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El matadero es publicado recién en 1874 por juan María Gutiérrez en las obras
completas de esteban Echeverría.
En 1835 Asume Don Juan Manuel de Rosas asume como gobernador de la provincia de
buenos aires y asume también como el “vengador de juan facundo Quiroga” que había
sido asesinado en barranca yaco. En 1835 lo que estaba pasando en buenos aires en el
ámbito intelectual era que se había creado en la librería de marcos sastre un salón
literario, este salón literario es quizás nuestra primera generación de intelectuales, de
hombres ligados a la cultura, a la elite cultural, cuya cabeza hegemónica es Esteban
Echeverría que había viajado a Francia y que había vuelto de parís con todas las
últimas novedades de la cultura francesa. En el salón literario se reúnen Echeverría,
juan Bautista Alberdi, José María Gutiérrez, marcos sastre.
El que es realmente agresivo con rosas es esteban Echeverría que había publicado la
cautiva en 1837 escribe un cuento de una inusual brutalidad que recién en 1871 juan
María Gutiérrez en las obras completas de Echeverría habrá de publicar, pero
Echeverría lo escribe entre 1835 y 1840 y el cuento se llama EL MATADERO y trata de
ser un cuento propagandístico, un cuento militante, para herir a la tiranía de rosas que
asi era considerado su gobierno por los unitarios que se habían exiliado en
Montevideo. El texto de Echeverría se cree que va de mano en mano entre amigos
porque no se puede publicar porque es demasiado terrible, quizá por eso Echeverría
cargo tanto las tintas porque era un texto secreto para leer entre exiliados.
El cuento se llama el matadero porque va a ser el matadero de las reses y del unitario,
todo a manos de esta turba salvaje, que es son los hombres que adhieren a Don Juan
Manuel de Rosas, el personaje odiado por los unitarios y especialmente por
Echeverría. Entonces, el unitario es visualizado por los hombres del matadero, aquí ya
se produce un encuentro brutal. Lo ven y ven que es un joven que viene montado en
una cabalgadura de silla inglesa, que para sarmiento en el Facundo va a ser muy
importante, porque sarmiento va a decir que si Lavalle hubiera hecho la campaña de
1840 en silla inglesa la habría ganado, o sea que estos elementos de la cultura europea
son muy valorados por los hombres de la elite cultural de BS. As. De modo que este
joven unitario viene montado en silla iglesia y los del matadero que vienen comandado
por un siniestro personaje que se llama Matasiete, apenas lo ven venir en silla inglesa,
dicen “ahí viene un unitario” notamos la alegría que habrán sentido los del matadero
cuando se les viene un unitario un juego, un tipo con el cual se van a divertir mucho. El
unitario como todo unitario que se enfrenta con la chusma es muy altanero y los
desprecia con sus gestos con sus miradas, que quieren con el cómo se le acercan y hay
un juez en el matadero que lo primero que le pregunta al unitario es lo más visible
para un federal, porque no trae usted la divisa punzo, que era un pedazo de genero
punzo que rosas obligaba a que todo el ,mundo lo llevara como identificación a su
adhesión a su gobierno, el unitario como no adhería a rosas no llevaba la divisa punzo.
Entonces lo que responde el unitario es altamente altanero “eso es para ustedes yo
soy un hombre libre, no la llevo” está diciendo que a mí nadie me obliga a llevar una
divisa punzo porque soy un hombre libre y Matasiete que sabe responder “NOSOTROS
A LOS LIBRES, LA DIVISA PUNZÓ SE LA HACEMOS LLEVAR A LA FUERZA” lo cual es una
contundente respuesta al orgullo de la racionalidad, iluminada oponerle la fuerza
brutal de la barbarie. Esto es lo que plantea Echeverría.
“con un puñal bien templao y afilao que se llama el quita penas le atravesamos las
venas del pescuezo”, observemos que el hallazgo de llamar al puñal el quita penas, es
verdad que un puñal puede ser llamado así ya que una vez que te clavan un puñal en la
garganta se te van todas las penas.
“larga sangre la víctima, que es un gusto (al mazorquero le encanta que largue sangre)
y del gusto comienza a revolver los ojos del susto”
“de ahí se le cortan las orejas, barba, patilla y cejas (los unitarios llevaban patilla) y
pelao lo dejamos arrumbao a que engorde algún carancho o chancho” hay que admitir
que este texto de Hilario Ascasubi es horroroso porque pensar que a este personaje lo
tiran a los chanchos es la descripción de una crueldad inimaginable. La refalosa está
escrita con tanta habilidad por Ascasubi que en realidad sentimos que nos habla un
degollador de la mazorca porque describe con tanta precisión con tanta habilidad, con
tanta crueldad con tanto gusto y placer esa masacre esa tortura a la que se somete al
unitario que solamente un cruel mazorquero puede matar así. Y ahí es que nos
preguntamos que si este hombre mata así como lo mataríamos cuando llegue la hora
de la venganza
Narratario: Mediante pasajes que lo implican sin nombrarlo directamente, con el uso de
un “nosotros” inclusivo: nuestros prototipos (ibid.) nuestros beatos abuelos (p. 72),
nuestro país (p. 75).
Oíanse a menudo, a pesar del veto del Restaurador y de la santidad del día, palabras
inmundas y obscenas, vociferaciones preñadas de todo el cinismo bestial que
caracteriza a la chusma de nuestros mataderos, con las cuales no quiero regalar a los
lectores. (ibid., p. 70, las negritas son nuestras).
En este ejemplo podemos ver que la ironía alude a una crítica social, es decir, hace
referencia a que a los habitantes de Buenos Aires “le gusta” someterse u obedecer
órdenes o reglas sin sentido como es la abstinencia a la carne en cuaresma. El narrador
se apropia de la voz de un enunciador ingenuo e inocente, que sería aquel que está a
favor de los federales y les conciben la cualidad de “buenos” y “católicos”.
El primer novillo que se mató fue todo entero de regalo al Restaurador, hombre muy
amigo del asado. Una comisión de carniceros marchó a ofrecérselo a nombre de los
federales del matadero, manifestándole in voce su agradecimiento por la acertada
providencia del gobierno, su adhesión ilimitada al Restaurador y su odio entrañable a los
salvajes unitarios, enemigos de Dios y de los hombres.”(ibid.. p. 72, negritas nuestras)
Aquí, las voces ingenuas son extraídas nuevamente de aquellos que creen en el
federalismo como bueno, ya que manejan una concepción antagónica de sus enemigos,
los unitarios. Así, se les atribuye a estos las cualidades de salvajes y enemigos, aunque
este no sea el parecer del narrador, es decir del enunciatario irónico. Este discurso
irónico se repite en numerosas veces, especialmente para exaltar las supuestas virtudes
de los federales, y execrar a los unitarios:“Las pobres mujeres salían sin aliento,
anonadadas del templo, echando, como era natural, la culpa de aquella calamidad a los
unitarios.”(p. 103, negritas nuestras). La marca en negrita es de una frase como
subjetivema, pues esta indica que todas las culpas y los males vienen siempre de los
opositores, unitarios.
Es el día del juicio, decían, el fin del mundo está por venir. La cólera divina rebosando
se derrama en inundación. ¡Ay de vosotros, pecadores! ¡Ay de vosotros unitarios impíos
que os mofáis de la Iglesia, de los santos, y no escucháis con veneración la palabra de
los ungidos del Señor! ¡Ah de vosotros si no imploráis misericordia al pie de los
altares!” (ibid., pp. 70-71)
Cita directa de los personajes del matadero. Hay una unificación de todas las voces
en un solo diálogo: “—Chica, pero gorda —exclamaban—. ¡Viva la Federación!
¡Viva el Restaurador!”(ibid., p. 72).
Cita directa con el uso de comillas en vez de diálogo, para referirse a los letreros que
colgaban de la cintura del Juez del matadero: “ya no resaltar sobre su blanca pintura
los siguientes letreros rojos: ‘Viva la Federación’, ‘Viva el Restaurador y la heroína
doña Encarnación Ezcurra’, ‘Mueran los salvajes unitarios’ ”(ibid., p. 73).
SEGUNDA PARTE
Algunos médicos opinaron que si la carencia de carne continuaba, medio pueblo caería
en síncope por estar los estómagos acostumbrados a su corroborante jugo; y era de notar
el contraste entre estos tristes pronósticos de la ciencia y los anatemas lanzados desde el
púlpito por los reverendos padres […] Se originó de aquí una especie de guerra
intestina entre los estómagos y las conciencias […] bien informado, [el Restaurador]
promulgó un decreto tranquilizador de las conciencias y de los estómagos […] (ibid.,
pp. 71-72, las negritas son nuestras).
Frente a la delicada y bella imagen del unitario está la rústica y fiera imagen del
carnicero, ambas figuras tanto estética como políticamente opuestas. Se trata de la
dicotomía ferocidad vs. delicadeza, ya mencionada por Jitrik.
Ejemplo de dicotomía animalidad vs. dignidad:
Para cerrar este rasgo romántico citamos unos ejemplos que pueden implicar la
dicotomía animalidad vs. dignidad. Para ello recurrimos a dos fragmentos distintos: el
primero en el que el narrador hace un comentario valorativo sobre el ataque de los
federales al unitario: “Qué nobleza de alma! ¡Qué bravura en los federales!, siempre en
pandilla cayendo como buitres sobre la víctima inerte” (ibid., p. 78); y el segundo
fragmento perteneciente al diálogo entre el unitarioy sus captores los federales, cuando
éstos le preguntan por qué no está vestido a la moda rosista ni lleva las insignias del
federalismo:
Para el tratamiento del “color local” citaremos un ejemplo para los temas
locales, otra cita para las costumbres, y unas últimas para los tipos característicos.
a) En el tema local: si bien todo el tratamiento que Echeverría le da al
matadero es en sí el abordaje un tema local, optamos, sólo para ejemplificar, por el
caso de la refalosa que, además de ser una danza y un texto de Ascasubi, era una
forma de ejecución aplicada por la Mazorca a los untarios y opositores del rosismo.
En el cuento, los carniceros del matadero amenazan al unitario con aplicarle la
refalosa:
Acullá se veían acurrucadas en hilera cuatrocientas negras destejiendo sobre las faldas
el ovillo y arrancando uno a uno los sebitos que el avaro cuchillo del carnicero había
dejado en la tripa como rezagados, al paso que otras vaciaban panzas y vejigas y las
henchían de aire de sus pulmones para depositar en ellas, luego de secas, la achura.
(ibid., p. 74)
—¿Tiemblas?
—le dijo el juez.
—De rabia, porque no puedo sofocarte entre mis brazos.
—¿Tendrías fuerza y valor para eso?
—Tengo de sobra voluntad y coraje para ti, infame. (ibid., p. 79)
El recurso retórico predilecto del escritor argentino pareciera ser la ironía, elemento
recurrente a lo largo del discurso. Así, por ejemplo, en la cita de abajo, podemos
observar el empleo de la exclamación retórica como recurso para reforzar la ironía que
subyace en el enunciado:“¡Qué nobleza de alma! ¡Qué bravura en los federales!
Siempre en pandilla cayendo como buitres sobre la víctima inerte” (Ibíd., p. 78). La
aparente afirmación positiva “¡Qué nobleza de alma! ¡Qué bravura en los federales!”
esconde, en realidad, una dura crítica al modo de actuar de los federales, hecho que se
evidencia más adelante, cuando los compara con buitres a fin de remarcar la cobardía
que demuestran al atacar a una víctima que no está en igualdad de condiciones, sino
“inerte”.
Otro rasgo romántico que aparece en la obra de Echeverría es el deseo de retratar el
color local de donde está ambientada la misma, lo que lleva al autor a intentar
reproducir, lo más fidedigno posible, el modo de hablar típico de los sectores rurales de
la sociedad:
—¡Che!, negra bruja, salí de aquí antes que te pegue un tajo —exclamaba el
carnicero.
—¿Qué le hago, ño Juan? ¡No sea malo! Yo no quiero sino la panza y las tripas. —
Son para esa bruja: a la m… (Ibíd., p. 74).
Vemos cómo los hablantes pertenecientes a la clase rural de la ciudad de Buenos
Aires recurrían, por ejemplo, al americanismo “ño”, la interjección rioplatense “che”,
el voseo verbal en imperativo “salí”. También aparece el uso de refranes como por
ejemplo “—Mal haya el tropero que nos da gato por liebre” (Ibíd., p.75), recurso
lingüístico típico del sector popular.
“—Sí, la fuerza y la violencia bestial. Ésas son vuestras armas, infames. El lobo, el
tigre, la pantera también son fuertes como vosotros. Deberíais andar como ellas en
cuatro patas” (Ibíd., p.80). El fragmento extraído demuestra el juego de lectos que
introduce Echeverría, como una forma de diferenciar dos grupos sociales, otorgando
más prestigio a uno en detrimento del otro. Así, mientras que el grupo heterogéneo
reunido en el matadero, conformado por criollos, mulatos, mestizos y esclavos de la
época evidencian registros del habla local rioplatense, el joven unitario emplea las
formas verbales propias del español estándar de España, hecho que se evidencia en el
uso del pronombre posesivo de segunda persona plural “vuestras” y el pronombre
“vosotros” en concordancia con el verbo de la segunda persona del plural “Deberíais”.
La subjetividad del narrador se evidencia explícitamente en varias oportunidades,
una de ellas corresponde a la cita presentada a continuación, donde el mismo interrumpe
la narración de los hechos acontecidos dentro del matadero, hecho que podemos
identificar gracias al uso de la primera persona en el verbo “quiero”, para comunicarle
al narratario, explicitado por medio de la frase “los lectores”, su desagrado hacia la
“chusma” que asiste a dicho establecimiento.
Oíanse a menudo, a pesar del veto del Restaurador y de la santidad del día,
palabras inmundas y obscenas, vociferaciones preñadas de todo el cinismo
bestial que caracteriza a la chusma de nuestros mataderos, con las cuales no
quiero regalar a los lectores (Ibíd., p. 74).
La forma en que está estructurado el cuento también se corresponde con la tradición
romántica y lo notamos en la descripción abundante y minuciosa del escenario en el
que se van a desarrollar los acontecimientos.
El matadero de la Convalecencia o del Alto, sito en las quintas al sur de la
ciudad, es una gran playa en forma rectangular colocada al extremo de dos
calles, una de las cuales allí se termina y la otra se prolonga hacia el este.
(…)
La perspectiva del matadero a la distancia era grotesca, llena de animación.
Cuarenta y nueve reses estaban tendidas sobre sus cueros y cerca de doscientas
personas hollaban aquel suelo de lodo regado con la sangre de sus arterias. En
torno de cada res resaltaba un grupo de figuras humanas de tez y raza distintas
(Ibíd., p. 73).
La cita expuesta arriba, ejemplifica, la atención al detalle que Echeverría demuestra a
la hora de recrear la escena en la que transcurren los acontecimientos. Este escenario en
palabras del narrador, “grotesco”, repleto de alimañeras, sangre y suciedad, se
corresponde con la descripción del tipo de personajes que en él participan individuos
violentos, desagradables, salvajes y estéticamente “feos”: “A sus espaldas se rebullían
caracoleando y siguiendo los movimientos una comparsa de muchachos, de negras y
mulatas achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las harpías de la fábula (…)” (Ibíd., p.
73).
Alguna tía vieja salía furiosa en persecución de un muchacho que le había
embadurnado el rostro con sangre, y acudiendo a sus gritos y puteadas los
compañeros del rapaz la rodeaban y azuzaban como los perros al toro y llovían
sobre ella zoquetes de carne, bolas de estiércol, con groseras carcajadas y gritos
frecuentes (…) (Ibíd., pp. 74-75).
La escena, en cierto modo macabra, repleta de vísceras y sangre de animal, muestra
violencia ejercida tanto por participantes del evento como por los animales que allí
esperan su oportunidad por conseguir alimento, crea una imagen general de caos, como
si Echeverría hubiese intentado comparar al matadero con un infierno donde se reúne
todo lo malvado y ruin de la ciudad.
Hacia otra parte, entretanto, dos africanas llevaban arrastrando las entrañas de
un animal; allá una mulata se alejaba con un ovillo de tripas y resbalando de
repente sobre un charco de sangre caía a plomo, cubriendo con su cuerpo la
codiciada presa (Ibíd., 74).
Jitrik (1980) afirma que la obra es moderna para la época que la vio nacer y, al
mismo tiempo, presenta caracteres propios de su tiempo, a saber: ser, por un lado, “el
producto de una mentalidad romántica, y afirmar en consecuencia un sentido de la vida
romántico” (Jitrik, 1980, p. 259) y, por otro, un relato de costumbres contemporáneas.
Jitrik (1980) concluye que en el cuento de Echeverría lo realista se introduce es un
marco romántico en donde el material del relato está conformado por una base de
observación local argentina y americana, donde vemos el tono costumbrista, y a la vez,
un sector de la realidad idealizado, medido según pautas europeas.
El autor explica, que el rasgo costumbrista se evidencia, sobre todo, al principio del
relato, cuando Echeverría construye el escenario donde va desarrollarse la acción y a los
partícipes de ésta.
Los abastecedores, por otra parte, buenos federales, y por lo mismo buenos
católicos, sabiendo que el pueblo de Buenos Aires atesora una docilidad singular
para someterse a toda especie de mandamiento, sólo traen en días cuaresmales al
matadero los novillos necesarios para el sustento de los niños y de los enfermos
dispensados de la abstinencia por la bula, y no con el ánimo de que se harten
algunos herejotes, que no faltan, dispuestos siempre a violar los mandamientos
carnificinos de la Iglesia, y a contaminar la sociedad con el mal ejemplo (Ibíd.,
p.70).
Como se explicó al principio, esta descripción de la realidad está valorada desde una
óptica marcadamente subjetiva que evalúa lo acontecido en función de criterios
europeos, y tomando partido por una parcela de la sociedad correspondiente a los
unitarios.
La narración del punto máximo de tensión de la obra correspondiente al
enfrentamiento desencadenado entre el joven unitario y el grupo de federales demuestra
lo que Jitrik(1980) denomina “deslizamiento hacia la toma de partido”, en donde el
narrador se posiciona claramente a favor del bando unitario, describiendo a los federales
como una gran masa enemiga que ataca “cobardemente” al aprovecharse de su situación
desventajosa del joven al tener que lidiar solo contra ellos: “Dos hombres le asieron,
uno de la ligadura del brazo, otro de la cabeza y en un minuto cortáronle la patilla que
poblaba toda su barba por bajo, con risa estrepitosa de sus espectadores” (Ibíd., p.79).
El ámbito unitario es idealizado, utópico, apreciado como un mundo que reúne lo todo
lo bello y elevado, en contraposición con el despreciable, inhumano, vigoroso y salvaje
lado federal.