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LA DEFENSA BÍBLICA DEL BAUTISMO DE NIÑOS

Wilhelmus á Brakel
 
Traductor: Valentín Alpuche
 
Pregunta: ¿Se debe y se tiene que bautizar a los niños que son miembros del pacto?
 
Respuesta: Los anabautistas, socinianos y brownistas responden negativamente, pero nosotros
respondemos afirmativamente por las siguientes razones:
 
Primero: en el Antiguo Testamento los niños de los miembros del pacto tenían que ser
circuncidados; por tanto, también tienen que ser bautizados en el Nuevo Testamento. La primera
parte de esta declaración está fuera de controversia. El argumento para la conclusión (es decir, la
segunda parte) es como sigue:
 
• Ya que solamente hay uno y el mismo pacto en ambos testamentos, y este pacto idéntico
también tiene que ver con los niños del Antiguo Testamento que estaban obligados a recibir
el sello de la circuncisión, esto también es cierto en el Nuevo Testamento, y los niños, por lo
tanto, tienen que ser bautizados.
• El bautismo ha venido en lugar de la circuncisión; la señal externa ha cambiado, pero el
sello es el mismo. “En él también fuisteis circuncidados…sepultados con él en el bautismo”
(Col. 2:11-12). Del que es bautizado se dice que es circuncidado, ya que ambos pactos en
esencia son uno y el mismo sacramento.
• En ambos sacramentos se significa el mismo asunto, y el propósito es idéntico: limpiamiento
por la sangre y el Espíritu de Cristo. Si los niños tenían que ser circuncidados entonces,
también tienen que ser bautizados hoy.
 
Segundo: los niños fueron bautizados en el Antiguo Testamento: “Porque no quiero, hermanos, que
ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en
Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar” (1 Cor. 10:1-2). Es irrefutable que todos sus hijos
estaban incluidos aquí (Ex. 10:24). De una manera comparable a ser bautizado por inmersión en
agua, todos ellos estuvieron en el mar, y el agua en la nube que siempre estaba por encima de ellos,
los cubría. Este bautismo fue un sello de su liberación espiritual, habiendo escapado de las manos
de Faraón por el agua del mar. Fueron cubiertos por la nube, y de esta manera protegidos en contra
del calor del sol y el Señor Jesús estaba presente en esta nube (Ex. 14:24). Si los niños en ese
entonces fueron bautizados como miembros del pacto, ellos también tienen que ser bautizados en el
presente, ya que ellos son miembros ahora tanto como lo eran antes.
 
Tercero: los niños del pacto están en el pacto, y ellos por ende también tienen derecho a los sellos
del pacto. Su inclusión en el pacto es evidente de Génesis 17:7: “Y estableceré mi pacto entre mí y
ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de
tu descendencia después de ti”. Esto no solamente era cierto en el Antiguo sino también en el Nuevo
Testamento, ya que los creyentes de entre los gentiles también son la simiente o descendencia de
Abraham, y por ello están incluidos en ese pacto: “…para que fuese padre de todos los creyentes no
circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia” (Rom. 4:11). Pedro
también confirma esto: “Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con
nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra”
(Hch. 3:25). Añádase a esto 1 Cor. 7:14 donde leemos: “…pues de otra manera vuestros hijos serían
inmundos, mientras que ahora son santos”. Ellos no poseen santidad interna, como ha sido
demostrado anteriormente; más bien, son llamados santos porque uno de los padres es creyente, por
lo cual pertenecen al pacto. La santidad de tales niños es, por ende, una santidad pactal. Un pacto
externo no existe, ya que solamente hay un pacto entre Dios y los creyentes: el pacto de gracia. Los
niños de los miembros del pacto están, por lo tanto, en el pacto. En este sentido el Señor los llama
sus hijos: “Además de esto, tomaste tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí… para que
degollases también a mis hijos” (Ez. 16:20-21). Si ellos están en el pacto, también que recibir, sin
duda alguna, el sello del pacto. Esto es evidente de Hechos 2:38-39, donde leemos: “…bautícese
cada uno de vosotros…Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos”.
 
Cuarto: los niños son participantes de los beneficios del pacto, de los méritos de Cristo, de las
promesas y de la salvación misma. “Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo
impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mt. 19:14).  Estos no eran niños en el sentido
espiritual de la palabra, caracterizados por la humildad, sino más bien niños que fueron llevados a
Jesús, y que los otros los querían mantener alejados de él, ya que los consideraban muy
insignificantes. El Señor Jesús los declara participantes del reino de los cielos, del cual uno no
puede participar excepto a través de Cristo. Entonces, ¿quién se atreverá a excluir a esos niños del
reino de los cielos que mueren en la infancia? Consideren también Hechos 2:39, donde leemos que
la promesa es para sus hijos. Los que son participantes de las promesas del pacto también tienen
derecho al sello del pacto y a sus promesas.
 
Objeción # 1: En ninguna parte se encuentra un mandato de bautizar a los niños.
 
Respuesta: (1) La Escritura ha sido dada a gente racional que sabe que se tiene que entender que
todos los que son miembros del pacto están en el pacto, ya sea el esposo, la esposa o los hijos.
 
(2) También no está escrito: bautizar a un hombre, o a una mujer, ni son mencionados por nombre y
apellido.
 
(3) Leemos en Génesis 17:12: “Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros
por vuestras generaciones”. En Hechos 2:38-39 leemos: “…bautícese cada uno de vosotros…
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos”.
 
Objeción # 2: Los niños no pueden beneficiarse de esto; no lo entienden, y frecuentemente lloran
cuando son bautizados.
 
Respuesta: (1) Uno no tiene que ser más sabio que Dios quien así lo ha mandado.
 
(2) Cualquiera otra objeción sería también aplicable a la circuncisión de los niños.
 
(3) Los padres son consolados por el bautismo. Los obliga y estimula a ver a sus hijos como
miembros del pacto y a criarlos como tales. Y cuando los niños llegan a los años de la discreción,
ellos pueden obtener muchos beneficios de su bautismo tanto como las personas que se bautizan en
edad adulta.
 
Objeción # 3: Cristo no fue bautizado sino hasta que cumplió 30 años; por lo tanto, nosotros
también tenemos que esperar a ser bautizados hasta que los niños lleguen a la edad de la discreción.
 
Respuesta: (1) Tendríamos que concluir de esto que uno no puede bautizarse antes de los 30 años.
Esto queda refutado por su propia práctica.
 
(2) La institución del bautismo no existía en ese tiempo.
 
(3) Cristo había sido circuncidado en su niñez.
 
Objeción # 4: Uno primero debe ser instruido, arrepentirse y creer antes de que se nos permita ser
bautizados (cf. Mt. 28:19; Hch. 2:38: 8:37-38; Mc. 16:16).

Respuesta: (1) También está escrito: “…Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tes. 3:10).
¿Debemos, entonces, privar a los niños de la comida? ¿Quién no ve que en ambos casos la
referencia es a los adultos?
 
(2) No debemos bautizar a ningún niño excepto a los que son miembros del pacto. Por lo tanto, los
padres primero tienen que llegar a ser miembros del pacto, y en cuanto a ellos compete, tiene que
preceder la instrucción, el arrepentimiento y la fe. Estos textos, por tanto, no van en contra del
bautismo de niños que son miembros del pacto.
 
¿Se ha de bautizar también a los niños?
Catecismo de Heidelberg
Pregunta 74. ¿Se ha de bautizar también a los niños?
Respuesta:  Naturalmente, porque están comprendidos, como los adultos, en el pacto, y pertenecen
a la iglesia de Dios. Tanto a éstos como a los adultos se les promete por la sangre de Cristo, la remi-
sión de los pecados y el Espíritu Santo, obrador de la fe; por esto, y como señal de este pacto, deben
ser incorporados a la Iglesia de Dios y diferenciados de los hijos de los infieles, así como se hacía
en el pacto del Antiguo Testamento por la circuncisión, cuyo sustituto es el Bautismo en el Nuevo
Pacto.
EXPOSICIÓN
Para un correcto entendimiento de esta pregunta debemos considerar, primero: ¿Quién debería reci-
bir y desear el bautismo? Aquellos que no son aun discípulos de Cristo, y no pertenecen al número
de aquellos que son llamados, quienes no creen en la doctrina del evangelio ni obedecen al ministe-
rio, no deben recibir el bautismo. Tampoco deberían desear el bautismo aquellos quienes sienten
que no son discípulos de Cristo. Y la razón por la cual no deberían recibir ni desear el bautismo es
porque Cristo en primera instancia dice: “haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos…”
Es por esto que todos, y solo aquellos quienes son bautizados de a acuerdo al mandato de Cristo,
son y deberían ser considerados como miembros de la iglesia visible, ya sean adultos que profesan
arrepentimiento y fe, o infantes nacidos en la iglesia; porque todos los hijos de aquellos que creen
están incluidos en el pacto y en la iglesia de Dios, a menos que se excluyan a sí mismos. Por tanto,
son discípulos de Cristo porque nacieron en la iglesia, o la escuela de Cristo; y así, el Espíritu Santo
les enseña en una manera de acuerdo a su capacidad y edad.
Por lo que hemos dicho, podemos fácilmente determinar si los infantes deben ser bautizados. Si son
discípulos de Cristo, y están incluidos en la iglesia, (lo cual podemos establecer por el pacto mismo,
y por otros pasajes de la escritura) son personas aptas para el bautismo.
El catecismo expone cuatro razones por las que los infantes, al igual que los adultos, deben ser bau-
tizados. Primero, todos los que pertenecen al pacto y a la iglesia de Dios deben ser bautizados. Por
tanto, los hijos de los cristianos, así también como los adultos, pertenecen al pacto y a la iglesia de
Dios, por lo cual, deben ser bautizados al igual que los adultos. Pero el argumento principal se
muestra por el mandato de Cristo, lo cual requiere que toda la iglesia sea bautizada. “Id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos…”, y Pablo dice: “Porque por un solo Espíritu fui-
mos todos bautizados en un cuerpo”. (1 Corintios 12:13). El argumento secundario es claro en el
mismo pacto, en el cual Dios declara; “para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti”, y
de lo que Dios dice: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el
reino de los cielos”. (Génesis 17:7, Mateo 19:14).
Segundo, no deben excluirse del bautismo a quienes pertenece el beneficio de la remisión de peca-
dos y la regeneración. Pero este beneficio pertenece a los infantes de la iglesia: la redención del pe-
cado, por la sangre de Cristo y el espíritu santo, el autor de la fe, les promete esto a ellos no menos
que a los adultos, por lo tanto, deben ser bautizados. Lo principal de este silogismo se demuestra
por las palabras de Pedro: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesu-
cristo; porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos”., “¿Puede acaso alguno impedir
el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como noso-
tros?”. (Hechos 2: 35 -38, 10:47).
Lo mismo es establecido por medio de este argumento: Aquellos a quienes les pertenecen las cosas
manifestadas, les pertenece la señal, a menos que haya alguna condición en el camino que lo prohí-
ba, o a menos que haya alguna circunstancia conectada con la institución que no admitiría el cum-
plimiento del rito, tal como se les prohibía a las mujeres la circuncisión debido a su sexo,  así  los
infantes en este día son excluidos de la Cena del Señor debido a su incapacidad de mostrar la muer-
te del Señor y de probarse a sí mismos. Este argumento secundario se manifiesta por el lenguaje del
pacto: “para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti:” y de los siguientes pasajes de la
escritura: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los
cielos”. , “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos”., “Vosotros sois los hijos de
los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres”. , “[…] vuestros hijos […] son santos”.
, “… si la raíz es santa, también lo son las ramas”. (Mateo 19:14, Hechos 2:39; 3:25, 1 Corintios
7:14, Romanos 11:16).
De esta misma manera, Juan el Bautista fue santificado en el vientre de su madre. Aquel que ahora
examine diligentemente estos testimonios de la palabra de Dios, verá que el bautismo no solo es lí-
cito, sino que también debe ser administrado también a los infantes; porque son santos; la promesa
esta sobre ellos; el reino de los cielos es de ellos; y Dios, quien ciertamente no es el dios de los mal-
vados, declara que también será su Dios. Tampoco existe alguna condición en los infantes que po-
dría prohibirles el bautismo. ¿Quién podría prohibirles el agua o excluirlos del bautismo, viendo que
son participes junto a toda la iglesia de las mismas bendiciones?
En tercer lugar, un sacramento, que Dios ha instituido para ser un rito solemne de iniciación en la
iglesia, y que esta designado para distinguir a la iglesia de las sectas, debe ser aplicado a todos, de
cualquiera que sea la edad que tengan, a quienes el pacto y la aceptación en la iglesia legítimamente
pertenece. El bautismo es ahora un sacramento. Por lo tanto, debería ser administrado a todas las
edades, y como una consecuencia necesaria, también a los infantes; a quienes pertenece la causa fi-
nal y se les atribuye el efecto adecuada y necesariamente.
En cuarto lugar, de acuerdo al Antiguo Testamento, los infantes eran circuncidados al igual que los
adultos. En el Nuevo Testamento, el bautismo ocupa el lugar de la circuncisión, y tiene el mismo
uso que la circuncisión tubo en el Antiguo Testamento. Por lo cual, los infantes deben ser bautiza-
dos al igual que los adultos. La primera proposición no necesita prueba alguna. La segunda se de-
muestra por lo que el Apóstol Pablo dice: “En él también fuisteis circuncidados con circuncisión
no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo;
sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el
poder de Dios que le levantó de los muertos”. (Colosenses 2:11). El bautismo, en consecuencia, es
nuestra circuncisión o el sacramento por el cual las mismas cosas son confirmadas a nosotros, y
para aquellos que están sujetos al Nuevo Testamento tanto como a los que están sujetos al Antiguo
Testamento mediante la circuncisión.
Los Anabaptistas, por lo tanto, al negar el bautismo a los infantes de la iglesia, no solo los privan de
sus derechos, sino que también impiden que la gracia de Dios manifieste su riqueza, ya que es la vo-
luntad de Dios que la descendencia de los fieles sea incluida entre los miembros de la iglesia, inclu-
so aun desde el vientre: si, claramente restan valor a la gracia del Nuevo Pacto y limitan el Antiguo,
puesto que se rehúsan a administrar el bautismo a los infantes, a quienes la circuncisión fue previa-
mente extendida; debilitan el consuelo de la iglesia y de los padres que son fieles; dejan de lado la
obligación solemne por la cual Dios tendrá la descendencia de su pueblo consagrada a Él desde la
infancia, la que es distinguida y separada del mundo; osadamente contradicen a los apóstoles, quie-
nes declararon que el agua no debe ser prohibida a quienes el espíritu santo es dado; con malicia re-
tienen de Cristo a los infantes que Él ha ordenado traer ante sí y limitan el mandamiento universal
de Cristo, el cual requiere que todos deben ser bautizados.
De toda estas cosas, es claro que la negación del bautismo no es un error sin importancia, sino una
herejía gravísima en directa oposición a la palabra de Dios y el consuelo de la iglesia. Por tanto, es-
tas necedades similares de la secta de los anabaptistas, deben ser evitadas con mucho cuidado, por-
que sin duda, han sido concebidas por el diablo, y son herejías detestables que han fabricado a causa
de varios errores y blasfemias.
Objeción 1.  Ninguna doctrina que las escrituras no enseñen explícitamente o por medio de ejem-
plos debe ser recibida. Las escrituras no enseñanza la doctrina del bautismo de infantes ni por man-
datos ni por medio de ejemplos. Por lo tanto, no debe ser recibido por la iglesia.
Respuesta. Negamos la proposición secundaria porque tenemos el mandato explícito: “… haced
discípulos de todas las naciones, bautizándolos […]”, lo que incluye a los niños de la iglesia. Tam-
bién existen instancias registradas en las escrituras donde familias enteras fueron bautizadas por los
Apóstoles, sin indicio alguno de que los infantes, que eran miembros de esas familias, fuesen ex-
cluidos. “Lidia […], Y cuando fue bautizada, y su familia…”.  El carcelero “se bautizó él con todos
los suyos.”, “También bauticé a la familia de Estéfanas.” (Hechos 16:15,33; 1 Corintios 1: 16).
Para esta respuesta se presentan las siguientes objeciones:

Objeción 1a. Cristo no ordena explícitamente que los infantes deban ser bautizados.
Respuesta: Tampoco dice explícitamente que adultos, hombres, mujeres, ciudadanos, campesinos,
limpiadores de telas y otros artesanos como los anabaptistas en su mayoría, debiesen ser bautizados,
pero sí ordena que todo aquellos que están incluidos en el pacto y en la iglesia de Dios deben ser
bautizados, sean de cualquier edad, sexo o rango.  Tampoco es necesario que en las leyes generales
o mandamientos se haga referencia a todas las edades y rangos; porque lo que así se ordena, es obli-
gatorio para toda una clase e incluye todas las partes independientes que se contienen. Los anabap-
tistas no excluyen a las mujeres de la Cena del Señor, y aun así no tienen un mandamiento explicito
ni un ejemplo en las escrituras para esta práctica. Tenemos un mandamiento general en relación al
bautismo: pues se dice, “id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos […].” Este
mandamiento requiere que todos quienes son discípulos deben ser bautizados. Pero los infantes son
discípulos, porque son nacidos en la iglesia y se les enseña sus costumbres. De la misma manera,
Pedro ordena lo mismo cuando dice: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos;
bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo…” “¿Puede acaso alguno impedir el
agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como noso-
tros?” (Hechos 2:39; 10:47). Pablo enseña lo mismo cuando dice que somos circuncidados en Cris-
to y sepultados con Él en el bautismo. Por lo tanto, nuestro bautismo toma el lugar de la circunci-
sión, cuya sustitución equivale a un mandato explícito.
Objeción 1b. Aquellos que serán bautizados primero deben ser instruidos, porque se dice: “id, y ha-
ced discípulos a todas las naciones, bautizándolos […]”. Pero los infantes no pueden ser instruidos,
por lo tanto, no califican como candidatos al bautismo.
Respuesta. La proposición principal es cierta para los adultos, quienes son capaces de ser instrui-
dos, y de esta clase de personas se congregaron los primeros miembros de la iglesia. A estos, Cristo
les ordeno primero que sean instruidos y luego bautizados, para ser distinguidos del mundo. Pero es
falso si se aplica a los infantes que son nacidos en la iglesia o que se unen a ella cuando sus padres
hacen una profesión de fe; porque Cristo no habla acerca de los niños, sino de los adultos, quienes
son capaces de ser instruidos, y quienes no deberían ser recibidos en la iglesia a menos que lo sean
primero. Los infantes están incluidos en el pacto, porque Dios dice: “para ser tu Dios, y el de tu des-
cendencia”, incluso antes de que sean capaces de ser instruidos. Por lo tanto, deben ser bautizados
también.
Objeción 1c: Pero, en los ejemplos registrados en las escrituras donde se dice que familias enteras
fueron bautizadas, ese todo, como figura del lenguaje, es tomado como una parte, para que estas
instancias simplemente enseñen que aquellos quienes creen e hicieron una confesión de fe fueron
bautizados. Por lo tanto, el bautismo de infantes no puede ser probado con estos ejemplos.
Respuesta: Negamos el antecedente; porque los Apóstoles al registrar estos bautismos domésticos
no insinúan tal exclusión, y es un error recurrir a una figura del lenguaje cuando no hay razón algu-
na para rechazar la interpretación natural de cualquier pasaje de la escritura.
Objeción 1d: Hay don razones a favor de esta sinécdoque, una es que los apóstoles no hicieron
nada contrario al mandato y a la institución de Cristo, y la otra es que las circunstancias conectadas
con estos ejemplos excluyen a los infantes; por tanto, se dice que “predicaron la palabra a todos los
que estaban el su casa”; “que se regocijaron”, y que “ministraron a los santos”; lo que no puede
aplicarse a los infantes y, por lo tanto, están excluidos.
Respuesta: La primera razón que insinúa que el bautismo de infantes se opone al mandato de Cristo
es falsa, porque Cristo quiere que todos quienes le pertenecen a él y a su iglesia deben ser separados
del mundo mediante el bautismo, tal y como ya lo hemos mostrado. Por lo tanto, no es cierto que
los apóstoles se negaron a administrar el bautismo a los infantes, según la institución de Cristo. Y
en cuanto a la segunda razón, no tiene validez porque los niños pueden ser bautizados junto a sus
padres, aunque nadie más que ellos u otros miembros adultos de la familia hayan oído la palabra de
los Apóstoles, y ministraban a sus necesidades; porque sus edades podían excluirlos de comprender
la doctrina de los apóstoles o de ministrarles, pero no del bautismo, como tampoco de la salvación.
De ahí que se le dijo a Cornelio, “Pedro te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu
casa”. Rechazando, por lo tanto, tan vanas cavilaciones, debemos aferrarnos firmemente a la doctri-
na de que el bautismo de infantes fue ordenado por Cristo y siempre fue practicado por los apósto-
les y toda la iglesia. Agustín dice: “Toda la iglesia sostiene por tradición la doctrina del bautismo de
infantes”, y concluye que: “Lo que toda la iglesia sostiene y siempre ha guardado, a pesar de que no
haya sido decretado por ningún concilio, es tan apropiado para nosotros creerlo como si hubiera
sido entregado y trasmitido por la autoridad apostólica”.
Objeción 2: Aquellos que no creen no deben ser bautizados; porque se dice que, “El que creyere y
fuere bautizado” etc., pero los infantes no creen, por lo tanto, no deben ser bautizados. La fe se re-
quiere necesariamente para el uso del bautismo, porque el que creyere no será condenado. Por tanto,
la señal de la gracia no debe darse a los que son condenados.
Respuesta 1: La primera proposición no es cierta si se entiende de manera general; porque la cir-
cuncisión fue aplicada a los infantes a pesar de que no podían ejercer la fe. Por lo tanto, esto debe
comprenderse solo de los adultos, quienes no deben ser bautizados a menos que crean. Nuestros
oponentes tampoco pueden estar seguros de que los adultos que realmente creen. Si los infantes, por
lo tanto, no deben ser bautizados porque no creen, tampoco deberían aquellos que tiene años de en-
tendimiento, porque nadie puede saber con certeza si tienen fe o no. Simón el Mago fue bautizado
y, aun así, era un hipócrita. Pero, nuestro oponentes dicen, que la iglesia debe estar conforme con
una profesión de fe. Admitimos esto y agregamos que, nacer en la iglesia, para lo infantes, es lo
mismo que una profesión de fe.
Respuesta 2: La fe, en verdad es necesaria para el uso del bautismo con esta distinción. Una fe real
se requiere de los adultos, y cualquier inclinación a la fe en los infantes. Hay, por lo tanto, cuatro
términos en este silogismo, o hay una falacia en la comprensión de que, tal como se habla en parti-
cular, debe ser entendido en general. Aquellos que no creen, es decir, no tiene fe en lo absoluto, ni
profesión ni inclinación, no deben ser bautizados. Pero los infantes nacidos de padres creyentes tie-
nen una inclinación a la fe.
Respuesta 3: También negamos la proposición secundaria; porque los infantes sí creen a su manera
o de acuerdo a la condición de su edad y tienen una inclinación a la fe. Esta fe esta potencialmente y
por inclinación en los infantes, aunque no como en los adultos. Porque, como los niños nacidos de
padres impíos que están fuera de la iglesia, no tiene una maldad real, solo una inclinación a ella; no
de acuerdo a la naturaleza, sino de acuerdo con la gracia del pacto. Y aun mas allá, los infantes tie -
nen el Espíritu Santo y son regenerados por medio de él, Juan el bautista estaba lleno del Espíritu
Santo incluso desde el vientre de su madre, y también se dice que Jeremías fue santificado antes de
salir del vientre. (Lucas 1:15, Jeremías 1:5). Si los infantes ahora tienen el Espíritu Santo, él trabaja
ciertamente en su regeneración, buenas inclinaciones, deseos nuevos y varias otras cosas que son
necesarias para su salvación, según lo que Pedro declaró: “¿Puede acaso alguno impedir el agua,
para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Es por
esta razón que Cristo enumera a los niños pequeños entre aquellos que creen, diciendo: “Y cual-
quiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí […]” (Mateo 18:6). En la me-
dida que ahora los infantes son sujetos adecuados para el bautismo, no profanan como los Anabap-
tistas malvadamente lo afirman.
Objeción 3: Pero si la señal del pacto compete a todos a quienes pertenece la promesa, entonces la
Cena del Señor también debería ser administrada a los infantes porque también es una señal del pac-
to. Pero no se administra a los infantes, por lo tanto, no deberían ser bautizados.
Respuesta: No decimos que cada señal debe ser aplicada a los infantes; solo que debe haber una se-
ñal de iniciación en la iglesia, el cual, en el Nuevo pacto es el bautismo. Esto no excluye a los infan-
tes, porque solo requiere el Espíritu Santo y la Fe, sea real o potencial, tal y como se desprende de
las palabras de Pedro: “¿puede alguno prohibir el agua? Etc., o si la objeción se plantea así: Los in-
fantes deben ser admitidos en la cena del señor si han de ser bautizados, tanto en que la Cena del
Señor esta designada para toda la iglesia al igual que el bautismo, pero no son admitidos en la cena
del señor, Por lo tanto, tampoco deben ser bautizados. Respondemos, negando la consecuencia, por-
que hay una gran diferencia entre el bautismo y la cena del señor. El bautismo es el sacramento de
iniciación y de recepción en la iglesia, de modo que nadie sea admitido en la cena del Señor, a me-
nos que primero sea bautizado. Pero, la cena del señor es el sacramento de nuestra permanencia en
la iglesia o la confirmación de nuestra recepción: porque Dios lo ha instituido para declararnos y se-
llarnos en esta verdad, para que una vez que nos haya recibido en la iglesia, él nos preservará para
siempre, para que no nos apartemos de ella; y el también continuara otorgándonos los beneficios
que una vez nos dio, y nos alimentará y nutrirá con la sangre de Cristo para la vida eterna. Los adul-
tos, quienes son asediados por varias tentaciones y pruebas necesitan este apoyo. De nuevo: la rege-
neración por el Espíritu Santo y la fe, o la inclinación a la fe y arrepentimiento son suficientes para
el bautismo; porque en la cena del señor hay condiciones que son añadidas y requeridas que exclu-
yen a los niños de su uso. Se requiere de aquellos que observan estos sacramentos que muestren la
muerte del señor y que se examinen a sí mismos si tienen arrepentimiento y fe. En la medida que
ahora los infantes no están capacitados para hacer esto debido a su edad, es evidente que sean ex-
cluidos de la Cena del Señor, pero no del bautismo. Por lo tanto, no se deduce que los infantes sean
admitidos inmediatamente en la Cena del Señor porque han de ser bautizados; porque solo deben
ser admitidos en aquellos sacramentos que son signos de la recepción en el pacto y la iglesia, y que
no tienen las condiciones para excluirlos a causa de su edad. El bautismo ahora es un sacramento
del nuevo testamento; pero es diferente con la cena del señor.
Objeción 4: Per si el bautismo viene en lugar de la circuncisión, entonces nadie más que hombres
deben ser bautizados, y solo a los ocho días de haber nacido. Pero tanto hombres como mujeres son
bautizados ahora, por lo tanto, el bautismo no ha tomado el lugar de la circuncisión.
Respuesta: El bautismo no ha reemplazado a la circuncisión en todas las circunstancias relaciona-
das a ella, sino en lo que significa, y en cuanto a su fin y uso. Los dos sacramentos concuerdan en
estas cosas; mientras que difieren en cuanto a las circunstancias de edad y sexo. Dios restringió la
circuncisión explícitamente a los hombres y apartó a las mujeres. Pero, aun así, las incluyó entre los
hombres, en tanto que el hecho de nacer de padres circuncidados tomo el lugar de la circuncisión en
ellas. Fueron circuncidadas en los hombres, o lo que es lo mismo, fueron circuncidadas también. Es
por esta razón que Cristo llama a una mujer santa “hija de Abraham”, y los hijos de Jacob dijeron:
“No podemos hacer esto de dar nuestra hermana a hombre incircunciso […]”, haciendo así una dis-
tinción entre nuestra hermana y alguien que no está circuncidado. (Lucas 13:16, Génesis 34:14).
Dios, por lo tanto, formalmente hizo una excepción en el caso de las mujeres y ordenó la circunci-
sión al octavo día. Pero, en el bautismo estas cosas no están determinadas, el mandato es general, y
requiere que todos los niños de los fieles sean injertados en la iglesia, sea al octavo día o después de
su nacimiento

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