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Reporte:
ÉTICA: SUS PRINCIPALES TRADICIONES HISTÓRICAS
DESDE SUS ALCANCES Y LÍMITES
Introducción
Esta capacidad, según Cortina y Martínez (2001) permite que cada cual
pueda conducirse por las leyes, normas que su misma conciencia reconoce
como universal y ‘es la razón por la cual reconocemos a las demás cosas
que hay en el mundo, y por eso las personas no tienen precio, sino dignidad
[…] se le ha de considerar como alguien, no como algo, como un fin, y no
como un medio, como una persona, y no como un objeto’ (p.73).
Esta consideración de ser autónomo es referida a la dimensión de lo
práctico, esto es, lo que pueda acontecer por voluntad libre de los seres
humanos. Un hecho –como establece Kant- de la ‘razón práctica’, en otras
palabras, la concepción de una cosa como posible efecto mediante la
libertad. De esta manera, ser ‘objeto del conocimiento práctico significa pues
solamente la referencia de la voluntad a la acción mediante la cual él o su
contrario se convierte en real’ (2020, p.68).
A través de esta razón práctica la tradición ética kantiana da un ‘giro
copernicano’, esto es, según García-Marzá y González (2014) responder al
‘cómo el sujeto construye la realidad y cómo, consecuentemente, solo
podemos conocer con exactitud y certeza las reglas y los principios que
nosotros hemos puesto en la naturaleza’ (p.77) mediante ese conocimiento
práctico.
Al amparo de este ‘giro copernicano’ se promueve una ruptura entre
materia –contenido del mandato- y forma –motivo/razón de ser- de la acción.
Kant centra su atención en la forma – o fundamento- del acontecer, es decir,
el motivo por lo que la voluntad ha realizado la acción. Este formalismo ahora
ético es determinante para esta tradición y, comporta, en el contexto moral
una centralidad en la persona que define con su voluntad ese elemento
formal. A través de este ‘formalismo ético’ se consigue convertir ‘la reflexión
moral en una reflexión teórica autónoma, independiente de elementos
cosmológicos, psicológicos o teológicos […] independencia [que] supone no
salirnos del sujeto mismo, de su capacidad de actuar libremente’ (García-
Marzá y González ,2014, p.79).
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individuo que a una objetiva, universal visión de ese asunto moral. De ahí
que, Habermas asuma una acción cognitiva ‘falible, y por tanto, criticable y
revisable, [construida] dialógicamente por un grupo a través de la
intersubjetividad del lenguaje’ (Moreno,2008, p.96).
Mediante la ética del discurso se intenta una (re)enunciación de la
filosofía moral en lo relativo al problema de justificar la universalidad ética de
las normas desde una teoría de la comunicación lingüística. Esta tentativa se
infiere del siguiente escrito de Habermas, ‘[…] trataré de demostrar que la
validez de deber ser de las normas y las pretensiones de validez que
sostenemos en relación: con acciones de habla relativas a las normas […]
son los fenómenos que debe conseguir aclarar una Ética filosófica […] Los
fenómenos morales son susceptibles de una investigación pragmático-formal
de la acción comunicativa’ (2000, p.60).
Hasta aquí se desprende, que esta ética del discurso supera la
racionalidad práctica monológica mediante otra racionalidad también
práctica, por ‘abrazar’ el formalismo ético, pero es discursiva o intersubjetiva.
Este ‘discurso práctico’ remplaza al ‘imperativo categórico’ y se constituye
como proceso comunicacional para validar las normas morales; Habermas lo
postula de la siguiente manera: ‘únicamente pueden aspirar a la validez
aquellas normas que consiguen (o puedan conseguir) la aprobación de todos
los participantes en cuanto participantes de un discurso práctico’ (2000,
p.117).
La concepción del ‘discurso práctico’, sin duda, representa un alcance
de esta ética del discurso. Ahora bien, no es el único alcance que se puede
ver aquí. Esta tradición ética contempla la democratización en la
construcción de la norma moral, esto es, la participación igualitaria de todos
los involucrados en el hecho ético que deberán acordar o no. En este sentido
Torres, Galván y Hernández (2016) afirman lo siguiente, ‘el principio
discursivo de la ética del discurso hace posible la legitimación democrática
de una sociedad, en la medida que muestra los criterios y principios
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aquí lo que esperaban, les pido que disculpen la brevedad del trabajo. Se
debe puntualizar que, todas las tradiciones tocadas o no, son importantes
para la construcción de una filosofía moral.
Conclusiones
autónoma, esto es que, solo lograremos saber con precisión y seguridad las
normas y los principios que nosotros hemos colocado en la naturaleza. Todo
esto significó un ‘giro copernicano’ de ‘imperativo categórico’, según el cual,
las personas en uso de razón son conscientes del deber de aceptar y
conducirse bajo un conjunto de normas/reglas universales. Sin embargo,
ceñirse incuestionablemente y/o por puro respeto a una ley o norma deviene
conservadurismo, asimismo, hay dudas sobre la validación de la objetividad
de los juicios morales.
Finalmente, la tradición ética del discurso supera la racionalidad
práctica monológica kantiana mediante otra racionalidad también práctica,
por ‘abrazar’ el formalismo ético, pero es discursiva intersubjetiva. Este
‘discurso práctico’ remplaza al ‘imperativo categórico’ y se constituye como
proceso comunicacional para validar las normas morales. Además, esta ética
democratiza el desarrollo de las normas morales, esto es, la participación
igualitaria de todos los involucrados en el hecho ético que deberán acordar o
no. Sin embargo, esta tradición por su carácter formalista concentra su
enfoque moral en asuntos relativos a la justicia, mientras que las cuestiones
pertinentes a la vida buena quedan excluidas de la consideración moral.
Habría que preguntar si con esa ‘mutilación’ ¿No queda “fuera de este
mundo” la posibilidad real de fundamentar las normas morales?
Referencia Bibliográfica
http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20100609023007/11cap10
.pdf