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La “implosión” del social-comunismo en la URSS y en la Europa del Este, viene a ser uno de los
acontecimientos más trascendentales y esperanzadores del siglo XX. Esta Revolución de 1989-90
es, sin lugar a dudas, un “momento revolucionario” de la Historia. Una característica notable de
este tipo de acontecimientos, es que actúan como catalizador de las momentáneamente perdidas
virtudes humanas, como respondiendo al “Principio del ritmo”: todo fluye y refluye; todo tiene sus
períodos de avance y retroceso, o en términos más familiares, una expresión de la Tercera Ley de
Newton: Si un cuerpo actúa sobre otro con una fuerza (acción), éste reacciona contra aquel con
otra fuerza de igual magnitud y dirección, pero en sentido contrario.
El colapso de este tipo de regímenes criminales, (que jamás reconoceré como una “ideología
política” que aún bajo las diferencias, merece respeto y consideración en el “concierto de las
ideas”) es tan imprevisto, que un ferviente revolucionario de primera fila (como Gorbachov), al
cabo de pocos meses termina por convertirse en un confeso reaccionario contra aquello por lo
que habría dado su propia vida. Aunque esto último en un sentido muy metafórico, bien conocida
es la capacidad de los comunistas de arrojar al altar del sacrificio patriótico y revolucionario las
vidas de otros, sean camaradas o contrarrevolucionarios, pero nunca las suyas propias.
En lo que a Venezuela nos ocupa, en lo particular, me aparto del pesimismo reinante basado en
la muy difundida y siniestra afirmación de que cuando un país cae en la tragedia del comunismo,
se pierde para siempre en una especie de hoyo negro de la historia y difícilmente pueda encontrar
el camino de vuelta a casa, esto es, a la civilización. Pero la Revolución de 1989 demuestra que
Orwell estaba equivocado: la hoz y el martillo dejará de golpear el rostro de Venezuela, porque el
espíritu de libertad arde con tanta fuerza en nuestro pecho que ningún lavado de cerebro, ningún
totalitarismo pueden apagarlo para siempre. La libertad es energía potencial cuando está
contenida y energía cinética cuando se desborda.
Ya hemos pagado los venezolanos un alto precio por la ausencia de libertad como para aspirar
obtenerla a medias a favor de los intereses mezquinos de un sector de la clase política “opositora”,
de la que algunos de sus exponentes visibles, sin vergüenza alguna se declaran
“ORGULLOSAMENTE SOCIALISTAS” difundiendo la idea de que el chavismo no es socialismo
“porque el verdadero socialismo, es maravilloso, de inconmensurable sentimiento altruista,
humanista y resume dentro de sí, los más elevados principios humanistas”. Cínicos indolentes,
operarios de la ignorancia, soldados del pillaje a quienes la carga de la evidencia histórica,
científica y en particular la , evidencia venezolana parece no persuadirlos de su soberbia partidista
y sus bajos instintos para, en su momento, aprovechar el sistema de gobierno intervencionista
para hacer fortuna con tráfico de influencias, sobornos, auto asignación de contratos públicos,
amiguismo, partidismo, nepotismo, la política del privilegio y todos esos vicios que el chavismo no
inventó, sólo elevó a su máxima potencia posible.
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