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La independencia de nuestro país es uno de los temas que más interés suscita en los
historiadores, no sólo por su trascendencia, sino por la complejidad del fenómeno que
dos siglos después sigue generando muchos interrogantes. Uno de estos, es la
participación de mulatos, pardos e indígenas en el proceso independentista. Aunque
existen trabajos sobre esta temática, en el caso de La Guajira, se privilegia lo
indígena, eclipsando a otros grupos étnicos. Por ello, es necesario indicar que este
territorio, desde el siglo XVI, ha sido escenario de un profuso mestizaje que, no sólo
originó nuevas categorías sociales y étnicas, sino que también estableció relaciones
de parentesco y solidaridad entre los diferentes grupos que lo poblaban y que fueron
vitales al momento de participar en los conflictos bélicos que allí se desarrollaron.
La resistencia de los indígenas Wayúu hacia los intentos de sometimiento por parte de
las autoridades españolas obedece, en gran medida, a la defensa del territorio y del
orden que habían establecido en el mismo. En la colonia existieron ciertos órdenes
sociales a lo largo y ancho de la geografía nacional que “…cuestionaban las bases
mismas de la legitimidad del ordenamiento social colonial, al mostrar que era viable
vivir bajo otros parámetros organizativos” (Herrera, 2002, p. 15). En este sentido, los
indígenas guajiros también se rigieron a unos órdenes particulares, diferentes a los
establecidos por el gobierno español. Por ello, las autoridades españolas crearon
diversas estrategias para controlarlos como la fundación de pueblos, campañas
militares y misiones religiosas, entre otras. La mayoría de ellas fracasaron y optaron
por instituir la figura del Cacique. Su función consistía en “servir de puente entre los
indios y autoridades, velar por el buen desempeño de los nativos e impedir cualquier
tipo de desorden en el seno de la comunidad” (Polo, 2005, p. 73).
Negros
Advierte el Profesor José Marcial Ramos Guédez, que aún después de la declaratoria de la
independencia de Venezuela el 5 de julio de 1811, para 1816 el país arrastraba el problema de
la esclavitud y según el historiador Federico Brito Figueroa, “en todo el territorio venezolano,
al iniciarse la lucha por la independencia nacional la mano esclava estaba representada por
87.000 negros, 24 mil negros cimarrones y por los indios de captura sometidos a un régimen
legal de esclavitud atenuada; los negros libres manumisos e indígenas tributarios ascendían a
134.396. A la luz de estas cifras es posible afirmar que la mano de obra esclava, en víspera de
la emancipación, equivalía al 18 por ciento y la mano de obra en condiciones una modalidad de
la servidumbre, el 21 por ciento de la población total”. En Yaracuy habían esclavos donde sus
amos tenían grandes extensiones que la tal Compañía Guipuzcoana se robó y saqueó a nombre
de Felipe V.
La situación esclavista había sufrido algunos cambios debido al impacto de la guerra contra la
corona española y los virajes legislativos que ocurrieron, tal como se aprecia al tomarse en
consideración los sucesos del 19 de abril de 1810, donde se prohibió la trata de negros sin
plantearse la abolición de la esclavitud.
Al nacer la República tampoco se abolió el sistema esclavista, tan solo prohibió la importación
de esclavos que en la práctica no existía desde finales del siglo XVIII. El mercado de esclavos
continuó amparado por normas legales y sin otra justificación que las necesidades de
producción a costa de la explotación humana.
Anota el catedrático que la guerra de independencia trajo consigo pugnas económicas y sociales
que sembró crisis en el país, lo cual repercutió fuertemente en el sistema de esclavitud que de
hecho sufrió ciertas modificaciones durante el proceso de la lucha armada influyendo en el
estatus jurídico de los esclavos.
En el periodo 1819-1823, se fortalecen en el país los esfuerzos por la emancipación nacional, al
lograr las fuerzas militares patriotas derrotar a las fuerzas del imperio español en dos
importantes escenarios de carácter bélico: la batalla de Carabobo el 21 de junio de 1821 y la
batalla del Lago de Maracaibo el 24 de julio de 1823. No obstante la población sometida a la
esclavitud no logró ser favorecida por una Ley abolicionista, sin negar las propuestas que en tal
sentido hiciera el Libertador Simón Bolívar.
También señala Ramos Guédez que en la llamada primera República, 1811-1812, el
Generalísimo Francisco de Mirando fue nombrado Jefe Máximo de Venezuela (dictador) “y
cuando vio amenazada la estabilidad del gobierno que el presidía, por los múltiples ataques que
las fuerzas realistas desencadenaron contra los patriotas, se ve obligado a fortalecer al ejército
emancipador, y en tal sentido: “La Cámara de Representares del Estado Soberano de Caracas,
dio luz verde a un decreto de fecha 21 de junio de 1812, en el cual se solicitó: ”… se procede a
la conscripción de mil esclavos que comprara el Estado, pagándolos cuando fuese posible y que
estos mil esclavos se destinen inmediatamente al ejército ofreciéndoles en tiempo oportuno que
al cabo de cuatro años se les dará la libertad o antes si se distinguen en la campaña a
satisfacción de sus jefes”. El decreto no se pudo ejecutar debido a la delicada situación que
afectada a la República, lo que trajo conflictos ante la rebelión de los esclavos en los valles de
Barlovento y en el litoral central; revelación que fue auspiciada por hacendados y sacerdotes
partidarios de la monarquía, cediéndose la fortaleza de Puerto Cabello que estaba al mando de
Bolívar esto se suma las consecuencias que dejó el terremoto que destruyó a San Felipe El
Fuerte y afectó otras poblaciones del país Hay que señalar que muchos de los esclavos fueron
llevados a las haciendas y centros de producción y otros se incorporaron al ejército patriota,
principalmente bajo el mando de José Antonio Páez para las batallas en los llanos de Apure,
Guárico y Barinas
La historia impuesta en pocas ocasiones menciona a los héroes y heroínas a los que muchos de
estos historiadores llaman “la gente de color”, quienes participaron en la lucha armada,
entregaron sus vidas como soldados u oficiales en tantas batallas por consolidar nuestra
independencia y allí aparece José Joaquín Veroes, nacido en San Felipe en 1789, descendiente
de negros africanos quien participó en las campañas bélicas de la Primera y Segunda República
de Venezuela y durante cinco años fue prisionero de los realistas en el Castillo San Felipe de
Puerto Cabello y Cartagena de Indias. Luchó contra los realistas en Cartagena y Santa Marta y
en 1824 estuvo en Perú y formó parte de los oficiales que tomó el Puerto de El Callao. Fue
declarado Ilustre Prócer de la Independencia y sus restos descansan en el Patean Nacional
desde 1942. Pero hay muchos próceres negros, mulatos y zambos nacidos en Venezuela que
tienen que ver con el nacimiento y continuidad de la República, generalmente omitidos en
nuestros anales patrios
Los pardos
El conflicto por la independencia en Venezuela fue una guerra social, y más aún podemos
especificar que fue una guerra socio-racial (una “guerra de colores”, de castas); por lo menos hasta
la entrevista entre Morillo y Bolívar, la cual le dio el cariz de guerra internacional. Lo que en un
principio parecía un enfrentamiento específicamente político entre los que dirigían la sociedad,
unos por romper el vínculo de unidad con España (criollos republicanos) y otros por mantener la
unidad (criollos y peninsulares llamados realistas o monárquicos); derivó sin buscarlo, en una
explosión de los sectores más bajos. La participación de los pardos (que eran la mayoría de la
población) en la emancipación, no pudo dejar indiferentes a los que dirigían la guerra. Los pardos
se convirtieron desde la reacción monárquica ante el primer movimiento (19 de abril de 1810), y
quizás antes, desde “la conjura de los mantuanos” de 1808; en un factor decisivo de la victoria.
Del lado del bando realista se aprovechó desde un principio el odio de los pardos hacia los criollos
republicanos, pero – señala la historiografía - sin que esto significara un cambio en el discurso
político hispano sino más bien como un medio para lograr sus objetivos de detener el proceso
independentista (el saqueo era el único instrumento para sostener los ejércitos, tal como señala
Germán Carrera Damas en Boves, Aspectos socio-económicos de la guerra de
independencia (1972)). La idea que se tiene es del conflicto del Antiguo Régimen contra la
República independiente, donde el primero nunca cambió sus planteamientos, y este
estancamiento fue una de las causas de su fracaso ante los republicanos.
La sociedad venezolana del período colonial, nos muestra las más francas desigualdades
basadas en el origen étnico de cada individuo. Los pardos que componía el 76% de la
población del siglo XVII debían mantenerse relegados ante la superioridad de los blancos
criollos. Las distinciones no solamente eran en cuanto a la tonalidad de la piel, sino además
en lo político, religioso y económico. Este sector despreciado por el sistema impuesto por la
corona española, terminará recibiendo de ésta algunas dadivas, más por el factor económico
que por la intención de reivindicación. La llamada Real Cédula Gracias al Sacar, constituyó
un elemento resaltante en la necesidad de igualdad social perseguida por el sector de los
pardos.
Los pardos y su incansable lucha por la promulgación de sus derechos terminarían reflejándose en
las acciones del 19 de abril de 1810 y en el curso de la independencia de Venezuela cuando su
fervoroso apoyo a la causa libertaría constituyera un pilar fundamental y decisivo.
La calificada casta de los pardos era comprendida dentro del orbe colonial como un sector de baja
ralea, carentes de hidalguía y manchados con la estampa de la esclavitud. Los autores expresan en
su máxima amplitud las características de una sociedad que a finales del siglo XVIII y entrado el
siglo XIX era dominada principalmente por un sistema económico esclavista, donde quienes
detentaban el poder eran aquellos que poseían bienes de fortuna y una comprobada pureza de
sangre, es decir, que no tuviesen ancestros de origen negro, moro o judío. Los factores
económicos dominantes de la Venezuela colonial de finales del siglo XVIII eran cultivos de cacao
como principal rubro que motorizaba la economía provincial, así como la férrea esclavitud ejercida
y mantenida como la base esencial del Estado. El desarrollo de la agricultura y sobre todo de las
plantaciones de cacao, intensificaría el modo de producción esclavista en Venezuela y el resto de
las provincias españolas. De esta manera, a mayor producción de cacao o de añil, era preciso
aumentar el número de esclavos. La crueldad y la desigualdad social, fueron símbolos de aquel
oscuro período que se escudaba detrás de la gracia divina para imponer el flagelo de la esclavitud.
La agricultura de la época colonial, estuvo ensombrecida por la vil estampa esclavista. En los
campos fue la producción de cacao la más lucrativa, la misma llevó a la cima del poder económico
a muchos hombres.