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Quizás a todos nos estuvo deparado dirigir la primera moción sexual hacia la
madre y el primero odio y deseo violento hacia el padre; nuestros sueños nos
convencen de ello. El Rey Edipo (…) no es sino el cumplimiento de deseo de
nuestra infancia. Pero más afortunados que él, y siempre que nos hayamos vuelto
psiconeuróticos, hemos logrado después desasir de nuestra madre nuestras
pulsiones sexuales y olvidar los celos que sentimos por nuestro padre (1900-1979,
p. 271).
Por lo tanto, la producción literaria del mito de Edipo sirve para dar forma a
una verdad psíquica de contenido infantil, un drama interior. Tanto los efectos
culturales (recordemos que en el suelo de Edipo rey hunde también sus raíces el
Hamlet de Shakespeare), como la aparición del mismo material en los análisis de
sus pacientes, hacen que Freud considere al Edipo como un “complejo nuclear”.
Esto quiere decir que el “complejo de Edipo” puede considerarse como uno de los
nombres con los que se puede adscribir el concepto de inconsciente, y
principalmente su núcleo.
Los vínculos afectivos detallados en el caso Dora, joven paciente aquejada
de histeria, sirven para ejemplificar lo expuesto sobre este punto:
(…) se sentía inclinada hacia su padre en mayor medida de lo que sabía o querría
admitir, pues estaba enamorada de él. He aprendido a ver en tales vínculos
amorosos inconscientes entre padre e hija, y entre madre e hijo, de los cuales
tomamos conocimiento por sus consecuencias anormales, la reanimación de unos
gérmenes de sentimiento infantil. En otros lugares he expuesto cuán temprano se
ejerce la atracción sexual entre padres e hijos, y he mostrado que la fábula de
Edipo debe entenderse probablemente como la elaboración literaria de lo que hay
de típico en esos vínculos (Freud, 1905-1985, p. 50).
Preguntas
Bibliografía