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Economía Institucional
Las condiciones en que vivían los hombres en las etapas más primitivas de la vida en común eran de
carácter pacífico, no agresivo. Así se definía su carácter, temperamento y la actitud espiritual de los
hombres en esas condiciones de medio e instituciones primitivos. Ese estadio cultural pacífico puede ser
considerado como el punto que señala la fase inicial del desarrollo social, los rasgos del carácter pacífico
son la buena voluntad, la honestidad y un interés no emulativo y no valorativo en los hombres y en las
cosas. Los defectos de ese tipo de carácter que suponemos primitivo son la debilidad, la ineficacia, la
falta de iniciativa y de ingenio y una amabilidad indolente y que se inclina a ceder a todo, junto con el
sentido de que fomentan la facilidad de la vida del grupo. Esos rasgos sobreviven, acaso, en un grado
especial entre aquellos elementos étnicos que estuvieron aglomerados en segundo término durante la
cultura depredadora. Los rasgos adecuados a los hábitos iniciales de la vida se hicieron entonces
relativamente inútiles para la lucha individual por la existencia. Y aquellos elementos de la población o
grupos étnicos menos aptos por temperamento para la vida depredadora fueron oprimidos y lanzados a
segundo plano.
En medio de la transición de la cultura pacífica a depredadora, se pasó de la lucha del grupo contra un
medio no humano a una lucha del grupo contra un medio humano. Este cambio fue acompañado de un
creciente antagonismo entre los diversos miembros del grupo y una conciencia cada vez mayor de ese
antagonismo. Ante esta transición, no solo se debía sobrevivir dentro del grupo, sino que también el
grupo en sí mismo. La actitud espiritual dominante en el grupo cambió gradualmente y llevó a una
posición de legítimo dominio en el esquema general de vida aceptado a un grupo distinto de aptitudes y
propensiones. Entre esos rasgos arcaicos a los que hay que considerar como supervivientes de la fase
cultural pacífica: primero el instinto de solidaridad racial (Conciencia) y segundo el instinto de trabajo
eficaz
Parecen ser características hereditarias de la raza y haber persistido a pesar de que las condiciones
requeridas para triunfar, en el estadio cultural depredador y en los posteriores, fueran distintas de las
antiguas y parecen haber persistido debido a la tenacidad de transmisión. En cualquier fase cultural
conocida, posterior o distinta de la presunta fase inicial de que aquí hemos hablado, los dones de bondad
de carácter, equidad y compasión indiscriminada no favorecen de modo apreciable la vida del individuo.
Su posesión puede servir para proteger al individuo, frente a los malos tratos de una mayoría que
considera que cierta proporción de tales ingredientes forma parte de su ideal de hombre normal. Puede
decirse que la carencia de escrúpulos, de conmiseración, de honestidad y de apego a la vida contribuye,
dentro de ciertos límites, a fomentar el éxito del individuo en la cultura pecuniaria. Esto no quiere decir
que precisamente el mismo conjunto de aptitudes en cualquier individuo haya de asegurarle, por
necesidad, un éxito personal destacado. En el régimen de competencia, las condiciones requeridas para
el triunfo del individuo no son necesariamente las mismas que se requieren para el de una clase. El
triunfo de una clase o partido presupone un fuerte elemento de lealtad a un jefe o de adhesión a un
dogma; en tanto que el individuo que compite puede conseguir mejor sus fines si combina la energía,
iniciativa, egoísmo y carácter artero del bárbaro, con la falta de lealtad o de espíritu de clan del salvaje
En conclusión, la existencia de una clase ociosa se impone a los individuos por educación y de forma
coercitiva. La emulación pecuniaria es un canon. El hombre civilizado moderno tiende a reproducir la
cultura depredadora. “Estar libre de escrúpulos, de compasión, de honestidad y de respeto a la vida
contribuye, dentro de ciertos límites, a fomentar el éxito del individuo dentro de la cultura pecuniaria.”
El buen funcionamiento de una comunidad industrial moderna queda mejor garantizado allí donde no se
dan, en principio, los rasgos del hombre depredador. El acceso a la clase ociosa se produce mediante un
continuo proceso selectivo por medio del cual los individuos aptos para la competición pecuniaria son
separados de las clases inferiores. En la antigüedad se podía llegar a la clase ociosa mediante la
“proeza”, ahora las actitudes son pecuniarias. La tendencia de la vida pecuniaria es, en general, la de
conservar el temperamento bárbaro, pero poniendo el fraude y la cautela, es decir, la habilidad
administrativa, en lugar de esa predilección por el daño físico que caracteriza al bárbaro primitivo.