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EL SOL Y EL ESTE

Osvaldo Fernandez Santos

A la memoria de Silvia Bleichmar

El sol sale por el este. Felices los niños, esos perversos polimorfos, que en el Nombre
del Padre son protegidos de las madres alienadoras. Ya no le creemos a nuestras neuróticas, la
denuncia de la denuncia de abuso sexual, se plasma en una Ciudad Feliz en la que Dios cuida
hasta de los pequeños por nacer.
En una inversión de Babel, cuando se develan crueldades sexuales (las cuales no se
velan pero se niegan) que denuncian miserias y fundamentos del poder, diferentes lenguas parecen
articularse o ser unificadas en la "cultura represora". Si bien la polisemia del lenguaje permite
juegos infinitos e interpretaciones libres, que aportan como guión teórico al servicio de la
desmentida; la materialidad de la realidad y el devenir histórico son cercables desde un
pensamiento crítico y la implicación con el sufrimiento humano, en el caso que nos compete, el
padecimiento infantil.
"Perseo se envolvía en un manto de niebla para perseguir a los monstruos. Nosotros nos
tapamos con nuestro embozo de niebla los oídos y los ojos para no ver ni oír las monstruosidades
y poder negarlas". Si bien el enunciado de Marx se refería a la explotación del hombre por el
hombre, esencia del capitalismo, es abductivamente aplicable al sometimiento sexual del niño/a por
parte de un adulto, potencialidad de la crueldad humana. La idea de un "abuso sexual infantil"
es de por sí estremecedora, conlleva pensar en la factibilidad de lo impensable, en un adulto
sometiendo sexualmente a un niño por medio de la asimetría de poderes y saberes que anula toda
pretensión de interacción, resulta abyecto, inconcebible, con esfuerzo puede admitirse como
poco probable. Sin embargo, por un lado, las reducciones sexuales de niñas y niños, son tan
frecuentes que no permiten ser presentadas como excepciones a la norma, alcanzando en ocasiones
grados asombrosos de tolerancia; y por el otro, el enunciado "abuso sexual infantil" porta un
sesgo tranquilizador, no solo por la mediación que es inherente al lenguaje frente al acto (en
este caso perverso), sino porque encubre al incesto.
El incesto paterno-filial es la forma preponderante de violencia sexual perpetrada
contra niñas y niños. Lo familiar se torna repentinamente desconcertante, terrorífico,
emergiendo lo siniestro. A su vez, lo extraño deviene familiar, porque dentro del seno parental,
el sometimiento sexual perdura en el tiempo, duplicando la escala de lo horroroso. Ante lo
siniestro, el mecanismo defensivo socialmente dominante, es la negación: tomar noticia pero no
conciencia; cumpliéndose la singular formulación freudiana de que algo puede ser manifiesto sin
por ello ser consciente.
La línea que separa el abuso del amor tierno y el respeto por los niños es significada
interesadamente como delgada, pero es nítida e inconfundible. El abusador se apropia del cuerpo
y la subjetividad del niño/a como un instrumento para su goce, para la satisfacción de su deseo
sexual que lo tiene por objeto, el adulto no abusador no. La disociación del abusador, contribuye
entre otros determinantes a negar la realidad intolerable.

En la Prehistoria del Psicoanálisis, pero También en el Psicoanálisis:


Freud en los orígenes del psicoanálisis(1), en la prehistoria psicoanalítica, escuchando
(instituyente clínico, por entonces novedoso y hoy deseable) a las histéricas (cabe aclarar, adultas),
toma conciencia, no solo noticia de los abusos sexuales infantiles y de los incestos paternos
filiales. Los mismos aparecían con tal frecuencia en los relatos de sus pacientes, que lo llevan a
pensar que se hallaban en la etiología de las neurosis. En ese período originario (en la doble
acepción de primero y fundamento) de lo que más tarde se transformaría en un componente del
método de investigación científica que procura capturar las complejidades del psiquismo humano

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y su posible universalización a partir de la “psicopatología”; desarrolla la teoría de la seducción
infantil, según la cual, en la etiología de las neurosis se hallaban una o varias escenas de
seducción por parte de un adulto sobre un niño sin respondiente psíquico ni físico para tal intrusión,
que a posteriori, cuando el sujeto ampliaba sus posibilidades de significación, ante la vivencia de
una nueva escena que entraba en resonancia asociativa con la(s) primera(s), esta(s) adquiría(n)
eficacia traumática por après-coup.
Durante el desarrollo de las investigaciones de esa época, Freud mantenía un intenso
intercambio epistolar con Fliess, a quien iba trasmitiendo sus descubrimientos, impresiones, ideas
y estados de ánimo “en bruto”, hoy diríamos “on line”. En la carta que le envía el 21 de septiembre
de 1897 figura la celebre frase “ya no le creo a mis neuróticas”, que fue interpretada por el
psicoanalismo y la sociedad de las almas puras, como una desestimación de los abusos sexuales
infantiles, lectura que se inscribió en el imaginario psicoanalítico y en el de sus detractores, sirios y
troyanos brindaron unidos por el final del incesto. Sin embargo, en el texto de esa misma carta,
Freud daba la pista que el cuestionamiento principal estaba dirigido a los límites de su explicación
teórica: “... la asombrosa circunstancia de que todos los casos obligan a atribuir actos perversos al
padre..., y la comprobación de la inesperada frecuencia de la histeria, en la que siempre se cumple
dicha condición, siendo en realidad poco probable que los actos perversos cometidos contra niños
posean semejante carácter general...” (2). No obstante dicha deducción, atravesada por los casos
que falseaban la hipótesis en ciernes (neurosis sin abusos), a Freud le costaba desprenderse de su
tesis principal, porque la casuística a dominancia la sostenía, y en las tres cartas siguientes a Fliess
retoma la teoría de la seducción infantil por parte de un adulto en la génesis de las neurosis, al
punto de incluir un recuerdo personal surgido de su autoanálisis acerca de una seducción padecida
durante los primeros años de vida por parte de una niñera.
A partir de las “excepciones” que cuestionan su tesis, Freud no toma el atajo de
considerarlas la confirmación de la regla, y en busca de una explicación universal para las neurosis,
inicia el recorrido, de lo que luego se conocerá como la teoría (discutible e insuficiente) de las
fantasías. No obstante, procura nuevos fundamentos para sostener la raíz vivencial de las fantasías,
recurriendo a la filogénesis, a la biología y la seducción precoz de los cuidados “autoconservativos”
maternos. Más allá de lo incierto de las bases conceptuales extra analíticas en las que se sustenta
Freud y de la represión en la teoría de la sexualidad del adulto a cargo de la humanización del
niño/a (déficit que luego se amplificaría hasta el paroxismo con el furor de las modas endogenistas
y estructuralistas), así como, de la discusión sobre si efectivamente se produce un abandono de la
teoría traumática en la clínica (el àpres-coup permanece incólume en el psicoanálisis), lo cierto es
que Freud no reniega de los abusos sexuales infantiles, solo los descarta como explicación universal
de las neurosis.
El énfasis puesto en la presunta banalización freudiana de los abusos sexuales infantiles, ha
llevado a la coagulación canónica de la expresión “perversos polimorfos”, que aislada
pornográficamente de su contexto de producción y reproducida como una ecolalia negadora, se la
presenta como si se tratase de una condición inherente de la niñez, una especie de versión culta de
la justificación utilizada por algunos abusadores y presuntos expertos a su servicio. Al respecto
resulta ilustrativo citar la desmitificación que realiza Silvia Bleichmar: “Rápidamente se homologa,
a partir de la “disposición perversa polimorfa”, infancia con polimorfismo perverso. Sin embargo,
una diferencia puede ser establecida al respecto. Freud la enuncia del siguiente modo en Tres
ensayos de una teoría sexual (año 1905): “Pudimos afirmar que la neurosis es, en cierto modo, un
negativo de la perversión. Reconocimos entonces que las inclinaciones perversas están muy
difundidas; y dado este hecho (nótese la persistencia de los registros iniciales en los cuales basó la
teoría de la seducción), se nos impuso este punto de vista: la disposición a las perversiones es la
disposición originaria y universal de la pulsión sexual de los seres humanos...Alentamos entonces
la esperanza de descubrir en la niñez esa disposición originaria...” Subrayamos disposición, ya que
con diferencia de pocas páginas Freud afirma: “...bajo la influencia de la seducción (efectiva del

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adulto, es decir del abuso sexual) el niño puede convertirse en un perverso polimorfo, siendo
desviado a practicar todas las transgresiones posibles...” Disposición originaria y universal de la
pulsión sexual a la perversión que no puede homologarse con el ejercicio de la perversión por parte
del infantil sujeto, el cual puede devenir un perverso, siempre y cuando las condiciones de su
crianza, que lo someten al adulto, lo lleven en esa dirección...”(3).
En 1938, cuando Freud contaba con 82 años de edad, escribe el “Compendio del
Psicoanálisis” (la obra quedo inacabada), trabajo en el cual se propuso reunir los principios del
psicoanálisis en la forma “más concisa posible” y exponerlo en los “términos más inequívocos”. En
dicha obra conclusiva de una labor clínica y científica de casi medio siglo, enunció: “…será
particularmente interesante para nosotros comprobar si existe algo así como una experiencia central
de ese período infantil. Ante todo, nos llaman la atención las consecuencias de ciertos influjos que
no afectan a todos los niños, por más que ocurran con no poca frecuencia, como, por ejemplo, los
abusos sexuales cometidos por adultos en niños, la seducción de estos por otros niños algo mayores
(hermanos y hermanas) y -cosa ésta que nos resulta inesperada- la conmoción que las relaciones
sexuales entre adultos (padres) producen en los niños cuando llegan a presenciarlas como testigos
auditivos o visuales...” (4)
Paradojas y/o ideologías mediante, tal vez simple punto ciego, Freud no profundizó su
teoría de la seducción y reprimió los efectos de la sexualidad del adulto no perverso (en tanto
clivado respecto a su inconsciente) en el proceso de humanización del niño, pero no renegó de los
incestos paternos filiales y de los abusos sexuales infantiles. Ideología y paradoja mediante, la
cultura represora finalmente ha acogido al psicoanálisis a pesar de “la herida narcisista” y del “giro
copernicano” que el descubrimiento del inconsciente significó para la pretensión del sujeto
unificado y la ciencia positivista, pero renegó de los inequívocos enunciados freudianos acerca de
los incestos paternos filiales y de los abusos sexuales infantiles(5).

El Síndrome de Alineación Parental & Cía.:


El supuesto síndrome de alineación Parental (SAP) o PAS según sus siglas en inglés, fue
expuesto por primera vez por el psiquiatra norteamericano Richard Gardner, en un artículo
intitulado "Tendencias Recientes en el Divorcio y la Litigación por la Custodia". El contexto de
producción de la “teoría” de Gardner, la cual luego fue retro-alimentada en forma prolífica por
entusiastas seguidores, amerita ser explicitado al igual que los antecedentes profesionales del autor,
puesto que guardan estrecha y evidente vinculación con la misma. Al momento de la enunciación
del “síndrome”, Gardner oficiaba como perito de parte en la defensa de acusados de haber
perpetrado abusos sexuales contra niña/os. Su desempeño científico previo fue la especialización en
“técnicas de desprogramación”, puesto que, como capitán y médico del ejército de los EEUU,
asistió a soldados que habían sido prisioneros durante la guerra de Corea del Norte.
Las premisas básales de Gardner y sus apoteóticos, son dos: 1) Que existe una cantidad
abrumadora de “madres alienadoras” o que se convierten en tales en los divorcios contradictorios
y/o en los juicios de tenencia, las cuales realizan “lavados de cerebros” en sus hijo/as; y 2) La
producción masiva de niño/as “programados”, que llegados a ese estado denigran al padre
“amputado” de la familia, agregando elementos propios. Acorde con sus condiciones de partida, la
teoría es aplicada dominantemente en los casos de abuso sexual infantil, para sostener que en
realidad estos existen en una muy baja proporción, puesto que, lo que en realidad abundan son las
falsas denuncias. En este punto, se apoyan en una derivación del argumento defensivo de los
perpetradores de abuso sexual infantil, y desarrollan una ramificación de la teoría madre: “la co-
construcción de memorias”. El sustento “científico” de la “co-construcción” es tan endeble como
los del SAP, a saber: las madres alienadoras, implantan en los hijo/as memorias de hechos que no
sucedieron (abusos sexuales), luego niño/as se convencen de la existencia de los hechos no vividos,
las falsas memorias suelen ser reforzadas en los tratamientos asistenciales de niño/as por parte de
los terapeutas y/o analistas, y finalmente son diagnosticadas como abusos sexuales por peritos

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psicólogos inexpertos que no se han formado con las bondades del SAP y/o han padecido en su
historia personal experiencias que los llevan a confirmar abusos inexistentes.
Gardner y sus seguidores, sin ruborizarse pero también sin fundamentarlo, desplazan al
incesto como problemática princeps de la asimetría de saberes y poderes entre adultos y niño/as
(cuya prohibición, con carácter de pauta universal, es valorada como esencia de las diversas
culturas), por la epidemia de madres alienadoras y repentinamente alienadoras (una vez
divorciadas). Tampoco explican, pero sostienen con vehemencia su existencia, acerca de como
acontece la conversión de “mujer a madre alienadora” al cambiar el estado civil de la persona. No
es menor la puerilidad con la cual definen al niño/a alienado (sin contemplar en esta descripción la
rusticidad discursiva del lavado de cerebro, la parentectomía, etc.), sin otro sustento que su
enunciación y sin considerar los efectos que en la constitución del psiquismo infantil y en la
producción de la subjetividad de niño/as tendría, a dominancia, un maternaje alienante (psicosis,
problemáticas narcisísticas graves, empobrecimiento psíquico generalizado por los
contrainvestimientos masivos).
Más allá, de que los axiomas del SAP sean burdos, a partir de ellos se desarrolla una
extensa e inteligente construcción que incluye hasta una “terapéutica” clínico-jurídica. Este
constructo consiste en una desmentida ideológica de la realidad, destinada, por un lado a negar la
gravedad de la problemática social de los incestos y los abusos sexuales infantiles; y por el otro a
cuestionar el cercamiento diagnóstico de los mismos. Si bien la invención de Gardner no ha tenido
reconocimiento científico alguno (6), se la ha incorporado en vastos sectores de la justicia como si
se tratase de un texto sagrado; cada vez más jueces, fiscales y abogados se convierten en “expertos
en SAP” y lo utilizan como literatura en sus trabajos de post-grado, y lo que es más grave en sus
alegatos y sentencias.
En la teoría del SAP, se alude a situaciones existentes y recurrentes en algunos momentos, a
veces durante todo el proceso de un divorcio, haciendo una amalgama entre los ejercicios de
violencia psicológica, predominantemente secundaria y simbólica, que se dan sobre algunos niño/as
y los abusos sexuales que otros padecen; unificando todo en el mecanismo “alienador de las madres
y el lavado de cerebro que provocan en los hijos, con la consiguiente exclusión de los padres”. Se
describe cómo “lógicamente” deberían actuar los niño/as, si no fuesen “programados” y como lo
hacen al serlo, sin considerar los mecanismos de defensa propios de los seres humanos y las
posibilidades metabólicas de los infantes frente a la vivencia de situaciones con potencialidad
traumática o más bien teniéndolos en cuenta para “demostrar” que todo niño que no responde cual
si fuese producto de una racionalidad de ajedrez, “fue alienado”. Extremando la audacia de esta
lógica perversa, se ha llegado a proponer que la sintomatología de los niño/as víctimas de abuso
sexual (masturbación compulsiva, enuresis, encopresis, hiperkinesis, conductas genitalizadas...)
son consecuencia de la “co-construcción” de memoria que realizan madres y terapeutas, sin la
mínima preocupación por la falta de idoneidad determinadora y fuerza traumatizante de la supuesta
causa. Al facilitar, así, argumentos para la negación frente a lo siniestro, brindando respuestas
sencillas a problemáticas complejas, sintónicas con el patriarcado como ideología dominante, y
tranquilizadoras frente a la posible crueldad de los seres humanos; el SAP adquiere una capacidad
de convicción estremecedora.

SAP S.A.:
En el país, algunos estudios jurídicos se han especializado en la defensa de acusados (con
solvencia económica) de perpetrar abuso sexual infantil o incesto paterno-filial. Su modus
operandis consiste en: 1) Iniciar causas judiciales contra los profesionales que denuncian o
atestiguan acerca de niños sometidos sexualmente, y 2) Si sus defendidos llegan a ser procesados
en una instancia penal, durante los largos años en que se desarrolla el proceso judicial, saturan
los expedientes con las opiniones de "expertos en SAP" (7), denostando la pericia que desencadenó
el juicio y al profesional que la presentó (generalmente un perito de un Juzgado de Menores o de

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un Tribunal de Familia) (8) del cual piden el procesamiento o inducen al mismo. Los
argumentos que esgrimen no podrían ser sostenidos en un congreso de psicología, pero en un
juicio penal o ante la opinión pública, crean la sensación de un enfrentamiento científico o lo que
es peor de la presunta sabiduría de los "expertos en SAP" ante la ignorancia o la mala praxis de
peritos y psicólogos clínicos.
Organizan su praxis desde el SAP y la co-construcción de memorias; y a partir de
formulaciones menos publicitadas de Gardner, a saber: "En la actualidad, el niño sexualmente
abusado es generalmente considerado como la víctima, a pesar de que el niño pueda iniciar
encuentros sexuales seduciendo al adulto". "Hay un continuum que debe ser considerado aquí,
desde aquellos niños que fueron forzados y no obtuvieron placer (y podrían hasta ser considerados
como habiendo sido violados) a aquellos que disfrutaron inmensamente (con respuestas
orgiásticas) las actividades sexuales" . "Necesitamos juicios civiles bien publicitados contra
psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, trabajadores en la protección de los niños,
defensores de los niños, policía y detectives incompetentes y/o exagerados cuya ineptitud ha
promulgado una falsa acusación" (9).

Una Ciudad Feliz en Ejemplos:


Durante los años 2006 y 2007, han tomado estado público, tres procesos judiciales
acaecidos en Mar del Plata, en los que se consideraron violencias sexuales contra niñas, niños y
adolescentes. Dos de los casos fueron por abusos sexuales cometidos dentro de instituciones
educativas católicas, en ambas ocasiones intervino por el lado de la defensa, el mismo perito de
parte (10), quien de memoria recitó el SAP y la co-construcción. En el primer juicio, la acusada,
una maestra, fue condenada (11). En el segundo, el SAP fue coronado como sentencia: un
profesor de educación física, sospechado de haber abusado sexualmente de 22 niñas y niños de 4
y 5 años fue absuelto, se redujo la cuestión a una psicosis colectiva de madres y padres; y la fiscalía
pidió el procesamiento de la perito psicóloga interviniente y de la psicóloga clínica que tomó
las primeras entrevistas (las más importantes). Más allá de las verosímiles sospechas que se pueden
colegir entre el sexo de los imputados y los veredictos de cada sentencia, en el segundo
procesamiento, había un plus en juego, puesto que, por los mismos crímenes también se encuentra
acusado y con juicio pendiente el cura de la institución (12). Cabe mencionar que si se
hubiesen tenido en cuenta los cercamientos diagnósticos realizados a partir de: relatos,
sintomatología, gráficos y metabolizaciones de los niños y las niñas, el número de procesados
debería haber sido aún mayor.
El tercer ejemplo es el de la joven de 14 años violada por su padrastro, que quedo
embarazada (evidentemente el poder de la alienación es inimaginable). El juzgado de menores
actuante ordenó un aborto terapéutico, pero la asesora de menores y el fiscal, interpusieron recursos
para impedirlo en defensa del “niño por nacer”. La moral de la cultura represora condena a los
niño/as abusados pero se desvela por los no-natos.
Más allá de negaciones y desmentidas, la tierra gira alrededor del sol.
Osvaldo Fernández Santos.

NOTAS:
1) Estudios sobre la histeria (1893-95), Las neuropsicosis de defensa (1894), La herencia y la
etiología de las neurosis (1896) y La etiología de la histeria (1896).
2) Sigmund Freud, Obras completas, traducción Lopez-Ballesteros, Cuarta Edición 1981, Editorial
Biblioteca Nueva, Tomo III pag. 3579.
3) Silvia Bleichmar, La fundación de lo inconciente, Amorrortu editores, primera reimpresión año
1998, pág. 195 y 196. Lo expresado entre paréntesis me pertenece.
4) Idem 2, Compendio de Psicoanálisis, Tomo III, Págs. 3379 y 3405.

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5) Un aporte importante de esta lectura tranquilizadora, lo ha realizado Jeffrey Masson, quien ha
insistido en la idea de que Freud desestimó los abusos sexuales infantiles y los incestos paternos
filiales, especialmente en su libro “El abandono de la teoría de la seducción”. La instalación de esta
bibliografía y otros textos de Masson como “Juicio a la psicoterapia” y “El asalto a la verdad”,
han llevado al equívoco a pensadores insospechados de adscribir a la cultura represora.
6) Como muestra, no determinante pero sí llamativa, ni siquiera ha sido aceptada su inclusión en el
DSM IV, a pesar de la intensa “militancia” para su reconocimiento, la cual continúa en la
actualidad para lograr un lugar en el DSM V.
7) Generalmente se trata de los mismos peritos de parte, expertos en SAP, que repiten los mismos
argumentos sin contemplar la singularidad de cada caso.
8) Los peritos oficiales de Menores y Familia usualmente se encuentran atiborrados de trabajo, y
vuelven a tener contacto con la causa 4 o 5 años después en sede penal, enterándose en ocasiones
horas antes del inicio del juicio oral.
9) Estos tres enunciados deben ser adjudicadas en términos hipotéticos a Gardner, puesto que han
sido extraídos vía internet, no obstante, de lo que no caben dudas es de la aplicación de estas
ideas por parte los estudios jurídicos especializados y de sus equipos técnicos, como se verá en los
ejemplos y en la siguiente llamada.
10) Se trata del Dr. Eduardo Padilla, quien también intervino como perito de parte en un juicio
desarrollado en la ciudad de Mercedes en agosto de 2004 en el cual actué como perito oficial. El
experto de parte, además de exponer otra vez el SAP, le dijo a la madre de la niña abusada que
el incesto paterno-filial "era un juego… un complemento que ella (la nena de 4 años) aceptaba".
Una psicopedagoga de su equipo experta en SAP, la Lic. Nydia Negri, llegó a decir que los dibujos
de la niña abusada los había hecho yo. El imputado fue procesado, y a los expertos en SAP se les
llamó la atención en la sentencia (que no tuvo estado público) por la falta de rigor científico,
utilizándose incluso el enunciado de “casi un papelón” en la calificación de su desempeño.
11) Cabe señalar, que los abusos sexuales infantiles cometidos por mujeres, resultan
insignificativos estadísticamente respecto a los perpetrados por varones, pero las condenas no.
12) El obispado de Mar del Plata, costeó los gastos del juicio, y asignó dos peritos
psicólogas "colaboradoras".

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