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Anunciata Bustamante Gabaldoni

Víctor Condori - Arequipa y la Independencia del Perú: 1821-1824

La independencia del Perú genera polémicas, censuras, revisiones y fuertes


replanteamientos, debido probablemente a que por mucho tiempo fue observada
desde la perspectiva centrista limeña, incapaz de identificar las diversidades, intereses
y necesidades regionales diferentes a las de la capital.
El sur asumió la independencia como un hecho consumado después de las
capitulaciones de Ayacucho en 1824.
En el Perú, la independencia no fue un movimiento integrador, cohesionador de
intereses y necesidades, sino separó regiones, pueblos y hasta familias.
Arequipa: ¿Realista o patriota?
La independencia en Arequipa, fue firmada el 6 de febrero de 1825. Esto, ocasionó
que ciertos historiadores la califiquen de “goda”, “realista”, “fidelista” y defensora de la
“sagrada” institución colonial.
Quizá ello se deba a la obsesión entre algunos investigadores, de membretar las
actitudes y comportamientos de los pueblos a través del maniqueísmo político en
“realistas” o “patriotas”, sin tomar en cuenta los diferentes matices o posturas
intermedias existentes entre tales posiciones extremas. Esta obsesión maniquea, lleva
a considerar a aquellos que no lucharon por la patria como realistas y como dice
Charles F. Walker, este es uno de los mayores problemas que tiene la interpretación
nacionalista de la independencia. Hamnett señala que el historiador nacionalista
busca los orígenes de la independencia y describe su desenvolvimiento como si fuera
un problema ineludible.
La etiqueta de “realista” para la ciudad de Arequipa fue reiteradamente rotulada y no
solo por historiadores foráneos y locales:

 Alejandro Málaga Medina → fidelismo de Arequipa se debió a la fuerte


influencia Juan Bautista de Lavalle y del obispo José Sebastián de Goyeneche
“dos fuertes columnas del realismo español”
 Heraclio Bonilla y Karen Spalding → Arequipa sólo participó en el
movimiento emancipador en el último momento, cuando un grupo de
poderosos de la ciudad, sin ninguna participación popular juró la
independencia.
 Eusebio Quiroz Paz-Soldán → fidelismo se manifestó a través de donativos
patrióticos y empréstitos para apoyar la causa realista.
 Sarah Chambers → clasifica el comportamiento político de la ciudad frente a
la independencia según las clases sociales existentes. Así descubre un “fuerte
realismo” en la élite, un “espíritu revolucionario” en el sector medio y una
“cuidadosa neutralidad” en el resto de la población.
 Carlos Malamud → la defensa de los intereses de la corona durante las
guerras de independencia, solo estuvo en manos de miembros de la oligarquía
arequipeña.
 John F. Wibel → las contribuciones de la oligarquía local al gobierno colonial
“no necesariamente deben ser consideradas como un respaldo a la causa
realista”. Aunque afirmaba que esta ciudad se hizo conocida como un “centro
de sentimientos realistas”; llamaba su atención que tal fidelidad contrastase
con la oposición a las tempranas reformas fiscales.
En resumen, mientras Málaga, Bonilla y Quiroz señalan tácitamente la existencia de
un fidelismo arequipeño; Chambers y Malamud consideran que tal actitud solo estuvo
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presente en los miembros de las clases altas; sin embargo, únicamente Wibel pudo
percatarse que el comportamiento político arequipeño no podía deberse a un simple
fidelismo, sino más bien, este encubría cierta ambigüedad que no llegó a comprender
claramente, afirmando que se trataba de “sentimientos realistas contrastantes.
Un Pragmatismo muy Oportunista. Ni realista ni patriota.
Llevó a sus habitantes a reconocer claramente cuáles eran sus intereses y
necesidades y la manera de preservarlos por encima de cualquier ideología política en
lucha. La aceptación del régimen español no tiene que ser vista como una
identificación plena con el sistema colonial, sino como una necesidad para la
conservación de dichos intereses. Si este interés los impulsaba a defender el sistema
español, lo hacían, pero dentro de las limitaciones que establecía su propia capacidad
de sobrevivencia; y cuando las autoridades intenten sobrepasarla, sus habitantes
responderán con dilaciones o negativas.
Jerónimo Valdez → carta de agradecimiento y despedida al cabildo de Arequipa,
luego de haber permanecido cerca de dos años en el cargo de comandante de los
ejércitos reales de esta provincia. Cuatro años después, exponiendo al rey de España,
se refería a Arequipa como “voluptuosa y corrompida” en la que no se podía tener
“moral” y “disciplina”, para justificar las razones por las que su colega, el brigadier
Mariano Ricafort, perdió toda una división de soldados cuando los conducía en julio de
1821 desde Arequipa a Lima. Los elogios e insultos de Valdez contra Arequipa,
podrían estar determinadas por un comportamiento pragmático y oportunista de sus
pobladores, que trató de ser entendida por Wibel y que define a una ciudad con un
extendido sentimiento regionalista.

Antonio José de Sucre → estuvo en Arequipa por 39 días. Disfrutó del oportunismo
arequipeño; determinando que su ánimo fuera desplazándose desde la algarabía de los
primeros días hasta la turbación más absoluta, un mes después. Sucre había
considerado que su recibimiento casi glorificado se traduciría en generosos donativos,
y al no llegar, cayó en frustración y rabia.

Cristina Mazzeo → llamó nuestra atención al respecto, afirmando que la gente


siempre fue desconfiada a la entrega de contribuciones forzadas, por ello se hizo
necesaria la presión de las autoridades para conseguirlas en medio de la guerra.
Además, el aporte económico de Arequipa durante la independencia al parecer fue
significativo, aunque a decir de las autoridades virreinales insuficiente. El autor está
parcialmente de acuerdo con estas afirmaciones, debido a que, en una guerra, las
contribuciones son exigidas a la población de una manera más frecuente. Se
comprende que hubo personas que se resistieron a dar contribuciones y fueron
embargados.
Situaciones específicas en el caso de Arequipa:

 Mientras las economías de Lima y el Cuzco agonizaban con la guerra,


Arequipa se convirtió en el centro económico y comercial más importante del
virreinato y en el único nexo entre la metrópoli española y el último bastión
realista de América del Sur.
 Los préstamos forzados establecidos por el estado a los miembros del
comercio local y regional, fueron señalados en función a la capacidad
económica de cada uno de los miembros del comercio local y regional.
 Antes del inicio de las guerras de independencia y del gobierno de La Serna, el
virrey Joaquín de la Pezuela llegó a la misma conclusión sobre el compromiso
de la población arequipeña.
Anunciata Bustamante Gabaldoni
Víctor Condori - Arequipa y la Independencia del Perú: 1821-1824

Un sentimiento regionalista
El comportamiento en los arequipeños, estuvo extendido en todas las clases que
comprendían la sociedad local, que fue un efecto de un sentimiento regionalista, que
diferenció a los arequipeños de otros pueblos, eligiendo su propia seguridad sobre la
patria y la corona.
En 1810, el Cabildo de Arequipa rechazó un pedido de armas para auxiliar a la
Intendencia de La Paz, que se encontraba convulsionada por una revolución popular.
¿Razón?: dichas armas eran necesarias para la defensa de la ciudad; y a pesar del
peligro que pudo significar el levantamiento de la Paz para la región, las autoridades
locales consideraron que “de los 200 fusiles que quedan no son suficientes a mantener
el buen orden, atentas a las actuales circunstancias”
Cuando el general arequipeño Goyeneche fue relevado por el brigadier Joaquín de la
Pezuela, muchos soldados arequipeños desertaron, ya que de la Pezuela no era
arequipeño.
Confirmando este regionalismo tan evidente, Sarah Chambers señala que los
arequipeños mostraron en esta época mayor disposición a “derramar su última gota de
sangre” cuando les parecía que su propia ciudad estaba directamente amenazada.
Agrega que si los supuestos sentimientos “realistas” de los arequipeños tuvieron más
de interés y defensa propia que una convicción fuerte, entonces ese mismo interés
pudo haber estado presente en el comportamiento de muchos connotados personajes
arequipeños, tildados injustamente como “defensores del poder real”.
Reflexiones finales
Durante mucho tiempo, algunos historiadores se refirieron a Arequipa en relación a
sus títulos coloniales de “muy noble y muy leal” y “fidelísima”, sin tratar de excavar qué
había debajo de esos reconocimientos. Más aún, como durante el proceso de
independencia no se produjo ninguna manifestación patriótica a favor de la
emancipación, entonces concluyeron que se trataba de una ciudad “realista” y que
solo participó del movimiento cuando el régimen colonial había muerto.
Si existió alguna forma de fidelismo entre los arequipeños, fue con sus propios
intereses y necesidades, los mismos que buscaron resguardar por encima de las
efímeras fuerzas en pugna (realistas o patriotas).
La élite arequipeña había consolidado durante la guerra una importante base
económica que le permitió fácilmente adaptarse al nuevo orden, al menos
políticamente, y a través de sus fuertes lazos familiares y sociales, seguir
monopolizando el gobierno de la ciudad.

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