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Onana Atouba Pierre Paulin

Maître de Conférences

ESP 521: Grammaire normative

Programación

INTRODUCCIÓN

1. CONCEPTO DE INTERJECCIÓN

2. TIPOS DE INTERJECCIONES
2.1. Interjecciones típicas
2.2. Interjecciones impropias

2.2.1. Interjecciones transpuestas


2.2.2. Locuciones interjectivas
2.2.3. Interjecciones onomatopéyicas
2.2.4. Muletillas y tacos interjectivos

3. INTERJECCIÓN: ENTRE ENUNCIADO, FRASE, ORACIÓN, ACTO ILOCUTIVO,


FUERZA ILOCUTIVA Y SIGNO LINGÜÍSTICO

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

1
INTRODUCCIÓN
El ser humano dispone, para comunicar y expresar sus distintos estados anímicos, de
un abanico de posibilidades y unidades lingüísticas. El uso de cada elemento dentro del
sistema lingüístico responde a una determinada misión de la actividad discursiva de los
participantes sociales del acto de comunicación. La producción fónica o gráfica de los signos
por el locutor indica la consideración de primer plano que tiene la enunciación en el
funcionamiento del lenguaje. Por ello, la preocupación de los estudiosos de las ciencias del
lenguaje ha sido siempre identificar las categorías y las funciones de los elementos que
intervienen en la constitución y conformación de la lengua y de la cadena hablada. En este
sentido, se han establecido diferentes categorías de la oración. Algunas de ellas han sido el
foco de numerosas investigaciones y otras, no.
La interjección aparece como aquella unidad que más dificultades ha planteado a los
estudios de la lengua. Tales dificultades han sembrado y generado muchas dudas y
confusiones, en cuanto a sus funciones y a su estatus. Varios teóricos le han adscrito el valor
de oración, de frase, de palabra, palabra-oración y también de enunciado. Hernández Alonso
(1971) recalca, a este propósito, que no es cosa fácil decir qué son las interjecciones, ni aun
determinar con exactitud cuántas hay, o si se trata de una clase homogénea o de varias. Para el
autor, ni se ha resuelto adecuadamente el problema desde el punto de vista del concepto de
partes de la oración, ya que siempre cabe hablar de clases de palabras bien según sus
funciones oracionales, bien según sus propiedades específicas. Rézeau (2006: 91) la califica
de “Parente pauvre de la réflexion linguistique”1. Se revela como la “huérfana” de las
preocupaciones científicas por la poca atención que ha recibido. Si bien se ha considerado
erróneamente las interjecciones como palabras fonética y morfológicamente anómalas y se la
haya negado, por tanto, la categoría de palabra y de unidad lingüística, estas unidades son, con
todo, unos marcadores de emoción. Son lexías que se emplean principalmente en el lenguaje
oral, y en el escrito como reproducción de la oralidad. Muchas veces se comportan como
expresión expletiva de desahogo o explosiones de emotividad, a menudo de modo casi reflejo.
El presente trabajo se va a interesar por los valores no específicos. Éstos, por regla
general, han sido menos frecuentemente objeto de investigación. Este análisis se ciñe también
a los aspectos de tales unidades que han sido mal explorados o han pasado desapercibidos.
Consta de tres partes. La primera presenta la noción de interjección. La segunda, por su parte,
aborda los tipos de interjecciones que puede haber. La tercera analiza y aporta
puntualizaciones sobre el estatus funcional2 de las interjecciones. Echa también luces sobre
los valores pragmáticos y neurolingüísticos de dichas unidades. Este estudio es a la vez
sintético y sincrónico. La interjección se percibe como un elemento lingüístico que, por sus
características informativas y comunicativas específicas, merece un enfoque pragmático, que
tome en cuenta su funcionamiento dentro del discurso y del uso real de la lengua. Este análisis
se aborda desde una perspectiva comunicativa. Pretende estudiar los aspectos pragmáticos y
neurolingüísticos de tal elemento del lenguaje.

1
Para más información sobre la atención que reciben los estudios lingüísticos sobre la interjección, véase Torres
Sánchez (1998), Fábregas (2008) y Soriano (2006).
2
Sobre los aspectos sintácticos y semánticos de las interjecciones, cfr. Martínez Álvarez (1990), Martínez
Amador (1954), Luna (1996), López Bobo (2002) y Wierzbicka (1992).

2
1. CONCEPTO DE INTERJECCIÓN3
La interjección se define como aquel signo lingüístico con contenido transparente. Se
identifica con su carácter espontáneo, impremeditado o repentino. Tal rasgo queda ya
señalado, respectivamente, por la RAE (1931: 24) y Bello (1847: 51). Para la RAE (1931:
24), la interjección es “una voz que expresamos, por lo común repentina e
impremeditadamente la expresión que causa en nuestro ánimo lo que vemos u oímos,
sentimos, recordamos, queremos o deseamos”. Desde parecida perspectiva, Bello (1847: 51)
por su parte, la percibe como “una palabra en que parece hacemos prorrumpir una súbita
emoción o afecto, cortando a menudo el hilo de la oración”. En este sentido, Miranda
Podadera (1970: 143) sostiene que la interjección “es la parte invariable de la oración con la
que se manifiesta una impresión repentina, que encierra, en sí, una oración elíptica”. Por su
cercanía a la naturaleza, esta unidad sígnica pertenece al registro coloquial4. Es una de las
manifestaciones de la oralidad o expresividad del ser humano. Este aspecto se debe a la
inmediatez de su emisión y a su actualización oral. Aunque se relaciona con la comunicación
verbal, depende mucho más del lenguaje oral que escrito. Se trata de una de las
materializaciones del habla. Combina actividades neurológicas y lingüísticas. Desde este
punto de vista, afecta a los rasgos segmentales y suprasegmentales del enunciador. El valor
semántico de tal unidad queda supeditado a tales indicios y a la información pragmática que
proporcionan la emotividad y la situación de emisión. Su enunciación queda íntimamente
ligada a cierto impulso que genera su exteriorización. Por ello, se la puede aproximar a una
forma inarticulada. De este modo, aparece en cualquier momento y lugar de la actividad
lingüística para mostrar o expresar algún estado de ánimo o sentimientos vivos (asombro,
alegría, euforia, molestia, dolor, etc.) de modo rápido y casi intuitivo. Surge y explica estados
emocionales repentinos y a menudo violentos. Por ello, Grevisse (1969 : 233) sostiene que
“L’interjection est un mot invariable qu’on jette brusquement dans le discours pour exprimer
avec vivacité un mouvement de l’âme. La interjección aparece como una reacción lingüística
súbita del sujeto comunicante que se materializa a través de una sucesión de ondas acústicas.
Esta manifestación sonora puede ser articulada o no. Si bien presenta a veces un significado
contextual, tal signo aparece ante todo como lingüístico.

Desde el punto de vista cognitivo, resulta poco reflexivo. Tal funcionalidad se debe a
que la interjección es un índice emotivo caracterizado por la espontaneidad. Ésta es sinónima
de irreflexión, de instinto y aun de intuición. Por consiguiente, la producción de semejante
constituyente neurolingüística permite escasamente reflexión. Si conciencia hay, es de corta
duración (conciencia clara). Su realización lingüística tiene lugar desde una perspectiva
rigurosamente actual. El proceso enunciativo queda localizado en el presente y es personal.
Procede de una reacción intuitiva como expresión vertiginosa pero fónica de un estímulo
exterior o interior. Tal consideración afianza su percepción como signo arbitrario. Su
arbitrariedad se debe a que la interjección originaria va a cambiar en cada enunciación y

3
Interjección del latín Interjectio, de interjicio, y éste de inter y jacio, arrojar entre.

4
La interjección pertenece a la coloquialidad de la lengua. Para Beinhauer (1964: 9), el lenguaje coloquial es el
habla tal como brota, natural y espontáneamente en la conversación diaria, a diferencia de las manifestaciones
lingüísticas conscientemente formuladas. Este teórico se refiere al lenguaje coloquial únicamente al hablar de la
lengua viva conversacional. De esta definición se desprenden ya algunos rasgos característicos del habla y del
registro coloquial. Son el modo oral, la espontaneidad, la cotidianidad y su realización en la conversación oral.
Lo que no significa, en absoluto —como subraya Magazzino (2008) —, que oral y coloquial coincidan siempre:
“lo coloquial emplea el mismo canal de lo oral” (Lamíquiz 1994: 134). En suma, el lenguaje coloquial es un
registro informal. Pero para más información sobre las cuestiones de oralidad, coloquialidad y lenguaje juvenil,
véanse Rodríguez Díez (1996), Rojas (1981), Herrero (2002) y Zimmermann (1996; 2002).

3
también en cada situación de enunciación. Depende también del entorno o universo cultural
del hablante. Por el carácter instantáneo de su emisión y por esencia, la interjección se
presenta como un signo cuya elocución pertenece al campo del no consciente y del
inconsciente5. Por este motivo y por su inmediatez enunciativa, puede presentar bien una
forma inarticulada aparente, bien una expresión por todos conocida. Alarcos Llorach (1994:
240) apunta, a este respecto, que “la interjección denota en bloque un contenido inanalizable
en elementos significativos menores”. Tal criterio hace de semejantes categorías lingüísticas
un paradigma no cerrado. Dicha categoría neurolingüística aparece como la resultante de la
imbricación de lo consciente, del no consciente y del inconsciente, según la situación de
emisión. No se percibe como una simple imagen acústica, pues no es premeditada,
preconcebida, ni tampoco predeterminada. Se trata de una reacción, mejor dicho, una
respuesta sonora e intuitiva a un estímulo. El valor de la enunciación de esta unidad depende
sea de su único locutor, sea del colectivo o universo cultural y lingüístico que la haya
catalogado.
En cuanto signo lingüístico, adquiere valor de índice informacional y también de
unidad comunicativa. Los dos valores permiten clasificar tal categoría lingüística en
interjecciones esenciales o típicas e interjecciones impropias o atípicas que son catalogadas.
Desde esta perspectiva, la RAE (2010: 628-30) habla, respectivamente, de interjecciones
apelativas o directivas6 y de interjecciones expresivas o sintomáticas.
La interjección es la culminación y manifestación a la vez externa y acústica de una
reacción suscitada por una excitación. Se trata de la materialización de la relación estrecha
entre la excitación del aparato perceptor y la implosión. Esta categoría transmite fónicamente
impresiones sensoriales captadas a partir de un aparato perceptor. La fuente de la excitación
puede ser audiovisual, olfativa, táctil o psíquica. La enunciación de la interjección supone una
actividad fisiológica y fonética cuya función es establecer una pulsación entre la exploración
del sistema nervioso, la sensibilidad y la transformación fisiológica y acústica de sensaciones.
Su exteriorización sonora aparece como la terminal formal del proceso. La producción de este
signo traduce la exploración neurológica a partir de un impulso. Se aprehende, desde luego,
como la transformación fónica de la sensibilidad neurofisiológica. Así percibida, la
interjección funciona como una categoría neurolingüística. Es un marcador emocional7.
Equivale a la manifestación acústica de un operador actitudinal. Por este valor, va
íntimamente ligada a la modalidad exclamativa; pero no se ha de confundir con la
exclamación, como aducen varios lingüistas. Las interjecciones son, en este sentido, palabras
(o grupos de palabras) tónicas que forman enunciados exclamativos, por lo que su entonación
también es exclamativa. Alarcos Llorach (1994: 240) sostiene, desde esta óptica, que

con frecuencia, equivale a una oración cuyos componentes fueron sólo discernibles gracias
al contexto y hubieran quedado fundidos en un solo signo aplicable a múltiples situaciones.
Aislada de todo contexto o situación, una interjección no comunica más que la injerencia
explícita de la actitud del hablante. El contenido concreto de ésta sólo se puede dilucidar a
través del contexto.

5
Para más detalles sobre la actividad neurolingüística del hablante en la producción de ciertas unidades, véase
Cros (2011).
6
Las interjecciones formularias se encuentran contenidas en este grupo.

7
Esta definición se acerca a la de Dubois y Jouannon (1956: 252). Para estos autores, la interjección es aquella
palabra invariable que expresa emoción, orden o ruido.

4
De hecho, en cuanto signo, la interjección no procede de la semántica ordinaria. No adquiere
algún valor de contenido que con relación con otros signos. En este sentido, es significante tan
sólo por la existencia de otras imágenes fónicas. Su sentido está supeditado a su relación con
otro signo en la medida en la que dicha relación pasa por una correferencia. Antes de esta
puesta en relación, resulta vacía, a la espera de que esté invertida por dicha correferencia. Las
interjecciones con sus variantes se escriben entre signos de admiración (¡ !), como se puede
ver en las construcciones

― ¡Ay!, exclamó Ondo.

― ¡Qué lástima!, dijo Mebara.

En ocasiones, pueden llevar la modalidad interrogativa8 (¿Es posible?; Camina con cuidado
para no caerte; ¿eh?). La interjección stricto sensu permite liberar espontáneamente una
emoción o sentimiento a través de la producción de ondas acústicas. Constituye el
enmascaramiento inconsciente y no consciente, pero bajo forma fónica o por la voz, de un
estado anímico. Sólo evoluciona con la lengua. Seco (1989) advierte, a este respecto, que en
la interjección, la expresión emocional tiende a ser pantalla de una intención enfática con la
que se busca golpear la conciencia del tú. Por la espontaneidad de su emisión, pertenece al
discurso directo. La interjección produce tensión en la conexión interlocutiva.

2. TIPOS DE INTERJECCIONES
Las interjecciones se pueden clasificar, según la naturaleza de la fuente del impulso, en
genuinamente expresivas o esenciales y en estereotipadas o atípicas, acorde con el sustrato
cultural y lingüístico. Varios son los criterios que ayudan a establecer una taxonomía de
parecidas unidades neurolingüísticas y pragmáticas. Desde la perspectiva de la estructuración,
las interjecciones adoptan dos formas: las interjecciones simples (¡ojalá!, ¡ah!, ¡uy!, ¡ole!,
etc.) y las compuestas o locuciones interjectivas (¡toma ya!, ¡de puta madre!, ¡por Dios!,
¡madre mía!, ¡no te jode!, ¡ahí va!, ¿/¡será posible!/?, y otras muchas).
Desde el punto de vista pragmático y en cuanto acto de lenguaje9, las interjecciones,
según el contexto en el que aparezcan, se clasifican10 en asertivas, directivas y expresivas.
Poggi (1981) percibe las interjecciones como unidades lingüísticas holofrásticas que trasmiten
un acto de habla completo que se puede parafrasear con una oración. Se apoya en esta
hipótesis dividiendo las interjecciones11 en informative, interrogative, richiestive y ottative,
según el acto de habla desempeñado por la interjección en un contexto determinado. Wilkins

8
Existen, asimismo, algunas interjecciones de sentido interrogativo o confirmativo de lo antes expresado.
Ocasionalmente, se intercalan en una oración. Se escriben, obviamente, entre signos de interrogación.

9
La interjección se considera cada vez más en función de sus vínculos con la teoría de los actos de habla y
pragmáticas. Cabe decir que no todo el mundo coincide en definir la interjección como acto de habla completo.

10
Según el mismo criterio pragmático, Almela Pérez (1985) clasifica las interjecciones a imitación de la
división establecida sobre los verbos ilocucionarios de Austin (1962). Por ello, habla de interjecciones (1) de
juicios; (2) de cumplimientos; (3) de compromisos; (4) de comportamientos; (5) de argumentaciones (Almela
Pérez 1985: 106).

11
Halliday (1982) habla de interjecciones representativas, expresivas y conativas. En este caso, la propuesta de
Cuenca (2000) se apoya en las funciones de Jakobson, a excepción de la poética. Distingue cinco clases de
interjecciones (representativas, expresivas, conativas, fáticas y metalingüísticas).

5
(1992: 148) defiende este valor ilocutivo. Aduce que las interjecciones son enunciados, pero
en forma más reducida. Disponen de un contenido proposicional que es ilocutivo y también de
fuerza ilocutiva, por lo que pueden considerarse como actos ilocutivos. Tal postura12 difiere
de la de Wierzbicka (1992). Este estudioso piensa que “primary interjections have no
illocutionary force at all, because they include neither an ‘I say...’ component nor an
illocutionary purpose (an ‘I say this because...’ component). [...] Having no illocutionary
components [...] they are not speech acts” (Wierzbicka 1992: 163). El carácter súbito,
consciente, inconsciente o no consciente de la enunciación queda el factor que favorece la
distinción de los diferentes tipos de interjecciones. La interjección, por ello, es ante todo un
índice, un acto informativo, luego un acto de discurso.

2.1. Interjecciones típicas


Las denominan también interjecciones primarias, puras, esenciales o propias. Esta
variante comporta unidades nada programables, ni programadas. El hablante no controla su
enunciación. No incluyen nada los signos con los que se dirigen locutores a los animales, tales
como ¡Arre!, ¡So!, ¡ ¡Pío, pío!, ¡Zape!, ¡Ox!, etc. Son signos espontáneos, inconscientes y no
conscientes. Desde esta perspectiva, Alonso-Cortés (1999: 4027) define la interjección como
“la expresión de un estado mental que carece de contenido proposicional, pero posee fuerza
ilocutiva”. Las interjecciones esenciales son meros índices portadores de información. Su
contenido y sentido quedan supeditados a parámetros como el contexto lingüístico, el
enunciador, la situación de elocución e incluso el sustrato cultural. La producción de estos
signos no responde a ninguna ley prescriptiva o norma. El enunciador construye su capital
interjectivo no consultando o recurriendo al diccionario, ni a alguna gramática, sino en
contextos sucesivos de interlocución. La interjección pura constituye un acto de habla, o
mejor dicho, un acto informativo. Tal acto es una respuesta individual a una determinada
circunstancia. La interjección aparece como la concreción de una de las facetas de la
enunciación: su aspecto histórico. Según el impulso y su intensidad, un locutor profiere
intuitiva pero repentinamente distintas voces. Es el carácter escurridizo y cambiante de estas
unidades. Si es verdad que comunican, en este caso, tienen fundamentalmente como cometido
informar. Tal propiedad se puede apreciar en los actos de enunciación de la situación de
emisión que sigue:
[En una comisaría de policía de Camerún, el mismo sospechoso reacciona fónicamente de
modo diferente ante los azotes de los policías]. Según el grado del castigo profiere
sucesivamente pero sin fundamento:

— ¡Aaiïe!
— ¡Ouich!
— ¡Akiée!
— ¡Brrrrr!
— ¡Ssss!
— ¡A naaaoo!

Estas interjecciones no son meros gritos, si bien pueden percibirse como sonidos
aparentemente inarticulados. Tienen un contenido emocional que está contextualizado. En

12
Su definición de las interjecciones se acerca más a la dada por Goffman (1981), que las concibe como “vocal
gestures”. Para información a este propósito, véanse Ameka (1992a), Calvo Pérez (1997), Alonso-Cortés (1999)
y Cuenca (2006).

6
efecto, la emotividad y el estado anímico del enunciador, por lo común, se traducen por una
expresión acústica llena de carga informativa. A este propósito, Alonso-Cortés (1999: 4033)
establece cierta diferenciación entre interjección, onomatopeya e ideófono13. Este estudioso
recalca que, pese a las semejanzas fonológicas, las onomatopeyas “carecen del propósito
locutivo de las interjecciones propias, pues no están asociadas a ningún acto locutivo”
(Alonso-Cortés 1999: 4033). El autor matiza también la diferencia entre interjección y los
sonidos inarticulados que el hablante puede emplear como señales sintomáticas o apelativas
(los chasquidos, y sonidos14 como brrr, aggg, etc.), aunque, en este caso, hay alguna
coincidencia de funciones entre las dos categorías. La interjección esencial es un dato psico-
fisiológico. Tal dato es individual, único y subjetivo. Su materialización sonora resulta
portadora de información y acción.
Las interjecciones primarias, en determinados contextos, funcionan como “indicadores
ilocutivos15 sin que haya contenido proposicional propiamente dicho”. Tienen valor
informacional que sólo el enunciador es capaz de descodificar e interpretar. Son
contextualizadas, puesto que la situación de emisión y la naturaleza del estímulo les confieren
el sentido más relevante. Este valor contextual cambia con el grado de las pulsiones. Su
elocución afecta también a los rasgos como la voz, el timbre, el tono, el ritmo, el acento, etc.
Tales signos resultan altamente transparentes16. Su vacuidad se expresa por la variación y los
cambios continuos de significados contextuales, lo que afianza su estatus de categoría hueca,
como se puede apreciar en la enunciación de ¡akao manga!, ¡zobaa! y ¡taraa! que se fosilizan
en su uso interjectivo17.
Por su producción, la interjección implica los semas de /fuente/ y /salida/. En este
paradigma, las interjecciones se comportan en un intervalo abierto en los dos extremos. Su
expresividad se mueve entre corchetes e intervalos que comienzan y se acaban en términos
absolutos.
Sociolingüísticamente hablando, las interjecciones son elementos particularmente
sujetos a las leyes de las modas. Pueden caer en desuso18 o quedar totalmente abandonadas.
En efecto, el uso de unas interjecciones cambia con el paso del tiempo. Por ejemplo,
¡Releche!, ¡Válgame Dios!, ¡Caracoles! y ¡Cáspita! eran antes interjecciones de uso
frecuente19. Hoy en día apenas tienen utilización en la lengua oral. Por ello, una interjección
deja de usarse tan pronto que aparezca otra que la sustituya. El empleo de las interjecciones
que se relaciona con la oralidad con un tinte coloquial integra las variantes sociales (sexo,
edad, estamento, etc.). Es una marca distintiva de la lengua hablada. En efecto, algunas

13
Para más información sobre estas cuestiones, cfr. De la Cruz Cabanillas (2009) y Mayoral Asensio (1992).
14
Véase, a este propósito, Wierzbicka (1991).

15
Para más detalles, a este respecto, véase Escandell Vidal (1996: 66).
16
Más allá de la simple interjección (desemantización), cualquier término, independientemente de su función y
en conexión con el contexto interlocutivo, se puede convertir en índice emotivo del hablante.
17
Estos signos representan originariamente apellidos (Akao Manga y Zobo) y tara, como expresión lingüística
de padre en ewondo. Pierden esta categoría sustantiva de partida para convertirse en marcadores emotivos,
estereotipados y desemantizados, lo que les confiere el estatus de interjecciones, pero aquí transpuestas.
18
Con motivo de la visita de Valérie Giscard Destaing en Camerún, han estado en boca de numerosas mujeres
camerunesas durante algún tiempo las voces interjectivas: ¡akpwen djaa!, ¡a giscard djaa, nda ayanaa!, ¡abot
djaa!, ahora en desuso. Otra, como ¡aussioo!, ha conocido el mismo destino.
19
Véase la frecuencia de uso hoy de ¡venga! en comparación con el empleo de ¡bueno!

7
interjecciones las profieren específicamente mujeres, jóvenes, campesinos, informáticos, etc.
A modo de ejemplo, el oyenga20 del universo cultural camerunés es aquella interjección21 que
tiene valor de grito. Se emite tan sólo en situaciones especiales (fiestas, funerales, etc.). La
enuncian exclusivamente mujeres. Presenta determinadas características: voz aguda y
estridente, uniformidad del tono que puede ser unísono con alguna variación final a modo de
remate:

— ¡uuuuu uu!

Varía según cada zona y cultura. Por ello, obedece a los criterios geolingüísticos. Es, en este
caso, la materialización del sociolecto y del regiolecto. La interjección es un signo que
contiene información procedimental. Su producción sonora es de gran utilidad en el proceso
inferencial. Su procesamiento alcanza la máxima relevancia al reducir el esfuerzo mental en
su interpretación. A este respecto, Magazzino (2008) subraya que, en términos de Sperber y
Wilson (1986), la interjección funciona como operador procedimental. Actúa con un doble
valor. Por un lado, se aprehende como “restrictor contextual”. En este sentido, al activar el
contexto, facilita la búsqueda de información contextual. Por otro lado, hace oficio de
“restrictor de explicaturas de alto nivel”. Señala, en tal caso, la actitud del emisor ante lo que
se dice (dictum). Cueto Vallverdú y López Bobo (2003: 69) destacan que el funcionamiento
de la interjección como “restrictor contextual” procede la asimilación con los marcadores
discursivos, ya que ésta parece ser su función prioritaria en la comunicación.
Se desprende de cuanto precede que cuando las interjecciones vienen a ser
programables y catalogadas, se cuestiona ya por esencia su naturaleza y categoría con todos
los rasgos semióticos que les singularizan. En principio y cualquiera que sea la lengua natural,
no se debería proporcionar ninguna lista de interjecciones que el hablante nativo o no ha de
aprender de memoria. Desde esta perspectiva, no forman estas unidades un paradigma finito.

2.2. Interjecciones impropias


Son las que los universos culturales han podido inventariar. Se adquieren por
inmersión lingüística. Responden también a la denominación de interjecciones atípicas,
secundarias, transpuestas o accidentales. Forman un grupo heterogéneo: contienen las
interjecciones catalogadas por las gramáticas y los manuales de lexicología como
“interjecciones propias” (¡arre!, ¡so!, ¡ole!, ¡bravo!, ¡gracias!, ¡uy!, ¡huy!, ¡jolines!, ¡hala!,
¡buah!, ¡guay!, ¡ay!, ¡ojala!, ¡bay! ¡eh!, ¡oh!, ¡ostras!, ¡caramba!, ¡caray!, ¡adiós!, ¡redíos!,
¡hola!, ¡buenos días!, etc.) y también las impropias (¡oiga!, ¡venga!, ¡vamos!, ¡anda!,
¡caracoles!, ¡joder!, ¡cojones!, ¡mierda!, ¡hostia(s)!, ¡carajo!, ¡ánimo!, ¡coño!, ¡formidable!,
¡arriba!, ¡adelante!, ¡chit!, ¡paf!, ¡pif!, ¡ay de mí!, ¡qué espanto!, ¡Mi madre!, ¡Dios santo!,
¡porras!, etc.). Varias interjecciones de esta clase se han incorporado a la lengua con cierta
fijeza. No se relacionan con el léxico común y se emplean con distintas intenciones. Son de
este tipo ¡ay!, ¡olé!, ¡bah!, ¡ah!, ¡ea!, ¡ca!, ¡ajá!, ¡quiá!, ¡hale!, y otras muchas. Hernández
Alonso (1971: 18) advierte atinadamente, a este propósito, que a pesar de las numerosas
dificultades en identificar la categoría y las funciones de las interjecciones, éstas constituyen
desde siglos un paradigma integrado por una serie finita de elementos aprendidos
tradicionalmente de memoria y al que se le añaden, a veces otros componentes. Este
20
Las lenguas eton, yambassa y ŋgiemboon la llaman, respectivamente, /kaala/, /doupopo/ y /ngoong/.
21
Su emisión por un varón ocurre en raras veces. Lleva consigo alguna puntualización. En tal caso, los ewondo
la llaman oyenga fam: ¡hii hii! Se profiere para expresar masculinidad y poder.

8
estudioso indica, además, que hasta el momento, los intentos de definir el concepto de
interjección no han dado resultados satisfactorios.
Sobresale de su análisis que aun las interjecciones atípicas no son nada un conjunto
cerrado. Aunque algunos gramáticos y lexicógrafos tienden a conferir a semejantes elementos
un carácter finito, forman un paradigma abierto. Su normalización interviene cuando los
prescriben gran parte de las gramáticas normativas y diccionarios de numerosas lenguas
naturales. No existe, en realidad, una lista de interjecciones, como sucede con otras unidades
lingüísticas (verbos, adjetivos, sustantivos, adverbios, grupos nominales, frases,
preposiciones, conjunciones, etc.). Las interjecciones atípicas son convenciones sociales. Sólo
se emplean entre los hablantes22 de una misma lengua. Tales convenciones generan nuevas
interjecciones entre hablantes de un mismo grupo social, de una misma franja de edad, de una
misma región. Dan pie a veces a localismos y jergas que sólo se aprehenden entre
comunidades pequeñas. Las interjecciones desempeñan, en tal caso, su verdadera función
comunicativa en contextos de conversación real. Son manifestaciones de la competencia
lingüística, semiótica, discursiva, pragmática y etnosocultural o comunicativa por el sujeto
hablante. La RAE (2010) las llama, a este respecto, interjecciones apelativas o directivas. No
pierden su valor de reacción fónica que suscita un impulso. Mantienen el sema de /repentino/
e incluso de /no consciente/. El hablante es una entidad social y producto de su cultura que le
ha moldeado. Ante una sensación, actúa intuitivamente con la producción de una imagen
fonética que ha almacenado en este proceso. El entour cultural fija las normas y la elección de
determinadas entradas en situaciones de comunicación. En cuanto espacio semiótico, la
conciencia coge forma y existe en las interjecciones creadas por un grupo organizado en sus
relaciones sociales. La conciencia, como espacio semiótico autorregulado, está presente en
este tipo de interjecciones. Constituye un almacén de signos susceptibles de servir de soportes
materiales a representaciones mentales. Las interjecciones funcionan aquí como unidades
fosilizadas. En este caso, la interjección se convierte en una unidad comunicativa.
Esta variante interjectiva se aprehende como una modalidad discursiva que caracteriza
a los sujetos colectivos o transindividuales. Inscribe, en la interlocución e incluso en los
textos, el nivel del no consciente, es decir, el espacio de reproducción predilecto de los
valores sociales. La enunciación de las interjecciones formularias responde a este uso
normativo y prescriptivo de los cánones culturales y lingüísticos. Por ejemplo, en una
situación de elocución en un taxi, un cliente A, al entrar, saluda aun sin querer a los demás
viajeros por instinto y empujado por el estímulo visual profiriendo un ¡Hola! ¡Buenos días!
Las pautas educativas y culturales exigen la emisión de tal acto de habla que depende del no
consciente. La interjección impropia se percibe como la reproducción acústica y léxica
trasmitida por las prácticas y experiencias socioculturales. Constituye una manifestación de la
práctica discursiva.
Desde un enfoque sociolingüístico y pragmático, la interjección adquiere valores
eminentemente funcionales. En este marco, se inscriben las interjecciones tabú. Sus valores y
funciones socio-pragmáticas resaltan el aspecto inconsciente y no consciente de dichos
signos. Herrero (2002: 73) destaca como más usuales los enunciados interjectivos que
aparecen, sobre todo, de forma sintética. Muchos de ellos sirven de vehículo de la
subjetividad o del estado emocional de la instancia emisora, ligados a la función expresiva

22
También las utilizan los usuarios no nativos que tienen competencia comunicativa en esta lengua.

9
(¡coño!, ¡joder!, ¡mecagüen la puta!, ¡hostia(s)!, ¡la hostia!, ¡a tomar por culo!, ¡no te jode!,
etc.) o, en menor medida, como claros exponentes de función conativa (¡venga!, ¡vamos!,
¡anda!, etc.) o fática (el abuso de ciertos tacos como meros apoyos comunicativos o reflejos
espontáneos: ¡joder!, ¡la hostia!). Zimmermann (2002: 152) resalta, a este respecto, que el
uso contextualizado de dichas unidades queda reservado al lenguaje juvenil. Se trata de
empleos proscritos23 en algunos foros y por ciertos estamentos sociales. A este propósito, el
estudioso señala el recurso, por la jerga juvenil, a los disfemismos y a las groserías,
generalmente proscritos en las hablas de las clases medio-alta. Aduce, sin embargo, que este
rasgo está compartido también por registros subestándar, populares y vulgares: la diferencia
reside en el hecho de que los jóvenes los han sacado de su ambiente secreto y lo usan con más
facilidad en situaciones en las que normalmente no se usaban. Magazzino (2008) subraya, por
ello, que el deseo de la expresividad a toda costa por los jóvenes propicia la evaluación
subjetiva de las cosas o de los estados. Esta operación pasa a través de cierta liberalización del
lenguaje que privilegia las voces subestándares y los disfemismos, de modo que —como
observa Radtke (1993: 206) — la tabuización24 que normalmente censura el empleo de estas
voces desaparece gradualmente.
Desde el punto de vista léxico-semántico, López Bobo (2002: 35-37) sostiene que
tales interjecciones pertenecen a tres campos semánticos con sus respectivas lexías
interjectivas. Son los de la sexualidad (¡De puta madre! joder, coño, cojones, etc.), los de la
escatología y de las funciones corporales (mierda, y una mierda, me cago en..., etc.) y, por
último, a las blasfemias relacionadas, a su vez, con la religión (hostias, me cago en Dios, etc.).
El uso de estas unidades lingüísticas responde mucho más a parámetros pragmalingüísticos y
sociolingüísticos. La dimensión sociolingüística interviene en el uso de algunas entradas
interjectivas por determinadas clases generacionales. Por ejemplo, el elemento lingüístico
joder se emplea en las franjas de edad “joven” y “adulta”, mientras que los niños utilizarían
más bien formas eufemísticas como jo, jopé, jobar, etc.

2.2.1. Interjecciones transpuestas


Proceden de otra clase de palabra (nombre, verbo, adjetivo, etc.), pero se utilizan como
interjecciones. Son palabras de distinta naturaleza o categoría que se han quedado invariables
y hacen oficio de interjecciones. Dicha clase de unidades está abierta, pues la lengua presenta
capacitación para crear elementos con este valor. Las siguientes unidades constituyen
ejemplos ilustrativos:

¡Ojo! ¡Cuidado! ¡Bravo! ¡Magnífico! ¡Oiga! ¡Vaya! ¡Narices! ¡Estupendo! ¡Formidable!


¡Alerta! ¡Anda! ¡Arriba! ¡Alto! ¡Cielos! ¡Jesús! ¡Diantre! ¡Caramba! ¡Socorro! ¡Caracoles!
¡Córcholis! ¡Diablos! ¡Hombre! ¡Macho!, etc. Las ocurrencias que vienen a continuación
señalan esta traslación:

―¡Bravo! ¡Este bailarín es genial!


―¡Ay! ¡Qué dolor de pies tengo!
―¡Socorro! ¡Se ahoga un anciano!
―¡Vaya! ¿Estás llorando?

23
Es la manifestación de la expresividad típica del registro coloquial. Se acentúa hasta el exceso, en una especie
de “pornolalía” ostentada, de exuberancia lingüística. Para marcar esta función expresiva, en las variedades
juveniles, se recurre precisamente a las interjecciones y a los ideófonos.
24
Para más información sobre las llamadas interjecciones tabú, véase Rojo (2000).

10
En este marco caben las interjecciones-marcadores como bueno, claro, hombre, vale y
las conativas como mira, oye, vamos, venga. No obstante, no hay que confundir interjección
con la modalidad exclamativa. Son entidades distintas, si bien presentan conexiones muy
estrechas. Una cosa es la interjección y otra, la exclamación. La interjección es un signo que
suele pronunciarse con entonación exclamativa. El elemento transpuesto a la categoría
interjectiva ha sufrido un cambio de rango. Ya no le corresponde su valor originario o de
partida. A modo de ilustración, cuando un locutor se exclama ¡anda!, no le pide a nadie que
se ponga a andar, es decir, no es posible añadirle un sujeto. No obstante, cuando dice: ¡ve!,
¡mira!, ¡calla!, está formulando oraciones en las que sólo está el predicado, pero podría
expresar el sujeto cuando expresa una exclamación mediante un verbo: ¡ve tú!, ¡mirad
vosotros!, ¡cállense ustedes!
De este modo, las interjecciones son signos lingüísticos dotados de fuerza ilocutiva,
según el contexto comunicativo. Adquieren distintos sentidos y valores comunicativos,
acordes con su fuerza ilocutiva y los elementos de la situación comunicativa (hablante, oyente
y contexto). Tales criterios determinan la clasificación pragmático-semántica de la
interjección.
El proceso de desemantización queda perceptible en la interjección, y específicamente
en las interjecciones impropias. Éstas aparecen como términos desemantizados (¡Hombre!,
¡Jesús!) que pueden proceder de cualquier práctica social o de cualquier esfera de la vida
(religión, sexo, etc.). Especifican circunstancialmente su sentido en el instante de la
actualización.

2.2.2. Locuciones interjectivas


También llamadas interjecciones compuestas, son combinaciones de dos o más
palabras con valor de interjecciones. Al igual que ocurre con las interjecciones, el hablante
expresa con las locuciones interjectivas un sentimiento vivo, comentando lo que ve u oye.
Comenta pero no comunica. Informa sobre su estado de ánimo o sobre la emoción que
experimenta en este instante. Forman las locuciones interjectivas un paradigma no cerrado.
Las siguientes ocurrencias constituyen tan sólo una ilustración: ¡Dios mío!, ¡Qué lástima!,
¡Bendito sea Dios!, ¡Menos mal!, ¡Qué demonios!, ¡Qué narices!, ¡Qué diablos!, ¡No me
digas!, ¡Cielo santo!, ¡Qué barbaridad!, ¡Gracias a Dios!, entre otras tantas.
Estas unidades podrían considerarse como el producto particular de la síntesis de dos
tendencias sintácticas complementarias en la expresión espontánea de la subjetividad: la
dislocación expresiva y la condensación funcional. Tales interjecciones atípicas se comportan
como frases hechas. Son estereotipadas, como ilustran estas ocurrencias: ¡Venga ya!, ¡Ya está
bien!, ¡Dios santo!, ¡Mi madre!, ¡Por Dios!, ¡Ay de mí!, etc.
Adoptan, además, entonación y un comportamiento expresivo muy afines a lo que
ocurre con las frases exclamativas, afianzando así su valor funcional de interjecciones, como
se ve en ¡Virgen Santa!25, ¡Ay Dios!, ¡Dios mío!, ¡Por Dios!, etc.

2.2.3. Interjecciones onomatopéyicas


Las palabras onomatopéyicas equivalen a las interjecciones representativas. Desde el
punto de vista semiótico, son signos icónicos y simbólicos. Por su simbolización e iconicidad,
funcionan como elementos lingüísticos. Las interjecciones onomatopéyicas imitan sonidos
reales, como ¡Zas!, ¡Catapúm!, ¡Plaf!, etc. Al igual que las demás variantes interjectivas,
constituyen unos auténticos índices de la subjetividad del hablante. Como no tienen
significado intelectual, especifican circunstancialmente su sentido por medio de la entonación

25
Esta lexía se emplea, por lo común, a la hora de la plegaria. No obstante, adquiere valor de simple interjección
sin su contenido significativo cuando se emite ante un hecho inesperado que emociona al hablante.

11
y del contexto en el momento de la actualización comunicativa; de ahí su frecuencia y su alta
rentabilidad en la lengua espontánea. Por lo general, son términos carentes de significado
intelectual, sancionados por el uso, que se fijan, estereotipados, en la lengua. Presentan
similitudes funcionales con las llamadas interjecciones puras.

2.2.4. Muletillas y tacos interjectivos


Son unidades equifuncionales a las interjecciones. Las muletillas interjectivas
constituyen un grupo de unidades neurolingüísticas y pragmáticas cercanas en su expresividad
a las distintas variantes de la categoría interjectiva. El funcionamiento del adjetivo pero
transcategorizado interjección ¡bueno!, de ¡eso! (demostrativo transpuesto a unidad
interjectiva), ¡eso mismo! y ¡eso es! consolida tal comportamiento. Algunas de ellas son
características de ciertas zonas de habla hispana, como sucede con ¡Ca! (Andalucía, países
hispanoamericanos) y ¡Che! (Valencia, Argentina).
Ciertos tacos se perciben por su funcionamiento como índices emotivos próximos a las
interjecciones. Considerados como exclamaciones malsonantes, estas unidades interjectivas
dan pie a veces a interjecciones tabúes, si bien eufemísticas, como ilustran ¡Mecachis!,
¡Concho!, ¡Rediez!, etc.

3. INTERJECCIÓN: ENTRE ENUNCIADO, FRASE, ORACIÓN, ACTO


ILOCUTIVO, FUERZA ILOCUTIVA Y SIGNO LINGÜÍSTICO
El valor lingüístico que se ha adscrito a la interjección depende de la esfera en la que se
ha situado el estudioso. Muchas son las dificultades que han experimentado teóricos para
definir y clasificar las interjecciones dentro de las categorías gramaticales. Por ello, existe una
variadísima gama de estatus que les han atribuido: oración, frase, palabra, palabra-oración,
etc. (con gran frecuencia). Tal terminología se ha fundado en criterios lógicos y gramaticales.
Alarcos Llorach (1994: 240-250) es el que acierta darle el rango de enunciado. Para este
autor, la interjección designa

una clase de palabras autónomas que, a diferencia de los sustantivos, los adjetivos,
los verbos y los adverbios, no se insertan funcionalmente dentro de la oración y constituyen
por sí solas enunciados independientes. Por ello, algunos piensan que la interjección es una
unidad fuera de la sintaxis. No obstante, la interjección puede establecer relaciones con
otras unidades y formar con ellas enunciados complejos (Alarcos Llorach 1994: 240).

El enunciado se suele definir como la unidad mínima de comunicación. Para Alarcos Llorach
(1994: 255), el enunciado designa al signo o conjunto de signos que emite el hablante, y ha de
captar el oyente. Consiste en un mensaje con sentido cabal y concreto dentro de la situación
en que se produce.
Pero entre los enunciados, existe un tipo especial que responde al nombre de oración.
Se trata de una estructura en la que se establece una relación predicativa, es decir, un sujeto y
un verbo. Una oración es de por sí un enunciado, pero todos los enunciados no son oraciones.
Hernández Alonso (1971: 31) entiende por oración aquella unidad del habla correspondiente a
otra psíquica, formada por elementos que participan en régimen funcional y estructurado, con
independencia fonética y gramatical y autosuficiencia semántica. Sin embargo, los enunciados
que carezcan de una forma verbal personal que funcione como núcleo no son oraciones y

12
ofrecen una estructura interna diferente. Son las llamadas frases26. La frase es aquel enunciado
sin núcleo verbal.
Alarcos Llorach (1994: 384) señala que al no existir un núcleo verbal del que
dependan sus demás componentes, las relaciones internas de éstos en la frase no son paralelas,
ni idénticas a las que se establecen en la oración. El teórico advierte, por tanto, que las frases
no deben clasificarse, como a veces se hace, por analogía con las oraciones a que pudieran ser
equivalentes por su sentido. Para Hernández Alonso (1971: 18), la frase aparece como este
“conjunto de palabras con una significación conjunta, aunque no completa, y una función en
la oración”. Por su constitución interna, gran parte de las interjecciones presentan una
estructura unimembre. Por estar constituidas de una sola palabra, constituyen frases
unimembres27. No obstante, hay interjecciones con más de una palabra. Es lo que ocurre con
las locuciones interjectivas y las interjecciones expandidas, como puede apreciarse en:
¡Qué demonios!; ¡Por fin!; ¡Del instituto! ¡Encima! ¡Por si faltaba algo!
De este modo, la percepción de tal unidad como enunciado sin verbo personal más
simple ha llevado a algunos autores a ver la interjección como forma que constituye,
generalmente, por sí sola una oración completa, lo que equivale a decir que es un enunciado
independiente. Lope Blanch (1956) propone el nombre de frase para este tipo de enunciados
sin relación predicativa.
Desde el punto de vista de la fonética articulatoria, la elocución de la interjección
encaja con la definición del enunciado que comporta dos facetas. En efecto, para Abercrombie
(1967), un enunciado está formado por un flujo continuo de movimientos de los órganos de la
fonación y de los sonidos resultantes. La enunciación de la interjección le confiere el estatus
de grito pero articulado.
Visto desde la sintaxis, así como desde un enfoque pragmático y por su estructura, el
enunciado es una unidad comunicativa, producto de la enunciación (Douay 1984), que no se
identifica con una estructura sintáctica, ni morfológica concreta28.
La interjección se percibe como enunciado por varios motivos. Entre ellos, la interjección
constituye aquella unidad de comunicación o informativa, es decir, por sí sola o formando
parte de un discurso más amplio, realiza una referencia a la realidad extralingüística con una
determinada finalidad comunicativa e informativa: expresar un sentimiento de admiración,
informar de un hecho, etc.
En cuanto unidad comunicativa e informativa, la interjección aparece como
autosuficiente desde el punto de vista semántico, dentro de la secuencia y de la situación
discursiva y enunciativa en que se integra, es decir, es plenamente interpretable en el contexto
en que aparece. En su condición de unidad autosuficiente e interdependiente, se corresponde
con una entonación acorde con su finalidad informativa o comunicativa. Desde este prisma, la
interjección adquiere la funcionalidad de un enunciado. Por tanto, se la aprehende aun como
un acto de habla o también, en casos concretos, como acto informativo. La interjección remite
por su producción a los participantes sociales del acto de comunicación (locutor y alocutario).
El ejemplo que sigue es tan sólo ilustrativo de tal característica:

―Hablante A: ¡Hola!, ¡Buenos días!


―Destinatario B: ¡Muy buenos!

26
Alarcos Llorach (1994: 384) apunta que sus constituyentes son siempre palabras de índole nominal, esto es,
sustantivos, adjetivos o adverbios y naturalmente cualquier otra categoría que funcione como ellas gracias a la
transposición.
27
Sin embargo, la interjección sufre cierta elasticidad categorial. Es una unidad transcategórica. La transposición
habilita para el papel de interjección a otras clases de palabras y de grupos nominales. Semejante argumento
resalta casos en los que la unidad interjectiva presenta una estructura plurimembre.
28
Véanse al respecto Stati (1972), Rojo (1979).

13
La elocución de la interjección se identifica con la modalidad exclamativa. La
interjección es ante todo una de las numerosas manifestaciones de las distintas producciones
verbales que caracterizan la esencia de la expresividad del ser humano. Desde el punto de la
producción, se la considera como una secuencia verbal que tenga realización eminentemente
oral, si bien se la pueda transcribir por escrito. Se trata de una clase con una serie de unidades
heterogéneas. No siempre equivale a una palabra. También la pueden constituir varias
unidades sintácticas. Por ello, es preferible considerarla más bien como una lexía. Las
interjecciones corresponden con agrupaciones fonemáticas inhabituales en la lengua.
Coinciden a veces con onomatopeyas o palabras de diversas clases significativas por sí
mismas que mediante la entonación se fijan y habilitan. En este sentido, Alcina Franch (2001:
494) subraya acertadamente que esta categoría lingüística forma una clase de palabras
dotadas de una caracterización sintáctica oscilante29. Este teórico destaca, además, que es
difícil encuadrar gramaticalmente la interjección e incluso, en ocasiones, representarla de
forma adecuada por escrito. Se encuentra ligada a hechos de entonación y de cualidad de la
voz. En la expresión oral, la interjección va marcada por un acento de una intensidad viva. Es
posible dar cuenta de ella recurriendo a la teoría de los actos lingüísticos: incluso el más
pequeño de los soportes fónicos (¡bah!, ¡hum!, ¡zas!, etc.) está regido por un acto lingüístico.
La interjección no equivale al discurso, es más bien una unidad comunicativa básica, una
secuencia verbal dotada de completez semántica y aun pragmática. La producción de la
interjección se inscribe, de hecho, en el ámbito de la pragmática. Es en este contexto donde tal
unidad neurolingüística cobra más sentido y encuentra una dimensión más adecuada, al incluir
en su descripción elementos como la actitud del hablante, su relación con el oyente y la
situación comunicativa. Desde este ángulo, Ameka (1992b) define las interjecciones como
este conjunto de elementos que codifican actitudes del hablante y sus intenciones
comunicativas y que dependen del contexto en el que aparecen. Según criterios pragmáticos
sumamente funcionales, se puede hablar de interjecciones expresivas30, conativas y fáticas.
Para Ameka (1992b: 255), las

interjections have a component in their conceptual structure which is very similar to the
illocutionary purpose of utterances. If one accepts Searle’s view that illocutionary purpose is
the most important component of the illocutionary force of a linguistic item, then one could say
that interjections have an illocutionary force since they have a communicative purpose. But this
illocutionary force does not contain an illocutionary dictum.

Por ello, para Cueto Vallverdú y López Bobo (2003: 54), la interjección se podría
incluir en estos actos de habla y, por lo tanto, en general, se puede considerar como “un
indicador ilocutivo del tipo de acción expresiva”. Desde tal enfoque, Ameka (1992b: 245)
sostiene que los elementos interjectivos “are used in the maintenance of social and
communicative contact”. También sirven para controlar el intercambio comunicativo y el que
protagonizan las palabras rutinarias (ajá, mhm, hola, etc.). Adquieren, además, valor de
marcadores discursivos en los turnos de habla que pueden tener un componente bien conativo,
bien fático. Las interjecciones, así percibidas, desempeñan un papel muy importante en la
comunicación, es decir, en el uso real que el hablante hace de la lengua en una determinada

29
Cualquier palabra se puede usar como interjección.
30
La expresividad se relaciona aquí con el punto de vista de los participantes de la situación comunicativa, y en
el locutor, en concreto. La función expresiva es la que desempeñan las interjecciones que se basan en el hablante
y en su actitud mental; las conativas corresponderían a esas interjecciones que se centran en el oyente y las
fáticas se centran en el mantenimiento del contacto entre los interlocutores.

14
situación comunicativa. A este respecto, por ejemplo, Montes (1999), en su estudio sobre el
desarrollo del uso de las interjecciones en el lenguaje infantil, opta por distinguir los
elementos estudiados sobre la base de hablante y oyente. Habla de las interjecciones
subjetivas, que manifiestan la reacción del hablante, y de las projectivas (projective) que
señalan un objeto o un evento del contexto, focalizando la atención del receptor sobre ello
(Montes 1999: 296).

CONCLUSIONES
Las interjecciones son lexías que funcionan en cuanto marcadores emocionales.
Aparecen como reacciones del hablante que se materializan a través de ondas sonoras. Se
caracterizan por pertenecer preferentemente al lenguaje coloquial. Se emplean
fundamentalmente en la expresión oral. En la escrita que es la transcripción más o menos
fidedigna de la oralidad aparecen como marcas expresivas y expletivas del desahogo o
explosiones de emotividad. Funcionan como voces sonoras del estado de ánimo cuya
actividad es mucho más interna, neurológica, psíquica y enmascarada. Presentan cierta
entonación emocional o contorno melódico que las unifica como enunciados sintomáticos.
Las interjecciones constituyen un inventario abierto que puede enriquecerse con nuevas
aportaciones. Forman un grupo de palabras que no está suficientemente delimitado. La
mayoría de estos vocablos no significan absolutamente nada. El hecho de utilizarlos no es
pura convención, cuando no invención. Van generalmente entre signos de admiración, solas y,
a veces, entre interrogaciones.
Por la inmediatez de su producción fónica, son inconscientes y también no
conscientes. Por su funcionalidad, son, sobre todo por esencia, no programables. Aun cuando
son gramaticalizadas y catalogadas, no pierden su espontaneidad. Tales categorías se pueden
clasificar según varios criterios de análisis. Sin embargo, la dimensión neurolingüística ha
escapado hasta la fecha a los estudiosos de las ciencias del lenguaje.
Descuella de cuanto precede que la interjección es ante todo información lingüística súbita
impulsada por algún estímulo. Se trata de una entidad que permite liberar la emoción o
sentimiento camuflado y contenido en el enunciador. Es también un acto de lenguaje en el que
intervienen parámetros comunicativos. Funcionan como enunciados, actos informativos y
también como actos de lenguaje. Según que se comportan como actos informativos o actos de
discurso, hay interjecciones esenciales y otras que sean atípicas. Las interjecciones se
aprehenden como unidades neurolingüísticas y pragmáticas que expresan alguna impresión
súbita o un sentimiento profundo. Sirven también para apelar al interlocutor, o como fórmula
de saludo, despedida, conformidad, etc. Con todo, la interjección es el hecho del emisor y
queda estrechamente relacionada con el fenómeno de enunciación. También implica de forma
tácita o explícita al destinatario. La funcionalidad de esta categoría de palabras determina su
naturaleza pragmática que tiene lugar en su contexto habitual: situaciones de expresión del
estado anímico y de emoción del enunciador y, por último, la conversación real y espontánea.
Las interjecciones son signos neurolingüísticos con un valor pragmático contextualizado.
Pueden adoptar diferentes sentidos o expresar distintos sentimientos, según la entonación o el
contexto. Por esta transparencia, vienen a ser polisémicas. Quedan íntimamente ligadas a la
modalidad exclamativa, pero no es nada exclamación. Se pueden insertar en unidades
oracionales en algunas situaciones de comunicación lingüística.
La enunciación de las interjecciones asocia simultáneamente medios lingüísticos y
factores psicológicos, sociales, situacionales y otros que sean físicos. Estas unidades
transmiten informaciones, pero participan en la comunicación dotándole de cierta fluidez.

15
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