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CENTRO POLITECNICO DEL NORTE

CATEDRATICO: JEOVANY CANTARERO

ALUMNA: MELIDA YISSEL BANEGAS


ALFARO

CLASE: FUNDAMENTOS DE LA ETICA

PROFESIONAL

TAREA: ALBUM DE ETICA

GRADO: 11 VO

FECHA: 6/1/2023
TIPOS DE ETICA

Epicuro: fue uno de los grandes filósofos de la cultura griega de su

época y fundador de la corriente filosófica que lleva su nombre, el

epicureísmo, cuya principal característica fue la identificación de

la felicidad con el placer.

Nacido en Samos (Grecia) en 341 a. C., Epicuro fundó, como también

hicieron Platón y Aristóteles, su propia escuela, El Jardín. Este


espacio, dentro de su propio hogar, fue el lugar escogido para
desarrollar su filosofía, en las reuniones y charlas que mantenía con
sus seguidores y amigos. A diferencia de lo que ocurría con otros
filósofos y sus escuelas, estos amigos y seguidores eran de toda
condición: hombres, mujeres, ricos, pobres, esclavos, etc.

Tanto la filosofía de Epicuro como su escuela fueron objeto de


numerosas críticas, principalmente por su defensa del placer como
llave de la felicidad en la vida. Esto no deja de ser curioso, pues
algunos de los mayores enemigos del epicureísmo se encontraban
entre los estoicos (seguidores de la escuela de Zenón de Citio, la
Stoa, que defendía una filosofía basada en el determinismo y una
ética estricta en favor de la virtud y el alejamiento de las pasiones),
pese a que ambos, como veremos, defendían una manera de vivir
bastante similar, a pesar de hacerlo partiendo de ideas muy
diferentes. La filosofía de Epicuro, no obstante, ha sido
profundamente malinterpretada y sólo en los últimos años ha
recuperado el esplendor que merece.
Una filosofía para ser feliz

Según los historiadores, Epicuro dejó a su muerte una enorme


producción literaria de más de 300 obras y tratados, pero,
tristemente, apenas ha llegado nada hasta nosotros. Hoy, tres
cartas (a Heródoto, sobre gnoseología –o epistemología, teoría del
conocimiento– y física; a Pitocles, sobre cosmología y astrología; y
a Meneceo, la más famosa, sobre ética) nos permiten conocer sus
tesis fundamentales, así como apuntes diversos sobre él,
principalmente del poeta latino Tito Lucrecio Caro (De rerum
natura) y Diógenes Laercio, gran historiador griego que dedicó a
Epicuro en exclusiva el último capítulo de su imprescindible obra
Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.

Pese a que la filosofía de Epicuro engloba las principales ramas de


la filosofía, se centra en la ética, y de esta, en un aspecto concreto:
la felicidad. Cuestión básica según Epicuro, pues es la principal
motivación que persigue todo ser humano en su vida.

Existen dos factores que determinan nuestro grado de felicidad: el


placer y el dolor. El primero nos acerca a ella, mientras que el
segundo nos aleja de la misma. De este modo, Epicuro determina
que la clave de una vida feliz es conseguir acumular la mayor
cantidad de placer mientras reducimos al máximo el dolor. De
hecho, esta segunda parte de la fórmula es más importante que la
primera. El requisito indispensable para una buena vida es la
erradicación del dolor.

Epicuro es, por tanto, un hedonista, sí, pero no de la manera de otros


filósofos, como por ejemplo Aristipo de Cirene (que es lo que se
entiende normalmente por hedonista: un amante de los placeres
corporales). El de Samos apuesta por el placer, pero lo hace desde
un punto de vista del todo racional. Los principales placeres que
hemos de perseguir no son los corporales, pues, pese a su
intensidad, son efímeros y desaparecen enseguida. Hemos de
buscar antes los placeres espirituales. Ahora bien, para escoger y
saciar cualquier deseo placentero, es necesario hacer uso de una
virtud, la prudencia, pues sólo con ella podremos disfrutar de un
modo inteligente. Es gracias a la prudencia que somos capaces de
rechazar un placer que más tarde podría provocarnos dolor (como
ocurre con las adicciones).

El Utilitarismo:

El utilitarismo, al colocar el análisis de las acciones y sus


consecuencias en el centro de la discusión filosófica, introduce un
cambio fundamental en la historia de la ética. Dicha transición
descansa en la idea según la cual, la moralidad de nuestras
acciones debe ser juzgada en virtud de sus consecuencias. En esa
línea, de acuerdo con la tradición utilitarista, no existen acciones
intrínsecamente malas que están sujetas a prohibiciones desde el
punto de vista ético; al contrario, todas las acciones, por más
polémicas y contrarias al sentido común y la cultura de cada
contexto, deben ser analizadas en virtud de las consecuencias que
pueden arrojar. No se trata, entonces, de examinar la racionalidad
de las máximas que deben gobernar nuestro comportamiento, ni
tampoco de analizar la trayectoria de nuestras acciones para
determinar la moralidad de un acto, sino de identificar, a la luz del
principio de utilidad, qué tipo de consecuencias están en capacidad
de garantizar la mayor felicidad para el mayor número.

El análisis de la utilidad en el ámbito de las relaciones humanas no


representa en sí mismo una novedad. En esa línea, el cambio
introducido por el utilitarismo reposa más bien en la articulación de
un principio racional a la luz del cual los agentes deben examinar
las consecuencias de los actos y/o de los posibles cursos de acción
de los que dispone un agente en una determinada situación y, a
partir de ese análisis, juzgar qué situación es mejor desde el punto
de vista moral. Esta máxima, el principio de utilidad, es una figura
transversal a todas las versiones del utilitarismo, y se encuentra
íntimamente relacionada con la capacidad de escoger el camino
que pueda generar el mayor bienestar para el mayor número de
involucrados. Esta es la base del utilitarismo.

Máximas morales en el Utilitarismo


Ahora bien, la idea de que existe un principio rector encargado de
orientar nuestras acciones, como sucede en la deontología
kantiana, puede generar malentendidos; sin embargo, la gran
diferencia entre una y otra tradición es que en el utilitarismo el
análisis de las consecuencias es lo que determina la moralidad de
las acciones, mientras que en la deontología es el uso apropiado del
imperativo categórico lo que nos permite diferenciar el contenido
moral de nuestros actos. Por ejemplo, pensemos en un ciudadano
que paga los impuestos porque reconoce la moralidad que está
detrás del principio y actúa de forma independiente a las
consecuencias de esa acción. Aquí el ciudadano hizo del principio
una guía para su acción. Ahora, imaginemos el mismo ciudadano,
pero en este haciendo uso del principio de utilidad. Tal y como ha
sido señalado, el principio de utilidad defiende la idea según la cual,
la moralidad de una acción depende de la cantidad de bienestar que
emerge de las consecuencias de una acción. En esa línea, el
ciudadano debe realizar un balance entre las consecuencias
positivas y negativas de un curso de acción, y escoger aquella
alternativa que maximice los aspectos buenos y minimice los
malos. Así las cosas, en el ejemplo mencionado, no sabemos de
ante mano cuál es la mejor alternativa, no hay una dimensión
absoluta que determine mi manera de actuar, toda vez que mi curso
de acción está determinado por el análisis de las consecuencias.
Así expuesto, el análisis de las consecuencias es susceptible de
convertirse en un razonamiento instrumental básico en el que la
moralidad parece tener un papel contingente o relativo. Si escoger
las mejores consecuencias para el mayor número de involucrados
implica, por ejemplo, agredir los derechos de las minorías, ¿de qué
manera se puede justificar moralmente un curso de acción de esta
naturaleza? Este, sin lugar a dudas, es uno de los principales
problemas a los que se enfrenta la tradición utilitaria; no obstante,
la acusación parece ser algo injusta. Es probable que por la forma
en la que se construyen los argumentos utilitaristas resulte mucho
más evidente que todas aquellas acciones que se realizan con
buenas intenciones y sin el deseo de cometer el mal terminen
perjudicando a alguien por acción u omisión. Por ejemplo, pensemos
en la ruptura del secreto profesional en circunstancias en las que
un tercero está en peligro o de hecho ya ha sido lastimado. Aquí
evaluamos consecuencias, ¿qué es más valioso la ruptura del
secreto profesional o el deseo de proteger a un tercero que se
encuentra en una situación vulnerable? O, en la lógica utilitarista,
¿qué curso acción maximiza las consecuencias positivas y reduce
las consecuencias negativas? Así pues, en este contexto al igual
que en muchos otros, escoger la alternativa que consideramos
moralmente correcta (romper el secreto profesional) representa
una manera de pasar por encima de los derechos de otra persona
para proteger la integridad de otra. Sin embargo, escoger las
mejores consecuencias no solo es una manera de proteger los
derechos del tercero en situación de vulnerabilidad, sino también
es una clara violación del principio de no maleficencia. Así las
cosas, las réplicas que describen el utilitarismo como una doctrina
demasiado laxa, no tienen en cuenta que en la estructura misma de
las acciones humanas está inscrita la posibilidad de lastimar y ser
lastimado, o mejor, en la esfera de los asuntos humanos somos
agentes y pacientes de nuestras acciones y las acciones de los
otros.
El cálculo utilitarista
Ahora bien, juzgar un curso de acción en virtud de la maximización
de los aspectos positivos y la reducción de los aspectos negativos
parece ser un examen sencillo a simple vista; sin embargo, no
siempre resulta claro qué elementos se deben tener en cuenta para
tomar uno u otro curso de acción. En esa línea, diversas tradiciones
del utilitarismo han asociado el principio de utilidad a los conceptos
de placer y dolor. Según Bentham, una acción buena es aquella
cuyas consecuencias aumentan el placer y reducen el dolor; no
obstante, no siempre resulta
fácil precisar cuáles pueden
ser las consecuencias
placenteras de una decisión o,
mejor, a veces existen
dilemas entre dos tipos de
placeres y es necesario otros
criterios que permitan discernir el curso de acción. En esa medida,
esta versión del utilitarismo sugiere la evaluación de las
consecuencias en torno a la intensidad del placer escogido, su
duración, su inmediatez, así como su capacidad para producir una
serie de consecuencias placenteras, y su capacidad para reducir
series de consecuencias doloras. El utilitarismo, en esa medida, es
una tradición filosófica orientada por una perspectiva
consecuencialista, según la cual, la valoración moral de nuestros
actos descansa en el impacto que tienen las consecuencias en
otras personas y, por supuesto, si estas consecuencias maximizan
el bienestar reduciendo el dolor.

Ética estoica
Para Séneca, un pensador estoico tardío, la filosofía es la ciencia
de la conducta; y la felicidad es sinónimo de virtud, concepto que
para el estoicismo significa vivir conforme a la naturaleza. Los
consejos y la exhortación son su preocupación principal en la
educación de los valores morales, principios que benefician el
estado mental del hombre y su conducta. El estoicismo de Séneca
es una doctrina ética práctica.

Según los principios estoicos no existen actos malos en si mismos


sino el mal moral que representa la ausencia del recto orden en la
voluntad humana. Tanto en la física como en la moral los contrarios
actúan recíprocamente. No se podría entender lo que es tener
coraje si no se conoce el miedo, la justicia sin la injusticia, el valor
sin la cobardía, lo que significa el placer si no se conoce el dolor.
Vivir de acuerdo a la naturaleza y a sus leyes significa para el
estoicismo atenerse a los principios que operan en ella, de los
cuales el alma humana también participa. Diógenes Laercio señala
que la virtud consiste vivir conforme a la recta razón, de acuerdo a
la naturaleza.

El hombre es el único que puede conocer esas leyes y de aceptarlas


conscientemente y es libre de cambiar su actitud de acuerdo a su
voluntad y responsabilidad, porque ninguna acción es buena o mala
en forma determinada. Por lo tanto, algunas cosas serán preferibles,
otras rechazables y otras indiferentes y el placer nunca puede ser
un fin en si mismo. Las virtudes esenciales son la prudencia, la
fortaleza, la templanza y la justicia que se complementan entre si,
pero la conducta verdaderamente virtuosa es la del sabio, que se ha
liberado de las pasiones, tiene dominio de si mismo y acepta su
finitud.
Los estoicos tardíos ponen énfasis en la idea de progreso y dividen
a la humanidad en dos grupos, el de los insensatos y el de los que
progresan hacia la virtud o la sabiduría. Una característica de la
doctrina ética estoica se ocupa de las pasiones y los estados de
ánimo como la tristeza, la depresión, el deseo y el miedo. Pero en la
práctica se refiere más a la lucha por conseguir el dominio de uno
mismo y la libertad moral.

Para el estoicismo todo hombre es un ser social por naturaleza y la


razón es la naturaleza esencial que es común a todos los hombres.
El ideal ético estoico se consigue cuando logramos amar a toda la
humanidad como a nosotros mismos. Los estoicos hablan de la
providencia divina que rige el universo de un modo infalible y le
permite alcanzar todos los objetivos que ella ha previsto, por esta
razón participan de doctrinas esotéricas y adivinatorias.

Para el estoicismo nada es casual y cada ente es necesariamente


producido de la única manera que debía ser, y se dirige
necesariamente hacia el cumplimiento de lo que le ha sido
asignado. La verdadera libertad del hombre sabio es conformar su
propio deseo al Hecho divino, o sea desear lo que el Hecho quiere,
lo que le es dado. La libertad no consiste en aspirar al cumplimiento
de nuestros propios proyectos individuales, porque estos proyectos
serán trastocados por el Hecho del cual somos irremediablemente
esclavos.
Ética de la virtud

La ética de la virtud (también ética aretaica, del griego ἀρετή [


aretḗ]) es una clase de teorías éticas normativas que tratan el
concepto de virtud moral como central para la ética. La ética de la
virtud generalmente se contrasta con otros dos enfoques
principales en la ética normativa, el consecuencialismo y la
deontología, que hacen que la bondad de los resultados de una
acción (consecuencialismo) y el concepto de deber moral
(deontología) sean centrales. Si bien la ética de la virtud no niega
necesariamente la importancia de la bondad de los estados de
cosas o los deberes morales de la ética, enfatiza la virtud moral y,
a veces, otros conceptos, como la eudaimonia, en una medida en
que otras teorías no lo hacen.

En la ética de las virtudes, una virtud es una disposición


moralmente buena para pensar, sentir y actuar bien en algún ámbito
de la vida. Del mismo modo, un vicio es una disposición moralmente
mala que implica pensar, sentir y actuar mal. Las virtudes no son
hábitos cotidianos; son rasgos de carácter, en el sentido de que son
fundamentales para la personalidad de alguien y cómo es como
persona. Una virtud es un rasgo que convierte a su poseedor en una
buena persona, y un vicio es aquel que convierte a su poseedor en
una mala persona.
En la ética de la virtud eudaimonista griega antigua y moderna, las
virtudes y los vicios son disposiciones complejas que involucran
componentes tanto afectivos como intelectuales. Es decir, son
disposiciones que implican tanto poder razonar bien sobre lo que es
correcto hacer (ver más adelante sobre phronesis), como también
involucrar correctamente nuestras emociones y sentimientos.

Por ejemplo, una persona generosa puede razonar bien sobre


cuándo ayudar a las personas y también ayuda a las personas con
placer y sin conflicto. En esto, las personas virtuosas se contrastan
no solo con las personas viciosas (que razonan mal sobre lo que
deben hacer y están apegadas emocionalmente a las cosas malas)
y las incontinentes (que son tentadas por sus sentimientos a hacer
lo malo a pesar de que saben lo que es malo). correcto), pero
también el continente (cuyas emociones los tientan a hacer lo
incorrecto pero cuya fuerza de voluntad les permite hacer lo que
saben que es correcto). Frónesis y eudaimonía

“Phronesis” (φρόνησις; prudencia, virtud práctica o sabiduría


práctica) es un rasgo adquirido que permite a su poseedor
identificar lo que debe hacer en cualquier situación dada. A
diferencia de la sabiduría teórica, la razón práctica resulta en
acción o decisión. Como dice John McDowell, la sabiduría práctica
implica una "sensibilidad perceptiva" a lo que requiere una
situación.

Eudaimonia (εὐδαιμονία) es un estado traducido del griego de


diversas formas como 'bienestar', 'felicidad', 'bendición' y, en el
contexto de la ética de la virtud, 'florecimiento humano'.
Eudaimonia en este sentido no es un estado subjetivo, sino objetivo.
Caracteriza la vida bien vivida. Según Aristóteles, el exponente más
destacado de la eudaimonia en la tradición filosófica occidental, la
eudaimonia es el objetivo propio de la vida humana. Consiste en
ejercitar la característica cualidad humana, la razón, como la
actividad más propia y nutricia del alma. En su Ética a Nicómaco,
Aristóteles, como Platón antes que él, argumentó que la búsqueda
de la eudaimonia es una "actividad del alma de acuerdo con la virtud
perfecta", que además solo podría ejercerse adecuadamente en la
comunidad humana característica: la polis o ciudad-estado.

Aunque la eudaimonía fue popularizada por primera vez por


Aristóteles, ahora pertenece a la tradición de las teorías de la virtud
en general. Para el teórico de las virtudes, la eudaimonia describe
ese estado alcanzado por la persona que vive la vida humana
adecuada, resultado que puede alcanzar practicando las virtudes.
Una virtud es un hábito o cualidad que permite al portador tener
éxito en su propósito. La virtud de un cuchillo, por ejemplo, es el
filo; entre las virtudes de un caballo de carreras está la velocidad.
Así, para identificar las virtudes para los seres humanos, se debe
tener una cuenta de cuál es el propósito humano.

Como gran parte de la tradición occidental, la teoría de la virtud se


originó en la antigua filosofía griega.

La ética de la virtud comenzó con Sócrates y posteriormente fue


desarrollada por Platón, Aristóteles y los estoicos. La ética de la
virtud se refiere a una colección de filosofías éticas normativas que
ponen énfasis en ser más que en hacer. Otra forma de decir esto es
que, en la ética de la virtud, la moralidad surge de la identidad o el
carácter del individuo, en lugar de ser un reflejo de las acciones (o
consecuencias de las mismas) del individuo. Hoy en día, existe un
debate entre varios seguidores de la ética de la virtud sobre qué
virtudes específicas son moralmente dignas de elogio. Sin embargo,
la mayoría de los teóricos están de acuerdo en que la moralidad
surge como resultado de las virtudes intrínsecas. Las virtudes
intrínsecas son el vínculo común que une las filosofías normativas
dispares en el campo conocido como ética de las virtudes. El
tratamiento de las virtudes de Platón y Aristóteles no es el mismo.
Platón cree que la virtud es efectivamente un fin que debe buscarse,
para el cual un amigo podría ser un medio útil.

La discusión de lo que se conocía como las cuatro virtudes


cardinales (sabiduría, justicia, fortaleza y templanza) se puede
encontrar en la República de Platón. Las virtudes también ocupan
un lugar destacado en la teoría moral de Aristóteles que se
encuentra en la Ética a Nicómaco. La teoría de la virtud fue
insertada en el estudio de la historia por historiadores moralistas
como Tito Livio, Plutarco y Tácito. La idea griega de las virtudes se
transmitió a la filosofía romana a través de Cicerón y luego se
incorporó a la teología moral cristiana por San Ambrosio de Milán.
Durante el período escolástico, la consideración más completa de
las virtudes desde una perspectiva teológica la proporcionó Santo
Tomás de Aquino en su Summa Theologiae y sus Comentarios sobre
la Ética a Nicómaco.. Después de la Reforma, la Ética a Nicómaco
de Aristóteles continuó siendo la principal autoridad para la
disciplina de la ética en las universidades protestantes hasta
finales del siglo XVII, con más de cincuenta comentarios
protestantes publicados sobre la Ética a Nicómaco antes de 1682.

Aunque la tradición retrocedió al trasfondo del pensamiento


filosófico europeo en los últimos siglos, el término "virtud" se
mantuvo vigente durante este período y, de hecho, aparece de
manera prominente en la tradición del republicanismo clásico o el
liberalismo clásico. Esta tradición fue prominente en la vida
intelectual de la Italia del siglo XVI, así como en Gran Bretaña y
América de los siglos XVII y XVIII; de hecho, el término "virtud"
aparece con frecuencia en la obra de Niccolò Machiavelli, David
Hume, los republicanos del período de la Guerra Civil inglesa, los
whigs ingleses del siglo XVIII y las figuras prominentes de la
Ilustración escocesa y los padres fundadores estadounidenses.
El "giro aretaico" contemporáneo

Aunque algunos filósofos de la Ilustración (por ejemplo, Hume)


continuaron enfatizando las virtudes, con el ascenso del
utilitarismo y la deontología, la teoría de la virtud se movió hacia
los márgenes de la filosofía occidental. El renacimiento
contemporáneo de la teoría de la virtud se remonta con frecuencia
al ensayo de 1958 de la filósofa Elizabeth Anscombe "Modern Moral
Philosophy". Siguiendo esto:

• En el artículo de 1976 "La esquizofrenia de las teorías éticas


modernas", Michael Stocker resume las principales críticas
aretaicas a la ética deontológica y consecuencialista.

• El filósofo, psicólogo y enciclopedista Mortimer Adler ha


apelado a la ética aristotélica y la teoría de la virtud de la
felicidad o eudaimonia a lo largo de su obra publicada.

• Philippa Foot, quien publicó una colección de ensayos en 1978


titulada Virtues and Vices.

• Alasdair MacIntyre se ha esforzado por reconstruir una teoría


basada en la virtud en diálogo con los problemas del
pensamiento moderno y posmoderno; sus obras incluyen After
Virtue y Three Rival Versions of Moral Inquiry.

• Paul Ricoeur ha concedido un lugar importante a la ética


teleológica aristotélica en su fenomenología hermenéutica del
sujeto, sobre todo en su libro Uno mismo como otro.

• El teólogo Stanley Hauerwas también ha encontrado que el


lenguaje de la virtud es muy útil en su propio proyecto.
• Rosalind Hursthouse ha publicado Sobre la ética de la virtud.

• Roger Crisp y Michael Slote han editado una colección de


importantes ensayos titulada Virtue Ethics.
• Martha Nussbaum y Amartya Sen han empleado la teoría de la
virtud al teorizar el enfoque de la capacidad para el desarrollo
internacional.

• Julia Annas escribió La moralidad de la felicidad (1993).

• Lawrence C. Becker identificó la teoría actual de la virtud con


el estoicismo griego en A New Stoicism. (1998).

• El psicólogo Martin Seligman se basó en la ética de la virtud


clásica al conceptualizar la psicología positiva.

• El psicólogo Daniel Goleman abre su libro sobre Inteligencia


Emocional con un desafío de la Ética a Nicómaco de
Aristóteles.

El giro aretaico en la filosofía moral es paralelo a desarrollos


análogos en otras disciplinas filosóficas. Uno de ellos es la
epistemología, donde Linda Zagzebski y otros han desarrollado una
epistemología de la virtud distintiva. En la teoría política, se ha
discutido la "política de la virtud", y en la teoría legal, hay un
pequeño pero creciente cuerpo de literatura sobre la jurisprudencia
de la virtud. El giro aretaico también existe en la teoría
constitucional estadounidense, donde los defensores abogan por un
énfasis en la virtud y el vicio de los jueces constitucionales.

Los enfoques aretaicos de la moralidad, la epistemología y la


jurisprudencia han sido objeto de intensos debates. Una crítica que
se hace con frecuencia se centra en el problema de la orientación;
Los oponentes, como Robert Louden en su artículo "Algunos vicios
de la ética de la virtud", cuestionan si la idea de un actor, creyente
o juez moral virtuoso puede proporcionar la guía necesaria para la
acción, la formación de creencias o la decisión de disputas legales.
Teoría axiológica

La axiología es la parte de la ética que se refiere específicamente


a los valores. A diferencia de las partes relacionadas con la
moralidad y la justicia social, la ética axiológica no se centra
directamente en lo que debemos hacer. En lugar de ello, se centra
en cuestiones de lo que vale la pena perseguir o promover y lo que
debe evitarse. Para tener un mejor concepto se debe definir la
axiología y la ética de manera separada. La axiología es la ciencia
que estudia los valores y cómo estos valores se producen en una
sociedad.

La axiología busca entender la naturaleza de los valores y los juicios


de valor. Está estrechamente relacionada con otros dos campos de
la filosofía: la ética y la estética. Las tres ramas (axiología, ética y
estética) tratan con el valor. La ética se ocupa de la bondad,
tratando de entender lo que es el bien y lo que significa ser bueno.
La estética se ocupa de la belleza y la armonía, tratando de
entender la belleza y lo que significa o cómo se define.

La axiología es un componente necesario tanto de la ética como de


la estética, porque se debe usar conceptos de valor para definir
“bondad” o “belleza”, y por lo tanto hay que entender lo que es
valioso y por qué. La comprensión de los valores ayuda a determinar
el motivo de una conducta. Principales características de la ética
axiológica
La ética axiológica es un campo de estudio específico que presenta
ciertos rasgos distintivos de sus ramas familiares dentro de la
filosofía. A continuación, las principales características de la ética
axiológica.

Historia
Alrededor del siglo V y parte del siglo VI a.C., era trascendental para
los griegos estar bien informado si se buscaba el éxito. Los
intelectuales emprendieron el reconocimiento de discrepancias
entre los estatutos y la moralidad de la humanidad. El estudiante de
Sócrates, Platón, promovió la creencia estableciendo virtudes que
deberían ser perpetuadas.

Con el desplome del régimen, los valores se hicieron individuales,


haciendo que los colegios escépticos de pensamiento florecieran,
formando en postrera solicitud, una ética apasionada que se piensa
que influenció y dio forma al cristianismo. Durante la época
medieval, Tomás de Aquino amparaba un desviamiento entre las
moralidades naturales y religiosas. Esta concepción acarreó a los
filósofos a distinguir entre juicios basados en hechos y juicios
fundados en valores, creando división entre ciencia y filosofía.

Objetivos ejemplificados
Cuando los niños hacen preguntas como “¿por qué hacemos esto?”
O “¿cómo hago esto?”, están haciendo preguntas axiológicas.
Quieren saber qué es lo que motiva a actuar o abstenerse de actuar.
El padre dice que no tome una galleta del tarro. El niño se pregunta
por qué tomar una galleta del tarro está mal y discute con el padre.

El padre a menudo se cansa de intentar explicar y simplemente


responde: “Porque yo lo digo”. El niño dejará de discutir si valora la
autoridad establecida (o si teme el castigo de desobedecer). Por
otra parte, el niño puede dejar de discutir simplemente porque
respeta a sus padres. En este ejemplo, el valor es autoridad o
respeto, dependiendo de los valores del niño. La ética axiológica
plantea: “¿De dónde provienen estos valores? ¿Puede alguno de
estos valores ser llamado bueno? ¿Es uno mejor que otro? ¿Por
qué?”

Teoría de valores: enfoque principal y general de la ética axiológica


El término “teoría de valores” se utiliza en al menos tres maneras
diferentes en filosofía. En un aspecto general, la teoría de valores
es una etiqueta que abarca todas las ramas de la filosofía moral, la
filosofía social y política, la estética y a veces la filosofía feminista
y la filosofía de la religión – cualesquiera áreas de la filosofía que
abarquen algunos aspectos “evaluativos”.

De manera más estrecha, la teoría de valores se utiliza para un área


relativamente estrecha de la teoría ética normativa, en particular,
pero no exclusivamente, de preocupación para los
consecuencialistas. En este sentido estrecho, la teoría de valores
es más o menos sinónimo de la axiología. Se puede pensar que la
axiología se ocupa principalmente de clasificar qué cosas son
buenas y cuán buenas son.

Por ejemplo, una cuestión tradicional de axiología se refiere a si los


objetos de valor son estados psicológicos subjetivos, o estados
objetivos del mundo. Teorías específicas de la ética axiológica

Valor instrumental e intrínseco


Son etiquetas técnicas para los dos polos de una dicotomía antigua.
La gente parece razonar de manera diferente sobre lo que deben
hacer (buenos fines) y lo que son capaces de hacer (buenos
medios). Cuando las personas razonan sobre los fines, aplican el
criterio de valor intrínseco. Cuando razonan significa que aplican el
criterio de valor instrumental. Pocos cuestionan la existencia de
estos dos criterios, pero su autoridad relativa está en disputa
constante.
Pragmatismo y bondad contributiva
La ética pragmática es una teoría de la ética filosófica normativa.
Los pragmatistas éticos, como John Dewey, creen que algunas
sociedades han progresado moralmente de la misma manera que
han logrado el progreso en la ciencia. Los científicos pueden
investigar la verdad de una hipótesis y aceptar la hipótesis, en el
sentido de que actúan como si la hipótesis fuera verdadera. Sin
embargo, piensan que las generaciones futuras pueden avanzar la
ciencia, y así las generaciones futuras pueden refinar o reemplazar
(al menos algunas de) sus hipótesis aceptadas.

Teoría comunitaria

La sabiduría popular se expresa a través de grandes máximas, por


ejemplo, “pobre, pero honrado”, que muestra que a la persona le
importa la honradez, aunque le duela la pobreza. A partir de este
dicho pensamos que la formación de virtudes en los niños y jóvenes
debe nacer de la familia, de los maestros, de los religiosos o bien
de la comunidad.

La civilidad que sostiene la vida democrática es una virtud y, como


todas, debe aprenderse en los grupos primarios de la sociedad. Si
la familia, la escuela o el vecindario no dan un valor a la
participación en las tareas comunes, mal va la persona a aprender
una actitud semejante.
Esto nos conduce a reflexionar sobre nuestra realidad, en la que
prevalecen los antivalores, como el enriquecimiento cueste lo que
cueste. Existe un afán desmesurado de tener dinero, aunque esto
atente contra la salud del vecino. Sobresalen las actitudes
individualistas. No ha existido el cuidado de asumir los ideales que
fundamenten la búsqueda del bien común.

La ética comunitaria se propone valorar la convivencia como un


estado deseable en la sociedad. Cada uno de todos nosotros somos
un “posible” y junto con los otros, somos “otros posibles”, lo que
convierte a la convivencia en una necesaria virtud para sobrevivir
humanamente. Hoy día, los teóricos han definido todo esto como
una especie de seres engarzados en lo que llaman red. De ahí, la
red de la globalización en la cual cabemos todos de manera
uniformada. Pero también están las redes del vecindario, de los
lazos culturales, de los amarres familiares.

Desde esta óptica el sentido de la honradez se articula, no solo


como una conducta personal, sino con relación al manejo de las
cosas del Estado. Somos testigos de cómo surge con fuerza el afán
del enriquecimiento rápido. No importan los medios, sino solo el fin,
aunque este se convierta en la propia tumba de desprestigio moral
de quien aspiró a la riqueza material. El sentido de servicio
desaparece y cede su espacio al interés del yo individual, dado que
se nos ha olvidado que en la medida en que sirvamos a los otros,
los otros también nos servirán.

Interesa de esa manera que la virtud de la honradez se constituya


en el eje transversal que cruce nuestro tramado social. Para ello
debemos reconstruir el valor de la armonía para alcanzar cierto
equilibrio de fuerzas en la sociedad. De lo contrario, vamos a
navegar entre el autoritarismo y la anarquía en la que cada individuo
es él mismo, sin importar los deberes de responsabilidad y ética
comunitaria.
La honradez pasa por el autorreconocimiento de vivir en sociedad
y, como tal, nos debemos a los otros, pero, sobre todo, a nuestros
hijos, a quienes necesariamente debemos inculcarles esta virtud
tan olvidada en el seno de la sociedad. Contrariamente, ellos
reclamarán a los padres el desprestigio moral de que son objeto por
una mala praxis heredada, o bien sentirán orgullo porque sus
familias los formaron con valores de respeto y ética comunitaria.

Teoría de superhombre

El superhombre, es el nuevo hombre, el que surge tras la muerte de


Dios, es decir, una vez que se ha asumido que no existe un ser
absoluto para dar sentido a la vida. Dios ha muerto y con él todos
los valores decadentes sobre los que se funda la cultura occidental,
y es el mismo ser humano quién lo ha matado.
Como consecuencia, el ser humano, náufrago en un mar de
inseguridades, sin nada a lo que agarrarse, sin un fundamento de la
moral, se desespera. Esto es lo que Nietzsche llama Nihilismo
negativo que se opone al Nihilismo positivo, es decir, el de la
persona que acepta la muerte de Dios y la pérdida de todos los
valores cristianos, fruto del dualismo platónico y de su división de
la realidad.

Significado del Superhombre de Nietzsche


El superhombre, es capaz, pues, de aceptar al muerte de Dios, de
transmutar todos los valores, de volver a construir allí donde se ha
destruido. Es el momento del superhombre, y con él llega el fin de
la moral de siervos. No se trata, por tanto, de renunciar a los
valores, sino más bien de invertirlos, de dar la vuelta a la moral de
esclavos, que reniega contra la vida y construir unos nuevos, que
constituyan un sí rotundo contra la misma, esto es, la moral del
amo.
La moral judeo cristiana supone una negación de la vida, de la
naturaleza, de la tierra, del cuerpo, y es precisamente lo que hay
que recuperar, el sentido de la tierra, que se ha perdido por culpa
de Sócrates y su sobre todo, a su discípulo Platón, que a con su
duplicación de la realidad, consigue dar un fundamento a la religión,
servir de base teórica al sinsentido del cristianismo, que da la
vuelta a los verdaderos valores naturales, como el amor. En su
lugar, los sustituye por resentimiento contra la vida.
El hombre es algo que debe ser superado. Este hombre que ha de
ser superado es el que sigue aferrado a la moral del esclavo, de la
moral del rebaño, esa moral que desprecia la vida en la tierra y vive
con la ilusión de alcanzar la inmortalidad en el más allá, y con esa
idea, deja de vivir. Esta renuncia a la vida es lo que hay que superar,
construir unos valores que supongan la total afirmación de la vida,
y no al contrario, como ocurre con la moral tradicional. El
nacimiento del superhombre solo es posible con la muerte de Dios,
con la aceptación de la misma, la cual lleva al nihilismo positivo.

Características del superhombre de Nietzsche

• Rechaza la moral de esclavos, que ensalza valores como la


cobardía, el miedo, la obediencia, el servilismo, el rencor y el
desprecio contra la vida, en favor de la moral de amos, aquella
que, apuesta por el amor, el cuerpo, lo terrenal, lo trágico y lo
dionisíaco.
• La moral del esclavo es la moral del rebaño, de los que siguen
ciegamente las normas establecidas porque no son capaces
de crear unos propios. En cambio, como el niño, el
superhombre es creatividad pura, no necesita que nadie le
dicte unos valores, porque ya tiene los suyos.
• El superhombre es creador de valores, a diferencia del hombre
actual, que toma prestados unos valores heredados por la
tradición. El superhombre, en cambio, construye su propia
escala de valores y voluntariamente se somete a los mismos,
porque estos valores son fieles a la tierra. Es la afirmación de
la vida, el creador y el dueño de su propia vida y de su destino.

Teoría marxista

Karl Marx (5 de mayo de 1818 - 14 de marzo de 1883), filósofo,


intelectual y militante comunista alemán de origen judío, junto a
Friedrich Engels, es el padre del comunismo moderno, del marxismo
y del materialismo histórico. Sus escritos más conocidos son el
Manifiesto del Partido Comunista (en coautoría con Engels) y El
Capital.

ÉTICA
La ética es la rama de la filosofía que estudia la bondad o la maldad
de los comportamientos. Tiene como centro de atención las
acciones humanas y aquellos aspectos de las mismas que se
relacionan con el bien, la virtud, el deber, la felicidad y la vida
realizada. El estudio de la ética se remonta a los orígenes mismos
de la filosofía en la Antigua Grecia, y su desarrollo histórico ha sido
amplio y variado.
Moral
Por moral entendemos una forma específica del comportamiento
humano, individual o colectivo. Son las reglas, posicionamientos,
normas o consensos por las que se rige y juzga el comportamiento
o la conducta de un ser humano en una sociedad. En ese enfoque lo
que forma parte del comportamiento moral está sujeto a ciertas
convenciones sociales y no forman un conjunto universalmente
compartidos.

Ética según Karl Marx


Marx inicia su filosofía con una crítica del idealismo y el
materialismo, para la cual se fundamenta en la concepción que
tiene del hombre. Para Marx no existe una esencia, en general el
hombre se hace a sí mismo a través de la historia en la sociedad y
transformando la naturaleza. Para Marx, la ética es ideología pura
con la única visión de legitimar lo que hay. Según Marx los seres
humanos no necesitan una moral para ver transformar su mundo,
necesitan que se transformen las condiciones de la humanidad en
que vive la mayoría víctima de la desigualdad y la injusticia, por lo
tanto, las ideas morales o filosóficas no contribuyen a superar este
mundo, más bien lo consagran y lo justifican al no darse cuenta de
su procedencia.

Señaló que la ley y la moral son, prejuicios burgueses derivados de


intereses burgueses con la única y exclusiva intención de perpetuar
la riqueza en quien la posee. Los valores morales son los portavoces
de los intereses de la clase dominante. Para Marx, la
transformación moral del mundo es pura mentira sino atiende
fundamentalmente a la corrección de una distribución de la riqueza
radicalmente injusta e inmoral y la moral no será capaz de superar
la alienación del hombre, sino que será preciso la transformación
de las estructuras materiales que son realmente culpables de la
enajenación de los seres humanos.

“toda teoría moral que ha existido hasta hoy es el producto, en


última instancia, de la situación económica de cada sociedad. Y
como la sociedad se ha movido hasta ahora en contraposiciones de
clase, la moral fue siempre una moral de clase; o bien justificaba el
dominio y los intereses de la clase dominante, o bien en cuanto la
clase oprimida se hizo lo suficientemente fuerte, representó la
irritación de los oprimidos contra aquel dominio y los intereses de
dichos oprimidos orientados al futuro.” “La desrelativización de la
moral sólo es posible en una sociedad en la cual la explotación del
hombre por el hombre ya no sea una realidad omniabarcante que
atraviesa todas las esferas de la vida social e individual”

En otro texto, no menos famoso, Engels, el entrañable amigo y


colaborador de Marx, afirma que: “una moral verdaderamente
humana, que esté por encima de las contraposiciones de clase, y
por encima del recuerdo de ellas, no será posible en un estadio
social que no sólo haya superado la contraposición de clases, sino
que la haya además olvidado para la práctica de la vida”

En un texto conjunto, como casi toda su obra, Marx y Engels


sostienen, en su momento, como estrategia política nacida de la
realidad concreta, que “los comunistas no predican moral alguna”.
La moral de los comunistas es una moral revolucionaria que busca
reivindicar el sentido pleno de lo humano desalienado, humanizado,
plenamente libre, en una sociedad plenamente humana,
desalienada y libre ,podemos resumir que la ética marxista, es una
ética que busca la realización de “la vida buena”, no del hombre en
abstracto, como ser genérico; sino la vida buena, el vivir bien del
hombre concreto, en las situaciones históricas y sociales concretas
y en condiciones económicas concretas, en donde el hombre se
genera y se regenera permanentemente.
Para terminar, diremos que uno de los sueños de Marx, es el de una
gran ciencia, la ciencia del hombre, la cual en el fondo; sería un
conocimiento transformador profundamente ético, en ella el
individuo, en una nueva sociedad, supera la alienación como
fenómeno social y vive de una forma plenamente humana; como un
“individuo social, con su dimensión ecuménica, que es el desarrollo
de su dimensión absolutamente humana.

Así pues, para concluir apuntamos, que Marx y el marxismo, es


humanismo, es decir, toda una propuesta ética, que busca construir
de forma activa, una vida buena para el ser humano, de ahí que no
se conforma con enunciar la patología cercana a la muerte de la
sociedad capitalista; sino que busca implementar la forma
adecuada para posibilitar la vida del hombre, del individuo social en
plenitud, es decir, en interretrorelación constructiva y posibilitante
con la sociedad, con sus congéneres así como en relación
codialogante con su entorno, su ecosistema, buscando la liberación
plena del ser humano a nivel individual, social y de la humanidad
entera.

Ética del deber


El utilitarismo es una teoría moral. La ética del deber es la teoría
moral alternativa al utilitarismo más importante. Kant, filósofo
alemán del siglo XVIII, es su primer y más importante defensor.

La ética del deber (también llamada ética deontológica, o


simplemente ética kantiana) puede ser vista como un buen
fundamento para el liberalismo, que es una filosofía política. Aquí
se da una circunstancia curiosa. Stuart Mill, que hace una buena
defensa del liberalismo, basa éste en la teoría utilitarista, que
también defiende. Pero liberalismo y utilitarismo no se llevan bien,
como hemos visto en páginas anteriores cuando hablábamos de los
tres casos. En cambio, el liberalismo tiene un muy buen aliado en la
ética del deber.

La clave de bóveda de la ética del deber es el imperativo categórico.


Su contenido viene a ser éste: tu libertad acaba donde empieza la
de los demás. La idea es que los demás tienen derechos y son libres
de hacer aquello a lo que tienen derecho; limitar estos derechos es
atentar contra la dignidad de las personas. Derechos, libertad y
dignidad son tres palabras clave. La moral no trata, como en el
utilitarismo, de qué debo hacer para beneficiar a las personas, sino
de lo que debo hacer para respetar su dignidad y no violar sus
derechos. No se trata de lo que debo hacer por los demás como de
lo que no debo hacerle a los demás.

Ética cristiana
Vivimos en una generación donde a una relación homosexual se le
llama una opción de vida. Un comunicador social llama sinceridad
lo que es un hablar despotricado, injurioso, desenfrenado. No sólo
hay una inversión de los valores morales, sino que peor aún, la
conceptualización de las cosas se ha ido perdiendo. Pienso que
usted y Yo hemos oído algo así: “Soy una persona sincera, no tengo
pelos en la lengua”, pero cuando oye su discurso, notamos que él
llama sinceridad el ser deslenguado; el tal ignora que la sinceridad
es una virtud, y su ejercicio ha de hacer bien a uno y al prójimo.
Dicho de otro modo, esas conciencias no están debidamente
formadas. Es por eso que necesitamos de una ética correcta. Y
ninguna mejor que la ética cristiana.

La ética cristiana presupone o asume dos asuntos fundamentales:


la existencia de Dios, y la autoridad de las Santas Escrituras como
revelación de Su mente y voluntad. Dicho con otras palabras: que
hay un sólo Dios Verdadero, Inmortal, Sabio e Invisible, y se ha
revelado a Sí mismo. En relación con la conducta humana, significa
que tenemos absolutos morales, y por tanto Ética, o lo que es lo
mismo, un deber moral innato. Así que: la ética es ese deber moral
innato en todo ser humano.

Por tanto, si la existencia de Dios es negada, entonces la moralidad


y la ética automáticamente desaparecen; la conducta humana
caería bajo la esclavitud de un relativismo moral interminable. Allí
quitarle la vida bajo anestesia a un niño de tres años porque sea
paralítico (Eutanasia de hoy día), pudiera ser visto como un bien
moral. Necesitamos, pues, una ética de valores morales absolutos,
que regule la conducta recíproca de los hombres, o que mis deberes
ciudadanos no sean establecidos por estadísticas que pueden ser
manipuladas para probar cualquier cosa, sino por la verdad, equidad
y compasión del carácter del Creador.
Su naturaleza

El fundamento de la Ética queda establecido en las palabras del


Señor Jesucristo: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres,
así también haced vosotros con ellos” Mt.7:12) Este precepto es la
regla de la vida. Su primer componente es la verdad, porque nadie
se miente a sí mismo, la conversación interna o en nuestras mentes
es sincera, franca, veraz; de manera intencional no nos mentimos a
nosotros mismos; aunque si nos auto engañamos cuando tenemos
una perspectiva errada de la realidad, lo cual es común en nosotros
los humanos.

Un segundo componente es la justicia o equidad, pues delante de la


Ley de Dios todos los hombres son iguales, y los iguales no tienen
poder de autoridad entre ellos. No soy juez de mi prójimo.

El tercer componente es la bondad, porque nadie es difamador ni


cruel consigo mismo. En resumen, la ética es como una mesa de
tres patas: Verdad, justicia y bondad. Cualquiera de estas columnas
que falte, la mesa se cae. Vamos a abundar un poco más sobre estos
elementos.

Elementos de la ética evangélica cristiana

La verdad
Previo a definir la verdad en la comunicación, es necesario explicar
la mentira y el error. La mentira es una disociación entre lo que se
piensa y lo que se dice, o lo que se dice con lo que se hace. Una
persona miente al declarar que tiene cuarenta años de edad, cuando
él sabe en su interior que tiene cincuenta. Si nuestro hablar no está
de acuerdo con nuestro entendimiento, es mentira; aunque esté en
conformidad con la esencia del asunto en cuestión.

Un ejemplo de hablar y vivir una mentira es este: «Una persona que


vive como si tuviera los ingresos que él sabe no tiene. Se le oye
hablar y suena a que sí tiene esa posición económica y trata de vivir
en esa apariencia, engañando a los otros». A diferencia del error o
falsedad, que es una disociación entre lo que se piensa y la realidad,
por ejemplo, el niño dice ser supermán; ¿está mintiendo? No, está
en un error.

En su naturaleza, la verdad es la conformidad de nuestras


expresiones a la esencia de las cosas, o a nuestro entendimiento o
comprensión de esas cosas. Por cierto, que acarrearía culpa cuando
un comunicador dispone de los medios necesarios para conocer la
esencia de un asunto, pero no hace uso de ello, o que por
negligencia difunde rumores como si fueran verdad.

La justicia
Definir esta virtud es difícil por su amplia aplicación, y en la época
que nos ha tocado vivir se dificulta aún más entenderla y aplicarla.
Su definición bíblica y aplicable a todo trato con nuestro prójimo es
dada en la regla que dio el Señor Jesucristo:
“Todas las cosas que queráis que los hombres hablen de vosotros,
así también hablad vosotros de ellos”. Esto es, habla de los otros lo
que tú esperas que ellos hablen de ti en iguales circunstancias. En
sentido general y humano, Hablar con justicia es aquella virtud del
alma que inclina al hombre a hablar de su prójimo con bondad y sin
engaño. Lo que se conoce como el hacer una buena construcción
de las intenciones del prójimo. Esta justicia es un hábito de mente
que nos dispone a decir del otro lo que es debido o es nuestro deber
por amor a Dios.

La fuente donde ha de brotar esta santa virtud es el deseo de ser


bueno como Dios es bueno. El buen hombre guiado por la equidad
todo lo cree, o que acepta como sana la intención del otro, mientras
las evidencias no testifiquen lo contrario. Es un hábito mental, no
una acción aislada, sino de una regla general de vida. Justicia es
equivalente a equidad, rectitud, honradez, honestidad, amante de lo
honesto y decente. Es alguien que procura de corazón mostrarse a
los demás como lo que dice ser, un hombre de corazón justo. Un
ladrón no debe ser nombrado custodio de los bienes del Estado. Eso
sería mayúscula injusticia; ni a un hombre de mente injusta dársele
cabida en los medios de comunicación social.

La bondad
Oiga este mandamiento del Señor nuestro Dios: “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:39). El amor o bondad a nuestro
prójimo es algo que se discierne con facilidad, o que el amor me
dice lo que es bueno para mí, y si es bueno para ti, dáselo a tu
prójimo. Así que, en la ética, ejercer bondad es una regla bien
sencilla: Lo que Tú quieres que se diga de ti, tanto en público como
en privado, dilo de tu prójimo. Esta no es una tarea fácil, y quienes
se comprometan a este virtuoso esfuerzo pudieran ser llamados con
propiedad como nuestros líderes modernos.

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