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Es evidente que cuando el Libertador Simón Bolívar aseveraba que "Los Estados
Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria
en nombre de la libertad", se refería más que al entorno geopolítico a la
representación que ya evidenciaba este país con respecto a su fase imperialista,
de militarismo desenfrenado, de concurrencia para conquistar las áreas no
capitalistas que pudieran surgir en el planeta, empezaba ya a vislumbrarse que el
desastre al que el capitalismo llevaría a la humanidad no sería una simple
depresión económica de grandes proporciones, sino una gigantesca catástrofe
militar: una guerra generalizada.
(Engels, 1887) predecía: “Ya no es posible para Prusia-Alemania, más guerra que
una guerra mundial. Una guerra mundial, por supuesto, de una extensión y una
violencia inimaginables. De ocho a diez millones de soldados serán masacrados
uno tras otro, devorando así toda Europa hasta arrasarla como ninguna plaga de
langostas la haya arrasado antes. Las devastaciones de la Guerra de los Treinta
años pero comprimidas en tres o cuatro años y extendida al conjunto del
continente: las hambrunas, las plagas, el hundimiento general en la barbarie tanto
de los ejércitos como de las poblaciones, el caos sin remisión de nuestro artificial
sistema comercial, industrial y financiero, lo que desembocará en una bancarrota
generalizada; el colapso de todos los Estados y de sus tradicionales élites
intelectuales hasta el extremo que las coronas rodaran y no habrá nadie para
recogerlas. Resulta por completo imposible prever como acabará todo esto y quien
saldrá vencedor de esta lucha. Únicamente un resultado es absolutamente cierto:
el hundimiento generalizado y el establecimiento de las condiciones para la
victoria final de la clase obrera.
En el ejemplo del caso Venezuela las masas complejas han sido capaces de
realizar proezas nunca antes vistas, frenando o entorpeciendo los constantes
ataques del capital a través de sus órganos políticos, económicos y militares. Pero
no porque estuvieran “infectadas” por alguna perspectiva milenarista, ni
“seducidas” por una especie de maquiavélicos manipuladores, sino porque a
través de la práctica de sus propias luchas, de sus debates y discusiones propios,
llegaron a comprender que las consignas y el programa de los revolucionarios se
correspondían plenamente con sus propios intereses y necesidades.
Sin embargo la teoría revolucionaria es importante ya que esta gana a las masas y
se convierte en una fuerza que hace más urgente y decisiva su clarificación y
difusión. Es por ello que “El estado y la revolución” como continuidad del
pensamiento de Marx y Engels, se puede presentar como la defensa de la
tradición marxista frente la vorágine de preceptos neo socialistas, que pretendían
justificar la existencia del estado como creación natural de autocontrol social de
clases.
Lenin en esta obra a pesar de todas las debilidades que se le puedan atribuir,
dirime muchas de las contradicciones que se reflejaban en las interpretaciones de
las obras de Marx y Engels. Dejando claro que la clase dominadora dentro del
espectro capitalista hace su trabajo, y cada vez es más efectiva. El dilema del
proletariado es ser más eficiente, eficaz y efectivo que ellos o destruirlos.
Isidro Mejias.
C.I.: 5589761