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Decir “Haz lo que se te dé la gana” es una frase que confunde a las personas nacida de
una orden o una invitación que puede llevarnos a problemas, a pesar de la autorización
de hacer la acción. El autor nos invita a dejar atrás las ordenes y
las costumbres “Me temo que hay que dejarse de órdenes y
costumbres, de premios y castigos, en una palabra de cuanto
quiere dirigirte desde fuera' y que tienes que plantearte todo este
asunto desde ti mismo” Pág. 33. La voluntad personal de no
preguntarle nadie qué es lo que se debe hacer con la vida propia.
Preguntarse cómo se puede emplear la libertad bajo el servicio de
otros nos lleva a la pregunta del “uso de la libertad…a la libertad
misma”; así lo plantea en el libro Ética para Amador en su primer
párrafo de la página 33.
“Haz lo que quieras” es toda una contradicción, basada en una orden complicada «haz
eso y no lo otro», si se cumple, se desobedece (porque no se hace lo que quiere, sino lo
que quiero yo que te lo mando); si la desobedeces, la cumples (porque haces lo que tú
quieres en lugar de lo que yo te mando... La aparente contradicción que encierra ese
«Haz lo que quieras » refleja el problema de la libertad misma: a saber, que no somos
libres de no ser libres, que no tenemos más remedio que serlo. ¿Y si no quieres seguir
siendo libre? ¿Y si decides obedecer en todo? Habrás elegido, lo elegir por ti mismo.
Merece la pena la libertad? Son las cosas del querer sin confundir
el tema de los caprichos, una cosa es hacer «lo que quieras» y otra
distinta que hagas «lo primero que te venga en gana».
Se puede tener ganas de algo, pero al extralimitarnos a veces con la «gana» no se gana
sino que se pierde.
En el primer capítulo del Génesis de la biblia, se relata la historia de Esaú y Jacob, hijos
de Isaac, donde Esaú cede su herencia a Jacob por un plato de lentejas.
La historia bíblica enseña que Esaú quería potaje, se empeñó en conseguirlo y al final se
quedó sin herencia... ¿Eran esas lentejas lo que Esaú quería de veras o simplemente lo
que le apetecía en aquel momento? Ser el primogénito era entonces una cosa muy
rentable y en cambio las lentejas ya se sabe: si quieres la toma y si no las dejas...
Lo que Esaú quería en el fondo era la herencia, un derecho destinado a mejorarle la vida
en un plazo corto. También le apetecía comer potaje, pero si se hubiese molestado en
pensar un poco se habría dado cuenta de que este segundo deseo podía esperar y no
afectar las posibilidades de conseguir lo fundamental.
La vida humana es buena entre seres humanos o de lo contrario puede que sea vida,
pero no será ni buena ni humana.
Las cosas pueden ser bonitas y útiles, los animales (por lo menos algunos) resultan
simpáticos, pero los hombres lo que querernos ser es humanos, no herramientas ni
bichos. Y queremos ser tratados como humanos, porque eso de la humanidad depende
en buena medida de lo que los unos hacernos con los otros.
Protestamos cuando nos tratan mal. Las mujeres exigen ser tratadas como mujeres
«objeto» por eso cuando insultamos a alguien le llamamos « ¡animal! », advirtiéndole que
rompe el trato debido entre hombres y que de seguir igual se le pagara con la misma
moneda. La humanización es un proceso recíproco. Para que los demás puedan hacerme
humano. Darse la buena vida no puede ser algo distinto de dar la buena vida.
Nada era comparable con su recuerdo infantil, lo que Kane quería, la buena vida que
había sacrificado para conseguir millones de cosas que en realidad no le servían para
nada. Y sin embargo la mayoría le envidiaba...
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Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego
que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado.
Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí
que yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? «Y dijo Jacob:
Júramelo en este día. Y le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. «Entonces Jacob dio a
Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, se levantó y se fue. Así
menospreció Esaú la primogenitura» (Génesis, XXV, 27 a 34). «Quizá el hombre es malo
porque, durante toda la vida, está esperando morir: y así muere
mil veces en la muerte de los otros y de las cosas.
«Pues todo animal consciente de estar en peligro de muerte se vuelve loco. Loco
miedoso, loco astuto, loco malvado, loco que huye, loco servil, loco furioso, loco odiador,
loco embrollador, loco asesino» (Tony Duvert, Abecedario malévolo).
Prestar atención a uno mismo es prestar atención a los demás de tal modo que estar a
gusto con uno mismo es tener la capacidad para relacionarse con otras personas. »(Erich
Fromm, Ética y psicoanálisis).