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DISOLVER, DISOLVER

(Abril – Mayo, 1992)

Hasta las 8.00 p. m. del domingo 5 de abril, no había noticia de interés alguna.
El torneo peruano de fútbol, cuyas incidencias eran las que ocupaban a las
redacciones de la prensa los domingos, se iniciaría recién en la siguiente semana.
Ese día de 1992 transcurría sin ninguna novedad.
La única entrevista de fondo en los programas dominicales fue concedida
por Alfonso de los Heros, quien manifestó que el martes 7 de abril se presentarían
los resultados de un diálogo nacional, que buscaba cerrar los conflictos con el
Congreso de la República56.
Abruptamente, cuando miles de peruanos estaban ya por apagar sus tele-
visores, hacia las 10.30 p. m. apareció un cintillo: «Mensaje a la Nación del
Presidente Constitucional de la República Ing. Alberto Fujimori Fujimori».
Vestido con terno oscuro y corbata negra, acompañado de una pequeña
bandera nacional y un fondo del mapa del Perú, el ingeniero comenzaría la
alocución que cambiaría la política del país.

La posibilidad de un golpe de Estado en el Perú se había conversado desde


1987 en estamentos militares. Personal en actividad y altos oficiales en retiro
evaluaron el escenario y arribaron a dos conclusiones claras: Alan García está
haciendo un mal gobierno y se requiere enfrentar tanto a la crisis económica
como al terrorismo. Para esta última misión, era necesario instalar un gobierno
castrense de largo aliento.
A partir de 1988, un sector de militares preparó un Plan Verde, que sería
ajustado durante los dos años siguientes. Sus líneas matrices eran bastante nítidas.
En lo económico, se tendría un plan destinado a la atracción de la inversión
privada y el capital extranjero, la creación de un sistema privado de pensiones
similar al instaurado en Chile durante la dictadura de Pinochet y, sobre todo,
se buscaría la reducción de la inflación para legitimar al gobierno.
El diagnóstico poblacional era sumamente racista: era necesario detener el
crecimiento demográfico en el país, sobre todo, «de los grupos culturalmente
atrasados y económicamente pauperizados». El remedio propuesto eran programas
de esterilización masiva. A la par, se hablaba abiertamente de la eliminación
física de terroristas y narcotraficantes.
Políticamente, el plan planteaba un gobierno de facto, con el control de
los medios de comunicación, a través de campañas psicológicas, censura e

56 El dato sobre la entrevista brindada por de los Heros aparece en Conaghan (2005: 27).

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invitación a la autocensura a los empresarios. A diferencia de lo ocurrido con


Velasco Alvarado y Morales Bermúdez, no se planteaba la expropiación como
salida.
Montesinos conocía a varios de los autores del plan. Lo que hizo fue
adaptarlo a la nueva situación, de modo que su Servicio de Inteligencia Nacional
cobraría mayor importancia57.

Con voz cadenciosa y semblante serio, Fujimori señalaba que su gobierno


era «la última oportunidad» que tenía el Perú para encontrarse con su destino.
Aseguraba que ya había obtenido algunos logros como la reinserción en el
sistema financiero internacional y el control de la inflación. Pero existía un gran
obstáculo:
—A la inoperancia del Parlamento y la corrupción del Poder Judicial se
suman la evidente actitud obstruccionista y conjura encubierta contra los
esfuerzos del pueblo y del gobierno por parte de las cúpulas partidarias. Estas
cúpulas, expresión de la politiquería tradicional, actúan con el único interés de
bloquear las medidas económicas que conduzcan el saneamiento de la situación
de bancarrota que, precisamente, ellas dejaron.
El mensaje continuaba con su mensaje antipartido que lo había caracterizado
durante los veinte meses de su gestión. Señalaba como ejemplos de la obstrucción
del parlamento la derogación de un decreto sobre lavado de activos, la Ley de
Control de los Actos Normativos del presidente de la República, la imposibilidad
de observar la Ley de Presupuesto, y la no adopción de normas de austeridad
en el Congreso.
Los jueces merecieron capítulo aparte en su mensaje. Aunque varias de sus
críticas eran justas, terminaba haciendo generalizaciones gruesas:
—Entre algunos ejemplos de cómo funciona la justicia en el país, baste
con mencionar la liberación inexplicable de narcotraficantes, o el trato noto-
riamente parcial que les es dispensado a los mismos, o la masiva puesta en libertad
de terroristas convictos y confesos, haciendo mal uso del llamado criterio de
conciencia. Hay que contrastar, pues, la sospechosa lentitud con que se llevan
los procesos seguidos por los ciudadanos de escasos recursos y la diligencia
inusual con la que se tratan los casos de gentes con influencia y poder. Todo
esto hace escarnio de la justicia.
Fujimori también consideraba que se habían generado nuevos «centralismos
regionales». Dicho esto, habló de la reconstrucción nacional que él encabezaría.
Y señaló que tomaría las «siguientes trascendentales medidas»:

57 El Plan Verde es reseñado por Rospigliosi (2000b: 73-86). Murakami considera que Fujimori no
había adoptado el Plan Verde (2018: 299-300). Sin embargo, la plantilla central es muy parecida a
lo que vino después del 5 de abril de 1992.

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disolver, disolver

—Primero: Disolver, disolver temporalmente el Congreso de la República


hasta la aprobación de una nueva estructura orgánica del Poder Legislativo, la
que se aprobará mediante un plebiscito nacional. Segundo: Reorganizar total-
mente el Poder Judicial, el Consejo Nacional de la Magistratura, el Tribunal de
Garantías Constitucionales, y el Ministerio Público para una honesta y eficiente
administración de justicia.
Mientras tanto, las tanquetas y tropas salían a la calle. El golpe de Estado
se había consumado.

Fujimori tomó la decisión del golpe de Estado en noviembre de 1991.Tres


fuentes ratifican esta conclusión.
La primera es el propio mandatario, quien había publicado en 1999 unas
memorias serializadas en un diario japonés. En esta publicación periódica,
Fujimori indicó que la derogación de los decretos legislativos sobre pacificación
había sido la causa para ello. Sin embargo, el golpista sostuvo ante la Sala Penal
Especial que recién tomó la decisión del golpe a inicios de 1992.
Una segunda fuente es Vladimiro Montesinos, quien le había dicho a
Francisco Loayza —con quien aún mantenía amistad— y al general Edgardo
Mercado Jarrín, de quien había sido secretario, que existía la idea de un golpe
cívico militar. Loayza escribió sobre esta versión, recogida por varios autores.
La tercera fuente es un colaborador cercano de Fujimori, quien le dijo al
asesor político de la embajada japonesa en Lima,Yuzuke Murakami, que su jefe
iba continuamente a la Comandancia General del Ejército en San Borja. El
pretexto era hacer ejercicios. Pero, en realidad, en el Pentagonito—apelativo de
la sede militar, en comparación con la sede central del Departamento de Defensa
de los Estados Unidos— lo que se ultimaba era la interrupción del orden
constitucional.
Una vez que Hermoza fue elegido comandante general del Ejército, se
sumó a los preparativos. Para febrero, intervino en una reunión en Palacio de
Gobierno con miras a preparar los detalles del golpe. Fujimori dividió las tareas:
el mantenimiento del orden público estaría a cargo de Hermoza, mientras que
la parte política correspondía a Montesinos. A Rafael Merino Bartet, un veterano
colaborador del SIN encargado de vestir con ropaje legal y elegante las órdenes
más draconianas, se le encargó la elaboración del mensaje de Fujimori, así como
la redacción del comunicado de la cúpula militar respaldando el golpe. Según
Merino, Montesinos le indicó que el Congreso buscaba vacar a Fujimori y que,
por ello, se tomaba esta medida excepcional.
La decisión sobre el día exacto del golpe fue tomada el 3 de abril y se les
comunicó a los comandantes generales de los institutos armados. Al día siguiente,
ellos harían lo propio con sus estados mayores.

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El domingo 5 de abril por la mañana, Fujimori y Montesinos corrigieron


el texto final del mensaje. En la tarde, grabó el discurso. Para el anochecer, las
tropas solo esperaban la señal de Hermoza para salir a la calle.
Iniciada la noche, fueron convocados al Pentagonito los representantes de
los principales canales de televisión: Manuel Delgado Parker (Panamericana),
Nicanor González (América) y Samuel y Mendel Winter (Frecuencia Latina).
Allí les comunicaron la medida. Los Winter fueron los más entusiastas. Delgado
Parker y González expresaron su preocupación por la libertad de prensa. Fujimori
dio una respuesta vaga e indicó que esperaba que los canales pasaran el mensaje.
Así se hizo.
Solo a las 9.00 p. m. fueron convocados los miembros del gabinete ministerial,
de forma tan sorpresiva que algunos tuvieron que ir en el mismo auto con el
único chofer disponible. De los Heros venía de la ya mencionada entrevista
donde anunciaba un acuerdo con un sector de la oposición y se pensaba que
se anunciaría la captura de Abimael Guzmán, el líder de Sendero Luminoso.
Fujimori les pasó el video del mensaje. El presidente del Consejo de Ministros
lo vio y quedó descolocado. Llegó a la conclusión de que estábamos ante un
golpe de Estado y renunció en el acto. Lo mismo hizo el ministro Gustavo
González Prieto, titular de la cartera de Agricultura. Todos los demás ministros
tuvieron que poner sus cargos a disposición de Fujimori, pero no se fueron.
El más entusiasta fue Blacker Miller:
—Todo se puede manejar sin problema y ya he hecho gestiones interna-
cionales para que todo se haga sin problemas.
Otro ministro bastante animado con la decisión golpista era Augusto
Antonioli, ministro de Trabajo y muy cercano a Montesinos.
Boloña estaba en duda: sabía que era una medida inconstitucional, pero
pensaba que al irse se ponían en riesgo los avances económicos. Optó por
quedarse. Lo mismo hizo la mayoría del gabinete.
Fujimori citó a de los Heros a Palacio a primera hora del 6 de abril. Trató
de convencerlo de quedarse. No pudo. El abogado cogió sus cosas y se fue. Lo
mismo harían las abogadas de su equipo de reforma del Estado58.

Dado que la noticia se produjo cuando los programas periodísticos


dominicales habían concluido sus emisiones, no hubo mayores reacciones

58 Los preparativos para el golpe de Estado se encuentran en los libros de Murakami (2018: 298-
300), Bowen (2000: 113-115) y Rospigliosi (2000b: 87-89).Vivas (2008: 526) menciona el anun-
cio del golpe a los dueños de los canales de televisión. Una versión complementaria de la
reunión con los broadcasters aparece en Genaro, de Coya (2011), libro sobre Genaro Delgado
Parker, polémico pionero de la televisión y la telefonía celular en el Perú. La reacción de de los
Heros es reseñada por él mismo en la ya mencionada entrevista de Ana Núñez para Somos, así
como en Cateriano (2017: 307-310). Otros detalles aparecen en la sentencia contra Fujimori por
violaciones a los derechos humanos.

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inmediatas al golpe de Estado. El único programa en vivo era Goles en acción,


un programa deportivo transmitido por Global Televisión, conducido y dirigido
por el abogado y periodista Alberto Beingolea. Fue la única voz que, en solitario,
protestó por la medida de interrupción del orden democrático en la televisión
nacional aquella noche.
En una radio en particular, las protestas se hicieron sentir. Antena 1 era una
estación cercana al APRA y, desde allí, diversos políticos de oposición se pudieron
expresar:

Felipe Osterling, presidente del Senado:


—Estoy indignado ante el golpe de Estado. Repudio lo que ha hecho
Alberto Fujimori. Estoy con arresto domiciliario y algunos colegas senadores
han sido detenidos. Este es un hecho repudiable y por eso convoco a los peruanos
y a los hermanos de América frente a este latrocinio, que pisotea la Constitución
y la Ley Estoy detenido y han rodeado la manzana de mi casa. Los peruanos
tienen el derecho de insurgencia, porque esto es un golpe de Estado.
Henry Pease, senador de Izquierda Unida:
—Quiero expresar mi absoluto repudio a la decisión del presidente de la
República. El señor Fujimori ha perdido legitimidad porque ha violado la
legalidad y los términos en los que fue elegido. Quiero expresar mi adhesión
al presidente del Senado, quien se ha expresado a pesar de estar detenido. La
izquierda en particular no va a aceptar que se nos imponga otra dictadura. Esta
democracia costó mucha lucha y esfuerzo del pueblo.
Pedro Huilca, secretario general de la Central General de Trabajadores del
Perú:
—Felicito la valentía de Antena 1 por propalar esta protesta ante la afrenta
a la Constitución. Expresamos nuestra protesta y nuestra condena, por esta
actitud.
Gustavo Mohme, principal accionista de La República:
—Tenemos intervención militar. También han entrado a la impresora.
Vamos a tratar de sacar el diario. Hay una censura en este momento.
Luego de la intervención de Mohme, Antena 1 tuvo que interrumpir su
transmisión por orden militar. El locutor Henry Aragón lanzó al aire el Himno
Nacional. La única radio que pudo transmitir en contra del golpe durante unos
días más fue Radio Santa Rosa, una radio pastoral que transmite desde el
Convento de Santo Domingo, que nunca pudo ser ubicada.
La República salió al día siguiente con algunos espacios en blanco, producto
de la censura. El Comercio pudo salir a circulación, a pesar de que hubo una
ocupación de las tropas. El diario expresó su rechazo al golpe de Estado, en su
tono contemporizador. La revista Caretas también fue ocupada brevemente. Sus
periodistas protestaron. Su portada, al salir poco después, fue clara: el rostro de

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Fujimori con una gran X encima, y un titular que era un editorial en sí mismo:
Tachado internacionalmente59.

En su versión original, el Plan Verde tenía planteado el arresto de diversas


personas allegadas al APRA, comenzando por Alan García. Fueron apresados
los exministros del Interior Abel Salinas y Agustín Mantilla, quienes no tenían
poder alguno para 1992. Lo mismo ocurrió con policías en situación de retiro
que habían ocupado puestos de mando durante la administración aprista. La
lectura del plan original contemplaba que el viejo partido tenía fuerzas de
choque armadas que podrían contrarrestar la interrupción del orden democrático.
Para el 5 de abril de 1992, ese escenario no existía.
Esto explica por qué el intento de arresto de Alan García fue tan
rocambolesco. Cientos de soldados se trasladaron a la vivienda del expresidente,
ubicada en la urbanización Chacarilla del Estanque, a pocas cuadras del
Pentagonito. García fue alertado de lo ocurrido y escapó por los techos de las
viviendas vecinas. Mientras tanto, el diputado y leal abogado de García, Jorge
del Castillo, disparaba al aire y luego salió a hablar con los militares.
A del Castillo se lo terminarían llevando a las instalaciones de la Dirección
de Fuerzas Especiales del Ejército, en Chorrillos. Allí estuvo retenido contra su
voluntad durante cinco días.
El expresidente García encontró refugio a pocas viviendas. Juan Carlos
Hurtado Miller, expresidente del Consejo de Ministros, le dio cabida unas pocas
noches. Luego pudo ir a la casa de un amigo suyo, Carlos Montoya y, poste-
riormente, estuvo alojado en la vivienda de su compañera de partido, Judith de
la Mata. Desde la clandestinidad, aseguraba que iniciaría una resistencia contra
la dictadura.
Sin embargo, 56 días después, García entraría escondido en el auto de del
Castillo a la embajada de Colombia en Lima. Solicitó asilo diplomático. Se le
concedió la salida dos noches más tarde. A partir de ese momento, inició una
estancia prolongada entre Bogotá y París que se prolongaría durante cerca de
ocho años60.

59 La protesta de Beingolea es recordada por el autor y me fue confirmada por él mismo años más
tarde. Lo ocurrido en Antena 1 aparece al inicio del documental Su nombre es Fujimori, una cinta
crítica contra el fujimorismo dirigida por el cineasta Fernando Vílchez, que puede verse en
internet (https://vimeo.com/168694171). El dato sobre Radio Santa Rosa lo han contado Rosa
María Palacios y Abel Ángeles, conductora y productor periodístico, respectivamente, de la esta-
ción de la Orden de Predicadores, en el programa A Pensar Más, emitido el 5 de abril de 2019,
donde estuve como invitado: https://youtu.be/_tngyRL304g.
60 Sobre la huida y posterior asilo de Alan García, nos basamos en sus Metamemorias (2019: 285-
286), así como en Rospigliosi (2000b: 92-93), Bowen (2000: 117) y Cateriano (2017: 310,
315-317).

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A unos pocos kilómetros de la casa de García, en Miraflores, el periodista


Gustavo Gorriti se preparaba para escribir una crónica para el extranjero sobre
el golpe de Estado. Sonó el timbre. Anticipando a qué venían, encerró a sus dos
perros, llamó a una persona para que difundiera la noticia sobre su posible arresto
y, finalmente, abrió la puerta. Sujetos con ametralladoras y pistolas entraron a
su casa. Para él, era claro que eran miembros del Servicio de Inteligencia.
La orden de detención genérica había sido firmada por Hermoza el 5 de
abril y fue redactada por Merino Bartet. Hermoza firmó la detención de Gorriti
frente a Montesinos, con la anuencia de Fujimori.
Con poco más de cuarenta años, Gorriti era uno de los periodistas más
importantes del país. Sus informes de investigación habían revelado grandes
casos de narcotráfico —incluyendo el caso Langberg, que generó un quiebre
generacional en el APRA y permitió el rápido ascenso de Alan García a la
secretaría general del partido en 1982— y violaciones a los derechos humanos
cometidas por agentes del Estado.También había escrito un libro sobre Sendero
Luminoso que era consultado por expertos en subversión. No menos importante:
había sido la persona que, en 1983, dio a conocer al país las acciones pasadas de
un exmilitar y oscuro abogado llamado Vladimiro Montesinos.
Con rapidez, los militares le hicieron notar para qué habían ido: lo querían
a él y a su computadora. Lo trasladaron al Cuartel General del Ejército y lo
internaron en un área clandestina y bastante sucia. Gorriti se puso en huelga
de hambre y optó por no dormir. Le pidieron la clave de la computadora. Se
negó a entregarla. Un día después, finalmente decidieron ponerlo en custodia
de Seguridad del Estado, con lo que su secuestro se terminó convirtiendo en
detención y, pocas horas más tarde, en liberación. Intervinieron los buenos
oficios del embajador de España en el Perú y de Aronson, el diplomático esta-
dounidense que aún estaba en Lima.
Mientras se hallaba detenido en Seguridad del Estado, lo llamó el general
Antonio Ketín Vidal, jefe de la Dirección Contra el Terrorismo de la Policía
Nacional del Perú. Le dijo que Montesinos había insistido para que el periodista
fuera acusado por terrorismo y le dio a entender que Fujimori conocía su
detención.
Cuando Gorriti salió en libertad, el 7 de abril de 1992, reseñó que había
sido invitado por militares para dar conferencias sobre su libro Sendero y que,
en ningún momento, nadie le había reprochado por su texto. Con cierta sorna,
se quejó de que no le habían devuelto ni sus pasadores, ni su computadora, ni
su disco duro. «La legitimidad democrática es uno de los bastiones firmes para
tener un principio sólido en la guerra política contra Sendero. Al haberse
autosaboteado, le ha dado una gran arma a Sendero», declaró el periodista en
su domicilio a la prensa nacional y extranjera.

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Fujimori brindó una conferencia de prensa en torno al golpe de Estado


horas más tarde, el 8 de abril. Gorriti acudió y lo confrontó con estas
palabras:
—Quisiera preguntar, ingeniero, ¿con qué derecho se asalta la casa y se
secuestra a un periodista? ¿Con qué derecho se arrebata y se secuestra su com-
putadora, el material y los archivos de años de trabajo? ¿Esa es la forma en la
que se va a tratar a la prensa en general o solo a algunos periodistas que se juzgue
críticos e inconvenientes para el régimen?
El ingeniero, visiblemente incómodo por la pregunta —y por el hecho de
que no lo llamaran presidente—, atinó a responder lo siguiente:
—En el caso suyo, sé que se le ha retenido su computadora y los archivos.
Entiendo que esto está en manos de Seguridad del Estado. Espero que la inves-
tigación culmine lo antes posible, señor Gorriti, y le sea devuelta su computadora
y sus documentos en un plazo menor de siete días. En cuanto a la libertad de
prensa, ha habido un paréntesis en este derecho elemental. Se va a respetar
totalmente, como lo pueden ver en estos momentos.
Nunca le fue devuelta la computadora a Gorriti. De hecho, recién fue
remitida el 14 de abril de 1992 a Seguridad del Estado, según documentación
reconocida por Merino Bartet. Fujimori había mentido61.

Dos días después del golpe de Estado, la revista Caretas captó una imagen
sintomática de los tiempos. Por la puerta lateral de Palacio de Justicia, ubicada
en la calle Miguel Aljovín, se veía a un grupo de personas que estaba sacando
subrepticiamente un conjunto de expedientes judiciales. Las rumas de documentos
eran subidas a una camioneta. Nunca se supo de qué documentos se trataba.
Tampoco se conoció su destino final.
No era lo único que ocurría en el clausurado sistema de justicia. Para el 8
de abril, el gobierno emitió el decreto ley 25423, que cesó a trece vocales
supremos. Posteriormente, el decreto ley 25425 implicó la destitución del fiscal
de la Nación, Pedro Méndez Jurado.
El 23 de abril de 1992, el gobierno dictó el decreto ley 25446, que tenía
dos grandes medidas. Se cesó a 133 magistrados en Lima y Callao de distintas
instancias judiciales y fiscales. Había magistrados destacados entre los despedidos,
como César San Martín Castro, Luis Vargas Valdivia, Avelino Guillén e Inés Tello,
así como otros nombres que durante años fueron ligados al APRA, como César
Vega Vega. Curiosamente, entre la lista, se encontraban personajes que luego
serían funcionales al régimen, como Alejandro Rodríguez Medrano.

61 El arresto de Gorriti es relatado por él mismo en una crónica publicada días más tarde en El País
(http://elpais.com/diario/1992/04/08/internacional/702684001_850215.html).También hemos
consultado el video de la conferencia de prensa que brindó una vez que fue liberado (https://
youtu.be/PxHRnr2yCEU) y el diálogo con Fujimori luego de su arresto (https://youtu.be/
DDk25NInixs). Asimismo, recurrimos a la sentencia contra el exmandatario por este caso.

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Esta norma también creaba una Comisión Evaluadora del Poder Judicial,
integrada por tres vocales de la Corte Suprema de Justicia. Dos de los magistrados
que la integraron, Luis Almenara Bryson y David Ruelas Terrazas, habían sido
designados vocales supremos ese mismo día. El otro vocal supremo integrante
era Luis Serpa Segura, quien presidía la Corte Suprema. De acuerdo con el
Informe de la Comisión Investigadora de la influencia del gobierno fujimorista
en la administración de justicia, Santiago Fujimori, Jaime Yoshiyama y el ministro
de Justicia Fernando Vega Santa Gadea intervinieron directamente en la
depuración y selección de magistrados. La Comisión Evaluadora fue cuestionada
por sus arbitrariedades y, peor aún, se emitió una norma para evitar cualquier
tipo de demanda de amparo por vulneración de derechos.
Así empezaba el control del sistema de justicia62.

A diferencia de lo que había dicho Blacker Miller, la reacción internacional


frente al golpe de Estado no fue favorable. A inicios de la década de los noventa,
estábamos ante una comunidad internacional más proclive a defender los valores
de la democracia y el respeto a los derechos humanos. La Guerra Fría había
terminado y aquellas instituciones enunciadas por Estados Unidos y el mundo
occidental se expandían en buena parte del mundo. Al menos en el papel.
Para el Perú, la situación era más complicada por dos razones internas. El
país recién se estaba reinsertando en la comunidad financiera internacional, por
lo que su credibilidad estaba en pleno proceso de reconstrucción.Y, al mismo
tiempo, en medio de la lucha contra la subversión y el narcotráfico, existían
serias acusaciones de violaciones a los derechos humanos y tolerancia al tráfico
ilícito de drogas contra miembros de las fuerzas del orden.
En la región,Venezuela asumió la actitud más férrea, al romper relaciones
diplomáticas con el gobierno peruano. De hecho, el embajador peruano en
Caracas, el diplomático y excanciller Allan Wagner, decidió asilarse en ese país
junto a su familia. Colombia suspendió relaciones diplomáticas y Argentina
llamó a consulta a su embajador, a modo de protesta. El Perú fue suspendido
en su participación del Grupo de Río, un foro de consulta de los países
latinoamericanos.
Desde las primeras horas de la interrupción del orden constitucional, Mario
Vargas Llosa se pronunció en contra de la medida. El escritor, que residía entre
Madrid y Berlín en 1992, condenó el golpe de Estado. En su columna habitual
en El País, distribuida en diversos países del mundo, el excontendor de Fujimori
señaló que: «Clausurando un Congreso representativo y fabricando uno ad hoc,

62 La intervención en el Poder Judicial y el Ministerio Público inmediatamente después del golpe


de Estado se encuentra en el tomo III del Informe Final de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación (262-264), así como en los textos de de Belaúnde, «Justicia, legalidad y reforma
judicial en el Perú (1990-1997)», incluido en El Perú de Fujimori (1999: 311), y de Dargent (2006:
145). También se consultó a Pease (2003: 287-290, 303-304).

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