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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación


Fundación Conservatorio Vicente Emilio Sojo
Barquisimeto, Estado-Lara

La Escuela de Chacao y el Padre Sojo

Alumno: Víctor Rondón.


C.I. 33.123.139
Profesora: Rhonmar Castro.
Historia de la Música en Venezuela I
Barquisimeto, 29 de enero de 2021
Hablar de la Escuela de Chacao y su Precursor el padre Sojo, es sumergirse
en un mundo que te instruye, no solo sobre las vicisitudes que del período colonial se
derivan, sino también de las ventajas que, quienes más tarde conformarían esas tres
ilustres generaciones que de la enseñanza del maestro Juan Manuel Olivares
surgieron, supieron explotar y convertir en las más sublimes obras, que aún hoy
disfrutamos.

La Escuela de Chacao y el Padre Sojo:

Hablar de la Escuela de Chacao y su fundador el padre Sojo, es sumergirse en


un mundo que te enseña, no solo sobre los acontecimientos que del período colonial
se derivan, sino también de las ventajas que, quienes más tarde conformarían esas
tres ilustres generaciones que de la enseñanza del maestro Juan Manuel Olivares
surgieron, supieron explotar y convertir en las más sublimes obras, que aún hoy
disfrutamos.

Lo único que se conoce con certeza hasta ahora acerca del Padre Sojo en
relación con las actividades musicales, según los documentos de la época es que era
un gran amante de la música. Fue quizás debido a esta inclinación que tuvo la idea de
fundar en Caracas la congregación del oratorio de San Felipe Neri, y es así como se
concretan dos de las aspiraciones de Padre Sojo, pues en primer lugar, logró servir a
Dios utilizando el arte y la cultura, especialmente la música, e inmediatamente
materializa su sueño de formar una academia de música. Pero aun antes de que se
instale la orden de los Neristas en 1771, se celebra en Caracas desde 1765 el 26 de
Octubre, el día de San Felipe Neri; con una celebración modesta cuya parte musical
corría a cargo de Ambrosio Carreño, con lo cual se establece el primer vínculo entre
éste; quien fuera el primer maestro de Juan Manuel Olivares, y el Padre Sojo.

Dicho movimiento musical surgido en Caracas, conocido con el nombre de


Escuela de Chacao, reviste características especiales en América Latina por las
circunstancias de su aparición y las proyecciones nacionales del mismo. En ella, dos
personajes son fundamentales: Juan Manuel Olivares como docente y el Padre Pedro
Ramón Palacios Sojo Gil de Arriata –conocido con el nombre de Padre Sojo- como
impulsor, financista y organizador de esta empresa musical que dio como resultado la
formación de alrededor de 30 compositores y 150 instrumentistas. Su nombre lo
origina el lugar donde se reunían periódicamente para estudiar y ejecutar música: las
haciendas La floresta del padre Sojo en las inmediaciones del pueblo de Chacao, y
San Felipe del Padre José Antonio García Mohedano, en la población de Chacao
(actualmente urbanización la castellana). Entre las ya referidas, se encontraba
también la hacienda de Bartolomé Blandín, el cual se sumaba al grupo de grandes
aficionados y amantes de la música.

Además, se reunían regularmente en el lugar de la congregación del oratorio


de San Felipe Neri en Caracas, por lo cual no es difícil inferir el porqué de que los
compositores integrantes de esta escuela, cultivaran casi exclusivamente el repertorio
musical religioso europeo del siglo XVIII; aunque estudiándolo, logra advertirse el
cultivo de dos géneros: el religioso con texto en latín, destinado al oficio litúrgico, y el
profano, de temática y espíritu religioso con texto en español, utilizado en ocasiones
de las festividades religiosas (villancicos, aguinaldos, tonos y pésames). Hay quienes
defienden a Díez Modreño alegando que no es el quien durante su mandato lograra
decaer la música, más el cantor de la catedral de Caracas para 1777, José Trinidad
Espinoza declaró “…que en la tribuna no hay los instrumentos necesarios para el
decente culto del santuario; que faltaban violines y bajón; y los que restan o no están
bien o no hay quien los toque como antecede con las flautas y las trompetas por no
haber rentas…”. Sin embargo, este triste panorama habría de cambiar en menos de
diez años, a juzgar por los testimonios de Humboldt, quien afirma que “…en muchas
familias de Caracas he hallado gusto por la instrucción y una predilección dedicada
por la música que cultivan con éxito y que sirve para unir las diferentes clases de la
sociedad…”; y lo que pasó para ello fueron dos cosas: los ejecutantes habían
adquirido una habilidad más que aceptable y había surgido la primera generación de
compositores de la Escuela de Chacao, aquella que Juan Bautista Plaza llamara “los
Formadores”. Hay constancia de que el padre Sojo, envió de Roma 7 cajones con
libros, reliquias, rosarios y medallas y también ha podido traer partituras e
instrumentos personalmente a su regreso de Europa en 1770; año en el cual venia
convencido de que sería el prepósito de la orden Nerista, pero el obispo Martí frustró
su deseo al relegarlo al cargo de prefecto de música recibidor y maestro de novicios.
Muchos años después, cuando el pleito entre los Neristas y el obispo había alcanzado
otras dimensiones, este último en carta al Rey, es muy crítico al decir que “…los
Neristas se retiran muy frecuentemente a una casa de campo que han fabricado en
los arrabales de esta ciudad en la feligresía de San Pablo, y la otra que también tiene
a dos leguas distantes de esa misma ciudad cerca de Chacao a jugar en ellas pelotas
y bochas y tocar conciertos de música día y noche…”. Sin embargo es oportuno hacer
dos consideraciones referente a ello, pues en primer lugar, es curioso observar que, a
pesar de lo que diría el Obispo Martí de los Neristas en 1779, al parecer ninguno de
los admitidos fue ejecutante y mucho menos compositor; y en segundo lugar, que se
confirma lo dicho por Ramón de la Plaza, cuando establece que el padre Sojo, casi
desde su mismo regreso de Europa, inició o reanudó la academia filarmónica de su
hacienda, con los pocos músicos profesionales y los aficionados que acudían
fundamentalmente a Chacao.

Cabe agregar, el índice elocuente del progreso alcanzado por nuestros


músicos de la colonia es en testimonio de dos naturalistas alemanes, Bredemeyer y
Schultz enviados a Venezuela por el emperador de Austria, en 1783. Éstos
naturalistas establecieron contacto con el Padre Sojo, visitaron las plantaciones de
café y asistieron a las reuniones musicales de la primera academia del padre Sojo.
Vueltos a su país informaron de esto al emperador, quien en agradecimiento a las
atenciones recibidas y en mérito a la calidad de los músicos, envío como obsequio en
1789, una colección de instrumentos musicales y partituras de Pleyel, Mozart y
Haydn. Si bien nuestros compositores estaban en el corriente del movimiento musical
religioso no sucedía lo mismo con la música profana. De modo que el recibo de las
partituras de estos clásicos les permitió ponerse al día con la técnica y el estilo de la
música instrumental y vocal profana, hecho que tendrá consecuencias inmediatas en
la producción de la segunda generación de compositores de la colonia. Así mismo, a
los compositores y ejecutantes que surgieron de estas reuniones musicales se ha
vuelto costumbre designarlos con el nombre de “Escuela de Chacao". Junto a esta
denominación se les aplica también los títulos de escuela clásica o primera
generación. El padre Sojo supo cohesionar los esfuerzos de los diferentes músicos
existentes en su época, sistematizó la enseñanza, oriento el gusto musical y puso a la
alcance de los jóvenes compositores la técnica y el estilo de los grandes maestros
europeos. En esa región, se tocaron y se discutieron obras de Antonio Vivaldi,
Giovanni Battista Pergolesi, así como Johann Stamitz y otros compositores de la
Escuela de Mannheim. De ello podemos deducir que la primera gran influencia fue
ejercida por los maestros italianos y el clasicismo vienés, de la cual toman la
integración de la orquesta, primeros y segundos violines, violas, violonchelos,
contrabajos, oboes y trompas, el clarinete, la flauta y el fagot que intervenían
ocasionalmente; y posteriormente vendría la influencia de la Escuela de Viena.
La música era para ese entonces oficio de plebeyos, siendo las únicas profesiones
aceptables para los criollos el sacerdocio, la milicia y la abogacía; es por eso que no
debe extrañarnos que los primeros músicos que figuraban en nuestra historia fueran
sacerdotes que por amor a la música, eran mal vistos por las autoridades
eclesiásticas; siendo en particular la gran mayoría de los compositores de la Escuela
de Chacao, pardos libres o blancos pobres.
La primera generación de compositores coloniales venezolanos cultivo casi
exclusivamente el repertorio musical europeo consistente en: Misas, Misas de
difuntos, Te Deum, Salve, Motetes, Graduales, Ofertorios, almos, Himnos, lecciones
de difuntos, lecciones para semana santa, pésames y tonos para navidad. El
conocimiento el material de estudio con que contaron, en la escuela de Chacao,
explica en parte los orígenes de la técnica y el estilo de los compositores.
Las partituras que habían sido enviadas por el emperador de Austria, entre ellas
varios textos de enseñanza, entre los cuales podemos mencionar un "diccionario de la
música" (1767) de Juan Jacobo Rousseau, "Las lecciones de clave y principios de
armonía" Del matemático catalán Benito Bails (1775), El poema "la música" del
escritor y compositor español Tomás de Iriarte (1750-1790) publicado en Madrid en
1779. Este poema dividido en cinco cantos y va acompañado de extensas
consideraciones en prosa tendientes a demostrar las ventajas del idioma castellano
sobre los demás, a excepción del italiano para el canto. El entusiasmo por todo tipo de
actividades musicales que supo despertar el Padre Sojo, en el medio ambiente
caraqueño colonial, produjo como consecuencia natural que cada vez mayor cantidad
de jóvenes se dedicaran a la música. Así es que surgió un importante grupo de
compositores pertenecientes al periodo colonial y que se catalogan para su estudio
como "segunda generación".
A través de todas sus obras, todos ellos demostraron haber asimilado el
espíritu de la música religiosa europea del siglo XVIII, especialmente la de sus
máximos representantes de entonces, Hayden y Mozart. Igual a lo que sucedió con
los compositores de la primera generación, sus creaciones son fruto de una necesidad
espiritual y expresiva surgida del medio ambiente, manifestada a través de los medios
técnicos europeos que habían asimilado con el estudio de las obras de los grandes
maestros.

Ahora bien, Tras la muerte de Olivares en 1797, ocupó su puesto de organista


Pedro Pereira, su discípulo, y en ese mismo año, el rey resolvió el pleito entre los
Neristas y el episcopado al quedar la orden en libertad de elegir a sus autoridades. Es
así como Don Pedro Palacios y Sojo es elegido prepósito de la congregación, pero su
salud ya estaba tan resentida que murió solo dos años después. La academia siguió
funcionando por poco tiempo, hasta disolverse en las capillas, centros de enseñanzas
y conciertos.

Podría decirse entonces, que los músicos de la Escuela de Chacao son la


expresión intuitiva del alma colonial venezolana o por lo menos la faz religiosa de
esta, y muestra además como nuestros compositores han sabido amalgamar el
tratamiento polifónico de los italianos y el resto de las escuelas musicales europeas.

Legado de la Escuela de Chacao.

La llamada Escuela de Chacao hay que entenderla como la conjunción de


personalidades en un espacio propiciador para el aprendizaje, la ejecución y la
creación siguiendo premisas estilísticas comunes. El Padre Sojo, la mayor parte de
sus rentas las dedicó a esta obra, la cual tomó muy a pecho; fructíferos esfuerzos en
una labor loable, y a la vez integradora y formativa. Consideramos que el Padre Sojo
si no fue el fundador de la música en Venezuela, como lo han dicho, fue su “mayor
propulsor”, y al aglutinar aquellos elementos dispersos, y al sistematizar la enseñanza,
haciéndola accesible a los jóvenes, realizó la obra más grande del mundo musical en
toda la América de entonces. Por esto ocupa el Padre Palacios y Sojo en la historia
musical venezolana el alto sitio de un verdadero patriarca del arte. Fallece el Padre
Sojo en Caracas en el año de 1799.

El Padre Sojo
Nació Pedro Ramón Palacios y Sojo el 17 de enero de 1739 en el valle de
Santa Cruz de Pacairigua, en cuya iglesia parroquial fue bautizado el 2 de febrero del
mismo año. Era hijo legítimo de don Feliciano de Sojo y Palacios y de doña Isabel
Arrantia. Pertenecía Don Feliciano su padre a una de las familias más distinguidas de
Caracas, y como muchas de estas, era poseedor de una cuantiosa fortuna. En 1756,
por disposición testamentaria a lego todos sus bienes distribuyéndolos en partes y
cuales a sus hijos; 11 en total, figurando Pedro Ramón en el séptimo lugar. Cabe
destacar, que por la rama paterna estaba el Padre Sojo estrechamente emparentados
con el libertador Simón Bolívar, ya que la madre de este doña Concepción Palacios y
Blanco, era hija del alférez real Don Feliciano Palacios y Sojo, hermano del Padre
Sojo. Desde niño dio muestras Pedro Ramón Palacios y Sojo de su interés por el
estudio y de su inclinación a las prácticas religiosas. Asistía a los ejercicios nocturnos
que se efectuaban en Catedral, en la capilla de San Pedro, y también a los que se
practicaban en los conventos de San Francisco.

En el año de 1761 solicitó la autorización necesaria para ingresar a la carrera


eclesiástica. Era por entonces Provisor y Vicario General el Presbítero Lorenzo
Fernández de León, a quien se dirigió Palacios y Sojo y le envió también la
documentación requerida; legitimidad, limpieza de sangre, certificado de buenas
costumbres, etc. A los dos meses de haber comenzado sus estudios religiosos,
solicitó el subdiaconado, después de haber invertido tres mil pesos para obtener el
título de una Capellanía. Su avance en la carrera eclesiástica fue rápido, pues apenas
seis meses después de llegar al subdiaconado, solicitó las órdenes mayores y fue
hecho Diácono el 5 de junio de 1762, y para diciembre del mismo año el Obispo Diez
Madroñero aceptó la solicitud del Padre Sojo para ser ordenado Presbítero. Así, en
menos de dos años, y a los veintitrés de edad, terminó Don Pedro Palacios y Sojo sus
estudios eclesiásticos. El Padre Sojo nunca aspiró a alcanzar un doctorado en
ninguna de las graves materias que se cursan en la universidad como teología leyes
entre otros. No encarnaba el tipo de persona con espíritus profundamente místicos,
amantes del silencio y la soledad, su temperamento era más emotivo dinámico por
naturaleza hasta impulsivo, pudiendo pensar que era un carácter más de artista que
de religioso. Su gran legado para con Venezuela fue, fundar la Congregación del
Oratorio de San Felipe de Neri. José Antonio Calcaño le atribuye «la obra más grande
del mundo musical en toda la América de entonces», pues, «más de treinta
compositores y más de ciento cincuenta ejecutantes forman el balance final de sus
actividades. Por esto ocupa el Padre Palacios y Sojo en nuestra historia musical el
alto sitio de un verdadero patriarca del arte». Su contribución a la educación, al
fortalecimiento de la fe cristiana a través del Oratorio y a la difusión de la música, que
era, en verdad, una de sus grandes pasiones.

Es así, como el 28 de abril de 1769 zarpó de La Guaira, rumbo a España, un


buque con sus blancas velas abiertas a la brisa del Caribe. Cosa muy arriesgada era
emprender en aquellos tiempos un viaje hasta el viejo mundo. Los buquecitos eran
pequeños, los naufragios eran frecuentes, y todavía en el siglo XVIII quedaban
algunos corsarios y piratas que capturaban a pasajeros y tripulantes para exigir
elevado rescate por su libertad. El buque zarpó de La Guaira llevando entre sus pocos
pasajeros a un joven sacerdote de 30 años de edad, ordenado hacía algo más de 6
años.
El Padre Sojo tenía un carácter enérgico, y resuelto; era infatigable en sus
empeños y acostumbraba realizar cabalmente todo lo que emprendía. Pertenecía a la
congregación de San Felipe Neri, orden religiosa que tenía en Europa la hermosa
tradición de cultivar, junto a las disciplinas religiosas, diversas formas de arte, en
especial la música, de la cual era devoto desde su infancia el Padre Sojo.
San Felipe Neri había sido un hombre excepcional en su piedad y en su cultura, en
1551, fundó su primer Oratorio, en la iglesia de San Girolamo de la Caritá. Su interés
cultural lo llevó a organizar lecturas colectivas de los evangelios, en las que cada
clérigo representaba un personaje, y recitaba las palabras que a éste asignaba la
escritura. Con el tiempo fue introduciéndose la música en estas lecturas, y en vez de
los recitados se escuchaban cantos. Así se originó el género musical llamado
“Oratorio”, nombre que se le aplica, precisamente, por ser ese el de los conventos de
los neristas.
En aquel mismo siglo XVI en que el genio del Renacimiento inventaba a cada
paso nuevas formas de arte, algunos de los más grandes compositores italianos
escribieron Oratorios. Emilio del Cavaliere, Giovanni Carissimi, Alejandro Scarlatti y
Alejandro Stradella figuraron entre los primeros.
Ahora, dos siglos más tarde, seguían los neristas un camino y las casas de la
Congregación estaban llenas de música. Al sumarse el Padre Sojo al cultivo de este
arte, no hacía otra cosa que continuar una tradición de su propia familia, en la cual
había buenos aficionados.

En efecto, se había propuesto fundar en Caracas un Oratorio de su


Congregación. Ya había emprendido gestiones para lograr la autorización necesaria.
Para esto necesitaba una licencia del Rey, que fortuitamente le gestionó un amigo
suyo Don Luis Gerónimo de Ustáriz quien ocupaba una posición importante en el
gobierno de la península. Necesitaba ahora, para establecer el Oratorio Nerista en
Caracas, la aprobación final del Papa, conseguida El 4 de diciembre de 1769, firmó el
Papa Clemente XIV la Bula necesaria para la fundación de la Congregación
caraqueña.
Aproximadamente, en el año 1784 logra el Padre Sojo fundar su anhelada Academia
de Música. Entre los músicos caraqueños escogió el Padre Sojo a Juan Manuel
Olivares para que fuera el organista de San Felipe y el Maestro de la escuela.
Olivares, contaba unos 24 años, y tenía una sólida preparación en las varias ramas de
la técnica musical. Poseía además, dotes naturales para la enseñanza y llegó a
promover certámenes entre los alumnos que produjeron considerable estímulo. De
esta Academia de San Felipe salieron de allí algunos de los más grandes músicos
que hemos tenido.

EL FIN DE LA ACADEMIA DE MUSICA Y DEL PADRE SOJO


Al anochecer del primero de marzo de 1797, falleció el primer y principal
maestro de la Academia, el músico Juan Manuel Olivares, que contaba con 37 años
de edad.

Ha debido ser este un rudo golpe para el Padre Sojo, pues además de la
admirable labor que desempeñaba Olivares al frente de la Academia, sentía el Padre
Sojo un aprecio personal muy alto por el ilustre compositor y a la vez desde el inicio
de la Academia fue también el organista designado de San Felipe.
Al año siguiente se resintió seriamente la salud del Padre Sojo, lo que lo indujo a
firmar el 17 de junio de 1799 su testamento, según el cual legaba a Juan José
Landaeta «el violín y la viola que tiene en su poder», y a Lino Gallardo el violoncello. Y
en las semanas que siguieron fue agravándose el paciente, y falleció en el mismo año
de 1799, probablemente en el mes de Julio. Sus restos fueron sepultados en la iglesia
del Oratorio.

El Padre Sojo había hecho por el arte de Venezuela una obra incomparable sin
paralelo en nuestra historia. La creación de todo ese movimiento, la fundación de una
tradición musical venezolana, el estímulo poderoso para la producción de partituras
imperecederas, fueron la obra principal del Padre Sojo. Ocupa él en la historia de
nuestra cultura uno de los sitios más altos y más llenos de gloria.

Cabe señalar, que no se encontró ningún testimonio de la época colonial en el


que aluda al Padre Sojo como compositor o ejecutante de algún instrumento, sólo
podemos destacar comentarios de personajes históricos que hacen referencia al
Padre Sojo como este tan claro de 1826, de Don Andrés Bello, quien con toda
seguridad habría conocido al Padre Sojo, al mencionar a este en uno de sus artículos
publicados en "el repertorio americano", le llama "fundador de la música en
Venezuela". Y es con este honroso título como ha quedado grabado con cuanta
justicia en los anales de la historia patria el nombre del preclaro sacerdote.
Conclusión
Tal como lo expresan los musicólogos contemporáneos, la Escuela de Chacao
vino a representar el “Milagro musical venezolano de la época de la colonia”.
Exageraciones pensaran algunos, pero tras realizar una exhaustiva investigación en la
búsqueda de cualquier detalle omitido por la historia que nos llevara a sumarle valor,
la única opción posible, es estar totalmente de acuerdo.

Tras recopilar suficiente información, nos topamos con datos tan curiosos como
el hecho de que la Escuela de Chacao se desarrolló en contemporaneidad con el
movimiento musical de Minas Gerais en Brasil; que sus albores estuvieron plasmados
en las retretas que se celebraban en las primeras haciendas de café de lo que hoy
sabemos es la región capital; he incluso podemos mencionar el hecho de que sus
obras son de carácter eminentemente religioso debido a que, parte de las reuniones
de estudio realizadas, eran en la catedral de Caracas que para ese tiempo,
funcionaba como el centro de los Neristas.

Además la presente investigación nos permitió, empaparnos con la contraparte


que de la lucha de independencia, en la época de la colonia existía, al punto que nos
dejamos sorprender por el profundo talento que emergió de las 3 destacadas
generaciones que se formaron gracias al padre Sojo, Juan Manuel Olivares y las
habilidades que los compositores quisieron desarrollar.

Así pues, es importante exaltar la labor de estos notables venezolanos que


lograron con su iniciativa un gran tratamiento de la música en nuestro país, lo cual no
solo se vio marcado por el hecho de ilustrar a músicos y aficionados, sobre las
diferentes escuelas de Europa, que los llevaron a tener la mejor influencia en cuanto a
técnica; sino que también se encargaron de forjar un amor tal por este arte que llego a
conseguir en promedio una treintena de compositores y al menos ciento cincuenta
intérpretes solo para la época de la colonia.

La música para el padre Sojo fue un sueño, que logró volver realidad.

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