual
queda probado que la teoría de Cantor implica una contradicción. Otra manera
de arribar a la paradoja es advertir que todo subconjunto de U debe ser tam-
bién elemento de U, por lo que la clase universal debe tener al menos tantos
elementos como subconjuntos. Sin embargo, el teorema de Cantor implica que
U, como cualquier otro conjunto, tiene más subconjuntos que elementos.
Finalmente, en 1902 B. Russell halló una paradoja fundamental que involu-
craba a los conceptos de conjunto y pertenencia de un elemento a un conjunto
(que simbolizamos como ∈). La paradoja de Russell afectaba tanto a la teoría de
conjuntos de Cantor como a la lógica general de orden superior que Frege había
elaborado en su obra Las leyes fundamentales de la aritmética. Russell le comu-
nicó su descubrimiento a Frege en una carta, que éste hizo pública en un
apéndice del segundo volumen de Las leyes fundamentales de la aritmética, pub-
licado en 1903. E. Zermelo, por su parte, ya la había descubierto independiente-
mente en 1901, pero no la había publicado. El contenido de la paradoja de
Russell se puede resumir así: si designamos como y al conjunto de todos los
conjuntos que no son elementos de sí mismos, podemos deducir la siguiente
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Notas bibliográficas
No se ha escrito todavía, hasta donde conozco, una obra dedicada exclusiva-
mente a la historia del método axiomático. Se pueden encontrar informaciones
en las obras generales de historia de la lógica, sobre todo la de Kneale (1984),
y de la matemática: Collette (1973-1979); Rey Pastor y Babini (1985); Dahan-
Dalmedico y Peiffer (1986), Boyer y Merzbach (1989); Wussing (1989); Kline
(1990), y Gratan-Guinness (1994) y (1997). Son obras con enfoques muy diferen-
tes, que no siempre reservan el espacio merecido al método axiomático. Tam-
bién son útiles Bourbaki (1974), Kline (1980) y especialmente Eves (1990), que
es la obra que más se aproxima a un esbozo de historia del método axiomático.
La amplia obra filosófica de Suppes (2002) también contiene información históri-
ca sobre la axiomática. Benacerraf y Putnam (1983) y Tymoczko (1998) son dos
amplias antologías de trabajos originales sobre la filosofía de la matemática en el
siglo XX. Shapiro (2000a) es una introducción histórica a la filosofía de la mate-
mática que también incluye una exposición detallada de la situación actual.
Mueller (1981) es el estudio moderno más completo sobre los Elementos de
Euclides. Beaney (1997) contiene una traducción de casi todos los escritos im-
portantes de Frege. Ferreirós (2006) es una traducción comentada de trabajos y
correspondencia de Cantor. Hilbert (1930) es la realización clásica de la axiomá-
tica formal. Kolmogorov (1933) es otra obra clásica. Garciadiego (1992) es un es-
tudio histórico detallado de la paradoja de Russell. La presentación original de la
teoría de los tipos está contenida en Russell (1956). Los Principia de Whitehead
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NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
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La estructura
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tir de otras) están especificadas explícitamente por reglas sintácticas (las reglas
de formación y transformación, respectivamente).
A veces se emplea la expresión “sistema axiomático material” para caracteri-
zar a los sistemas no formales constituidos por proposiciones significativas y di-
ferenciarlos de los sistemas axiomáticos formales compuestos de proposiciones
formales sin significado. En este trabajo preferiremos evitar esta terminología.
Llamaremos simplemente sistemas axiomáticos no formales a los que están
compuestos por proposiciones, y sistemas axiomáticos formales a los que están
compuestos por proposiciones formales. Los sistemas axiomáticos formales, a su
vez, pueden ser formalizados o no formalizados, según se expresen en un len-
guaje artificial regimentado o en una lengua natural enriquecida con algunos
términos técnicos. De aquí en adelante nos ocuparemos de la estructura, inter-
pretación y aplicación de los sistemas formales. En el Apéndice 2 incluimos la
traducción de diversos sistemas axiomáticos no formales, desde Aristóteles has-
ta Newton, así como de algunos de los primeros sistemas axiomáticos formales,
que tienen especial importancia histórica.
Comenzaremos por analizar detenidamente cómo es la estructura de un sis-
tema axiomático formal, esto es, cuáles son los elementos que lo componen y
cómo se relacionan entre sí estos diferentes elementos.
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sencillos y las demostraciones a partir de ellos sean más fáciles. Más adelante
nos encontraremos con ejemplos de esta situación.
5) Teoremas. Son las fbf de un sistema que se deducen de los axiomas me-
diante la aplicación de alguna regla de transformación.
Los axiomas se consideran fbf deducibles de sí mismas (pues la reflexividad
es una propiedad esencial de la relación de deducibilidad: toda fórmula se de-
duce de sí misma). Luego, todo axioma es también teorema. Así, el conjunto de
los axiomas de un sistema está incluido en el de los teoremas; y a su vez el
conjunto de los teoremas está incluido en el conjunto de las fbf de ese sistema.
Casi siempre el conjunto de los teoremas de un sistema axiomático es infinito.
Por supuesto, en la práctica no podemos conocerlos a todos, sino que nos limi-
tamos siempre a un conjunto finito de teoremas efectivamente demostrados.
Una vez que hemos descripto todos los elementos que componen un siste-
ma axiomático podemos caracterizar las nociones de demostración formal y de
deducción en un sistema axiomático.
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1) Términos primitivos
a) Símbolos lógicos
Constantes lógicas: ¬ , →
Signos de puntuación: ( )
b) Símbolos no lógicos
Variables proposicionales: p, q, r, ...p1, q1, r1 ...
2) Reglas de formación
Las letras mayúsculas A, B, C..., que emplearemos en las reglas de forma-
ción y transformación, son en realidad metavariables que representan a cual-
quier fórmula del sistema. Así, por ejemplo, A puede representar a un símbolo
proposicional p, pero también a la fórmula p → q o a cualquier otra de cual-
quier extensión.
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RF3. Sólo son fbfs las cadenas de símbolos que resultan de la aplicación
(posiblemente reiterada) de RF1 y RF2.
3) Términos definidos
Definición de “v”: A v B ↔def ¬ A → B.
Definición de “&”: A & B ↔def ¬ (A → ¬ B).
Definición de “↔”: A ↔ B ↔def ¬ ((A → B) → (¬ (B → A))).
Los términos definidos no son necesarios dentro del sistema, ya que todas
las fbf de la lógica proposicional pueden escribirse solamente con las conectivas
de negación y condicional. Se los introduce por razones prácticas para simplifi-
car la escritura y para traducir al lenguaje del sistema otras formulaciones de la
lógica proposicional.
4) Reglas de transformación
RT1. Dadas las fbf A y A → B, la fbf B se deduce inmediatamente de am-
bas.
RT2. Dado un teorema A, se deduce inmediatamente otro teorema B sus-
tituyendo en A una cualquiera de sus variables, en todas sus apari-
ciones, por una misma fbf cualquiera.
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5) Axiomas
Ax2. (¬ p → p) → p.
Ax3. p → (¬ p → q).
Por razones de elegancia, casi siempre se prefiere utilizar sólo términos pri-
mitivos en la formulación de los axiomas, como ocurre en este caso, aunque
ello no es indispensable.
6) Teoremas
T1. (((q → r) → (p → r)) → s) → ((p → q) → s).
Demostración:
Todo teorema demostrado se puede usar a su vez como axioma de las si-
guientes demostraciones.
Demostración:
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T3. p → p
Demostración:
3. p → (¬ p → q) [Axioma 3]
6. (¬ p → p) → p [Axioma 2]
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tricción para este procedimiento es que la sustitución debe ser uniforme en ca-
da línea, o sea, que si, por ejemplo, en el Axioma 2 el símbolo p se reemplaza
por la fórmula r → q, todas las apariciones de p en ese axioma deben reempla-
zarse por r → q. Ello no impide que en otra línea de la demostración p sea rem-
plazada uniformemente, en cualquier axioma, por otra fórmula cualquiera.
Actualmente se prefiere formular los sistemas axiomáticos de lógica median-
te esquemas de axiomas. El número de axiomas del sistema se vuelve, enton-
ces, infinito, porque cada esquema representa a un número infinito de axiomas.
Este hecho no constituye un problema porque comparando la forma lógica de
los esquemas de axiomas con la forma lógica de cualquier fbf, podemos deter-
minar si esa fbf es o no es un axioma. Por otra parte, este procedimiento tiene
varias ventajas: se puede prescindir de la regla de sustitución, las demostracio-
nes se vuelven más simples y los resultados obtenidos son más generales. La
idea de emplear esquemas de axiomas la introdujo J. Von Neumann en 1927,
pero el procedimiento sólo se generalizó años más tarde. Un ejemplo de esta
clase de formulación es el sistema de lógica proposicional que A. Church pre-
sentó en 1956, inspirado en otro sistema de lógica proposicional de J. Łukasie-
wicz. El sistema emplea los mismos términos primitivos, reglas de formación y
términos definidos; una sola regla de transformación, el modus ponens (RT1), y
los siguientes axiomas:
5’) Axiomas
Ax1. A → (B → A).
Ax3. (¬ A → ¬ B) → (B → A).
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6’) Teoremas
T1. A → A.
Demostración:
1. A → ((A → A) → A) [Axioma 1]
4. A → (A → A) [Axioma 1]
T2. ¬ A → (A → B).
Demostración:
1. (¬ B → ¬ A) → (A → B) [Axioma 3]
2. ((¬ B → ¬ A) → (A → B)) →
(¬ A → ((¬ B → ¬ A) → (A → B))) [Axioma 1]
4. (¬ A → ((¬ B → ¬ A) → (A → B))) →
((¬ A → (¬ B → ¬ A)) → (¬ A → (A → B))) [Axioma 2]
6. ¬ A → (¬ B → ¬ A) [Axioma 1]
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SISTEMAS EQUIVALENTES
Ax1. (A v A) → A.
Ax2. A → (B v A).
Ax3. (A v B) → (B v A).
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Ax1. ¬ ¬ (A v (¬ A v B)).
Ax2. ¬ ¬ (¬ (A v B) v (¬ (¬ B v A) v A)).
Ax3. ¬ ¬ (¬ (A v B) v (¬ (¬ B v C) v (A v C))).
Ax4. ¬ A v A.
Ax5. ¬ (A v B) v (A v ¬ ¬ B).
Para probar la equivalencia de este sistema con cualquiera de los dos ante-
riores es necesario traducir los axiomas de éstos al lenguaje del sistema de Rei-
chenbach y luego demostrarlos a partir de sus cinco axiomas empleando sólo la
regla del silogismo disyuntivo. Después hay que traducir los axiomas de Rei-
chenbach a los lenguajes de cada uno de los otros dos sistemas y demostrarlos
a partir de los axiomas de cada uno de ellos usando sólo la regla del modus po-
nens. Aquí tiene el lector un ejercicio más largo y complicado que le demanda-
rá, probablemente, más tiempo de trabajo.
1) Términos primitivos
a) Símbolos lógicos
Conectivas lógicas: ¬ ; →
Cuantificador universal: ∀
Símbolo de identidad: =
Signos de puntuación: ( )
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b) Símbolos no lógicos
Variables proposicionales: p, q, r, ...p1, q1, r1 ...
2) Reglas de formación
Variables libres y ligadas: una variable individual se llama ligada cuando cae
bajo el alcance de un cuantificador. Una variable no cuantificada se llama libre.
Así, en la fórmula ∀x (Fxy), x está ligada, pero y está libre.
73
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3) Términos definidos
4) Reglas de transformación
5) Axiomas
Ax1. A → (B → A).
6) Teoremas
Entre otras, son teoremas las siguientes fórmulas:
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para responder si una fórmula bien formada cualquiera del lenguaje proposicio-
nal es una tautología o no lo es. La respuesta concluyente, por sí o por no, se
puede obtener siempre en un número finito de pasos, esto es, realizando un nú-
mero finito de operaciones. En principio, una máquina adecuadamente progra-
mada siempre puede ejecutar las operaciones indicadas en un procedimiento
efectivo.
Al comienzo de este capítulo caracterizamos a una teoría como un conjunto
de proposiciones cerrado respecto de la relación de consecuencia lógica. Ahora
tenemos que precisar esta idea.
En primer lugar, dado un lenguaje formal L, decimos que una teoría formula-
da en ese lenguaje es una L-teoría. Llamamos (Prop)L al conjunto de todas las
proposiciones de L (es decir, fbf que no contienen variables libres). Luego defini-
mos la clausura lógica de un conjunto de proposiciones de la siguiente manera:
si G es un conjunto cualquiera de proposiciones de L (es decir, G ⊆ (Prop)L),
llamamos clausura lógica de G al conjunto de todas las proposiciones de L que
son consecuencia lógica de G. Esto es: Cn(G) =def {χ ∈ (Prop)L : G |= χ}.
Ahora podemos dar la siguiente definición de teoría:
Nos interesa ahora definir una cierta clase de teorías, las teorías axiomatiza-
bles:
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Ax1. N(0).
[Cero es un número natural].
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TEORÍ́ AS DE PRIMER ORDEN
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Notas bibliográficas
Descripciones breves del método axiomático, con distinto grado de tecnici-
dad y a veces con terminologías diferentes, se pueden encontrar en: Carnap
(1958); Church (1956); Mates (1972); Tarski (1994); Torretti (1993) y Wang
(1962). Mayores detalles y ejemplos en: Beth (1965); Schoenfield (1967); Stoll
(1979) y Wilder (1965). Klimovsky y Boido (2005) ofrecen una presentación no
técnica muy clara y amplia. Blanché (1955) y De Lorenzo (1980) son dos obras
dedicadas al método axiomático que incluyen diferentes reflexiones filosóficas.
Cavaillès (1938) es más avanzado y todavía útil, pero ya desactualizado. Hilbert
y Ackermann (1959) y Lukasiewicz (1963) son ejemplos clásicos del enfoque
axiomático de la lógica de primer orden. Dopp (1965) incluye una colección en-
ciclopédica de más de 50 sistemas axiomáticos de lógica proposicional formula-
dos hasta 1965. Epstein (1995) hace lo propio con una amplia variedad de lógi-
cas no clásicas: modales, intuicionistas, polivalentes, paraconsistentes y otras. So-
bre lógicas no clásicas debe consultarse también la obra de Priest (2001).
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La interpretación
3 de un sistema axiomático
3.1 Introducción
n sistema axiomático formal no es un conjunto de enunciados significa-
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necesario elegir una constante individual (por ejemplo, e) para designar al ele-
mento neutro y un funtor de grado 2 (por ejemplo, ƒ1) para nombrar a la ope-
ración binaria. Para facilitar la lectura, designaré al elemento neutro con el sím-
bolo “n” y escribiré “x * y”, en vez de “ƒ1 xy”. Podemos ahora definir el concep-
to de grupo de la siguiente manera:
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Los primeros cuatro axiomas son los de la teoría de grupos. Ax5 establece
que la operación * es conmutativa, y por tanto, que se trata de una teoría de
grupos abelianos. Los axiomas Ax6 y Ax7 introducen la nueva operación # de-
terminando que es cerrada y asociativa. Ax8 afirma la existencia del elemento
neutro. El axioma Ax9 enuncia la propiedad distributiva de la operación # res-
pecto de la operación *. Este axioma tiene dos partes porque la teoría de los
anillos no establece que la operación # sea conmutativa, por tanto, la operación
# por la izquierda no es la misma que la operación # por la derecha.
Un anillo se llama anillo conmutativo si además satisface el siguiente axioma:
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ESTRUCTURAS Y MODELOS
1. D ≠ ∅.
2. Ri ⊆ Dr (donde 1 ≤ i ≤ n, y r es un número entero positivo que depende
de i).
3. ƒj : Ds → D (donde 1 ≤ j ≤ m, y s es un número entero positivo que de-
pende de j).
4. ak ∈ D (donde 1 ≤ k ≤ l).
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ESTRUCTURAS Y MODELOS
La teoría de los modelos constituye una de las ramas más desarrolladas y téc-
nicas de la lógica contemporánea. Muchos de los resultados que se han obteni-
do en este campo tienen importantes aplicaciones en la metateoría de la lógica y
de la matemática, así como interesantes consecuencias epistemológicas y filosófi-
cas. Aquí no podemos exponer con detalle estos temas (el lector interesado pue-
de consultar las obras citadas en la nota bibliográfica al final de este capítulo).
Nos limitaremos a mencionar dos metateoremas especialmente importantes. El
primer resultado fundamental es el llamado teorema de Löwenheim-Skolem, cuya
demostración tiene una larga historia. L. Löwenheim en 1915 y Th. Skolem en
1919 demostraron versiones de este teorema para el cálculo de predicados de pri-
mer orden, sin emplear el concepto de modelo, que A. Tarski definió recién en
1928. Al propio Tarski se debe la versión corriente de este teorema:
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Este teorema establece que toda teoría de primer orden que tenga algún
modelo infinito, tiene modelos infinitos incontables de todas las cardinalidades.
Intuitivamente, se trata de conjuntos más grandes que el de los números natu-
rales. Los modelos contables e incontables, evidentemente, no pueden ser iso-
morfos entre sí, por lo que este teorema implica, entonces, que cualquier teoría
de primer orden que tenga modelos infinitos, es polimórfica, es decir, tiene
modelos no isomorfos. Se llama modelos no standard a los modelos de una
teoría que no son isomorfos con el modelo que se pretende construir. Por ejem-
plo, la aritmética de Peano de primer orden pretende tener modelos contables,
en el dominio de los números naturales, pero si los tiene, también debe tener
modelos incontables. En síntesis, toda teoría de primer orden que tenga algún
modelo infinito necesariamente tiene también modelos no standard. Esta es una
consecuencia inevitable del teorema de Löwenheim y Skolem. Por consiguiente,
ninguna teoría matemática de primer orden puede caracterizar de manera unívo-
ca una determinada estructura matemática.
Notas bibliográficas
Los conceptos de interpretación y modelo de una teoría formal se exponen
en la mayoría de los textos de lógica matemática de nivel intermedio, entre ellos:
Boolos, Burgess y Jeffrey (2007); Enderton (2001); Enderton (1972); Hamilton
(1988); Kleene (1967); Margaris (1990); Mates (1972) y Zalabardo (2002). Para
una introducción a la teoría de modelos véase Bridge (1977); y para un tratado más
amplio Manzano (1989). Hodges (1997) es un texto avanzado de teoría de mode-
los con un enfoque matemático. Tarski (1956) recopila algunos de sus trabajos
pioneros sobre teoría de modelos, que todavía pueden leerse con provecho. Stoll
(1979) y Stewart y Tall (1979) tratan la teoría de grupos y anillos desde el pun-
to de vista axiomático. Durbin (1992) contiene mayores detalles y ejemplos de
estructuras algebraicas. Rosen (1995) muestra la aplicación de la teoría de gru-
pos a diversos campos de las ciencias físicas.
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Propiedades
4 de un sistema axiomático
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1. Consistencia
La propiedad de consistencia de un sistema se relaciona con el hecho de que
no haya contradicciones dentro de ese sistema, y, por consiguiente, no se pro-
duzcan en él antinomias o paradojas de ningún tipo. Definiremos dos conceptos
de consistencia, el de no contradictoriedad y el de consistencia generalizada.
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1. χ & ¬ χ [premisa]
2. χ [de 1 por simplificación]
3. χ ∨ ψ [de 2 por adición]
4. ¬ χ [de 1 por simplificación]
5. ψ [de 3 y 4 por silogismo disyuntivo]
6. (χ & ¬ χ) → ψ [cancelación de la premisa 1]
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2. Completitud
La completitud de una teoría se relaciona con el hecho de que dicha teoría
sea suficiente para deducir todos los enunciados o formas de enunciados que se
esperan de ella. En este sentido, un sistema axiomático es completo cuando
permite demostrar todas las fórmulas que se quieren obtener como teoremas.
Por ejemplo, en el caso de un sistema de lógica, deseamos obtener como teo-
remas todas las verdades lógicas o tautologías; y en el caso de un sistema arit-
mético, todas las fórmulas de la aritmética que consideramos intuitivamente ver-
daderas. Esta caracterización vaga será enseguida reemplazada por definiciones
más precisas.
Hay por lo menos tres conceptos diferentes de completitud que se han de-
nominado de manera diferente: a) la completitud respecto de la negación; b) la
completitud fuerte o saturación; y c) la completitud semántica. Definiremos cada
uno de estos sentidos de completitud precisando la manera en que se relacio-
nan entre sí.
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3) Decidibilidad
La decidibilidad de un sistema formal se refiere al hecho de que exista en
el sistema un procedimiento mecánico de decisión para establecer si una fórmu-
la pertenece o no pertenece a ese sistema. Si tal procedimiento no existe, el sis-
tema es indecidible. Para el caso de los sistemas axiomáticos definiremos estos
conceptos de la siguiente manera:
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hecho no encontremos una prueba de ninguna de las dos, aunque sepamos que
tal prueba existe, y debamos permanecer en estado de incertidumbre al respec-
to. La decidibilidad de una teoría nos asegura que existe un procedimiento pa-
ra determinar si una fórmula dada es o no es un teorema en una teoría deter-
minada. Pero es perfectamente posible que la respuesta sea que ni esa fórmula
ni su negación son teoremas, lo cual nos indica simplemente que tal teoría es
incompleta respecto de la negación. Si una teoría o sistema axiomático es deci-
dible las dificultades para arribar a la solución de un problema sólo pueden ser
de tipo práctico, por ejemplo, cuando la prueba de un teorema sea tan larga que
una máquina resulte incapaz de terminarla en un tiempo humanamente razona-
ble; o bien cuando sea tan complicada que no seamos capaces de programar a
una máquina para que la resuelva. Estas dificultades son meramente de hecho
y pueden superarse progresivamente a medida que se desarrollan el conoci-
miento y la tecnología industrial de las computadoras. Por el contrario, si la teo-
ría es completa pero indecidible (en cuyo caso no podrá ser una teoría axioma-
tizable) es imposible por principio construir una máquina que en un tiempo fi-
nito demuestre que para cualquier fórmula χ o bien χ o bien ¬ χ pertenece a la
teoría (es teorema) y la otra no. Tal prueba depende exclusivamente de la crea-
tividad humana y no se puede mecanizar de manera que se garantice su descu-
brimiento automático.
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4) Satisfacibilidad
◊ Un sistema axiomático S es satisfacible si y sólo si S tiene al menos un
modelo.
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5) Independencia
Hay dos conceptos de independencia para un sistema axiomático S: i) in-
dependencia de los axiomas de S, y ii) independencia de los términos primitivos
de S.
i) Independencia de los axiomas
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Existe otro sentido más fuerte de independencia según el cual una fórmula
χ se dice independiente de un conjunto de fórmulas Γ si y sólo si ni χ ni ¬ χ
son deducibles de Γ. Para probar la independencia, en este sentido del término,
de un axioma de un sistema axiomático es necesario encontrar dos modelos. En
nuestro ejemplo, un modelo del sistema S y otro modelo del sistema S’. El
modelo de S prueba que ¬ Ax3 no es deducible de los otros dos axiomas del
sistema. En general, siempre que se hace referencia a la independencia de los
axiomas de un sistema axiomático se la entiende en el sentido más débil que
mencionamos al comienzo, por lo cual no se requiere una prueba de consisten-
cia de todo el sistema.
111
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un solo axioma y esta única conectiva. Pero el axioma era largo y poco in-
tuitivo, como puede verse: (p(qr))((s(ss))((tq)((pt)(pt)))). Posterior-
mente se inventaron muchos sistemas equivalentes de un único axioma, con
una o dos conectivas, pero ninguno resultó sencillo y fácil de utilizar.
En general, la independencia de los axiomas se considera un requisito más
importante que la independencia de los términos primitivos. Al construir un sis-
tema axiomático se adoptan casi siempre términos primitivos redundantes (por
ejemplo, dos o más conectivas proposicionales) para facilitar la claridad de ex-
presión. También se prefiere emplear varios axiomas breves y claros en vez de
pocos largos y complicados. Así, se han construido sistemas axiomáticos de ló-
gica proposicional, como el de D. Hilbert y P. Bernays de 1934, o el de H. Her-
mes y H. Scholz de 1952, que emplean cada uno quince axiomas independien-
tes. Cuando el sistema a construir no es elemental, la independencia de los
axiomas puede ser difícil de probar e incluso se la puede sacrificar por razones
pragmáticas sin que se afecte más que la elegancia del sistema. No obstante,
cuando un determinado axioma de un sistema es cuestionado, la prueba de que
es independiente de los restantes axiomas del sistema tiene importancia teórica.
Esto ocurrió históricamente con el quinto postulado de Euclides, cuya indepen-
dencia tardó muchos siglos en ser reconocida, o con el axioma de elección de
la teoría de conjuntos de Zermelo-Fraenkel, que P. Cohen probó como indepen-
diente en 1963 (véase el Capítulo 5.2).
6) Categoricidad
◊ Un sistema axiomático S es categórico si y sólo si S es satisfacible y todos
sus modelos son isomorfos entre sí.
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La relación inversa es falsa, ya que hay sistemas completos que no son ca-
tegóricos. Un sistema completo es categórico sólo en el caso de que tenga al-
gún modelo finito.
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Existen muchas teorías de primer orden que no son categóricas, pero, sin
embargo, son κ-categóricas, por lo cual pueden caracterizar de manera unívoca
sus modelos hasta el cardinal κ. Suele decirse, entonces, que dichas teorías
tienen un único modelo de cardinalidad κ, ya que todos los modelos de esa car-
dinalidad tienen la misma estructura y pueden considerarse, desde el punto de
vista matemático, como si fueran el mismo.
114
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nera sistemática cuáles son las propiedades conocidas de las teorías fundamen-
tales de primer orden. Por tratarse de teorías de primer orden, sabemos que si
son consistentes, también son satisfacibles. Igualmente, sabemos que ninguna
teoría de primer orden que tenga algún modelo infinito es categórica, por lo
que no mencionaremos esta propiedad en cada caso.
La lógica proposicional, que es la parte básica de la lógica de primer orden,
es consistente, completa en sentido semántico y decidible. No es maximal ni
completa respecto de la negación. La demostración de todas estas propiedades
metateóricas se debe a E. Post, quien lo hizo en su tesis doctoral escrita en
1920.
La lógica de predicados monádicos, que es un fragmento de la lógica de pri-
mer orden es consistente, completa en sentido semántico y decidible, pero no
es maximal ni completa respecto de la negación. Todas estas propiedades me-
tateóricas las demostró L. Loewenheim en 1915.
La lógica de primer orden en su totalidad es consistente, completa en senti-
do semántico e indecidible. No es maximal ni completa respecto de la negación.
La consistencia de la lógica de primer orden la demostraron D. Hilbert y W. Ac-
kermann en 1928; la completitud semántica la demostró K. Gödel en 1930; y la
indecidibilidad la probó A. Church en 1936.
La lógica de primer orden satisface la propiedad esencial de los sistemas for-
males, la consistencia, y tiene también la fortuna de ser semánticamente comple-
ta. Observemos, además, que la lógica de primer orden como un todo es indeci-
dible, pero hay un fragmento de ella, la lógica de predicados monádicos, que es
decidible. Por otra parte, ningún fragmento de esta lógica es completo respecto de
la negación.
La aritmética elemental (la teoría de los números naturales con las operacio-
nes de suma y multiplicación y el concepto general de número natural) es con-
sistente. La primera prueba de consistencia absoluta la dio G. Gentzen en 1935,
pero se trata de una prueba que no es estrictamente finitaria (véase el Apéndi-
ce 1) y por esa razón muchos la consideran poco segura o menos rigurosa que
una prueba finitaria. No existe ninguna prueba finitaria de su consistencia. K.
Gödel demostró en 1931 que si la aritmética elemental es consistente, entonces
es incompleta respecto de la negación. A. Church demostró en 1936 que si es-
ta teoría es consistente, entonces también es indecidible. Los resultados meta-
teóricos muestran, pues, que la aritmética elemental es una teoría menos segu-
ra que la lógica de primer orden, ya que no podemos estar completamente cier-
tos de haber probado su consistencia. No obstante, la mayoría de los matemá-
ticos considera que la consistencia de la aritmética elemental, aunque no la po-
damos proclamar con certeza absoluta, está más allá de toda duda razonable.
Finalmente, la teoría de conjuntos (en las versiones axiomáticas de Zermelo-
Fraenkel y de Von Neumann-Bernays-Gödel) carece de prueba de consistencia
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Notas bibliográficas
Hunter (1996) es una introducción detallada a la metateoría de la lógica de
primer orden. Las pruebas de consistencia y completitud de la lógica de primer
orden están expuestas, con diferentes medios y grados de dificultad, en casi to-
dos los tratados de lógica, por ejemplo, Church (1956); Enderton (2001); Kleene
(1952) y (1967); Machover (1996); Margaris (1990); Schoenfield (1967); Smullyan
(1995) y Zalabardo (2002). Priest (2001) es un texto detallado sobre lógicas no
clásicas, incluyendo la lógica paraconsistente, que se menciona al discutir el prin-
cipio del Pseudo Scoto. Epstein (1995) es una obra enciclopédica que contiene
mucha información sobre la lógica proposicional clásica y sobre las más diversas
lógicas no clásicas.
El teorema de incompletitud de Gödel, y su corolario acerca de la inde-
mostrabilidad de la consistencia, son difíciles de probar de manera completa
y minuciosa. Nagel y Newman (1986) es una presentación no técnica. Cross-
ley (1972) incluye una demostración breve y más detallada, pero accesible.
Hamilton (1988) y Machover (1996) son otras presentaciones simplificadas,
pero más precisas. En la nota bibliográfica al final del Apéndice 1 se indican
otras obras más avanzadas.
La indecidibilidad de la lógica de primer orden la prueban, entre muchos
otros textos, Enderton (2001); Hunter (1996); Kleene (1952) y (1967). Los
trabajos pioneros sobre la indecidibilidad de la lógica y la matemática se re-
copilan en Davis (1965). El problema de la decidibilidad de los sistemas for-
males se trata hoy en términos de la teoría de las funciones recursivas, que
116
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NOTAS BIBLIOGRÁ́FICAS
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5 Teorías axiomatizadas
5.1 Introducción
n este capítulo presentaré cuatro teorías axiomatizadas, todas ellas per-
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
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LA TEORÍA DE CONJUNTOS
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
∀(xy) ∃z ∀u (u ∈ z ↔ (u = x) v (u = y)).
122
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LA TEORÍA DE CONJUNTOS
∀x ∃y ∀z (z ∈ y ↔ ∃u (u ∈ x & z ∈ u)).
Este axioma afirma que, dado un conjunto de conjuntos a, existe otro con-
junto ∪a (el conjunto unión o conjunto suma) que tiene como elementos a to-
dos los elementos de los conjuntos contenidos en a. Esto es, si el conjunto a
tiene como elementos a los conjuntos b, c, d,... entonces todos los elementos de
b, c, d,..., y sólo ellos, están contenidos en ∪a.
Este axioma permite construir, a partir de dos conjuntos dados a y b, la
unión a ∪ b, que también es un conjunto. En efecto, si a y b son conjuntos, el
axioma de los pares afirma que existe el conjunto c = {a, b}; y de acuerdo con
el axioma de unión ∪c = a ∪ b.
Ax5. Axioma del conjunto potencia. Para todo conjunto x existe un con-
junto y que tiene como elementos exactamente a todos los subconjuntos de x.
∀x ∃y ∀z (z ∈ y ↔ ∀u (u ∈ z → u ∈ x)).
Este axioma afirma que dado un conjunto a existe otro conjunto ℘a que
contiene como elementos a todos los subconjuntos de a y sólo a ellos. ℘a es
un conjunto de conjuntos, del cual también existe el conjunto potencia, y así su-
cesivamente: b = ℘a, ℘b = ℘℘a, etc. De este modo, el axioma del conjunto
potencia permite generar un número infinito de conjuntos a partir de un conjun-
to dado a, formándose una secuencia infinita: a, ℘a, ℘℘a, ℘℘℘a ... .
123
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
Una forma más intuitiva de escribir este axioma, empleando términos defi-
nidos de la teoría de conjuntos, es la siguiente: ∀x ((x ≠ ∅) → (∃y (y ∈ x) &
(y ∩ x = ∅))).
El significado de este axioma, también llamado axioma de regularidad, es
que los conjuntos están bien fundados con respecto a la relación de pertenen-
cia, de modo que pueden disponerse en capas o estratos: individuos, conjuntos
de individuos, conjuntos de conjuntos de individuos, y así sucesivamente. Una
consecuencia de este axioma es que no existen conjuntos que pertenecen a sí
mismos, es decir, no hay ningún conjunto a tal que a ∈ a. Tampoco hay con-
juntos a y b tales que (a ∈ b) & (b ∈ a); ni secuencias (finitas o infinitas) de
conjuntos tales que a ∈ b ∈ c ... ∈ a.
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LA TEORÍA DE CONJUNTOS
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
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LA TEORÍA DE CONJUNTOS
quier otro sistema axiomático de conjuntos) deberá hacerse empleando otro sis-
tema formal cuya consistencia será, por lo menos, igualmente dudosa. Un ejem-
plo de este tipo de prueba es el ofrecido por Quine, de acuerdo con el cual se
puede probar en el sistema de su Mathematical Logic (Quine 1951) que ZF es
consistente. El sistema de Quine es más potente que ZF, pero su consistencia
no está asegurada. Hay muchas pruebas relativas de la consistencia de ZF, o de
partes de él, respecto de otros sistemas formales. La más importante es la ob-
tenida de manera independiente por I. Novak y por B. Rosser y H. Wang en
1950, quienes demostraron que si el sistema ZF es consistente, entonces tam-
bién lo es el sistema VNBG (Von Neumann, Bernays y Gödel). Esto implica
que no puede ocurrir que VNBG sea inconsistente y ZF no lo sea.
ZF es incompleto, suponiendo que sea consistente. Esta es una consecuen-
cia del primer teorema de Gödel, que prueba que cualquier sistema axiomático
formal que contenga a la aritmética elemental (como es el caso de ZF), si es
consistente, entonces es incompleto.
ZF es indecidible. Esta es una consecuencia del hecho de que ZF contiene
a la aritmética elemental. Church demostró en 1936 que la aritmética elemental
es indecidible. Por consiguiente, también será indecidible todo sistema formal
que permita expresar a la aritmética elemental.
ZF no es categórico. Los axiomas del sistema postulan la existencia de con-
juntos infinitos y aseguran la posibilidad de construir conjuntos infinitos de con-
juntos infinitos, y así sucesivamente. Por tanto, si ZF tuviera algún modelo, el
dominio de ese modelo debería ser infinito, esto es, tener infinitos elementos.
Ya hemos visto que ningún sistema de primer orden que tenga modelos infini-
tos puede ser categórico. Esta es una consecuencia de la versión ascendente
del teorema de Löwenheim y Skolem (véase el Capítulo 4.1).
Los axiomas de ZF no son todos independientes entre sí. El axioma de los
pares se deduce de los axiomas de reemplazo y del conjunto potencia. Además,
el axioma de separación se deduce del axioma de reemplazo. El propio Zerme-
lo demostró estos resultados en 1930. Los restantes axiomas son todos indepen-
dientes.
El sistema axiomático de Zermelo-Fraenkel ha sido siempre el preferido por
la mayoría de los matemáticos profesionales hasta la actualidad. No obstante,
como dijimos en el Capítulo 1, existen muchas otras axiomatizaciones de la teo-
ría de conjuntos, las cuales no son equivalentes entre sí. La alternativa más im-
portante al sistema ZF es el sistema de Von Neumann, Bernays y Gödel
(VNBG), cuyos axiomas no vamos a exponer aquí (véanse las referencias al fi-
nal de este capítulo). La teoría VNBG parece en primera instancia muy diferen-
te del sistema ZF porque admite la existencia de conjuntos muy grandes, ta-
les como la clase universal, que no pueden construirse en el sistema ZF. A es-
tos conjuntos se los denomina clases últimas porque no pueden a su vez ser
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
elementos de otros conjuntos. Sin embargo, una vez que se estudiaron las pro-
piedades metateóricas de este sistema y sus relaciones con el sistema ZF, se
advirtió que las diferencias no son en realidad tan grandes. Ante todo, el siste-
ma VNBG es finitamente axiomatizable, mientras que ZF no lo es porque no
puede axiomatizarse sin emplear al menos un esquema de axioma. También se
probó, como ya dijimos, la consistencia relativa de VNBG respecto de ZF, de
modo tal que si ZF es consistente, VNGB también lo es. Finalmente, el resulta-
do más importante fue la prueba de que el sistema VNBG es una extensión con-
servativa (véase el Capítulo 6.2) del sistema ZF, esto es, si χ es una fórmula de
ZF, entonces, si χ es un teorema de VNBG, es también un teorema de ZF.
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LA TOPOLOGÍA GENERAL
sistencia del sistema de Quine no ha sido probada, como ocurre con todas las
teorías de conjuntos.
El sistema de Morse lo presentó inicialmente J. Kelley en un libro de texto
sobre topología general (Kelley 1955). Se trata de una variante del sistema
VNBG, variante que consiste en admitir que para toda fórmula ϕ(x) es posible
formar la clase {x : ϕ(x)}. Emplea ocho axiomas, entre los cuales se encuentra
el axioma de elección, y un esquema de axioma. Es una teoría de conjuntos su-
mamente potente, acerca de la cual se ha demostrado que no es una extensión
conservativa de ZF. En la teoría de Morse se puede demostrar la propia consis-
tencia de ZF. Por supuesto, la consistencia del sistema de Morse no se ha pro-
bado, y, dado que se trata de una teoría más potente que ZF, su propia consis-
tencia es aun más dudosa que la de ZF.
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
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LA TOPOLOGÍA GENERAL
Ax1. E ∈ T.
Ax2. ∅ ∈ T.
Ax3. Si A y B ∈ T, entonces, A ∩ B ∈ T.
Ax4. Si A1, A2, ... Ak ∈ T, entonces A1 ∪ A2 ∪ … ∪ Ak ∈ T.
Estos axiomas afirman que el espacio E y el conjunto vacío ∅ son dos con-
juntos abiertos que pertenecen a la familia de conjuntos T. Que la intersección
de dos conjuntos cualesquiera de T también pertenece a T. Y que la unión de
cualquier número finito o infinito de conjuntos de T también pertenece a T.
Los elementos de E se llaman, convencionalmente, puntos. La familia de con-
juntos abiertos T se llama una topología de E. Se dice, entonces, que T topolo-
giza a E. Hay diversas maneras de topologizar un conjunto de puntos como E.
Si la topología T contiene a todos los subconjuntos de E (esto es, si T = ℘E),
la topología se llama discreta. Si, en cambio, T contiene solamente al conjunto
vacío y a sí mismo (esto es, si T = {∅, T}), la topología se llama indiscreta o
trivial. Las topologías discreta e indiscreta de E son, respectivamente, las topo-
logías máxima y mínima de E. Toda topología de E está contenida en la topo-
logía discreta y, además, toda topología de E contiene a la topología indiscreta.
Dadas dos topologías T1 y T2 de un mismo conjunto E tales que T1 ⊆ T2,
se dice que T2 es más fina que T1 y que T1 es más gruesa que T2. Si T1 債 T2
y T2 債 T1, se dice que T1 y T2 no son comparables. Como puede advertirse por
estas definiciones, la topología discreta es la más fina de todas las topologías
posibles de un conjunto de puntos, mientras que la topología indiscreta es la
más gruesa. Una topología más fina que otra contiene más conjuntos que aqué-
lla y posee, por así decir, un mayor poder de resolución, tal como una fotogra-
fía de grano fino de un objeto respecto de otra de grano grueso del mismo ob-
jeto.
La topología de un conjunto E se puede especificar describiendo la colección
completa T de conjuntos abiertos. Dado que, en general, es bastante difícil ha-
cer esta descripción completa, usualmente se especifica una colección más pe-
queña de subconjuntos de E que tiene la capacidad de definir a la topología T
en su totalidad. Se la llama la base de T y se la define de esta manera:
◊ Dado un espacio topológico 〈E, T〉, una base para la topología T es una
familia B de subconjuntos de E (llamados elementos básicos) tales que: (i) Para
todo punto x ∈ E hay al menos un elemento básico B tal que x ∈ B¸ (ii) para
todo punto x ∈ E, si x ∈ B1 ∩ B2 entonces, existe un elemento básico B3 tal
que x ∈ B3 y B3 ⊆ B1 ∩ B2.
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
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LA TOPOLOGÍA GENERAL
i) ƒ es biyectiva.
ii) ƒ es continua.
iii) ƒ -1 es continua.
La topología general puede caracterizarse como el estudio de las propieda-
des geométricas del espacio, o más en general, de conjuntos de elementos cua-
lesquiera, que son invariantes bajo homeomorfismos.
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
Los axiomas Ax6 y Ax7 son axiomas de separación más fuertes que el axio-
ma de Hausdorff Ax5, en el sentido de que ambos lo implican, pero no son im-
plicados por éste. Como es evidente por las definiciones, todo espacio regular
es un espacio de Hausdorff y todo espacio normal es un espacio regular.
Los tres axiomas de separación expresan de manera precisa las nociones in-
tuitivas de proximidad y separación entre puntos del espacio.
Ax1. δ(x, y) = 0 ↔ x = y.
Ax2. (δ(x, y) + δ(y, z) ≥ δ(z, x)).
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LA TOPOLOGÍA GENERAL
neral, que la distancia entre dos puntos cualesquiera nunca es mayor que la su-
ma de las distancias de cada uno de ellos respecto de un tercer punto. Gene-
ralmente, δ(z, x) es menor que δ(x, y) + δ(y, z). En ambos axiomas, todas las
variables deben considerarse cuantificadas universalmente (es decir, para todo
x, y, z ∈ E), aunque en la práctica matemática usualmente se omiten estos
cuantificadores.
A menudo se incluyen en la definición de espacio métrico otros dos axio-
mas: el de simetría (δ(x, y) = δ(y, x)), que afirma que la distancia entre dos pun-
tos es simétrica; y el de positividad (δ(x, y) ≥ 0), que afirma que la distancia en-
tre dos puntos nunca es negativa. Sin embargo, estos axiomas no son indepen-
dientes de los dos anteriores, por lo que su inclusión es redundante. Probare-
mos ahora que estos axiomas se deducen de Ax1 y Ax2.
Teorema 2 δ(x, y) ≥ 0.
Demostración:
1. δ(z, x) ≤ δ(x, y) + δ(y, z) [De Ax2]
2. δ(x, x) ≤ δ(x, y) + δ(y, x) [De 1, sustituyendo z por x]
3. 0 ≤ δ(x, y) + δ(y, x) [De 2 y Ax1]
4. δ(x, y) = δ(y, x) [Teorema 1]
5. 0 ≤ 2δ(x, y) [De 3 y 4]
6. δ(x, y) ≥ 0) [De 5]
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
Hay muchos otros espacios métricos, como, por ejemplo, el conjunto de los nú-
meros reales ⺢, donde la función distancia se define como: δ(x, y) = x - y .
Todo espacio métrico es un espacio de Hausdorff. Este teorema fundamen-
tal puede probarse cuando se admite como entorno de cada punto x de un es-
pacio métrico a una esfera abierta que contiene a x. Una esfera abierta es el
subconjunto de todos los puntos de E tales que δ(x, y) < r, donde r es un nú -
mero real positivo. Los entornos de E constituidos por las esferas abiertas de E
satisfacen los cuatro axiomas que definen un espacio de Hausdorff. La relación
entre espacios topológicos y espacios métricos constituye uno de los capítulos
principales de la topología general, pero ese es un tema que excede los alcan-
ces de este libro.
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LA TEORÍA DE LA PROBABILIDAD
Axiomas
Ax1. Para todo evento A,
0 ≤ P(A) ≤ 1.
Este axioma, llamado axioma de normalización, establece que la probabilidad
es una magnitud normalizada, esto es, que sólo puede tomar como valores a los
números reales positivos comprendidos entre 1 y 0. La elección de este particular
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
Teoremas básicos
Los tres axiomas de Kolmogorov permiten demostrar una gran cantidad de
teoremas sobre probabilidad inicial o absoluta. Se denomina de esta manera a
la probabilidad de un evento respecto de un espacio de muestra cuando dicha
probabilidad no depende de ningún otro evento de ese espacio de muestra. Se
escribe como P(A/Ω), pero si el espacio de muestra es el mismo para todos los
eventos que estamos considerando podemos escribirla simplemente como P(A).
Algunos teoremas importantes sobre probabilidad absoluta son los siguientes:
T1. P(∅) = 0.
La probabilidad del evento imposible es nula.
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LA TEORÍA DE LA PROBABILIDAD
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
Ello es así, aunque a muchos jugadores les parezca extraño, porque la segunda
extracción es independiente de que en la primera haya salido un as. En cambio,
si retiramos el primer as del mazo, la probabilidad de obtener otra vez un as re-
sulta ahora de 3/39. Este segundo evento ya no es independiente del primero.
Prueba de ello es que si en la primera extracción no sale un as, las probabilida-
des cambian nuevamente. En ese caso, si retiramos la carta, la probabilidad de
sacar un as en la segunda extracción es de 4/39. En la primera situación tene-
mos P(A/Ω) = 1/10 como probabilidad inicial y una probabilidad condicional
P(B/Ω, A) = 1/10. En la segunda y tercera situación tenemos las mismas pro-
babilidades iniciales, pero diferentes probabilidades condicionales P(B/ Ω ', A) =
3/39, y P(B/Ω ', C) = 4/39, respectivamente. En este ejemplo debemos especi-
ficar el espacio de muestra, ya que no es el mismo en todos los casos. Ahora
podemos introducir en el sistema la definición de probabilidad condicional.
De esta definición, junto con los tres axiomas, se deducen diversos teoremas
sobre la probabilidad condicional; entre ellos los siguientes:
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LA TEORÍA DE LA PROBABILIDAD
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
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LA TEORÍA DE LA PROBABILIDAD
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
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LA TEORÍA DE LA MEDICIÓ́N
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
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LA TEORÍA DE LA MEDICIÓ́N
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
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LA TEORÍA DE LA MEDICIÓ́N
tal como la suma entre números. El axioma Ax10 afirma que la operación ⊕ es
siempre positiva (adiciona, pero nunca resta), de modo que un objeto siempre
precede a la combinación de sí mismo con otro objeto diferente. El axioma
Ax11 probablemente sea el menos intuitivo de la lista. Afirma que por grande
que sea la diferencia entre dos objetos x e y respecto de una propiedad, existe
siempre un número natural n tal que la combinación de y consigo mismo un
número finito de veces es superior a x respecto de tal propiedad. Por ejemplo,
dado un cuerpo a que es mucho más pesado que otro cuerpo b, hay sin embar -
go un número n tal que b combinado n veces consigo mismo es más pesado
que a. Esto implica que ningún objeto del dominio posee una propiedad en un
grado infinitamente mayor que otro, por ejemplo, ningún objeto es infinitamen-
te más pesado que otro.
Una vez que se ha introducido un sistema extensivo para un concepto deter-
minado, es posible definir una escala proporcional que asigna un único número
real a cada objeto del dominio D. Una escala proporcional se diferencia de una
escala ordinal por el hecho de que la función que asigna los números a los ob-
jetos no sólo conserva el orden entre esos objetos, sino que, además, represen -
ta a la operación de combinación empírica de objetos como una suma entre nú-
meros reales, esto es, la representa como una operación aditiva. De esta mane-
ra, establece el orden y la proporción cuantitativa que existe entre los objetos
del dominio.
Podemos definir el concepto de escala proporcional de la siguiente manera:
Las primeras dos de estas tres condiciones son las de una escala ordinal;
mientras que la tercera, que es propia de las escalas proporcionales, afirma que
el número que la función asigna a la combinación de dos objetos del dominio
es igual a la suma de los números que asigna a cada uno de esos objetos. Es-
ta condición expresa el carácter aditivo de la operación empírica de combina-
ción de objetos del dominio. Resulta obvio que toda escala proporcional es tam-
bién una escala ordinal, pero no a la inversa.
Estos tres axiomas fijan las condiciones para establecer una escala propor -
cional en general, pero no determinan ninguna escala en particular. Para obte-
ner una escala determinada es necesario fijar una unidad o patrón de la escala.
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
◊ Si f y g son dos escalas diferentes para una misma magnitud, entonces son
escalas proporcionales si y sólo si para todo objeto del dominio D, se cumple
que f(x)/f(y) = g(x)/g(y).
Cada clase de escala se caracteriza por un determinado tipo de transforma-
ción, esto es, por una manera específica de realizar los cambios de una escala
a otra. Una transformación es una función tal que al valor de cada objeto en
una determinada escala le asigna otro valor para el mismo objeto en otra esca-
la. La función transformación F(x) es la que nos permite convertir los valores
de una escala a los valores de la otra, es decir, pasar de una escala a otra. El
tipo de transformación característico de las escalas proporcionales se denomina
transformación similar. En una transformación similar, la función transforma-
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LA TEORÍA DE LA MEDICIÓ́N
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS
Notas bibliográficas
La bibliografía sobre la teoría de conjuntos es muy extensa. La teoría se ex-
pone de manera intuitiva pero muy completa en Fraenkel (1966). Halmos (1974),
Johnstone (1987), Kunen (2009) y Machover (1996) contienen formulaciones sin-
téticas del enfoque axiomático. Mucho más detallados son Enderton (1977) y Ha-
milton (1982). Una presentación axiomática muy completa y clara de la teoría de
Zermelo-Fraenkel es la de Suppes (1972). La teoría de Von Neumann-Bernays-
Gödel la presenta Bernays (1958) y, con una variante debida a Quine, la expone
Mosterín (1980). La axiomatización de Quine está contenida en Quine (1951) y
(1953). La teoría de Morse se presentó por primera vez como apéndice a Kelley
(1955) y de manera más detallada en Morse (1965). Comparaciones sistemáticas
entre las diferentes axiomáticas conjuntistas se encuentran en Quine (1969) y
Fraenkel, Bar-Hillel y Levy (1973). Esta última obra incluye una discusión deta-
llada de los axiomas de Zermelo. Moore (1982) está íntegramente dedicada a la
historia del axioma de elección. Van Heijenoort (1967) contiene una traducción
de las principales fuentes históricas de la teoría de conjuntos. Drake y Singh
(1996), Jech (1997) y Levy (2002) son obras avanzadas que muestran cómo se
desarrolla la matemática sobre la base de la teoría de conjuntos. Tiles (1989),
Pollard (1990) y Lavine (1994) ofrecen buenas introducciones a los problemas fi-
losóficos de la teoría. La prueba de la independencia del axioma de elección se
expone detalladamente en Cohen (1966).
Hausdorff (1914) es la primera axiomatización de la topología de conjuntos
de puntos. Hausdorff (1927) ofrece una axiomatización diferente de la misma teo-
ría. Kuratowski (1948) y Kelley (1955) son dos tratados clásicos de topología ge-
neral. Kuratowski (1961) trata la teoría de conjuntos y ofrece una axiomatización
de la topología. Baum (1991) es una presentación breve y precisa de la topolo-
gía de conjuntos de puntos. Munkres (2000) es una obra amplia y actualizada
que también proporciona información detallada sobre la topología algebraica.
Aleksandrov, Kolmogorov y Lavrentev (1969) exponen de manera axiomática
no formalizada las más diversas teorías matemáticas. Allí Kolmogorov presenta la
versión simplificada de su axiomatización del cálculo de probabilidades, que es
la que utilizamos en este capítulo. Von Plato (1994) es un estudio histórico mi -
nucioso de la axiomatización de la teoría de la probabilidad. Fine (1973) es un
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NOTAS BIBLIOGRÁ́FICAS
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Ventajas y dificultades
6 del método axiomático
6.1 Introducción
l método axiomático, desde los tiempos de Euclides, tuvo sus realizacio-
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luta de una teoría (como de hecho sucede en la mayoría de los casos), el for-
mato axiomático reduce las posibilidades de llegar a una contradicción en la
teoría. Ello es así porque tanto los supuestos como las pruebas se mantienen
bajo el máximo control posible. Por supuesto, como ya hemos observado, esto
no garantiza que la teoría esté libre de contradicciones. En las teorías no axio-
matizadas, en cambio, las pruebas metateóricas son mucho más difíciles y a ve-
ces poco precisas. Además, la probabilidad de incurrir en inconsistencias es mu-
cho más alta.
Desde el punto de vista metateórico, una ventaja importante del método
axiomático, que merece una consideración aparte, es que permite determinar
con claridad cuáles son las relaciones lógicas entre dos o más teorías. Si las
teorías en cuestión están axiomatizadas resulta más fácil compararlas porque su
estructura está definida con precisión. Podemos distinguir al menos cuatro rela-
ciones interteóricas importantes: la equivalencia, la reducción, la unificación y la
extensión de teorías. En un sentido intuitivo decimos que dos teorías son equi-
valentes cuando implican el mismo conjunto de enunciados. Igualmente, deci-
mos que una teoría se reduce a otra cuando la primera resulta deducible de la
segunda, pero no a la inversa. También decimos que dos o más teorías son uni-
ficadas por una tercera teoría más general cuando ésta permite deducir a las
otras, pero no se da la inversa. Por último, decimos que una teoría es una ex-
tensión de otra si la segunda es una subteoría de la primera. La axiomatización
nos permite caracterizar con más precisión y generalidad estos conceptos.
Si dos teorías T1 y T2 están axiomatizadas es posible determinar de una ma-
nera en principio efectiva:
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Las teorías que son lógicamente equivalentes no son en realidad teorías di-
ferentes, sino formulaciones diferentes de la misma teoría. Podemos, entonces,
definir a una teoría en general como la clase de equivalencia de todas sus for-
mulaciones.
Las teorías equivalentes son reducibles una a la otra. Sin embargo, el caso
más interesante de reducción entre teorías es aquél en que la teoría reducida
no es equivalente a la teoría reductora.
Unificación de teorías
◊ Una teoría T3 unifica a otras dos teorías T1 y T2 si y sólo si T1 y T2 se
reducen ambas a T3.
Extensión de teorías
◊ Dada una teoría T1 formulada en un lenguaje L1 y otra teoría T2 formula-
da en un lenguaje L2, T2 es una extensión de T1 si y sólo si T1 ⊆ T2.
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Una vez que se han identificado los axiomas que conjuntamente implican
una fórmula inconsistente, es necesario eliminar al menos uno de ellos para
desactivar dicha implicación y restaurar la consistencia de la teoría. Aquí se pre-
sentan muchos cursos de acción lógicamente posibles, ya que no hay una única
manera de modificar un determinado conjunto de axiomas. En principio,
cualquiera de esos axiomas puede reemplazarse por otro, o bien retirase sin
reemplazo alguno. Por lo general, se trata de conservar la mayor parte de la
teoría previamente disponible y de efectuar los cambios que den lugar a la
teoría más simple posible. Sin embargo, estos criterios de conservadurismo y
simplicidad no siempre son claros y precisos ni determinan el cambio de la
teoría de una manera unívoca.
Es importante hacer dos aclaraciones respecto de la revisión de teorías
axiomatizadas. En primer lugar, toda modificación de una teoría T1 que consista
en agregar o quitar al menos algún axioma de dicha teoría, dará siempre como
resultado otra teoría T2. Si se han eliminado axiomas de T1, ocurrirá que T2 ⊆
T1, es decir, se producirá una contracción de T1 y obtendremos una subteoría de
T1. Si en cambio, se agregan nuevos axiomas a T1, ocurrirá que T1 ⊆ T2, es
decir, se habrá realizado una expansión de T1 que nos dará como resultado una
extensión de T1, que puede ser propia o impropia, y conservativa o no. Cuando
se reemplaza algún axioma de T1, o sea, cuando se elimina algún axioma y se
agrega otro diferente, se ha hecho una revisión de T1. Si la teoría resultante
es lógicamente equivalente a la inicial (con lo cual ocurrirá que T1 ⊆ T2 y T2
⊆ T1) el resultado no será una nueva teoría, sino una mera reformulación de
T1, a la que se habrá dotado de otra base axiomática. En cambio, se produce
una revisión de T1 en sentido estricto, cuando la teoría resultante T2, no es una
reformulación, ni una contracción, ni una extensión de T1. Esta situación, típi-
camente, se presenta si se agregan axiomas que son lógicamente independi-
entes de los que se eliminan. Las dos teorías T1 y T2 tendrán, no obstante, una
subteoría T3 en común (es decir, T3 ⊆ T1 y T3 ⊆ T2), esta es la teoría que con-
siste en el conjunto de las consecuencias lógicas de los axiomas que T1 y T2
comparten.
En segundo lugar, suponiendo que T1 sea consistente, la expansión o la
revisión en sentido estricto de esa teoría generalmente no garantizan la consis-
tencia de la nueva teoría T2, salvo en el caso de que ésta sea una extensión
conservativa de la primera. Sólo la contracción de T1 nos asegura que obten-
dremos otra teoría consistente, ya que se trata de una subteoría de ésta. Las
expansiones y revisiones de la base axiomática de una teoría, en cambio, son
siempre mucho más riesgosas porque acarrean el peligro de caer en inconsis-
tencias. En verdad, nunca podemos conocer la totalidad de las proposiciones
nuevas que introducimos en una teoría cuando expandimos o revisamos su ba-
se axiomática. Ello es así por el simple hecho de que cualquier axioma tiene
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Ax1. A ∪ B = B ∪ A.
Ax2. A ∩ B = B ∩ A.
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Ax3. A ∪ (B ∪ C) = (A ∪ B) ∪ C.
Ax4. A ∩ (B ∩ C) = (A ∩ B) ∩ C.
Ax5. A ∪ (B ∩ C) = (A ∪ B) ∩ (A ∪ C).
Ax6. A ∩ (B ∪ C) = (A ∩ B) ∪ (A ∩ C).
Ax7. A ∪ 0 = A.
Ax8. A ∩ 1 = A.
Ax9. A ∪ ~A = 1.
Ax10. A ∩ ~A = 0.
Los diez axiomas están reunidos en cinco grupos. Los primeros tres grupos
de axiomas expresan, respectivamente, las propiedades conmutativa, asociativa y
distributiva de las operaciones ∪ y ∩. El cuarto grupo afirma la existencia de 1
y 0 como elementos distinguidos del conjunto X (pero no dice que sean únicos;
esto es algo que debe probarse como teorema). Finalmente, el quinto grupo es-
tablece las propiedades de la operación ~. Un modelo de este formalismo abs-
tracto lo proporciona la teoría de conjuntos. Para obtenerlo, interpretamos al
dominio X como el conjunto potencia ℘Z de un conjunto dado Z. Los conjun-
tos A, B, C, ... son, entonces, los elementos de℘Z. A los funtores ∪, ∩, y ~,
los interpretamos como las operaciones de unión, intersección y complemento
entre conjuntos; y a los elementos distinguidos 1 y 0 como la clase universal
(U) y el conjunto vacío (∅), respectivamente. La clase universal no debe enten-
derse aquí en el sentido de Zermelo, sino como el mayor de los conjuntos con-
siderados.
De una manera semejante a esta se definen axiomáticamente muchos otros
conceptos matemáticos importantes, como los de cuerpo y retículo en álgebra y
los de espacio vectorial y espacio de Hilbert en geometría, entre muchos otros.
Ello puede comprobarse consultando las correspondientes entradas en cualquier
diccionario de matemática. Lo que así se ha definido es un predicado, como
“grupo” o “álgebra de Boole”, que luego será aplicable a determinados objetos
matemáticos.
Se advierte en estos ejemplos que no se trata de teorías axiomáticas comple-
tamente formalizadas. Por lo general se presupone a la teoría intuitiva de con-
juntos como lógica subyacente y se aplica de manera informal un número muy
amplio de reglas de inferencia. También se presupone en las pruebas una por-
ción relativamente amplia de la matemática básica, como por ejemplo la aritmé-
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los axiomas de la lista son verdaderos. Los partidarios del programa estructura-
lista consideran que toda teoría empírica se puede reconstruir de esta manera,
mediante la definición de un predicado conjuntista adecuado. No ejemplificare-
mos aquí la axiomatización de teorías empíricas concretas, que resulta algo más
complicada que los ejemplos de teorías matemáticas que hemos dado. Es indu-
dable que los resultados del programa estructural tienen un considerable interés
filosófico y epistemológico, pero su utilidad para las propias ciencias todavía no
es clara. El intento más ambicioso de axiomatización de una teoría física, no pro-
viene del campo de la filosofía de la ciencia, sino del trabajo monumental del fí-
sico G. Ludwig, que en su obra An Axiomatics Basis for Quantum Mechanics
(publicada en dos volúmenes entre 1985 y 1987) trató de reconstruir toda la fí-
sica cuántica de manera axiomática. El resultado es una obra extensa y muy
compleja, que sólo los especialistas están en condiciones de evaluar.
Es un hecho, sin embargo, que la mayor parte de las teorías físicas no se
hallan axiomatizadas, y la comunidad científica de los físicos no parece sentir la
necesidad de hacerlo. Los físicos en la práctica no emplean el método axiomá-
tico ni expresan sus teorías en lenguajes formalizados. Tampoco la enseñanza
de las ciencias físicas sigue este modelo deductivo. Con todo, la axiomatización
es deseable en aquellas teorías cuyo contenido no es completamente claro o cu-
yos fundamentos son debatidos, como es el caso de la mecánica cuántica.
En el campo de las ciencias biológicas, la necesidad de aplicar el método
axiomático no ha parecido urgente, a juzgar por los escasos resultados produci-
dos. J. Woodger publicó en 1937 su libro The Axiomatic Method in Biology, don-
de intentó aplicar la axiomatización formal a diversas partes de la biología, co-
mo la genética clásica. Tiempo después perfeccionó su trabajo en otra obra,
Biology and Language, publicada en 1952. Estos trabajos no tuvieron demasiada
repercusión en la comunidad científica de los biólogos, tradicionalmente ajena al
método axiomático. En 1970 M. Williams presentó una axiomatización de la teo-
ría de la evolución, que tuvo probablemente mucha más influencia en la filoso-
fía de la ciencia que en la biología teórica (Williams 1970). En años recientes
los partidarios del programa estructuralista han buscado aplicar la axiomatiza-
ción informal en diferentes ramas de la biología, pero el éxito de tales esfuer-
zos todavía no ha sido confirmado, al menos en lo que respecta a su utilidad
para la comunidad de los biólogos.
En las ciencias sociales ha habido sólo esporádicos intentos de aplicar el
método axiomático, los más recientes promovidos también por el programa es-
tructuralista. Sería prematuro decir que este método es inaplicable en el campo
de la teoría social, pero en el estadio actual de desarrollo de las teorías de la
sociedad no parece haber grandes perspectivas. Los conceptos de las ciencias
sociales todavía carecen de la precisión necesaria como para permitir el pasaje
de las teorías existentes al estadio axiomático.
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Ax1. ∀x (¬ Pxx).
Estos tres axiomas establecen que la relación “ser parte de” entre dos obje-
tos cualesquiera es irreflexiva, asimétrica y transitiva. Se trata de la relación de
parte propia respecto de un todo. Los axiomas no son independientes, ya que
el primero se deduce del segundo (en efecto, si una relación es asimétrica tam-
bién debe ser irreflexiva).
Ahora introduciremos por definición el predicado diádico S, que se interpre-
ta usualmente como la relación de superposición entre objetos.
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NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
Notas bibliográficas
Carnap (1958) y Suppes (2002) ejemplifican la aplicación de la axiomática for-
mal a las ciencias formales y empíricas. Blumenthal (1980) axiomatiza la geome-
tría plana proyectiva, euclídea y no euclídea. Curry (1977) contiene un estudio
original y detallado de los sistemas de deducción natural del tipo de Gentzen.
Smullyan (1995) y Quine (1982) son ejemplos de enfoques modernos no axiomá-
ticos de la lógica. Kelly (1996) combina la presentación axiomática y la deducción
natural. Hughes (1993) contiene diversas reflexiones filosóficas sobre ambos en-
foques de la lógica.
Hilbert (1918) es un manifiesto clásico a favor del método axiomático en la
matemática. Bunge (1973) argumenta extensamente a favor de la aplicación del
método axiomático en las ciencias empíricas. Bunge (1967) axiomatiza numero-
sas teorías físicas. Woodger (1937) y (1952) aplica la axiomatización formal a las
teorías biológicas. Suppes (1957) ejemplifica la axiomatización informal de teorías
mediante un predicado conjuntista con la mecánica clásica de partículas. Sneed
(1971) es la formulación original del estructuralismo. Stegmuller (1973) presenta
de manera más accesible los fundamentos del programa estructuralista de axio-
matización de teorías. Balzer (1982) aplica este programa a diversas teorías em-
píricas, desde la relatividad especial hasta el psicoanálisis freudiano. La obra de
Balzer, Moulines y Sneed (1987) contiene la versión más sistemática del estruc-
turalismo. Suppes (1993) defiende el valor heurístico del método axiomático.
La naturaleza del conocimiento matemático, incluyendo problemas como los de
la intuición, la necesidad y la certeza, es uno de los temas fundamentales de la filo-
sofía de la matemática. Shapiro (2000a) es una clara introducción histórica de carác-
ter general. Benacerraf y Putnam (1983), Hart (1996), Resnik (1997), Shapiro (1997)
y Tymoczko (1998) contienen mucha información adicional sobre el tema. Shapiro
(2000) es un estudio detallado de la lógica de segundo orden y de diversos proble-
mas de filosofía de la matemática relativos a las teorías de orden superior. Shapiro
(2005) es un compendio enciclopédico de la filosofía de la matemática.
Simons (1987) y Casati y Varzi (1999) son dos obras sobre mereología que
adoptan un enfoque axiomático.
Fraïssé (1982) es una reflexión interesante sobre los sistemas axiomáticos y
sus diferencias con los juegos.
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APÉNDICE 1
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S. Por tanto, en dicho sistema, no son demostrables todas las verdades arit-
méticas. De esta manera, resulta que el conjunto de las proposiciones ver-
daderas de la aritmética no coincide con el conjunto de las proposiciones
demostrables en un sistema axiomático consistente que contenga a la aritméti-
ca. La situación no puede evitarse extendiendo el sistema. Podríamos pensar en
remediar la incompletitud de S agregando la fórmula Φ como axioma de un
nuevo sistema extendido S’, o bien agregando otros axiomas que nos permitan
probar como teorema a Φ (o bien a su negación). Sin embargo, el sistema
extendido resultante también será incompleto respecto de la negación, por lo
que contendrá otras fórmulas que no son teoremas, pero, sin embargo, expre-
san una verdad matemática. La situación se repetirá indefinidamente para
cualquier sistema axiomático consistente que contenga a la aritmética, no impor-
ta cuánto se extienda su base axiomática. En conclusión, el primer teorema de
Gödel implica que no es posible construir un sistema axiomático en el cual
puedan demostrarse todas las verdades matemáticas.
El llamado segundo teorema de Gödel afirma que la consistencia de un sis-
tema axiomático efectivo que incluya a la aritmética de Peano no se puede de-
mostrar dentro del propio sistema:
Este resultado tiene un amplio alcance porque vale para cualquier sistema
axiomático, expresado en cualquier lenguaje formalizado, donde las nociones de
símbolo, fórmula, axioma y prueba sean efectivas; sólo se requiere que la arit-
mética de Peano sea expresable en el sistema. Para cualquier sistema de esta
clase, si el sistema es consistente, su propia consistencia no se puede probar
por medio de argumentos que son totalmente formalizables dentro de ese siste-
ma. Por ejemplo, si las teorías axiomáticas de conjuntos ZF y VNBG son con-
sistentes, ninguna prueba de este hecho es realizable en ZF o en VNBG.
Los teoremas de Gödel obligaron a reconsiderar el programa de Hilbert y su
escuela y a debatir la difícil cuestión de cuáles son los tipos de pruebas acepta-
bles en la investigación metateórica. Originalmente Hilbert sólo admitía pruebas
finitarias de consistencia. La caracterización de este tipo de pruebas nunca ha
sido completamente clara, pero en principio son aquellas que permiten estable-
cer por inspección directa y en un número finito de pasos si un objeto posee o
no una determinada propiedad. En el caso de las demostraciones en un sistema
formal, éstas deben ser secuencias finitas de fórmulas de extensión finita. Ade-
más, toda prueba debe tener un número finito de premisas y no apelar nunca,
de manera implícita o explícita, a conjuntos infinitos. Un pasaje bien conocido
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APÉNDICE 1
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APÉNDICE 1
Notas bibliográficas
Los trabajos pioneros de Herbrand y Gentzen sobre las pruebas de consisten-
cia de la aritmética se encuentran, respectivamente, en Herbrand (1968) y Gent-
zen (1969). La obra fundamental de la escuela de Hilbert es la de Hilbert y Ber-
nays (1934-1939). Detlefsen (1986) es una interpretación del programa hilbertia-
no. Los trabajos originales de Gödel, con excepción de los inéditos, se hallan
compilados en Gödel (1989). Una recopilación más completa es Gödel (1986-
2003). Todas estas son obras avanzadas que requieren conocimientos superiores
a los expuestos en este libro. Torretti (1998) contiene una exposición de conjun-
to de los resultados de Herbrand, Gentzen y Gödel que sigue muy de cerca a
las fuentes originales. Smullyan (1992) es una exposición sofisticada del teorema
de incompletitud de Gödel. Este célebre teorema ha sido objeto de intensa refle-
xión filosófica, algunos de cuyos resultados pueden encontrarse en Shanker
(1989). Smith (2007) contiene una exposición amplia y muy detallada, pero acce-
sible, de los teoremas de Gödel y de otros temas afines de metamatemática,
junto con diversas reflexiones filosóficas.
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Apéndice 2
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APÉNDICE 2
Definiciones
1. Punto es lo que no tiene partes.
2. Línea es una longitud sin anchura.
3. Los extremos de la línea son puntos.
4. Recta es una línea que yace igualmente respecto de los puntos de sí
misma.
5. Superficie es lo que sólo tiene longitud y anchura.
6. Los extremos de la superficie son líneas.
7. Superficie plana es la que yace igualmente respecto de las rectas de sí
misma.
8. Ángulo plano es la inclinación de una hacia otra de dos líneas en un pla-
no, las cuales se tocan pero no están en línea recta.
9. Cuando las líneas que comprenden al ángulo son rectas, el ángulo se lla-
ma recto.
10. Cuando una recta trazada sobre otra recta hace a los ángulos adyacen-
tes iguales entre sí, cada uno de los ángulos iguales es recto, y la recta
que está sobre la otra se llama perpendicular a ella.
11. Ángulo obtuso es el que es mayor que un recto.
12. Ángulo agudo es el que es menor que un recto.
13. Límite es lo que es el extremo de algo.
14. Figura es lo que está comprendido por ciertos límites.
15. Círculo es la figura plana comprendida por una línea tal que todas las
rectas que caen sobre ella desde un punto situado dentro de la figura
son iguales entre sí.
16. El punto se llama centro del círculo.
17. Diámetro del círculo es cualquier recta trazada a través del centro que
termina en ambas direcciones en la circunferencia del círculo y que tam-
bién bisecta al círculo.
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EL SISTEMA DE EUCLIDES
Postulados
1. Trazar una recta desde cualquier punto hasta cualquier punto.
2. Producir una recta finita continuamente en línea recta.
3. Dibujar un círculo con cualquier centro y distancia.
4. Todos los ángulos rectos son iguales entre sí.
5. Si una recta que cae sobre otras dos rectas hace a los ángulos interio-
res de un mismo lado menores que dos rectos, entonces, si las dos rec-
tas se prolongan indefinidamente, se encuentran del lado en el que los
ángulos son menores que dos rectos.
Axiomas
1. Las cosas que son iguales a una misma cosa son iguales entre sí.
2. Si iguales se agregan a iguales, los totales son iguales.
3. Si iguales se sustraen de iguales, los restos son iguales.
4. Las cosas que coinciden entre sí son iguales entre sí.
5. El todo es mayor que la parte.
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APÉNDICE 2
Postulados
1. Postulamos que los pesos iguales a iguales distancias están en equili-
brio, y que los pesos iguales a distancias desiguales no están en equili-
brio, sino que se inclinan hacia el peso que está a mayor distancia.
2. Que si, cuando pesos a ciertas distancias están en equilibrio, y algo se
agrega a uno de los pesos, entonces, no están más en equilibrio, sino
que se inclinan hacia el peso al que se le agregó algo.
3. Igualmente que, si algo se quita a uno de los pesos, no están más en
equilibrio, sino que se inclinan hacia el peso del que no se ha quitado
nada.
4. Cuando se superponen figuras iguales y semejantes, sus centros de gra-
vedad también se superponen.
5. En las figuras desiguales pero semejantes, los centros de gravedad esta-
rán situados de manera semejante. Decimos que dos puntos están situa-
dos de manera semejante en figuras semejantes, si las rectas trazadas
desde estos puntos hacia ángulos iguales forman ángulos iguales con los
lados homólogos.
6. Si magnitudes a ciertas distancias están en equilibrio, otras magnitudes
iguales a éstas también estarán en equilibrio a las mismas distancias.
7. En toda figura cuyo perímetro es cóncavo hacia el mismo lado, el cen-
tro de gravedad debe estar dentro de la figura.
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Hipótesis
1. La Luna recibe su luz del Sol.
2. La Tierra está en relación de punto y centro respecto de la esfera de la
Luna.
3. Cuando la Luna se nos aparece dividida en dos [o sea, como media Lu-
na], el círculo mayor que divide a las partes clara y oscura de la Luna
se inclina hacia nuestro ojo.
4. Cuando la Luna se nos aparece dividida en dos [o sea, como media Luna],
su distancia al Sol es menor que un cuadrante por 1/30 de cuadrante.
5. La anchura de la sombra <de la Tierra> es la de dos Lunas.
6. La Luna subtiende 1/15 parte de un signo de zodíaco.
Postulados
1. El movimiento de todo peso es hacia el centro del mundo, y su fuerza
es la potencia que tiende hacia abajo y resiste el movimiento en la di-
rección contraria.
2. Lo que es más pesado desciende más velozmente.
3. <Un peso> es más pesado descendiendo, en cuanto su movimiento hacia
el centro del mundo es más recto.
4. <Un peso> es más pesado en posición cuando en esa posición su des-
censo es menos oblicuo.
5. Un descenso más oblicuo es aquel que, en la misma distancia, participa
menos de la vertical.
6. Un peso menos pesado en posición que otro es aquél que asciende
cuando el otro desciende.
7. La posición de igualdad es la igualdad de los ángulos cerca de la verti-
cal, o la rectitud de los ángulos, o la equidistancia de la regla respecto
de la superficie del horizonte.
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APÉNDICE 2
Definiciones
1. Unidad es la existencia separada de una cosa por sí misma.
2. Número es una cantidad colectiva de cosas separadas.
3. Una secuencia de números se llama natural cuando su cálculo se basa
en la adición de una unidad.
4. El número por el cual un número mayor excede a uno menor se llama
la diferencia entre esos números.
5. Los números se llaman equidistantes de otros números cuando sus dife-
rencias son iguales.
6. Un número es multiplicado por otro cuando se suma a sí mismo tantas
veces como unidades hay en el multiplicador; y el resultado de la multi-
plicación se denomina producto.
7. Se dice que un número numera a otro cuando lo produce después de
ser multiplicado por cierto número.
8. Un número menor es parte de uno mayor cuando el menor numera al
mayor; el numerado se llama un múltiplo del número numerador.
9. Un número denomina cuando una parte de él se toma en su totalidad.
10. Las partes que son denominadas por el mismo número se llaman simi-
lares.
11. El número por el cual otro es dividido se denomina divisor.
12. Las cosas en las que el dividendo es dividido se llaman partes.
13. La parte primera y simple de un número es la unidad.
14. Cuando dos números tienen una parte en común, tantas veces como la
misma parte está en el número menor, tantas veces el número menor es
parte del número mayor.
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Postulados
1. Cualesquiera iguales pueden tomarse de cualquier número.
2. Puede haber un número mayor que cualquier número por la cantidad
que se quiera.
3. La serie de los números puede extenderse al infinito.
Axiomas
1. Toda parte es menor que su todo.
2. Toda parte que tiene mayor denominación es menor <que una parte que
tiene menor denominación>.
3. Cualesquiera equimúltiplos del mismo número o de números iguales se-
rán iguales.
4. Esos números también serán iguales a aquél cuyo mismo número es
equimúltiplo o cuyos múltiplos son iguales.
5. La unidad es parte de todo número que es denominado por sí mismo.
6. Todo número <entero> contiene a la unidad tantas veces como la unidad
es parte de él.
7. Si la unidad se multiplica por cualquier número, o el mismo número se
multiplica por la unidad, se produce a sí mismo.
8. La diferencia de los extremos se compone de diferencias de los mismos
<extremos> al término medio.
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APÉNDICE 2
Axiomas
1. En el mismo movimiento uniforme, el espacio recorrido en un tiempo
más largo es mayor que el espacio recorrido en un tiempo más breve.
2. En el mismo movimiento uniforme, el tiempo en el que se recorre un
espacio mayor es más largo que el tiempo en el que se recorre un es-
pacio menor.
3. El espacio recorrido con mayor velocidad es mayor que el espacio reco-
rrido en el mismo tiempo con menor velocidad.
4. La velocidad con la que se recorre un espacio mayor, es mayor que
aquella con la que se recorre en el mismo tiempo un espacio menor.
Postulado
1. Supongo que los grados de velocidad adquiridos por el mismo móvil, en
planos diferentemente inclinados, son iguales cuando las alturas de esos
planos son iguales.
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Ley II
El cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa, y se
realiza según la línea recta en la cual se ha impreso.
Ley III
Para toda acción existe siempre una reacción contraria e igual: o bien, las
acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas hacia partes
contrarias.
Definiciones
1. Por rayos de luz entiendo sus partes mínimas, tanto las sucesivas en la
misma línea como las contemporáneas en diversas líneas.
2. La refrangibilidad de los rayos de luz es su disposición a refractarse o
desviarse de su camino al pasar de un cuerpo o medio transparente a
otro. La mayor o menor refrangibilidad de los rayos es su disposición a
desviarse más o menos de su camino, en iguales incidencias sobre el
mismo medio.
3. La reflexibilidad de los rayos es su disposición a reflejarse o retornar al
mismo medio desde cualquier otro medio sobre cuya superficie caigan.
Son más o menos reflexibles aquellos rayos que retornan más o menos
fácilmente.
4. Ángulo de incidencia es aquel ángulo contenido entre la línea descrita
por el rayo incidente y la perpendicular a la superficie reflectante o re-
fractante en el punto de incidencia.
5. Ángulo de reflexión o refracción es aquel ángulo contenido entre la línea
descrita por el rayo reflejado o refractado y la perpendicular a la super-
ficie reflejante o refractante en el punto de incidencia.
6. Los senos de incidencia, reflexión y refracción son los senos de los án-
gulos de incidencia, reflexión y refracción.
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APÉNDICE 2
7. Llamo luz simple, homogénea y similar a aquella cuyos rayos son igual-
mente refrangibles; y llamo compuesta, heterogénea o disimilar a aque-
lla luz algunos de cuyos rayos son más refrangibles que otros.
8. Llamo primarios, homogéneos y simples a los colores de las luces ho-
mogéneas; y a los de las heterogéneas los denomino heterogéneos o
compuestos.
Axiomas
1. Los ángulos de reflexión y refracción están en uno y el mismo plano
que el ángulo de incidencia.
2. El ángulo de reflexión es igual al ángulo de incidencia.
3. Si al rayo refractado se le hace retornar directamente al punto de inci-
dencia, se refractará siguiendo la línea descrita anteriormente por el ra-
yo incidente.
4. La refracción de un medio más raro a otro más denso se hace hacia la
perpendicular; es decir, de modo que el ángulo de refracción sea menor
que el ángulo de incidencia.
5. El seno de incidencia y el de refracción están entre sí en una razón
exacta o casi exacta.
6. Los rayos homogéneos que parten de diversos puntos de un objeto cual-
quiera y que caen perpendicularmente o casi perpendicularmente sobre
un plano cualquiera reflectante o refractante o sobre una superficie es-
férica, divergirán luego de otros tantos puntos, o serán paralelos a otras
tantas líneas, o convergerán a otros tantos puntos, ya sea exactamente
o sin ningún error sensible. Lo mismo ocurrirá si los rayos se reflejan
o refractan sucesivamente en dos, tres o más planos o superficies esfé-
ricas.
7. Dondequiera que los rayos que provienen de todos los puntos de un ob-
jeto cualquiera se encuentren de nuevo en otros tantos puntos, después
de haber sido forzados a converger por reflexión o refracción, formarán
una imagen del objeto sobre cualquier cuerpo blanco sobre el que cai-
gan.
8. Un objeto visto por reflexión o refracción aparece en aquel lugar desde
donde divergen los rayos, después de su última reflexión o refracción, al
caer sobre el ojo del espectador.
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Axiomas
1. p → (q → p)
2. (p → (q → r)) → ((p → q) → (p → r))
3. (p → (q → r)) → (q → (p → r))
4. (p → q) → (¬q → ¬p)
5. ¬ ¬ p → p
6. p → ¬ ¬ p
7. (a = b) → (ϕ(a) → ϕ(b))
8. a = a
9. ∀x ϕ(x) → ϕ(a))
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APÉNDICE 2
turales. Allí utilizó como primitivos los siguientes términos: la constante indivi-
dual 1 (uno), el predicado monádico N (número natural), y el funtor unario +1
(sucesor de). Aquí transcribo los axiomas modernizando la notación simbólica
de Peano. También agrego una paráfrasis de cada axioma en lenguaje natural,
que no se encuentra en el texto original (Arithmetices principia nova metodo ex-
posita, Torino, Bocca, 1889).
1. 1 ε N
[1 es un número natural].
2. (a ε N) → (a + 1 ε N)
[Si a es un número natural, el sucesor de a es un número natural].
4. (a ε N) → (a + 1 ≠ 1)
[Si a es un número natural, el sucesor de a no es igual a 1].
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LA AXIOMÁ́TICA DE HILBERT
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APÉNDICE 2
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Postulados de magnitud
1. Para cualesquiera elementos a y b (a = b o a ≠ b), a b es también un
elemento del conjunto.
2. a b ≠ a.
3. (a b) c = a (b c), siempre que a b, b c, (a b) c y
a (b c) pertenezcan al conjunto.
4. Cuando a ≠ b al menos una de las siguientes condiciones es satisfecha:
o bien, 1) hay un elemento x tal que a = b x, o 2) hay un elemento
y tal que a y = b.
5. (Indiquemos con la notación a < b que existe un elemento y tal que
a y = b; e indiquemos con a ≤ b : a < b o a = b).
Si S es una secuencia infinita de elementos (ak), tal que ak < ak + 1, ak <
c (k = 1, 2, 3,…) (donde c es algún elemento fijo), entonces, hay uno y
sólo un elemento A que tiene las dos propiedades siguientes: 1) ak ≤ A
siempre que ak pertenezca a S; 2) si y y A’ son tales que y A’ = A, en-
tonces hay al menos un elemento de S, digamos ar, para el cual A’ < ar.
6. Cualquiera sea el elemento a, hay dos elementos x e y tales que x y = a;
esto es, en la notación explicada en 5, hay un elemento x tal que x < a.
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Axiomas de entorno
1. A todo punto x le corresponde al menos un entorno Ux; todo entorno Ux
contiene al punto x.
2. Si Ux y Vx son dos entornos del mismo punto x, entonces hay un entor-
no Wx que es un subconjunto de ambos (Wx ⊆ (Ux ∩ Vx).
3. Si el punto y se encuentra en Ux, entonces hay un entorno Uy que es un
subconjunto de Ux (Uy ⊆ Ux).
4. Para dos puntos diferentes x, y hay dos entornos Ux, Uy sin un punto en
común (Ux ∩ Uy = ∅).
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APÉNDICE 2
Axiomas:
1. p → (p & p)
2. (p & q) → (q & p)
3. (p → q) → ((p & r) → (q & r))
4. ((p → q) & (q → r)) → (p → r)
5. q → (p → q)
6. (p & (p → q)) → q
7. p → (p v q)
8. (p v q) → (q v p)
9. ((p → r) & (q → r)) → ((p v q) → r)
10. ¬ p → (p → q)
11. ((p → q) & (p → ¬ q)) → ¬ q
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LA LÓGICA MODAL
1. Bp → p
2. Bp → (B(p → q) → Bq)
3. Bp → BBp
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APÉNDICE 2
1. (p & q) ⇒ (q & p)
2. (p & q) ⇒ p
3. p ⇒ (p & p)
4. ((p & q) & r) ⇒ (p & (q & r))
5. p ⇒ ¬¬ p
6. ((p ⇒ q) & (q ⇒ r)) ⇒ (p ⇒ r)
7. (p & (p ⇒ q)) ⇒ q
8. ◊ p ⇒ ¬ ◊ ¬ ◊ p
204
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1. (A → B) → ( A → B)
2. A → A
3. A → A
4. ◊ A → ◊ A
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APÉNDICE 2
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Apéndice 3
El concepto de función
◊ f es una función si y sólo si f es una relación tal que ∀(xyz) ((x f y) & (x
f z) → (y = z)).
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APÉNDICE 3
En una función biyectiva cada objeto del dominio está relacionado con un
único objeto del codominio y, a la vez, cada objeto del codominio está relacio-
nado con un único objeto del dominio. Consiguientemente, si existe una función
biyectiva entre dos conjuntos cualesquiera, finitos o infinitos, tales conjuntos tie-
nen el mismo número de elementos. La distinción entre funciones inyectivas,
suryectivas y biyectivas no constituye una clasificación de las funciones porque
hay funciones, como las biyectivas, que pertenecen a más de una categoría.
Esto significa, de acuerdo con la definición habitual de límite, que para todo
ε > 0 existe un δ > 0 tal que f (x) - f (a) < ε para todo x tal que x - a < δ.
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EL CONCEPTO DE FUNCIÓ́N
Notas bibliográficas
Los conceptos de función, límite y continuidad se explican con mayor detalle
en cualquier texto de análisis matemático. El de Spivak (1994) es amplio y acce-
sible. Se pueden encontrar definiciones claras de estos y otros términos del aná-
lisis en Borowski y Borwein (2006).
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