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ACTIVIDAD 2:
Apenas él amaba su cuerpo, a ella se le estremecía el alma y caían en gotas, en salvajes
esferas, en sustancias exasperantes. Cada vez que él procuraba relamer sus piernas, se
enredaba en un gemido quejumbroso y tenía que contenerse de cara al orgasmo,
sintiendo como poco a poco las rodillas se separaban, se iban correspondiendo,
relacionando, hasta quedar tendido como el agua del mar a la que se le han dejado
caer unas paladas del barco. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un
momento dado ella se mojaba los labios, consintiendo en que él aproximara
suavemente su virilidad. Apenas se revolcaban, algo como un escorpión los asustaba,
los estremecían y susurraban, de pronto era el final, las estrofas brotaban de las
métricas, el jadeo bullicioso del orgasmo, los esfuerzos del muchacho en una
sobrehumana agonía. ¡Acabé! ¡Acabé! sudorosos en la cima del mundo, se sentían
mal, perdidos y mareados. Temblaba la tierra, se vencían las piernas y todo se resolvía
en una profunda paz, en besos de muchísimas horas, en caricias casi crueles que los
transportaban hasta el límite de las palabras.