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La realidad es que no había nada especial en Abraham.

Él no era físicamente superior, ni


genéticamente, ni siquiera era éticamente diferente a los demás hombres antes, durante, o
después de su tiempo. Lo que le hacía especial no era su circuncisión, sino la gracia de Dios
manifestada a él y expresada en su fe.
¿Por qué razón fue, entonces, circuncidado? Bueno, el argumento de Pablo en su
epístola a los Romanos es que Abraham fue circuncidado por la simple razón de que él era
un creyente, y no por haber nacido en una familia especial.

Su circuncisión, entonces, a diferencia de la circuncisión de sus descendientes, era un sello


de la justicia que le fue imputada por fe. Esto fue lo que le dijo Pablo a la iglesia en
Roma, “Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que
tuvo estando aún incircunciso” (Rom. 4:11).

Para el apóstol Pablo el orden en que ocurrieron los eventos en la vida de Abraham era
esencial. Primero la fe, luego la justificación, y finalmente, como un sello de esa justicia
imputada por la fe, la circuncisión 25 años después de haber creído.

Y el propósito divino al ordenarlo de esa manera era hacer de Abraham el padre de todos
los creyentes; el ejemplo de como un creyente entra en el Pacto de Gracia, no por obras,
sino por fe. Pablo continúa en Romanos 4: 11, “para que fuese padre de todos los
creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia.”

Al haber sido circuncidado después de haberle creído a Dios pudo mostrar como su
descendencia espiritual podía ser declarada justa aparte de la circuncisión de la carne.

Por lo tanto, es evidente que la circuncisión del patriarca fue diferente de la que recibió
su simiente natural. Cómo leemos en Génesis 17, la circuncisión que recibió su
descendencia era para ponerlos bajo la ley, demandándole a todo aquel que era
circuncidado ser perfecto delante de Dios.

Y este es el gran error de muchos presbiterianos, pues quieren hacer de la circuncisión de


Abraham la misma que recibió su descendencia. Pero, esto no es válido bíblicamente. ¿A
quien le fue hecha la promesa del Evangelio? El argumento de nuestros hermanos es: “A
Abraham y a su descendencia. Por lo tanto,” argumentan, “los hijos de creyentes son hijos
de la promesa o hijos del pacto,” como ellos les llaman.

Escribía un hermano en Facebook,

“[los hijos de creyentes] en virtud de que por la fe de sus padres entran en un pacto de
gracia, puesto que pertenecen a la misma iglesia visible que fue prometida a Abraham,
deben recibir la señal externa de pertenencia a esta iglesia. Esta señal es el bautismo con
agua limpia en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Se enseña que los
niños hijos de los creyentes o de padre o madre creyente son santos porque Dios cuando
introduce a un creyente al pacto y como tal a la iglesia visible, introduce también a sus
hijos, así ellos no sean todavía salvos o no hayan hecho profesión de fe.”
Pero, de nuevo: ¿a quién le fue hecha la promesa? Según el apóstol Pablo en Gálatas 3, la
promesa fue hecha a Abraham y a su simiente. Pero, esta simiente, a diferencia de lo que
enseñan los presbiterianos no era toda su descendencia natural, sino Cristo.

Abraham, fue circuncidado como señal de ser un creyente, según Pablo en Romanos 4:11,
con el fin de ser padre de todos los creyentes no circuncidados. Pero su simiente natural,
su descendencia por la carne, debía ser circuncidada con el fin de sujetarlos a la Ley de
Dios.

El pacto bajo el que se encontraba Abraham era el pacto de Gracia por la fe. Su
circuncisión era evidencia de esto. Pero, sus hijos estaban bajo el pacto de obras, y su
circuncisión era prueba de ello, pues la circuncisión les obligaba a cumplir toda la ley. De
no hacerlo serían cortados del pueblo de Dios, pues eran considerados violadores del pacto.

Igualar, entonces, como lo hacen nuestros hermanos presbiterianos, la circuncisión de


infantes o la pedocircuncisión con el bautismo de infantes es un evidente error por al menos
tres razones.

Porque el argumento pedobautista es que los hijos de los creyentes son “hijos del pacto” de
Gracia de la misma manera que lo fue la descendencia de Abraham. Por lo tanto, así como
fueron circuncidados sus hijos, deben ser bautizados los hijos de los creyentes del Nuevo
Pacto y ser hechos miembros de la Iglesia. Pero, esto es claramente un error.

Primero, la circuncisión de Abraham y la de sus hijos eran totalmente diferente. Los


presbiterianos quieren enseñar que los hijos del patriarca fueron circuncidados bajo el
mismo principio que su padre, pero esto simplemente no es cierto según el testimonio del
Nuevo Testamento.

Por lo tanto, querer forzar el bautismo como la entrada de la descendencia natural del
creyente al pacto de gracia como Abraham es un error, pues Abraham entró en el Pacto de
Gracia 25 años antes de ser circuncidado; y entró por la fe.

Sus hijos naturales, como Ismael o como los hijos de Cetura a pesar de haber sido
circuncidados no entraron en el pacto de Gracia por la circuncisión. Ellos continuaron
estando bajo el pacto de obras como el resto de la raza humana.

Ser descendientes naturales de Abraham no les sirvió para entrar en el Pacto de


Gracia. Debían ser hijos espirituales de Abraham por la fe. Esa era la garantía de estar
bajo el Pacto de Gracia.

Isaac fue el hijo que entró en el Pacto; pero no fue por su circuncisión, sino porque él era el
hijo de la promesa. Y como Isaac sólo entraron en el Pacto de Gracia aquellos
descendientes de Abraham que lo fueron por la fe como él, no por su circuncisión.
Porqué, entonces, incluir dentro de la membresía de la iglesia visible, la cual es la
representación de la iglesia invisible, a incrédulos? Personas que no están en el pacto de
Gracia como lo ejemplifica Abraham?

Segundo, la circuncisión de la descendencia natural de Abraham, como ya dije, no era para


hacer a la descendencia de Abraham parte del pacto de Gracia, sino para sujetarlos al
pacto de obras. Cada uno de ellos debían ser perfectos delante de Jehová.

Y tercero, Ismael fue circuncidado, así como los hijos de la segunda esposa de Abraham,
Cetura, fueron circuncidados. Pero, Génesis 25 dice, “Y Abraham dio todo cuanto tenía a
Isaac.” ¿Porqué? Porque él era el hijo de la promesa por la fe, no por la carne.

Es decir, los hijos de Abraham por la carne, que habían sido circuncidados, no recibieron
la circuncisión porque eran parte del pacto de Gracia, sino porque eran parte del pacto
de obras. Isaac recibió la bendición de su padre porque él era el hijo de la promesa, no así
sus hermanos.

Pero, para nuestros hermanos pedobautistas, contrario a la evidencia bíblica, todos los hijos
de Abraham eran parte del pacto de Gracia y por lo tanto lo mismo deben serlo los hijos de
los creyentes, razón por la cual bautizan a sus hijos y los hacen miembros de la iglesia del
Nuevo Pacto.

Pero, como leímos en Gálatas 4:28, “hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la
promesa.” Es por eso que no bautizamos incrédulos. Es por esa razón que no aceptamos
dentro de la membresía de la iglesia del Nuevo Pacto a individuos que no tienen fe. Porque
para ser hijo de la promesa, y por ende un hijo espiritual de Abraham, y por ende estar
dentro del pacto de Gracia, se debe ser un creyente.

Mis hijos, sin fe, no están dentro del pacto de gracia por el simple hecho de ser hijos de
creyentes, como tampoco lo estuvieron los hijos carnales de Abraham. Sólo por la fe
podrán mis hijos encontrar parte en el pacto de Gracia.

He aquí la responsabilidad de todo padre creyente de evangelizar a sus hijos. Sin fe ellos
están lejos de Cristo; sin fe ellos están fuera del Nuevo Pacto; sin fe están sin esperanza
y sin Dios en el mundo, como dijo Pablo en Efesios 2.

La mayor muestra de amor por parte de un padre creyente hacia sus hijos, no es
otorgándoles el bautismo, el cual es una ordenanza para la Iglesia del Nuevo Pacto, sino
predicarles constantemente el evangelio y orar por su salvación.

El deber de todo padre cristiano es mostrarle a sus hijos que están por naturaleza bajo la
condenación del pacto de obras. Que ser descendientes de padres cristianos no les confiere
el derecho de ser parte del Pacto de Gracia. Y enseñarles también su necesidad de estar
bajo el Pacto de Gracia, al cual se entra por la fe en el Señor Jesucristo.
A diferencia de lo que hicieron los judíos quienes confiaron en su relación carnal con
Abraham, nuestros hijos nunca deben creer que por estar relacionados en la sangre con
creyentes eso les pone dentro del pacto de Gracia. Porque los hijos del pacto, aquellos que
fueron elegidos de Dios en la eternidad “no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Jn. 1:36).

Ser hijos de creyentes ciertamente les ofrece ventajas: escuchar el evangelio


constantemente; ser catequizados; aprender los Diez Mandamientos; memorizar la Biblia;
tener padres orando constantemente por ellos, etc. Pero, no les confiere la ventaja de estar
dentro del Nuevo Pacto que es por la fe, en el cual una de sus ordenanzas es el
bautismo. Para estar en el Pacto de Gracia, como era necesario para todo judío
descendiente de Abraham y circuncidado en su carne, ellos deben creer.

Los hijos de la promesa, entonces, como lo fue con Isaac son determinados por Dios y no
por nacimiento. Son los que tienen la misma fe de Abraham los que son sus hijos. Sólo ello
son los hijos de la promesa, los hijos de pacto. La membresía en el Pacto de Gracia, y
como veremos la próxima semana, en el Nuevo Pacto, viene por haber nacido de arriba
y no por el nacimiento terrenal.

Eduardo Flores.
Extracto del escrito de este autor, en “Nuestro Federalismo”. Págs. 99 – 104.

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