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Mis citas de esta obra corresponden a la edición Commentariorum Collegii Conimbricensis Societatis Jesu,
in octo Libros Physicorum Aristotelis Stagiritae, Coloniae, 1596, 2 vols. (en adelante in Phys.). Sobre la
producción de comentarios del colegio de Coimbra vd. Charles Lohr, “Renaissance Latin Aristotle
Commentaries: Authors C”, Renaissance Quarterly, 28, 4, 1975, pp. 689-741.
2
Aristóteles, Física II, 8; De Generatione Animalium IV, 3-4. Para un estudio sobre los monstruos según
Aristóteles vd. Upton, Thomas, “Aristotle on monsters und generation of kinds”, American Catholic
Philosophical Quarterly, 77, 1, 2003, pp. 21-36.
1
generación en la que los hijos no se parecen a sus padres. Pero al definir su posición sobre
los monstruos excede el marco aristotélico y recurre a fuentes muy diversas: clásicos de la
Antigüedad (Plutarco, Galeno, Plinio, Flavio Josefo), filósofos medievales mayores y
menores (Agustín, Boecio, Alberto Magno, Juan de Jandun, Avicena, Capreolus, Tomás de
Aquino, Buenaventura)3 y autores del Renacimiento (Pico de la Mirándola, Marsilio
Ficino, Ambroise Paré, Boemus, Fernel). El tema, al que Aristóteles apenas dedicó unas
líneas en la Física, recibe un análisis mucho más extenso por parte del jesuita, quien escribe
en una época en que el interés por los monstruos había crecido notablemente tanto en la
cultura “popular” como en la “docta”.4
3
Sobre las influencias del pensamiento medieval en los comentarios conimbricenses vd. De Carvalho,
“Medieval Influences in the Coimbra Commentaries (An Inquiry into the Foundations of Jesuit Education)”,
Patristica et Mediaevalia, 20, 1999, pp. 19-37.
4
Bates, Alan, “Good, Common, Regular, and Orderly: Early Modern Classifications of Monstrous Births”,
Social History of Medicine, 18, 2, 141-158, 2005, pp. 143-144.
5
La exposición sobre los monstruos que nos ocupa se desarrolla en in Phys. libro II, capítulo 9, quaestio V,
pp. 339-346.
6 In Phys., p. 339.
7 Aristóteles, Física, II, 8, 199 b 4 ss.
2
no constituyen per se una especie. Cada especie tiene una disposición y una estructura de
sus miembros propias. Cuando nacen individuos que no siguen esa regla se trata de
monstruos. La degeneración puede producirse en las partes, como la oveja con cabeza de
vaca Aristóteles 8 o como los seres descriptos por Plinio que tienen un solo ojo en su
frente. Por eso, los pigmeos no son monstruos, pues lejos de ser excepciones constituyen un
grupo de casos que definen una especie propia. Con ello, aunque no lo diga explícitamente
De Goes incluye los monstruos en una categoría de fenómenos especiales: los “praeter
naturam” (más allá del curso ordinario de la naturaleza).
8
Aristóteles, De Generatione Animalium, IV, 3, 769b15. Remite a Plinio, Historia naturalis, VII, 4.
9
In Phys. p. 340
3
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especie inferior como los hombres con cabeza de carnero.10 También por defecto del semen
los miembros aparecen mal ubicados o nacen hermafroditas y andróginos. Esto se debe a
que su poder formativo se precipita sobre la materia materna con iguales fuerzas para
formar ambos sexos. 2) En cuanto a la materia que es aportada por la madre, De Goes
señala tres fallas: la confusión de semillas de distintas especies, en la cual se obstaculizan
mutuamente distintas virtudes formadoras. De este modo nacen semihombres y semibestias.
Otra falla es la poca cantidad de materia: de ahí que nazcan hombres con un solo ojo, un
pie, cuatro dedos, y a veces enanos y homúnculos. Un defecto contrario es el exceso de
materia por el cual nacen los gigantes o partes desmesuradas como el molar que relata
Agustín.11 3) Un útero pequeño o uno muy grande tienen consecuencias especialmente en
los fetos múltiples. A veces, se comienza a formar un feto doble y luego por un espacio
inadecuado se produce una confusión en la cantidad de los miembros, como en los hombres
a los que les sobran miembros superiores y la faltan inferiores, siameses, etc.. 4) Con
respecto a las cualidades primarias, De Goes indica que los monstruos ocurren cuando estas
se dan en forma desproporcionada. Por ejemplo, el calor excesivo en el corazón del feto
produce una suerte de humor residual de las partes terrestres de la materia que es la causa
los niños con barba.12
5) Al considerar las desviaciones que se producen por causas externas, De Goes se
aleja de Aristóteles. Cree que es central la constitución del aire de la región en la que se
realiza la gestación y concluye que hay regiones como Egipto que son más proclives a la
generación de ciertos tipos de monstruos. El propio Aristóteles comparte esta opinión sobre
Egipto pero da una explicación distinta: los egipcios tienen más gestaciones múltiples que
el resto de los hombres y eso los predispone a los partos monstruos.13
Otro condicionante externo, según De Goes, es la influencia astral. Cuando dominan
las estrellas que más favorecen la generación de los hombres a veces ocurre que los
animales que se generan en ese tiempo e incluso las piedras que crecen en ese periodo
imitan la imagen de los hombres, porque el aspecto del cielo introduce en ellos la expresión
10
In Phys. p. 341
11
Agustín, De Civitate Dei, IX, 15
12
In Phys., p. 342.
13 Aristóteles, De Generatione Animalium, 770ª35-36, p. 425.
de la figura humana cuanto les es posible (sigue en esto a Alberto Magno y Juan de
Jandún). En este punto se declara en contra de Pico de la Mirándola quien niega que los
cuerpos celestes sean causa de los monstruos porque ellos sólo son fuente de la armonía del
universo.14 De Goes cree, en cambio, que de la misma manera que los astros producen
tempestades e inundaciones pueden producir monstruos en los animales y en los hombres.
Finalmente, tomando como base testimonios e ideas de Galeno y Fernel entre otros,
agrega que entre las causas más importantes de los partos monstruosos se encuentra la
imaginación de los padres 15, que a veces hace desviar de su objetivo a la facultad formadora
del semen e imprime en el feto las formas que concibe la mente. Aquí por ejemplo se
remite a un hecho reportado por Avicenna 16: unos polluelos nacieron con cabeza de milano
porque su madre se asustó mucho cuando se le apareció uno mientras estaba empollando.
Monstruos y fines
Una cuestión muy relevante para el análisis de De Goes se encuentra en la relación
entre la existencia de los monstruos y las causas finales.17 Las preguntas que intenta
responder son si la naturaleza y si Dios buscan producir monstruos. En el caso de la
naturaleza hace una distinción entre los actores que intervienen en la producción de
monstruos. Dado que el monstruo es un vicio de la naturaleza que se desvía de su fin a
causa de un impedimento, De Goes distingue entre la naturaleza que es impedida y la
naturaleza que impide. Por ejemplo, una naturaleza impedida sería un caballo que intenta
concebir un ser similar a su mismo, y una naturaleza que impide sería el exceso de materia
que causa el nacimiento de un caballo dos cabezas. Hay además que considerar tres cosas
en este fenómeno: la naturaleza equina, la cabeza que redunda en otra (causa próxima de la
deformidad) y la deformidad misma, a la que propiamente se llama “monstruo”.
14
Remite a Pico de la Mirándola, Contra los astrólogos, libro III, cap. 21. El título de la obra de Pico en
realidad es Disputationes adversus astrologiam divinatricem (1493). Sobre esta obra vd. Brian Copenhaver,
“Astrology and Magic” en Ch. Shmitt y Q. Skinner (eds.) The Cambridge Companion of Renaissance
Philosophy, Cambridge, C.U.P., 1988.
15
Daston, Lorrain, “Marvelous Facts and Miraculous Evidence in Early Modern Europe”, Critical Inquiry,
18, 1991, p. 112.
16
Remite a Avicena, De animalibus, liber V.
17
In Phys. pp. 344-346.
Por un lado, De Goes sostiene que la causa impedida per se no tiende al monstruo; es como
un artesano que quiere la obra que planifica pero es impedido para alcanzarla. Sólo con
respecto a esa causa segunda puede decirse que el monstruo ocurre por algo fortuito. 18 Pero
para la gestación de un monstruo además de la causa impedida debe necesariamente darse
la causa impediente. Por lo tanto, la naturaleza como un todo tiende al monstruo: que la
natura tienda a un efecto significa que propende a su realización y en la medida que
comprende tanto la naturaleza impedida como la que impide. En consecuencia, Dios quien
concurre con la acción de la naturaleza toda en sus causas segundas también tiende al
monstruo.
En este punto De Goes marca una diferencia importante entre la intención de las
causas segundas y la intención de la causa primera. Si bien puede decirse que en relación
con las causas segundas en la generación de lo monstruoso hay un componente fortuito, con
respecto a la causalidad de Dios no hay nada fortuito o azaroso, ya que él es providente y
sabe todo lo que ocurrirá.
Dios tiende al monstruo en tanto concurre con las causas segundas, a través su
voluntad absoluta y eficaz. Tiende también a la especie perfecta cuando concurre con la
naturaleza impedida con su voluntad condicionada (concurso ordinario y extraordinario).
Pero no hay que pensar que se frustran sus fines, ya que no quiere los fines de todas las
cosas particulares en un sentido absoluto sino que, acomodándose a sus naturalezas, destina
a unas al fin ordinario y otras las hace desviarse. Esto desvío ocurre con respecto al fin
particular de la criatura pero no con respecto al fin común del orden universal. Además, con
su sabiduría Dios hizo los monstruos para adornar el mundo, así como creó las tinieblas
para exaltar luz. En la oposición se da la belleza. Para De Goes los monstruos, además de
errores naturales perfectamente explicables por la ciencia, son objeto de placer.
Conclusión
En su estudio sobre las “maravillas y el orden de la naturaleza” publicado en 1998,
Lorraine Daston y Katharine Park concluyen que durante gran parte de la Modernidad
18
Aristóteles, De Generatione Animalium, IV,4, 770b.
19
Daston Lorraine y Park Katharine, Wonders and the Order of Nature, 1150-1750, New York, Zone Books,
1998, cap. V, en particular p. 176. Allí las autoras expresamente modifican la conclusión que habían expuesto
en Park, Katherine, Daston, Lorraine, “Unnatural Conceptions: the Study of Monsters in Sixteenth-and
Seventeenth Century France and England”, Past and Present, 92, 1981, pp. 20-54.
pero a la vez persigue el fin universal establecido por la providencia divina. Vemos aquí
una idea fuerte de control divino sobre la naturaleza a través del concurso con las causas
segundas: nada ocurre por azar. Los fines particulares de la naturaleza que es impedida
pueden no cumplirse al concebirse los monstruos, pero el fin general impuesto por la
providencia de Dios se cumple inexorablemente. Así lo particular se somete a lo universal,
hay una subordinación tácita a un fin supremo. También en esta interpretación de la
causalidad se pueden encontrar paralelos con la presentación aristotélica.
En este planteo los monstruos son considerados como desviaciones de la naturaleza
pero no inducen repugnancia. Tampoco son vinculados con el miedo y el horror que
podrían producir si fueran signos de la ira de Dios. Sí producen placer: los monstruos
adornan a su peculiar manera la creación divina. El placer que genera su contemplación
está siempre marcado por la superioridad de la causa primera. No es la naturaleza autónoma
la que nos hace disfrutar de la diversidad por su originalidad y por su creación –como en el
modelo que señalan Daston y Park— sino el artista divino quien hace bello al mundo al
construirlo con las irregularidades previstas por su propio diseño desde la eternidad.