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Fundada en Caracas en 1781 gracias los trabajos de Juan Manuel Olivares como
docente y el padre Pedro Ramón Palacios y Sojo (conocido con el nombre de
Padre Sojo), quien fue su principal impulsor, financista y organizador; este
movimiento musical dio como resultado la formación de más de 30 compositores y
150 instrumentistas en la Venezuela del siglo XVIII. Los orígenes de la escuela de
Chacao se remontan al año de 1771, fecha en que el padre Sojo regresó
procedente de Europa y que el obispo Mariano Martí instala el oratorio de San
Felipe de Neri. Allí consigue concretar el padre Sojo, una de las más importantes
aspiraciones de su vida, servir a Dios utilizando el arte y la cultura, especialmente
la música. Nombrado director musical de dicho recinto Juan Manuel Olivares,
quien trabajó al lado del padre Sojo, surgió una generación de compositores que
en definitiva constituyeron la llamada Escuela de Chacao. El nombre de dicho
centro de educación musical se deriva del lugar donde se reunían periódicamente
los alumnos para estudiar y ejecutar música: las haciendas La Floresta del padre
Sojo, San Felipe del padre José Antonio García Mohedano y la de Bartolomé
Blandín, una en Chacao y la demás en las proximidades. Otro lugar donde se
reunían regularmente los estudiantes era el un local de la mencionada
Congregación del Oratorio San Felipe Neri en Caracas, en la actual esquina de
Cipreses.
Fue en la segunda mitad del siglo XVIII cuando surgió la escuela de música del Padre Sojo
(Calcaño, 1980).
La llamada Escuela de Chacao hay que entenderla como la conjunción de personalidades
en un espacio propiciador para el aprendizaje, la ejecución y la creación siguiendo
premisas estilísticas comunes. Se conoce que Juan Manuel Olivares y José Antonio Caro
eran músicos profesionales cuando en las haciendas pertenecientes al Padre Sojo,
Bartolomé Blandín y José Mohedano se iniciaron en la actividad que tanto escandalizó al
obispo Martí. (Barreto, 2007).
Existen serias dudas de que este evento se produjera en Chacao; quizás las tertulias
denunciadas por Martí fueron protagonizadas por blancos criollos de la misma condición
social del Padre Sojo (ob. cit.).
El presbítero Pedro Ramón Palacios Sojo y Gil de Arratia, mejor conocido como el Padre
Sojo, nace en la “Hacienda Sojo” propiedad de su familia, cerca de Guatire, el 17 de enero
de 1739. Pertenecía a una de las más distinguidas familias de Caracas, la que tenía
cuantiosos bienes de fortuna y una bien cimentada tradición de aficiones culturales, en
especial de la música. Tuvo un hermano, llamado Feliciano como su padre, y ese Feliciano
fue el abuelo materno del Libertador (Calcaño, 1980).
Se presume que la formación musical del Padre Sojo debió ser sólida y de alto nivel, ya
que una de sus tareas era la de servir como asesor a la Tribuna Catedralicia en asuntos de
música. Fue ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1762.
A partir de 1763 se dedicó a fundar en Caracas la Congregación del Oratorio de San Felipe
Neri, distinguida en Italia por la inclinación musical de sus congregantes y cierta liberalidad
en sus basamentos. Tal hecho se concreta en 1771.
En 1779, el obispo Mariano Martí envía al rey una queja en que, sin nombrarlo
directamente, acusa de ciertas ligerezas al Padre Sojo, a quien había designado como
prefecto de música y fábrica una vez levantado el Oratorio en la parroquia de San Pablo
(Barreto, 2007).
Según menciona Calcaño (1980), se ha dicho que cuando el Padre Sojo se encontraba en
Europa haciendo las gestiones para la fundación de la Orden, ya pensaba en fundar una
escuela de música en Caracas, y que trajo consigo libros y partituras. Al parecer, la
organización más o menos formal de la enseñanza de la música no vino a realizarla el
Padre Sojo sino en 1783 ó 1784. Había entonces varios compositores distinguidos en la
capital y entre los disponibles escogió a Juan Manuel Olivares y lo puso al frente de la
“academia”.
La mayor parte de sus rentas las dedicó a esta obra, la cual tomó muy a pecho. Sus
fructíferos esfuerzos se prolongaron por más de quince años y en ese tiempo reunió en
torno suyo a todos los que podían significar algo en el circulo musical caraqueño. Su labor,
por lo tanto, fue a la vez integradora y formativa; si no fue el fundador de la música en
Caracas, como lo han dicho, fue su mayor propulsor, y al aglutinar aquellos elementos
dispersos, y al sistematizar la enseñanza, haciéndola accesible a los jóvenes, realizó la obra
más grande del mundo musical en toda la América de entonces.
Más de treinta compositores y más de ciento cincuenta ejecutantes forman parte del
balance final de sus actividades. Por esto ocupa el Padre Palacios y Sojo en la historia
musical venezolana el alto sitio de un verdadero patriarca del arte. Fallece el Padre Sojo
en Caracas en el año de 1799.
Juan Manuel Olivares, hijo de pardos libres, nace en Caracas el 12 de abril de 1760. Tuvo
un hermano, Juan bautista, que también se dedicó a la música llegando a ser organista de
la iglesia de Chacao. Ya en 1785 se desempeñaba como músico y tenía a Lino Gallardo
como aprendiz. De las 32 obras suministradas por él a la catedral de Caracas en 1791 sólo
se conservan dos: Lamentación para el Viernes santo, a una voz y orquesta, y el Stabat
Mater a tres voces y orquesta. A él se le atribuyen varias composiciones donde se
evidencia un sólido conocimiento sobre instrumentación y técnicas de composición, así
como un estilo rico en modulaciones armónicas.
Otro músico pardo contemporáneo de Olivares era José Antonio Caro, nacido en Caracas
el 14 de noviembre de 1758. Siempre se ha identificado su nombre con la combinación de
dos apellidos: Caro de Bohesi. Cabe la posibilidad de que Bohesi o Boesi haya sido un
seudónimo utilizado por alguno de los compositores venezolanos de finales del siglo XVIII
o bien se trate de un compositor europeo a quien le encomendara el padre Sojo varias
piezas para la congregación.
A José Antonio Caro se le adjudica la autoría, entre otras, de un Tantum ergo; la Misa tria
para uso del Oratorio de San Felipe Neri; la Misa de Difuntos fechada en 1779,
probablemente la obra más antigua que se conserva aún de la música venezolana.
José Francisco Velásquez, llamado “El Viejo” para diferenciarlo de su hijo homónimo, es
otro de los músicos pardos que protagonizaron nuestra historia musical a finales del siglo
XVIII. Se le atribuyen quince obras entre las que se destacan un Magnificat, un Mater
Staba, tres misas, tres lamentaciones, un Villancico para Nochebuena y un Tono para San
Felipe Neri.
Cayetano Carreño constituyó con José Ángel Lamas y Juan Francisco Meserón, alrededor
de Alejandro Carreño, un círculo diferente al que existía en torno a la figura del Padre
Sojo. Cayetano era, según la opinión de diversos historiadores, hijo natural de Alejandro
Carreño, al igual que su hermano Simón Rodríguez. Nació el 17 de agosto de 1774 y ya a
los 15 años de edad ingresa a la catedral como niño cantor. En 1792 gana el concurso de
oposición para maestro de la cátedra de canto llano de la Universidad de Caracas y
permanece un año desempeñando el titulo. En 1796 recibe el cargo de Maestro de Capilla,
el cual ejerce hasta su muerte el 3 de marzo de 1836.
José Ángel Lamas, nacido el 2 de agosto de 1775, siempre estuvo al lado de Carreño,
desde su incorporación a la Tribuna Catedralicia. Fue Alejandro Carreño el encargado de
instruir en la música al joven Lamas, quien ya en 1791 ejercía el cargo de tiple en la
tribuna hasta que en 1796 es nombrado bajonista. En 1801 escribe su obra más famosa, el
Popule Meus, dedicada a la catedral. Su vida estuvo signada por la pobreza y las penurias,
hasta su muerte en Caracas el 10 de diciembre de 1810.
Juan Meserón fue uno de los discípulos de Juan Manuel Olivares, en la Escuela de Chacao.
Llegó a dominar varios instrumentos musicales, pero se especializó en la flauta y llegó a
ser el mejor flautista de su época. También fue compositor, en especial de música
religiosa, e hizo algunas modificaciones a la orquesta colonial para adaptarla a sus
composiciones. Se establece en Petare cerca de 1820 y allí desempeña su labor
pedagógica musical. En 1824 preparó y publicó, en la imprenta de Tomás Antero, el primer
libro de texto de enseñanza musical en Venezuela, titulado “Explicación y conocimiento de
los principios generales de la música”.
González (2007) hace una clasificación de los principales representantes de la Escuela de
Chacao de la siguiente manera:
Algunos de los compositores que formaron parte de esta escuela fueron Juan
Manuel Olivares, José Francisco Velásquez, José Antonio Caro de
Boesi, Bartolomé Bello, Francisco Javier Istúriz y José Ángel Lamas.
La Escuela de Chacao dejó de funcionar en 1810, desaparición que se atribuye a
los importantes acontecimientos políticos que se produjeron en ese año en
Venezuela y marcaron una etapa en nuestra historia. (José Antonio Calcaño, La
Ciudad y su Música,1980).
En su libro La Ciudad y su Música, José Antonio Calcaño dejó anotado que se
ha dicho que cuando el Padre Sojo se encontraba en Europa haciendo las
gestiones para la fundación de la Orden, ya pensaba en fundar una escuela
de música en Caracas, y que trajo consigo libros y partituras. Al parecer, la
organización más o menos formal de la enseñanza de la música no vino a
realizarla el Padre Sojo sino en 1783 (año del nacimiento de Simón Bolívar) o
1784. Había entonces varios compositores distinguidos en la capital y entre
los disponibles escogió a Juan Manuel Olivares y lo puso al frente de la
“academia”.
El Padre Sojo dedicó la mayor parte de sus rentas a esta obra, la cual tomó muy a
pecho. Sus fructíferos esfuerzos se prolongaron por más de quince años y en ese
tiempo reunió en torno suyo a todos los que podían significar algo en el círculo
musical caraqueño.
Más de treinta compositores y más de ciento cincuenta ejecutantes forman parte
del balance final de sus actividades. Por esto ocupa el Padre Palacios y Sojo en la
historia musical venezolana el alto sitio de un verdadero patriarca del arte. Falleció
el Padre Sojo en Caracas en el año de 1799.
Respecto al producto final del titánico trabajo de formación en una época de tanta
restricción social -la Escuela de Chacao- ofreció una formación en la que
predominó el repertorio musical religioso europeo del siglo XVIII. Asimismo, para
la obtención de dicho conocimiento los estudiantes tuvieron que cultivar 2 tipos de
géneros: el religioso con -textos en latín- destinado al oficio litúrgico, y el profano -
de temática y espíritu religioso- con textos en español, utilizado en ocasión de la
celebración de las festividades religiosas -villancicos, aguinaldos- los cuales
representaron los antecedentes de la visón musical del folclore de nuestro país y
las consecuencia naturales en el proceso de desarrollo de la música
popular.
Surgió con el tiempo una generación de jóvenes compositores formados dentro del
estilo de la Escuela de Chacao, de allí que se conozca este grupo con el nombre
de "Segunda Generación" de la mencionada escuela. En las obras que hoy se
conservan de estos músicos, se hace evidente una asimilación del espíritu de la
música religiosa europea del siglo XVIII. El estudio de las obras de los grandes
maestros del clasicismo europeo les brindó a estos músicos los medios técnicos a
través de los cuales pudieron satisfacer necesidades del ambiente espiritual de la
época.