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El sujeto entre naturaleza, lenguaje y cultura.

El mito de Edipo y el lugar central del deseo en la subjetividad.

En el presente artículo se desarrollan articuladamente dos puntos


fundamentales de la ​Unidad Temática Segunda​, aquellos que tienen que ver con
el lugar central que tiene el mito de Edipo en la constitución de la subjetividad.
La posibilidad de constitución de un sujeto, constitución que viene de la
mano de la posibilidad de sexuarse, es decir, de adquirir una identificación sexual
determinada, se sostiene en algunos invariantes, estos son el pasaje por el
complejo de Edipo y la transmisión del falo (Frazzetto, 2019). Invariantes que
tienen que ver con el modo en que se constituye el ser humano con una identidad
sexuada, cómo pasa de haber nacido con una sexualidad orgánica a asumir esa u
otra en la identidad psíquica. En este artículo nos detendremos en la función del
Edipo desde la investigación que realiza Sigmund Freud, que es quien descubre
dicha invariante de la humanidad.
Según una nota de James Strachey de la Edición de Amorrortu, Freud
emplea por primera vez la expresión “complejo de Edipo” en el contexto de la
sexualidad adolescente del varón, en virtud del esclarecimiento de la vida sexual
de los adultos, aunque ya estaba familiarizado con el concepto desde mucho
tiempo atrás.

En efecto, aquellas comunicaciones de esclarecimiento le han despertado las


huellas mnémicas de sus impresiones y deseos de la primera infancia y, a partir de
ellas, han vuelto a poner en actividad ciertas mociones anímicas. Empieza a
anhelar a su propia madre en el sentido recién adquirido y a odiar de nuevo al
padre como un competidor que estorba ese deseo; en nuestra terminología: cae
bajo el imperio del complejo de Edipo (1910-1992; p. 164).

La expresión “complejo de Edipo”, también llamado “complejo nuclear de la


neurosis”, es sin duda una de las más conocidas y célebres frases del vocabulario
psicoanalítico. Freud define el término “complejo” como un conjunto de
representaciones inconscientes de un poder afectivo importante cuyo nódulo es el
deseo infantil incestuoso (1915/6-1978). Es decir, un círculo de pensamientos de
alto interés y contenido, ​susceptible de producir efectos cuando entra en acción,
cuyo tema central es la relación de amor incestuosa con padres y madres.
Según una idea muy difundida, este se trataría del amor hacia el padre del
sexo contrario y odio al del mismo sexo. Si bien es cierto que es una idea
popularizada, también es estandarizada y, sobre todo, extremadamente parcial.
Estos sentimientos edípicos fueron descubiertos por Freud a partir del
desciframiento de ciertos sueños que había realizado durante su auto-análisis en
1897. El análisis de estos sueños ponía en primer plano la presencia en la niñez
temprana de un conjunto de sentimientos ambivalentes hacia los padres/madres, a
la par que le indicaba una vía de interpretación de la obra griega ​Edipo rey​, de
Sófocles: “También en mi he hallado el enamoramiento de la madre y los celos
hacia el padre, y ahora lo considero un suceso universal de la niñez temprana”
(Freud, 1897-1982).
Si bien la lectura de ​Edipo rey resulta insustituible, se puede adelantar que
la obra puede leerse como una novela de suspenso, como una perfecta
investigación criminal ​que termina por acusar al propio investigador de un
asesinato que nunca creyó haber cometido. Veamos como el propio Freud resume
esta pieza teatral:

Edipo, hijo de Layo (rey de Tebas) y de Yocasta, es abandonado siendo niño de


pecho porque un oráculo había anunciado a su padre que ese hijo, todavía no
nacido, sería su asesino. Es salvado y criado como hijo de reyes en una corte
extranjera, hasta que, dudoso de su origen, recurre también al oráculo y recibe el
consejo de evitar su patria porque le está destinado ser el asesino de su padre y el
esposo de su madre. Entonces se aleja de la que cree su patria y por el camino se
topa con el rey Layo, a quien da muerte en una disputa repentina. Después llega a
Tebas, donde resuelve el enigma propuesto por la Esfinge que le ataja el camino.
Agradecidos, los tebanos lo eligen rey y lo premian con la mano de Yocasta.
Durante muchos años reina en paz y dignamente, y engendra en su madre, no
sabiendo quien es ella, dos varones y dos mujeres, hasta que estalla una peste
que motiva una nueva consulta al oráculo de parte de los tebanos. Aquí comienza
la tragedia de Sófocles. Los mensajeros traen la respuesta de que la peste cesará
cuando el asesino de Layo sea expulsado del país. Pero, ¿quién es él? ”Pero él,
¿dónde está él?¿Dónde hallar la oscura huella de la antigua culpa?” La acción del
drama no es otra cosa que la revelación, que avanza paso a paso y se demora con
arte -trabajo comparable al de un psicoanálisis-, de que el propio Edipo es el
asesino de Layo pero también el hijo del muerto y de Yocasta. Sacudido por el
crimen que cometió sin saberlo, Edipo ciega sus ojos y huye de su patria. El
oráculo se ha cumplido (1900-1979, p. 270)

A Freud le interesa subrayar dos cuestiones fundamentales que se


desprenden de este clásico de la literatura universal. Por un lado, el efecto
dramático de esta historia en el espectador, en el lector, no tanto por la oposición
entre el destino y la voluntad de los hombres, sino por la singular verdad que esta
historia muestra. (1900-1979, p. 271)
Y por el otro su universalidad:

Quizás a todos nos estuvo deparado dirigir la primera moción sexual hacia la
madre y el primero odio y deseo violento hacia el padre; nuestros sueños nos
convencen de ello. El Rey Edipo (…) no es sino el cumplimiento de deseo de
nuestra infancia. Pero más afortunados que él, y siempre que nos hayamos vuelto
psiconeuróticos, hemos logrado después desasir de nuestra madre nuestras
pulsiones sexuales y olvidar los celos que sentimos por nuestro padre (1900-1979,
p. 271).

Por lo tanto, la producción literaria del mito de Edipo sirve para dar forma a
una verdad psíquica de contenido infantil, un drama interior. Tanto los efectos
culturales (recordemos que en el suelo de ​Edipo rey hunde también sus raíces el
Hamlet de Shakespeare), como la aparición del mismo material en los análisis de
sus pacientes, hacen que Freud considere al Edipo como un “complejo nuclear”.
Esto quiere decir que el “complejo de Edipo” puede considerarse como uno de los
nombres con los que se puede adscribir el concepto de inconsciente, y
principalmente su núcleo.
Los vínculos afectivos detallados en el caso Dora, joven paciente aquejada
de histeria, sirven para ejemplificar lo expuesto sobre este punto:

(…) se sentía inclinada hacia su padre en mayor medida de lo que sabía o querría
admitir, pues estaba enamorada de él. He aprendido a ver en tales vínculos
amorosos inconscientes entre padre e hija, y entre madre e hijo, de los cuales
tomamos conocimiento por sus consecuencias anormales, la reanimación de unos
gérmenes de sentimiento infantil. En otros lugares he expuesto cuán temprano se
ejerce la atracción sexual entre padres e hijos, y he mostrado que la fábula de
Edipo debe entenderse probablemente como la elaboración literaria de lo que hay
de típico en esos vínculos (Freud, 1905-1985, p. 50).

Otro avance importante de Freud en el desarrollo de la investigación sobre


el Edipo, es el señalado en el análisis del caso de neurosis obsesiva llamado
“Hombre de las ratas”, ya que vincula el despertar del complejo de Edipo al papel
que en ello tiene la fantasía, es decir, algo que sucede independiente del vivenciar
efectivo:

El contenido de la vida sexual infantil consiste en el quehacer autoerótico de los


componentes sexuales predominantes, en huellas de amor de objeto y en la
formación de aquel complejo que uno podría llamar el ​complejo nuclear de las
neurosis​, que abarca las primeras mociones tanto tiernas como hostiles hacia
padres y hermanos, después de que se ha despertado el apetito de saber del
pequeño, las más de las veces por la llegada de un nuevo hermanito. A partir de la
uniformidad de este contenido y de la constancia de los influjos modificadores
posteriores, se explica con facilidad que universalmente se formen las mismas
fantasías sobre la infancia, no importa cuán grandes o pequeñas contribuciones
aporte a ello el vivenciar efectivo. Responde por entero al complejo nuclear infantil
que el padre reciba el papel del oponente sexual y del perturbador del quehacer
autoerótico, y la realidad efectiva tiene habitualmente buena participación en ello
(1909-1993, p.163).

En una nota agregada a su ensayo sobre ​Las metamorfosis de la pubertad,


Freud afirma que la elección de objeto del adolescente se consuma primero en las
fantasías y a raíz de éstas, vuelven a aflorar en todos los sujetos las inclinaciones
infantiles:

Se ha dicho con acierto que el complejo de Edipo es el complejo nuclear de las


neurosis, la pieza esencial del contenido de estas. En él culmina la sexualidad
infantil, que, por sus consecuencias, influye decisivamente sobre la sexualidad del
adulto. A todo ser humano que nace se le plantea la tarea de dominar el complejo
de Edipo (1905-1985; p. 206).

Contemporáneo al doblegamiento y la desestimación de estas fantasías


claramente incestuosas, se consuma uno de los logros psíquicos más importantes,
pero también más dolorosos, del período de la pubertad: el desasimiento respecto
de la autoridad de los progenitores (1905-1985; p. 207).

La constelación edípica sería la portadora de una carga afectiva que


impacta e impactará en la posición del sujeto, cuando crezca, respecto de los
demás objetos de su libido. Se puede pensar dicha constelación como ese mundo
de lazos afectivos que orbitan el universo del niño/a: padre, madre, hermanos,
abuelos, que, en el mejor de los casos, serán prototipos que orientarán la vida de
relaciones del sujeto.
Estos conceptos ponen en cuestión la predominancia del llamado
“autoerotismo” planteado en el primero de sus ​Tres ensayos de teoría sexual
(1905/1985)​. ​Es decir que Freud no sólo centra su atención en los fenómenos
infantiles del Edipo, sino también en la obligada participación de los padres y
madres en lo determinante de la neurosis y la posterior elección amorosa:

La “ternura” de los padres y personas a cargo de la crianza, que rara vez


desmiente su carácter erótico (“el niño es un juguete erótico”), contribuye en
mucho a acrecentar los aportes del erotismo a las investiduras de las pulsiones
yoicas en el niño y a conferirles un grado que no podrá menos que entrar en
cuenta en el desarrollo posterior (1912-1992; p. 174).

La sexualidad infantil irrumpe desde los adultos que rodean al niño y es


desde la familia desde donde se reciben, más o menos veladas, las primeras
incitaciones sexuales. Jacques Lacan, acaso el lector más importante de Freud,
aporta una idea interesante en alusión al modo en que los padres se dirigen al
niño:

Bien sabemos en el análisis la importancia que ha tenido para un sujeto, quiero


decir para lo que en ese momento no era todavía sino nada de nada, la manera en
que ha sido deseado. Hay personas que viven bajo el golpe, y eso les durará
mucho tiempo en sus vidas, bajo el golpe del hecho de que uno de los dos padres
—no preciso cuál— no los ha deseado. Es precisamente eso, el texto de nuestra
experiencia de todos los días. Los padres modelan al sujeto en esta función que
intitulo como simbolismo. Lo que estrictamente quiere decir, no que el niño sea de
alguna manera el principio de un símbolo, sino que la manera en que le ha sido
instilado un modo de hablar no puede más que llevar la marca del modo bajo el
cual los padres lo han aceptado. Sé bien que hay en esto todo tipo de variaciones,
y de aventuras. Incluso un niño no deseado puede, en nombre de no sé qué que
viene de sus primeros bullicios, ser mejor acogido más tarde. Esto no impide que
algo guardará la marca de que el deseo no existía antes de una cierta fecha.
(Lacan, 1975).

La sexualidad circula por medio de la palabra: la madre, principalmente, o


quien ejerce dicha función, dice inconscientemente de su deseo, cómo a ella le
hace falta, o no, con un amor absoluto o limitado, ese niño/a. Es decir que los
cuidados maternos son erógenos, pero lo destacable de la erogeneidad que pasa
la madre no está tanto en cómo da de mamar o en cómo acaricia, sino en su
palabra, en cómo le habla a ese niño o niña.
A propósito del símbolo señalado por Lacan en la cita precedente, una
cuestión importante que se debe recordar es el carácter determinante del registro
simbólico. Según lo trabajado en la primera unidad del programa, lo simbólico crea
y posibilita las funciones “naturales” de padre, madre, hermanos, etc. Tal como se
había adelantado en aquella oportunidad, el registro simbólico es esencial para la
constitución del sujeto humano. Es el Otro de la cultura y el lenguaje, todo ese
conjunto de símbolos y leyes que esperan al sujeto antes de su nacimiento, no
encarnado en sujeto alguno, pero que regula todo el campo de las experiencias
humanas (Gentile, 2016).
De lo que se deduce que no se trata de mamá, papá e hijo, sino de lugares
simbólicos, lo cual excede a las personas. Habrá un lugar determinado para la
palabra ​papá, uno para la palabra ​hijo y otro para la palabra ​mamá. La circulación
y asunción de estos lugares se produce a través de lo que se dice y lo que se dice
tiene que ver con los símbolos que remiten a estos lugares: madre, padre, niño,
etc.
Es necesario hacer una salvedad, ya que no hay garantías de que dichos
lugares estén dados en la estructura (constelación), más allá de que estén las
personas que los representan. Es decir, no están garantizados esos lugares más
allá de que existan un padre, una madre y un hijo biológico. Estos lugares están
dados por lo simbólico y es lo simbólico lo que hace a un padre o una madre. Sólo
en el terreno de lo simbólico se puede contabilizar un padre, una madre o un
niño/a. Por eso es crucial en psicoanálisis diferenciar función simbólica (materna o
paterna) y progenitor biológico. En el mejor de los casos coinciden, pero de ningún
modo una cosa lleva la otra.
A la explicación de la vida amorosa infantil de un sujeto, le sigue una
teorización filogenética que Freud elabora en diferentes ensayos. Es en ​Tótem y
Tabú d ​ onde se materializa el interés del psicoanálisis por la cultura, del Edipo no
sólo como fenómeno neurótico sino como explicación de los comienzos de la
religión y las sociedades. Edipo no sólo como realidad psíquica individual o
familiar sino como parte de hecho pre-histórico colectivo.
Recordemos lo que sabemos de nuestros ancestros, quienes celebraron las
bodas con el símbolo, es decir, quienes establecieron las primeras relaciones del
soma con el lenguaje. Como lo ha demostrado Claude Levy Strauss (tema
trabajado en la unidad 2 de nuestro programa) observando tribus australianas,
maoríes y africanas; por el hecho de hablar existe en los seres humanos la
prohibición del incesto y las complicadas reglas de proscripción y prescripción de
alianza matrimonial. Porque hablamos sabemos quién es nuestra madre. Porque
hablamos podemos deducir la imprescindible concurrencia aportada por alguien
distinto de la madre, o sea, el padre.
Por lo tanto, Padre y Madre son conceptos que nacen con la humanidad.
Eso no quiere decir que los psicoanalistas no tengamos que preguntarnos si hoy,
2020, la familia edípica tradicional (mamá, papá e hijos) sigue siendo el núcleo del
lazo social. Hoy se asiste a una transformación de la familia edípica típica. Hoy
cada vez más, existen familias que no responden al formato tradicional:
homoparentales, monoparentales, ensambladas, etc. Y hay niños y niñas que
transcurren su infancia en hogares, donde también se hace necesario pensar en
términos de funciones que restituyan alguna versión de la trama familiar.
El interrogante que podría formularse desde el psicoanálisis es cómo se va
a transmitir la invariante edípica, aunque no haya tipicidad familiar. Cómo en estas
nuevas familias, el nombre del padre (que es un símbolo) trasmite la ley que hace
que el hijo/a no sea un objeto de goce de quien lo trajo al mundo (simbólico), ya
sea por vía heterosexual, fertilización asistida, subrogación u adopción.
Padre no es un señor que tiene pene y está dentro de la casa donde el
niño/a se cría, eso no es padre para el psicoanálisis. Padre es el nombre de una
terceridad que toma el rol de decir NO al incesto. Ya sean parejas heterosexuales,
homosexuales, o familias homoparentales, ensambladas, etc., alguien puede
tomar el rol materno, el gran Otro del niño/a, y alguien el rol de padre, de corte con
el incesto entre el gran Otro y el niño/a. Como lo planteaba Freud, realizar el
incesto no quiere decir necesariamente acostarse con la madre sino básicamente,
hacer lo que a ella se le antoja con ese niño/a.
Si bien la teorización freudiana del Edipo es extensa y compleja, es
necesario aclarar que Freud piensa un recorrido distinto del Edipo en el varón y en
la niña, a partir del cual se definen los objetos de identificación y de deseo, pero
para abordar dicho desarrollo es preciso contar con conceptos fundamentales
tales como falo y castración que serán trabajados en otro artículo.

Preguntas

1- ¿Cómo define Freud al “complejo de Edipo” o “complejo nuclear de la


neurosis”?
2- ¿Cuáles son las dos cuestiones que Freud subraya de la obra Edipo
rey, de Sófocles?
3- ¿Qué papel juega la fantasía en el despertar del complejo de Edipo?
4- ¿Qué importancia tiene el registro simbólico en el armado de la
constelación edípica?

Bibliografía

Frazzetto, M. (2019) Un falocentrismo sui géneris en ​Revista psicoanálisis en la


Universidad N° 3. ​Rosario, Argentina. UNR editora
Freud, S. (1900-1979) La interpretación de los sueños. O. C. Tomo IV. Buenos
Aires: Amorrortu Editores.
------------ (1905/1985) Tres ensayos de teoría sexual. O. C. Tomo VII. Buenos
Aires: Amorrortu Editores.
------------ (1905-1985) Fragmento de análisis de un caso de histeria. O. C. Tomo
VII. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
------------ (1909-1993) A propósito de un caso de neurosis obsesiva (El ”Hombre
de las Ratas”). O. C. Tomo X. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
------------ (1910-1992) Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre.
(Contribuciones a la psicología del amor, I). O: C: Tomo XI. Buenos Aires:
Amorrortu Editores.
------------ (1912-1992) Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa
(Contribuciones a la psicología del amor, Il). O. C. Tomo XI. Buenos Aires:
Amorrortu Editores.
------------ (1915/6-1978) Conferencias de introducción al psicoanálisis. O.C. Tomo
XV. Amorrortu Editores.
Gentile, A. (2016). Cuadernillo de cátedra-Asignatura Psicología. Sujeto y alteridad
en el horizonte semántico de la Psicología. Material de difusión interna. Facultad
de Psicología UNR.
Lacan, J. (1975). Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. Recuperado de:
http://lacanterafreudiana.com.ar/2.5.1.25%20%20%20%20CONFERENCIA
%20EN%20GINEBRA%20SOBRE%20EL%20SINTOMA,%201975.pdf

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