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CAPÍTULO CUATRO: DATE LA BUENA VIDA

Resumen:

En este capítulo se manifiesta que uno tiene que plantearse sobre sí mismo desde su
propia voluntad, que uno no tiene que preguntarle a nadie sobre qué es lo que debe
hacer con su propia vida. Uno debe preguntarse eso a sí mismo. Si se desea saber en qué
puede uno emplear mejor su libertad, no debe perder el tiempo poniéndose al servicio
de unos u otros desde el principio, por más que esas personas ajenas o cercanas a ti sean
buenas, sabias y respetables, uno debe interrogarse sobre el uso de su libertad.

En otras palabras, ser libre y hacer lo que uno quiera. Aunque se presenta una
contradicción pues en la frase “haz lo que quieras” parece que se estuviera dando una
orden, por más que signifique que actúes libremente. Si la cumples, la desobedeces
(porque no haces lo que quieres, sino lo que te piden) y si la desobedeces, la cumples
(porque haces lo que tú quieres en lugar de lo que te manden).

Esta aparente contradicción que encierra ese «haz lo que quieras» no es más que un
reflejo del problema esencial de la libertad misma: no tenemos remedio de no ser libres
de no ser libres.

Y si uno elige no ser libre y se convierte en un esclavo, tal y como lo indica el texto,
uno lo hará porque quiere, por su uso de libre albedrío, que vendría a ser la libertad. Y
aunque uno obedezca y se deje llevar por la masa, todavía se puede seguir actuando tal
y como uno prefiere: uno no renuncia a elegir, sino que habrá elegido no elegir por sí
mismo. Por eso, en el texto se cita a un filósofo francés de nuestro siglo, Jean-Paul
Sartre, quien expresa que estamos condenados a la libertad, para esa condena no hay
indulto que valga.

De modo que la frase “haz lo que quieras” significa que se tome en serio el problema de
la libertad, lo que nadie puede dispensarle a uno de la responsabilidad creadora de
escoger un camino. Porque se quiera o no, uno es libre y tiene que aceptar las
consecuencias de sus acciones. Con tal de que no se confunda el hacer lo que uno quiera
con hacer lo primero que a uno le venga en gana.

Un ejemplo sería la historia de Esaú y Jacob, hijos de Isaac. Ambos eran hermanos
gemelos, pero Esaú había salido primero del vientre de su madre por lo que al ser el
mayor se le concedía la primogenitura, en ese tiempo ser el primogénito era muy
importante porque quien lo era terminaba heredando todas las posesiones y privilegios
del padre. A Esaú le gustaba ir de caza e ir en busca de nuevas aventuras, mientras que
Jacob prefería quedarse en casa, preparando algunas delicias culinarias de vez en
cuando. Cierto día Esaú regresó del campo cansado y hambriento, como Jacob había
preparado un suculento potaje de lentejas, Esaú le pidió a su hermano que le invitara.
Jacob se aprovechó de eso y le dijo que le invitaría con gusto siempre y cuando le de sus
derechos de la primogenitura. En ese instante, Esaú pensó «Ahora lo que me apetecen
son las lentejas. Lo de heredar a mi padre será dentro de mucho tiempo. ¡Quién sabe, a
lo mejor me muero yo antes que él!» y accedió al trato. Después de un rato, cuando
Esaú ya se había complacido a sí mismo, se arrepintió de haber hecho el trueque por lo
tanto esta decisión que él mismo tomó desató bastantes problemas entre los hermanos.

De esa manera, es importante ser capaz de establecer prioridades y de imponer una


cierta jerarquía entre lo que a uno de pronto le apetece y lo que uno quiere en el futuro.

Comentario:

La expresión «haz lo que quieras» lo que en el fondo pretende recomendar es que uno se
atreva a darse la buena vida, siempre y cuando, como se ha dicho antes, sea consciente
de las consecuencias de sus actos, ya sean buenos o malos. Además de que el texto
resalta que darse la buena vida también significa dar la buena vida puesto que la
humanización, que es lo que nos convierte en humanos, es un proceso recíproco. Para
que los demás puedan hacerme humano, yo tengo que hacerles humanos a ellos, y
viceversa, sino seríamos animales, no tendríamos lenguaje, ética, cultura y solo nos
dejaríamos llevar por los instintos.

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