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Basándose en el materialismo histórico se llega a la conclusión de que el

capitalismo ha alcanzado una fase en la que sus relaciones de producción, en vez


de condiciones para el desarrollo de las fuerzas productivas constituye una
auténtica traba que ha trasegado la crisis a la sociedad, abriendo así una época
de revolución social.

La crisis histórica en que se encuentra sumida la sociedad capitalista está


evidenciando la necesidad de un viraje general hacia alternativas viables de
organización económica. No se trata una depresión económica coyuntural, es un
debacle de mayor amplitud y de carácter irreversible.

Y es que ya desde el Manifiesto comunista, se infería cuál era el dilema


fundamental al que se enfrentaba la humanidad: socialismo o hundimiento en la
barbarie; acaecimiento de una forma más elevada de asociación humana o
desencadenamiento de todas las características destructivas capitalistas, es eso
que el Manifiesto llama “la ruina recíproca de las clases en conflicto”.

Es evidente que cuando el Libertador Simón Bolívar aseveraba que "Los Estados
Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria
en nombre de la libertad", se refería más que al entorno geopolítico a la
representación que ya evidenciaba este país con respecto a su fase imperialista,
de militarismo desenfrenado, de concurrencia para conquistar las áreas no
capitalistas que pudieran surgir en el planeta, empezaba ya a vislumbrarse que el
desastre al que el capitalismo llevaría a la humanidad no sería una simple
depresión económica de grandes proporciones, sino una gigantesca catástrofe
militar: una guerra generalizada.

(Engels, 1887) predecía: “Ya no es posible para Prusia-Alemania, más guerra que
una guerra mundial. Una guerra mundial, por supuesto, de una extensión y una
violencia inimaginables. De ocho a diez millones de soldados serán masacrados
uno tras otro, devorando así toda Europa hasta arrasarla como ninguna plaga de
langostas la haya arrasado antes. Las devastaciones de la Guerra de los Treinta
años pero comprimidas en tres o cuatro años y extendida al conjunto del
continente: las hambrunas, las plagas, el hundimiento general en la barbarie tanto
de los ejércitos como de las poblaciones, el caos sin remisión de nuestro artificial
sistema comercial, industrial y financiero, lo que desembocará en una bancarrota
generalizada; el colapso de todos los Estados y de sus tradicionales élites
intelectuales hasta el extremo que las coronas rodaran y no habrá nadie para
recogerlas. Resulta por completo imposible prever como acabará todo esto y quien
saldrá vencedor de esta lucha. Únicamente un resultado es absolutamente cierto:
el hundimiento generalizado y el establecimiento de las condiciones para la
victoria final de la clase obrera.

No hay otra perspectiva. El sistema de sobrepuja mutua en el armamentismo,


llevado a sus extremos, acaba final e inevitablemente en tales resultados. Esto,
señores, príncipes y hombres de Estado, es lo que vuestra sabiduría ha traído a la
vieja Europa. Y lo único que os queda por hacer es inaugurar la última danza de la
guerra, lo que a la larga nos vendrá bien. Puede que la guerra nos lleve,
temporalmente, a las tinieblas; puede que nos arranque posiciones ya
conquistadas. Pero una vez que hayáis desencadenado fuerzas que vosotros
mismos ya no sois capaces de controlar, la situación se os escapará de las
manos; y al final de la tragedia os encontraréis arruinados y la victoria del
proletariado estará ya alcanzada o será prácticamente inevitable”.

Como se puede percibir, es una visión apocalíptica de Engels sobre un futuro


cercano al tiempo histórico en el que él vivía; la primera guerra mundial en 1914,
que confirmó los aspectos de la disyuntiva histórica: la decadencia del capitalismo
y su hundimiento en la recesión y el posterior torbellino revolucionario mundial, y
como; al igual que fue señalado en el Manifiesto del Primer congreso de la
Internacional comunista, el derrumbe interior del capitalismo es también la época
de la revolución proletaria; y que la clase obrera es la única fuerza social que
puede acabar con el capitalismo, permitiendo el surgimiento de un nuevo orden
social.

Haciendo un paralelismo con las terribles penurias ocasionadas por la guerra


imperialista y la desintegración del régimen zarista que desencadenaron en una
auténtica tormenta en el seno de la sociedad rusa, hoy día se presentan; salvando
las actualizaciones tecnológicas y contextualizaciones geohiostóricas, símiles con
los procesos que avanzan, ya no solo a nivel local sino mundial y que prevén la
desintegración del orden neo liberal internacional con el surgimiento de las
revueltas de campesinos y obreros, no solo como anarquismo desenfrenado, sino
como fuerza organizada basada en formación ideológica estructurada y con la
direccionalidad de líderes capaces de crear nuevos órganos revolucionarios de
lucha que eleven la conciencia política.

En el ejemplo del caso Venezuela las masas complejas han sido capaces de
realizar proezas nunca antes vistas, frenando o entorpeciendo los constantes
ataques del capital a través de sus órganos políticos, económicos y militares. Pero
no porque estuvieran “infectadas” por alguna perspectiva milenarista, ni
“seducidas” por una especie de maquiavélicos manipuladores, sino porque a
través de la práctica de sus propias luchas, de sus debates y discusiones propios,
llegaron a comprender que las consignas y el programa de los revolucionarios se
correspondían plenamente con sus propios intereses y necesidades.

Es así como se asume la apertura efectiva de la época de la revolución proletaria


emprendiendo una revolución de la mano de un gran líder, tomando el poder
político en un país, y desafiando al orden burgués en todo el planeta. Al igual que
“el bolchevismo”, en la época de los soviets, de las revueltas contra la máquina de
guerra imperialista, se hacen caer muchas “testas coronadas” y se siembra la
angustia entre las clases explotadoras en todas partes.

Y es ineludible preguntarse. Y qué pasó. Por qué la profecía de Engels (que la


barbarie de la guerra aseguraría la victoria del proletariado) no se cumplió. La
respuesta: se equivocó. Hoy sabemos, que no, que la clase dominante no se
quedó de brazos cruzados esperando que la naturaleza humana filtrara los
ímpetus de cambio revolucionario y acabara aplacándolos, sino que para expulsar
el espectro de la revolución mundial ubicaron y combinaron, todas sus fuerzas
contrarrevolucionarias creando estrategias de penetración y mimetización con las
fuerzas del liberalismo y la socialdemocracia, como la encarnación de una
alternativa mucho más racional y realizable que organizó un proceso sistemático
de eliminación de los lideres revolucionarios, provocando y adecuando las
cualidades necesarias para una intervención militar en contra la República de los
soviets.

Pareciese que no ha pasado el tiempo, la comparación de los acontecimientos


actuales con los ya descritos, denotan un guión geo contextualizado con otros
actores pero con las misma puesta en escena.

Los científicos, físicos cuánticos y matemáticos actuales han reconocido que no es


posible estudiar la realidad desde fuera, que la observación influye en el proceso
mismo que se está observando. La ciencia marxista no puede ser definida como
neutra, por su característica dialéctica toma partido como fuerza aceleradora y
transformadora del proceso social. Los burgueses reivindican imparcialidad y
neutralidad, las variables sociales fuertemente controladas (método científico), con
una observación exógena pero que materializa una descripción enmascarada por
intereses partidistas, cuando comentan la realidad social.

La experiencia de la Comuna de París en 1871 permitió a Marx y Engels concluir


que el proletariado no podía simplemente adueñarse del viejo Estado burgués,
sino que debía destruirlo y sustituirlo con nuevos órganos de poder. Este punto es
el asentamiento de la polémica Kautskiana que relegó por décadas todo lo
aprendido de esta experiencia con nostálgicos experimentos de parlamentarismo y
legalismo, que abonaron el reformismo dentro del partido y los sindicatos,
abandonando los puntos de vista revolucionarios de Marx y Engels.

Tanto Kautsky como Bernstein consiguieron convertir la teorización parlamentaria


en un camino pacífico y “democrático” a la revolución. Es únicamente la fusión de
las posiciones de la izquierda de la IIª Internacional con amplios movimientos de
masas que permitió al proletariado superar el olvido de sus propios logros.

Sin embargo la teoría revolucionaria es importante ya que esta gana a las masas y
se convierte en una fuerza que hace más urgente y decisiva su clarificación y
difusión. Es por ello que “El estado y la revolución” como continuidad del
pensamiento de Marx y Engels, se puede presentar como la defensa de la
tradición marxista frente la vorágine de preceptos neo socialistas, que pretendían
justificar la existencia del estado como creación natural de autocontrol social de
clases.

Entonces el estado no es el problema, es la existencia de clases sociales, sin las


cuales no habría necesidad de un ente regulador, que es utilizado tanto en
beneficio de los explotados como en defensa de los privilegios de los
explotadores.

Y es que la introducción del estado en la fórmula es la castración del marxismo.


La concepción del estado social y popular de derecho, no es otra cosa que la
mayor aberración anti natura del comunismo ya que por su concepción
dominadora, no tiene sentido poseer un ente regulador de status cuando solo
existe uno: la igualdad.

Lenin en esta obra a pesar de todas las debilidades que se le puedan atribuir,
dirime muchas de las contradicciones que se reflejaban en las interpretaciones de
las obras de Marx y Engels. Dejando claro que la clase dominadora dentro del
espectro capitalista hace su trabajo, y cada vez es más efectiva. El dilema del
proletariado es ser más eficiente, eficaz y efectivo que ellos o destruirlos.

Isidro Mejias.

C.I.: 5589761

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