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Teoría de la Clase Ociosa: Conservación de los Rasgos Arcaicos

Economía Institucional

Presentado a: Félix Antonio Álvarez


Estudiantes: Gisella Castro, Bruce Tapias, Camilo Brooks, Angelly Gonzales, Sharith Tovar

Universidad del Atlántico


Barranquilla, Puerto Colombia
2020

Teoría de la Clase Ociosa: Conservación de los Rasgos Arcaicos


La creación de la clase ociosa provoca efectos no solo en la estructura de la sociedad, sino también
repercute sobre el carácter de cada uno de los miembros de esta, es decir, cuando una serie de normas
son establecidas como patrón, modificara en cierta medida los hábitos mentales y vigilara el desarrollo
de las aptitudes y desviaciones de los hombres (sus inclinaciones). Aquellos grupos de personas que no
se adapten a estas normas, sufrirán en mayor o menor proporción, una eliminación, así como también
una represión.
La existencia de una clase ociosa se impone a los individuos por educación, de forma restrictiva o
represiva. De modo que, la emulación pecuniaria y la exención laboral son establecidos como canones
de vida, las cuales afectan al desarrollo cultural, tanto porque guían los hábitos mentales de los hombres
y controlan así el desarrollo de las instituciones, como porque controlan de este modo la disposición real
de animo de la sociedad. Por otra parte, el material humano de la sociedad varia con el cambio de las
condiciones de vida, es decir, que los hombres tienden a retomar o reproducir, en menor o mayor
exactitud, determinados tipos de naturaleza humana cuya caracteristicas han sido fijadas en situaciones
pasadas, diferente a la actual. Según la posición etnológica el hombre de nuestras comunidades
industriales se reproduce según uno de tres tipos étnicos principales: Doliocéfalo-rubio, Braquiocéfalo-
moreno y Mediterráneo
Dentro de cada uno de estos tipos étnicos, la reversión varía de dos formas, bien pacífica, bien
depredadora.
La pacífica se acerca al tipo genérico en todos los casos ya que constituye la representante retrógrada.
Representa a los antepasados del hombre civilizado actual en la fase pacífica y salvaje de la vida,
predecesora de la cultura depredadora, el estatus y el desarrollo de la emulación pecuniaria.
La depredadora se considera como supervivencia de una modificación más reciente de los tipos étnicos y
de sus híbridos.
Los tipos étnicos de hoy son, pues, variantes de los tipos raciales primitivos. Han sufrido alguna
alteración y han alcanzado cierto grado de fijeza en esa forma alterada, bajo la disciplina de la cultura
bárbara. Las circunstancias de la vida y las finalidades de los esfuerzos que predominaban antes del
advenimiento de la cultura bárbara, modelaron la naturaleza humana y, por lo que respecta a
determinados rasgos fundamentales, la fijaron. Estas condiciones primitivas a las que se podrian llamar
propiamente humanas, parecen haber sido de tipo pacífico; y el carácter, el temperamento y la actitud
espiritual de los hombres en esas condiciones de medio e instituciones primitivos, parecen haber sido
apacibles y no agresivos, por no decir apático. Este estadio cultural pacífico puede ser considerado como
el punto que señala la fase inicial del desarrollo social.

Las condiciones en que vivían los hombres en las etapas más primitivas de la vida en común eran de
carácter pacífico, no agresivo. Así se definía su carácter, temperamento y la actitud espiritual de los
hombres en esas condiciones de medio e instituciones primitivos. Ese estadio cultural pacífico puede ser
considerado como el punto que señala la fase inicial del desarrollo social, los rasgos del carácter pacífico
son la buena voluntad, la honestidad y un interés no emulativo y no valorativo en los hombres y en las
cosas. Los defectos de ese tipo de carácter que suponemos primitivo son la debilidad, la ineficacia, la
falta de iniciativa y de ingenio y una amabilidad indolente y que se inclina a ceder a todo, junto con el
sentido de que fomentan la facilidad de la vida del grupo. Esos rasgos sobreviven, acaso, en un grado
especial entre aquellos elementos étnicos que estuvieron aglomerados en segundo término durante la
cultura depredadora. Los rasgos adecuados a los hábitos iniciales de la vida se hicieron entonces
relativamente inútiles para la lucha individual por la existencia. Y aquellos elementos de la población o
grupos étnicos menos aptos por temperamento para la vida depredadora fueron oprimidos y lanzados a
segundo plano.

En medio de la transición de la cultura pacífica a depredadora, se pasó de la lucha del grupo contra un
medio no humano a una lucha del grupo contra un medio humano. Este cambio fue acompañado de un
creciente antagonismo entre los diversos miembros del grupo y una conciencia cada vez mayor de ese
antagonismo. Ante esta transición, no solo se debía sobrevivir dentro del grupo, sino que también el
grupo en sí mismo. La actitud espiritual dominante en el grupo cambió gradualmente y llevó a una
posición de legítimo dominio en el esquema general de vida aceptado a un grupo distinto de aptitudes y
propensiones. Entre esos rasgos arcaicos a los que hay que considerar como supervivientes de la fase
cultural pacífica: primero el instinto de solidaridad racial (Conciencia) y segundo el instinto de trabajo
eficaz

Parecen ser características hereditarias de la raza y haber persistido a pesar de que las condiciones
requeridas para triunfar, en el estadio cultural depredador y en los posteriores, fueran distintas de las
antiguas y parecen haber persistido debido a la tenacidad de transmisión. En cualquier fase cultural
conocida, posterior o distinta de la presunta fase inicial de que aquí hemos hablado, los dones de bondad
de carácter, equidad y compasión indiscriminada no favorecen de modo apreciable la vida del individuo.
Su posesión puede servir para proteger al individuo, frente a los malos tratos de una mayoría que
considera que cierta proporción de tales ingredientes forma parte de su ideal de hombre normal. Puede
decirse que la carencia de escrúpulos, de conmiseración, de honestidad y de apego a la vida contribuye,
dentro de ciertos límites, a fomentar el éxito del individuo en la cultura pecuniaria. Esto no quiere decir
que precisamente el mismo conjunto de aptitudes en cualquier individuo haya de asegurarle, por
necesidad, un éxito personal destacado. En el régimen de competencia, las condiciones requeridas para
el triunfo del individuo no son necesariamente las mismas que se requieren para el de una clase. El
triunfo de una clase o partido presupone un fuerte elemento de lealtad a un jefe o de adhesión a un
dogma; en tanto que el individuo que compite puede conseguir mejor sus fines si combina la energía,
iniciativa, egoísmo y carácter artero del bárbaro, con la falta de lealtad o de espíritu de clan del salvaje

En el estadio cultural pacifico se caracterizaba por una relativa ausencia de antagonismo o


diferenciación de intereses; la situación posterior, por una emulación que aumenta constantemente su
intensidad, a la vez que se reduce su ámbito. Los rasgos que caracterizan el estadio cultural depredador
y los subsiguientes y que indican los tipos de hombre más aptos para sobrevivir bajo el régimen de
status, son (en su expresión primaria) la ferocidad, el egoísmo, el espíritu de clan y la falta de sinceridad,
el abuso de la fuerza y el fraude.
El individuo es útil para los objetivos de la comunidad en lo que vulgarmente se denominan las tareas
productivas, es decir que el hombre solo puede beneficiar a la sociedad cuando no es participante a la
clase ociosa. Bajo el régimen de emulación, los miembros de una comunidad industrial moderna son
rivales, cada uno de los cuales logrará mejor su ventaja individual e inmediata si, a través de una
exención excepcional de escrúpulos, puede con serenidad excederse y dañar a sus semejantes cuando se
presenta la oportunidad.
Las instituciones económicas modernas se dividen en dos categorías más o menos distintas: las
pecuniarias y las industriales. Lo mismo ocurre con los empleos. Bajo el primer encabezado están los
empleos que tienen que ver con la propiedad o la adquisición; bajo este último encabezado, los que
tienen que ver con la mano de obra o la producción. Como se encontró al hablar del crecimiento de las
instituciones, lo mismo ocurre con los empleos. Los intereses económicos de la clase ociosa residen en
los empleos pecuniarios; los de las clases trabajadoras se encuentran en ambas clases de empleos, pero
principalmente en el industrial.
La entrada a la clase ociosa se realiza a través de los empleos pecuniarios. La disciplina de los empleos
pecuniarios actúa para conservar y cultivar algunas de las aptitudes depredadoras y el ánimo depredador.
Los empleos pecuniarios dan competencia en la línea general de prácticas comprendidas en el fraude,
más que en las que pertenecen al método más arcaico de incautación forzosa. Los empleos pecuniarios,
que tienden a conservar el temperamento depredador, son los empleos que tienen que ver con la
propiedad —la función inmediata de la clase ociosa propiamente dicha— y las funciones subsidiarias
relacionadas con la adquisición y la acumulación.
El capitán de industria es un hombre astuto más que ingenioso, y su capitanía es una capitanía pecuniaria
más que industrial. La administración de la industria que ejerce es comúnmente de tipo permisivo. Los
detalles mecánicamente efectivos de la producción y de la organización industrial se delegan en
subordinados de una mentalidad menos "práctica": hombres que poseen un don para el trabajo más que
una habilidad administrativa. En lo que respecta a su tendencia a dar forma a la naturaleza humana
mediante la educación y la selección, la carrera común de empleos no económicos debe clasificarse con
los empleos pecuniarios. Tales son la política y los empleos eclesiásticos y militares.
Los empleos caen en una gradación jerárquica de reputación. Los que tienen que ver inmediatamente
con la propiedad a gran escala son los empleos económicos más respetables. Junto a estos empleos de
buena reputación están los empleos que están inmediatamente subordinados a la propiedad y la
financiación, como la banca y la ley. La profesión de abogado no implica una gran propiedad; pero
como ninguna mancha de utilidad, para otro propósito que no sea competitivo, se adhiere al oficio del
abogado, califica alto en el esquema convencional. El abogado está ocupado exclusivamente con los
detalles de fraude depredador, ya sea en la consecución o en argucias jaque mate, y el éxito en la
profesión es, por tanto, aceptado como marca una gran dotación de esa astucia bárbaro que siempre ha
mandado el respeto de los hombres y el miedo. Las actividades mercantiles si que tienen una reputación
a medias, a menos que impliquen un gran elemento de propiedad y un pequeño elemento de utilidad.
La clase ociosa está protegida contra la tensión que genera la situación industrial, y como consecuencia,
dar una proporción extremadamente grande de reversiones al temperamento pacifico o salvaje. Los
individuos que tiene tendencias arcaicas pueden desplegar sus actividades siguiendo líneas anti-
depredadoras, sin sufrir represión o eliminación como se da en los niveles inferiores de la vida. En la
realidad, dentro de la clase ociosa hay una proporción bastante grande e inclinada hacia las tareas
filantrópicas, apoyadas en la reforma y mejoramiento de las clases sociales. Una de las características de
su inteligencia proviene del salvaje primitivo, esto provoca mayores reversiones en los estratos
superiores que en los inferiores, ya que estos últimos carecen de los medios, el tiempo y la energía
necesarios para dar eficacia a sus inclinaciones.
La clase ociosa de hoy, se compone de quienes han tenido éxito en el sentido pecuniario, con ciertos
rasgos depredadores dados a relucir como una de sus características, para ser selecto a esta clase, se
logra por medio de tareas pecuniarias, por selección y adaptación para no admitir a los grados
superiores, sino a los linajes aptos pecuniariamente para sobrevivir la prueba depredadora, para
mantener es su estatus, linaje, fortuna, etc. Se debe mantener un temperamento pecuniario en todo
momento.
La admisión a la clase ociosa se produce mediante un proceso selectivo-continuo, para llegar a los
niveles superiores el individuo de ser apto para la competencia pecuniaria agresiva, además de tener
suficiente nivel de esta para que así pueda superar cualquier dificultad que se interponga en su camino al
ascenso, este proceso de admisión selectiva ha estado operando siempre, desde que se implanto la forma
de emulación pecuniaria, lo mismo que decir desde que se implanto la institución de la clase ociosa.
En consecuencia, el proceso selectivo no ha dado siempre los mismos resultados. En la primera parte de
la época bárbara, la prueba de aptitud era la proeza en el sentido ingenuo de la palabra, para conseguir
entrar a esta clase, el candidato había de estar dotado de espíritu de clan, robustez, ferocidad, falta de
escrúpulos y tenacidad en la consecución de sus propósitos. Estas eran las cualidades que contaban para
conseguir acumular y mantener la posesión de riqueza. El motivo en que se basa la selección ha sido
cambiado hasta que, en la actualidad, las aptitudes que califican para la admisión en la clase son solo las
pecuniarias.
Puede decirse que la tenacidad en la consecución de los propósitos distingue a estas dos clases de otras
dos: el inútil desafortunado y el delincuente de baja estofa, El tipo ideal de hombre adinerado muestra
también un parentesco curioso con el delincuente, en una de las variaciones parentescos de la naturaleza
depredadora, el delincuente es con mucha frecuencia supersticioso; cree firmemente en la suerte, el
destino, caracterizada por la devoción, en cierto punto, el temperamento del delincuente tiene más en
común con las clases pecuniarias y ociosa, que con la industrial o con la clase de los dependientes sin
aspiraciones.
Veblen traza la manera en que las instituciones erigen, y al mismo tiempo seleccionan, hábitos de
comportamiento y de pensamiento. Así, define la evolución social como: un proceso de adaptación
selectiva de temperamento y hábitos mentales bajo la presión de las circunstancias materiales de la vida
en común. “La adaptación de los hábitos mentales constituye el desarrollo de las instituciones”. Esta
idea se complementa sosteniendo lo siguiente: “No sólo han cambiado los hábitos de los hombres con
las cambiantes exigencias de la situación, sino que esas exigencias han producido también un cambio
correlativo en la naturaleza humana” Es decir, el hombre no es, como en la economía ortodoxa,
socialmente inmutable. Sin embargo, existen fuerzas que demoran y obstaculizan el cambio: tal es el rol
de la clase ociosa. Veblen define a la clase ociosa como la “clase conservadora”, por cuanto por su baja
exposición a las presiones económicas (que explican el cambio) y su interés material en dejar las cosas
tal como están, favorecen “la perpetuación del desajuste de instituciones que hoy existe e incluso una
reversión a un esquema general de la vida algo más arcaico” Veblen estudia distintas prácticas y
comportamientos habituales de la clase ociosa, cuyos fundamentos reposan en actitudes y
temperamentos heredados del pasado. Así, el autor desarrollará de qué forma a su modo de ver
costumbres tales como el patriotismo, la práctica del duelo, los juegos de azar (creencia en la suerte),
etc. son en el fondo manifestaciones de temperamentos propios de las fases iniciales de desarrollo de la
humanidad; concluyendo que estos rasgos arcaicos no hacen más que disminuir la eficiencia de la
industria moderna

En conclusión, la existencia de una clase ociosa se impone a los individuos por educación y de forma
coercitiva. La emulación pecuniaria es un canon. El hombre civilizado moderno tiende a reproducir la
cultura depredadora. “Estar libre de escrúpulos, de compasión, de honestidad y de respeto a la vida
contribuye, dentro de ciertos límites, a fomentar el éxito del individuo dentro de la cultura pecuniaria.”
El buen funcionamiento de una comunidad industrial moderna queda mejor garantizado allí donde no se
dan, en principio, los rasgos del hombre depredador. El acceso a la clase ociosa se produce mediante un
continuo proceso selectivo por medio del cual los individuos aptos para la competición pecuniaria son
separados de las clases inferiores. En la antigüedad se podía llegar a la clase ociosa mediante la
“proeza”, ahora las actitudes son pecuniarias. La tendencia de la vida pecuniaria es, en general, la de
conservar el temperamento bárbaro, pero poniendo el fraude y la cautela, es decir, la habilidad
administrativa, en lugar de esa predilección por el daño físico que caracteriza al bárbaro primitivo.

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