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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD BICENTENARIA DE ARAGUA

VICERRECTORADO ACADEMICO

DECANATO DE SALUD Y DESARROLLO HUMANO

ESCUELA DE PSICOLOGÍA

SAN JOAQUÍN DE TURMERO – EDO. ARAGUA

PSICOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD

Facilitadora: Estudiante:

Victor contreras Dharana Vera.

C.I: 30.012.019

Sección 2

Febrero 2021
La psicología, es una ciencia joven pero con un largo pasado y, sin duda el estudio de
la personalidad es el más vivo ejemplo de ello. Hipócrates formuló la idea entre los griegos
sobre la existencia de cuatro temperamentos, posteriormente difundida por el médico
Galeno en sus cuatro tipos de individuos (sanguíneo, colérico, melancólico y flemático),
siguiéndose esta tradición clasificatoria a lo largo de los siglos. Actualmente existen dos
grandes corrientes; la ideográfica o psicodinámica, la que establece que todos los
individuos son únicos e irrepetibles y, la diferencial, la que establece que existen
diferencias pero también similitudes, principalmente como paradigma de investigación, de
la cual nos ocupamos en este escrito.

La investigación ha dado lugar a las tres principales nociones que caracterizan el


trabajo actual sobre la personalidad en un sentido clasificatorio: En primer lugar se refiere
al comportamiento en términos de rasgos, en segundo lugar estos rasgos forman una unidad
o correlacionan para definir tipos fundamentales y, en tercer lugar, estos tipos se
fundamentan esencialmente sobre factores constitucionales, genéticos o innatos, que han de
ser descubiertos en la estructura fisiológica, neurológica y bioquímica del individuo,
también conocidos como fenotipos y genotipos, permitiendo resaltar la importancia de las
fuerzas ambientales sobre la personalidad. Basado en lo anterior puede afirmarse que la
personalidad es un constructo que representa a la organización más o menos estable y
duradera del carácter, temperamento, intelecto y físico de una persona, que determina su
adaptación única al ambiente (Eysenck y Eysenck, 1987).

De acuerdo con Digman (1989) en la segunda parte del siglo XX se llevó a cabo un
esfuerzo por colocar el constructo de personalidad en algún tipo de orden sistemático, tal es
el caso de los estudios matemáticos basados en modelos factoriales dando lugar
principalmente al desarrollo de escalas de medición. Por ejemplo, Eysenck (1970) propuso
que la personalidad se puede representar por tres factores, Cattell y Coan (1957)
propusieron dieciséis, mientras que Norman (1963) sugirió cinco. Muchas discusiones se
han generado al respecto, por cierto polémicas; sin embargo, lo que no se puede dudar es la
importancia de conocer mediciones de personalidad y su relación con la salud, el trabajo y
la vida diaria, entre otras cosas (ver American Psychologist, 1993).
Modelo de los cinco grandes
De acuerdo con Woods y Hampson (2005) todavía existe el debate teórico respecto al
número de factores más adecuado para clasificar la personalidad mediante cuestionarios o
inventarios construidos en los últimos tiempos, tal es el caso de los modelos que proponen
3, 5, 8 ó 16 factores. A pesar de lo anterior, según los autores se ha incrementado el
consenso respecto al modelo de los cinco grandes factores, también conocido como “Big
Five” (Extraversión, Amabilidad, Responsabilidad, Neurotismo y Apertura), inicialmente
investigada por Norman (1963).

Extraversión – intraversión (factor E)


Describe en qué medida las personas son abiertas o tímidas, habladoras o calladas,
aventureros o cautos, desean ser el centro de atención o pasar desapercibidas. Eysenck
intentó explicar las diferencias en este rasgo a través del concepto de arousal. Se denomina
con este término al ritmo de los procesos cerebrales, que implica también al nivel general
de atención frente a estímulos del medio. A nivel neurológico está regulado por el SARA
(sistema de activación reticular ascendente). Según esta teoría, las personas que tienen en
condiciones de reposo un nivel de arousal crónicamente alto, se comportan de forma
introvertida, mientras que si es crónicamente bajo, tienden a comportarse siguiendo el
patrón extrovertido. Demostrar esto no es fácil, ya que no hay una medida única y directa
del arousal. Además, ante los mismos estímulos, las respuestas individuales pueden ser
diferentes (mientras una persona aumenta su frecuencia cardiaca, otra puede aumentar la
respiración) y distintos estímulos pueden producir patrones de activación diferentes. Lo que
sí está demostrado es que los introvertidos presentan mayor reactividad a los estímulos
sensoriales y rinden mejor en situaciones con niveles de estimulación moderados, mientras
que los extrovertidos rinden mejor ante niveles de estimulación altos.

Neuroticismo – Estabilidad (factor N)


Describe el grado en que una persona se preocupa, siente ansiedad o miedo con
facilidad; tiene tendencia a experimentar emociones desagradables como la culpa, la ira, el
desprecio o el resentimiento, aunque no tenga problemas graves. Dentro de los rasgos de
personalidad, el Factor N es aquél que encontramos con alta puntuación en las personas
moderadas y sosegadas.
Amabilidad – Antagonismo (factor A)
Refleja tendencias interpersonales. En su polo positivo, el individuo es altruista,
considerado, confiado y solidario. En su polo opuesto el individuo es egocéntrico, escéptico
y competitivo. Su polo positivo refiere a la docilidad más la capacidad de establecer
relaciones interpersonales amistosas; y su polo negativo, a establecer relaciones hostiles.

Responsabilidad – Impulsividad (factor C)


Esta dimensión tiene sus bases en el auto-control, no sólo de impulsos sino que
también en la planificación, organización y ejecución de tareas. Por esta razón a este factor
también se le ha denominado como "voluntad de logro", ya que implica una planificación
cuidadosa y persistencia en sus metas. Está asociado además con la responsabilidad,
confiabilidad, puntualidad y escrupulosidad. El individuo responsable es voluntarioso y
determinado, de propósitos claros. El polo opuesto es más laxo, informal y descuidado en
sus principios morales.

Apertura a la Experiencia – Resistencia a Nuevas Experiencias (factor O)


Muestra en qué grado un sujeto tiende a buscar nuevas experiencias personales y
concibe de una manera creativa su futuro. La persona abierta a la experiencia tiene una
relación fluida con su imaginación, aprecia el arte y la estética, y es consecuente con sus
emociones y la de los que le rodean. Prefieren romper con la rutina y suelen poseer
conocimientos sobre amplios temas debido a su curiosidad intelectual. Su opuesto es la
Cerrazón a la Experiencia (o al Cambio). Los individuos que puntúan bajo tienen intereses
más convencionales. Disfrutan de lo sencillo más que de lo complejo, ambivalente y sutil.
Suelen observar las ciencias o el arte como disciplinas poco prácticas. Prefieren la
familiaridad a lo novedoso; son moderados y apegados a la tradición.

Disociaciones y crisis de identidad


La disociación es un mecanismo de defensa que emerge ante la vivencia de una
situación traumática y como consecuencia directa de ella. El objetivo principal de ésta sería
evitar que el acontecimiento se integre en el flujo natural de la conciencia, puesto que por
su naturaleza perniciosa implicaría un riesgo para la integridad emocional de la persona. En
este sentido, el riesgo se traduciría en un atentado contra los valores y las creencias
esenciales que sirven a la persona como elementos heurísticos o guías vitales para
conducirse con éxito a sí misma. La experiencia disociativa mantendría a la persona
provisionalmente separada de la realidad que la envuelve, con el objetivo de facilitar una
interpretación progresiva y a posteriori de la misma (reduciendo así el impacto emocional
inicial del suceso y la consecuente descompensación). Así, la disociación sería una reacción
restringida temporalmente y con potencial adaptativo.

Siguiendo esta perspectiva adaptativa de la disociación, existe un acuerdo general entre


los miembros de la comunidad científica en que los procesos disociativos son una
experiencia habitual que muchas veces no implica patología alguna. Los trastornos
disociativos suponen una realidad diametralmente distinta, en la que este fenómeno
generalmente inocuo deja de tener propiedades adaptativas (consecuentes) para convertirse
en un auténtico problema del bienestar psicológico (consecuencias). La persona que sufre
un trastorno de este tipo puede experimentar un sensible desapego de la realidad
circundante (vivirla como si fuera irreal), tener dificultades para acceder a información
autobiográfica que debería encontrarse preservada por su importancia/recencia, etc.

Los síntomas de los trastornos disociativos se experimentan como:


(A) Intrusiones no queridas en la conciencia o el comportamiento, acompañadas de
pérdida de continuidad en la experiencia subjetiva (por ejemplo, síntomas disociativos
“positivos” como fragmentación de la identidad, despersonalización y desrealización).

(B) No poder acceder a información o controlar funciones mentales a las que


normalmente se puede acceder o controlar con facilidad (por ejemplo, síntomas “negativos”
como amnesia).

Estos trastornos se encuentran frecuentemente luego de traumas y muchos de los


síntomas, incluidos la vergüenza y confusión acerca de los síntomas o el deseo de
esconderse de ellos, son influenciados por la proximidad del trauma. El manual ha ubicado
por esta razón a los Trastornos Disociativos luego de los trastornos relacionados al trauma y
el estrés, de hecho tanto el Trastorno de Estrés Agudo como el Trastorno por Estrés
Postraumático contienen síntomas disociativos tales como amnesia, flashbacks.
despersonalización/desrealización, etc.

Por otro lado, las crisis de identidad se refieren a un momento de cambio, que, indica
Morán, "puede estar marcado por la propia persona o por una circunstancia externa". Se
trata de situaciones que "producen incertidumbre y ansiedad, pero también dan
oportunidades", añade. Normalmente, se relacionan con momentos trascendentales de la
vida, como las relaciones de pareja, los hijos, el trabajo o la salud, indica el psicólogo
clínico Jorge Barraca: "Es un replanteamiento de los temas vitales (…) la identidad viene
otorgada por el marco en el que se encuentra la persona en diferentes planos, y se trata de
un cuestionamiento global ante los cambios".

El término proviene de las crisis evolutivas (del tipo que marcan cada etapa de la vida
hacia la madurez) de las que hablaban expertos como Erich Fromm, psicólogo social, y
Erik H. Erikson, psicoanalista y autor de obras como Identidad y el ciclo de la vida, aunque
lo cierto es que pertenece más al asfalto que a las consultas y a los manuales de diagnóstico,
como el DSM-5 (donde no aparece). Laura Morán, psicóloga y terapeuta, lo define como
"concepto de calle" y explica que, aunque no sean oficiales, "este tipo de términos sirven
para que el paciente pueda comunicar crisis vitales como, por ejemplo, el desconocimiento
de hacia dónde van sus vidas".

No es un trastorno ni un desorden, pero puede derivar en uno. Lo más característico


que tienen es la introspección. Son episodios en los que se puede perder el contacto con lo
exterior al sumirse en pensamientos y sentimientos propios que recuerdan al pasado o sentir
ansiedad y desazón cuando se mira al futuro. Hay sentimientos intrínsecos a este tipo de
crisis (como la melancolía, la frustración y la desconexión del mundo) que pueden recordar
depresión, pero no se deben confundir. "La depresión suele expresarse con una afectación
del sueño, del apetito, anhedonia (la incapacidad de disfrutar), dificultades en la
concentración, falta de energía que se traduce en dolores musculares o cabeza sin correlato
orgánico, e irritación. Es mucho más extensa y afecta al comportamiento de la persona, a la
que le cuesta enfrentarse a la vida, después de un duelo o pérdida de trabajo, de evitación
de las cosas que le hacen daño y se escurre por la espiral depresiva", indica este psicólogo.
Utilidad clínica de los modelos dimensionales
La psicología se ha ajustado a lo largo de su historia al modelo dimensional. De hecho,
podría afirmarse que el modelo dimensional es un modelo psicológico. La evaluación
psicológica lo emplea para abordar el funcionamiento psicológico y la gravedad de los
problemas que se calcula por el grado en el que se encuentran presentes. Es por ello que el
modelo dimensional reconoce grandes diferencias individuales no sólo en cuanto al número
e intensidad de las quejas, sino también en cuanto a las dimensiones psicológicas que
componen el perfil de funcionamiento de las personas, tales como la personalidad, la
autoestima, las emociones, la inteligencia, las estrategias de afrontamiento, etcétera. Pierde
así poca información, porque se evalúa a las personas en cuanto a esas dimensiones
psicológicas que no requieren de discontinuidades entre normalidad y anormalidad.

El modelo dimensional requiere identificar y medir las diferencias individuales


respecto a los diversos fenómenos psicológicos. Se mide y evalúa a los pacientes en cuanto
a todas las dimensiones relevantes, por lo que se pierde poca información y es posible
describir a las personas en términos cuantitativos. Esto permite apreciar el grado en que se
manifiesta un problema. Algunas personas lo padecerán en mayor grado que otras, tanto
respecto al número de síntomas como a su intensidad y variedad.

Los modelos dimensionales parecen cubrir los aspectos más importantes de las
alteraciones de la personalidad. Por ello, su integración, utilidad clínica y las relaciones con
las categorías diagnósticas de los trastornos de la personalidad y con diversos aspectos de la
disfunción de la personalidad siguen siendo activamente investigadas.
En síntesis, la gran variedad de planteamientos sobre la personalidad hace que este
constructo posea gran relevancia para las diversas corrientes psicológicas (debido a que en
cada periodo histórico el concepto es más estudiado y por ende mejor descrito) sino que
también nos pone en perspectiva acerca de la relevancia teórica que en investigación se le
ha dado al concepto de personalidad a lo largo de la historia y de acuerdo con las
manifestaciones que se hacen evidentes en los seres humanos, llevan a que sea un
constructo bastante controvertido debido a que no se han establecido criterios universales
para identificar perfiles de personalidad.

En el trascurso de la historia ha sido difícil unificar el constructo de personalidad


debido a que desde las diferentes posturas teóricas se han planteado diversos criterios,
categorías y definiciones que no se enmarcan dentro de una perspectiva que incluya todos
los factores que la componen; esto por la congruencia que deben tener las teorías de la
personalidad con el enfoque dentro del cual surgen.

A medida que ha surgido la necesidad de abordar el concepto de personalidad como


una manera de entender el porqué del comportamiento del ser humano, ha surgido también
la necesidad de construir instrumentos de medición, que evalúen las características
individuales para determinar un perfil de personalidad.

La personalidad nunca será la misma, ya que son patrones de conducta que se refieren
a un comportamiento relativamente estable en el tiempo, sin embargo, está sustenta al
cambio de las variables ambientales. Y sin duda, la personalidad no tiene capacidad
explicativa de conductas, sin embargo, si tiene capacidad predictora.

Referencias
Achenbach, T. M. & Rescorla, L. A. (2001). Mental health practitioner’s guide for the
Achenbach system of empirically based assessment). Burlington, vt: University of
Vermont, Research Center for Children, Youth and Families.

American Psychiatric Associacion. (2000). Manual diagnóstico y estadístico de los


trastornos mentales. Barcelona: Masson.

Bagby, R. M., Costa, P. T. Widiger, T. A., Ryder, A. G.M. & Marshall, M. (2005).
dsm-iv personality disorders and the five factor model of personality: A multi-method
examination of domain- and facet-level predictions. European Journal of Personality

Allport, G. (1961). Pattern and Grown in personality. New York: Holl, Rinehart &
Winston.

Allport, G. (1970 b). Psicología de la personalidad. Buenos Aires: Páidos

Bandura, A. & Locke, E. (2003). Negative Self-efficacy and goal effect revisited.
Journal of Applied Psycholgy

Cerda, E. (1985). Una psicología de hoy. Barcelona: Herder.

Eysenck, H. (1947). Dimensions of Personality. Londres: Routledge & Kegan Paul.

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